EL TATUAJE DE ANA.
Mientras escribo esto un par de cubos de hielo nadan
graciosamente sobre un tanto de whisky, su tono ambarino me recuerda el color de
ojos de una chica de la que si acaso se poco mas que el nombre, mismo que me
reservo por razones mas que obvias y que para fines de esta historia llamare
simplemente Ana es mucho decir. En cuando al resto he de ser claro desde ahora
todo en cuanto a ella respecta es un misterio, su faz es por definici�n
inexpugnable y aunque sus generales bien podr�an obviarse har� el ejercicio
descriptivo obligatorio en esta clase de relatos pues solo as� podr�n entender
(quiz�s) la fascinaci�n que ella despert� en mi y la raz�n por la cual ahora no
encuentro paz alguna.
En aquel semestre y para seguir la regla que el destino me
hab�a impuesto desde hac�a dos cursos anteriores no conoc�a a nadie y nadie
sab�a de mi mas all� de lo puramente indispensable, as� las cosas me hab�a hecho
a la idea de ejercer en la medida de lo posible aquella pasi�n simple que se
define escuetamente como "mir�n ocasional" de los elementos femeninos que
merecieran la pena (y el tiempo) si es que alguno poblaba aquella materia lo que
comenzaba a ver como una posibilidad muy lejana pues hasta ese momento nada
regocijaba mi vista.
Cuando se cursa un posgrado no hay tiempo para nada, todo se
resume a trabajo agobiante, prisas devastadoras y cierta angustiante sensaci�n
de que el tiempo nunca alcanza y que no basta todo tu empe�o, siempre faltan
cosas por hacer y toda tarea parece inconclusa. Con tan poco margen para hacer
nada pensar ya no digamos intentar alg�n tipo de acercamiento, con fines poco
acad�micos pero si mucho de recreativos con alguna de tus colegas termina por
obligaci�n en fracaso, pues ellas al igual que tu est�n hasta el cuello entre
materias, tutores, ex�menes y trabajo experimental .
Es por ello que cuando vi a aquella deliciosa chica morena
entrar al aula con sus jeans superajustados, su suculenta panza chelera asomando
descaradamente por el borde de la playera igualmente ajustada y sus tetas
bastante generosas por cierto rebotar a cada paso, pens� que si el curso era
malo cuando menos tendr�a una buena vista. Aquella r�pida chaqueta mental qued�
reducida a una est�pida caricatura cuando la chica con todo y sus kilos de m�s
tom� un asiento a un par de bancas de donde me encontraba, dej�ndome admirar en
el proceso no solo su op�paro par de nalgas que completaban magistralmente todo
el voluptuoso conjunto de su anatom�a sino el tatuaje en su baja espalda.
Por supuesto en la actualidad un tatuaje franqueando las
nalgas de una chica no es cosa del otro mundo, por el contrario, eso es cosa de
todos los d�as, como tambi�n lo que es que estos dise�os se luzcan sin el menor
decoro y en las partes del cuerpo mas inveros�miles y provocadoras pues se
sobreentiende la raz�n por la cual est�n ah� y que si est�n es para exhibirlos.
Sin embargo, hace diez a�os y pese a toda mi experiencia como "mir�n ocasional
pervertido en potencia" no estaba preparado para un tatuaje como el de aquella
chica.
Se trataba de un caballo en pose de concurso ecuestre,
elaborado eso si con una precisi�n casi matem�tica. Las proporciones eran
exactas, el sentido de luz y oscuridad el �ptimo, la perspectiva inmejorable,
a�n a la distancia se notaba claramente que aquel era un trabajo muy profesional
y en el cual se hab�an dedicado muchas horas y probablemente semanas de
extenuante labor.
Por un par de segundos me dediqu� a estudiar la suculenta
anatom�a de mi colega sin saber que mirar primero, si su cabello rizado
estilizado gracias a luces rubias, sus espaldas anchas mismas que me imagin�
eran necesarias para soportar el peso de los rotundos melones frontales que
anteriormente hab�a visto rebotar sensualmente, las graciosas lonjas desbordando
los jeans y que eran continuaci�n obvia de aquella panza cervecera o el tatuaje
justo arriba de las nalgas. Al final mi decisi�n parec�a ser obvia sin embargo y
por ese d�a mi contemplaci�n ces� de manera tajante pues la clase hab�a
comenzado.
Con el correr del curso la contemplaci�n de aquel tatuaje se
convirti� en una especie de deporte que en el colmo del rid�culo me instig� a
buscar un mejor �ngulo y distancia para mirarlo en todos sus detalles, fue
entonces que entre clase y clase distingu� un elemento que en principio me hab�a
pasado por completo desapercibido pero que ahora me saltaba a la vista de manera
indiscutible: con la misma maestr�a en que hab�a sido dise�ado el resto pero
convenientemente oculto entre los cuartos traseros se dibujaba el miembro del
animal, si bien denotando flacidez no la que corresponde a la de los equinos en
relajaci�n sino la que antecede a la excitaci�n y que no es del todo completa
pero que esta ah� de manera facultativa, esperando el abandono de la hembra o la
disposici�n completa para el coito.
Que pod�a representar aquello? por completo nuevo para un
mir�n de mi cala�a y que dentro de mi hiperactiva mente solo pod�a significar
que a aquella chica le ven�a bien la idea (de entrada la idea) de que el miembro
de un caballo no era despreciable o cuando menos merec�a un lugar en su baja
espalda.
No hizo falta gran cosa para imagin�rmela en cuatro, con
aquel par de tetas enormes apuntando al piso balance�ndose atr�s y adelante al
ritmo de un fren�tico e improbable coito con el cuadr�pedo animal... imagin�
como no me hab�a puesto a imaginar nunca los gemidos producto de una linda chica
siendo montada por un caballo, con su vagina llenada al tope destilando todo lo
que se supone tiene que destilar y cobijando apenas un miembro negro y mas largo
que un brazo humano y en medio de todo un coro de gemidos humanos y relinchos
equinos; para luego y en una asociaci�n que a mi se me antojaba obvia verla de
rodillas masturbando a dos manos aquel miembro descomunal al mismo tiempo que
con la boca abierta (la misma que se adivinada deliciosa) se prestaba a tragar
toda la corrida del caballo o en el peor de los escenarios dejar que la corrida
se estrellara contra sus pechos al mismo tiempo que le prodigaba al miembro un
largo masaje con las tetas embadurnadas de esperma.
Aquellos pensamientos mal viajados me causaron una erecci�n
como la que seguramente portas tu en tus pantalones. Pensamientos que
irremediablemente se repitieron una y otra vez hasta que decid� en el colmo de
la estupidez a hacer algo al respecto.
Ahora cuando el tanto de whisky inicial le ha dado paso a
tres tragos mas en las rocas de la misma sustancia de procedencia escocesa,
recuerdo como si lo estuviera viviendo una vez mas el fuerte bofet�n que me
profiri� aquella chica a la que llamo Ana cuando insinu� de manera mas que
inocente si le atra�a la idea de fornicar con un caballo. Recuerdo mis balbuceos
a manera de torpe disculpa y sobre todo su respuesta en la forma de una patada
en los test�culos que certeramente me conect� en el estacionamiento del
instituto antes de escupirme a la cara y decirme con la voz mas sensual que le
hubiese escuchado a una chica que acababa de molerme la hombr�a de una patada
que "lo que ella hiciera con sus nalgas era muy asunto suyo".
Lo que el whisky no me permite recordar es como es que llegu�
hasta su auto, tal vez el dolor en la parte baja de mi cuerpo se ha encargado de
borrar de mi mente el momento en que ella presa de ternura ante mi sufrimiento o
quiz�s dominada por un arrebato de excitaci�n exhibicionista, se encarg� de
llevarme hasta su auto color rojo sangre y convenientemente apostarme en el
asiento del copiloto. Supongo tambi�n que el dolor am�n de la incredulidad (uno
si no es que ambos) me han hecho olvidar, el camino del instituto a la facultad
de veterinaria por cierto entidad de adscripci�n de su doctorado y sobretodo el
camino hasta los establos en los que nos encerr� bajo llave y dos chapas de las
que cualquier ladr�n de mediano prestigio tendr�a respeto.
No obstante lo que est� vividamente asentado en mi memoria es
como de manera mas que conveniente y luego de una nueva y sorpresiva patada en
los test�culos lo que est� de mas decir me dej� sin fuerzas, me amarr� a una
silla con sabr� dios que artilugios para luego y en el colmo de mi suplicio
hacerme un streptease con obviamente un caballo de talla mediana de fondo.
Sin ir mas all� de la exageraci�n porque en estos relatos
todo se exagera hasta niveles de absurdo he decir que la chica, la misma que me
hab�a fascinado con tan solo verla a un par de bancas durante la clase, hizo de
todo y muy a mi pesar sin que yo pudiese hacer nada a no ser lo que siempre
hab�a hecho y que era simplemente observar. La vi entonces acercarse en pelotas
a aquel animal art�fice de mi suplicio y como lo amarraba con gruesas correas
del cuello y las patas para luego sin mayor advertencia tenderse bajo de �l para
masajearle la verga, en principio imperceptible pero luego de un rato en el que
altern� recuerdo bien: manos, lengua y tetas cobrar dimensiones verdaderamente
descomunales.
En aquel momento las aberrantes maquinaciones que durante
semanas hab�a formulado a sus costillas cobraron eco en la realidad una y otra
vez hasta que el dolor en los test�culos producto de los golpes dieron paso al
dolor que se siente cuando estas a punto pero no hay nadie quien te atienda y es
que no era para menos. Luego de masajearle el miembro la muy zorra se puso en
cuatro, en efecto justo como hab�a imaginado y no me pregunten como puesto que
estaba un tanto lejos para tomar nota de esos detalles se hizo penetrar por el
miembro del caballo, supongo yo que por el culo porque sus gritos no eran para
menos.
Ni en mis mas viajadas fantas�as cre� posible que aquello
siempre por mi considerado improbable estuviera pasando, la chica se retorc�a
debajo del animal y el muy infeliz hacia todo el intento de montarla pero como
estaba atado (al igual que yo) apenas y lograba hacer nada, pero claro poco
hac�a falta. Ana se encargaba de todo, con una mano se as�a al piso mientras con
la otra se bombeaba la verga en el culo entre tanto mi cabeza estallaba con cada
uno de sus gemidos. El espect�culo si es que as� puedo llamarlo pues mas bien
era tortura (para mi obviamente), se prolong� por un buen rato hasta que Ana
girando sobre su propio eje se prest� a mamarsela al caballo, obvio es decir que
a mi no me fum� en ning�n momento.
Nada de lo que pueda ahora decir alcanzar�a a describir con
algo aproximado a la justicia el hambre con el que la chica se com�a aquel
miembro. Desde mi sufrida y privilegiada posici�n no perd�a detalle de como lo
lam�a y chupaba una y otra vez hasta que (seguro) presa de una locura extrema se
lo introduc�a en la garganta como si quisiera hacerlo desaparecer para luego
sacarlo de su boca (no sin frustraci�n) para chuparlo nuevamente de arriba hacia
abajo... en un momento dado y �Oh si, maldita sea mi estampa� vi cogerle
la polla al animal, acomod�rsela entre los pechos y acariciarla
entre ellos. Su placer era innegable mi suplicio irrebatible.