Estando en la ense�anza media, tenia un grupo de amigos muy
buena onda, el grupo lo formaban Ignacio, Juan Jos�, el perro Pedro Salazar y
yo. Form�bamos un cuarteto simp�tico algo desordenado y por sobre todo muy
curiosos. Pasamos la t�pica etapa de la curiosidad sexual, mirando revistas
calentonas y relatando aventuras sexuales, que despu�s comprend� eran en su
mayor�a inventadas para impresionar a los otros.

La mayor�a de las veces, nos junt�bamos en la casa del perro
Salazar, porque �l tenia gran cantidad de revistas pornos que su padre
coleccionaba en sus viajes al extranjero. El perro nos cont�, que no solo su
padre era aficionado a estas lecturas, sino tambi�n su madre, y como �l nos
dec�a, serv�an de "complemento". Por supuesto que este material nos servia para
unas interminables sesiones masturbatorias. Al comienzo por pudor, cuando
sent�amos que estabamos extremadamente calientes, part�amos a encerrarnos al
ba�o por turnos y ah� en la soledad del cuarto, nos paje�bamos.

Pero con el pasar del tiempo, comenzamos a pajearnos ah�
mismo en el dormitorio, delante de los que estuvieran. Cada vez que me acuerdo
de esos tiempos, me causa mucha gracia, Ya que era incre�blemente c�mico,
recordar como mir�bamos escondidos en el dormitorio del perro, las innumerables
revistas, mientras nuestros miembros eran sistem�ticamente masturbados.

Parec�amos una orquesta en la que los �nicos instrumentos que
se tocaban, no daban ni siquiera una nota, sino solo mucho moco, que se iba
juntando en un mont�n de papel confort, que se arrumbaba a nuestro lado,
mientras mir�bamos las fotos.

Eran tal nuestras ganas de debutar con una mujer, que muy
pronto comenzamos a fraguar planes, para saciar nuestras pasiones.

Nuestro objetivo elegido fue Carolina. Comenzamos a
observarla, mientras coment�bamos entre nosotros lo linda y rica que estaba la
chica. Carolina era una muchacha realmente preciosa, con la que muchos de
nosotros so��bamos a menudo en secreto, pero sin atrevemos a insinuar ni
intentar nada. Era la clase de chica que le hace hervir las pelotas a
cualquiera. A ella le bastaba salir a la calle para alborotar a todos los penes
que se cruzaran en su camino.

Pero tenia un peque�o defecto, era sordomuda. Debido a lo
mismo ella no sal�a nunca a la calle, generalmente pasaba encerrada en su hogar.
Nosotros sab�amos que los viejos, durante las ma�anas de los d�as s�bados, la
dejaban sola porque ten�an que ir al hospital a seguir un tratamiento de la
se�ora.

Nos pusimos de acuerdo y decidimos que los tres iriamos a su
casa, nuestra intenci�n solo era divertirnos un poco y darle un peque�o susto.
Nos introdujimos a la casa por el patio trasero. Cuando entramos a su casa, la
encontramos realizando las labores de la casa. Ella se quedo inm�vil debido a la
sorpresa, estaba tan p�lida que parec�a un anima en pena.

Las agarramos entre todos y comenzamos a manosearla, primero
como jugueteando, pero debido a sus intentos de defensa, poco apoco nos fuimos
acelerando. La lolita se retorc�a defendi�ndose del ataque, a nosotros nos
causaba mucha risa, porque no pod�a gritar y solo hacia gestos desesperados.
Ella intento correr, pero pronto se dio cuenta que no tenia escapatoria. Era
claro que tendr�a que aguantar una tremenda gozadera, aunque ella no la pasara
igual de bien que nosotros.

Nos miraba desesperadamente, con ojos de suplica mientras sus
ropas se iban desgarrando. En pocos instantes todo era un caos, los gritos, las
amenazas, los gemidos, los agitados movimientos. En pocos segundos, su cuerpo
suave y delicado fue mordido, succionado, manoseado y humedecido por la saliva
ardiente de nuestros �vidos labios.

Luego arrastr�ndola por el suelo la llevamos hasta un
dormitorio. La tiramos boca abajo sobre la cama, el borde de su vestido se le
hab�a subido tanto, que pr�cticamente se le ve�an todos sus encantos. Como ella
estaba reclinada sobre la cama, me permit�a ver su calz�n bien ajustado entre
sus preciosas nalgas. Su calzoncito era peque�o y se le met�a entre su culito,
resaltando n�tidamente sus duras y abultadas nalgas, bajo las cuales medio
escondido entre sus muslos, pod�a apreciar los hinchados labios de su vulva. Que
compet�an en sensualidad con los labios de su boca eran carnosos, rojizos,
h�medos.

Tenia sus ropas totalmente desgarradas, defendi�ndose
dram�ticamente de las acometidas de mis exasperados amigos. Ella estaba apresada
entre mis dos compa�eros, Juan Jos� termino por arrancarle a tirones su fino y
vaporoso camis�n, dejando expuesto sus sinuosos muslos, entre los cuales se
exhib�a el protuberante mont�culo de su atractiva vulva, profusamente sombreada
por abundantes pelos casta�os que se rizaban en torno al peque�o calzoncito.

Mis manos recorrieron esas maravillosas nalgas, de piel
suave, muy empinado, que yo tantas veces le hab�a mirado extasiado. Se las
acaricie salvajemente, gozando de cada cent�metro de piel, met� mis dedos por la
separaci�n de su culo y le manose� el ano y la concha.

Ignacio finalmente logro apropiarse de una de sus tetas,
sensualmente bes�, y chup� de manera lujuriosa los pechos de Carolina, pasando
al mismo tiempo sus manos �vidas sobre el delicado vientre de la chica.

El perro Salazar se le tiro encima. El se puso como un loco y
empez� a arrancarle los calzones. La chica t�midamente se acurrucaba intentando
cubrirse con las sabanas. El perro fue �l primero. La chica que a�n intentaba
defenderse, fue golpeada por Salazar, que ya le hab�a arrancado los calzones. La
acomodo de espaldas en la cama, Juan Jos� lo ayudaba sosteni�ndole las manos, en
tanto �l forcejeaba con Carolina, haciendo que ella abriera sus piernas a la
fuerza.

Yo observaba atentamente lo que ellos hac�an, el perro
Salazar con la verga afuera estaba montado encima de la chica, que estaba
firmemente agarrada por los brazos de mis amigos.

Se lo introdujo en la vagina profundamente, estuvieron en eso
durante largos minutos, mientras ella era empalada, no dejaba de llorar y de
hacer mudos gestos de impotencia pidiendo piedad, pese a todo, Carolina a�n
intentaba defenderse desesperadamente.

Luego de haberla reducido violentamente, comenz� a violarla
furiosamente ante mi sorpresa y estupor. No se porque no pude reaccionar y solo
contin�e mirando, observando como �l estaba penetrandola y embistiendola
salvajemente. En vez de estar choqueado o confuso, mientras mi amigo se la
montaba a la fuerza, exhibiendose descaradamente delante de nosotros, la
situaci�n me provocaba realmente un estado de excitacion increible.

Apenas el perro Salazar retiro su a�n vaporoso y reluciente
miembro, embetunado por las mucosidades de su regada, Ignacio la acomodo boca
abajo y se la meti� de un solo empuj�n, su vulva reci�n inundada con las
emisiones anteriores, recibi� de un golpe el inmenso y endurecido miembro.

El le levanto las caderas hacia arriba, la agarr� por las
nalgas y la penetro intensamente. Ella quedo con su culo totalmente expuesto,
mostrando su vulva atravesada por el tremendo piston, justo frente a mis ojos.
Yo con mi mano masturbaba mi verga con m�s fuerza a�n.

Los dem�s miraban con lascivos y se cagaban de la risa,
mientras continuaban manoseandola intensamente. El siguio agitandose con
violencia entre los ahogados quejidos y silenciosos gemidos de la lola. La
estuvo cabalgando sin pausa, hasta que consiguio desfallecer con un explosivo y
lascivo climax.

La chica quedo como desvanecida tendida boca abajo. Yo
permaneci en mi lugar mirando, hasta que decidi que era mi turno. Termine de
desnudarme y junto con Juan Jos� agarramos a Carolina, la dejamos acostada en
medio de nosotros. Juan Jose tomando la iniciativa, atac� los senos, en tanto yo
me apoder� con mi mano de sus muslos y de su chorreada vagina, comenc� a
manosearle el ano y la vagina, separando sus nalgas con mis manos. Por momentos
yo introducia mi dedo en su ano, penetrandola lascivamente y transmitiendole mis
sodomiticas intenciones, mientras Juan Jose seguia dandole con todo.

Pero como sabia que pronto ser�a mi turno, deseaba prolongar
lo m�s posible mi diversi�n. Estaba tan caliente, que me acerque decidido a
tomar mi turno. Eso me calento muchisimo y ah� mismo yo me monte nuevamente
encima de ella y lubricando mi pichula con abundante semen que chorreaba de sus
interiores, se la met� en el estrecho y virginal anillito del culo. Solo cuando
con mis manos le separe al maximo las nalgas, pude conseguir embutirselo por el
culo.

Ignacio me ayudaba, sujetando sus brazos mientras yo la
penetraba violentamente. Ella trataba de safarze pero cada movimiento hacia que
mi durisima verga se clavara m�s profundamente en su recto. Tras solo unas
cuantas embestidas, la lolita sinti� como en el interior de su recto, mis
liquidos pasionales explotaban en una verdadera erupcion de placer.

Mario reacciono violentamente empuj�ndola y acercandole su
herramienta a la boca de

la lola, ella continuo oponiendo resistencia y mientras m�s
se rebelaba �l se ponia m�s agresivo.

Despues bajo amenazas la obligamos a que nos chupara las
vergas. Felipe se acomodo encima de ella y la tomo por las manos. Le saco la
pichula de la vagina y eyaculo sobre las nalgas separandoselas con la manos

Estuvimos como tres horas dandole a la cabrita, incluso en un
momento ella parecio desmayarse. Pero ellos igual seguimos dandole en la
sangrante vagina y el inundado y maltratado culo. Enardecidos por las
dificultades de su conquista, y por las lujuriosas sensaciones que estabamos
experimentando, enterrabamos alternativamente nuestros tiesos miembros en la
aberturas de la mudita, bajo los gestos de desesperacion e impotencia de la
silenciosa boca de la joven.

La familia nos denuncio y pasamos muchos malos ratos incluso
estuvimos presos unos dias pero finalmente salimos libres de polvo y paja. Ellos
se trasladaron de casa y nunca m�s supimos nada de la familia

Rikard