Relato: El redondo





Relato: El redondo


El redondo.




Le mandaban pito a lo milico asustado.


An�nimo.



1- La desesperaci�n.



Cuando recuerdo los d�as de la desesperaci�n, siento cierta
nostalgia. Es decir, en ese despertar tard�o que tuve en el sexo, la pas� bien,
pero no en la forma en que yo esperaba.


Ahora, a punto de cumplir dieciocho a�os, mir� hacia atr�s,
hacia esos a�os de incertidumbre y vuelvo a decir que siento cierta nostalgia.


Hoy estoy casado y tengo una hija, pero en ese entonces...


...Hac�a un mes que est�bamos de vacaciones en San Bernardo
cuando lleg� la noticia.


Cuando digo est�bamos me refiero a mi hermana, mi cu�ado, su
hijita y yo. Ellos me hab�an invitado a pasar dos meses de vacaciones en la
costa y yo hab�a aceptado. No ten�a otra cosa que hacer.


Mi hermana y mi cu�ado hac�a unos a�os que estaban casados y
ten�an una hijita de dos a�os. Hab�an alquilado una casa que estaba cerca de la
playa, y que estaba totalmente rodeada de �rboles.


Lo que hac�amos era ir a la playa, salir a caminar e ir a
comer afuera los fines de semana.


Est�bamos planificando la ida a la playa por la tarde, cuando
a mi hermana la llamaron por tel�fono y le avisaron que mi mam� estaba enferma.
Propuse que regres�ramos todos, pero ella se neg� y parti� con su hijita a
Capital, e insisti� para que mi cu�ado y yo nos qued�ramos. Hab�amos pagado el
alquiler por dos meses y sosten�a que ten�amos que aprovecharlos.


Esa misma noche, despu�s de cenar, me qued� un rato en el
patio disfrutando de la tranquilidad de la noche.


Ah� estaba yo un adolescente t�mido de quince a�os, que
deseaba con todas sus fuerzas dejar de ser virgen.


Unos tres a�os atr�s me hab�a asaltado la desesperaci�n, y
ahora la padec�a constantemente.


Lo que yo llamaba desesperaci�n, no era otra cosa que
terribles ganas de coger. De hacer el amor. De tener sexo.


Como mi cu�ado era alguien cercano a m�, hab�amos hablado en
ciertas ocasiones sobre lo que me pasaba y los deseos que yo ten�a. Incluso
hab�amos conversado sobre la posibilidad de conseguir una prostituta si se daba
la ocasi�n. Por eso no me inquiet� cuando lo vi acercarse hacia m� y hablarme:


-�Segu�s con la desesperaci�n?.


-S� -contest�. Pensaba que iba a ser otra conversaci�n
intrascendente, pero de pronto record� la promesa que Jos� me hab�a hecho y
decid� llevar a cabo mi plan para terminar con la desesperaci�n-. �Qu� hay sobre
lo que hablamos la otra vez?.


-�Te refer�s al hecho de conseguirte una puta?


-S�.


-Mir�, creo que por ahora tendr�as que olvidarte de eso -dijo
Jos�. Se hab�a puesto de pie y parec�a estar a punto de volver a entrar en la
casa. A �ltimo momento me lanz� la propuesta-, pero si ten�s tantas ganas de
coger pod�s hacerlo conmigo.


Yo iba a hablar, pues no pod�a creer lo que hab�a escuchado,
pero �l no me dej� preguntar y sigui� hablando.


-Ahora no hay tiempo para preguntas, la oportunidad es hoy.
Yo voy a entrar a la casa y te voy a esperar en mi pieza dispuesto a entregarte
el redondo. La propuesta est� hecha, de vos depende que la aprovech�s o no.


Lo vi entrar a la casa y no supe que hacer. Era mi cu�ado el
que me hab�a propuesto tener relaciones sexuales. Ten�a miles de preguntas en la
cabeza, pero ahora no era tiempo de ellas. Ahora hab�a que tomar una decisi�n. Y
sab�a que no ten�a mucho tiempo para hacerlo.


Me par� junto a la puerta del dormitorio de Jos� y golpe� la
puerta suavemente.


-Pas� -me dijo Jos� desde adentro.


�l estaba acostado en la cama, desnudo. Hab�a apagado la luz
central y s�lo estaban prendidos los veladores.


Siguiendo sus instrucciones me desnud�, pero me dio un poco
de verg�enza pararme frente a �l con una erecci�n.


Contrariamente a lo que pod�a esperarse, �l me ponder� el
tama�o de mi verga y pareci� emocionarse.


Cuando estuve acostado a su lado me sent� raro. Yo no deb�a
estar ah�, pero estaba.


Jos� trat� de tocarme la verga, pero yo me corr� hac�a atr�s.
Cuando quiso besarme tambi�n me apart�. Pens� que iba a desilusionarse, pero no
se dio por vencido.


-Se me ocurre algo -dijo mientras se levantaba a medias y se
apoyaba sobre el codo izquierdo-, mejor apagamos las luces. Seguro que as� te
vas a sentir m�s c�modo.


En la oscuridad, sent� sus manos en mi verga. Lentamente
comenz� a hacerme la paja y arrim� su boca a mi boca. Sent� sus labios junto a
los m�os y luego nuestras lenguas se encontraron.


Apoy� mis manos en sus nalgas y en cierta forma el c�rculo
m�gico se cerr�. Me olvid� que era un hombre el que me estaba ofreciendo pasar
una noche de sexo desenfrenado y me dej� llevar por las sensaciones.


Todas esas caricias y besos fueron el paso preliminar que
inevitablemente conduc�an a la pr�xima estaci�n que era la penetraci�n.


Jos� se acomod� boca abajo en la cama y yo me ubiqu� entre
sus piernas abiertas. De rodillas, apoy� mis manos en sus nalgas e inclin�ndome
hund� mi cara en su culo.


Recorr� sus nalgas con la lengua sintiendo como mi deseo por
Jos� crec�a constantemente, hasta niveles incre�bles. Luego separ� sus nalgas y
busqu� su agujero m�s �ntimo con la lengua.


Despu�s de un par de intentos en falso, consegu� ubicar la
cabeza de mi verga en su ano y comenc� la penetraci�n.


Guiado por sus gemidos, me mov� dentro de �l lentamente hasta
que la desesperaci�n se apoder� de m� como un rayo.


Durante unos quince minutos lo cog� a toda velocidad,
sintiendo una especie de energ�a est�tica que se iba concentrando cada vez m�s
cerca de mi sexo, y que en un determinado momento fluy� como un canal y pas� de
mi cuerpo a su cuerpo.


Alcanc� el orgasmo de manera casi violenta y regu� sus
entra�as con mi semen. Era la primera vez. El principio de una peque�a
experiencia.


Hab�a tenido mi primera relaci�n sexual...con un hombre...


...Extra�o caso que un chico debute con un hombre. Pero
d�jenme plantearlo as�: de haber tenido la posibilidad de debutar con una mujer
lo hubiera hecho. S�lo que no se dio.


S� que causa cierto morbo, la imagen de un chico de quince
a�os metiendo su verga en el ano de un adulto de treinta y ocho, pero en ese
momento me gust�. Me gust� mucho.


Durante el mes que estuvimos solos en la casa de la playa,
gracias a la repentina desaparici�n de mi hermana, pude cogerme a Jos� varias
veces por d�a. Tener su ano a mi disposici�n era algo que me volv�a loco, y hubo
d�as en que llegamos a batir ciertos records.


Para que negarlo. Me enamor� de mi cu�ado y �l de m�. Me
enamor� de �l y de la sensaci�n de desenfreno sexual que me produc�a el hecho de
que se pusiera boca abajo en la cama, abriera las piernas y me invitara a
disfrutar del maravilloso agujero que ten�a entre las nalgas...


...Despu�s de un par de d�as de locura sexual, tomamos
conciencia de lo que est�bamos haciendo y tratamos de ponerlo en claro.


-�Te gust� lo que hicimos? -pregunt� Jos�.


-S� -contest�-, me gust� mucho.


-Te amo -dijo Jos� mientras me besaba-. Hace tiempo que estoy
enamorado de vos.


-Yo tambi�n estoy enamorado de vos. Me vuelve loco hacer el
amor con vos.


-�Te gusta mi cola?.


-Me encanta. Ten�s una cola divina. Sos hermoso.


-Me encanta coger con vos. Me hac�s sentir mujer. Me encanta
hacer el papel de mujer para vos.


-Me vuelve loco meterte la verga en el culo. Es lo m�s lindo
que hay en el mundo -dije mientras lo abrazaba. Lo hab�amos hecho cuatro veces
esa tarde y ya ten�a ganas de estar dentro de �l otra vez-. Quiero penetrarte
otra vez -dije con la voz entrecortada por el deseo.


-Si, mi amor, lo que vos digas -dijo Jos� mientras comenzaba
a ponerse boca abajo.


Un par de d�as despu�s, est�bamos los dos en la pieza de la
casa en la playa, dispuestos a amarnos nuevamente. Los dos est�bamos del lado
izquierdo de la cama, y de pie, mientras nos desnud�bamos. Jos� estaba de frente
a la ventana que daba al patio y por la cual entraba el tibio sol de la tarde de
verano en forma de infinitos rayos. Hab�amos dejado la cortina abierta pues nos
gustaba el efecto que se produc�a cuando el sol entraba por la ventana.


Cuando me saqu� las medias, me acerqu� un poco m�s a �l con
la verga parada y lo mir� con atenci�n. Jos� se estaba sacando la remera, y
cuando termin� de hacerlo s�lo qued� ante m� con el calzoncillo puesto.


Deb�a pesar cerca de ciento treinta kilos. Era gordo y ten�a
el cuerpo cubierto de bello. Pero eso me gustaba, me gustaba terriblemente. Era
de piel oscura, y su pelo era crespo, por lo que se lo peinaba hacia atr�s. Sus
muslos eran incre�blemente gruesos, y cuando se quit� el calzoncillo termin� de
volverme loco. Su culo era incre�blemente grande. No hab�a llegado a med�rselo,
pero haciendo un calculo r�pido, calcul� que deb�a andar por los ciento treinta
o un poco m�s. No era grande. Era enorme y peludo. Y me volv�a loco.


Me acerqu� a �l desde atr�s y despu�s de abrazarlo, le afirm�
la verga entre las nalgas. En puntas de pie, le bes� la nuca con pasi�n mientras
le acariciaba las tetillas y jugaba con mi verga entre la ranura que separaba
sus nalgas. �l se dejaba hacer.


Ya en la cama, me abalanc� sobre �l fam�lico. El solo saber
que iba a poder meterle la pija en el culo toda la tarde, me volv�a loco. El
saber que ese ano maravilloso iba a estar a mi disposici�n, y que iba a poder
penetrarlo una y otra vez. Era una sensaci�n maravillosa de poder. Yo iba a
penetrarlo. Yo era el que mandaba. Yo pon�a las reglas. Yo era el hombre. De
antemano lo hab�amos establecido as�.


Esa tarde lo hicimos cuatro veces. Lo penetr�
incansablemente. Una y otra vez. Era hermoso acostarme sobre su espalda con mi
verga enterrada profundamente en su ano y moverme suavemente dentro de �l con
los ojos cerrados y nuestras manos entrelazadas.


Era hermoso sentir sus gritos de placer cada vez que mi verga
entraba profundamente dentro de �l. Sentir el sudor de su espalda en mi pecho y
las breves pero intensas sacudidas de su cuerpo cada vez que alcanzaba un
orgasmo.


Esa tarde despu�s de dormir la siesta abrazados, nos ba�amos
juntos y salimos a comer algo afuera. Cuando volvi�ramos seguir�amos con nuestra
danza fren�tica. El tiempo de amarnos aun no hab�a terminado.


Despu�s de un mes de amarnos intensamente, regresamos a la
Capital. Atr�s quedaban "las siestas" de sexo desenfrenado. Los paseos de noche
por la playa y las escapadas amorosas detr�s de los m�danos. Las caminatas por
el bosque de pinos, a la tardecita, y tomados de la mano. Las promesas de amor
eterno repetidas en lo oscuro.


Todo eso hab�a quedado atr�s.


Pero Jos� me hab�a dicho que quer�a seguir. A m� no ten�a que
preguntarme nada. Ya sab�a mi respuesta...


...Escribo sobre ese mes con las mismas ansias que con las
que le hice el amor a mi cu�ado. Recuerdo que durante el viaje de regreso ten�a
muchas expectativas. Ten�a la promesa de Jos� de que me iba a dejar que le
metiera la verga en el culo otra vez, y eso me volv�a loco.


El que lea est�s l�neas podr� pensar que Jos� abus� de un
menor de edad. Pero yo les digo que no es as�. Jos� dej� que yo le hiciera el
amor. Dej� que un chico de quince a�os le metiera los dieciocho cent�metros (en
ese entonces yo no sab�a que mi pija med�a eso, lo supe despu�s, en un momento
en que Jos� me la midi�) de verga en el culo. Dej� que un chico de quince a�os
fuera feliz.


Lo que qued� atr�s, en ese mes que pasamos juntos, en parte
fue la desesperaci�n, en el sentido de tener ganas y no poder. Ahora hab�a una
nueva desesperaci�n. Ahora ten�a much�simas ganas y por fin ten�a un agujero
donde descargarlas...


...Regres�bamos los dos en la cuatro por cuatro. Jos�
manejaba y parec�a estar muy concentrado en sus pensamientos.


-�D�nde vamos a hacerlo? -pregunt�.


-�Hacer qu�?


-�D�nde vamos a coger? �En qu� lugar?


-No s�. Ya vamos a encontrar alguno. Eso es lo m�s f�cil...


...Lo que parec�a que iba a ser lo m�s f�cil, en realidad se
transform� en lo m�s dif�cil. Ten�amos el acuerdo, ten�amos las ganas, pero no
ten�amos el lugar.


Como Jos� no se animaba a coger en la casa por miedo a que
nos sorprendieran, ten�a que ser en un lugar que consigui�ramos. Pero pas� el
tiempo, y el lugar no aparec�a.


Recuerdo que a las tres semanas de llegar y no poder
metersela, yo estaba como loco, y llegamos a pelearnos.


Ten�a el agujero a mi disposici�n y no pod�a usarlo. Me
despertaba todos los d�as con una erecci�n, pero me negaba a masturbarme.


Pas� tres semanas terribles, hasta que Jos� me avis� que
hab�a conseguido la casa en el monte.



2- El regreso.



Durante los primeros d�as, despu�s que llegamos de la costa,
fue cuando comenc� a padecer. Yo hab�a pensado que iba a estar todo el d�a
metiendo mi verga en el ano de Jos�, pero me equivoqu�. Ni siquiera hab�amos
podido darnos un beso.


El viernes, cuando hac�a cinco d�as que hab�amos regresado lo
llam� a la oficina.


-�Quiero hacerte el amor! -le dije.


-Yo tambi�n quiero -dijo Jos�-. Pero tenemos que encontrar el
momento justo.


-Tiene que ser hoy -dije con vehemencia-. Esta tarde. Te
deseo.


-Por ah� podemos hacerlo cuando tu hermana va al maternal a
buscar a Cecilia. Con suerte tendremos una media hora.


-Bueno. Est� bien. Eso es mejor que nada -dije.


Cerca de las cuatro de la tarde nos encontramos en la cocina
de la casa y comenzamos a besarnos. Mis manos fueron instintivamente hacia su
culo. Le baj� los pantalones tipo jogins que se hab�a puesto y despu�s de
girarlo y ponerlo de cara a la pared, enterr� mi cara en su culo.


Al rato est�bamos los dos de pie. Yo ahora detr�s de �l con
los pantalones en los tobillos, y la verga que parec�a que me iba a estallar.
Escup� sobre mi pija y lo penetr� guiando mi sexo con la mano derecha.


Jos� la recibi� con un grito ronco, y cuando comenc� a
cogerlo empez� a gemir de placer.


No hac�a un minuto que est�bamos d�ndole, cuando sentimos que
mi hermana hablaba con alguien en la puerta.


-Es Anal�a -dijo Jos�-. Sac�mela que si no nos encuentra
cogiendo.


-Dame un minuto que ya acabo -dije mientras segu�a d�ndole
bomba y trataba de alcanzar el orgasmo.


-No, no. Sac�mela ahora. Nos va a encontrar juntos. �Por
favor! Si me quer�s, sac�mela -suplic� Jos�.


Haciendo un esfuerzo sobrehumano, se la saqu� y me corr� a un
costado. Jos� se subi� el pantal�n y despu�s de respirar hondo un par de veces,
se sec� la transpiraci�n de la frente con un repasador que hab�a en la mesada y
sali� al encuentro de su mujer.


Yo me sub� el pantal�n y permanec� un rato sentado hasta que
se me baj� la erecci�n. Una vez calmado, tambi�n pas� a la sala...


...Lo que parec�a algo simple, se transform� en una tortura.
Recuerdo ahora que en las siguientes dos semanas tratamos de hacerlo un par de
veces m�s y en ambas ocasiones tuvimos que suspenderlo, ya que estuvieron a
punto de sorprendernos. Creo que de haber pasado un par de d�as m�s sin
encontrarle una soluci�n al problema hubi�ramos terminado. Tal era el grado de
calentura que ten�a en ese entonces.


En realidad faltaba poco para que mi infinita paciencia
llegara al l�mite, cuando Jos� me anunci� que hab�a conseguido la casa en el
monte.



3- La casa en el monte.



Est�bamos tapados con la s�bana y una frazada. Jos� estaba
boca abajo y yo me encontraba sobre su espalda, con mi pija metida en su ano.
Ambos grit�bamos y ten�amos nuestras manos entrelazadas.


Nadie pod�a escucharnos ah�. Est�bamos solos. Ahora s�
pod�amos hacer el amor a nuestro antojo.


Con los ojos cerrados me dej� embargar por la emoci�n y acab�
interminablemente en su culo. Sab�a que esa tarde lo coger�a otra vez y no
necesitaba apurarme excit�ndome r�pidamente. Ten�a todo el tiempo del mundo.


Jos� hab�a hablado con mi hermana para decirle que �bamos a
pescar todo el fin de semana y que por ese motivo �l hab�a alquilado una casa.


Y al poco tiempo est�bamos en viaje. Despu�s de tantas
peripecias, ahora viaj�bamos para encamarnos todo el fin semana.


La casa estaba ubicada en el centro de un monte, elemento que
la hac�a m�s inaccesible aun.


Despu�s de besarnos un rato con una pasi�n que hizo desbordar
nuestras salivas, Jos� comenz� a chuparme la pija, al mismo tiempo que alternaba
los apasionados cabeceos con cortas estimulaciones con su mano...


...La casa en el monte signific� poder coger despu�s de mucho
tiempo. Ah� estaba yo otra vez, un chico de quince a�os metiendole
apasionadamente la verga en el culo a su cu�ado. Era hermoso poder acometer su
enorme culo sin piedad y saber que lo disfrutaba. No necesitaba preguntarle
nada, sus gritos hablaban por �l.


Como la mentira funcion� bien, seguimos yendo todos los fines
de semana, pero fue en esa primera vez en donde le confes� mi mayor fantas�a...


...-Me gustar�a verte vestido de mujer.


-�Te parece?


-Si. Con una tanguita negra, medias y corpi�o. Una minifalda
y una remerita. Zapatos de taco alto, la boca y los p�rpados pintados, los ojos
delineados y las pesta�as pintadas con rimel. Y la boca, por supuesto, pintada
de rojo, Todo eso coronado con una peluca rubia.


-Lo voy a hacer -dijo Jos�.


-�Cu�ndo? -pregunt� ansioso.


-Pronto -dijo Jos� mientras comenzaba a acariciarme.



4- Ese amigo del alma.



Hac�a cerca de dos semanas que no cog�a y Jos� me hab�a dicho
que ese fin de semana se iba en viaje de negocios a Jun�n. As� que llam� a mi
mejor amigo: Oscar Cuello.


-�Hola? Oscar. Si, estoy bien. Te llamaba para decirte que
voy a hacerlo. Todo bien, entonces. Perfecto. Te paso a buscar el viernes por tu
casa. Un beso. Chau.


Finalmente me hab�a decidido y hab�a aceptado desvirgar a mi
mejor amigo.


En realidad todo hab�a ocurrido un par de semanas atr�s.
Oscar me hab�a llamado para decirme que quer�a hablar conmigo. Nos hab�amos
encontrado en su casa.


Ya en su pieza me hab�a disparado a boca de jarro:


-Quiero que me hagas lo que le haces a tu cu�ado.


Oscar se hallaba al tanto de lo que pasaba entre mi cu�ado y
yo. Sab�a todo con lujo de detalles.


-�Qu� te pasa? �Est�s loco? -Pregunt� asombrado.


-No. Te amo desde que �ramos chicos. No aguanto m�s. Quiero
que me hagas el amor.


-�Pero por qu� se te dio ahora? �Por qu� yo?


-Porque te amo desde que �ramos chicos. Hace a�os que estoy
enamorado de vos. Lo que pasa es que nunca me animaba a dec�rtelo.


-Y ahora...


-Ahora es distinto. Desde que me contaste que te cog�as a tu
cu�ado me volv� loco. Al principio me mor�a de celos, pero despu�s comprend� que
si te cog�as a tu cu�ado era porque te gustaban los hombres, as� que despu�s de
todo tal vez yo ten�a una oportunidad. As� que decid� arriesgarme.


-No s� que decirte. Me tom�s por sorpresa.


-Decime que s�.


-No es tan f�cil. Al menos dejame pensarlo un tiempo. Mir�
que despu�s no hay tiempo para arrepentirse.


La idea no me hab�a desagradado del todo. Si bien me costaba
creer que mi mejor amigo me acababa de confesar que era puto, el hecho de poder
hacerlo con �l me causaba cierto morbo.


As� que lo dej� en el freezer por un tiempo para darle tiempo
a que se arrepintiera.


Cuando bajamos en la quinta sent� cierto cosquilleo en el
est�mago, y si bien aun ten�a dudas, ya est�bamos ah�. As� que ya no hab�a
vuelta atr�s.


Me asombr� no haber notado antes el parecido que Oscar ten�a
con Jos�. Oscar era rubio y de piel blanca, pero por lo dem�s era un calco de
Jos� con veinte a�os menos.


Despu�s de besarlo y acariciarlo casi en demas�a, le ped� que
se pusiera boca abajo y que abriera las piernas. Con una resoluci�n que no hab�a
experimentado en meses, hund� mi cara entre sus nalgas y comenc� a trabajar con
la lengua.


Recorr� su ano virgen sin piedad y cuando estuve saciado
alcanc� el pote de vaselina que hab�a tra�do para que la primera experiencia de
Oscar no fuera tan traum�tica.


Lo penetr� despacio al principio, movi�ndome suavemente
dentro de �l, pero cuando me asalt� la desesperaci�n grit� y comenc� a cogerlo
sin piedad.


Oscar grit� tambi�n y mordi� la almohada mientras su cuerpo
comenzaba a transpirar. Hund� mi verga de dieciocho cent�metros en su ano y lo
penetr� a fondo. Los juegos de ni�os no importaban ya. Ahora �l tambi�n era mi
mujer...



5-El olvido. 6-La desesperaci�n II. 7-La calma.



...Ahora recuerdo que pasaron muchas cosas despu�s de que
desvirgu� a Oscar.


Jos� me dijo que lo trasladaban a otra provincia y que se iba
en dos semanas, as� que despu�s de una fren�tica despedida pas� a coger
exclusivamente con Oscar. Esta situaci�n se prolong� durante un a�o, hasta que
mi cu�ado regres� y retomamos nuestra relaci�n.


Durante seis meses me los cog� a los dos. Oscar sab�a, pero
Jos� no y ahora me doy cuenta que ese fue el comienzo de la avalancha de
acontecimientos que se avecinaban...



8- Quemar las naves.



Hac�a cerca de un mes que ven�a d�ndole duro a los dos cuando
Jos� me solt� lo que yo tanto tem�a que me dijera.


-O �l y yo. Vos decid�s.


-�C�mo te enteraste?


-No importa. �Est�s dispuesto a dejarlo?


-�Y qu� hay de lo que hablamos?


-�Acerca de que yo me vista de mujer?


-No. Lo que hablamos acerca de vivir juntos.


-�Te das cuenta que para que eso ocurra tendr�a que
desaparecer tu hermana?


-S�.


-�Doy por hecho que vas a dejarlo?


-S�.


-Entonces voy a hacerlo.



9-El final.



Sal� del velorio de mi hermana y mi cu�ado acompa�ado por mi
mam� y por Oscar.


Mi hermana y mi cu�ado hab�an muerto en un accidente de auto.
Debido al brutal choque poco hab�a quedado de ellos. La hija de ambos, por
suerte, no los acompa�aba.


Durante los d�as que estuve mal, Oscar permaneci� a mi lado y
casi sin quererlo retomamos nuestra relaci�n.


Eso dur� cerca de dos a�os, fecha en la que decid� casarme...



10-El final II.



...Tengo que decir que lo del casamiento se le ocurri� a
Oscar. Est�bamos tan bien que compramos unos anillos y nos dimos en casamiento
uno a otro mientras intercambi�bamos los anillos.


Nos hab�amos mudado a otra provincia, y mi sobrina hab�a
pasado a ser nuestra hija, ya que mi mam� no quer�a cuidarla.


Somos la pareja perfecta. Dos chicos de dieciocho a�os con
una hija a cargo que se aman y hacen el amor todos los d�as. Salvo por un
peque�o detalle.


Yo siempre me hab�a preguntado que hab�a pasado con mi
hermana y mi cu�ado, �por qu� hab�an tenido ese terrible accidente?, hasta que
Oscar me lo dijo:


-Fui yo -me hab�a dicho.


Temiendo perderme y molesto porque ya no lo cog�a, Oscar
hab�a cortado los frenos del auto de mi cu�ado.


�l hab�a sido el responsable de sus muertes.


Lo peor de todo es que no puedo culparlo, ya que lo hizo
porque me quer�a.


Adem�s, en cierta forma, yo hab�a planeado lo mismo. Por eso
no puedo culparlo.


En cierta forma soy tan responsable como �l.




Dieche.



Julio. 26-07-04.


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