Relato: Diferente Camino lento por el pasillo que conduce a su habitaci�n.
Ella, como todas las noches, me espera en su gran cama. Cubierta s�lo por una
cadenita sujetada a su cuello y una delgada s�bana que no logra esconder nada,
bueno, al menos su palpitante coraz�n.
Por fin llego a su puerta, cada vez me cuesta menos tomar la
decisi�n pero igual me detengo, yo s� exactamente lo que debo hacer pero nunca
puedo evitar sentir ese miedo tan penetrante. All� es cuando ella me invita a
pasar, con unas suaves y dulces palabras que nunca otra podr� imitar. Con un
canto de sirena que me seduce y me hipnotiza para cometer un pecado tan infantil
como malicioso.
Me acerco de a poco sin quitar mi mirada de su cuerpo; sus
senos, su cintura, sus piernas y su figura de mujer se dibujan frente a m�. Subo
a su cama arrastr�ndome y me coloco sobre ella con el coraz�n latiendo de una
forma absurda. Pegado a su cuerpo siento su respiraci�n, aunque la m�a es m�s
entrecortada ella no se salva de esconder su excitaci�n. Beso sus labios sin
abrir la boca, siento como me acaricia y me seduce en silencio intenso. Pero no
nos podemos resistir, nuestras lenguas se encuentran, chocan entre s� como locas
y en ese momento dejo de sentir amor para sentir una lujuria atrapante.
Me apoyo m�s sobre su cuerpo pensando que puedo unirme a�n
m�s a ella, sus senos se aprietan contra mi pecho y siento como sus pezones,
duros como madera, tratan de atravesarme. Sus piernas se abren debajo de m�, el
calor que despide esa uni�n es intenso y doloroso, al igual que el m�o supongo.
Mi cuerpo comienza a reaccionar, siento la dureza extrema de mi miembro y ella
tambi�n la siente, es evidente el estado en el que me encuentro. Justo sobre su
pelvis clamando por entrar, clav�ndome all� donde se esconde el m�s �ntimo de
los tesoros. Desde aquella vez que prob� ese manjar tan �nico e irrepetible no
pude dejar de desearla y de buscarla. Pero todav�a no es momento, debemos jugar
un poco antes de dar el gran paso, sino ser�a muy aburrido. Apoyo mi mano sin
preguntar y acaricio su h�spida entrepierna con descaro, ya no me molesto en
disimular. Le hago mimos a todo lo que encuentro, su cl�toris, su ano, sus
labios vaginales, recorro esa zona que tanto me llama la atenci�n. Cuando
encuentro su medianamente dilatado agujero introduzco uno de mis dedos y logro
que se retuerza conmigo en su interior, eso me da confianza. Con mi mano libre
hurgo sus senos, que aunque no son extremadamente grandes se hacen notar en todo
momento, sobresaliendo de cualquier blusa que use.
Ella, bueno, ella no se queda quieta, no podr�a hacerlo.
Mientras juego con su vagina estira su delicada mano hasta alcanzar mis
genitales y me hace temblar a m� tambi�n, su mano es tan suave y sus movimientos
tan agradables. Ambos saciamos las ganas del otro, como si de un favor mutuo se
tratase. Las caricias son cada vez m�s descaradas y goteamos reciamente mientras
pensamos en lo que pronto llegar�, porque, pase lo que pase, haremos el amor. Ya
es hora, ninguno de los dos puede esconder por mucho tiempo m�s las ganas
tremendas del incesto, esa palabra que simplemente decidimos obviar.
Me acomodo un poco, solo un poco y sin nada de esfuerzo logro
deslizarme en su interior �ah! �c�mo describir una sensaci�n tan placentera?. Su
vagina atrapa mi pene y lo abraza suavemente, me aprieta pero no me sofoca. Cada
cent�metro que me acerca o cada cent�metro que me aleja es afable. Si, es una
rutina pero que no me aburre. Se ha tornado en una vil necesidad, un vicio si
quieren llamarlo as�, m�s no me importa. En cada encuentro me relamo por lo
sucedido, queriendo contar pero sin poder hacerlo, callando mi boca pero sin
dejar de escribir en esta hoja que en pocas l�neas guarda mi historia.
Siento que lo hace de nuevo, toma mis caderas con sus manos y
comienza a darle ritmo a mi cuerpo. Ya no tengo miedo, es el momento justo
cuando me convierto en el hombre que desea, su hombre que ha llegado s�lo para
poseerla. Es hermoso ver como sus senos se balancean de lado a lado, danzando
para un s�lo espectador. Logro inclinarme un poco y beso su cuello dotado del
perfume m�s dulce, ella muerde mi oreja hasta producirme dolor. Enriedo mis
dedos entre sus cabellos casta�os oscuros, miro de reojo sus ojos verdes y entre
esos juegos infaltables arremeto una y otra vez casi violentamente contra su
cuerpo de mujer. �Plap, plap, plap! mis genitales chocan contra sus nalgas y se
escucha en la habitaci�n ese ruido tan caracter�stico y revelador �Plap, plap,
plap! sin cesar. Comienzan a nacer los suspiros inaguantables de ambos y las
gotas de sudor caen por nuestras frentes. Mis ganas van creciendo, me aferro a
sus hombros y empujo, empujo, empujo lo m�s que puedo y aguanto hasta donde
puedo aguantar, pero nada dura para siempre. Sus gemidos, sus caricias, sus
palabras, el roce de su piel y mi sucia imaginaci�n, nada me ayuda a detener ese
fuerte ####### perversamente codiciado.
Y comienzo a derramarme en su interior al igual que una
botella que a sido agitada y abierta r�pidamente, o una manguera cuyo chorro
sale con la m�s grande de las fuerzas. Me abraza mientras convulsiono preso del
#######, acaricia mi pelo y deja que me deshaga de aquello que desde siempre
clama por escapar. Poco a poco almacena mis jugos en su interior y all� quedan,
calmando su desmedida sed.
Siento que mis fuerzas me abandonan y caigo, cansado pero
ufano. Mi coraz�n comienza a latir con menos prisa, y de forma lenta se calma.
Quedo recostado a su lado mientras que ella prende un cigarrillo para
desahogarse y quiz�s saborear el momento. Descanso un poco pero s� que no puedo
quedarme mucho tiempo, aunque no me importar�a hacerlo. Acaricio su pierna como
un amante, porque eso es lo que soy, su fiel amante. Ella acaricia mi rostro,
maternalmente, y me recuerda la relaci�n que nos une. Apresurado me despido con
un saludo que denota esa palabra tan especial que la identifica, "buenas noches,
mam�". Corro con una sensaci�n de triunfo en la boca y me recuesto en mi cama a
esperar impaciente la llegada de otra noche, de un nuevo encuentro a�n mejor que
el anterior.
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Relato: Diferente
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