Relato: Inyecciones Er�ticas





Relato: Inyecciones Er�ticas

Carla se hallaba sentada en la consulta de su amiga. Los
resultados de su anal�tica indicaban carencia de vitaminas. La m�dica le explic�
que era conveniente un tratamiento vitam�nico:



-Mira Carla, lo mejor en tu caso son unas inyecciones que
solucionar�n r�pidamente el problema. Casualmente tengo aqu� una caja con esos
f�rmacos.



La doctora entr� en la habitaci�n contigua y al poco apareci�
con dos frascos de cristal que a Carla le parecieron muy grandes para ser
inyectables. �Ver�s- le explic� su amiga- con estos dos tendr�s suficiente
tratamiento. Lo �nico es que hay un problemilla: duelen bastante. Pero no te
preocupes, aqu� te facilito la direcci�n de una colega m�a que es un as
pinchando culos sin hacer da�o. Le dar� instrucciones en esta nota.



Carla cogi� las se�as, las ampollas y se despidi� de su
amiga. Decidi� acudir inmediatamente, pues cuanto antes terminase, mejor.



El lugar en cuesti�n estaba cerca. Carla llam� al telefonillo
y le abrieron sin m�s. Subi� las escaleras hasta el segundo piso y aguard�
delante de una puerta con una tablilla que rezaba "Medicina Selecta". Al poco,
sali� a abrirle una mujer joven, rubia, guapa y ataviada con una bata blanca.
Carla le entreg� la nota de su amiga.



-As� que eres amiga de la doctora Rosita-dijo la mujer. �Muy
bien, yo me llamo Sof�a. Pasa, pasa.



Carla le dijo tambi�n su nombre. Hechas las presentaciones,
recorrieron un pasillo enmoquetado que les condujo a una estancia grande donde
se encontraba otra joven que resulto llamarse Paula, tambi�n joven y rubia, con
el pelo corto y vestida con un jersey rosa ajustado y unos vaqueros a�n m�s
ce�idos. Se saludaron y Carla procedi� a explicarles el por qu� de su visita.
Aclarados todos los pormenores, Sof�a procedi� a exponer a Carla su t�cnica en
inyectables:



-Carla, estas inyecciones hay que saber muy bien como
ponerlas porque si no son muy dolorosas. Pero no te preocupes porque con mi
t�cnica apenas te enterar�s. La clave est� en estimular bien la circulaci�n de
la zona a inyectar. Supongo que conf�as en mi.- Carla asinti�- Muy bien, pues te
explico que lo mejor en tu caso es azotar con moderaci�n tus nalgas hasta que
est�n bien coloradas y calientes. Ese es el momento de ponerte las inyecciones.



Carla se qued� un poco anonadada. Qu� era eso de azotarle. A
ella nunca le hab�an pegado y esa desconocida le propon�a de golpe zurrarle en
el culo antes de pinch�rselo. Viendo su expresi�n, Sof�a prosigui�:



-No te sorprendas, te he dicho que ser� una azotaina
moderada. El efecto del calor y la estimulaci�n circulatoria evitar�n que la
inyecci�n te duela mucho. Adem�s, comprobar�s que Paula es una maestra en el
arte de enrojecer culos.- Dicho lo anterior, Sof�a di� instrucciones a Paula en
voz baja y sali� de la habitaci�n. Paula, muy sonriente y simp�tica invit� a
Carla a sentarse y acto seguido abri� un armario del que sac� una correa que
Carla luego supo que se llama "twase". Mientras buscaba ese utensilio pudo
comprobar que la joven pose�a un culo precioso. Sus nalgas eran redonditas y muy
salientes, casi como si tuviese un poco en pompa el culo. Al ver la correa,
Carla se asust� un poco. Paula le tranquiliz� y empez� a quitarle la ropa.
Empez� por la parte de arriba y enseguida se qued� s�lo con los vaqueros. Paula
le quit� los zapatos y los calcetines, le dio la vuelta y, as�, de pie, empez� a
acariciar el culo de Carla que tambi�n era precioso. Las caricias en los gl�teos
eran deliciosas. La mano de Paula amasaba las nalgas enfundadas en los vaqueros
y las estrujaba entre sus dedos. Tras un breve lapso, le baj� el pantal�n y le
quit� las bragas. Extra�amente, Carla no sent�a ning�n pudor por quedarse
desnuda delante de una desconocida.



-Creo que aqu� hace calor, as� que tambi�n me voy a desnudar-
hablo Paula. Dicho y hecho. En un momento, la joven qued� desnuda exhibiendo un
cuerpo precioso.



Paula se sent� en una banqueta acolchada y le indic� a Carla
que se tumbase boca abajo sobre sus rodillas. Carla dud� un poco pero obedeci�.
Una vez sobre las rodillas de Paula, �sta le dijo:



-Qu� culo m�s bonito tienes. Prometo tratarlo bien. Tu deja
el culete bien relajado y ver�s como te gusta la experiencia.- Dicho lo cual,
Carla asi� las patas de la banqueta y se prepar� para la tunda. El primer azote
impacto en el centro del trasero. Despu�s, Paula azot� varias veces la nalga
derecha y despu�s la izquierda. El culo de Carla restallaba ante los golpes de
Paula. Con cada azote, el cachete azotado bailaba arriba y abajo. El culo
empezaba a escocer y a enrojecer. Paula era una maestra azotando. Con tres o
cuatro cachetes sab�a perfectamente el escozor que pod�a aguantar un culo. Al de
Carla ya le hab�a cogido la medida y lo azotaba con la fuerza exacta para que
Carla disfrutase con la quemaz�n de sus gl�teos. Marcaba bien toda la superficie
y en pocos minutos, ambos globos de carne estaban como un tomate. Carla no se
quejaba e incluso a veces gem�a de placer. Ante este hallazgo, Paula azot� m�s
fuerte pues vio que aquel culo aguantaba muy bien la zurra. Carla estaba
descubriendo una forma de placer sexual que no sospechaba que estuviese
virtualmente en ella. Los azotes continuaron por espacio de unos veinte minutos.
Cansada de esa tarea, Paula inst� a Carla a que se levantase. Carla lo hizo
frot�ndose el culo con ambas manos y dando saltitos pues las pompas le ard�an
despu�s del trabajo que hizo en ellas Paula. Ese calor y el escozor le
resultaban deliciosos. Aparte, el recuerdo del sonido de su culo cuando
impactaba en �l la mano de Paula, le produc�a una excitaci�n tal que deseaba que
la azotaina continuase.



Paula colm� sus deseos al instante. Coloc� un almohad�n en
una camilla situada en el centro de la estancia e inform� a Carla que se tumbase
boca abajo sobre el coj�n. Obedeci� r�pidamente. En esa postura, los pies no le
tocaban el suelo, y el culo quedaba muy apompado, muy bien dispuesto para
continuar la sesi�n. Paula agarr� la correa y descarg� un zurriagazo en las
posaderas de Carla. El twase se clav� en sus nalgas. Aquello si que escoc�a
pero, en su excitaci�n, Carla pod�a resistirlo perfectamente. Con todo, Paula
sab�a que la correa duele mucho y que deb�a golpear con prudencia para no hacer
mucho da�o. El cuero golpe� y golpe� ambos gl�teos abarcando toda su superficie.
El culo sonaba con estruendo cada vez que lo flagelaba la correa. Paula sab�a lo
que hac�a, de modo que Carla disfrut� de lo lindo. El culo le ard�a, pero con
una intensidad soportable. Tras una buena tanda de golpes, aquellas posaderas
estaban muy coloradas. Fue entonces cuando se abri� la puerta y entro Sof�a.



-�Pero que le has hecho! �Has visto c�mo le has dejado el
culo! Te dije que se lo calentaras pero no que lo dejases como un tomate. Pues
ahora vas a probar la misma medicina a ver si aprendes a hacer las cosas.



Carla iba a protestar explicando que la experiencia hab�a
sido muy agradable, pero un gui�o de Paula hizo que callase. Se puso en pie y
aguard� novedades.



Bien Paula �dijo Sof�a �ahora vas a ser tu la que ponga el
culo. T�mbate en la camilla como estaba Carla. Y t�, Carla, coge la correa y
cali�ntale bien el culo a Paula. Dale una buena tunda para que aprenda. Bien,
haz lo que de digo que yo vengo enseguida.- Al punto, Sof�a volvi� a salir de
escena.



Carla dud� un momento pero al ver el redondo culo de Paula
tan bien colocado en la camilla no resisti� la tentaci�n de coger el cintur�n y
empezar a enrojecer aquellos cachetes tan deliciosos. Sin dilaci�n empez� la
azotaina. La correa comenz� a morder el pompis de Paula. Al principio golpe�
despacio. Ante esto, Paula le dijo: -Se supone que tienes que calentarme el
culo, no hacerme cosquillas. Dame fuerte que si me duele mucho ya te lo har�
saber. Tienes que ponerme el culo muy colorado porque si no Sof�a se
enfadar�.-Tras la aclaraci�n, Carla golpe� con fuerza. El chasquido en el culo
de Paula y el escozor en el suyo propio eran una combinaci�n muy placentera para
Carla. En cada golpe, los pechos de bonitos pezones de Carla bailaban arriba y
abajo. Paula no se quejaba aunque el culo le deb�a escocer de veras a juzgar por
el tono encarnado que iba ti�endo sus preciosas pompas. Tras una buena tanda de
correazos, Paula ten�a que agitar el culo tras cada nuevo correazo para mantener
la posici�n. Sin embargo, no se quejaba e incluso a veces gem�a de placer. El
culo ard�a y ard�a y enrojec�a. As� prosiguieron con su sesi�n hasta que,
bruscamente, se abri� la puerta y entr� Sof�a.



-�Qu� tal va ese culo?- pregunt�.



-�Lo tengo ardiendo! �Mira como me lo ha puesto esa s�dica!
Tengo el culo que me echa llamas. Es por tu culpa, porque ten�as que haber
estado presente mientras me azotaba y no haber dejado que me pusieran el culo
tan caliente.



Carla iba a hablar cuando otra vez Paula le dirigi� una
mirada p�cara para darle a entender que fing�a.



-Tienes raz�n- dijo Sof�a. Ya sabes que soy muy ecu�nime. As�
que ser� yo la que ponga ahora el culo.- Dicho lo cual, Paula se incorpor� y
Sof�a, tras desnudarse sin asomo de pudor, ocup� su lugar en la camilla. Aquel
culo era precioso; un poco m�s grande que el de Paula, y con unas nalgas bien
firmes y redondas. Pronto, la correa comenz� a fustigarlo. Paula le daba con
ganas. Sof�a gem�a de placer cada vez que el twase le mord�a el culo. A veces,
abr�a bien las piernas para que se le apompase m�s la retaguardia y manten�a as�
sus cachetes hasta que le ard�an y entonces cambiaba de posici�n. Otras veces
contra�a ambos gl�teos, despu�s de cada impacto, para aliviar el fuego que
devoraba su culo. As� transcurri� una media hora. En ese transcurso, Carla no
pod�a dejar de mirar excitada el culo azotado de Sof�a, pero tampoco el
enrojecido pandero de Paula. Le daba mucho morbo ver esos culos tan preciosos
enrojecidos y escocidos. Y ya puestos en situaci�n, al descubrir un espejo en
una pared de la estancia, decidi� contemplar el suyo. Al ver su culo tan
colorado, volvi� a desear que sus cachas siguiesen siendo azotadas. Y nuevamente
colmar�an sus deseos puesto que, transcurrida la media hora citada, Sof�a se
incorpor� y se sent� con mucha pausa, dado el escozor de su trasero, en una
banqueta acolchada. �Paula-dijo-ve hirviendo las jeringas. Carla, t�mbate sobre
mis rodillas.-Ambas obedecieron. Sof�a palpo con ambas manos el culo de
Carla.-Me parece-dijo-que este culo se ha enfriado y hay que volver a
calentarlo. Paula, dame la zapatilla que t� ya sabes.-Dicho lo cual, Paula abri�
un armarito y sac� una alpargata con la suela de goma. Se la entreg� a Sof�a, y
con ella empez� a azotar la nalga derecha de Carla. Golpeaba fuerte y r�pido. El
culo sonaba con fuerza a cada zapatillazo y su pompa comenz� a escocer con
ganas. Sof�a sab�a tambi�n como se calienta un culo. A Carla aquella nueva
azotaina le encantaba. Recibir�a unos trescientos deliciosos azotes cuando Sof�a
par�. Palpo la nalga y vio que estaba candente. Entonces, Paula froto la zona
superior de esa nalga con algod�n empapado en alcohol y, sin m�s, le aguijone�
el culo con una aguja. Apenas sinti� un leve dolor en la nalga. Entreg� despu�s
una gran jeringa llena de un liquido anaranjado a Sof�a, y �sta, la acopl� a la
aguja. Entonces comenz� a inyectar el l�quido. De primeras, Carla sinti� como si
algo le mordiera el culo, pero r�pidamente, ese dolor fue sustituido por el
escozor del gl�teo. Sof�a inoculo todo el l�quido y despu�s comenz� a masajear
la nalga pinchada y azotada. Las caricias y el magreo de la mano de Sof�a eran
un b�lsamo muy eficaz. Ese manoseo de su ardiente posadera a�ad�a un nuevo
placer a las experiencias que estaba teniendo en tan selecta cl�nica.



-Bueno-dijo Sof�a- vamos a por el otro cachete.- Tras la
noticia, el otro lado del culo de Carla pronto estall� en llamas. La zapatilla
golpeaba la nalga con sa�a, escociendo su ya de por si piel en ascuas, tras el
tratamiento que soporto su culo bajo la experta mano y correa de Paula. Sin
embargo, quer�a que la azotaina no parase. El sonido que produc�a su culo bajo
los zapatillazos, el escozor, la postura boca abajo, e incluso el pinchazo, todo
se conjuntaba en un c�ctel de delicia y placer. Pero como todo culo tiene su
l�mite, Sof�a supo cuando parar, y , al momento, ya ten�a clavada la aguja y el
l�quido inyectado. El dolor de la inyecci�n se diluy� r�pidamente bajo la
sensaci�n de quemaz�n de su nalga. Despu�s, un masaje delicioso hizo que el
gl�teo apenas acusase el efecto de la inyecci�n.



Carla disfrutaba con aquella situaci�n: la postura sobre las
rodillas de Sof�a, la quemaz�n del culo, y el masaje en sus cachetes. Permaneci�
un buen rato en esa postura, sintiendo el aire acariciar sus posaderas, y
relaj�ndose recapacitando en aquella tarde que, al principio, le asust�, pero
que despu�s resulto un para�so.




Tras un momento de relajaci�n, Carla se incorpor�. Sof�a le
indic� que le siguiese, y las tres fueron a un dormitorio. Se tumbaron en una
gran cama boca abajo, y, por turnos, fueron aplic�ndose una refrescante emulsi�n
en sus ardientes culos. Despu�s, Sof�a y Paula explicaron a Carla que viniese a
visitarlas cuando quisiese para azotarse las tres como lo hab�an hecho esa
tarde. Que se olvidase de las inyecciones y que viniese simplemente para azotar
y ser azotada tan deliciosamente como ella sab�a. Carla no se lo tuvo que pensar
mucho para aceptan tan agradable invitaci�n. Desde ese d�a, las tres se
calentaron el culo de lo lindo cada dos por tres. Y color�n colorado, que ese es
el color de un culo bien azotado.







FIN


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Relato: Inyecciones Er�ticas
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