A la noche le confirmaron el vuelo y le
informaron que sus compañeros de viaje eran el presidente, la gerente
general y el abogado de la financiera y que regresarían en un par de
días.
Temprano por la mañana se presentó en Aeroparque donde ya se encontraban
los otros viajeros. Fue sola hasta la aeroestación porque a su marido
no le hacía ninguna gracia que viajara sola, mejor dicho con otros hombres,
ya que tenía conocimiento, por comentarios que le había hecho
su propia esposa, que el presidente y la gerente general tenían una relación
muy particular y que el doctorcito que tenía fama de Don Juan era un
tipo buen mozo que gustaba a todas las mujeres y que mujer no se cansaba de
alabarlo por su profesionalidad y sospechaba que algo le gustaba.
También pensaba el marido que la contadora podía resultar una
apetecible mujer para cualquier hombre y más para éste que era
joven, soltero, seductor y dispuesto a no dejar pasar de lado a toda mujer que
se le pusiera a su alcance, según la fama que tenía.
Además, suponía que por encontrarse lejos de su casa y de miradas
indiscretas podía llegar a suceder algo. Estaba celoso y no le gustaba
para nada que su esposa hiciera ese viaje. El confiaba en ella pero no sabía
cómo podía reaccionar ella ante una situación extrema.
La mujer que tenía un poco más de 40 años era dueña
de un físico privilegiado. Un buen par de tetas, un culo duro y paradito
y unas bien torneadas piernas, que lucía a través de sus generosos
escotes y sus espectaculares minifaldas.
Cuando arribaron a Mendoza se alojaron en un hotel cuatro estrellas en dos habitaciones
(en una las mujeres y en la otra los hombres), porque no había disponible
en ese momento 4 singles, como habían pensado antes de la partida, ya
que se desarrollaba un importe evento en la capital de la provincia y la capacidad
de todos los hoteles estaba colmada.
Visitaron por la mañana la ciudad y a la tarde, luego de almorzar, fueron
a la filial local a desarrollar la tarea por la que habían venido. Al
anochecer volvieron al hotel, se ducharon y se prepararon para ir a cenar y
al casino.
Regresaron alrededor de las dos de la mañana y la única que venía
alegre por la dinero que había ganado era la contadora (por algo maneja
números todo el día).
Cuando estaban por ingresar al hall del hotel, la gerente general se le acercó
a ésta con un requerimiento que le resultó un tanto insólito.
Quería que se cambiaran de habitación para poder estar ella con
el presidente, con quien mantenía relaciones cada vez que podía
en Buenos Aires, pero a los apurones dadas las circunstancias y esta era la
oportunidad de pasar toda una noche juntos sin que nadie los molestara.
La contadora se puso muy nerviosa ante esa propuesta y le dijo que no, porque
si aceptaba tendría que compartir la habitación con un hombre
que no era su esposo y no le parecía correcto ya que ella era una esposa
fiel y respetaba a su marido.
La cosa quedó ahí y no se quién sugirió tomar unas
copas antes de ir a acostarse y fue entonces cuando la profesional al ver que
la tristeza se apoderaba del rostro de su amiga que la miraba como rogándole
por el sí, se arrepintió de lo que le había dicho y le
susurró al oído que podían hacer el cambio, preparándose
a partir de ese momento a tratar de superar la tormenta que se le avecinaba.
El abogado realmente era un hombre atractivo y a ella en cierto modo la ratoneaba
el solo pensar en tener un affaire con él, pero se prometió resistir
de la mejor manera posible.
Presurosa se retiró del bar rumbo a la habitación para cambiarse
antes de que llegara el abogado. Cuando éste ingresó la contadora
lo recibió con una bata puesta, le señaló cuál sería
su cama y lo invitó a cambiarse en el baño. Al salir con su pijama
de seda puesto ella estaba recostada en la cama leyendo un libro.
El doctor simuló dormirse y vio que ella lo miraba con insistencia y
se acercaba casi impensadamente a su cama. Entonces, en un rápido movimiento
la tomó por la cintura y la tiró encima suyo. Cuando esto ocurrió,
el impulso de las piernas de la contadora fue realmente fuerte y en lugar de
liberarse de los brazos del abogado provocó sin quererlo que se le abriera
su abrigo dejando inoportunamente al descubierto su rubio pubis, ya que no tenía
nada puesto debajo.
Volvió a agitar las piernas a la par que la prenda seguía abriéndose
hacia arriba y uno de sus grandes y hermosos pechos salió a relucir.
Instintivamente él le tomó uno con una mano mientras que la abrazaba
con el otro brazo para acercarla más. Empezó a besarla y ella
se resistía pidiéndole que la soltara.
El hombre no se amilanó y continuó con su tarea hasta que la mujer
no opuso más resistencia. Se dieron unos besos de lengua mientras con
el pulgar y el índice la excitaba tocándole suavemente los pezones
que pronto comenzaron a endurecerse. Luego la besó en la garganta y en
los pechos.
Después fue bajando la mano hasta tocarle el pubis y con el dedo índice
comenzó a masajearle los labios vaginales, apoyándole el pulgar
sobre el botoncito del clítoris al tiempo que lo movía ligeramente.
Para entonces estaba sumamente excitado y no podía controlarse.
El siguiente paso fue el que le pareció más natural: la penetró.
Cuando la mujer sintió el miembro del abogado dentro de su vagina, abrió
los ojos bien grandes y le dijo que parara, que no podía hacerle eso
(aunque interiormente lo deseara).
Una cosa era dejarse acariciar un poco y otra que la penetrara sin más
preámbulos. Su dignidad estaba por sobre todo. Le gritó que no
era una puta cualquiera que abría sus piernas ante el primer macho que
se le acercara y entonces el hombre pareció dudar..
Los pubis se tocaban y ella insistía con que no lo debían hacer.
Le decía que pensara en su marido, que ella lo quería mucho y
no pretendía engañarlo. Que él había interpretado
mal las cosas. Pero él seguía con el miembro en su interior aunque
no se movía pero estaba a punto de llegar al orgasmo.
¡Sacala, sacala!, insistía ella.
Por fin el abogado accedió y se fue retirando lentamente. Dejó
solo la cabeza dentro de la vagina y cuando percibió que iba a descargarse,
retrocedió y lanzó un potente chorro de semen sobre el vientre
de la mujer. Luego se dio vuelta y se acostó boca abajo, pensando en
lo que había hecho y sintiéndose terriblemente culpable. Le pidió
en voz baja perdón.
La contadora cerró los ojos y se puso a llorar. Luego se sentó
en el borde de la cama y se quedó de espaldas a él. Unos minutos
después se levantó y se quitó totalmente la bata. Desnuda
y deslumbrante como nunca volvió a la cama y le dijo que haría
el amor con él por esta única vez y a modo de regalo de su soltería
que pronto perdería porque se casaba pronto con una chica muy mona. Le
pidió total discreción y que no se entusiasmara porque ello no
se iba a repetir. Le exigió la promesa de callar para siempre este episodio,
pasara lo que pasara, a lo que el hombre accedió como todo un caballero
que era..
Después lo abrazó y con sus manos primero y luego con sus labios
que lo besaban por todo el cuerpo logró que se le produjera una nueva
erección. El se acomodó de nuevo entre sus piernas y mirándola
dulcemente a los ojos se la fue metiendo suavemente mientras el goce se dibujaba
en su rostro. Su boca se relamía y su cuerpo entero atrapaba al miembro
cada vez más adentro.
El abogado seguía en forma lenta como para hacerla desear, por lo que
ella le susurró que se apurara, que la cogiera fuerte, que le gustaba
bien fuerte. Y ahí le dio con todo y fue una acabada sensacional. Abrazados
se quedaron dormidos.
De repente despertaron casi al mismo tiempo y él, boca arriba tenía
nuevamente una tremenda erección. La mujer al verlo así no se
pudo resistir y arrodillándose a la par de él comenzó a
chuparle la verga hasta que llegó a un estado impresionante. Fue entonces
que se le subió encima e introduciéndose el miembro en su vagina
lo cabalgó, elevándose y descendiendo. Le apoyó ambas manos
sobre su cuerpo para hacer equilibrio y comenzó a moverse con más
ímpetu. Estaba por tener otro orgasmo y se movía cada vez más
ligero.
El comenzó a excitarse otra vez y le costaba creer lo que le estaba sucediendo,
después del sermón que había recibido. Jamás hubiera
pensado que la contadora fuera tan fogoza. De pronto ella empezó a gemir
porque estaba acabando y excitadísima hundió aún más
la pija en su conchita.
El joven que se consideraba todo un experto en cogidas se sorprendió.
Jamás había visto a una mujer tener un orgasmo así y eso
lo excitó como un loco, la hizo dar vuelta despacio para quedar él
arriba y se empezó a mover acompasadamente. Ella lo rodeó con
sus brazos al tiempo que acomodaba sus piernas en la espalda de su ocasional
amante y cruzaba los talones. El la besó, recorrió su boca con
su lengua y siguió besándola por el cuello mientras bombeaba sin
parar.
La mujer acompañaba maravillosamente cada uno de los movimientos. Estaban
tan sincronizados que parecía que se hubieran conocido desde siempre.
El hombre sintió que iba a estallar nuevamente mientras ella gemía
y sacudía violentamente sus caderas iban ante cada embestida. Terminó
con un espasmo tremendo, provocando que él, luego de un par de estocadas,
explotara. Sintió como si todo adentro de su cuerpo fuera a salir por
la cabeza de su pene y llenar su deliciosa, temblorosa y humedecida conchita.
Se quedaron abrazados hasta lograr cierta tranquilidad. Luego se confesaron
que jamás habían experimentado un polvo tan intenso y abrazados
y besándose quedaron ahora sí profundamente dormidos. Había
sido una noche enloquecedora.
Cuando el teléfono de la conserjería los despertó, se dieron
cuenta que apenas habían descansado, pero no se preocuparon porque habían
vivido una de sus mejores experiencias amatorias.
Se levantaron, se ducharon y luego de vestirse bajaron al comedor donde se encontraba
la otra pareja, que por lo visto habían disfrutado también de
la noche porque estaban muy sonrientes y felices.
El último día en Mendoza comenzaba y trabajarían hasta
la tardecita en que tomarían el vuelo de regreso.
Cuando la contadora se encontró con su marido en el Aeroparque, el abogado
ya se había retirado.