Un paseo en el metro
Hola papitos:
Soy su amiga Artemia, nuevamente con ustedes para platicarles
lo que me ha sucedido �ltimamente; espero que este relato sea de su completo
agrado, tanto como lo es para m� el cont�rselos.
Despu�s de mi fechor�a en el metro (""), sent�a la necesidad de
volver a experimentar esas ricas sensaciones. Mi mente se distorsionaba
imaginando las escenas m�s cachondas y depravadas, que me ocurr�an, reviv�a los
delirantes picotazos de verga que me hab�an dado en las nalgas, me imaginaba
teniendo otra vez sus penes en mis manitas, pero ahora sin mi marido de por
medio. Durante mi periodo menstrual, era cuando m�s urgida me sent�a y evocaba
los momentos m�s excitantes que ya les relat�. Mis pezones se pon�an como piedra
y mi conchita destilaba ese rico alm�bar de hembra en celo, y mi cl�toris
parec�a un peque�o pene que se destacaba entre la selva de mis vellos.
Sin poder contenerme, decid� aventurarme yo sola. Era viernes
y sab�a �por lo que hab�amos platicado con los tres chicos que contact� v�a
Internet y despu�s en el Sanbors-, que la hora m�s propicia ser�a por la noche,
y me ca�a de perlas pues ese viernes Jos� Luis no estar�a.
Cuando lleg� la hora de prepararme, escog� unas viejas
pantaletas que en sus mejores tiempos constituyeron las delicias de mi esposo;
me quedaba bastante apretada pues ahora estoy m�s nalgona, pero me gustaba
porque es de encaje y se me enterraba deliciosamente en mi rajita, y por atr�s,
se me met�a muy rico en mi culito; y cuando caminaba me rozaba de una forma, que
me empapaba. Seleccion� un vestido de una sola pieza, que me quedaba un poco
corto pero sin darme a notar, decid� no ponerme medio fondo ni brasier, y al
estar excitada, mis pezones se notaban perfectamente, as� que me puse un su�ter
de botonadura al frente.
Mir� mi reloj y justo a las 7:15, me encamin� al metro
Insurgentes, con la intenci�n de llegar hasta Pantitl�n. Seguramente estaba a
reventar y se ir�a parando mucho; eso favorecer�a mis planes. Ya comenzaba a
oscurecer y camin� presurosa por la glorieta que me llevaba a la entrada del
metro. Las escaleras se me hicieron eternas y al llegar a los andenes pude
comprobar mis suposiciones, estaba atestado de gente malhumorada que tambi�n
quer�a llegar a casa despu�s de una larga semana. Aunque estaba la separaci�n
para mujeres, muy nerviosa me decid� a viajar con los varones. No me animaba y
pasaron dos o tres trenes, hasta que arm�ndome de valor, me dije: �Ingue su�
�, y voy pa� dentro.
No tuve que hacer mucho esfuerzo por abordar, un mar de gente
me arrastr� al interior del vag�n. Hac�a mucho calor y todos �bamos muy
apretados, justo detr�s de m� iba un hombre joven, alto con traje negro y en la
mano llevaba un portafolios. Al entrar, r�pidamente me di la media vuelta y
qued� d�ndole la espalda y con la fuerza del empuj�n inicial, pr�cticamente ca�
en �l, sent� como mi generoso trasero golpe� contra su bajo vientre y por acto
reflejo, se movi� hacia atr�s un poco, pero al cerrarse las puertas, adopt� una
posici�n m�s c�moda, roz�ndome ligeramente.
Al ponerse en marcha el tren, me sujet� con una mano y la
inercia me hac�a bambolearme de un lado a otro, sobre las personas que ven�an
junto a m�, as� que pens� en ponerme c�moda yo tambi�n y confiadamente me
recargu� sobre el muchacho. Supuse que no le molestar�a, seguramente estaba
acostumbrado a viajar as� de apretado; y vaya que no le molest�
La cercan�a de nuestros cuerpos hab�a causado estragos en �l,
pude sentir en mi trasero como su miembro viril comenzaba a crecer y ponerse
duro, en otras circunstancias me hubiera retirado de inmediato, pero debido a mi
enorme calentura no lo hice; como ya dije, necesitaba volver a vivir lo que
hab�a experimentado al lado de mi esposo, hac�a ya bastante que so�aba con ese
momento y aunque me hab�a imaginado que no uno, si no que muchos hombres me
rodear�an, esto era como un bocadillo entre comidas. Adem�s la sensaci�n que me
provocaba el poder excitar a un hombre as� de r�pido me encantaba.
En la pr�xima estaci�n que era Balderas, no baj� nadie del
vag�n, por el contrario, y desafiando toda ley de la f�sica, subi� mucho m�s
gente, y donde parec�a que ya no pod�a entrar ni un alfiler, nos amontonamos
como sardinas en lata. Para entonces, �l y yo (�l que ven�a agasaj�ndose con mis
pompas) est�bamos embarrados uno en el otro. Pude darme cuenta como
discretamente acomod� su cadera para poner su bulto justo en medio de mi culo.
Eso me estaba desquiciando, as� que levant� mi cadera para que me pudiera
alcanzar mejor y me presion� contra �l, embarr�ndole mis nalgotas en su
endurecida macana.
Era delicioso sentir su firme palo duro y fibroso, frot�ndose
en mis ancas, las cuales empujaba hac�a su falo y se las restregaba en una clara
invitaci�n para que hiciera de mi culo, lo que le viniera en ganas. �l entendi�
la situaci�n y se liber� por completo, comenzando con movimientos p�lvicos
fingiendo la c�pula; volte� para cerciorarme que era �l el que me arponeaba las
nalgas, y no otro; as� como para darme cuenta de la gente; afortunadamente no
hab�a problema ya que detr�s de nosotros estaban las puertas del vag�n que no se
abren.
Una buena parte del trayecto nos fuimos as�, ocultando
nuestros movimientos con las vibraciones del tren. Repentinamente, el tren se
detuvo entre las estaciones de Candelaria y Merced, y como si nuestros ruegos
hubieran sido escuchados, se fue la luz en todo el tren. De inmediato se oyeron
suspiros de mal humor y quejidos de desaprobaci�n de todos ah� dentro. Ahora
todo se pon�a a nuestro favor, ya que tendr�amos m�s tiempo para jugar. Pero
comprend� que deb�amos ser m�s discretos, ya que ahora con el vag�n detenido y
tan apretados como �bamos, los dem�s se dar�an cuenta si no ten�amos cuidado.
Lo sent� moverse con dificultad para poner su portafolios en
el piso, detr�s de sus piernas. Ahora ten�a las manos libres y las consecuencias
no se hicieron esperar. Sus manos se posaron en mi cintura, bajando lenta y
suavemente a mis ampulosas nalgas, suspirando complacido al encontr�rmelas
amplias, abultadas y duritas; luego las subi� de nuevo al frente por mi vientre,
y las piernas me comenzaron a temblar de placer.
Comenz� de nuevo su recorrido ahora bajando por detr�s hasta
llegar a mi trasero. Ah� masaje� como quiso la redondez mis grandes pompas,
d�ndose cuenta que s�, que estoy algo culona. Las sob� y luego las captur� en un
sensual�simo apret�n de nalga que me hizo mojar mis apretadas pantaletas. Estaba
s�per excitad�sima y rogaba en mis adentros que no se detuviera; en esos
momentos era capaz de empinarme para que me la metiera. Sigui� bajando ahora por
mis piernas hasta encontrar la terminaci�n de la falda de mi vestido. �No lo
pod�a creer!, sin siquiera hablarme, se estaba aventurando a buscar debajo de mi
vestido, qu� atrevido, �no, chicos? Volvi� a subir disfrutando la sensaci�n que
mis piernas encerradas en la apretad�sima pantaleta le ofrec�an. Cre� que se
detendr�a, pero cuando lenta y cuidadosamente comenz� a bajar mi calz�n, entend�
que lo que quer�a era sentirme piel a piel. Lo dej� hacer y no opuse
resistencia, por el contrario, con mis movimientos de cadera, le facilit� su
objetivo.
Cuando hubo alcanzado mi piel, yo estaba queriendo m�s, as�
que abriendo mis piernas en comp�s y agach�ndome un poco para que me disfrutara
mejor, se me ocurri� pasar mis manos hacia atr�s y me permit� tocar el bulto
enorme en su pantal�n, lo sent� largo y dur�simo, y en ese momento se me antoj�
tocarlo piel a piel tambi�n, y por qu� no, mam�rselo. �Era extraordinario lo que
est�bamos haciendo delante de tanta gente!... Discretamente se baj� su cierre y
liber� su fierro, bastante cabez�n por cierto, para que yo lo pudiera tocar y
nadie se diera cuenta. El vag�n segu�a parado, y ya en una mutua y avasallante
excitaci�n, vali�ndome un comino lo que �l pensara, me arriesgu� a poner su
endurecida macana en medio de mis nalgotas; y con un dedo, h�bilmente hice a un
lado mi pantaleta, que en ese momento solo estorbaba.
�La sensaci�n de tener esa verga entre las nalgas era
indescriptible!... �l comenz� a moverse de nuevo y yo pens� que era mucho
riesgo, alguien podr�a darse cuenta, pero estaba disfrut�ndolo tanto que no me
import� y abr� mis piernas lo m�s que pude para que pudiera gozarme bien. En esa
postura era pr�cticamente imposible que me penetrara, pero la gruesa cabezota de
la �onga, frotaba deliciosamente mis nalguitas alcanzando mis protuberantes
labios vaginales.
Comenc� a percibir su respiraci�n forzada en mi nuca y cerca
de mi o�do derecho, esto me enardeci� mucho m�s y con la boca abierta comenc� a
babear de placer. Inmediata y discretamente hund� dos dedos en mi cuca,
saboreando deliciosamente la dureza de mi botoncito y las embestidas de mi
desconocido amante No pude evitarlo y dej� escapar un gemidito ahogado, casi
inaudible pero que alcanz� a escucharse.
Perd�n se�orita, si la he pisado-, dijo presuroso mi
caballeroso gal�n, tratando de que los dem�s ignoraran que mis gemidos se
deb�an a la tremenda limada que me estaban dando.
No contest�, pues mi voz quebrantada por el placer me hubiera
delatado. Me qued� totalmente quieta, no pod�a moverme o alguien nos descubrir�a
y quien sabe que hubiera pasado. El desconocido a mis espaldas s� se mov�a, y de
qu� manera lo hac�a el condenado. Cuando cre� que ya no habr�a m�s sorpresas,
pos� sus manos en mi cintura, por los costados, y as� subi� hasta mis pechos.
Comenz� a masajearlos h�bilmente y sorprendido por su gran tama�o; arreciendo
sus acometidas con m�s br�os.
Lo inevitable ocurri�, comenc� a sentir los s�ntomas de un
orgasmo por venir, y apretando mis dientes y los pu�os, goc� de los
embriagadores espasmos en silencio. Pero no fui la �nica que lleg� al cl�max, mi
amante en turno se acerc� a m�, y para ahogar sus gemidos mordi� mi cabello y se
derram� entre mis piernas. El semen empap� mis nalgas y la entrada a mi panocha
y escurri� abundantemente por entre mis piernas hasta mis zapatos. Cuando el
�xtasis se disip�, discreta y lentamente acomod� mis pantaletas, mojad�simas con
los l�quidos de ambos, y baj� mi falda. �l a su vez, guard� la herramienta que
me hab�a dado tanto placer.
Despu�s de que terminamos, todo sigui� en calma, y a los
pocos minutos la energ�a regres� y el tren sigui� su camino. Aprovechando que en
la estaci�n de Moctezuma bajo una buena cantidad de gente, me baj� yo tambi�n.
Ya no pude agradecerle la gratificante sesi�n de sexo que me hab�a brindado,
pero estoy segura de que �l tambi�n me agradec�a la oportunidad. El tren se
march� con �l a bordo, y yo me dirig� a la salida, temerosa de que la abundante
humedad en mis pantaletas hubiera alcanzado mi falda. Era ya de noche y me
dirig� en taxi a mi casa. Un ba�o caliente me esperaba, y esa noche de viernes
dorm� placida y profundamente.
Artemia Pineda
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