JUGANDO CON FUEGO
Por: Horny
Llegu� a eso del medio d�a al municipio de Hierbabuena. La
alcald�a estaba cerrada hasta las 2:00 p.m. as� que decid� dar una caminata por
la calle principal despu�s de dejar mi maleta en el hotel y comer algo.
Como en todo pueblo que se respete, la llegada de cualquier
forastero despierta curiosidad y m�s si es una mujer joven como yo y que a
leguas se ve que es netamente citadina.
Llevaba un jean ajustado, tenis y un su�ter grueso pues al
ser Hierbabuena un pueblo de monta�a, el fr�o era predominante. El jean me
quedaba tan apretado que se marcaba mi rajita claramente por delante y por
detr�s provocando mas de una mirada. Una de esas miradas result� ser de un
hombre que jugaba billar y tomaba aguardiente en uno de los locales de la calle.
El tipo no estaba nada mal as� que le devolv� la mirada y segu� mi camino.
Cabe anotar que en Hierbabuena no hay polic�a y la �nica
autoridad es la guerrilla la cual camina a sus anchas por todas partes. En
contra del deseo de la gran mayor�a de sus habitantes Hierbabuena era
pr�cticamente un cuartel guerrillero, sede principalmente de altos mandos de la
c�pula y lugar para reclutar nuevos pupilos que quisieran ingresar en sus filas.
Yo al principio iba algo temerosa, pues nada raro ser�a que
tuvieran la intenci�n de pedirme dinero o peor a�n de secuestrarme, pero
afortunadamente nada de eso pas�.
Continuando con mi relato, regres� al hotel despu�s de dar la
vuelta y me puse a leer un rato. Pasadas las 2:00 p.m. me dirig� a la alcald�a y
tuve una reuni�n con el alcalde, el tesorero y el secretario. Con mapa en mano
decidimos las obras de arte que se iban a construir por v�a. Le coment� que lo
primero que yo deb�a hacer antes de aprobar los recursos por v�a era una
inspecci�n visual de las mismas con el fin de hacer un inventario. As� pues,
visitar�a Hierbabuena cada 8 o a lo sumo 15 d�as durante los pr�ximos 6 meses y
en cada visita ir�a a una de las v�as.
El alcalde puso a mis �rdenes a su chofer, as� que lo mand�
llamar con el fin de present�rmelo e informarle las nuevas. Result� ser el
hombre del billar y despu�s de un apret�n de manos qued� con el de salir
temprano al d�a siguiente a realizar la primera visita.
A la ma�ana siguiente me encontr� con el chofer, al cual
apodaban musara�as mas su nombre de pila era Marcos. Me esperaba en el parque
principal junto a una cafeter�a ubicada al lado de la alcald�a.
Marcos: Doctora buenos d�as, si la dejaron dormir?
Marcela: Buenos d�as Marcos, dorm� de maravilla gracias,
pero le regalo el doctora, d�game Marcela.
Marcos: Si le parece bien le digo doctora Marcela bueno?
Marcela: Esta bien Marcos, como prefiera. Salimos ya?
Mire que el camino es largo y peligroso.
Marcos: Si va conmigo no tiene problema, yo se porque se
lo digo.
Y diciendo esto partimos en un campero propiedad del pap� de
Marcos el cual lo ten�a a disposici�n de la alcald�a. Marcos trabajaba a sueldo
en la alcald�a. A la salida del pueblo nos cruzamos con su esposa, Sonia, el
detuvo la marcha y despu�s de despedirse de ella y de present�rmela continuamos.
El recorrido que har�amos aquel d�a era de unos 30 kil�metros
en distancia y en tiempo unas 3 horas, eso ida y vuelta. Adem�s ten�amos que
parar a cada rato para tomar medidas y fotos. En esta ocasi�n �bamos solos lo
cual no me incomodaba en lo m�s m�nimo puesto que Marcos era un tipo
supremamente divertido y un excelente conversador a pesar de su origen humilde.
Durante el recorrido tuve la oportunidad de detallarlo un
poco. Tez morena algo quemada por el sol de clima fr�o, ojos claros en
contraste, cabello casta�o claro muy sedoso, mediana estatura, manos grandes,
rostro vivaz, despierto. El hombre era bastante atractivo y lo mejor de todo era
que a esto se sumaba su agradable forma de ser. Deb�a tener casi cuarenta a�os.
Paramos en un barrial en la mitad de la carretera para tomar
las fotos respectivas. El camino estaba rodeado por monta�as pobladas de �rboles
densos de los cuales parec�a que saltar�a alguien en cualquier momento. Por lo
denso de aquellos bosques parec�a que fuera ya de noche en algunos tramos, el
paisaje era tan hermoso como aterrador.
Marcos: Doctora Marcela, ve aquel �rbol sin hojas de
all�? � dijo mientras se�alaba hacia las monta�as.
Marcela: Si Marcos, lo veo.
Marcos: Pues all� hay un muerto.
Marcela: Que quiere decir Marcos?
Marcos: La guerrilla mat� all� a un hombre. Lo hicieron
cavar su propia tumba y luego le dieron el tiro de gracia. Dicen que le quedaron
los pies por fuera y que no dejaron a sus familiares llevarse el cad�ver.
Marcela: Marcos, no voy a poder dormir esta noche con
esas cosas que me cuenta, en cada curva del camino alguna cosa aterradora me
dice� mejor h�game re�r con esas historias chistosas de hace un rato vale?
Marcos: Sus deseos son �rdenes para m�, prometo hacerla
re�r hasta que se estalle.
Y diciendo esto reanudamos la marcha. Cumpli� su promesa y no
par� de re�rme hasta que llegamos a nuestro destino poco m�s de 4 horas despu�s.
Lo invit� a almorzar, cosa que lo sorprendi� gratamente pues
nunca ninguno de sus "jefes" lo hab�a hecho ni lo hab�a tratado con tanta
igualdad. Despu�s de almorzar tomamos un caf� y fumamos un cigarrillo. Compramos
un par de cosas para comer durante el camino y emprendimos el viaje de regreso.
Marcos: Usted sabe manejar doctora?
Marcela: Me defiendo� pero no lo hago mucho.
Marcos: Quiere manejar este cacharrito? Aproveche que yo
no le hago este ofrecimiento a nadie.
Le tom� la palabra y cambiamos de lado. Soy algo "pata brava"
as� que hund� el acelerador hasta el fondo y manej� un buen rato como a 50 km/h
por aquellas trochas donde la velocidad m�xima es de unos 10 km/h por lo dif�cil
del terreno. Me detuve mas adelante y regres� a mi lugar de pasajero.
Marcos: Doctora Marcela, estoy muy feliz porque usted
manej� mi carrito, ni siquiera mi esposa hab�a querido hacerlo nunca.
A mitad de camino nos encontramos con una camioneta repleta
de guerrilleros que iba en sentido contrario al nuestro. Me dio un miedo
horrible cuando ambos veh�culos frenaron y mas a�n cuando el que iba manejando
le pregunt� a Marcos si todo estaba bien y el le contest� que si, que todo iba
bien. Supuse que eso ser�a algo as� como un "santo y se�a" o una clave para
decir que yo no ser�a un problema all�. Alcanc� a observar de reojo a la gente
del veh�culo, tres hombres adelante y en la parte de atr�s seis entre hombres y
mujeres de los cuales dos no pasar�an de los 16 a�os, todos uniformados y
armados hasta los dientes. Supuse que mi amabilidad con Marcos me hab�a salvado
el pellejo. Continuamos el recorrido.
Marcela: Marcos, usted tiene algo que ver con esa gente?
Marcos: La verdad si doctora, no soy uno de ellos pero
hubo una �poca en la cual sent� que as� era.
Marcela: Puede que mi curiosidad me mate un d�a pero
cu�nteme Marcos.
Marcos: Primero quiero saber en que bando est� doctora.
Marcos se refer�a a si estaba de acuerdo con la ideolog�a
izquierdista guerrillera o con la derechista paramilitar. Decid� medir mis
palabras e irme m�s bien por el centro. Era la primera vez en todo el viaje en
que sent� miedo de aquel hombre
Marcela: La verdad me considero neutral.
Marcos: Esos son los primeros que se mueren porque hoy
est�n ac� y ma�ana all�.
Me qued� de piedra y prefer� callarme la bocota.
Marcos: Le voy a contar para satisfacer su curiosidad,
pero no se preocupe por mi, antes andaba armado pero ya no, conmigo no corre
ning�n peligro, hace un rato se lo demostr�, usted es diferente a los dem�s
ingenieros que han venido a trabajar por estas tierras, usted de verdad se
preocupa por la gente y por hacer bien su trabajo.
Marcela: Gracias por sus palabras Marcos, cu�nteme lo que
quiera.
Marcos: Yo antes de ser el chofer del alcalde manejaba
una de las volquetas del municipio y transportaba cilindros de gas para la
guerrilla con los cuales se comet�an algunos de los atentados de por aqu�,
cr�ame que no lo hac�a por gusto propio, o lo hac�a o lo hac�a, no ten�a
elecci�n. Un d�a estaba en el campamento base que ellos ten�an en otra de las
veredas, ya le mostrar� el sitio otro d�a.
Marcela: Siga Marcos, que pas�.
Marcos: Estaba sentado con ellos, dej� la volqueta
prendida afuera por lo que alcanzaba a escuchar el ruido del motor. Estaba
fumando un cigarrillo cuando sent� un ruido mas fuerte que el del motor. Se me
cay� el cigarrillo de la boca cuando v� por una de las ventanas del improvisado
cambuche dos helic�pteros apache del ej�rcito colombiano.
Marcela: Claro, el ruido del motor de la volqueta no dej�
escuchar el de los helic�pteros.
Marcos: As� mismo doctora, sal� como alma que lleva el
diablo y me lanc� de cabeza por la ventana de la volqueta, justo antes que el
campamento volara en mil pedazos� nos estaban atacando. No se como logr� salir
con vida y no supe a cuantos guerrilleros mataron ese d�a, solo se que del
campamento no qued� ni el recuerdo y que yo por un milagro se lo estoy contando
ahora.
Marcela: Y despu�s de semejante aventura usted sigui�
trabajando para ellos?
Marcos: Afortunadamente no doctora porque el alcalde me
puso a manejar la retroexcavadora.
Marcela: Jajajaja, que afortunado cambio.
Marcos: Si doctora, otro d�a le cuento mis aventuras en
la retro.
Llegamos a Hierbabuena a �ltima hora de la tarde. Decid�
darle una propina por el servicio pero el se neg�, as� que le met� el dinero en
el bolsillo de la camisa. Se puso colorado y me dio las gracias.
Me fui a descansar y part� al d�a siguiente temprano a otro
municipio.
En mis siguientes visitas todo se repiti� m�s o menos igual,
hac�amos los recorridos, com�amos juntos y de paso nos �bamos haciendo cada vez
m�s amigos.
Un d�a decid� hacerle un regalo, un CD de uno de sus
cantantes favoritos. Lo compr� porque as� me naci� y porque el se hab�a portado
muy bien conmigo, lo consideraba un amigo mas. Se puso muy contento cuando se lo
d�, tanto que me plant� un tremendo beso h�medo en la mejilla, susurr�ndome
posteriormente un t�mido gracias en el o�do. Un corrientazo me recorri� el
cuerpo desde el cabello hasta el dedo gordo del pie� no se� sentir su fragancia,
su aliento, su saliva en mi mejilla, su roce� fue demasiado para mi. Sin embargo
le rest� importancia y me fui al hotel. Al rato en la alcald�a colocaron el
famoso CD en el altavoz y hasta hubo fiesta gracias a el.
En la visita siguiente estaba ansiosa por verlo. Fui esta vez
en compa��a de mi amiga Laura pues en aquella oportunidad aparte del trabajo
ir�amos a ver una famosa laguna de Hierbabuena.
Ese d�a sal� con Laura, Marcos y el inspector de obras Luis.
Partimos antes de medio d�a como si fu�ramos de excursi�n, tomando cerveza todo
el camino y cantando. La cerveza ca�a en nuestros est�magos vac�os haci�ndonos
re�r m�s de la cuenta. La carretera era bastante empinada y cada vez hac�a mas
fr�o, comenzamos a ver frailejones t�picos del clima p�ramo. Detuvimos el carro
y parqueamos a la orilla de la carretera, junto a una cerca.
Compramos unas botellas de aguardiente en una casita del
sector con el fin de entrar en calor y tener �nimo para la subida de la colina
en la cual estaba la laguna.
Marcos me tom� de la mano todo el camino de subida, pues era
bastante dif�cil aunque de tanto en tanto par�bamos para tomar aliento y un
trago de licor. Sobra decir que el contacto de su mano c�lida y �spera era muy
agradable para m�. Laura a su vez sub�a ayudada por Luis. Ellos llegaron primero
a la cima y los perd� de vista. Me detuve un momento antes de culminar, para
contemplar el hermos�simo paisaje que se ofrec�a a mi vista, verdes monta�as que
me hac�an creer que no estaba en un bello municipio azotado por la violencia,
sino en una verde Irlanda. Marcos estaba muy cerca de m�, yo le daba la espalda
y pod�a sentir su respiraci�n en mi nuca.
Marcos: Doctora, es usted feliz en su matrimonio?
La pregunta me sorprendi� y sinceramente no supe que
responder. Supongo que el pens� que el que calla otorga y tom� mi silencio como
que no era feliz en mi matrimonio, cosa que lo anim� a seguir.
Marcos: Doctora, ha visto usted la novela "Pedro el
Escamoso"?
Para los que no sepan el tema de esa novela es un chofer que
se enamora de su jefa, as� que era obvio lo que vendr�a despu�s�
Marcela: Si, la he visto� por qu� lo dice?
Marcos: Es que yo me siento igual que el protagonista de
esa novela� como ese chofer que se enamora de la doctora�
Marcela: No se que decirle Marcos�
Marcos: No me diga nada doctora, solo perm�tame so�ar y
darle un beso�
Me dio la vuelta para quedar as� frente a frente y sin
pedirme permiso me azot� con sus labios. Digo me azot� porque su boca era una
mezcla de suavidad y fuerza, sus labios eran �speros por el trabajo al aire
libre y lastimaban los m�os, pero a la vez me besaba de un modo tan dulce, como
si fuera yo un cristal en sus manos y pudiera romperme.
Despu�s de ese c�lido y tierno beso caminamos un poco m�s
para encontrarme frente a frente con uno de los lugares m�s hermosos que he
visto. Casi ni me pod�a tener en pie por la borrachera pero atin� tomar unas
cuantas fotos de ese peque�o para�so.
Nos sentamos con Marcos en una roca a conversar de cosas que
ni me acuerdo, solo recuerdo a Laura que nos dec�a que nos fu�ramos ya porque
dentro de poco comenzar�a a anochecer y no quer�a que nos cogiera la noche por
all� arriba.
Sol�a ser muy testaruda as� que le dije a Laura y a Luis que
fueran bajando y que nosotros los alcanz�bamos en unos minutos. Laura y Luis
bajaron con algo de dificultad pues Laura usaba unas sandalias poco apropiadas
para esos menesteres.
Perd� la noci�n del tiempo con Marcos en ese lugar. Recuerdo
todo lo que pas� por pedacitos� recost�ndome en la roca me subi� la blusa para
comenzar a chupar mis pechos con avidez y pasar sus manos morenas por mi blanca
piel� sent�a luego esas mismas manos apretando mis nalgas por encima de la ropa�
sus dedos enred�ndose en mi pelo, acariciando mis cuello y hombros� su boca y su
lengua penetrando con suavidad pero con pasi�n en la m�a�
Con el poco de cordura que me quedaba lo separ� de mi y le
ped� que nos fu�ramos porque o si no se me iba a congelar el culo sentada en ese
piedra, adem�s ya estaba completamente oscuro.
Nos paramos y acomodamos nuestras ropas dirigi�ndonos hacia
el camino de regreso. En ese instante algo nos detuvo y era la espesa negrura.
Es lo m�s oscuro que he visto en mi vida, no me pod�a ver ni la punta de la
nariz. Sent� terror� y si no pod�amos bajar de all� y nos tocaba pasar la
noche?... desech� esos pensamientos de mi cabeza y trat� de enfocar mis ojos en
alg�n punto. Muy a lo lejos vimos una luz muy tenue de una casita, lo raro era
que esa luz se mov�a, la ve�a bailar. Comenzamos a caminar con dificultad,
abrazados para apoyarnos el uno en el otro. Nuestros pies por momentos se
hund�an en el fango, pero nos desvi�bamos un poco y continu�bamos. De repente
pis� mal y me solt� de el para rodar cuesta abajo no se cuantos metros y caer en
un revoltijo de brazos y piernas en medio de la maleza. Fue entonces cuando la
luz nos alcanz�; se trataba de una linterna, eran Laura y Luis que hab�an
regresado a buscarnos.
Logr� ponerme en pie y me bajaron entre los dos hombres.
Laura alumbraba el camino con la linterna.
Despert� al d�a siguiente y no hab�a una sola parte de mi
cuerpo que no me doliera; estaba completamente llena de morados y la cabeza me
daba vueltas por la cantidad de licor ingerido. Afortunadamente Marcos no me vio
en ese estado tan lamentable, suficiente hab�a tenido con el bochornoso
espect�culo del d�a anterior. Lejos estaba de imaginarme que al lado de Marcos
me pasar�a m�s de una cosilla desagradable�
Sobra decir que Laura estaba furiosa conmigo, casi no quer�a
ni hablarme.
Marcela: Amiga perd�neme, mire que anoche no era yo.
Laura: Si Marcela no se preocupe, se que fue un lapsus,
pero ni se imagina lo que me pas� a mi.
Marcela: Que le pas� Laura?...
Laura: Se acuerda al menos que Luis y yo bajamos primero?
Marcela: Si, claro�
Laura: Yo ayer llevaba ropa poco apropiada para ese paseo
y baj� toda mojada, me sub� al carro con Luis para buscar una linterna pues
comenzaba a oscurecer. Me sequ� con una toalla peque�a que ten�a Marcos en el
carro y comenc� a conversar con Luis. Alrededor de una hora despu�s se hizo de
noche y comenc� a preocuparme por ustedes pues a�n no bajaban.
Marcela: Tanto tiempo pas�? Le juro que no me acuerdo.
Laura: La linterna se cay� al suelo y se apag�. Luis se
agach� a cogerla y le dio algo, se desmay� no se� pens� que estaba de bromas y
comenc� a sacudirlo, pero no se inmutaba. Comenc� a llorar, estaba desesperada,
ustedes all� arriba perdidos, borrachos y yo con este hombre que parec�a muerto.
Marcela: Amiga lo siento, no sab�a�
Laura: Afortunadamente reaccion� unos minutos despu�s y
me dijo que iba a subir a buscarlos. Yo no quer�a volver a subir, ya estaba seca
y estaba muy oscuro pero por otro lado no pod�a dejar que el subiera solo porque
pod�a desvanecerse de nuevo, me dijo que sufr�a no se que enfermedad y le daban
esos desmayos de repente.
Marcela: No se lo puedo creer�
Laura: Cr�alo porque as� fue, yo casi me muero del susto.
Menos mal los encontramos y todo termin� bien entre comillas. Se acuerda que
anoche bot� un zapato?
Marcela: Que me voy a acordar, ni de mi nombre me
acuerdo� l�stima mis zapatos favoritos, perfectos para escalar y caminar� Y como
me baj� del carro? Alguien nos vio?
Laura: Que si alguien nos vio? Por supuesto, el alcalde y
la esposa, ya sabe que para entrar al pueblo solo se puede por un lado y preciso
a esa hora estaba todo el mundo en la calle. Y usted se baj� descalza, con un
zapato y las medias en la mano, en un estado tan lamentable que me da verg�enza
ajena.
Marcela: Amiga estoy muy apenada, perd�neme por
involucrarla en mis locuras.
Laura: Ya, ya, no importa, lo importante es que est�
bien, mas bien piense como se va a ir porque descalza no puede.
Marcela: No se preocupe, traje unas sandalias.
Bajamos a desayunar y una de las mesas estaba ocupada por 4
guerrilleros uniformados. Laura nunca hab�a visto uno en toda su vida y no sab�a
si seguir y sentarse o devolverse a la habitaci�n y encerrarse.
Marcela: (en un murmullo) Act�e como si nada, haga lo que
yo hago y no demuestre miedo.
Laura: Siiii�
Marcela: (dirigi�ndome a los guerrilleros) Buenos d�as.
Laura salud� tambi�n y ellos nos devolvieron el saludo. Nos
sentamos y nos sirvieron el desayuno.
Laura: Yo por aqu� no vuelvo nunca�
Marcela: C�llese Laura y coma� y ni se le ocurra voltear
a mirar, yo le advert� antes de venir ac� como eran las cosas, esto no es un
campamento de verano.
Terminamos de desayunar, nos despedimos y tomando nuestras
cosas nos fuimos para la alcald�a. Faltaba un par de horas para que saliera el
bus as� que estuvimos all� un rato y luego fuimos a tomar un caf�. Nos
encontramos all� con Marcos el cual se sent� con nosotras como si nada hubiera
pasado.
Regres� a la semana siguiente, nerviosa, sin saber como ser�a
un nuevo encuentro a solas con Marcos. Coincidencialmente �l estaba de
cumplea�os por esos d�as as� que decid� invitarlo a tomar unos tragos y a bailar
como regalo.
Hice el show de mi vida bailando en un lugar donde todo el
mundo se conoce, donde cualquiera pod�a avisar a la esposa de Marcos, donde mi
reputaci�n y hasta mi vida estaba en juego, con un hombre que aparte de ser el
chofer del alcalde era un hombre comprometido igual que yo y con hijos. En ese
momento no med� las consecuencias de mis actos (de nuevo), simplemente me dej�
llevar por el momento y me bes� con Marcos delante de todo el mundo.
De all� salimos abrazados para buscar un lugar m�s tranquilo
para poder estar solos y dar rienda suelta a la pasi�n que nos embriagaba. Nos
fuimos nada mas ni nada menos que para la plaza de toros ubicada en las afueras
del pueblo (el licor y el deseo lo hace cometer a uno estupideces). Trepamos la
cerca y nos sentamos en un rinc�n sobre unas gradas. El fr�o era espantoso pero
eso de momento no nos importaba, solo quer�amos devorarnos el uno al otro de
inmediato.
Saqu� su verga del pantal�n y comenzamos a besarnos mientras
yo acariciaba sus bolas y miembro, pero todo fue in�til, el fr�o no permiti� que
se le parara, nos dio algo de risa y continuamos bes�ndonos para entrar en
calor. Nos abrazamos recostados contra una pared, tiritando de fr�o y
completamente ebrios, �ramos un par de borrachitos, dos ni�os tontos y
testarudos luchando contra el fr�o y con las hormonas alborotadas, pero nada
pod�amos hacer, no hab�a ning�n lugar donde pudi�ramos estar a solas y calientes
al mismo tiempo as� que decidimos irnos. Me acompa�o al hotel y se march�
tambale�ndose por la oscura y solitaria calle.
A partir de ese d�a nada fue igual, no hab�a se�ora en el
pueblo que no me mirara mal, hasta el saludo me retiraron y murmuraban a mis
espaldas. Es que no era para menos, Marcos al fin y al cabo era oriundo de
aquella regi�n y estaba respaldado por todos, pero yo era la intrusa, la mala
del paseo que hab�a venido a destruir un matrimonio y para los m�s exagerados, a
destruir a una comunidad entera.
Mi trabajo se complic� bastante por mi estupidez porque no
hubo persona que no se enterara de mi romance con Marcos. Afortunadamente el
alcalde era un hombre sensato y no mezclo el trabajo con lo personal.
Llegar a Hierbabuena no era f�cil, hab�a que tomar dos buses
destartalados desde la cabecera departamental porque si se llevaba carro se
corr�a el riesgo de que se lo robaran o quemaran. Primero se tomaba un bus hasta
un cruce de caminos; all� tocaba bajarse y esperar el siguiente que ven�a de
otro municipio. Hab�a d�as en los cuales uno perd�a el bus n�mero dos y deb�a
sentarse en una piedra m�nimo dos horas a esperar el bus siguiente o rezar para
que subiera alg�n otro veh�culo que lo pudiera acercar. En una ocasi�n tuve que
subir en un cami�n de cerveza, acostada en la parte trasera sobre las canastas
muerta de miedo porque la subida es a trav�s de las monta�as por una carretera
angosta, a un lado monta�a y al otro abismos de mas de 200 metros.
En la visita siguiente me ocurri� algo bastante particular.
Como cosa rara perd� el bus numero dos y pas� un cami�n de ganado vac�o. Me
dejaron subir en la parte de atr�s en medio del esti�rcol y me sent� sobre un
bulto de arroz. Lo cuento a manera de an�cdota mas no porque tenga algo que ver
con el tema de este relato que es mi relaci�n con Marcos.
Ese d�a llegu� oliendo a esti�rcol y muy cansada as� que me
fui para el hotel dispuesta a comer algo y meterme en la cama de inmediato. As�
fue, a eso de las 6 p.m. me retir� a mi cuarto para leer un rato. Un par de
horas mas tarde golpearon a mi puerta, era Marcos y estaba borracho como
siempre.
Marcela: Que hace aqu� Marcos, est� loco? Alguien lo ha
visto entrar?
Marcos: No se preocupe doctora, nadie me ha visto.
Marcela: C�mo supo que hab�a venido hoy?
Marcos: La v� llegar en un cami�n y esper� que
anocheciera para venir a saludarla, no aguant� las ganas de verla.
Marcela: Estamos jugando con fuego Marcos, usted mas que
nadie sabe que en un pueblo peque�o como este todo se sabe, seguro ya todo el
mundo est� enterado que usted esta ac�.
Marcos: Solo unos minutos y me voy.
Marcela: Esta bien Marcos pero hablemos all� afuera en el
balc�n.
Marcos: No doctora, all� podr�a vernos alguien, mejor en
su alcoba, le prometo que me quedo cinco minutos y me voy.
Marcela: Solo cinco minutos Marcos.
Los cinco minutos se convirtieron en una hora. No tuvimos
sexo porque Marcos estaba ebrio y yo no quer�a que sucediera de ese modo, solo
nos acostamos frente a frente y nos acariciamos un poco por encima de la ropa.
Marcos: No le parece excitante todo esto doctora?
Marcela: No Marcos, me da miedo porque he escuchado lo
que la guerrilla le hace a los hombres que se portan mal con sus mujeres.
Marcos: A mi no me hacen nada, yo se porque se lo digo.
Marcela: Usted es uno de ellos? D�game la verdad Marcos.
Marcos: (bastante molesto) Acaso me ve el fusil o el
uniforme? Le repito que no soy uno de ellos.
Marcela: Esta bien Marcos, c�lmese, solo le pido que
comprenda mis temores, yo nunca me hab�a visto envuelta en una situaci�n como
esta.
Marcos: La entiendo doctora, perd�neme por ponerme as�.
Mas bien b�seme quiere?
Tom� su cara entre mis manos y lo bes� dulcemente.
Nuestra felicidad dur� poco porque escuchamos voces afuera.
Era nada mas ni nada menos que su esposa busc�ndolo. Apagamos la luz y pegamos
la oreja a la puerta en silencio. No logramos escuchar nada pero a el le daba
terror salir y con raz�n� ella pod�a estar afuera esper�ndolo y eso ser�a
desastroso.
Nos quedamos all� en silencio y a oscuras y a el por el miedo
se le pas� la borrachera. All� sentados en el piso al lado de la puerta los
minutos parec�an horas. La idea de jugar con fuego ya no me parec�a tan
atractiva, ten�a mucho miedo de las consecuencias que nuestra locura podr�a
acarrear.
Como a eso de las once decidimos que lo mejor era que el
saliera por la ventana puesto que la due�a del hotel hab�a cerrado la puerta del
mismo con llave y el no se pod�a quedar all� a pasar la noche. Era un segundo
piso y por consiguiente riesgoso que el saltara, pero no hab�a de otra. Nos
despedimos y el se descolg� como un gato por la ventana. Apenas toc� el piso me
gui�� un ojo y dio media vuelta dispuesto a marcharse. Cual no ser�a nuestra
sorpresa cuando vimos a Sonia, su esposa esper�ndolo all� abajo en medio de la
oscuridad�
Sonia: As� lo quer�a pillar desgraciado.
Marcos: Yo le puedo explicar mi amor, no es lo que usted
esta pensando.
Sonia: (sollozando) Que mi amor ni que nada. Usted ni
siquiera sabe lo que yo estoy pensando. No me toque�
Todo esto lo escuch� apoyada en la pared junto a la ventana,
aterrorizada y sin poder moverme.
Sonia: (dirigi�ndose a m� y mirando hacia la ventana)
Doctora salga que esto lo tenemos que arreglar ya mismo.
Marcos: V�monos Sonia, arreglemos esto en la casa.
Sonia: (llorando mas fuerte) No me toque desgraciado, no
quiero ni verlo.
Marcos: Mire el esc�ndalo que esta armando, v�monos ya no
sea terca.
Yo segu�a parada escuchando, l�gicamente no iba a asomarme
por esa ventana, habr�a sido peor. Solo rogaba para que Marcos convenciera a su
esposa y se la llevara de all�. Esto era como una pesadilla, como una bola de
nieve que hab�a ido creciendo y creciendo y que ya no pod�a parar.
Dej� de escuchar voces, solo el llanto de Sonia alej�ndose
del lugar. Quer�a morirme, me sent�a muy mal, culpable de haber destruido un
hogar, culpable de no haberme limitado a hacer mi trabajo profesionalmente�
culpable, culpable, culpable�
Me acost� pero no pude dormir, el llanto de Sonia eran como
un pu�al en mi pecho. Que remordimiento el que sent� aquella noche... No pod�a
enfrentar a todo el mundo al d�a siguiente, sus miradas de reproche, sus dedos
se�al�ndome como la puta que era. Ten�a que marcharme al d�a siguiente en el
primer bus que sal�a a las 6 a.m. aunque eso implicara dejar botado el trabajo
por ahora.
Me fui para Bogot� al d�a siguiente y ya en mi casa y en mi
cama me sent� a salvo. La pesadilla de la noche anterior parec�a mentira y no
quer�a pensar m�s en eso. Pero inevitablemente ten�a que regresar a Hierbabuena
por �ltima vez con el fin de recibir y liquidar las obras.
Durante toda la semana tuve tiempo de tranquilizarme antes de
regresar al pueblo de modo que cuando lleg� el momento ya estaba concentrada en
el trabajo y nada mas.
Cual no ser�a mi sorpresa cuando al bajarme del bus v� a
Sonia rodeada de sus tres peque�os hijos a pocos metros de donde yo estaba. Sin
lugar a dudas me estaba esperando no para hacerme un esc�ndalo ni mucho menos
sino para demostrarme con su actitud que era toda una dama, algo muy lejano de
lo que yo era puesto que mi actitud dejaba mucho que desear. Mir� para otro lado
y me fui para el hotel con la cabeza baja en medio de una nube de murmullos.
De milagro me dieron una habitaci�n ese d�a en que lo �nico
que quer�a era ponerme una bolsa de papel en la cabeza. Dej� mis cosas y me fui
para la alcald�a sin mirar a nadie. Estuve reunida con el alcalde por varias
horas puesto que esta ser�a mi �ltima visita. Cuando terminamos el mismo
insisti� en que deb�a hacer el �ltimo recorrido por la v�a principal para ver
los trabajos terminados. A rega�adientes tuve que acceder puesto que obviamente
deb�a ir con Marcos y eso ser�a como echarle mas le�a al fuego, pero que pod�a
hacer?
Sal� con Marcos una hora despu�s y ya fuera de la cabecera
municipal me sent� mas relajada.
Marcela: C�mo le acabo de ir su tu esposa? No le puso
problema para venir hoy?
Marcos: Me fue muy bien doctora�. Ella sabe que es mi
trabajo y que debo limitarme a cumplir ordenes pero eso si, me dijo que en el
pueblo no me le pod�a acercar a usted.
Marcela: Es l�gico, era de esperarse�
Marcos: Sabe? El hijo mayor no es m�o�
Marcela: C�mo? Qu� quiere decir?
Marcos: Como lo oye doctora, por muchos a�os viv�
enga�ado creyendo que ese hijo era m�o. No se si usted me entienda pero ella
pr�cticamente me amarr� con ese hijo. A m� nunca me ha gustado estar mucho
tiempo en el mismo sitio pero por ese hijo que ni era m�o me fui quedando y
quedando, luego vinieron los otros dos, esos si son m�os. Hace poco me enter� de
la verdad y aunque yo al ni�o lo quiero como si lo hubiera engendrado el enga�o
es lo que mas duele.
Marcela: Lo entiendo Marcos, no sabe cuanto� pero sabe
que me siento un poco mejor al saberlo? No es que justifique lo que hicimos pero
al menos no me siento como una bruja.
Marcos: Doctora, traje una cometa, quiere que la elevemos
juntos?
Me sorprendi� un poco con eso pero acept� encantada; con
Marcos me sent�a como una adolescente irresponsable y si esta era muy
seguramente la �ltima vez que nos �bamos a ver al menos quer�a llevarme un
bonito recuerdo de la relaci�n.
Detuvo el carro a la orilla del camino y nos bajamos con la
cometa. Nunca he conocido un lugar donde el viento sople mas fuerte como en
Hierbabuena y sin embargo ese d�a parec�a que no hubiera, la bendita cometa no
quiso elevarse del suelo mas que unos pocos metros. Despu�s de varios intentos
infructuosos decidimos dejarlo as� y sentarnos un rato sobre la hierba a
conversar y disfrutar del atardecer.
Marcos: Doctora, nunca me cansar� de decirle lo hermosa
que es, el hombre que est� con usted es muy afortunado.
Marcela: Yo opino que su mujer es afortunada al tenerlo a
usted pues a pesar de saber toda la verdad nunca le ha reprochado nada. Los
cuatro somos afortunados aunque no seamos unos santos�
Marcos: Puedo darle un beso de despedida?
Marcela: Bueno pero en la mejilla.
Se acerc� a m� rode�ndome con sus piernas y brazos y comenz�
a besarme en la mejilla, muy cerca de la oreja. Ese hombre con un solo beso
lograba encenderme y mas porque lo que comenz� a darme fue mas que piquitos,
parec�an mas bien lametones cerca de mi oreja. Escuchaba su respiraci�n
entrecortada mientras me apretaba m�s contra su cuerpo como si no quisiera que
ese momento terminara nunca.
Su boca comenz� a bajar por mi mejilla hasta llegar a mis
labios entreabiertos. Nos besamos con indescriptible pasi�n, hac�a fr�o y sin
embargo nos acostamos sobre la hierba mir�ndonos. Se me olvido el resto del
mundo cuando sus manos se metieron bajo mi su�ter acariciando mi espalda y el se
olvido de su vida cuando las m�as palparon su pecho y abdomen. El clima no nos
permit�a desnudarnos pero nos desvestimos a medias para sentirnos.
Comenzamos a masturbarnos mutuamente, tom� su verga con una
mano mientras el introduc�a un dedo, luego dos y posteriormente tres en mi
chochito h�medo. Me levant� el su�ter y comenz� a chupar mis tetas y a lamer el
canal entre ellas hasta llegar a mi ombligo. Mientras tanto yo hac�a verdaderos
esfuerzos con mis manos en su verga, lo pajeaba como pod�a y sin embargo esta no
se empalmaba, no se si porque ten�a la cabeza en otro lado o por el fr�o. En
todo caso el no pudo penetrarme, supongo que fue mejor as�
Empez� a lloviznar, primero suavemente y despu�s m�s fuerte,
cosa que nos oblig� a dejar nuestros juegos y regresar corriendo al carro.
Marcela: Ya debemos regresar Marcos y cuando eso suceda
todo habr� terminado, yo no voy a volver a Hierbabuena.
Marcos: No me diga eso doctora, nos podemos encontrar en
la capital o mejor a�n podemos irnos a vivir juntos.
Marcela: No sea absurdo Marcos, ambos sabemos que eso no
puede ser.
Marcos: Pero yo la amo doctora.
Marcela: No diga eso Marcos, ni yo lo amo a usted ni
usted me ama a mi, simplemente decidimos vivir algo, enamorarnos del amor y ya,
si lo piensa bien ninguno de los dos arriesgar�a nada por el otro. Pi�nselo y
ver� que tengo raz�n.
No nos dijimos palabra durante todo el camino de regreso. Al
llegar al pueblo nos despedimos y ya, se acab� nuestra corta aventura. Antes de
irme le dej� con una persona de confianza en el hotel un sobre que conten�a una
fotograf�a a�rea del pueblo junto con una nota y algo de dinero que sab�a que
necesitaba.
Lo �ltimo que supe de �l fue que su pap� decidi� vender el
carro y el alcalde lo nombr� conductor de la �nica ambulancia del municipio.
Durante mi estancia en Hierbabuena pasaron muchas mas cosas
que no relaciono para no extenderme m�s. Han pasado dos a�os de eso y a�n
recuerdo con nostalgia el pueblito, pienso sobre todo como hubieran sido las
cosas si yo me hubiera portado bien pero otras veces pienso que todo en la vida
tiene su raz�n de ser pues los errores que cometemos si los aprovechamos bien
nos sirven para madurar. A mi me qued� de experiencia no que debo ser fiel sino
que debo medir las consecuencias de mis actos para no hacerle da�o a nadie con
las decisiones que tome.