Relato: Una fiscal en manos de la Cosa Nostra



Relato: Una fiscal en manos de la Cosa Nostra

UNA FISCAL EN MANOS DE LA COSA NOSTRA


Mi nombre es Valeria Marino, y cuando ocurrieron los
hechos que a continuaci�n les voy a relatar resid�a en Mil�n, donde trabajaba
desde hacia tres a�os en la Fiscalia Anticorrupci�n. Como pueden ustedes
suponer, en un pais donde el Crimen Organiza-


do tiene tanto poder como en Italia, la tarea de la Fiscalia
especial es Herculea. En parte ese era el motivo por el que, a mis 34 a�os,
permaneciese soltera pese a los intentos de mi madre y mis tias por colocarme al
novio adecuado. Simplemente, estaba demasiado atareada, no ten�a pr�cticamente
un minuto libre, asi que el mantener una relaci�n afectiva, o simplemente
establecerla, estaba fuera de toda consideraci�n. Tal vez si hubiese sido una
funcionaria m�s. que cumpliese con su horario y punto, hubiese podido llevar una
vida m�s plena y feliz. Pero mi familia siempre ha estado dedicada al servicio
p�blico, mi padre era Juez en ejercicio en el Tribunal Superior de Apelaciones,
y mi abuelo tambi�n se dedic� al ejercicio de la carrera Fiscal, como yo hac�a.
De hecho fue el quien hizo que se me despertara el gusanillo por el Derecho. Y
mis dos hermanos, uno era oficial de polic�a en una unidad de fronteras, y el
mayor era Capit�n del ejercito de tierra. Asi que el amor por las cosas bien
hechas, cumplir m�s alla de lo que el deber exig�a, y comprometerse en la lucha
contra la corrupci�n que siempre ha ensuciado nuestro amado Pais eran conceptos
profundamente arraigados en m�.


En la primavera de ese a�o. hab�a logrado obtener una condena
contra Luigi S�lfaro, el hijo menor de uno de los l�deres de la Cosa Nostra, al
cargo de tareas de trata de blancas y tr�fico ilegal de inmigrantes. Me cost� un
a�o y medio, el Juez hubo de ser recusado por parcialidad, hubo un testigo que
despareci� y otro que apareci� flotando en un lago, pero al final se hizo
justicia, y ese indeseable recibi� una dura condena. Estaba bien advertida de
que podr�a haber represalias, como por ejemplo sufrir un atentado. Hubo un
intento de desprestigiarme con un esc�ndalo sobre una presunta vida licenciosa
en mi periodo universitarios, pero todas las burlas que recib� entonces de que
iba para monja y era mas sosa que el agua desalada dieron entonces sus frutos.
Simplemente, mi vida habia sido tan ordenada y tranquila, que me costo menos de
dos d�as desenmascarar todo el montaje. Contaba con protecci�n policial, pero
una nunca pod�a contar con la lealtad de un funcionario, asi que por si acaso
pose�a una peque�a pistola automatica, y mis hermanos me habian ense�ado a
usarla. Pasaron los meses y nada ocurri�, asi que el n�mero de mis escoltas fue
reducido, con mi consentimiento. Que boba fu�. Una c�lida noche de Oto�o, me
despert� con una extra�a sensaci�n de desasosiego. Llamenlo sexto sentido,
intuici�n, casualidad... Pero aparte la colcha que me cubr�a, y me acerque con
paso ligero a la ventana. Obviamente ustedes desean que les hable de mi cuerpo.
Me desagrada presentarme como en un mercado de carne. Simplemente les dir� que
me consideraba una mujer moderadamente atractiva, sin ser despampanante, aunque
alguna vez hab�a recibido elogios por mis piernas. Personalmente, de lo que mas
orgullosa siempre he estado ha sido de mi melena azabache y los grandes ojos
negros de mi madre, que habia heredado tal cual. El mayor piropo que jam�s
recib� fue uno que me dedic� mi padre, al afirmar solemnemente que era identica
a mi madre a mi edad, que Dios la tenga en su gloria. Al menos, el Se�or se la
llev� antes de tener que sufrir las ignominias que sufr�...


Esa noche solo me cubr�a con un camis�n corto de color azul
celeste, de los de tiras. Asi que camin� descalza hacia las ventana del
dormitorio... y asomando un poco mi cabeza entre las cortinas mecidas por la
brisa nocturna, lo que no v� fue lo que me asusto. Un coche policial de escolta
deb�a estar aparcado ante mi puerta... y alli no habia nadie. La alarma fue
creciendo en mi, pero como eso era algo que sab�a pod�a ocurrir alg�n dia, me
esforc� en actuar tal y como hab�a ensayado. En una situaci�n asi, el p�nico
puede matarte. Descolge el tel�fono, solo para descubrir que estaba mudo, sin
se�al. Y mi movil estaba en el Sal�n, recargandose. Deb�a llegar all� para pedir
ayuda. Asi que tome el arma que tenia guardada en la mesilla, y lo m�s
sigilosamente posible avanc� hacia el Sal�n. No parecia haber nada raro, pero la
alarma estaba deconectada. No debia haber corriente electrica en la casa,
tampoco. Me mov� tal y como me ense�aron, pero simplemente el intruso era
demasiado bueno. Un Profesional. Nunca tuve ni una oportunidad. Desde las
sombras de un rinc�n salieron disparados hacia mi los dos cables profulsados por
un gas de un aturdidor electrico policial tipo "Taser". Si, en teoria solo la
Policia disponia de ellos, ya ven. Cai frita al suelo, y el mundo se volvio
negro.



No se exactamente cuanto tiempo hab�a transcurrido cuando
despert�, pero ya era de d�a, un rayo de sol entraba por un ventanuco hacia mi
cara. Eso me despert�. Me dolia todo, sentia un fuerte cosquilleo en mis
extremidades, y la cabeza me zumbaba. Abr� los ojos, y vi que estaba en una
especie de celda, aunque no se parecia a las asepticas construcciones de las
prisiones estatales. �Donde estaba?. Me encontraba en una celda de unos tres
metros de largo por dos de ancho. Estaba tumbada sobre un camastro plegable de
somier metalico, dotado de un colch�n de gomaespuma, y unas s�banas de color
indeterminado. Por lo dem�s solo hab�a un lavabo dotado de un grifo, y un
retrete. Ahhh, y un peque�o espejo de metal en la pared sobre el lavabo. Antes
de incorporarme deje pasar unos minutos, intentando aclarar mis ideas. No podia
pensar, me zumbaba demasiado la cabeza. Asi que me levant�, y antes de vocear o
intentar salir, me lave la cara con el agua del grifo. El agua fria obr�
milagros, y pronte recuper� el uso de la Raz�n. Los techos eran altos, unos
cuatro metros. El ventanuco enrejado estaba a unos tres metros de altura, para
llegar deberia mover el camastro, saltar, y aferrarme a los barrotes. No me ve�a
capaz por el momento. La puerta era un pesado ejemplar de metal, con lo que
parecia una mirilla, cerrada. Comenc� a preocuparme por otras cosas. El
cosquilleo fue remitiendo. Mi ropa estaba en su lugar, no parecia que nadie me
la hubiese quitado y vuelto a colocar. Mi ropa interior en su sitio, esas cosas
no pueden saberse al cien por cien, pero no me sentia como si hubiesen abusado
sexualmente de mi. Me busqu� mas heridas o marcas de inyecciones, y nada.
Vestida solo con ese corto camis�n de verano, mas mi ropa interior negra, me
sentia completamente desnuda y vulnerable. Y descalza. No me cab�a dudas de que
estaba en manos de la Cosa Nostra, cualquier cosa seria posible. Si aun estaba
sana y en una celda, eso seguramente significaba que iba a pasar alli una
temporada. Probablemente querr�an canjearme por Luigi, o alguien asi.



Para que ustedes entiendan el porque de mi actitud en el
tiempo oscuro que hab�a de llegar, he de aclararles algo sobre mi manera de
pensar, y la decisi�n que tom� en esos minutos de soledad. Ya hab�a tenido trato
con secuestrados, y sabia lo importante que era el factor moral, sobre todo si
la cosa se alargaba. Habia hablado con v�ctimas de secuestros. Varias hab�an
sufrido abusos sexuales a manos de sus captores, simplemente por el motivo de
que sus carceleros se aburr�an. No sabia que esperar, lo que sabia era que si
aun estaba viva era porque era valiosa para alguien, y un rehen siempre vale m�s
que un cadaver. Resucitar es algo mas complicado que ejecutar a alguien. Y mi
segunda decisi�n era que no iban a doblegarme. No podria ofrecer resistencia
f�sica a mis captores, pero si moral. No iba a darles el placer de doblegarme,
de verme suplicar, o humillarme para conseguir alguna peque�a comodidad. Yo crei
saber el tipo de situaci�n por el que iba a pasar. Estaba asustad�sima, pero lo
que pod�a faltarme en sociabilidad o don de gentes, lo supl�a con valor y
determinaci�n. Emplee el retrete, y esper� sentada a que alguien diese se�ales
de vida. No tuve que esperar mas de una hora, creo.


O� pasos fuera, pero no me mov�. Sentada en el catre, con las
piernas recogidos y los brazos rodeando mis rodillas, en una pose defensiva
obvia, aguard�. Se abri� la mirilla. No mir� en su direcci�n. Con un fuerte
ruido la puerta fue abierta. Varios hombres entraron en la habitaci�n, y escuch�
tras ellos el sonido de una silla de ruedas. No me hizo falta mirar hacia all�
para saber quien me visitaba. Don Salvatore S�lfaro. Capo de la Cosa Nostra. El
padre de Luigi, un temible criminal de casi setenta a�os, decr�pito por la edad
y los abusos de su juventud. Un alma negra y malvada. Tembl� un poco, pero no le
d� el gusto de llorar, de hablar, de mirarle siquiera. Oia las respiraciones de
cuatro hombres, fuertes y pesadas, ademas del silbido asm�tico que emit�an los
pulmones de Salvatore. Y sin embargo, aun conservaba una voz acostumbrada a
mandar y ser obedecido, tanto que cuando me excupi� un " mirame, puta",
gir� la cabeza hacia �l. Sentado en una silla anticuada, tapado con abrigo,
guantes y un sombrero de fieltro. El rostro plagado de manchas. Los labios finos
y crueles. Ojos grises, amenazadores como la muerte. Pesaria unos 45 kg, pero
era uno de los hombres m�s temibles de Italia. Los otros eran matones, sicarios
de confianza. Reconoc� a uno, era uno de los sicarios de Luigi. Sospechoso de
varios asesinatos, de torturas a mujeres que no se somet�an a las exigencias de
sus proxenetas, sospechoso de violar a la mujer de un policia, con tal sa�a que
ella perdi� la raz�n. Ese parecia el jefe del grupito, Don Salvatore aparte,
claro. La cosa pintaba peor de lo que parec�a un minuto antes. Me abrac� m�s
fuertemente, y el mafioso solt� su discursito. Fue corto, no estaba como
malgastar aliento.


"Ya sabes quien soy, y que no vas a pasar por un lecho de
Rosas. Me muero, perra, y eso no todo el dinero del mundo lo puede evitar. Y
quiero que cuando ese momento me llegue, mis hijos esten a mi lado, todos ellos.
Y no quiero espicharla sabiendo que uno de ellos se est� pudriendo en una carcel
miserable. Mi pobre Luigi, que de chaval ven�a a m� en busca de consejo para
todo, que no era capaz de ir a mear solo, pero siempre tan fiel a su Familia.
Una palabra sagrada, se�orita fiscal . Sagrada. Tu me quitaste a mi hijo, y tu
seras el instrumento que me lo devuelva. Ya esta propuesto un canje, tu por �l.
Puede que tarden un poco, pero aceptar�n. Y seras un ejemplo para los dem�s
tocapelotas de esa fiscal�a tuya, atajo de bobos. Mafia es Italia, Italia es
Mafia. Es como un cuerpo y su cerebro, no puedes separarlo, uno no puede vivir
sin el otro. Pero estas ciega, ni ves ni oyes. "


Tom� una pausa, para recuperarse de la perdida de
aliento. Mientras me mir�, y yo a �l. Se que se di� cuenta de mi determinaci�n,
de que queria resistir. Si hubiese dejado ver lo asustada que estaba, me hubiese
ido mejor. Queria dar una lecci�n conmigo, y cuanto m�s chula me pusiese, peor
lo iba a pasar. Tambi�n repar� en la expresi�n de sus cuatro matones. No cre�a
que me fuesen a torturar, al menos por el momento. Lo que si quer�an era
violarme.Estaba clar�simo. Y no hab�a nada que pudiese hacer para evitarlo.
Podr�a haberme matado antes de que llegaran, buscando un borde cortante del
colch�n para rajarme las venas. Pense en hacerlo por un segundo, pero mi
instinto me decia resiste para vivir, vive para vengarte. Hab�a visto demasiadas
pel�culas de cria, me temo.


"Se que ahora no lo vas a hacer, pero escribiras cartas de
tu pu�o y letra suplicando la liberaci�n de Luigi, explicando que todo fue un
montaje para hacerte popular. Mis peri�dicos publicaran esas cartas, mi
televisi�n hablara de ello. Se sembrar�n dudas, mi hijo saldra de la carcel, lo
cambiaran por ti, no ahora, pero si dentro de un tiempo, un corto tiempo. El
Estado es debil, la gente imb�cil. Mis hombres trabajan buscando modos de
menoscabar tu reputaci�n. El Presidente de la Rep�blica no puede indultar a
Luigi ahora, al que todos consideran un monstruo. Pero podr� hacerlo cuando se
le presente como una v�ctima, aunque todos sepan que ha hecho de lo que se le
acusa, y m�s a�n. Ahora piensas que lo que digo es mentira, que t� eres una
heroina p�blica cautiva de una banda de desalmados criminales, y que lo que digo
no ocurrira, tu solo espera... Se que ahora no vas a colaborar, aunque te ir�a
mejor si lo hicieses. "


"No vamos a tratarte demasiado mal de momento. Simplemente,
vamos a cuidarte como se cuida a un animal. Seras tratada y alimentada como uno
de ellos. Por supuesto, un animal est� sometido a los caprchos de sus
cuidadores, no tiene capacidad de decidir por si mismo. Y un animal no emplea
ropa. Quitadsela. Ahora."


Ya estaba, ahi ven�an... me apar� todo lo que pude, me
hice un ovillo. No sirvi� de nada. Me sujetaron de los brazos entre dos, un
tercero me sujet� las piernas. Pietro, su lider,me cort� el camis�n con una
afilada navaja autom�tica. Era un s�dico al que le encantaba violar y torturar
mujeres. A su favor hay que decir que ten�a practica. La hoja me roz� sin
ara�arme la piel, pese a mis movimientos. El viejo miraba, sentado en su silla.
Mi ropa interior sigui� el mismo camino. Rugieron al ver mi pecho libre del
sujetador, mi sexo velludo. A una se�al, me obligaron a arrodillarme ante Don
Salvatore. Yo me mir� a la cara, le sostuve la mirada. " Ya sabes lo que toca
ahora, de eso no te salva ni Dios. Simplemente, pideme perdon por lo que has
hecho a mi hijo, besa mi anillo, escribe lo que se te diga, haz lo que se te
mande, y esta sera la �nica ocasi�n en que tengas que pasar por esto. Deseo
torturarte, hacer que sufras una agonia larga y de pesadilla, pero mas que eso
deseo a mi hijo conmigo en mis �ltimos dias. "
Yo desvi� la mirada, tentada
de aceptar. Pietro me estir� del pelo, para obligarme a mirar al anciano a la
cara. Creo que lo hizo a posta, para cabrearme y asegurarse de que no aceptase,
presa del miedo. Me di cuenta con el tiempo que se trataba de un hombre tan
inteligente y manipulador como cruel, que era menospreciado como un mat�n, pero
bajo esa fachada se ocultaba algo m�s. Mi reacci�n fue instintiva, solte un
salivazo que alcanz� al Capo en la cara. Lo dej� all�, e impidio que sus
sicarios se lo limpiasen. solo dijo, "Proceded". No pod�a haber dicho
nada peor.


No deseo extenderme en este punto. Lo ocurrido es tan t�pico,
ha ocurrido tantas veces, que podr�n imaginarlo sin mucho esfuerzo. Fui tendida
boca abajo, sobre el suelo. En todo momento habia dos hombres inmovilizandome.
Primeramente fui penetrada vaginalmente con una porra policial. Me mordi los
labios para no chillar, no pude evitar llorar. Se re�an. Lo disfrutaban. Adem�s
del propio goce de violar, deseaban quedar bien ante su jefe, y al abusar de mi
se vengaban de todos los policias, jueces y fiscales que hab�an conocido en su
vida. Con la cara aplastada contra el suelo de cemento, las piernas separadas,
los brazos sujetos de las mu�ecas, no podia hacer nada. Me torturaron con la
porra hasta que se aburrieron. Antes de dejar de emplearla, comenzaron a hurgar
en mi ano, que ensalivaron y al que untaron de algo grasoso, al no poder meter
un dedo en �l. Primero un dedo, luego dos. Me hice tanta fuerza al morder mis
labios que sangr�, pero consegu� no chillar. Obviamente, hacian toda clase de
comentarios ofensivos, y sobaban mi cuerpo, con especial inter�s en pechos y
nalgas. Durante las siguientes horas fui violada por esos cuatro hombres creo
que en diez ocasiones, de ellas cuatro analmente. Cuando uno de los matones me
viol� por primera vez, de modo vaginal, consegui no chillar con todas mis
reservas de voluntad. El segundo fue Pietro. Analmente. Entonces descubr� que
aunque a nivel psicologico pueda ser similar, a nivel f�sico no lo es en
absoluto. El dolor se elev� al cuadrado. La sensaci�n de ser "rota" no ten�a
parang�n. Yo no tenia demasiada experiencia sexual, pero no era virgen. Mi ano,
sin embargo, jam�s habia recibido nada. Fue atroz. Ah� si que chill�, aull�, y
mis lagrimas se desbordaron. Por supuesto, eso les excit� aun m�s. Fue una
ma�ana de pesadilla. Cuando acabaron estaba en un charco de semen, aunque solo
habia un hilillo de sangre de mi ano, no se como no me da�aron m�s. No tenia
fuerzas para nada, notaba mi cuerpo abierto, sucio, forzado. Don Salvatore se
dispuso a partir.


"Espero que hayas disfrutado, zorrita. En los proximos
dias no volver� por aqui, ya sabes, con el revuelo por tu desaparici�n. Ah, por
cierto, aunque lo sospechen... no hay pruebas de que has sido secuetrada. Tu
ropa no esta en casa, no hay se�ales de violencia. No esperes un gran revuelo.
Ma�ana se filtrar� la noticia de que estaba investigada por aceptar sobornos de
rivales de "negocios" de mis empresas, que te habian pagado para montar una
farsa y desprestigiarme. Al enterarte has debido huir, claro. Unos te
defenderan, otros te atacaran, la mayoria no querr�n saber nada del tema. Mis
chicos dicen que llevas una vida sin novio ni marido, asi que con un poco de
suerte cuando salgas de aqui estaras pre�ada, que ya estas en edad. Volveremos a
vernos, y confio en que colabores m�s que en esta ocasi�n".



Salieron, cerrando la puerta tras de si. Yo permanec� en el
suelo, llorando y sin poder moverme. Temia que me hubiesen desgraciado. Cuando
me atrev� a tocarme el ano, lo encontre hinchado y tan abierto que daba miedo.
Busque rastros de sangre en mi cuerpo, pero no habia hemorragia. Lo que si
perdia era semen. No pensaba tener esa secreciones dentro de mi m�s tiempo, asi
que como pude me sent� en el retrete. Esper� a echarlo todo, a que resbalase de
mi cuerpo. Mientras estaba sentada all�, se abri� una portezuela en la parte
inferior de la puerta. Una mano dej� una jofaina de pl�stico, con una esponja,
jab�n y una toalla. Acept� lo que se me ofrec�a. lo tom� del suelo. Me lav� lo
mejor que pude, y rota de humillaci�n, dolores y cansancio, me tend� aovillada
en el catre. �Como iba a poder aguantar el maltrato que me tenian preparado?. Ya
sabia que habria cosas peores, solo con los sumarios que habia leido sobre las
represalias a prostitutas forzadas que hab�an intentado huir... Y ahora yo
estaba en esa situaci�n, o peor a�n. Pero no pensaba rendirme. Y aunque les
parezca increible, mas que el haber sido salvajemente violada, me torturaban las
palabras de Salvatore... ya que sabia que eran ciertas. Pronto los bulos de que
habia huido antes de ser detenida se extenderian, se que muchos me defenderian
pero, �mi familia dudaria de mi?. Aunque me creyesen,� podr�an evitar que los
medios de la Cosa Nostre convenciesen a medio mundo de que era una corrupta y
una criminal?. Si pasaba por el aro y confesaba lo que medistasen podria ser
mejor para mi salud, pero con eso podria matar a mi padre de pena. Asi que debia
aguantar, cayese lo que cayese.


Y, secretamente, tenia una esperanza. Mis hermanos me
conoc�an mejor que yo misma. Y, uno en los carabineros y el otro en las Fuerzas
Especiales, podrian ayudar mucho en mi busqueda y rescate.Y si un dia aparecian
al asalto en mi celda, quer�a poder mirarles a la cara y decirles que su hermana
no se hab�a doblegado. Con ese pensamiento ca� en las garras de un sue�o
inquieto, plagado de pesadillas.




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