Estaban en un Centro comercial. Era una tienda de ropa interior y complementos para él
/ ella. La dueña, amiga de ambos, trabajaba por amor al arte. Una viuda
adinerada a la que le gustaba estar ocupada. Les había pedido que le ayudasen,
aprovechando su visita mañanera, a colocar unas estanterías a las
que no llegaba bien. Llegó la hora de comer y les dijo que dejasen la tarea
hasta la tarde. Ella, comentó, debía acercarse a celebrar el cumpleaños
de un familiar.
No te preocupes- Le dijo Quique. Vete a comer y nosotros, nos
traemos algo de comer y acabamos.
Me parece bien. Contestó ella.
Y
así lo hicieron. Ana y Quique comieron unas hamburguesas y continuaron
trabajando un rato más en la colocación de los estantes. La tienda
estaba cerrada. Los cierres echados y las cortinas corridas, de forma que desde
fuera, se veía el escaparate, pero no la tienda.
Ana
y Quique tenían calor y llevaban ropa veraniega. Estaban sentados en unas
cómodas sillas para probarse zapatos.
Ana
cogió unos zapatos de tacón alto y se los puso. Se paseó
por la tienda con ellos, mientras Quique la miraba sonriente. La altura de los
zapatos y los shorts cortos que llevaba ella, ensalzaban unas piernas bronceadas
que se hacían más largas.
Mmmmm- pensó Quique mirando
sus piernas. Ana se acercó hasta él y le preguntó -¿Te
gusta como me quedan?- Y sin dejarle contestar añadió: -Creo que
sí- Mientras le acariciaba la barbilla con el índice.
La
sección de ropa interior estaba en una habitación contigua por la
que ella desapareció diciendo -Ahora vengo-. Al cabo de un minuto, Quique
levantó la vista de un folleto que estaba ojeando para quedarse al instante
sin respiración.
Ana, apoyada
en el marco de la puerta, aparecía en ropa interior. No se había
desprendido de los zapatos de aguja y a Quique le dio la impresión de estar
observando una página muy real de una revista erótica. Como erótica
era la postura que adoptaba.
Comienza
el espectáculo- Comentó la muy pícara, desapareciendo otra
vez y dejando a Quique con una erección cada vez mayor.
La
2ª aparición de Ana, no desmereció en nada a la anterior. Esta
vez llevaba un conjunto azul celeste que contrastaba con el moreno de su piel.
Los encajes abundaban arriba y abajo y ella se paseó delante de Quique
sin dejar que este alcanzase a tocarla. Volvió a perderse tras la puerta
dejando a Quique y a su polla en un estado de excitación extrema.
Cuando
la cara sonriente de Ana volvió a asomar, Quique solo pensaba -sal, sal
que te vea-... y ella salió. ¡y cómo salió! Llevaba
un "wonderbrá" blanquísimo que levantaba sus pechos convirtiéndolos
en dos bolas de carne aterciopelada y apetitosa. Pero ¡Ay! ¡Si mirabas
hacia abajo! La nena se había puesto la mínima de la mínima
de las expresiones de tanga. Las delgadas tiras que se unían daban forma
entre sí, eran blancas; cosa que no se podía decir tanto, de la
breve tela que tapaba su sexo. Esta, más que blanca era transparente y
esto, la convertía en oscura por el negro vello que se adivinaba tras ella.
Quique
se mordía el labio inferior con sus dientes superiores, mientras sus desorbitados
ojos volvieron a ver como Ana se daba una vez más la vuelta para despedirse
con un contoneo de caderas que a punto estuvo de hacer perderle el conocimiento.
El
calor recorría su cuerpo a lo largo y a lo ancho. Sentía crecer
el deseo de tenerla, de follársela. Su miembro erecto lo reafirmaba queriendo
ser liberado, acariciado, usado...
Cuando
ella apareció nuevamente, Quique se encontraba vestido únicamente
con el slip. Su piel brillante hacía deducir la temperatura de su cuerpo
y su mano, apoyada sobre su polla, los deseos más acuciantes. Cuando parecía
que este deseo no podía ser ya mayor e iba a tener que comenzar a darse
alivio con una paja, ella le volvió a sorprender. Esta vez, los zapatos
de tacón de aguja se acercaron hasta él, acompañados por
unas medias negras con liguero y un corpiño de encaje negro que remataba
unas braguitas a juego de lo más erótico. Ana se plantó frente
a Quique. El sentado. Ella, abierta de piernas y brazos en jarras. Al cabo de
unos segundos de dejarse contemplar, Ana se agachó y rozando sus labios
a los de él le susurró -Ahora te toca a ti- a la vez que le señalaba
la sección de lencería masculina.
El
se levantó y, tras darse un profundo morreo, desapareció por la
ya ajetreada puerta.
Cuando Quique
apareció, Ana, sin descanso, se había vuelto a cambiar. Unas gomas
elásticas le habían servido a la muy cabrona para hacerse unas coletas,
que remataba con unas bragas amarillas, una camiseta de tirantes dos tallas menor
que la suya que le dejaba al descubierto el ombligo y prominentes los pezones
y todo ello, se aderezaba con unos calcetines cortos blancos, calados y un chupa-chups.
El morbo hecho mujer...
Ana hizo
una señal con el índice indicándole que saliera y se acercara.
El
cuerpo de Quique se cubría con un short de lycra negra y ajustada. La parte
delantera era una transparencia, salvo el triángulo central. El se acercó
hasta ella y le cogió el chupa-chups. Lo lamió y después
se lo introdujo en la parte delantera de su short. Cerró los ojos un segundo
y sacándolo, se lo devolvió a Ana, que con gesto vicioso, lo lamió
con avidez nuevamente.
Quique se
fue hacia el probador pensando... -es que me la follo-
Cuando
volvió a salir, ella se había puesto una bata de raso granate. No
se la había abrochado y mientras que uno de los lados la cubría,
el otro mostraba una redonda y enhiesta teta, exhibiendo la ausencia de cualquier
otra ropa. Ana había cambiado la apariencia de niña por la de puta
de lujo y a punto estuvo Quique de sacarse la polla y dejarse llevar. Se contuvo
y exhibió un sexy bóxer blanco que ensalzaba, con la luz y las sombras,
las curvas, algunas más que prominentes de él y dejaba adivinar
un culo prieto rematado por dos musculosos muslos.
La
siguiente aparición de él fue con un calzoncillo-short, rojo con
topos blancos. Ana, enfundada ahora en un conjunto de sujetador y tanga color
lila, rió antes de soltar un ¡guau!- La sonrisa se transformó
en una boca abierta cuando Quique deslizando las manos desde su pecho y sus abdominales,
se introdujo los pulgares bajo la prenda y comenzó a bajárselo despacio,
dejando ver una piel blanca, tersa y ausente de vello en su cadera y apéndice.
Cuando empezó a aparecer el vello de su pubis, se subió el short
súbitamente y un segundo después se lo bajó completamente
de golpe.
Ante los ojos de Ana apareció
un tanga de cuero blanco que a duras penas guardaba la polla de su chico.
Quique
se acercó a Ana y se sentó sobre ella. Le agarró la nuca
y comenzaron a besarse. Los dedos de él bajaron por la espalda de la chica
y le desabrocharon el sostén. El, incorporándose hacia atrás,
se arrancó el tanga de un tirón, dejando al descubierto una polla
enhiesta, rezumante, dura y congestionada. Deseosa de penetrar. Ana se levantó
y rodeó con sus brazos y sus piernas el cuello y cuerpo de él. Este,
sujetándola por el culo, se regodeó sobándole, pensando que
tenía el culo más apetecible que pudiera apetecer a nadie. Sus dedos
se perdían bajo el tanga de ella, y en algunos de los viajes, regresaban
húmedos después de hacer una "paradita" en su entrepierna.
Ella
gemía, mientras introducía su lengua una y otra vez entre los labios
de Quique. Sin saber muy bien cómo ni porqué, acabaron dentro de
uno de los probadores, dotados de un gran espejo de pared y un taburete.
Ana
se "bajó" de Quique, el cual, colocándola delante de él,
dándole la espalda, empezó a frotar su polla contra su culo respingón
mientras la comía el cuello. El apoyaba su espalda contra la pared del
probador y agarraba una de las redondas tetas de Ana. Mientras, la otra mano se
perdía dentro del tanga y el espejo, reflejaba un movimiento impreciso
de la mano de él que hacía que la excitada joven lanzara exclamaciones
de placer.
Cuándo en una de
esas exclamaciones Ana gritó -¡me corro!- Quique le rasgó
la prenda íntima y la dio la vuelta para abrazarla. Tras un primer instante
de "vuelta a la realidad" ella, sentó a su chico en la banqueta.
Cuando este se quiso dar cuenta, Ana le estaba haciendo una tremenda mamada que
le hizo poner los ojos en blanco. A Quique no le salía ni una palabra y
lo máximo que lograba hacer era gemir un -ahhhh- gutural, placentero, que
hubiera querido estar diciendo durante un tiempo sin fin.
En
una de las lamidas de Ana, esta se vio cogida en volandas por él, que la
puso contra la pared. Inmediatamente después, Ana sintió como su
coño era penetrado por él y se iniciaba un bobeo al que acompasó
sus sensaciones de placer.
El placer
de Ana se vio aumentado al abrir los ojos y ver reflejados en el espejo la espalda
de él, con sus músculos sudorosos y marcados, y su culo moviéndose
adelante y atrás follándola.
-¡Así,
dame tu polla!- decía ella, poniendo aún más cachondo a Quique.
Este, agarraba los muslos de Ana, que movía sus caderas para recibir la
embestida. Cuando sus brazos comenzaron a notar el esfuerzo, él se salió
de ella. Ana, apoyando las manos en el espejo, se agachó y le ofreció
su culo. Se abrió un poco los labios de su apetecible coño, con
varios dedos y le dijo -¡métemela!-
Quique
se agarró la verga por la base y dirigió la punta hacia la entrada
del coño para entrar hasta el fondo. Comenzaron otra vez a joder. Ana y
Quique se miraban a los ojos por medio del espejo, empañado por el aliento
acelerado de Ana.
Los bombeos se
aceleraron y Quique, soltando los pechos de Ana, pasó a agarrarla las caderas
mientras gritaba -¡Ahh, mi niña, me corro, me corroooo!-
Un
minuto después, abrazados y besuqueándose, sentados desnudos en
el probador, Ana y Quique comentaban lo agradable que era echar una mano a una
amiga...
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