Relato: Historias de adolescentes: Aclarando las ideas





Relato: Historias de adolescentes: Aclarando las ideas

Me hab�a costado mucho hacerlo, pero definitivamente me hab�a
decidido a averiguar cu�l era mi verdadera inclinaci�n sexual. No es que no lo
tuviera claro. Yo ya hab�a estado con chicos, me hab�a enrollado con bastantes
de ellos, hab�a tenido sexo oral y tambi�n hab�a perdido la virginidad
recientemente, apenas dos meses atr�s.


Pero el caso es que durante una noche loca (como si no lo
fueran todas), una desgraciada apuesta me hab�a conducido a darme un beso con
una amiga. Risita por aqu�, risita por all�, el caso es que el beso se convirti�
en un pedazo de morreo en el que nuestras lenguas no cesaron de pelear entre s�.
Var�an las versiones de los que vieron aquella haza�a. En alguna incluso se
comenta que hubo hasta magreo, cosa que yo sinceramente no recuerdo (...o no
quiero recordar? ay, que indecisi�n!). Pero todos coinciden en una cosa: no
bajamos de los cinco minutos amorradas la una a la otra. Bueno, para ser
francos, tambi�n coinciden en otra cosa, en la cara de vicio y perversi�n de
ambas.


Yo aquella noche no le d� mayor importancia al tema, algo
ciertamente normal con la tajada que llevaba. Pero mientras iba oyendo los
rumores y habladur�as que empezaron a escucharse por los pasillos del instituto,
fui empezando a hacerme preguntas. La principal de ellas, qui�n hab�a sido el
hijoputa que se hab�a ido de la lengua, que se iba a enterar de c�mo se usan
unas tijeras de podar.


Mi percepci�n de la vida y, para qu� enga�arnos, del sexo,
fueron cambiando gradualmente. Antes se me habr�an pasado (y seguramente se me
pasaron m�s de una vez) por alto el escotazo de la profesora de ingl�s, que al
agacharse ense�aba la marca y modelo de sujetador; que la profesora de historia
se sentaba con las piernas abiertas ense�ando algo que parec�an unas bragas
negras; que la jovencita profesora de educaci�n f�sica marcaba los pezones sobre
el ajustado (qu� digo ajustado? ajustad�simo!) top de adidas en cuanto realizaba
alg�n ejercicio y se pon�a a sudar y... bueno, las fantas�as para otro momento.


Pero no s�lo en el instituto, por la calle me fijaba en los
pechos de una y otra, en el culito resping�n de la dependienta de Bershka o en
los labios carnosos de la panadera. Salir por la noche era un tormento, todas
estaban buenas y mi tanga llegaba empapado a casa, donde yo solita ten�a que
apagar mi fuego interior. Si hasta el Beckham de mi carpeta hab�a dejado de
atraerme y estaba pensando en poner una foto de Victoria!


As� que decid� llegar hasta el fondo del asunto, ten�a que
saber si era o no era una lesbiana redomada. Aquel s�bado por la noche, puse una
excusa ante mis amigos y amigas y me prepar� para salir por un barrio de
reconocida fama homosexual de mi ciudad.


Dado que iba a salir para ligar (en realidad, a ligar no, yo
iba de caza!), me arregl� para la ocasi�n. Una hora de ba�o con sales, depilarme
las piernas y rasurarme el chichi (s�, el chichi tambi�n, que no veas como pica
una semana despu�s. Vamos, que se lo va a volver a afeitar su...), otra media
hora de secador para dejarme una bonita media melena rubia, otra media hora para
maquillarme: sombra de ojos, pesta�as largas, p�mulos realzados, labios con
efecto mojado, ...


Mientras esperaba a que se secaran mis u�as reci�n pintadas
(pies y manos), me puse a ojear una revista de moda, y qu� desesperaci�n cuando
me d� cuenta de que lo que estaba mirando no eran los diversos trapitos, sino a
las propias modelos!


Para la ocasi�n, mi atuendo eran unas sandalias negras y una
cadenita de plata en mi tobillo izquierdo, el mismo en que tengo tatuado un
s�mbolo chino que me dijeron que era mi nombre; unos pantalones piratas blancos
y ajustados; un tanguita color carne para que no se transparentara y una
camiseta rosa ajustada, sin sujetador. Un d�a es un d�a. Por lo dem�s, diversos
anillos y pulseras y mi peque�o bolso, donde suelo llevar el m�vil, dinero,
tabaco y, cuando salgo de marcha, condones, aunque aquella vez no cre�a que
fuera a necesitarlos.


Por la calle, seg�n iba andando pod�a notar las miradas de
los chicos. Tambi�n not� las miradas de alguna chica, lo cual me gust� m�s.
Cuando llegu� al barrio que comentaba anteriormente, yo era un manojo de
nervios. No sab�a a donde dirigirme ni nada. Lo cierto es que pensaba que el
vicio de los homosexuales se notar�a desde el primer momento que pusiera el pie
en aquel barrio, pero no. Todo parec�a normal, de hecho parec�a un barrio
cualquiera. Grupitos de gente bebiendo unos minis, otros haciendo botell�n,
otros charlando sentados en un banco. Vamos, que parec�a aquello una zona de
marcha cualquiera. Y yo que pensaba que las chicas se me iban a tirar encima!


Decid� meterme en alg�n pub y tomar algo para irme animando.
Normalmente suelo tomar algo m�s suave, pero dadas las circunstancias, el copazo
de vodka no me lo quitaba nadie. En cuanto me lo sirvi� el camarero, que aunque
estaba como un queso apenas me fij� en �l, not� una acuciante sed y de un trago
me tom� la mitad de la bebida. En un rinc�n del local, unas chicas bailaban y
re�an incansablemente. Las escudri�� de arriba abajo, mirando cada detalle de su
anatom�a. Su ropa no era muy diferente a la m�a ni a la de cualquier otra chica
que sale de marcha. A primera vista, nada parec�a indicar que fueran lesbianas.
A�n as�, yo ya presupon�a que lo eran y verlas mover de un lado para otro sus
preciosos culitos al comp�s de la m�sica, rozarse entre ellas con cada
movimiento de baile o simplemente las amplias sonrisas que alumbraban sus
rostros, me produc�an un tremendo morbo.


Me termin� la primera copa y fueron cayendo m�s. Dos chicas
ajenas a aquel grupo se estaban enrollando cerca del lavabo. Sus cuerpos se
fund�an el uno con el otro y sus lenguas se entrelazaban en una danza er�tica
sin igual. Mi excitaci�n crec�a a cada segundo que observaba a aquella pareja.
Busqu� con mirada decidida por todo el local una chica apropiada para entrarle.
Me fij� en una rubita de pelo corto y baja estatura. La mir� de arriba abajo y
decid� que ser�a mi primer intento. Agarr� el vaso con mi en�sima copa y lo
apur� de un trago, pero cuando lo dej� en la barra e iba a levantarme para
dirigirme a ligar con aquella preciosidad, una voz femenina me detuvo.




�
Vaya, s� que ten�as sed!



Volv� la cabeza para ver quien se hab�a dirigido a m�. Y all�
pude admirar el bello rostro de una morenaza infartante. Su pelo largo ca�a por
la espalda en ligeras ondulaciones y sus profundos ojos negros sosten�an sin
temor la mirada.




�
Hola, preciosa. No te hab�a visto nunca por
aqu�.



�
Hola.



Fue lo �nico que pude responder mientras el mis mejillas
enrojec�an. Un rubor provocado no s�lo por la situaci�n si no tambi�n por la
furtiva mirada que hab�a lanzado a su escote y que estaba segura de que ella
hab�a notado. Lo pod�a leer en sus ojos. Y se sent�a halagada.




�
C�mo te llamas?



�
Irene.



�
Bonito nombre. Yo soy Elisa. Es la primera
vez que vienes por aqu�?



Asent� y volv� a analizar el resto de su cuerpo. Entallada en
una minifalda de v�rtigo y subida sobre unas botas altas con varios cent�metros
de plataforma, sus piernas se ve�an muy interesantes, e intu� que deb�a tener un
culo encantador. Con las cosas que estaba imaginando, mis mejillas volvieron a
enrojecerse.




�
Y no conoces a nadie? Qu� valor!



Me mir� con expresi�n divertida y le devolv� la sonrisa.




�
Qu� tomas?



�
Eh?



�
Te veo con sed y, si me dejas, te invito a
una copa. Qu� quieres?



�
Vodka con lim�n.



�
Uhmm, me gusta. Tomar� lo mismo.



Llam� al barman y pidi� las bebidas. Entablamos conversaci�n
r�pidamente y nos fuimos conociendo. Quiz� por el alcohol, quiz� por sentirme
rodeada de semejantes, como en mi propia casa, me sincer� casi de inmediato y le
cont� mi peculiar situaci�n a aquella chica que hasta hac�a apenas quince
minutos era una completa desconocida. Despu�s de la charla, nos echamos a bailar
un par de canciones de moda. Aquella chica me estaba gustando. La rubia bajita
que hab�a estado en mi punto de mira era historia. Adem�s, si Elisa me hab�a
entrado, ser�a por algo, no? As� que los bailes se fueron convirtiendo en un
juego. Me acerco, le cojo las manos, me separo, muevo las caderas sensualmente,
me acerco, bailo pegada a ella, le rodeo el cuello, me sigo moviendo. Y lo mejor
de todo es que ella me estaba siguiendo el juego.


Todav�a estaba yo decidiendo el momento m�s oportuno de echar
el resto cuando la sent� pegada a m�, sus pechos frot�ndose con los m�os, sus
manos en mi cadera, peligrosamente cerca de mi culo, su cara a dos cent�metros
de la m�a. Fueron cinco segundos que transcurrieron a c�mara lenta. Lade� la
cabeza, se acerc� y nuestros labios se encontraron. Un escalofr�o me sacudi� por
completo. Los labios se entreabrieron y dejaron paso a nuestras respectivas
lenguas, la m�a pasiva y t�mida, la suya lanzada y desvergonzada. Nos comenzamos
a enrollar en mitad de la pista, all� a la vista de todos. De vez en cuando nos
separ�bamos y yo abr�a los ojos mientras tomaba respiraci�n y pod�a comprobar
que nadie se fijaba en exceso en nosotras, de igual forma que nadie suele
fijarse en una pareja en una disco cualquiera mientras se enrollan.


Y las sesiones de besos siguieron, �ramos inseparables,
durante momentos parec�amos un �nico ser, nos entreg�bamos en un maravilloso
acto que s�lo mi vejiga tuvo a bien interrumpir. Los cinco o seis vodkas que
hab�a ingerido clamaban por salir de mi cuerpo, y as� se lo hice saber. Una
extra�a mezcla de miedo y excitaci�n me sacudieron cuando Elisa dijo que me
acompa�aba. Querr�a entrar conmigo? Nos lo �bamos a montar all� mismo? Pareci�
leerme el pensamiento, porque de pronto se acerc� a mi oreja y me dijo
c�lidamente:




�
Tranquila, no entrar� contigo...



Y apenas unos segundos despu�s, complet� por la otra oreja:




�
... a menos que t� quieras.



Y deposit� un suave beso en el l�bulo de mi oreja izquierda.
Recorrimos la peque�a distancia hasta el lavabo y me detuve frente a la puerta.
Nuestras miradas se cruzaron. Ella esperaba una respuesta. Deb�a decidirme.




�
Bueno, mientras yo... me sujetas el bolso,
vale?



Sus labios se estiraron en una enorme sonrisa y entramos en
el ba�o. Un espacio no demasiado amplio, medio encharcado, apenas una pila a la
que le faltaba un tirador, un espejo con los bordes mugrientos y un retrete que
amenazaba con pegar cualquier cosa a la osada que posara sus nalgas sobre �l. Le
tend� el bolso para que lo sujetara y permanec� de pie, a la espera. Ella, en
vista de mi nerviosismo, se dio la vuelta, simulando estar retoc�ndose el
maquillaje, si bien me di cuenta desde el primer momento que miraba a trav�s del
espejo.


Baj� mis pantalones y mi tanga, todo de una de una vez, hasta
poco m�s por encima de las rodillas y, a pulso, comenc� a descargar un peque�o
chorrito de pis que fue transform�ndose en torrente en una sensaci�n cuasi
org�smica. Cerca ya de terminar, apenas soltando las �ltimas gotitas, Elisa me
tendi� un kleenex con la mano. Ante mi indecisi�n, me coment�:




�
Si quieres que te seque yo...



Cog� el kleenex nerviosa, tanto que casi se me cay� al suelo
mojado. Cuando pas� el suave pa�uelo de papel por mis labios pude notar el
creciente calor que albergaba en mi interior. Apenas dos pasadas y me incorpor�,
volviendo a ajustarme la ropa. No podr�a asegurarlo, pero creo que la not�
decepcionada en aquel instante. A�n as�, antes de salir del reducido habit�culo,
otro tremendo morreo me volvi� a sumir en la excitaci�n.


Cuando salimos del ba�o, una chica de rostro angelical nos
mir� con sonrisa p�cara. Al regresar a nuestra posici�n anterior, se lo coment�
a Elisa:




�
Qu� habr� pensado esa chica, dios...



�
Pues algo que no ser�a la primera vez que
hubiera ocurrido.



Me respondi� alegre y vivaracha mientras mov�a la melena al
son de la m�sica.




�
Por cierto, qu� bonitos se ven tus pezones
as� duritos.



A�adi� en medio de una carcajada y dando un giro siguiendo la
melod�a. Aquello volvi� a dejarme trastocada, pero no por ello rechac� su boca
unos minutos despu�s cuando otra vez volvimos al l�o, con m�s entusiasmo y
pasi�n si cabe. Mi culo y mis pechos eran ya de su pleno dominio y los manejaba
a su antojo.


Estuvimos bailando y enroll�ndonos durante bastante tiempo
m�s. Tambi�n me present� a varias amigas y conocidas e intercambiamos m�s
historias y an�cdotas.


Cuando ya la noche estaba avanzada y el cansancio comenzaba a
hacer mella en m�, tom� la decisi�n de ir hasta el final. As� que le dije que yo
me iba ya, pero que si quer�a pod�a acompa�arme. Pareci� dudar ante mi
propuesta, lo cual me decepcion� ligeramente. Hab�a estado jugando conmigo?




�
Est�s segura?



�
S�.



�
No s� si es lo m�s adecuado, a lo mejor no
soy lo que te esperas.



�
No espero nada.



Finalmente, pero no sin reservas, acept�. Pedimos un taxi y
en apenas media hora est�bamos en el piso que comparto con otra chica, pero que
aquel fin de semana se hab�a marchado a su pueblo. Llegamos a nuestro destino y
subimos al piso. Nada m�s entrar, me libr� de las sandalias, pues estaba hecha
polvo. Me ech� sobre el sof� y la invit� a sentarse a mi lado.


Ahora era yo quien llevaba la iniciativa. Besaba sus labios,
su cuello, sus orejas; acariciaba su pelo, sus hombros, sus pechos... Su
respiraci�n se aceleraba por momentos pero permanec�a pasiva, lo cual resultaba
extra�o despu�s de la noche alocada que hab�amos pasado.


Cuando mis manos se situaron en sus muslos y empezaron a
subir, me detuvo, pero continu� bes�ndola y toc�ndola. Unos minutos despu�s
volv� a intentar subir su falda, pero volvi� a detenerme. A�n as� yo no ced�a y
cada vez avanzaba un poquito m�s.




�
Irene, yo...



Mis manos ascend�an livianas por sus suaves muslos, asediando
su extra�a y repentina inseguridad.




�
Irene, por favor, no...



Hice o�dos sordos a sus ruegos de que parase, casi pod�a
rozar sus delicadas braguitas, entonces sent� algo extra�o, algo que no esperaba
encontrar entre las piernas de una chica como Elisa, algo duro, duro y caliente.
Palp� con tes�n, intentando adivinar (concretar, m�s bien, porque aquello era lo
que era, pero no pod�a ser...). Nuestras miradas se cruzaron fijamente, yo segu�
tocando por debajo de la minifalda y fui bajando, ten�a que comprobar con mis
propios ojos qu� era aquello. Met� la cabeza entre sus piernas al tiempo que con
las dos manos le quitaba las bragas. El bultito que se hab�a formado lo dec�a ya
todo. Mis manos volvieron a explorar y la mir� a los ojos otra vez. Asinti� con
verg�enza y baj� la mirada y cerr� los ojos cuando met� la cabeza bajo la falda
y me met� aquella cosa en la boca.


Lo �ltimo que hubiera esperado de aquella noche era terminar
con una polla en la boca, pero as� hab�a resultado. Tanto morbo acumulado, tanto
roce y tanta caranto�a con Elisa hab�an resultado en que ella, o �l, era
transexual.


Supongo que Elisa tampoco se esperaba una reacci�n as�. Yo
estaba tremendamente cachonda, y para bien o para mal, quer�a llegar ya hasta el
final, aunque fuera a la vieja usanza. La maestr�a de mi lengua hicieron que
Elisa perdiera pronto su verg�enza y se dejara llevar por la mamada que le
estaba propinando. Las lamidas superficiales se mezclaban con los chupetones y
los besos en el frenillo, las profundas inspecciones que hac�a su verga en el
interior de mi boca (casi garganta, por momentos) y todo eso se fund�a con los
cuidados de mis delicadas manos, sobre sus huevos completamente rasurados.


Dedicada y concentrada en la felaci�n, apenas prest� atenci�n
a los movimientos de Elisa, que r�pidamente se despoj� de la camiseta que
llevaba y se pus� a tocarse con ah�nco sus pechos. Su cara era de puro placer y
sus gemidos se elevaban en el ambiente para diluirse poco a poco.


En el momento en que su miembro comenz� a temblar, se�al
in�quivoca del orgasmo que se avecinaba, no me achiqu� y continu� con el
tratamiento acostumbrado. Una mano pajeaba y la otra sujetaba los huevos,
oprimi�ndolos ligeramente. Al tiempo, mi lengua juguetona se mov�a en cualquier
direcci�n en movimientos r�pidos y cortos que llevaban la sensibilidad al
m�ximo. Justo en el momento de eyacular, tapon� el orificio de salida con la
lengua y pude notar en todo su esplendor el poder�o de la corrida. Disminu�
s�bitamente el ritmo de mi mano, que segu�a subiendo y bajando sobre su miembro.
Las eyaculaciones lentas y copiosas sal�an desbocadas de su miembro. Mi pelo,
mis mejillas, mis manos, todo empapado de semen. Lamidas lentas de arriba abajo
se ocupaban de limpiar el reluciente m�stil de Elisa, que luc�a una amplia
sonrisa.


Su verga se manten�a en erecci�n, pero menguaba poco a poco.
Me incorpor� y me sent� a su lado, sin poner cuidado en limpiar mi cara del
chorreante esperma. Nos besamos reviviendo la pasi�n del pub, perdida hasta
aquel momento por la est�pida inseguridad de la que hab�a hecho gala Elisa en la
�ltima hora. Su leche resbalaba por mis mejillas hasta la barbilla, de donde
goteaba en su propio pecho.


Elisa intent� explicarse pero le hice saber que, antes de
nada, yo tambi�n necesitaba mi desahogo. Y no tard� en ponerse manos a la obra.
En un momento, se libr� de mis pantalones y de mis bragas y sus dedos se
dedicaron de forma magistral a calentarme a�n m�s de lo que estaba. Todos mis
m�sculos temblaban ante el s�lo roce de su lengua en mi piel. Sus caricias no
dejaban una micra de mi cuerpo sin tocar. El castigo que le dio a mis pechos fue
antol�gico. Las yemas de los dedos apenas rozaban mis pezoncitos sonrosados, los
cuales se erizaban y me transmit�an una especie de cosquillas
indescriptiblemente placenteras que me incitaban a apretar y frotar mis pechos
con furia. All� por donde pasaba, ya fueran sus manos ya fuera su lengua, dejaba
un rastro de excitaci�n que me sacaba de m�.


Al principio deseaba un contacto directo sobre mi h�medo
chochito, pero los rodeos que estaba dando auguraban un cl�max jam�s sentido.
Echada sobre m�, situ� una pierna entre las m�as, de forma que su suave muslo
quedaba en mi entrepierna, rozando mis labios vaginales. As�, mientras me
colmaba de besos y caricias de cintura para arriba, se frotaba sobre mi sexo.


Tan excitada me ten�a, que fue rozar su boca mi co�o y me
corr� brutalmente. Ella no se separ� ni un instante y sigui� prolongando mi
placer. Continu� con sus morritos pegados a mi chochito y tambi�n un dedito
juguet�n que se met�a en mi interior. Tan s�lo un minuto despu�s, a�n sin
reponerme del espectacular orgasmo, encaden� otro. Yo, que generalmente soy muy
callada, no pude reprimir los fuertes gemidos ante tan inesperado suceso,
gemidos que se convirtieron en pr�cticamente gritos cuando se repiti� por
tercera vez lo mismo.


Dej�ndome completamente satisfecha, se separ� al fin y se
acurruc� a mi lado. Jam�s hab�a vivido nada igual. Vaya descubrimiento: la
multiorgasmia existe!


Yo estaba extasiada, pero deseaba a�n m�s. Estaba
irreconocible. Con la mano pude comprobar que su pene estaba de nuevo en estado
de erecci�n. Le mir� a los ojos mientras acariciaba sus genitales.




�
Quieres...?



Asinti�, dando su benepl�cito. Me levant� del sof� y desnuda,
como dios me trajo al mundo, camin� por el pasillo hasta mi habitaci�n, donde
recog� los condones que no esperaba haber utilizado aquella noche. Romp� el
envoltorio de uno de ellos y se lo coloqu� con pericia. Me situ� encima suyo y,
sujetando su miembro en posici�n vertical, fui bajando lentamente. Notar la
punta del capullo rozando mis labios me hizo sentir escalofr�os y, presa de los
mismos, me dej� caer de golpe. Gem�, y lo hice en alto, pero mi grito fue
eclipsado por el suyo. Tanto que tem� haberle hecho da�o. Pero un r�pido cruce
de miradas me hizo saber que el grito hab�a sido de puro placer.


Levant� mi culito y su polla fue saliendo de mi interior
para, acto seguido, repetir la jugada y caer bruscamente. Con toda la verga en
mi interior, me mov� en c�rculos, consiguiendo que se retorciera de placer y al
mismo tiempo rozar mi cl�toris sobre su cuerpo. Volv� a subir lentamente y a
dejarme caer, comenzando a hacerlo m�s deprisa. En menos de un minuto, botaba
como una descosida cabalgando a mi ligue. Mis tetas botaban al un�sono y
nuestros jadeos se mezclaban con el sonido del chapoteo de nuestros sexos.


Cambiamos de postura, yo me situ� debajo y Elisa comenz� a
realizar penetraciones largas y profundas. Aprovech� para dedicarme a sus tetas
tan brillantemente operadas.


Me volvi� a llevar a cotas de placer inigualable penetr�ndome
de lado, con mis piernas juntas y mi chocho cerrado y apretadito. Tras este
nuevo orgasmo, ralentiz� sus movimientos y volvi� a enloquecerme con las suaves
caricias. Cuando me recompuse, volv� a ponerme en el rol de amazona y comenc� a
trotar encima suyo, con pausas para moverme con su verga aprisionada en mi
interior que acrecentaban la excitaci�n de ambos. Y en una de estas, explot� en
otro intenso orgasmo, que instantes despu�s yo acompa�ar�a toc�ndome el cl�toris
velozmente.


Tras la apabullante y sofocante sesi�n de sexo salvaje,
vinieron las explicaciones, que poco importar�n ya al lector. Pero s�, Elisa era
transexual y se hab�a operado hac�a ya m�s de un a�o el pecho y estaba en espera
de terminar de operarse por completo. Yo le reafirm� mis inquietudes sexuales, a
pesar de haber disfrutado como nunca con una buena polla, segu�a sintiendo una
extra�a y morbosa atracci�n por mi propio g�nero. Elisa se comprometi� a
buscarme alguien con quien terminar de decidir mi rol sexual, decisi�n que de
momento quedar�a aplazada.


Y la verdad es que, tal y como estaba la situaci�n, otra
fantas�a comenzaba a cobrar peso: y si le propon�a un tr�o? Sin duda, aquel fue
el comienzo de una grand�sima amistad.


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