Relato: El Estero (10)





Relato: El Estero (10)

El Estero 10


Felipe



Acompa�� al grupo de chicos de regreso a la poza. All�, antes
de retirarme, decid� darme unos cuantos chapuzones. Luego me desped� de los
jovencitos a la distancia, pero antes de hacerlo dos de ellos, Rafael y
Sebasti�n, se acercaron corriendo a mi lado.





�Vas a venir ma�ana?


No puedo, tengo trabajo.


Ah, ...�Y cuando vas a venir?


Creo que el jueves...


�Vas a venir aqu� mismo?


Si, puedo venir aqu� mismo �les respond�


Si porque aqu� es s�per escondido. Los viejos no vienen
para ac�, se quedan en el balneario.


Oye, vamos a invitar a unos amigos...


Bueno, como quieran �les respond� un poco incr�dulo


Oye, pero tienes que venir m�s temprano, porque los
chiquillos quedaron con ganas. Nosotros nos vamos a arrancar del colegio y
llegamos temprano, como a las doce.


Bueno, el jueves entonces.


�Pero quieres que traigamos a los otros chiquillos?


Si, pero traten de no hablar mucho para que no hayan
problemas.


�Seguro! Si nadie va a contar nada. A los de confianza no
m�s.


Chao entonces, no falles el jueves �ya? Mira que el
jueves te vamos a dar como caja...


Bueno, hasta el jueves, chao.





Cuando ya me retiraba del lugar, me di cuenta que uno de los
chicos, Felipe, abandonaba el grupo y desaparec�a tras los matorrales. Antes de
perderse de vista, me mir� e hizo un gesto discreto con su cabeza invit�ndome a
juntarnos atr�s. Cuando los mocosos desaparecieron de mi vista y sus voces se
fueron apagando, apareci� Felipe por entre unos arbustos. Cargaba una bolsa
pl�stica con sus pertenencias, pero segu�a vistiendo s�lo su peque�o
calzoncillo. Mostraba una evidente erecci�n, acerca de la cual no le hice ning�n
comentario.:





�Ya te vas? �me pregunt�


Si, pero no estoy muy seguro todav�a -respond�


�D�nde vives?


Cerca de la Estaci�n Las Rejas del Metro �Y tu?


Soy de ac� del pueblo.


�Y tienes hermanos?


Si, somos tres; yo soy el mayor.


�Te hab�a dicho que eres muy bonito? �El ni�o se puso
rojo, pero sonri� amablemente, luego guard� silencio unos momentos para
enseguida reatacar.


�Y hace mucho que eres as�? �me pregunt�


�C�mo as�? �Me hice el ingenuo.


O sea que haces lo que hiciste reci�n con todos los
chiquillos...


�Uf!, desde hace poquito no m�s. �El chico asinti� con la
cabeza sin mirarme a los ojos.


�Y que sientes cu�ndo lo haces?


Bueno, me gusta mucho, me causa placer, no se que m�s
decir


Mmmm, �Y a ti te gusta que te lo chupen?


Mmm, ...si, pero siempre que sea voluntariamente.


Es que tu lo tienes grande. A ver, mu�stramelo de nuevo
para verlo. �Los ojos del chico brillaban. Yo me baj� la zunga, pero mi pene
estaba en posici�n de reposo.


�Pero haz que se te pare! �exigi� Felipe, mientras miraba
con expresi�n entusiasmada mi entrepierna.


Sent�monos all� mejor, �Nos dirigimos a un sitio con
pasto. El peque�o se sent� a mi lado, sin despegar su vista de mi miembro,
el cu�l empez� a despertar lentamente.


�Se te est� parando! A ver, que se te pare todo...


Pero mu�strame el tuyo tambi�n, total ahora estamos solos





Sin pensarlo dos veces, el muchachito se puso de pie y se
sac� el calzoncillo. Entre sus piernas se ergu�a en todo su esplendor un pene de
15 cms, arqueado hacia abajo, palpitando por la emoci�n. Ahora que est�bamos
solos pude observarlo con m�s atenci�n. El chico ten�a un cuerpo muy delicado,
precioso. Sin tener marcados sus m�sculos, ten�a el abdomen plano y un trasero
muy levantadito. Sin una sola cicatriz evidente en su piel, tan propia de chicos
de pueblo, era excitante para mi el solo observarlo. Su sexo era de color rosado
p�lido, con un glande algo m�s intenso. Sin circuncidar, el prepucio estaba
totalmente replegado. Abajo le colgaban dos bolsas totalmente lampi�as, mientras
que en su ingle una incipiente mata de pendejos negros hac�a resaltar su
masculinidad. Su cabello lacio, algo desordenado, destacaba una cara p�cara y
despierta. Realmente el mocoso era muy atractivo. Y parec�a saber eso.


Obviamente mi verga se irgui� completamente ante est� visi�n,
por lo que estim� oportuno sacarme la zunga para el deleite de mi joven
acompa�ante. Desnudos como est�bamos, invit� al muchachito a tenderse a mi lado,
a lo cual accedi� enseguida, sin intentar ocultarse o mostrar se�ales de temor.
Luego de unos momentos de silencio, en que Felipe observ� con detenimiento mi
herramienta, rompi� el silencio:





Lo tienes grande, �Te lo puedo tocar?


�Por supuesto! �le respond� emocionado, mientras los
dedos del chico se apoderaban enseguida de mi endurecida masculinidad.


Es s�per grueso. Yo tambi�n la voy a tener as� �Cierto?


No se �le respond�. �Pero no importa si la sabes usar
bien


Pero igual me gustar�a tenerla m�s grande �me dec�a el
ni�o sin dejar de toc�rmela.


C�rremela �le ped� suavemente �pero t�malo con toda la
mano �y el chico obedeci� enseguida �Apri�talo un poco m�s, ...eso ...eso,
as�, as�, sigue... �Y me tend� sobre la fresca hierba.





El chico se puso de costado a mi lado, dej�ndome al alcance
su juvenil pene, del cual tom� posesi�n enseguida, iniciando una suave paja.
Eran alrededor de las seis de la tarde, por lo que dispon�a de bastante tiempo
a�n. As�, relajado, me dispuse a disfrutar de la compa��a del chiquillo.





Ponte para el otro lado mejor �me sugiri� Felipe.





Entonces cambi� de direcci�n, quedando mi cabeza a la altura
del vientre del chico. En esa posici�n Felipe ten�a una mejor perspectiva de mi
verga, que ahora manipulaba con destreza, provoc�ndome quejidos de placer...





�Te doli�?


No socio �repliqu� �Lo est�s haciendo s�per bien, sigue
as� no m�s �Y me apoder� nuevamente de su tierno falo





Despu�s de unos minutos que me parecieron transcurrir muy
r�pido, Felipe se levant� un poco, me mir� a los ojos unos segundos y luego, con
el rostro fijo en mi verga, pregunt� "�Te lo chupo?" Yo asent� con mi cabeza.


El muchachito alz� su tronco, apoy� un brazo sobre mi abdomen
y acerc� sus labios a mi palpitante carne. Sent� la leve presi�n de sus labios
sobre mi piel, la humedad de su boca mientras se cerraba sobre mi glande, las
suaves caricias de sus dedos sobre mis test�culos. Sin ser un experto, el chico
lo estaba mamando delicioso. Sin decirle nada, su lengua empez� a recorrer mis
bolsas, la base de mi pene, mis entrepiernas, la l�nea del ano a la base del
pene. S�lo el impulso sexual guiaba al chico a proseguir con su maravillosa
tarea


Luego de unos momentos de inconsciencia, me recuper� y
comenc� a corresponderle a sus caricias. Su verga cab�a completa en mi boca, por
lo que la engull� goloso, al tiempo que sobaba sus tiernas bolsas y exploraba en
direcci�n a su ano. Mis manos acariciaban sus nalgas, su lampi�a raja, su
vientre, su ombligo, mientras mi lengua se entreten�a en lamer una y otra vez su
infantil cabecita rosada.


Lentamente el chico empez� a levantar su cuerpo. Sac� su
brazo de mi abdomen y lo apoy� sobre el pasto al costado de mi cuerpo. Luego
levant� una pierna, la pas� sobre mi cabeza y tambi�n la apoy� al otro lado. Su
boca no soltaba su presa, sino que la manten�a absolutamente aprisionada. As�,
al cabo de unos pocos instantes, el cuerpo de Felipe se encontraba completamente
sobre mi.


El chico ahora aprovech� para pasar su lengua con energ�a por
los pliegues de mis entrepiernas; luego me oblig� a separar y flexionar mis
piernas, para enseguida aventurarse en direcci�n a mi ano. Como no consigui�
dicho prop�sito en el primer intento, pas� sus brazos baj� mis muslos, los alz�
con habilidad y dej� de esa manera expuesto a su vista todo mi culo.


Con sus ahora expertos dedos comenz� a explorar en los
alrededores de mi orificio, mientras su lengua se aproximaba triunfante a su
objetivo. Es dif�cil describir en palabras las sensaciones que me estaba
prodigando el mocoso. �Con que habilidad saboreaba con la punta de su lengua la
entrada de mi agujero� �Con que destreza sus dedos acariciaban mis nalgas y las
apretaban con lujuria! Eran sensaciones nuevas para m�, ya que hasta ese momento
yo siempre hab�a cumplido el rol de pasivo. Ahora era un adolescente inexperto
el que le estaba ense�ando al supuesto maestro. S�lo quienes han pasado por la
experiencia que describo, sabr�n comprender las delicias del momento que pas�.


El chico hab�a conseguido transportarme al s�ptimo cielo. Su
lengua hurgueteaba directamente en mi ano, sac�ndome quejidos que ahora al chico
ya no le preocupaban. Sigui� en ese menester por un largo rato, mientras yo
repet�a en su cuerpo, como obediente aprendiz, cada movimiento y caricia del
chiquillo.


Ambos est�bamos cubiertos de sudor, lo cual facilitaba los
intentos de Felipe por introducirme un dedo en mi orificio, al mismo tiempo que
con una de sus manos, me dirig�a la mano para que yo le hiciera lo mismo.
Interrump� un instante el maravilloso momento, para sugerirle a mi amante que
mojara su dedo con saliva para conseguir su objetivo. Obediente como era, pronto
uno de sus gentiles dedos recorr�a mi recto, que en su interior a�n conservaba
restos de los combates anteriores, dada la facilidad que tuvo el ni�o para jugar
en el interior.


Ahora su pene estaba h�medo por la lubricaci�n, mientras,
como buen adolescente, manten�a una erecci�n que ahora, a mi edad actual,
extra�o tanto. Era, como ya dije antes, un pene de dimensiones moderadas, pero
que a mi me parec�a fabuloso, dado que pertenec�a al objeto de mis deseos. As�
como est�bamos, el chico pronto abandon� su posici�n, liber� mis piernas y fue
aproxim�ndose poco a poco a mi verga nuevamente. Pero como en la ocasi�n
anterior, el jovenzuelo se dio ma�a para tomarse todo el tiempo del mundo para
llegar al objetivo.


En efecto, fue retrocediendo paulatinamente, recorriendo con
su lengua y labios cada espacio que pudo, mientras sus h�biles dedos
acariciaban, pellizcaban, tocaban todo lo que encontraban a su paso. Cuando
lleg� a los huevos, se entretuvo largos minutos en acariciarlos, lamerlos,
chuparlos, morderlos, saborearlos, sac�ndome profundos quejidos, que el chico se
esmeraba en obtener.


Mi pene herv�a de deseo. De su extremo manaban abundantes
gotas de lubricante, que mojaban el pecho, el cuello y el rostro del chiquillo,
quien imperturbable, prosegu�a su interminable labor.


Cuando al fin atrap� entre sus labios mi gloriosa verga, se
las ingeni� para alzar su cuerpo, lanzarme una mirada libidinosa y comenzar a
darme una mamada que hasta el d�a de hoy recuerdo, porque fue la primera que
recib� en mi vida.


En este panorama, las riendas de la situaci�n hab�an escapado
por completo a mi control, cuesti�n que me ten�a sin cuidado. Todo el control lo
ten�a el muchachito, que a sus escasos 13 a�os, me estaba demostrando quien era
el que mandaba.


Felipe comenz� a subir y bajar su cabeza con habilidad. Cada
tanto soltaba mi falo y le prodigaba besos, lamidas, mordiscos mientras su mano
lo acariciaba con pasi�n. Yo copiaba obediente, como dije antes, cada gesto y
movimiento que me hac�a. El chico me estaba ense�ando habilidades que ni yo
mismo sab�a que pose�a. Sus labios eran extraordinarios, porque oprim�an mi
glande con una dulzura indescriptible, con una sensaci�n de tibieza y humedad
maravillosa. El muchachito sab�a lo que estaba haciendo, porque a veces se
deten�a, cog�a con fuerza mi pene, lo pajeaba en�rgicamente, lo volv�a a apretar
en su base, luego sub�a con su mano apretada hasta arriba y devoraba, goloso,
las gotas que se asomaban en el extremo. Perd� la cuenta de cuantas veces el
chico me hizo esto, pero para mi fue imposible devolverle las mismas
maravillosas caricias.


Ya al final, cuando el diablillo se dio cuenta que mi orgasmo
ven�a, llev� un dedo a mi ano y, sin desprenderse del falo que succionaba con
ganas, me repiti� los movimientos que yo le hab�a prodigado a la sombra del
�rbol. En esta posici�n, yo tambi�n comenc� a acariciar su ano; le pas�
repetidas veces mis dedos por su h�medo agujero, hasta que el chico me hizo un
gesto para que se lo metiera todo. Luego apret� su tierna verga entre mis labios
y, mientras con una mano dirig�a en�rgicos movimientos arriba y abajo, comenc� a
lanzar en su boca varias descargas que le hicieron lanzar fuertes gemidos de
placer.


Durante mi eyaculaci�n, en ning�n momento el chiquillo solt�
mi falo. Por el contrario, su dedo abandon� mi agujero para, con ambas manos,
acariciar todo lo que pudo de mi adolorido pene. Pero el chico no se iba a
quedar contento con esto. Cuando yo empec� a llenarlo con mi leche, sent� que su
nervio viril se hinchaba y, simult�neamente, soltaba en mi boca una de las
leches m�s exquisitas que he saboreado en mis j�venes amantes. Su cantidad no
fue espectacular, ya el chico hab�a eyaculado unas horas atr�s, pero saber que
el semen pertenec�a a Felipe me hizo pensar que la felicidad era posible.


As�, habiendo vaciado completamente nuestras reservas,
permanecimos un largo rato inm�viles, s�lo escuchando la respiraci�n agitada del
otro, sin dejar salir de nuestras bocas los respectivos tesoros.


Una r�faga de viento nos despert�. Desconozco cuanto tiempo
permanecimos dormidos en la posici�n descrita, pero lentamente fuimos
recuperando la conciencia. Sin decir una sola palabra, nos sentamos frente a
frente, nos miramos sonrientes y nos prodigamos un beso inolvidable, de esos que
hacen historia. Luego nos pusimos de pie, nos vestimos y caminamos todo el tramo
hasta el puente donde yo cog�a el bus.


Felipe me prodig� sus tiernos labios varias veces durante el
trayecto, mientras me contaba que era su primera vez y que no le fuera a contar
a sus amigos. Le asegur� que eso no ocurrir�a jam�s, que ahora ambos pod�amos
juntarnos en secreto, pero que yo era demasiado caliente para permanecer
exclusivo para el.


El chico no puso inconvenientes. Luego de darnos un fuerte
abrazo fuera del alcance de la vista de las personas que hab�an por all�,
acordamos un nuevo d�a de encuentro, pero antes de subir al puente para coger el
�ltimo bus, Felipe me pregunt�:




- �Lo hacemos vuelta y vuelta la pr�xima vez?





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