Relato: Juegos de lujuria





Relato: Juegos de lujuria


JUEGOS DE LUJURIA (Por Lul�)



Cuando se despert�, no recordaba nada de la noche anterior...



- Demasiados cubatas � se dijo.



El otro lado de la cama a�n manten�a la tibieza del cuerpo
masculino que le hab�a hecho traspasar la l�nea de la decencia para abandonarse
a la lujuria durante largas horas.



"- Si est�s dispuesta a entrar en mi mundo debes tener en
cuenta que tras pasar la puerta ya no hay barreras, ni l�mites... s�lo lo que yo
determine, s�lo existe el exceso, la ley de la carne, la piel y el deseo..."



Empez� a recordar... record� sus palabras y su cuerpo
reaccionaba, tal como reaccion� al o�rlas de su boca.



"- S�... � s�lo dijo ella, y le cogi� de la mano, traspasando
la puerta hacia su mundo, sinti�ndose m�s peque�a que nunca, excitada sin
remedio ante la perspectiva de la noche y noches que le esperaban a su vera."



Se levant� con dificultad de la cama. Le dol�a todo el cuerpo
por las agujetas, que le pinchaban, y la cabeza por la resaca, no s�lo de
alcohol, tambi�n el desenfreno la emborrach� hasta que el sol despist� el grito
ahogado de su �ltimo orgasmo. Se lav� con abundante agua fr�a, secando los
restos del sudor de sexo de su piel... sin embargo, al mirarse al espejo vio una
mujer... una mujer que no hab�a sido nunca. Sonri� con picard�a, acariciando la
previsi�n de un pr�ximo encuentro...



<<Nunca m�s vuelvo a beber...>> Se dec�a con una mueca
mientras en clase la cabeza le daba vueltas, le zumbaba, y recordaba y reviv�a
los recuerdos... Sonre�a, no obstante, al saber que el alcohol anulaba su pudor
y la convert�a en una peque�a fiera lasciva. Pero ya no era ayer, si no ma�ana,
ya no andaba borracha y el rubor acud�a a sus mejillas mientras resonaban en su
mente sus s�plicas, jadeos, movimientos sensuales...



Ya tarde se puso a deambular sin rumbo. Iba ensimismada por
la calle, de regreso a ning�n lugar. El fr�o se colaba entre la ropa, pero su
piel ard�a de deseo... sus pezones se endurec�an, su interior no ten�a compasi�n
frente a sus impuros pensamientos...



De pronto, una mano se instal� en su trasero, descarada. Se
gir� ahogando un grito de sorpresa y vio una sonrisa burlona, que ya conoc�a.
Sus mejillas se tornaron carmes� de nuevo. La mano volvi� a su lugar y esta vez
ella no se movi�. La fina camiseta que llevaba debajo del abrigo abierto,
marcaba y demostraba sin lugar a dudas, su patente excitaci�n. �l lo vio y
volvi� a sonre�r.



- �Me echaste de menos?



No necesitaba respuesta, su cuerpo lo dec�a todo. Ella
levant� la vista y le dedic� una t�mida sonrisa y una mirada de adoraci�n como
�nica afirmaci�n.



- Ven conmigo � le dijo a ella, cogi�ndola de la mano.



Hall�ndose de nuevo ante un techo cerrado, �l se sent� en un
sof�, observ�ndola, mientras ella, nerviosa, jugueteaba con sus dedos sin saber
donde dirigir su mirada frente a ese examen cr�tico al que era sometida. No
hablaba, tampoco sab�a qu� decir, as� que prefiri� callar antes de decir
estupideces.



- Tu ropa me sobra, qu�tatela.- reson� la voz de �l en la
habitaci�n, haci�ndola resurgir de su ensimismamiento.



Ella permaneci� un instante sin saber como empezar. Despu�s,
para que �l no se enfadara al tener que repetir su orden, empez� a quitarse la
ropa, lentamente y, algo indecisa, apoy� la pierna en el sof� donde �l estaba
sentado para quitarse las medias, sensualmente... primero una, luego la otra....
nunca usaba panties, a �l no le gustaban. A �l le agrad� el gesto, sabore� la
visi�n que ella ofrec�a a trav�s de la corta falda, libre en su cuerpo. Abri�
los botones de la prenda, para dejarla caer al suelo con un gracioso movimiento
de caderas, sin usar las manos; qued�ndose, as�, desnuda y expuesta ante sus
ojos, mostr�ndole su pubis suave y desnudo, s�lo para �l. A �l no le pas�
desapercibido... "Me gustan las ni�as con co�o de ni�a, sobre todo cu�ndo estoy
a punto de echarlas a perder" le hab�a dicho.



Al parecer, toda comunicaci�n se transmit�a a trav�s de
miradas y sonrisas. �l sonre�a al tenerla frente, vulnerable, desnuda y
desarmada, y, durante unos momentos ninguno de los dos habl�. Ella baj� la
cabeza con recato, sin atreverse a cubrirse con los brazos que permanec�an
r�gidos a cada lado de su cuerpo.



- Me apetece una copa �dijo �l, se�alando con la cabeza el
sitio donde estaban las botellas.



Ella se apresur� a prepararle lo que ped�a y se lo trajo,
presta. Cuando tuvo el vaso en la mano, sin dejar de mirarla un momento, empez�
a darle vueltas para que los hielos enfriaran el licor y, luego, levant� un pie.
Ella se arrodill� y le quit� los zapatos para masajear lentamente los pies,
mientras �l segu�a penetr�ndola con la mirada y segu�a enfriando su copa, sin
prisa alguna.



- Ven, si�ntate aqu� �le dijo, se�alando sus rodillas.



Cuando estuvo sentada en su regazo, �l le levant� la barbilla
para que le mirara, pues ella segu�a sin atreverse a levantar la vista. Cuando
se atrevi� a mirarle a los ojos, �l sonri�; estaba complacido. Ella le devolvi�
la sonrisa, t�mida y nerviosa, pero dulce al fin y al cabo. �l le acarici� la
mejilla y pos� un casto beso en los labios de la chica, para tranquilizar sus
nervios, para que se abandonara, confiada, a la entrega hacia el hombre que la
conducir�a en sus dominios, al placer que ello encerraba, a la necesidad que
tenia ella de entregarse...



�l pos� la mano en la rodilla de la ni�a. La empez� a subir,
con parsimonia, por su muslo. Al llegar a la entrepierna de ella, al notar su
calor, su humedad, un dedo entr� sin dificultad, arranc�ndole un gemido sofocado
mientras entrecerraba los ojos... �l dej� casi al instante de acariciarla, y las
caderas de ella se movieron instintivamente, provoc�ndole, buscando de nuevo la
mano que la hab�a abandonado. Tras un momento de silencio y quietud, ella abri�
los ojos, se sonroj� intensamente y baj� la vista. �l puso su dedo �ndice, el
mismo que hac�a unos segundos se hab�a introducido en lo m�s hondo de su
humedad, frente a la boca de ella, qui�n, a su vez, lo chup� lentamente y lo
rode� despu�s con la lengua. �l volvi� a levantarle la barbilla. Volvi� a
sonre�r.



- Dime que me quieres �dijo �l.



- Te quiero �contest� ella, susurrando.



- Otra vez... ��l empez� a pasarle el vaso, ya bien fr�o, por
el ombligo, subiendo por el canal que separaba sus pechos, llegando a sus
pezones, removi�ndola con un escalofr�o placentero que le eriz� la piel.



- Te quiero �le repiti�, cerca del o�do, a penas roz�ndole la
oreja con los labios. �Soy tuya, s�lo tuya, por ti y para ti �le dijo ella
sonri�ndole, mientras el vaso segu�a el recorrido de sus contornos y ella se
movi�, consciente de d�nde estaba sentada, notando como la entrepierna de �l
cobraba vida ante sus descarados movimientos.



- T�cate... quiero ver como acaricias todo tu cuerpo para m�.



�l se respald� c�modamente en su asiento, bebiendo su copa,
mir�ndola mientras ella pasaba sus manos por sus pechos, por su est�mago, sus
muslos... retrasando conscientemente el centro de su placer. �l la miraba, sin
inmutarse, y ella cerraba los ojos, se introduc�a un dedo, luego dos... mientras
su respiraci�n recortaba agitaba su pecho, y sus jadeos eran lo �nico que se o�a
en la estancia.



Cuando estaba a punto de caramelo, �l la detuvo.



- Vale, detente... a�n te queda un rato antes de que llegues
t� al l�mite del placer, primero tienes que ocuparte de m�... �y, dicho esto,
mientras ella a�n recompon�a su respiraci�n, �l sonri� perversamente, comenz� a
acariciarle un pecho con total desfachatez, sin ninguna reserva. �Levanta �dijo
�me apetece verte bailar, a ver como te mueves...



Ella no se atrevi� a protestar, pero era evidente que la idea
no le atra�a demasiado. Con un mando a distancia, �l puso una m�sica suave y
cuando ella, ya de pie, con la nariz arrugada en una mueca infantil de
desagrado, se dispon�a a decir "pero...", �l se lo impidi�.



-Shhh... vamos �le dijo �l, anim�ndola, casi oblig�ndola,
mientras le daba un cachete en el culo.



La m�sica era la reina de la habitaci�n, embriagaba el lugar
con erotismo mel�dico que instaba a realizar las m�s oscuras fantas�as. Ella, al
sentirse abstra�da por el ambiente, empez� a moverse, al principio con torpeza,
fruto de la verg�enza; despu�s, cerrando los ojos, se dej� llevar, anulando
cualquier pensamiento, dejando que la m�sica penetrara en su cuerpo y �ste se
moviera por s� solo para excitar los sentidos del hombre que no cesaba de
mirarla. Ella sent�a intensamente la mirada de �l fijada en cada movimiento de
sus caderas, de su cintura, de sus brazos y sus manos, y eso la llevaba a
moverse a�n con m�s fogosidad para inflamar la sexualidad de �l y que le llevara
a desearla m�s profundamente...



- Ven, vamos... alguien por aqu� te necesita...



Ella sali� de su ensimismamiento sensual para encontrarse
cara a cara con la consecuencia del cuadro lascivo que acababa de presentar.



El firme tallo de jade que se ergu�a majestuoso en la
intimidad del hombre, constituy�, entonces, el rey de la velada. Ella,
arrodillada delante de �l, pas� lentamente la lengua por toda su longitud, s�lo
la punta, con peque�as cosquillas... despu�s, mir�ndole a los ojos, pase� su
lengua lamiendo el falo entero, sonriendo, y, cuando jugueteaba con la lengua en
la punta de su placer, una mano se pos� en su cabeza, oblig�ndola a bajar con
cierta violencia hacia abajo, engullendo un gran pedazo de su carne. Sin
embargo, resistirse a la mano de �l la divert�a. Adquiri� un ritmo parsimonioso,
arrastrando los labios por su virilidad, presionando levemente para que los
sintiera m�s intensamente, aumentando progresivamente el ritmo, cada vez m�s
deprisa, jugueteando a�n con la lengua. Se sent�a poderosa, due�a de su placer,
d�ndole todo el que �l necesitaba, ansiaba, ped�a... sabiendo eso, ella
disfrutaba tambi�n, amando y prolongando su erecci�n para hacerle feliz, siendo
feliz ella complaci�ndole a �l. Se dedic� al completo a �l... cada vez m�s
aprisa... mientras �l le revolv�a el pelo y ella la sent�a hasta la garganta,
sin darse un respiro, para que �l no perdiera un �pice del sentimiento excitante
que demostraban sus suspiros, las frases lascivas que le lanzaba
entrecortadamente que no hac�an sino, que excitar m�s a la chica que se hallaba
entre sus piernas. Con una mano aguantaba la cabeza de ella, para que no se
moviera de su lugar; con la otra, agarraba fuertemente el vaso mientras dejaba
escapar la prueba de su placer por la boca de ella, sin darle la posibilidad a
apartarse. Cuando termin�, bien relajado, ella se relami� los labios, mir�ndole
y sonri�ndole, traviesa. �l sonri� con ternura, le acarici� la cabeza y susurr�:



- Buena chica.



Despu�s la cogi� en brazos, como una ni�a peque�a, cogi�ndola
de las caderas y del culo, sin decir ni una palabra.



- �D�nde me llevas? �replic� ella.



No hubo respuesta. Simplemente �l la mir� perverso,
apoy�ndole un dedo en los labios para mandarla callar.



Se encontr� tumbada en una gran cama. �l la miraba, mientras
ninguno de los dos hablaba. �l la miraba, con orgullo, la bes� y volvi� a
mirarla, recorri�ndole el todo cuerpo con la vista, de arriba a bajo. Mientras
la besaba, le uni� las manos encima de la cabeza, con fuerza. Ella no quebr� el
silencio antes, y, despu�s, sin tener la posibilidad de rechistar, se vio atada,
indefensa, a merced de �l. Sonri�, confiada. No ten�a ning�n miedo, aunque �l
tampoco lo pregunt�. Busc� la respuesta en la uni�n de los muslos de la chica,
que se la daba sin confusi�n alguna. Ella se estremeci�, arqueando todo el
cuerpo; impidi�ndole su situaci�n, mayor movimiento. Se abandon� a sus caricias,
que le dedicaba al dulce de su deseo, sin apartarse de ah�, tal vez como premio
a la previa satisfacci�n que los labios de ella le dieron a su virilidad. �l
ensuciaba el ambiente con sus palabras atrevidas que la excitaban sin remedio,
m�s si cabe, que la dejaban a�n m�s abandonada al antojo del hombre que conduc�a
sus deseos. Entre la voz de �l se o�an los gritos de placer que ella emit�a
desde lo m�s hondo de su garganta. �l no cesaba de introducir sus caricias en lo
m�s prohibido del cuerpo de ella... prohibido para cualquiera menos para �l...
el cuerpo de ella era tambi�n parte de sus dominios, as� como su mente y sus
suspiros.



Ella intentaba morder el coj�n para acallar los gemidos que
soltaba sin cesar, y, sin darse cuenta, mordi� la mano de �l, cuando trataba de
taparle la boca. Despu�s empez� a deambular esa mano libre por su cuerpo,
par�ndose un momento en sus pechos para estirarle con firmeza, pero sin dolor,
los sensibles pezones que permanec�an erguidos desde que �l pos�, por primera
vez, la mano en cualquier lugar de su piel. Arqueaba con sensualidad el cuerpo,
busc�ndole la mano cada vez que �sta cesaba sus caricias en el bot�n inflamado
de su goce, gem�a su nombre a cada momento, la respiraci�n intensa de ella
volv�a a excitar los sentidos del hombre, ya desnudo como ella. Entre los dos,
en el terreno de la carne, ya no exist�an espacios vac�os... s�lo el deseo, la
pasi�n y el hombre que llevaba el ritmo a su antojo, dominaban la situaci�n.
Ella termin� con un medio grito que no tuvo la suficiente fuerza para salir,
enrollando las piernas en el cuerpo de �l, que ve�a el vicio, el placer y la
lujuria, dibujado en el rostro femenino que culminaba en el instante que
apretaba las piernas contra el hombre, como temiendo que �l la abandonara en ese
momento.



Ella permaneci� en esa postura, recuperando el aliento. Sin
embargo, �l no dej� de acariciarla. En tan s�lo un momento, la locura volvi� a
adue�arse de ella sin compasi�n, haci�ndola volver a jadear, de nuevo pose�da
por la pasi�n. Poco despu�s, ya no eran las caricias de �l lo que la
enloquec�an... �l, aprovechando que a�n las piernas de ella estaban enrolladas
en su cintura, las cogi� y se las puso encima de los hombros, coloc�ndose entre
las piernas de ella... introduciendo toda su dureza en su interior... Juntos se
mov�an r�tmicamente, acoplados; como sincronizando sus movimientos. Despu�s
sincronizaban tambi�n los jadeos de los dos, como si una m�sica distinta llenara
ahora el ambiente, los cuerpos bailando al son de su propia serenata pecaminosa.
�l paseaba con sus manos por todos los senderos del peque�o cuerpo que suspiraba
debajo suyo, de placer, a�n atada a la cama. �l paseaba por su cuerpo, buscando
cobijo en su piel, posesivamente, pos�ndose en su trasero para unirla m�s a �l.



Y as�, una y otra vez, les dieron las diez, y las once, las
doce, la una, las dos y las tres... como va a caber tantos excesos en mis
paup�rrimas palabras. La luna se sonroj� al descubrirlos; hasta el sol les
sorprendi� a�n recreando todos los movimientos que puedan crear un hombre y una
mujer. Pues ella, ya entonces, no era ni�a, ni chica, no ten�a ya nada de
infantil... descubri� los placeres m�s ocultos, se intoxic� de todos ellos en
cada una de esas caricias que le quemaban la piel, drogada ya, de lujuria, sin
posibilidad a escapar del hombre que la hizo mujer. Ella ya no era ni�a, ni
chica, ni ten�a ya nada de infantil... �l cre� y model� a la mujer que era ella
cada vez que �l aparec�a ante ella, llegando a todos los rincones de su
pensamiento. Su mente, su cuerpo, sus recuerdos permanecer�an, hasta que lograra
huir, amarrados a �l. Pero ella no quer�a huir; �l representaba todo lo que ella
necesitaba, �l era su estabilidad. S�lo ten�a que hacerle feliz, s�lo as�, ella
era feliz.




Ella dorm�a profundamente, de d�a, enga�ando a la luz,
mientras se recuperaba de la noche que le arranc� toda su energ�a. Sonre�a en
sus sue�os, recre�ndose de nuevo en los juegos de lujuria que hubieron
representado. El tel�fono quebr� su descanso.



- Duerme bien ahora, pues ma�ana te quiero bien fresca, s�lo
para m� �era �l, al otro lado de la l�nea �te quiero preparada y dispuesta como
anoche, a las 9, ni un minuto m�s; ya sabes que no me gusta esperar.



No aguard� contestaci�n, colg� sin que ella hubiera abierto
la boca siquiera. Sab�a que ella no replicar�a. Ella, a�n anestesiada por el
sue�o, sonri�, y susurr� con el tel�fono todav�a pegado a su oreja:



- Te quiero.



Volvi� a dormir para recargar toda su fortaleza, sab�a que
esa noche no podr�a dormir, pero no le importaba, lo deseaba.



A las 9 le esperaba, nerviosa, excitada, alegre... �l no se
retras� y, cuando le tuvo en frente, ella se arroj� a sus brazos y le susurr�,
sonriendo:



- Me mor�a de ganas, querido, de verte otra vez... �las ganas
invad�an las miradas de los dos... �l se la llev� para empezar a disfrutar del
juguete que ten�a en sus manos, para dejarse llevar a la partida que jugar�an
los dos, con los dos como ganadores; los juegos de lujuria que representar�an
sin pudor alguno, con las estrellas como �nicas testigos, con la m�sica como
�nica compa��a, con la pasi�n como aliada, con el deseo por baza, con el amor
por excusa.





LUL� (18/10/04)




P.D.: Para ti, mi A. con todo mi cari�o :P (siempre cumplo
una promesa)



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Relato: Juegos de lujuria
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