EL PODER DE LA MENTE SOBRE EL TEJIDO VII (FINAL).
No pod�a creer aun que fuera tan facil, tan evidente, y que
Juana y el libro estuvieran solo a una hora. �Preparar una estrategia?, �para
qu�?, todo lo que se prepara sale mal. Aun ten�a esa foto de contraportada en mi
cabeza, sal�a horrible, con una sonrisa forzada y unos dientes castradores que
arruinar�an cualquier publicidad de pasta para los dientes, no sacaron su mejor
lado, sus tetas, solo era un retrato.
No pod�a ser tan f�cil, n� como llegar tomar el libro y salir
corriendo entre los cuatro gatos que habr�an ido a la firma. Mi lama guia
tapar�a mi retirada mientras yo saltaba por todas aquellas cabezas con el libro
del poder entre mis manos, brincando, huyendo y bailando en las esquinas
perdidas. Lo fotocopiar�a en una sola y �nica fotocopiadora, lo guardar�a
despu�s en una caja de seguridad.
La partida de ajedrez pues estaba servida, si acud�a a aquel
acto sin el libro ser�a tanto como ir desnuda y casi libre de defensa alguna, y
si lo portaba era el riesgo de su vida. Esperaba en la posici�n del loto sobre
la cama que los minutos cayesen mientras las cucarachas dibujaban c�rculos sobre
la pared, una extra�a pero bella m�sica de muelles de colchones chirriando
proced�a de las d�biles paredes de aquella pensi�n para sexo r�pido, para la
evacuaci�n de la virtud en las horas de humos y ruidos de la ciudad, en la carne
de alquiler que el deseo roba a los recuerdos.
Murmullos, respiraciones que mov�an y reverberaban el suelo,
risas que entraban a lomo de las cucarachas bajo la puerta para perderse por las
losetas rojas en su ocre color sosteniendo armarios de maderas viejas y
abiertas, un bofet�n aislado en las escaleras tropezaba con llantos y gemidos,
marineros borrachos al mediod�a y por f�n tras la pared se iba el deseo en una
queja ahogada, un suspiro de muerto, una queja, un lamento tapado, el mito de la
expiraci�n sobre un placer de lata de conserva.
Las telas sudadas de aquellos cuerpos desnudos traspiraban
m�s all� de la materia y el blanco vencido de las paredes, aquellas mujeres de
pr�stamo y boca abierta al deseo que provocaban m�s alla de donde el momento se
hace rid�culo eterno en la necesidad de enga�arlo con un recuerdo en dos brazos
prestados y un gui�o a la memoria perdida. Pocas eran hermosas y todas eran
valientes, algunas con una curva en su culo tan marcada que fu� la mejor arma
que la vida pudo dotarlas, una cintura de reten en el deseo y un baile de las
palabras cortas que entraban en la aceptaci�n como una navaja gitana en la
pelea.
Entonces el milagro ocurri�, el aliento de Juana entr� en la
habitaci�n desde mi m�dula para postrarse frente a m� desnuda y hermosa, era el
encuentro previo. Una corriente el�ctrica sacudi� mis chacras, como las drogas,
una sensaci�n tan �nica, tan hermosa y desagradable como las drogas tambien.
Aleteaba los brazos para aterrizar en la atm�sfera de aquel
peque�o dormitorio y situarnos frente a frente, todo el alo y toda su pose eran
la de la virtud extrema, dej� el libro y su proyecci�n et�rea flotar entre ambos
en un punto medio, quedamos en silencio. No hab�a deseo, no hab�a plano f�sico,
no hab�a rencor, solo un par�ntesis de milagro en el que por �nicas palabras
bajando la cabeza dijo "�Que vas a hacer conmigo?, aqu� est� el libro, lo
llevar� conmigo. Pod�amos compartirlo, es tuya la decisi�n".
Para despu�s esfumarse en los �tomos del aire y desaparecer
de la misma e increible forma, toda la pensi�n pareci� ser consciente de aquella
aparici�n de pureza extrema, el silencio de haber cruzado un angel a toda
velocidad dej� los espacios en silencio, aun tardar�an minutos en aparecer de
nuevo las voces de extra�eza.
Lav� mis ojos en el sucio lavabo, dej� el agua correr por mi
cogote, en el pasillo estaba mi lama con la chica que hac�a poco nos la estuvo
mamando, un chico joven de traje gris y corbata de horca con flores secas y
portafolio rid�culo caminaba junto a ellos. Result� ser abogado y primo de la
joven prostituta, ni idea de la clase de honorarios que mi amigo chino hab�a
pactado pero parec�a decidido de manera en�rgica a iniciar el pleito.
Cuando llegamos a la librer�a "La moderna" no pudimos dar
cr�dito al espect�culo, aun faltaban quince minutos para que comenzara el acto y
no solo el local estaba lleno sino que en la puerta se agolpaba una peque�a
multitud. La joven prostituta y su primo abogado intentaban abrirnos paso pero
quedamos vencidos en el primer agente de seguridad que nos cerr� el camino, un
gordo y obeso gorila de gestos irracionales que no entendi� las razones del
abogado.
-Soy abogado, represento al leg�timo due�o del libro,
queremos hablar con el responsable de este evento.
-Yo tambien soy abogado, preparo oposiciones a notarias y me
gano la vida as�, colaboren y sean buenos. Todos tienen que esperar su turno
para que les firmen el libro. �Lo compraron ya?.
Un chirrido que proced�a de los altavoces capt� nuestra
atenci�n, presentaban la autora, dando rid�culos saltos pude ver la coronilla de
Juana, con voz nasal y de altavoz de manifestaciones habl�, saludaba, presentaba
el libro como un rid�culo alegato de la liberaci�n de la mujer :
-Y para todos aquellos que me acusan de plagio, � de robo,
personajillos siniestros como esos enanos que andan por el fondo, tengo que
decirles que les tengo preparada una sorpresa, peque�os y miserables
hombrecillos.
Toda la multitud volvi� para mirarnos, no sab�a aun si lo que
cantaba era el traje rid�culo del abogado, la pinta infame de su prima, mi amigo
chino, � la camiseta de colores chillones del pato Lucas que llevaba. Pero la
mirada de aquella gente era preocupante, Juana prosigui� :
-Les presento a todos ustedes al autor del libro que inspir�
mis escritos, el Doctor Mariano Betancour, quien firm� bajo pseud�nimo "El viejo
Werther" el original "El poder mental" y quien me ha cedido todos los derechos.
Subido encima de una papelera y tras los cristales pude ver a
un viejo enano que intentaba hablar por el micr�fono :
-Toc, toc, �se escucha?, Hola?, probando, uno, dos, uno,
�si?. Bien, gracias por la presentaci�n, pero no llegu� a terminar los estudios
de enfermero, es cierto que le he cedido todos los derechos de mi obra a la
se�orita Azpindandi, ni idea de como ha podido extraer tantas ense�anzas de un
manual para gente aburrida que escrib� en los a�os sesenta y cuando era joven,
iluso y optimista, pero si alguien pudo sacar algo positivo de �l me alegro
mucho pero lo cierto es que nunca pude convencer a nadie de nada distinto de a
una joven editora para que me lo publicara.
Repentinamente una docena de policias interrumpi� el
discurso, el abogado se�al�ndome el tel�fono movil me gui�aba el ojo, terminamos
todos en comisaria, Juana de manera torpe intentaba explicarse :
-Yo tengo la cesi�n leg�tima de los derechos del libro porque
para ser clara no tengo nada que ocultar y la primera edici�n del original se la
compr� a mi madre, mejor dicho, me la regal� el autor del libro, bueno, para no
enga�arles ese tipejo que est� ah� me regal� un ejemplar del libro. N�, ahora
que me acuerdo, por telepat�a el autor redact� a ese tipo la segunda parte que
aun no se edit� pero el original qued� depositado en la editorial, tampoco, creo
que......
Aquella sucia comisaria con manchas y fotocopias en las
paredes de delincuentes buscados a principios del siglo pasado ten�a en una
especie de estrado con una antigua m�quina de escribir a un polic�a gordo que me
mir� de forma inquisitorial y me interrog� :
-�Y usted que leg�timos t�tulos de propiedad de la obra
tiene?.
-Ninguno, no puedo acreditar nada, pero toda obra creada
escapa a las manos del creador y pasa a ser m�s leg�tima parte del lector que
verdaderamente lo aprecia, como es mi caso.
-Me gusta su argumento, es el mismo de Leon Tolstoi, entonces
si no entiendo mal usted se sustrajo al argumento y prescindiendo de las formas
entr� en la trama sin formalismo alguno.
-Evidentemente, pero por su caracter de ensayo agradec� que
no hubieran personajes algunos m�s que los que me dictaban mis pr�cticas. Ya
sabe, criaturas inocentes de dios a las que iba tocando las pompis por la calle.
-Comprendo, alguna denuncia est�pida de eso recibimos aqu�,
pero prosiga, me fascina su argumento.
Un policia que hasta entonces estaba de manera decorativa de
pie subray� la aprobaci�n de su jefe :
-Nadie mejor que Faulkner define eso como la leg�tima
propiedad de la obra intelectual.
Juana estall� en c�lera :
-Me encanta!, asi que si robo un coche y me detienen el
simple hecho de sentirlo y gozarlo m�s que el due�o me convierte eso en
propietaria sin t�tulo alguno distinto m�s que el del robo.
El policia instructor la orden� callar con gesto antip�tico :
-Se�ora, c�llese, esto es una conversaci�n inteligente. No
somos lo que comemos y s� lo que vemos, �comprende?, porque lo que vemos es
parte de nuestros sue�os y solo estos, !solo estos! rigen nuestras vidas.
-Pero el libro es mio, he comprado los derechos para Am�rica
latina y Estados Unidos, y adem�s �cuando dijo eso Tolstoi que no lo recuerdo?,
�esto es una comisaria o la sociedad local de amigos de las letras?. �Y que
mierda pinta el chino ese en todo esto?.
Repentinamente el policia que tomaba notas sinti� una
erecci�n inmensa, torci� su gesto y excus�ndose huy� en direcci�n a los ba�os.
Tambien notaba raro a mi lama guia, intentaba disimular una erecci�n tap�ndose
con el trasero de la joven prostituta. El joven abogado se rozaba contra la
pierna de Juana que daba y largaba un discurso interminable, yo no era parte
alguna, ni acusaci�n, ni defensa, ni nada de nada, as� que me largu� a la calle.
FIN