Relato: Los pervertidos de Anabel (3)





Relato: Los pervertidos de Anabel (3)

LOS PERVERTIDOS DE ANABEL III



"Te confieso Johnny que lo pas� muy bien aquella noche.
Zoil�n me trabaj� bien con los dedos. Era una l�stima porque si pon�a el bigote
no le llegaba la boca. Me hac�a muchas cosquillas. Era agradable jugar con su
cosita aunque no logr� que me pasara de los labios. Solo la vez que le unt� la
pilila logr� notar su presencia dentro. Era como una hormiguita juguetona y
agradable. Se sirvi� una copa y se puso enseguida contento. No soportaba muy
bien el licor. Me estuvo contando cosas que sab�a de grandes hombre y que pod�an
hacer caer castillos. Lo cre� todo. Zoil�n no era un mal chico aunque cuando se
pon�a a soltar trapitos sucios se le cambiaba la cara, algo verdaderamente
desagradable.


"Le serv� una segunda copa y entonces ya no se contuvo. Todas
sus fantas�as sexuales salieron a relucir. Con qui�n le gustar�a hac�rselo y
c�mo. Los cotilleos sobre famosos que aparentaban ser muy machos y eran maricas.
Qui�n era qui�n en la cama y c�mo las mujeres son siempre mejores folladoras que
los hombres cuando se ponen a ello. Me divert� mucho aunque tuve que morderme la
lengua varias veces para no re�rme en su cara.


Aqu� se interrumpi� Ani. Sus historias eran a menudo tan
largas que necesitaba varios d�as para rematar la faena. Recuerdo que
aprovechando una de nuestras noches libres semanales la invit� a cenar y a un
dansing en una discoteca, donde se hab�a puesto de moda la salsa y otros ritmos
caribe�os. No soy un gran bailongo, pero quise animar a esta dulce mulata que
entonces pasaba por una de sus rachas de melancol�a e introversi�n. A ella s� le
encantaba el baile, m�s que nada en el mundo, a excepci�n del sexo. Acept�
entusiasmada. Escogi� un restaurante mexicano porque le apetec�a comer algo
picante y all�, mientras nos met�amos entre pecho y espalda un plato de chili
con carne que era puro fuego (lo mitig�bamos con copitas de ron que no hac�an
sino intensificarlo) decidi� seguir cont�ndome la historia de Zoil�n.
Disimuladamente enchuf� la grabadora y la escond� bajo una servilleta
aprovechando una de sus ausencias para ir al servicio (el picante parec�a
acentuar sus necesidades mingitorias).


�Verlo para creerlo!, que dir�a el otro. Nunca imagin� que
existieran hombres as�. Salidos de madre,s�, naturalmente; impotentes, claro;
eyaculadores precoces, a montones, pero como Zoil�n ninguno. Era un caso
excepcional en todos los sentidos. Anabel se transform� durante un tiempo en su
mam�. El se encontraba tan entusiasmado como un infante con mam� nueva. Era
cari�oso, discreto, delicado y generoso (sus regalos eran de poco valor, pero de
muy buen gusto). Aparte de estas bellas cualidades Zoil�n exhibi� tal sinceridad
que hasta Lily se hizo cruces cuando Anabel le cont� las confidencias que aquel
pervertido compart�a con ella en horas de lecho y ch�chara.


Los secretos de Zoil�n abochornar�an hasta al mismo Satan�s,
que no teme el rid�culo con tal de ganar almas apra su causa. La propia Ani me
lo contaba con la reticencia que hubiera puesto en hablarme de la desverguenza
de alg�n hermano o familiar muy cercano. Ya a los postres, muy relajados e
intentando hacer la digesti�n de la cena, Anabel se lanz� a contarme el resto de
la historia que yo paso a contarles con mi propio estilo.


"Zoil�n gustaba de colocar su cabecita de pepino sobre mis
pechos tan pronto como se le disparaba la pilulita, que era casi siempre al
tocar mi chumino. En raras ocasiones logr� meter el gatito en la cueva. As�
puesto cerraba los ojillos de aprendiz de demonio y me contaba su vida de pe a
pa.


"Proced�a de una familia numerosa -sus pap�s cre�an que
cuantos m�s hijos tuvieran m�s los bendec�a Dios- que fue bendecida con un
indiano, su bisabuelo, que regres�, con una gran fortuna, al pa�s de donde
saliera con una mano delante y otra detr�s. Con semejante fortun�n no es extra�o
que se pasaran las noches busc�ndose las cosquillas.


"Zoil�n era el mediano de doce hermanos, la mitad machos. Ya
de ni�o era tan enclenque y feo que sus propios hermanos se burlban de �l,
haci�ndole objeto de las mayores perrer�as. Lo que le llev� a suplicar a su
padre para que lo mandara como aprendiz de cura a un seminario. All� lleg� un
buen d�a, para alivio de todos sus hermanos y progenitores. Eligieron un lugar
lejano, en el norte, donde no se ve�a el sol y la melancol�a se te met�a por el
pecho hasta el fondo del alma.


"El sufri� de melancol�a hasta que el azar le descubri� que
el peque�o pito serv�a para otra cosa, aparte de para mear a escondidas porque
no le vieran sus compa�eros y se burlaran de aquel regalo envenenado que le hizo
la naturaleza. Si bien era diminuto cantaba sin parar, como un jilguerito alegre
que saludara a la vieda desde el alba al ocaso, e incluso en sue�os, pues
siempre se despertaba tieso y con muchas ganas de pitar. La naturaleza le hab�a
provisto con flaut�n de imp�ber pero con huevos de avestruz que fabricaban leche
merengada para surtir una ciudad.


"Se masturbaba al levantarse, luego se rozaba en la misa, iba
al servicio despu�s del desayuno y all� permanec�a un buen rato hasta que sonaba
el timbre para empezar las clases. Si ve�a, por casualidad, a una chica de la
lavander�a, colgando ropa en los tendederos que hab�an instalado para este
menester cerca de la huerta, se arrastraba como un soldadito en el frente, para
evitar ser visto por los curas y castigado duramente, y trataba a toda costa de
ver las braguitas de la joven. Algo no muy dif�cil puesto que con el ajetreo de
doblar la cintura para coger las prendas de ropa del balde, luego estirarse
hasta alcanzar la cuerda y colocar las piezas de ropa, m�s de una vez le
quedaban los muslos al aire.


"Zoil�n ten�a una imaginaci�n tan calenturienta que se iba
antes de llegar a quitarle, en su fantas�a, las braguitas a la chica. Esto le
oblig� a llevar dos y tres calzoncillos bajo los pantaloncitos cortos, con el
fin de que no traspasara al exterior el l�quido pecaminoso. Uno de los secretos
que m�s le cost� babear sobre los pechos de Ani fue precisamente �ste, que
llevaba pa�ales habitualmente. Tan pronto solt� este secreto comenz� a gemir
como una monjita en Semana Santa. Me puso hasta los pezones de l�grimas y babas.
Tuve que consolarlo como pude o se me hubiera muerto de verg�enza entre los
pechos.


Aqu� interrumpo o hago un peque�o par�ntesis en la narraci�n
que Anabel nos hace por mi boca, para hacer un apunte de erudici�n sexol�gica.
Cuando escuch� esta historia de sus labios lo primero que pens� fue que ella me
tomaba el pelo, exagerando un simple caso de eyaculaci�n precoz. O bien Zoil�n
era un avispadillo que se estaba quedando con ella cont�ndole historias propias
de un Decamer�n moderno o bien su patolog�a no estaba recogida en los libros de
medicina. No ser�a hasta a�os m�s tarde, viendo en la televisi�n por cable un
sorprendente documental, cuando comprend� que tal vez su caso no fuera tan
sorprendente. En aquel documental se narraba la triste historia de al menos una
cincuentena de mujeres que padec�an un misterioso s�ndrome del que no recuerdo
ahora el nombre. Eran multiorg�smicas hasta tal punto que se pasaban el d�a
sufriendo orgasmo tras orgasmo. �Qui�n lo pillara!, pensaremos todos los machos.
Pero aquella era una aut�ntica enfermedad, una patolog�a que convert�a la vida
de aquellas mujeres en un verdadero infierno.


Cada una de ellas lo llevaba a su manera. Casi todas
necesitaban masturbarse constantemente o hacer el amor. Solo as� se les pasaba
el terrible agobio. Otras no pod�an sufrir que el marido las tocara ni un pelo y
dorm�an solas, con su marido en la cama de alguno de los hijos. Crey�ndose unas
aut�nticas monstruosidades o estar pose�das por Satan�s, ninguna de ellas se
atrev�a a comentar su problema con nadie, ni con sus parejas. Una de las
protagonistas del documental manifestaba su alivio cuando en una p�gina de
Internet descubri� que no estaba sola en este infierno multiorg�smico. Al menos
otras cincuenta comentaban sus casos en dicha p�gina. El tratamiento no era
precisamente f�cil. Los profesionales de la medicina no entend�an de d�nde
surg�a aquella patolog�a y dejaban en manos de la medicina naturista o
alternativa la soluci�n al problema.


Algunas encontraron un cierto alivio en terapias alternativas
y cuando lograron pasarse algunos d�as sin el agobio del orgasmo perpetuo
manifestaron la felicidad que supon�a no estar siempre pendientes de satisfacer
una necesidad tan perentoria que no admit�a dilaci�n. El problema subsisti� y
otro enigma de la medicina moderna qued� en el aire. No eran ninf�manas,
sencillamente algo les suced�a a sus cuerpos que provocaban orgasmo tras
orgasmo, en una sucesi�n de placer que al prolongarse en el tiempo se
transformaba en algo odioso.


Nuestro protagonista debi� de padecer algo parecido. Sus
constantes eyaculaciones y orgasmos debieron amargar su vida de la misma forma
que les suced�a a estas mujeres. Crey�ndose un monstruo no es extra�o que no
hablara de ello con nadie y cuando encontr� en Anabel la confidente ideal no
sorprende que se hiciera un adorador suyo y tuviera un papel tan importante para
salvar a Lily de sus secuestradores. Lo hizo en atenci�n al cari�o y comprensi�n
recibido de Ani y logr� facilitarnos a todos una salida, aunque en ello se le
fuera la vida. Nadie es m�s agradecido que quien crey�ndose un monstruo
encuentra una persona comprensiva que sabe tratarlo con humanidad. Su
agradecimiento ser� eterno. Pero esta es otra historia que ya llegar� en su
momento. Ahora sigamos con la historia de Anabel.


"Zoil�n es peque�ito, poquita cosa, casi un enano, muy
delgadito y con cabeza alargada y pepinuda. Tendr�as que haberlo visto, Johnny,
desnudo y encogido como un fetillo, arrimadito a mi costado y con las narices
soltando mocos, donde se hab�a refugiado tras sollozar como un beb� sobre el
canalillo de mis pechos. Sent� su deseo de regresar al vientre materno y
desaparecer de la vida. Debi� de darse cuenta de lo mucho que estaba mostrando
sus sentimientos porque se volvi� hacia el otro lado de la cama y d�ndome el
culo se encogi� y all� se qued� durante varias horas, como muerto, sin mover un
m�sculo.


"Daba pena, Johnny, cari�o. A mi se me deshizo algo muy
dentro y solt� el trapo. Luego me qued� dormida. Cuando despert� Zoil�n no
dejaba de dar vueltas por la habitaci�n, desnudo, como un leoncillo enjaulado.
De pronto se puso a gritar y blasfemar, maldiciendo de lo alto por haberle hecho
un monstruito del que hu�an todas las mujeres. La naturaleza le hab�a dado un
peque�o flaut�n que apenas serv�a para dar una nota y en cambio le puso para
alimentarlo unas inmensas pelotas que se pasaban las horas frabricando
espermatozoides que sal�an disparados en cuanto ve�an una mujer. Se pasaba los
d�as y las noches salido como un mono, masturb�ndose o dejando que su pollita se
estirara y soltara la carga en el momento m�s inoportuno.


"Era un castigo infernal. Si al menos hubiera salido guapo
del vientre materno. Gritaba con su voz de pito. Entonces me pasar�a las horas
follando con las mujeres m�s hermosas y no como ahora, y�ndome en el pa�al, que
no me llega el sueldo. Por fin se calm�. Regres� al lecho y hundi� de nuevo su
pepino entre mis pechos. Ya m�s calmado yo le pasaba la mano por el cogote, al
tiempo que pensaba en ti, Johnny. Pensaba que si la naturaleza te hubiera dado
las pelotas de aquel hombrecillo ser�as el enemigo p�blico n�mero uno. Y encima
no ir�as a la c�rcel, porque las mujeres se arrojar�an sobre tus pelotas como
una pantera hambrienta sobre un corderillo.


Continuar�.


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