Relato: Memorias de la joven Candy (2)
MEMORIAS DE LA JOVEN CANDY
SEGUNDA PARTE
POR SILVIA
Desde el d�a en que me integr� a la familia que me recibi� en
la ciudad, mi vida cambi� notablemente, pues me sorprend� al saberme deseada, y
por tanto asediada por el se�or de la casa, en tanto que de su joven y apuesto
hijo solo recib�a un trato tan indiferente que me resultaba doloroso, pues,
comprend� que estaba enamorada de �l.
Para complicar a�n m�s las cosas, una noche en la que mis
preocupaciones me quitaron el sue�o, y fui a buscar un vaso de agua, sorprend�
una �ntima conversaci�n entre el se�or y su esposa que estaban solos en la sala,
probablemente intercambiando confidencias despu�s de haber hecho el amor, pues,
ella a�n estaba semidesnuda.
Cuando en su charla escuch� mi nombre, la curiosidad me hizo
actuar con discreci�n por lo que silenciosamente me ocult� tras una puerta
procurando enterarme de los detalles de aquella ins�lita conversaci�n, pues, sin
poderlo creer o� que ella le ped�a a su marido no negar la atracci�n que sent�a
por m�. �Y lo dec�a con un tono tal que parec�a no estar enfadada por ello!. Al
contrario, con total sorpresa escuch� que ella dec�a:
- Si es tan grande tu deseo por Candy, no debes dejar de
conquistarla y hacerla tuya. No puedes permitir que un jovenzuelo de su
colegio te gane y goce de su virginidad antes que t�. � Vamos, an�mate �
concluy�.
Escuch� eso y me puse a temblar no tanto por la sorpresa de
las palabras de la esposa de mi patr�n, como por la incitaci�n que hac�a a su
marido de poseerme. Pero lo que sigui� a continuaci�n, me dej� a�n mas perpleja
y confusa, pues, nunca habr�a imaginado escuchar de una mujer la siguiente
confesi�n:
- Debes comprender que no te animo a hacerlo pensando solo
en ti, pues, en aspectos del amor, soy egoista, y tambi�n busco la forma de
lograr mis deseos. En este caso, te confieso � dijo la esposa a su marido �
que tambi�n a m� me gusta la joven Candy, y deseo tenerla en mis brazos,
acariciar su cuerpo, y ser acariciada por ella.
Hasta ese momento, en mi ingenua e inocente formaci�n, no
conocia nada de la atracci�n entre mujeres, por lo que las palabras escuchadas
me causaron asombro, ya que no pod�a entender que la se�ora me desee. Sin
embargo lo que escuch� fue poco, comparado con la conclusi�n de aquella ins�lita
confesi�n, pues ella dijo luego:
- Por eso te doy mi consentimiento a que la conquistes,
pues, deseo que la poseas e inicies en el amor para que pueda yo hacer lo
mismo, y hasta tal vez, para que despu�s la gocemos los dos juntos. Est�s de
acuerdo? � concluy�.
No quise oir qu� respond�a el se�or de la casa, por lo que
casi enferma de miedo hu� hacia mi habitaci�n, meti�ndome en la cama, donde
definitivamente perd� completamente el sue�o pues, las palabras escuchadas no
dejaban de sonar en mis o�dos haciendo que mi cabeza se llene de confusos
pensamientos que me inquietaron de tal manera que pens� abandonar la casa para
retornar de inmediato a mi pueblo. Reci�n al amanecer pude dormir algo,
sirvi�ndome ese ligero reposo y una posterior ducha fr�a, para refrescar mi
dolorida cabeza y aclarar un poco mis ideas. No pod�a retornar a mi pueblo y
abandonar el colegio donde tan bien me estaba yendo, as� que decid� minimizar el
asunto, tratando de imaginarme que solo fue un mal entendido m�o, o tal vez solo
el producto de una charla er�tica fruto de la imaginaci�n y fantas�a de los
due�os de la casa.
Me tranquilic� durante el transcurso de los siguientes d�as,
pues, todo continuaba en la casa aparentemente igual, aunque el se�or continuaba
mir�ndome con evidente deseo y no perd�a ocasi�n para dirigirme palabras
galantes. S�lo en una oportunidad me pareci� notar que la se�ora paseaba de
manera muy rara su intensa mirada por mi cuerpo, lo cu�l me hizo sentir algo
inquietante y extra�o, pues, record� sus palabras de una noche anterior.
Pensando en ello, durante las noches, sent�a que me humedec�a, presa de
excitaci�n, por lo que recurr�a a la forma recientemente descubierta de
desahogar mi deseo mediante el uso fren�tico de mis dedos en mi sensible
cl�toris, hasta alcanzar mi placer.
As� transcurri� casi un mes, hasta que un fin de semana, en
el que no ten�a clases, fui llamada por la se�ora que me dijo con toda
naturalidad que deb�a alistarme para salir a la calle de compras con su esposo.
Grande fue mi sorpresa escucharla, pues, hasta entonces solo se usaban mis
servicios en la casa para las tareas dom�sticas de limpieza y ayuda en todo
cuanto pudiera, sin que jam�s haya salido a la calle con los dos esposos juntos,
con excepci�n de la se�ora a qui�n a veces acompa�aba de compras al Super.
No pude sin embargo replicar la orden recibida, por lo que
fui a mi habitaci�n a cambiarme y alistarme para salir, meditando en lo que ello
podr�a significar y en la forma en que yo deber�a actuar, pues, no sab�a como
reaccionar ni comportarme ante la orden de la se�ora, de qui�n a tiempo de
separarme escuch� que me dec�a:
- Ponte lo mas bonita que puedas, pues, �l desea llevarte a
varios lugares -
As� es que mientras me pon�a la mejor de la sencilla ropa con
que contaba, tom� la decisi�n de llegar hasta donde los esposos quisieran
llevarme, dejando de lado mis escr�pulos, pues, si no lo hac�a corria el riesgo
de ser echada de aquella casa en la que hasta entonces hab�a recibido un buen
trato, siendo facilitado en todo mi prop�sito de estudiar en la ciudad
form�ndome as� para el futuro. En mi pueblo viv� en un deplorable estado de
pobreza e ignorancia, al que no desea retornar, por lo que en ese momento decid�
arriesgarlo todo para quedarme en la ciudad, pensando que dado el
comportamiento, tal vez galante, pero en todo momento caballeroso del se�or de
la casa, y la paciencia y bondad con que siempre me trat� la se�ora, nada malo
me pasar�a con ellos.
Pensando de esa manera y con una decisi�n tomada, me sent�
mejor y con mas confianza que los d�as posteriores a la conversaci�n que
sorprend�. Mis temores hab�an desaparecido, siendo sustituidos por algo que
ten�a mucho mas de curiosidad que de deseo o excitaci�n. Menos a�n pens� en ese
momento en entregarme a cambio de alguna cosa, aunque estaba conciente que a
partir de esa tarde algo, que a�n no sab�a qu� era, cambiar�a en mi vida y la
orientar�a de manera diferente a la simple manera de vivir que hasta entonces me
hab�a imaginado.
Cuando termin� de alistarme, fui, bastante nerviosa, donde
los esposos me aguardaban, y despu�s con ellos hasta donde estaba el automovil
de la familia al que me hicieron subir, acomod�ndome en el asiento delantero, al
lado del conductor, en cuyo puesto se sent� el se�or de la casa, tomando el
volante, mientras su esposa nos desped�a alegremente, aunque con una enigm�tica
sonrisa en su rostro. De esa manera me encontr� al lado de un hombre maduro en
una supuesta salida de compras, sorprendi�ndome �l con una conversaci�n
agradable. Era casi un mon�logo, pues, yo con mi nerviosismo, apenas atinaba a
contestarle. Fue sin embargo muy atento y amable. Su tono de voz era pausado y
tranquilo y fue inspir�ndome confianza, ya que poco a poco perd� el estado de
tensi�n que sent�a y fui respondiendo a sus preguntas y comentarios de la manera
m�s cort�s que pude encontrar.
Es as� que fui conducida hasta un gran almacen que no
conoc�a, pues, mis compras personales hasta entonces solo las hice en modestas
tiendas. El me condujo con mucha cortes�a hacia el lugar destinado a ropa
femenina, dici�ndome que deseaba obsequiarme lo que necesitara, pues, quer�a
verme bien vestida, sin desentornar con mis compa�eras de Colegio, las que
supon�a que eran unas jovencitas elegantes o por lo menos plenas de deseo de
lucir bien, como ocurre con toda joven linda, me dijo.
De esa manera me encontr� en medio de una gran variedad de
ropa juvenil que hasta entonces solo imagin� tener alg�n d�a. Eleg� t�midamente
una prenda modesta, pero �l me anim� a escoger m�s, mostr�ndome personalmente
sus preferencias. Not� su inclinaci�n hacia los escotes pronunciados y telas
suaves y delgadas, por lo que gui�ndome por su preferencia, ya que ten�a poco
conocimiento de la moda actual, y presa de un inusitado entusiasmo, eleg� varias
blusas y algunos vestidos que me parecieron algo atrevidos, pero que los escog�
sobre todo observando la clara expresi�n de aprobaci�n de su rostro. Confieso
que con esa hasta entonces desconocida experiencia para m�, me sent� presa de
una especial alegr�a y satisfacci�n, probablemente motivada en la espectativa de
lucir bien sustituyendo mis viejas prendas por todas aquella flamante y
atrayente ropa que por primera vez estaba adquiriendo en mi vida. Aunque no me
lo hubiera propuesto, mi rostro reflejaba la felicidad de ese momento, y �l me
lo hizo notar con una amplia sonrisa, llev�ndome de un lugar a otro, mostrando
as� una paciencia que me sorprendi� gratamente.
Despu�s de aquellas compras, me llev� en busca de zapatos
nuevos, eligiendo unos bonitos, muy modernos y de tacones altos, pues, dijo que
con ellos resaltar�a mejor mi figura, lo que hizo que me sonroje, aunque me hizo
sentir bien. Simple vanidad femenina, supongo. Conclu�do aquello, me llev� a la
secci�n de ropa interior, llegando a la cu�l sent� verg�enza, pues, una cosa es
comprar acompa�ada de un hombre, vestidos y otra muy diferente escoger y
adquirir bombachas, bikinis y sostenes, no? ..... seguramente �l vi� como me
sonroj� al llegar al lugar, por lo que con toda discresi�n, me dijo que no me
preocupara, que �l me esperar�a fuera pero que no fuera modesta en mis compras,
pues, cre�a que necesitar�a de todo. Es as� que ingres� a la dependencia de
lencer�a y ropa interior sola, pero tuve la suerte de encontrar una joven
dependienta que entendi� mi necesidad de ayuda, por lo que compr� muchas cosas
de las que me antoj� con solo verlas e imaginar c�mo lucir�an en mi joven
cuerpo. Cuando conclu�, sal� y me encontr� con �l, esperandome, siempre con una
paciente y comprensiva sonrisa en su rostro, lo que me hizo pensar que era una
persona agradable, lo que pude comprobar en el auto, cuando sal�amos del
almac�n, pues, en su conversaci�n no mencion� el gasto que hizo en mis compras,
sino que fue encaminada a diversos temas, mostrando cordialidad y un excelente
humor. Cuando lo mir� conduciendo el auto en esos momentos, v� en �l a un hombre
maduro, pero apuesto, y me sent� tranquila, feliz en su compa��a: �mi temor y
nerviosismo anterior hab�an desaparecido!
Me llev� entonces a una elegante helader�a, conduci�ndome a
ella del brazo, cu�l si fuera mi pareja, a pesar de la diferencia de edad.
Mientras esperamos la atenci�n del pedido que �l hizo, viendo mi ignorancia en
el tema, mir� alredor m�o, notando el bello ambiente en que me encontraba con su
llamativo y elegante decorado en medio del cu�l me sent�a insignificante, pero
feliz. Si �l pretendi� deslumbrarme, lo consigui� del todo y estaba en camino de
conquistarme, pues, su amabilidad y agradable compa�ia me ganaban cada vez m�s.
Fue en ese momento que cambiando ligeramente de tono, pero sin dejar de
sonreirme, me pregunt� qu� pensaba de todo lo que hizo: su invitaci�n, las
compras, y el tenerme ah� en su compa��a. Confundida, no supe qu� responder.
Entonces �l me dijo lo siguiente:
- Bien sabes, Candy, que me agradas mucho. Veo en ti una
hermosa joven camino de convertirse en una bella mujer. S� que no puedo
conquistar tu coraz�n, y menos a�n pienso que puedas enamorarte de m�, pero no
puedo evitar mirarte y desearte. Soy casado y hay mucha diferencia de edades
entre nosotros, pero si tu deseas, podr�amos llegar a un acuerdo que nos
convenga a ambos. Eres inteligente, y sabes lo que espero de ti, pues, estoy
seguro que has adivinado mis pensamientos con solo ver en casa c�mo te
observo, c�mo recorro con mi mirada tu joven y bello cuerpo, el cu�l me gusta
y atrae como no creo que puedas imaginarte � Concluy� diciendo.
Notando mi silencio y probablemente, observando mi cara de
asombro ante sus palabras, pues, aunque esperaba algo as�, no dej� de
sorprenderme la manera directa en que me hac�a su proposici�n, continu� de la
siguiente manera:
- Si t� me aceptas y accedes a mis deseos, prometo tratarte
como a una princesa. No solo ser� generoso contigo, sino que te dar� en todo
momento un trato amable y cort�s. Podr�s continuar estudiando, con la ventaja
de saberte protegida por m�, recibiendo mi ayuda personal en todo cuanto
necesites. Incluso en la casa mejorar� tu situaci�n, y no tendr�s
inconveniente alguno con mi esposa, qui�n estar� enterada de lo nuestro, pero
actuar� discretamente, sin ocasionarte ninguna molestia por causa de nuestra
relaci�n � Hizo as� una pausa, para luego continuar de la siguiente manera:
- A cambio de todo cuanto te d�, solo espero de ti tu
compa��a. Deseo que te dejes amar, prometiendo tratarte bien. Para ello
buscaremos en cada ocasi�n un lugar adecuado, a salvo de miradas indiscretas,
de modo que no ganes mala fama y puedas hacer tu vida normalmente, sin que lo
nuestro interfiera en ella. Qu� dices? � concluy�.
Tard� bastante en responder aquella inquietante y dificil
pregunta. La esperaba, aunque de una manera diferente. Hab�a meditado en
diferentes formas de responderla, pero al cabo de un momento, mir�ndole
directamente a los ojos s�lo atin� a decirle:
- De acuerdo. Estoy lista. Vamos? �
Diciendo esto, me levant� de la mesa, lo tom� de la mano para
alzarlo y lo saqu� del lugar conduci�ndolo esta vez yo, del brazo, hacia su
autom�vil, en el cu�l sab�a que ir�amos al sitio en que realizar�amos nuestra
"primera vez".
De esta manera comenc� una extra�a relaci�n convirti�ndome en
la joven querida de un generoso y guapo hombre maduro que desde ese instante,
dej� de ser para m� el se�or de la casa para convertirse simplemente en mi
amante.
En los pr�ximos cap�tulos narrar� la forma en que, con �l,
perd� mi virginidad, y como aprend� a gozar, convirti�ndome en una verdadera
mujer sensual. Hasta pronto.
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Relato: Memorias de la joven Candy (2)
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