Relato: Mi marido y mi can... me disputan (3) Pink 3
Para mi tranquilidad, mi amiga retorn� al caer la noche, por
lo que cont� con suficiente tiempo para calmarme, reponerme y dejar las cosas en
cero con respecto a la tremenda experiencia vivida con tan singular amante.
Ba�ada y cambiada de ropas y con Pinck, debidamente
encerrado, sal� a tomar aire puro, paseando por el jard�n de la casa, pero a�n
sent�a los efectos de los esfuerzos y energ�as consumidas en mis repetidos
orgasmos y en resistir las prolongadas e insistentes arremetidas del hermoso
can, que mientras caminaba alrededor de la piscina, notaba un cierto mareo de
debilidad f�sica y como que mis piernas se iban de doblar, por lo que me acerqu�
al embarcadero y me sent� en su borde metiendo los pies en las tibias aguas,
observando cruzar las distintas embarcaciones menores que pululaban las aguas y
extasi�ndome con el paisaje, aunque mi mente recorr�a otras galaxias cerebrales
para aterrizar hacia el interior de mi persona donde me deten�a a analizar el
tremendo despertar de mi conducta sexual, especialmente despu�s de la muerte de
mi marido, admirando mi cambio en tan poco tiempo, reconociendo que hab�a
logrando entregar y producir todo ese placer y excitaci�n tanto para hombres,
mujeres y ahora como corolario de mi conducta me hab�a hecho suya ese tremendo
can llamado Pinck.
Mis nuevas y ocultas experiencias sexuales me estaban
resultando cada vez m�s fuertes pero muy placenteras, no me arrepent�a de ello,
puesto que jam�s hab�a disfrutado con tanta plenitud y exigencias el sexo como
hasta ahora, e ir�nicamente a pesar de mi educaci�n tan conservadora y de mi
cultura, me mostraba convencida que esto era obra del M�s All�, donde la mano de
mi fallecido marido, maniobraba para entregarme todas estas pruebas y deleites,
que �l en sus doce a�os de matrimonio, no hab�a sido capaz de descubrir y
explotar, sabiendo que esa misma mujer en la cama de otro hombre se habr�a
sentido tan realizada sexualmente como lo estaba demostrando en tan corto
tiempo.
Cuando retorn� Virginia, trat� de ocultar lo ocurrido con
Pinck, total el muy brib�n ya me hab�a violado y en sus repetidas penetraciones,
hab�a gozado intensamente con una nueva hembrita que sumo a su lista y que al
final no le hab�a negado nada, porque tambi�n en esta nueva gran experiencia, yo
hab�a explosionado en unos tremendos orgasmos lo que significaba que finalmente
para m�, el encuentro sorpresivo tambi�n me fue agradable por lo que cre� que a
futuro, bastaba con eludir al can, para no ser tentada nuevamente en convertirme
en su deseada perrita, a la que hab�a accedido con tanta facilidad, cosa que yo
estaba conciente, en que no se que cantidad de hombres dar�an cualquier cosa por
tenerme en esa situaci�n. En esto no quiero pecar de modesta ni pacata, pero ese
hermoso Pinck, se puede considerar el m�s afortunados de los perros, por el
verdadero manjar que se hab�a fornicado.
Mi secreto �ntimo, no dur� mucho frente a mi amiga, mi
extra�o comportamiento y mi rostro me delataban sola, por lo que para salir de
este bochorno, se lo confes� todo, tal como hab�an ocurrido las cosas. Ella muy
preocupada por mi persona quiso saber como me encontraba y al saber que estaba
bien, se relaj� un tanto, pidi�ndome mil disculpas, pero tambi�n me confes� que
yo no era la primera persona con la cual hab�a tenido ese tipo de conducta,
mencionando c�mo un secreto entre mujeres que su propia madre era uno de sus
bocados favoritos, sin dejar de lado a la mujer que cuidaba de su caba�a y que
viv�a cerca del lugar.
A prop�sito de la madre de Virginia, a quien he visto una o
dos veces, les puedo decir que es una mujer muy bien conservada de unos 47 a�os
que ni se le notan y sobre quien esa noche despu�s de meterme en la cama de mi
amiga, me intereso de sobremanera me relatara lo que realmente hab�a pasado
entre el can y ella y cual era el papel de la mujer que cuidaba la caba�a y a
quien hab�a conocido el d�a anterior, ya que ella asist�a a hacer el aseo y
otros servicios.
Nos metimos a la cama muy ligeras de ropa, ya que las
temperaturas a�n demostraban calor, nos arrullamos la una a la otra y puse
atenci�n al relato de mi amiga sobre su muy potable madrecita.
�Mira! --- dijo mi Virginia en voz baja como si alguien nos
estuviera escuchando --- Hac�a como tres meses que ten�amos a nuestro perro en
casa y tal como te he explicado, este perro lo compramos en una muy secreta
escuela de adiestramiento que queda en las afueras de San Diego, California, mi
marido quiso llevarse un ejemplar m�s peque�o, pero a mi me encant� Pinck,
especialmente por su estampa, su pelaje y al verlo demostrar en nuestra
presencia, como lo hac�a con sus adiestradoras, lo que me pon�a mas cachonda era
esa envidiable verga que posee.
Bueno --- me dijo --- Tu conoces a mi querida madre, es una
mujer muy sensual y cautivadora y tambi�n quedo viuda relativamente joven,
destaca dentro de las mujeres de su edad, m�s que mi progenitora, nos tenemos
una confianza total y somos muy amigas, por lo tanto no nos guardamos ning�n
secreto y si yo como tu me conoces, soy fogosa en el sexo, mi madrecita es el
doble. Si tu la vieras en la intimidad te derrites sola, ambas mantenemos un
secreto de familia que no se lo he develado a nadie, pero estoy dispuesta a
cont�rtelo a ti porque te has convertido en parte de lo m�o.------ Gracias amiga
--- le dije. �Bien� --- continuo Virginia ----- Mientras sent�a la desnudez de
sus suaves muslos insertos entre los m�os. Sucedi� que ella lleg� en esa
oportunidad a visitarnos en casa por espacio de una semana, ella se sent�a muy
bien con nosotros y nosotros con ella, especialmente mi marido que se la com�a
con los ojos y yo notaba que su presencia le causaba gran calentura y eso me lo
demostraba, pues por las noches y en nuestra cama, me lo hac�a con una ganas
locas y en m�s de una ocasi�n al eyacular , le escuch� pronunciar su nombre,
pero eso --- dijo mi amiga --- te lo cuento en otra oportunidad, ahora vamos a
lo de Pinck.
En esa visita de mi madre, ella nada sab�a de la conducta del
perro, ni yo tampoco hab�a tenido la oportunidad ni el tiempo de dec�rselo.
Resulta que en esa ocasi�n a mi bello Pinck, lo ten�a castigado, sin sexo por
casi diez d�as, antes que apareciera mi madrecita, dado que me estaba tratando
mi medica ginec�loga por un desgarro vaginal que el mismo regal�n me hab�a
producido y no era conveniente que me lo echara encima, aunque cada vez que me
ve�a se volv�a loco por hac�rmelo como a �l tanto le gustaba, pero aunque yo
tambi�n me mor�a de deseos, tuve el suficiente valor y fuerza de voluntad para
evitarlo. Un d�a en que mam� le llevo agua fresca y su alimentaci�n, pude
apreciar que la cercan�a de ella le produc�a tambi�n gran calentura y trataba
denodadamente de forzar la amarra para �rsele encima.
� Uy! Mi amor --- ese perro tuyo, crey� que era su
hembra, vieras tu como a toda costa me quer�a lamer la cosita y me mostr� su
trofeo que me hizo recordar a Jeferson, el chofer de color que ten�a tu
padre.
�Ah, Jeferson, ese que a escondidas de pap� te hacia
tocar las estrellas?.
Por favor no me recuerdes de esas cosas, que Pinck ya me
hizo recordarlo y por su culpa me voy a tener que dar un ba�o pues me dej�
toda mojada, aunque tu no lo creas.
Pasados veinte minutos veo salir del ba�o a mi madre, luc�a
un diminuta braga blanca de encajes, calzaba unos suecos con terrapl�n que
simulaban ser zapatos de altos tacos, que elevaban su mediana estatura del metro
sesenta y ocho, en la parte alta toda desnuda, lo hacia sec�ndose su cabellera
con una toalla. La contemple por un minuto y no pude menos que lanzarle unas
palabras de admiraci�n por lo bien conformada que se manten�a, sus senos a pesar
de su edad, todav�a se manten�an erguidos mejor que los m�os, un trasero hermoso
y firme y un par de piernas sin ninguna huella de celulitis, tan com�n en
mujeres de esa edad. Como est�bamos solas, tal cual, se tendi� en la cama a
descansar. En ese mismo momento se me ocurri� una er�tica idea para con mi
madrecita. Me di unos retoques y le inform� que saldr�a por espacio de unos
cuarenta minutos, pidi�ndole se quedara en casa, cosa que accedi� sin dilaci�n.
Entonces antes de intentar salir, impregne una porci�n de algod�n con ese
l�quido que simulaba hembras en celo y lo introduje disimuladamente en la cama
de ella, despu�s me fui a lavar bien mis manos y me desped�.
La verdad es que todo lo que hice fue simulado, ya que me fui
al encierro de Pinck, quien ya se sent�a inquieto al aguzar su olfato y percibir
las emanaciones del misterioso l�quido, no con poco trabajo lo solt� de su
correa, el muy astuto de inmediato se me fue a la carga para hacerlo conmigo,
pero en�rgicamente desvi� sus pasos hasta el lugar de la alcoba, donde se
encontraba reposando mi madre y para no perderme detalle, le segu� detr�s sin
hacer ruido para lo cual me tuve que quitar los zapatos.
Ubicada en mi escondite, desde donde ten�a la vista adecuada
al lugar de los hechos, pude ver la reacci�n de mi madre al presentarse tan
inquieto el caliente Pinck, al principio y tendida en la cama trat� de calmarlo,
pero el can no se quedaba quieto, por lo que opt� por bajarse de la cama
proporcion�ndole caricias sobre su pelaje le invitaba a que abandonara la alcoba
y se fuera a su encierro, pero el can en vez de obedecerle, llev� su hocico
hacia su zona vaginal e inicio su acoso como estaba acostumbrado hacerlo cada
vez que quer�a que le proporcionaran sexo. Mi madre qued� paralizada, no se si
de susto o porque le estaba empezando a gustar las caricias que le proporcionaba
mi can, pronto vi que �l la liberaba de su peque�a braga al quit�rsela con sus
dientes y dejarla caer al suelo. Observ� enseguida a mi madre tenderse de
espalda sobre la cama y abrir sus piernas, cosa que aprovecho Pinck, para meter
todo su hocico y su lengua sobre la vagina de mam�, mientras ella empezaba a
contorsionarse de gustos y a �l le vi aparecer su desenfundado y erecto miembro,
potente y voluminoso y a su vez ansioso de penetrar completamente a su ocasional
hembra. Momentos despu�s Pinck subi� sus manazas sobre la cama cubriendo
completamente a mis desnuda madre, que notaba ahora el roc� que le produc�a en
su abdomen el grueso garrote del can que luchaba sin �xito penetrarla mientras
su ardiente y �spera lengua lam�a los endurecidos pezones de mi ardiente
madrecita.
En una acci�n incre�ble, la observ� deslizarse bajo el
caliente Pinck, hasta llegar a apoderarse de su fabuloso miembro, sin mayores
ambages meti� en su boca el duro salchich�n del can, iniciando as� una excitante
sesi�n de mamadas que el perro agradec�a efectuando repetitivos movimientos
copulativos. Al parecer su calentura la llev� inexorablemente a querer tener
toda esa linda pieza horadando su canal vaginal, dejando de mamar y siempre bajo
el can, gir� su desnudo cuerpo dejando su fabuloso trasero junto a la zona
p�lvica del animal, todo esto sobre el borde de la cama.
La vi levantar su trasero justo cuando el animal encontr� la
entrada de su h�meda vagina, escuche un ahogado grito de ella tras la gran
penetraci�n que le dio mi Pinck. Una vez penetrada su hembra, enderez� su cuerpo
y ahora agarr�ndola con sus manos, la fue a tomar a la altura de la cintura y
una vez as� asegurada presenci� desde mi escondite la mejor fornicaci�n que
nunca hab�a visto en mi vida, salvo de haber sentido con gran intensidad las
m�as. Los gemidos de placer de mam� y la visi�n del brutal acto, me hizo caer
dos veces en fuertes orgasmos. Me retir� silenciosamente del lugar, mientras
mujer y animal permanec�an quietos en la misma posici�n de acoplamiento con que
eyacularon todos sus l�quidos sexuales. Mam�, despu�s de mi retorno y vuelto
todo a la normalidad, no me hizo ning�n comentario, a pesar que en su rostro
mostraba las huella de una tremenda actividad sexual. Al pasar los d�as mam�
solo ten�a palabras de elogios para Pinck, y le cuidaba y aseaba con m�s inter�s
que yo. El can andaba ahora muy tranquilo y gustaba ir hacerle compa��a por las
noches a mi ardiente madrecita.
Yo que no soy de hierro, me daba cuenta que el relato y
confesi�n que me hac�a Virginia, me pon�a muy cachonda y ello me hac�a apegar mi
cuerpo al de ella, quien mientras me hablaba, sus manos independientemente
hab�an iniciado tocaciones sobre mi cuerpo, a las que yo devolv�a con cierta
timidez, la que fui perdiendo al momento que me empec� a encender con todas mis
luces. Me vino al recuerdo las noches pasadas en la cama de mi amiga Cibyl, la
madre de Ronny, el muchacho que rompi� definitivamente la virginidad de esta
acosada viudita.
No resist� esa noche que me relatara los encuentros de Pinck,
con Elena, la joven mujer que estaba al cuidado de esa hermosa casa de campo,
eso lo dejar�amos para m�s adelante, ya que esa noche, pudo m�s el deseo y la
pasi�n de dos mujeres j�venes, solas en una mullida cama, lejos del mundanal
ruido que aprovechando esa tremenda carga sexual, sin que nos di�ramos cuenta,
nos vimos envueltas en un apasionado torbellino de lujuria, sexo, caricias y
hasta una buena cuota de amor que nos juramos en la c�spide de nuestros deseos.
Tu amiga .....Viviana. (DENNY)
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Relato: Mi marido y mi can... me disputan (3)
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