MI HERMANO MAYOR
Voy a relatar las tres experiencias que compart� con mi
hermano a lo largo de nuestra adolescencia. La primera, que m�s bien se remonta
a la ni�ez, no fue m�s que un leve contacto, pero suficiente como para despertar
en m� un tierno inter�s y desencadenar lo que suceder�a a�os despu�s.
Mi hermano siempre fue muy protector conmigo, pap� viajaba
mucho debido a su trabajo y le dejaba encargado cuidar de nuestra madre y de m�.
A �l le encantaba ejercer de cabeza de familia y a nosotras nos divert�a que lo
hiciera. Recuerdo, vagamente, ya que apenas tendr�a siete a�os, un episodio que
viv� en el patio del colegio. Sonaba la sirena avisando que la hora del recreo
hab�a terminado, mis amigas corr�an hacia las aulas cuando algo atrajo mi
atenci�n, era una enorme ara�a que hab�a tejido su tela entre unas flores,
siempre me han fascinado los insectos y no pude evitar detenerme. Cuando me
percat� de que estaba sola apret� el paso, pero al cruzar entre los arbustos que
bordeaban el campo de f�tbol, unos brazos me atrajeron hacia la espesura; sent�
una respiraci�n entrecortada y c�mo unas manos me tocaban por debajo de la
faldita del uniforme, asustada trat� de zafarme y durante el forcejeo pude ver
el rostro de mi agresor, era Jose Antonio, amigo de mi hermano y tres a�os mayor
que yo. Aunque muy peque�a para entender lo que pasaba, algo me dec�a que
aquello no estaba bien y comenc� a chillar todo lo fuerte que pude. El rostro
del ni�o se desencaj� mientras trataba de taparme la boca, pero ya era tarde,
porque mi hermano, extra�ado de no verme entrar en clase, hab�a salido en mi
busca y de un pellizco sacaba al desgraciado de su escondite, propin�ndole una
somanta de palos de las que hacen historia.
Desde aquel d�a se convirti� en mi h�roe y crec� tranquila
bajo su protecci�n.
El tiempo fue pasando, yo tendr�a nueve a�os y �l unos doce.
Esa tarde mi madre se encontraba en el dormitorio cuidando de pap�, acababan de
trasladarlo a casa tras una complicada operaci�n. Nosotros est�bamos en el
sal�n; mientras yo jugaba, �l ve�a la tele, parec�a distra�do y notaba como me
lanzaba miradas furtivas, despu�s de un rato, me pidi� que me acercara.
Si me dejas ver tu cosita yo te dejo ver la m�a � me dijo
entre susurros.
Me qued� mir�ndole sorprendida, pero con la inocencia y
curiosidad propia de aquellos a�os, me decid� pronto, la verdad es que siempre
he sido un tanto espabilada para seg�n que cosas.
Vale � respond� divertida �, pero t� primero.
Era verano y s�lo llevaba un pantal�n corto de pijama. Sin
pensarlo mucho se lo baj� hasta medio muslo dejando que aflorara un miembro, que
en mi infantil ignorancia se me antoj� enorme.
Puedes tocarlo � exclam� al verme boquiabierta.
Yo no sal�a de mi asombro, mi �nica experiencia en lo que a
ver penes respecta, se limitaba al pito de Juanito, un compa�ero del colegio con
el que me daba besos sin lengua y al que permit�a algunos inocentes tocamientos
por encima de la ropa (sobra decir que el infantil pito de Juanito no ten�a nada
que ver con �ste...).
Lentamente, acerqu� mi mano hasta el fraternal instrumento y
alargando un dedo lo plant� sobre �l, dej�ndolo quieto sin saber qu� hacer; mi
hermano, ejerciendo de profesor, me hizo agarr�rsela y con su mano sobre la m�a
empez� un suave movimiento de arriba abajo. Embobada, comenc� a notar como la
rosada salchicha sufr�a notables cambios y continu� afan�ndome en mi tarea.
Ahora d�jame ver tu conchita � me dijo mientras me
apartaba.
El coraz�n me lat�a cada vez m�s deprisa, nerviosa me baj�
las infantiles bragas y le mostr� mi lampi�a rajita.
Ten�a los ojos abiertos como platos y levant�ndose me hizo
sentar en el sof� con las piernas separadas.
Quiero verla bien � musit� al tiempo que acercaba su
cabeza.
Con las braguitas colgando de uno de los tobillos, no dejaba
de observarle, iba sintiendo un desconocido cosquilleo que me hac�a moverme
inquieta. Al notar mi ansiedad comenz� a pasar sus dedos por mi entrepierna,
palpando los peque�os y suaves labios. Las caricias de mi hermano me causaban
agradables sensaciones y trataba de abrir m�s las piernas de modo instintivo.
Con la emoci�n del momento no nos percatamos de la presencia
de mi madre, que tras proferir un sonoro aullido nos mand� a nuestras
respectivas habitaciones.
Roja de la verg�enza y de la excitaci�n me met� en la cama
esperando una reprimenda, pero �sta nunca lleg�, y m�s tranquila fui qued�ndome
dormida.
Aunque la tensi�n tard� meses en borrarse del rostro de mi
pobre madre, nunca coment� nada al respecto.
A partir de ese momento, mi hermano, adem�s de en mi h�roe se
convirti� en mi obsesi�n. Mientras yo segu�a siendo una ni�a, �l estaba en plena
adolescencia, y durante los siguientes tres a�os, tuve que soportar c�mo
tonteaba con otras chicas de su edad. Plana como una tabla y con el periodo
resisti�ndose a llegar, le espiaba siempre que pod�a, mordi�ndome de rabia los
labios cuando le ve�a palpar los pechos y besar las bocas de sus desarrolladas
amiguitas.
Al cumplir los doce a�os hab�an desaparecido todos mis
complejos. Aquel cuerpo antes recto, hab�a dado paso a otro provisto de un
sinf�n de curvas. El abundante pecho (herencia materna), erguido y juvenil no
pasaba desapercibido entre mis compa�eros; la cintura, se manten�a fina y
estrecha, pero mucho m�s destacada al contrastar con el aumento que la cadera
hab�a sufrido; el trasero, aunque segu�a siendo peque�o, hab�a crecido en
volumen y se alzaba resping�n y desafiante.
Juanito, mi compa�ero de juegos, era ahora Juan, y segu�a
tonteando con �l, sin embargo nuestros juegos hab�an subido ya de tono. A la
salida del colegio me acompa�aba a casa, antes de llegar sol�amos pararnos en el
banco de un parque, donde sentada sobre �l restregaba mi sexo contra el suyo
mientras nos bes�bamos apasionadamente. Los fines de semana nos reun�amos en
casa de un amigo, y all�, apart�ndonos del resto, busc�bamos escondidos rincones
para dar rienda suelta a nuestra inflamada pasi�n adolescente. Sus dedos me
regalaron mis primeros orgasmos y su lengua me hizo gozar a�n m�s... pero a
pesar de eso segu�a siendo virgen. En mi interior guardaba una latente lealtad
hac�a mi hermano, �l segu�a ocupando un lugar muy especial en mi coraz�n, por
eso continuaba reserv�ndome a�n sin esperanzas, ya que mis evidentes cambios
f�sicos no parec�an haberle hecho mella.
Todo cambi� aquella noche. Mis padres hab�an salido con unos
amigos y mi hermano estaba en la cocina haci�ndose la cena. Me hallaba muy
excitada, hab�a pasado toda la tarde observ�ndole sin obtener ninguna respuesta
por su parte, as� que decid� tomar la iniciativa. Fui a mi cuarto donde me
despoj� del vestido que llevaba, qued�ndome s�lo con un coqueto conjunto de
sujetador y tanga. Despu�s, me dirig� hasta la cocina y simul� que me preparaba
algo, mientras aprovechaba cada acci�n para apoyarme sobre �l o rozarle
descuidadamente con mis pechos. Empec� a notar c�mo se iba poniendo nervioso, su
paquete destacaba bajo la tela del pantal�n; fingiendo un descuido, hice caer al
suelo la servilleta que portaba y d�ndole la espalda le ofrec� un primer plano
de mis nalgas, alargando la posici�n m�s de lo necesario. Cuando me di la vuelta
hab�a apartado la sart�n del fuego y permanec�a quieto mir�ndome fijamente.
Esto no est� bien � dijo mientras sus ojos transmit�an
justo lo contrario.
�En serio? � musit� mir�ndole directamente a la
entrepierna.
Me acerqu� lentamente hasta dejar mi boca muy cerca de su
rostro, antes de que intentara hablar de nuevo, comenc� a besarle mientras
apretaba mi cuerpecito contra el suyo, poni�ndome de puntillas para que la
cabeza de su miembro, totalmente erecto bajo el pantal�n, quedara albergado
entre mis muslos. Por fin reaccion� y rode�ndome con sus brazos me atrajo hacia
�l hasta que mis senos quedaron aplastados contra su pecho, sent�a su lengua
taladr�ndome hasta la garganta y c�mo una de sus manos palpaba mis nalgas y se
perd�a m�s abajo recorriendo toda la vulva, estirando los suaves pelitos que
cubr�an los labios mayores, apartando el tanga para introducir sin obst�culos
las puntas de sus dedos en mi vagina. Yo segu�a bes�ndole, saboreando ese
momento largamente deseado, gimiendo de placer por el efecto de sus caricias.
Sent� c�mo retiraba su mano de mi entrepierna y c�mo se ayudaba con la otra para
desabrocharme el sujetador, pronto lo consigui� y mis pechos se mostraron
desnudos ante �l. Solt� una exclamaci�n y se lanz� sobre ellos tom�ndolos con
ambas manos, sin poder abarcarlos, los amasaba y juntaba mientras su boca
succionaba los rosados pezones, mordi�ndolos suavemente.
Hermanita, c�mo has cambiado � me dec�a con voz temblorosa
� Me gustar�a que me acariciaras con estas enormes tetas.
Dicho esto tom� la botella de aceite que reposaba sobre la
encimera y me aplic� unas gotas en los pechos, reparti�ndolas cuidadosamente,
dejando mi piel jugosa y resbaladiza. Despu�s se apart� y baj�ndose los
pantalones me hizo arrodillarme y chupar su inflamado miembro; yo me lo met�a
todo en la boca sin quejarme, disfrutando de o�r sus jadeos. Pasado un rato, me
levant� la cabeza e hizo que me irguiera quedando mis senos a la altura de su
verga, tom� cada uno de ellos con una mano y los junt� dejando su pene en el
medio, empezando a deslizarlo entre mi canalillo mientras me ped�a que le
chupara la punta. Sent�a la presi�n de sus dedos marc�ndose en mi delicada piel
y me dejaba usar, excitada por proporcionar tanto placer a mi amante hermano.
Sus movimientos iban torn�ndose cada vez m�s r�pidos al tiempo que gritaba, de
repente sent� el l�quido caliente estamparse contra mi garganta y tragu�, no
dejando escapar ni una gota.
Cuando se recuper� me dijo que iba a ocuparse de m� y
tumb�ndome boca arriba sobre la mesa de la cocina, me hizo flexionar las
piernas, levant�ndolas hasta que quedaron replegadas sobre mi torso. Esta
posici�n le permit�a gozar de una vista completa de todo mi sexo, dej�ndolo
desprotegido y a su merced. Comenz� a palparme repartiendo mis jugos por cada
recoveco, entreteni�ndose en rodear mi agujero posterior con la yema de los
dedos, volviendo despu�s hacia la entrada de la vagina y ascendiendo finalmente
hasta el cl�toris roz�ndolo suavemente.
Por el rabillo del ojo vi como se dirig�a hasta la nevera y
sacaba de su interior un bote de chocolate l�quido, instantes despu�s me
estremec� al notar la frialdad de su contenido caer por mi pubis, haci�ndome
cosquillas al gotear por las ingles. Siempre hab�a sido muy goloso y se empleo a
fondo en recoger el dulce derramado. Empez� por atr�s para evitar que las gotas
cayeran sobre la mesa; sent� su lengua limpi�ndome las nalgas y el charco
acumulado sobre mi ano, introduci�ndose en �l para no dejar ni rastro. Despu�s
pas� a las ingles y los labios mayores; ayud�ndose con las manos los separ� y se
intern� en mi gruta tensando la lengua y penetr�ndome como si de un dedo se
tratara. Yo jadeaba de placer cuando su boca se pos� sobre el palpitante bot�n y
lo succion� mientras acercaba su erecto miembro hacia la entrada de la vagina.
Un escalofr�o me recorri� de la cabeza a los pies y sent� la necesidad de
dec�rselo.
Soy virgen � dije en un tono de voz apenas perceptible.
�l par� en seco y se inclin� sobre mi cara, sorprendido.
Pens� que t� y Juan ya lo hab�ais hecho - murmur�.
No. Quer�a que fueses el primero.
Sonriendo me acarici� las mejillas y el pelo, con una ternura
infinita.
Ven.
Y tom�ndome de la mano me condujo hasta mi habitaci�n.
Nos acurrucamos sobre la cama, la luz se colaba desde el
pasillo manteniendo la estancia en penumbras. De lado, uno frente al otro, nos
mir�bamos apenas distinguiendo los contornos. Alarg� su mano y la desliz� por mi
cuerpo desde la axila hasta la rodilla, marcando la sinuosa silueta, despu�s la
llev� hasta mi entrepierna palpando la humedad que me cubr�a y seguidamente se
coloc� sobre m�. Le recib� abriendo las piernas, haci�ndole un hueco entre
ellas. �l notaba c�mo temblaba y no dejaba de acariciarme mientras restregaba su
pene por mi vulva. Se incorpor� un poco y ayud�ndose con una mano lo gu�o hasta
la entrada de la vagina introduciendo el glande con suavidad. Sent� una punzada,
las l�grimas rodaban por mi rostro, pero no eran l�grimas de dolor sino de amor,
de sentimiento largamente escondido, de plenitud y reencuentro tras una
eternidad de deseo.
�Est�s bien? � pregunt�.
S� hermanito, mejor que nunca. No pares por favor.
Sigui� introduci�ndose muy lentamente, penetrando poco a poco
en la estrecha cueva hasta llegar al final. Entonces se dej� caer sobre m�
abraz�ndome con fuerza mientras comenzaba a moverse, entrando y saliendo con un
suave balanceo de sus caderas. A cada envestida notaba una presi�n sobre mi
cl�toris y pronto comenc� a jadear gozando del doble placer que me invad�a, tan
f�sico como emocional.
Al ver c�mo disfrutaba se movi� con m�s libertad aumentando
la intensidad de sus arremetidas, tomando entre sus manos uno de mis pechos,
pellizcando el erecto pez�n, mientras nos bes�bamos apasionadamente. Las oleadas
de placer iban en aumento, deseaba que llegara m�s y m�s adentro y levant� mis
piernas cruz�ndolas alrededor de su cintura. Continu� bombeando hasta que
inundada por un intenso placer, grit� y me retorc� presa de unos incontenibles
espasmos. Sent� algo caliente derramarse en mi interior y por fin, mi hermano se
desplom� exhausto a mi lado.
Nos quedamos as� largo rato, mientras nuestras respiraciones
volv�an a su ritmo habitual. Acarici�ndonos con ternura nos transmitimos
sentimientos que las palabras no hubieran sido capaces de expresar, hasta quedar
profundamente dormidos.
Aqu� termina mi relato, en el que he descrito las dos
primeras experiencias que mi hermano y yo vivimos en nuestra adolescencia. La
tercera y �ltima, la reservo para otro momento, ya que la creo merecedora de un
espacio aparte.