Relato: Historia de Rosa Maria (1)



Relato: Historia de Rosa Maria (1)

Hola, soy Rosa Mar�a. Vivo y trabajo, en Barcelona y, no es
por presumir..., pero a mis 38 a�os, soy un aut�ntico bomb�n: Rubia con carita
de mu�eca, piel dorada, alta, muy delgada y con ojos verdes. El no haber tenido
hijos y las horas de gimnasio me han dado una figura envidiable y un culito
resping�n duro, duro. Mis tetas son peque�as pero a�n tiesas y tengo pezones,
con aureolas peque�as, largos, de esos que parecen que est�n siempre excitados,
mirando hacia el cielo.



El cabr�n de mi marido me dej� hace un par de a�os: dec�a que
yo siempre estaba de mal humor y que le exig�a demasiado y le daba poco... �El
se lo pierde!. Aunque es verdad que soy bastante estrecha, tambi�n soy cari�osa
cuando quiero, aunque es verdad que solo con hombres mayores, de esos que no
tienen peligro. Como Alfonso, el marido de mi t�a Adela. Ella siempre tiene que
limpiarle las babas despu�s de que yo vaya a verlo. Me encanta como se excita
oli�ndome cuando le beso o me arrimo a �l y como trata de disimularlo el
pobre... �Qu� le jodan!, Como a todos los t�os.



Como consecuencia de mi divorcio tuve una fuerte depresi�n y
estuve unos meses fuera reponi�ndome. Cando me reincorpor� al trabajo me enter�
de que hab�an cambiado al jefe. Como es una cosa que no es rara en la empresa en
la que trabajo, no le di importancia.



Aquella ma�ana me vest� con una camiseta de tirantes finita
que no me tapaba el ombligo, un tanguita y un traje camisero encima. Llegu�
tarde, como casi siempre. All� estaban los cerdos de mis compa�eros: 15 mujeres
con las que casi no me trataba, unas envidiosas empedernidas y 5 t�os salidos,
continuamente pendientes de mi escote.



En mi puesto de trabajo faltaban cosas. Eso me cabre� (soy
muy celosa de mi intimidad) y enseguida sali� mi mal genio, el mismo que provoc�
mi divorcio y tambi�n el que manten�a a raya a mis compa�eros de oficina.



Revolv� Roma con Santiago chillando y enseguida descubr� que
mi grapadora, mi calculadora y otras cosas estaban sobre la mesa de Carmen.



Carmen es la reina de la oficina. Ya saben, la t�pica
madurita s�per diplom�tica que se lleva bien con todos. Para todos tiene una
palabra bonita. Gracias a su dilatada experiencia es capaz de escaquearse de
cualquier trabajo y de convencer a cualquiera de que no para en todo el d�a. �La
muy zorra!. Tuvo que ser una morena guap�sima de joven, Manten�a un buen cuerpo
a sus cincuenta y tantos, aunque algo macizo ya, y llevaba el pelo con una media
melena y un traje rojo con un bonito escote y algo de vuelo. "As� le resultar�
m�s f�cil al jefe levantarte la falda, chupa pollas", pens� para m�, mientras le
ped�a a gritos que me devolviera mis cosas.



En ese instante se abri� la puerta por la que accedemos el
personal a la oficina desde la calle. No le di importancia y segu� dici�ndole a
la francesita (Llam�bamos as� a carmen por que presum�a constantemente de sus
estudios de bachiller en el Liceo Franc�s) lo que opinaba de ella y de su
derrochadora simpat�a.



El caso es que todos mis compa�eros se pusieron de pie, de un
salto, al lado de sus mesas y los que estaban fuera de su sitito corrieron.
Carmen tambi�n se levant� y, sin mirarme, se puso firme al lado de la mesa.
Hab�a entrado un se�or alto, como de metro ochenta y cinco. Moreno y bien
trajeado muy fornido, como un armario. Tendr�a como cuarenta a�os y porte
militar en sus andares. "Buenos d�as" grit� y todos mis compa�eros gritaron a
coro "Buenos d�as Se�or". Me qued� de piedra mir�ndolo asustada, no solo por la
inusitada reacci�n de mis compa�eros... es que parec�a tener cara de enfadado.



"�Qui�nes son las que est�n gritando como verduleras en mi
oficina?", Pregunt�, desde el centro de la estancia, mirando hacia Carmen.
Balbuceando, Carmen le contest�: "Nosotras, se�or", se�al�ndome a m�. Le hab�a
cambiado la cara por completo. Estaba blanca y supuse que algo pasaba.



"Vengan las dos para aqu� ahora mismo", replic� �l con un
tono de autoridad que no hab�a o�do nunca en mi vida. Carmen me cogi� de la mano
y me cuchiche�: "Venga, venga, corriendo". Nos pusimos delante de �l, que empez�
a mirarnos. Carmen estaba con las manos en la espalda y vi que los dem�s
tambi�n. Adem�s �l no hacia m�s que desnudarme con la mirada de arriba a abajo,
as� que me puse colorada, baje la cara y puse tambi�n las manos a la espalda.



"Eso est� mejor cari�o", me dijo mientras me pellizc�
cari�osamente la mejilla. "Vamos a empezar con la rubita", a�adi� mientras me
cog�a con una mano de la mu�eca derecha, hasta hacerme da�o. Con la otra empez�
a azotarme en el culo, all� de pie y en p�blico, Pegaba con fuerza y me cogi�
por sorpresa... trat� de zafarme sin conseguirlo y con la otra mano intent�
taparme las nalgas. Por fin reaccion� y le grit� "�Pero que haces carb�n?, �Vete
a pegarle a tu puta madre!". Para entonces ya me hab�a dado cinco o seis azotes
con sus manos, grandes como palas y, adem�s, con ganas, lo que hab�a hecho que
se me saltaran las primeras l�grimas. Nadie en la oficina se hab�a movido: ni
para defenderme ni para nada. Estaban como hipnotizados.



"�Vaya, as� que la nena tiene genio, eh?", Me dijo mientras
me miraba a los ojos. Apret� un poco m�s la mu�eca y con la otra mano me levant�
la falda, vio mi ropa interior y la solt�. A continuaci�n volvi� a mirarme y
habl� de nuevo: "�Que es lo que dec�a fierecilla? �Vamos rep�telo!". Yo
sollozando le contest� �Su�ltame cabr�n que me hace da�o!. El se echa a re�r y
llam� a su secretaria: "�Trae de mi despacho una ca�a de las finas!". Me solt� y
me orden� que me bajara las bragas hasta las rodillas.



Yo no pod�a creer lo que me estaba pasando. Esa bestia me
hab�a azotado en p�blico como si yo fuera una ni�a peque�a y ahora me ordenaba
bajarme las bragas y nadie dec�a nada... era incre�ble. Me ech� a llorar como
una cr�a, le mir� a los ojos y me horroric�. Cagadita de miedo, me baj� el tanga
mientras que, sin saber por que, me auto humillaba repiti�ndole "por favor aqu�
no se�or, en el despacho, por favor...".



De pie, con las rodillas juntas me oblig� a levantarme la
falda por detr�s con las dos manos, hasta que dej� mi culito de gimnasio al
aire. Me hizo doblar un poco las rodillas y echar el cuerpo un poco para
adelante de modo que el culito asomara por detr�s. Se puso al lado m�o y, con su
mano izquierda, me cogi� la barriguita me la apret� y la sob� un poco. Cu�ndo
lleg� la secretaria con la ca�a la cogi� con su mano derecha y me susurr�
"�vamos a ver si la fierecilla sabe contar!". Empez� a pegarme en la parte baja
de las nalgas, alternado con alg�n golpe en los muslos, mientras me segu�a
agarrando por el est�mago. Y yo, como una est�pida, iba contando en alto los
golpes. "�Uno!". "�Uno, se�or!" Dijo �l. "�Dos, se�or!",,,, Continu� yo entre
sollozos mientras me temblaban las rodillas con cada nuevo golpe o daba saltitos
levantando ora una pie ora el otro y me mord�a los labios de rabia, para evitar
chillar.



"Vaya, eres de las que dan gemiditos, te cre�a con m�s genio.
Te voy a poner el culito como un tomate cari�o" me dijo con suavidad, al o�do.
Su voz sonaba igual de autoritaria y firme cuando hablaba en susurros.
..."�Catorce!", Dije yo... Y "�Quince!" A�adi� �l y, solt�ndome la barriga,
dijo: "Ya puedes bajarte la falda, princesa".



Cuando me incorpor�, me desabroch� el traje y me lo quit�,
casi arranc�, mientras yo trataba de tapar mis verg�enzas (continuaba con las
braguitas bajadas a la altura de las rodillas) y me puso mirando a la pared
delante de una columna con las manos en la cabeza. "Aqu� quietecita hasta nueva
orden", me dijo, nuevamente al o�do, mientras me abrazaba por detr�s y
pellizcaba mis pezones a trav�s de mi camisetita rosa.



De espaldas a la oficina, sent� como le llegaba el turno a
Carmen, que acab� al lado m�o de cara a la columna. A la francesita la hizo
inclinarse a�n m�s, le sac� las tetas por el escote y se divirti� pellizc�ndole
los pezones mientras que le azotaba, aunque creo que solo con las manos. Tampoco
le quit� el traje como a m�. "�Maldito hijo de puta!", Pensaba mientras me com�a
los mocos en mi rinc�n. Lo que m�s rabia me daba era pensar en la de pajas que
iban a hacerse a mi costa mis compa�eros despu�s de verme humillada as�.



Estuvimos all� como tres cuartos de hora, sin atrevernos a
movernos, aguantando las risas de nuestros compa�eros, algunos de los cuales
pasaban con frecuencia para pellizcarnos el trasero. De repente alguien me dio
un enorme manotazo en el culo y nos cogi� de las orejas y empez� a arrastrarnos
hacia el despacho del jefe. "Arreando", dijo... Era paco el conserje, el que nos
hizo pasearnos por toda la oficina con las braguitas a la altura de la rodilla,
mientras tiraba de nuestras orejas hasta dejarnos en el despacho del jefe.



Nos esperaba desnudo, sentado en el centro del sof�. Paco nos
puso a ambas frente a �l y nos solt�. Se march� sin decir nada pero aprovech�
para volverme a arrear un par de manotazos en las nalgas. Yo empec� a llorar
otra vez mientras me frotaba con ambas manos mi dolorido culo.



Carmen ya hab�a estado alguna vez en esa situaci�n, por que
bast� un gesto de �l para que ella diera la vuelta a la mesita y se arrodillara
entre sus piernas. Levant� su pene y empez� a comerle los huevos.



Empez� a gemir de gusto: "Ummmm, guauuu. Despacito morena,
as� con ganas... Buena chica" Le dec�a mientras me miraba. Carmen empez� a
lamerle el pene y, enseguida, a mamarle el capullo, haciendo mucho ruido. No era
un pene muy grande y estaba circundado.



"Vaya con la francesita", pens� para mis adentros. Yo nunca
le hab�a comido la polla a un t�o pero ahora, viendo como me miraba aquel
redomado hijo de puta mientras babeaba empujando la cabeza de Carmen y el bote
de crema que hab�a encima de la mesita, comprend� que no solo iba a desayunarme
con aquella polla: en diez o quince minutos estar�a con el culo en pompa.



"C�llate ya llorica y ven para ac�", grit� el, volvi�ndome a
la realidad mientras que apartaba a Carmen de su entrepierna. "Anda ponte las
braguitas y vuelve al trabajo" Le dijo.



Me sent� en sus rodillas de espaldas a el, me baj� los
tirantes y sac� mis pezones que apret� con fuerza mientras que me hizo girar la
cabeza para besarme. Estuvo un rato largo morre�ndome, casi sin dejarme respirar
y jugando con mis pezones. De repente, casi sin saber como (la verdad es que,
era muy fuerte) me vi tumbada bocabajo en su regazo. Chill� pidiendo que no me
pegara m�s, pero el ya hab�a empezado. Los golpes ca�an sobre los anteriores que
ya se hab�an enfriado un poco y escoc�an. Trat� de escaparme pero el se re�a: me
ten�a muy bien agarrada.



Cansada deje de moverme. Levant� el culito todo lo que pude y
dej� que aquel cabronazo me lo azotara a gusto. Limit�ndome a llorar de
impotencia mientras suplicaba una y otra vez "no por favor, no me pegue m�s".



La verdad es que la sumisi�n surti� efecto en cuanto me vio
entregada se aburri� y me orden� levantarme. Me cogi� de la mano y me llev�
hasta la mesa del despacho. Se apoy� en ella y me atrajo hacia �l volvi�ndome a
besar en la boca y lamiendo mis l�grimas. Cada vez que me introduc�a la lengua
lo hacia con fuerza y me daban arcadas.



Me oblig� a arrodillarme y cogi�ndome por la trenza con la
que peinaba mi pelo me hizo levantar la cabeza y paso la polla y los huevos por
toda la cara. Mientras que me dec�a cosas como: "Abre los ojos rubita y m�rame".
"As�, buena chica... ". "Ummmm menuda mamadita me vas a hacer cari�o".
Finalmente llevo su pene hasta mi boca... Yo no estaba acostumbrada y me ahogaba
estaba sufriendo pero �l me hab�a cogido por las orejas de modo que no pudiera
escaparme y me estaba follando la boca en toda regla... Sabia lo que hacia y
cuando llegaba al fondo la sacaba r�pidamente para que no vomitara.



Finalmente par�, pero dej� su capullo en mi boca. Me iba
dando instrucciones de c�mo chuparlo, cuando y como ten�a que succionar, etc.
Comprend� enseguida que, igual que durante la azotaina, la mejor forma de
terminar aquello era hacer exactamente lo que me dec�a, por lo que me apliqu� en
seguir sus instrucciones y al cabo de un rato mis habilidades como mamoncita
estaban fuera de toda duda. Eso al menos parec�a deducirse de los piropos que el
hijo de puta empez� a dedicarme: "As� cari�o con los ojitos abiertos, muy
bien..."Eso es preciosa alarga la mamada, as�...". "Vamos princesita respira
despacito por la nariz... as� traga, cari�o, traga". "Venga rubita... ahora sin
manitas... ummmm que ni�a m�s buena... ".



De vez en cuando me hacia parar para no correrse y me
obligaba a mantenerle la mirada y a respirar fuerte, jadeando, mientras se
relam�a y re�a de m�. Durante un rato que me pareci� eterno alternamos mis
mamadas y los descansos. A veces me cog�a de las orejas y me volv�a a follar la
boca, a veces me obligaba a trabaj�rsela sin manos. Cuando me equivocaba o no lo
hac�a como �l esparaba me cog�a de la trenza y me arreaba una leche o dos, pero
no demasiado fuerte.



A mi no me quedaban l�grimas ni fuerzas para resistirme y
trat� de seguir sus instrucciones al pie de la letra.



Respir� aliviada cuando me dijo que me levantara. Aunque
present�a lo que me esperaba, pens� para mis adentros que a esa polla no le
quedaban ya demasiadas fuerzas.



Me hizo inclinarme sobre la mesa del despacho apoyando los
codos sobre ella y me hizo estirarme todo lo que pude. "Estoy deseando
levantarte la faldita, rubia, menuda estocada te voy a meter", me dijo.



Fue a la mesita por la vaselina y empez� a meterme un dedo
por el culo. Yo le ped�a que no lo hiciera y empec� a gritar con fuerza llamando
a la gente de la oficina. Me gan� un nuevo tir�n de la trenza y otro de par de
leches. Esta vez si que dolieron... Volvi� a ponerme en posici�n y se dedic� con
entusiasmo a meterme un dedo primero y dos despu�s, bien untados en la crema
hasta que consider� que aquel agujero estaba bien lubrificado.



Se puso detr�s m�a y frot� su polla contra mi culo mientras
me agarraba de las tetas. "�Est�s lista cielo? Cuanto menos te muevas mejor, �de
acuerdo?" Dijo esto solt�ndome los pechos y agarr�ndose a mis nalgas. Yo le
imploraba por favor que no lo hiciera. Hasta que sent� una punzada que me
quemaba....su capullo hab�a iniciado el camino hasta mi sieso. Di un grito y
casi me desmay�. Solo recuerdo como se mov�a contra m�, pellizc�ndome las tetas
o el culo dolorido seg�n le ven�a en ganas y me repet�a "A esto le llamo yo
poner el culo se�orita, muy bien..."



Aquello dur� m�s de lo que yo esperaba... No por �l, que se
corri� casi enseguida. Sin dejar que me incorporara, me ofreci� al personal
masculino de la oficina. Uno a uno, los cinco cabrones me pasaron por la piedra:
dos me follaron el co�o y tres eligieron el culo para desahogarse, mientras que
el cabr�n de mi jefe, enfrente m�a, en su sill�n le�a las p�ginas de deportes.




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Relato: Historia de Rosa Maria (1)
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