1.- Vulgar ama de casa conoce al Negro.
Yo era un ama de casa totalmente corriente, 35 a�os, casada
con un ingeniero y con dos hijos, una chica de 17 y un chaval de 16. Mi vida
hab�a sido pl�cidamente rutinaria, como me gustaba, sin sobresaltos ni
preocupaciones. Educada en un conservador colegio religioso, curs� mi carrera en
una conservadora universidad privada y ejerc� mi profesi�n de abogada en un
conservador bufete hasta que me cas� y el patrimonio de mi marido, as� como sus
estimables ingresos como propietario de una constructora me inclinaron a
dedicarme exclusivamente al cuidado de mi esposo y de los ni�os.
Ni soy fea ni soy una belleza, soy corriente, un poco rolliza
aunque no gorda, pechos grandes con extensas ar�olas y gordos pezones, un poco
colgantes eso si, pero mirando al cielo. Mi cintura es estrecha aunque con su
poquita curva de la felicidad por la barriguilla y se ensancha en unas rotundas
caderas que sostienen mi extenso culo prolongado en unos macizos muslos y recias
piernas. Lo m�s singular que tengo es mi vagina: Enorme, de cerrados labios
mayores muy abultados, tan prietos que para nada asoman los menores ni el
cl�toris. Mi cl�toris es tambi�n grande y es el causante de alguno de los pocos
disgustos de mi vida .... hasta ahora.
Es un cl�toris exigente y no bien atendido por mi esposo, lo
que me arrastraba a frecuentes masturbaciones que me avergonzaba confesar antes
comulgar en la misa dominical.
En el d�a en que cambi� mi vida, mi cl�toris llevaba dos
meses sin contacto con la polla de mi esposo, ya que este se encontraba
dirigiendo unas grandes obras en China que durar�an cuatro a�os. Esperaba
ansiosamente su visita de vacaciones para cinco meses despu�s.
El d�a en que cambi� mi vida estaba yo atendiendo con mi dedo
y un vibrador a mi pepitilla vestida sin m�s que una bata ya que era verano y
hac�a calor. Cuando estaba a punto de lograr el orgasmo son� el timbre de la
puerta y entonces record� que hab�a llamado a la fontaner�a porque una bajante
de pluviales del chalet se hab�a desprendido y cuando hab�a tormenta desbordaba
el agua por la fachada.
Fui a abrir ofuscada y frustrada por la s�bita interrupci�n
de mi placer y me encontr� al fontanero. Era un negro negr�simo, alt�simo,
fort�simo y apuest�simo. Ante aquella visi�n y el aturdimiento provocado por mi
reciente proximidad al orgasmo deb� quedar con cara de lela y no me enter� de
que me estaba hablando hasta que percib� su cara de impaciencia y regres� a este
mundo.
Atolondradamente le expliqu�, creo, el problema, examin� la
bajante y se puso manos a la obra yendo a buscar su herramienta al coche. Poco
despu�s, mientras yo estaba en casa dedic�ndome a la labor interrumpida, volvi�
a llamar a la puerta cuando me encontraba nuevamente al borde de mi ansiado
orgasmo. Pidi� una escalera y le ense�� el cobertizo del jard�n donde pod�a
encontrarla. Cuando la sac� y la llev� al lugar de faena pude apreciar su
perfecto culo, cuya imagen pens� iba a colaborar en la consecuci�n de mi
codiciado orgasmo.
Estaba yo en la cocina con mi dedo otra vez en la pepitilla y
los jugos descendiendo por mis rotundos muslos cuando por la ventana lo vi
subido a la escalera y mostrando algo que me enerv�. El hombre iba en pantal�n
corto y no deb�a llevar calzoncillo o �ste se le hab�a desplazado, pero el hecho
es que desde mi �ngulo le ve�a un tremendo vergajo colgando dentro de la holgada
pernera.
La visi�n aument� mi calentura y la consecuente presi�n de mi
dedo sobre el cl�toris, as� como el flujo de mi encharcada gruta. En el ansia
por ver m�s de aquel gran pene me inclin� sobre el ca�o del grifo del fregadero
apoy�ndome en �l con tan mala fortuna que se rompi�, arranc� y movi� la palanca
y me encontr� ba�ada por un chorro de agua fr�a apart�ndome por tercera vez del
inminente orgasmo.
Pod�is imaginar mi frustraci�n. En menos de media hora tres
veces interrumpida al borde del mayor placer de la vida.
Sal� al jard�n para decirle al negro que ten�a trabajo
sobrevenido cuando ya terminaba con la bajante. Desde debajo de la escalera la
visi�n de su enorme morcilla era perfecta y el elegante bamboleo que le imprimi�
su descenso por los pelda�os hicieron otra vez fluir los caldos de mi gran
chocho.
Fuimos a la cocina donde el hombre se agach� bajo el
fregadero para cerrar la llave de paso, quedando yo, aturdida como andaba, de
pie a su lado. De repente sent� su mano en mi muslo avanzando hacia mi chocha.
No me hab�a dado cuenta de que desde el suelo le hab�a ofrecido el espect�culo
de mis mojad�simos y brillantes musl�menes. Atontada y candente como me
encontraba no tuve, primero reflejos, y segundo fortaleza para apartarme.
Solo pude soltar un suave gemido cuando uno de sus dedos se
instal� en el interior de mi encharcada cueva. No tard� ni un segundo en aceptar
que no pod�a vencer la tentaci�n y que por primera vez en la vida iba a ser
infiel a mi marido e iba a ser follada por un hombre distinto a �l.
Adem�s negro, pensaba, mientras �l se levantaba y yo,
absurdamente, me ve�a confesando aquello al cura. Para cuando estuvo de pie toda
su gran mano estrujaba mi sobreabultado y caliente monte de venus entretanto me
mord�a el cuello y las orejas y su dedo de dentro de mi cueva se engarfiaba
adue��ndose de mi punto G. El ansia de sexo acumulada tras dos meses y acentuada
por los avatares de mi pepitilla en la �ltima media hora desencadenaron por fin
un profundo y prolongado orgasmo que manifest� con gemidos y estertores aferrada
al gallardo cuerpo negro.
- Buena zorra est�s hecha. Dijo �l sorprendido por el r�pido
efecto de su manipulaci�n.
Sin duda pens� que yo era una perdida cualquiera ansiosa de
polla y me dispon�a a reivindicar mi honorable posici�n social de circunspecta y
fiel ama de casa y madre amant�sima cuando me di cuenta de que en ese momento
era, efectivamente, una buscapollas y que estaba dispuesta a cualquier cosa por
conseguir una dentro de mi.
Me limit� pues a arrodillarme ante �l para hacer honores a la
gran morcilla que hab�a vislumbrado y que en pocos segundos lam�a como pod�a
hasta que forzando la boca consegu� meter parte dentro. El tramo de tranca que
llegaba desde mi garganta hasta los labios se prolongaba en otros dos que
cubr�an mis manos una seguida de la otra y a�n sobraba un poco hasta el escroto.
Tampoco me cab�an en la boca las dos enormes bolas que
completaban aquel objeto adorado.
No le cost� mucho quitarme de encima la ligera bata que
portaba y deshacerse de su camisa mientras yo estaba enchusmecida con su gran
herramienta negra.
Me hizo levantar y aprisionando mis pezones entre sus
pulgares e �ndices me condujo al sal�n. Al pasar por el pasillo me vi en un
espejo de cuerpo entero, yo, tan blanca contrastando con su intenso negro y
conducida humillantemente por mis pezones al sacrificio de mi chocha.
El verme conducida as�, de forma tan degradante, me produjo
una sorprendente sensaci�n de placer no experimentada nunca. Yo siempre hab�a
sido muy altanera y cualquier situaci�n de ultraje a mi persona me enfurec�a y
provocaba una batalla. No fue as� ese d�a.
Sentir mis tetas estiradas, verlo en el espejo y escuchar
como el negro me trataba de puta salida y dec�a como me iba a partir el co�o, el
culo y despachar su leche en mi est�mago provoc� un nuevo chorro de mi vagina
tan violento que moj� su pierna. Este hecho le confirmo que yo ten�a vocaci�n de
ramera. No estaba dispuesta a sacarle del error hasta que no hubiera cumplido lo
que promet�a hacer con mis agujeros.
Pronto me encontr� con las manos apoyadas en un brazo del
sof� mientras �l, desde detr�s, utilizaba su herramienta para masacrar sin
piedad mi �tero. Estoy segura que no la consegu�a meter toda entera y que si se
empe�aba me producir�a una rotura de mis v�sceras.
Tres profundos orgasmos como jam�s hab�a tenido me
proporcion� el semental aquel, que me manej� a su antojo en diversas posiciones,
la mejor colgada de su cuello con mis piernas aferradas a su cintura y mi gordo
cl�toris bien presionado contra su p�treo pubis. El sonido del entrechocar de su
pubis con mis nalgas sonaba restallante. Tem� que todo el barrio lo oyese.
Por fin me hizo arrodillar y me exigi� abrir la boca para
recibir su leche. Yo nunca hab�a saboreado la de mi marido, pero obedec�
d�cilmente como si me encontrase en un sue�o. Aquella nueva humillaci�n volvi� a
aportarme una vaga sensaci�n de placer.
No solamente recib� sus abundantes chorros de esperma en mi
boca, sino que adem�s los sabore� y beb� gozosamente.
Qued� derrengada sobre el sof� mientras, como alejadamente,
escuchaba decir al negro que ma�ana volver�a con m�s tiempo a romperme el culo y
que a qu� hora me ven�a mejor. Me sorprend� respondiendo con el horario de
colegio de mis hijos.
Cuando se desped�a le escuch� con orgullo decirme que mi
apetitoso culo requer�a un tratamiento primoroso y relajado, mientras mi cabeza
registraba que mi ano era virgen.
CONTINUAR�.
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