El juego de las miradas II
Antes de entrar al cuarto oscuro del vapor, Alejandro se
despoj� de su sabanilla y se dio un regaderazo de agua tibia en las regaderas.
Se quit� la sabanilla y mientras se enjuagaba los restos de su aventura de tan
solo unos breves instantes atr�s, una mano varonil se acerc� y le sob� la verga.
�l s�lo volte� a ver el rostro del audaz valiente que estaba haciendo eso en la
zona "com�n" del ba�o y le regal� una sonrisa que el otro le devovi�. Alejandro
volvi� a amarrar su sabanilla a su cintura y se dirigi� al cuarto "oscuro" entre
comillas, porque estaba medianamente iluminado gracias a una ventana alta por
donde entraba una luz l�vida que contribu�a enormemente al aspecto er�tico y
sensual de ese cuarto.
Alejandro iba entrando en el cuarto y de tan solo sentir el
aroma caracter�stico del vapor se sinti� excitado. Inmediatamente se quit� la
sabanilla y se jal� la verga que inmediatamente salt� al momento de despojarse
de la prenda. �nicamente llevaba puestas sus sandalias... un modelo poco com�n
de las muy populares sandalias Teva, que eran de color negro y estilo griego: de
tiras delgadas que atravesaban el dorso del pie en forma de cruz y daban una
vuelta en el tobillo. Eran de llamar la atenci�n...
Una vez adentro se enfil� al fondo de la larga banca de
azulejo y se sent� a sudar. Mir� del otro lado de la sala del vapor a aquel
hombre con el que acababa de tener ese apasionado encuentro, disfrutando su sexo
a solas y seguramente recordando cu�nto hab�a disfrutado con aqu�l muchacho.
Alejandro lo dej� jal�ndose su gruesa verga y se dedic� a ver al resto de los
parroquianos que miraban expectantes todos los cuerpos que se introduci�n a ese
cuarto perfumado de lujuria. Varios murmullos se escucharon mientras Alejandro
paseaba su desnuda y varonil figura y al final dejaba su cuerpo reposar en la
banca de azulejo.
Alejandro era, sin ser un adonis, bastante agradable a la
vista. Era un tipo cercano a los 30, de cabello y ojos oscuros y facciones
comunes pero con una sonrisa arrebatadora, de complexi�n regular, una piel
morena clara salpicada de lunares y pecas (por su afici�n a los ba�os de sol),
un vello corto pero abundante en todo su cuerpo (sobre todo en el pecho) y una
estaca deliciosa de unos 18 cm., gruesa, cabezona, cincuncidada y siempre
dispuesto a hacerla disfrutar.
Precisamente la visi�n de haber visto a su �ltimo compa�ero
"ejecutando a su amigo" de una forma golosa y febril, Alejandro sinti� un
cosquilleo que se vi� intensificado cuando roz� con las yemas de sus dedos por
debajo de sus huevos. As� se qued� un rato, y en un momento lleg� a sentarse
junto a �l un muchacho muy alto y robusto, de piel morena oscura. Tan solo de
ver a Alejandro, este muchacho era feliz haci�ndose una rica chaqueta. Alejandro
abri� sus piernas de una forma invitante, ofreci�ndole su tranca. El muchacho
acarici� con suavidad los muslos de Alejandro y bes� la parte interior de sus
piernas. Alejandro se excit� m�s de la cuenta al sentir los labios y el vaho
agitado de este chico en su camino hacia el caramelo que buscaba disfrutar.
Como este muchacho estaba viendo de frente hacia el rostro de
Alejandro, no vi� que detr�s de �l se estaba masturbando un hombre de unos 45
a�os, tambi�n alto de estatura, de pelo chino entrecano y velludo. Alejandro lo
vi� y lo reconoci�, pues era uno de los hombres con los que, si bien no conoc�a
su nombre, s� hab�a tenido varios encuentros con �l pues tambi�n era un asiduo
visitante del vapor. Lo distingui� por la silueta que formaba su melena rizada y
h�meda por el vapor, su cuerpo atl�tico de m�sculos marcados y una cadena de
plata con un diminuto dije rectangular tambi�n de plata, que era de donde
Alejandro se agarraba con la boca cuando follaba con �l. Alejandro vi� c�mo este
hombre empez� a restregar su larga y gruesa verga de unos 25 cm. de largo y unos
4 cm. de di�metro contra las grandes y morenas nalgas del muchacho que le
engull�a con su mamada. As� se estuvieron un buen rato, hasta que el muchacho se
incorpor�, tom� a Alejandro de la mano y lo hizo pararse. Una vez as� parado, le
acarici� los hombros de una forma suave y le bes� el cuello y el pecho, hasta
que volvi� a bajar a su verga y se la volvi� a comer, estirando para ello su
largo cuerpo, levantando sus nalgas hacia atr�s y ofreci�ndole su culo al amigo
que tan s�lo momentos atr�s �nicamente frotaba su tranca contra �l.
El otro, como ya estaba m�s que listo para atacar, ten�a su
espada lista para ensartar. Poco a poco fue entrando y al momento de sentir
dilatado el h�medo y caliente esf�nter que albergaba su salchicha, empez� a
entrar y salir con un gran vaiv�n. Alejandro mientras tanto, empujaba con sus
manos la cabeza del muchacho para que su cavidad bucal sacara y metiera su
tranca. En este momento ya hab�a 4 hombres alrededor de este tr�o masturb�ndose
al un�sono. Segu�a entrando gente al cuarto, pero al ver el fest�n que ocurr�a
al fondo de la sala, prefer�an ocupar los lugares m�s pr�ximos a la puerta,
aunque hubo quienes a la distancia, disfrutaban viendo en vivo esa escena que
parec�a sacada de una pel�cula porno, mientras tambi�n se chaqueteaban.
Uno de los hombres que ve�an el espect�culo se coloc� al lado
del hombre que cog�a al muchacho y le empez� a besar y a acariciar el pecho y
las nalgas, contribuyendo a su �xtasis. Otro de los mirones decidi� actuar y
puso su boca al lado de la del muchacho doblemente fornicado (por Alejandro en
la boca y por el hombre maduro en el culo) y le empez� a besar. Alejandro
pr�cticamente estaba en trance, porque en un momento dado, hubo dos bocas
mamando y besando su verga. Los otros dos mirones que quedaban se pusieron uno a
la derecha de Alejandro y otro a su izquierda y le empezaron a besar y a
acariciar. Los dos muchachos que estaban agachados ten�an ahora tres vergas por
comerse; las tres muy apetecibles. El tr�o se convirti� en un grupo de siete
integrantes disfrutando al mismo tiempo del placer que les daba ese contacto de
hombre contra hombre. El perfume del vapor era sustitu�do en ese instante por el
delicioso y varonil aroma que despide un hombre a su m�ximo nivel de erotismo
con un igual; s�lo que este aroma estaba multiplicado por siete.
Alejandro estaba en �xtasis. Sus dos "sobadores" se vinieron
en las bocas de los dos "agachados" y a pesar de haber acabado ya, segu�an
acarici�ndole el vientre, el cuello, los hombros y bes�ndole las tetillas. En un
momento en el que sinti� que estaba a punto de estallar, Alejandro les quit� su
juguete a los dos hombres a la altura de su pubis y empez� a masturbarse,
mientras que los otros dos le lam�an el prepucio, buscando mutuamente sus bocas
de una forma golosa. Alejandro explot� en medio de gemidos y rugidos graves,
salpicando las cabelleras de los "agachados".
Segundos despu�s, el que estaba disfrutando el culo del
muchacho sac� su verga y descarg� sus abundantes y potentes trillazos de leche
caliente y salada en la espalda y las nalgas del muchacho. Los dos que estaban
agachados se la jalaron hasta venirse... Todos satisfechos, todos contentos,
cada uno sali� hacia las regaderas. Mucha agitaci�n y mucho sudor hab�a de por
medio.
Alejandro se qued� al �ltimo, y tal como era su costumbre,
reflexionando en lo que acababa de pasar. A pesar de la agitaci�n, sigui�
recostado unos segundos acariciando su verga ya fl�cida y cansada... �Dos buenas
vaciadas en menos de dos horas! Eso no ocurr�a todos los d�as...
De repente, oy� al abrirse la puerta del cuarto, una voz
varonil que cantaba boleros en las regaderas. Crey� conocer esa voz y decidi�
salir para averiguar de qui�n era esa voz que le agradaba tanto. Su sorpresa fue
muy agradable al reconocer al "cantante".
El "cantante" era Ernesto, uno de los tantos compa�eros que
Alejandro hab�a conocido en el vapor en otras ocasiones que hab�a estado ah�.
Cantaba con una voz muy grave y bien entonada desde la sala de masajes donde "El
Chino" se estaba tomando un merecido descanso. De unos 35 a�os; varonil; de
bigote bien cuidado; un cuerpo si no atl�tico, por lo menos cuidado y
medianamente velludo. Alejandro s� conoc�a el nombre de Ernesto porque �ste en
la �ltima vez que estuvieron juntos antes de ese d�a, le dio su nombre y su
tel�fono anotados en un papel, esperanzado que le llamara para ir a tomar una
copa o algo por el estilo. Alejandro no le llam� por miedo... ese miedo que no
le permit�a liberar su verdadero yo ante los dem�s. �Pero exactamente a qu� le
ten�a miedo? �A enamorarse? �A entusiasmarse con la persona equivocada? �A
quedar en rid�culo ante alguien que le gustaba? �A "salir del cl�set? Eso era un
enigma...
Temiendo alg�n reproche de parte de Ernesto, se meti� a la
sala y salud� a ambos hombres. "El Chino" lo salud� y se recost� en una de las
mesas de masaje. Ernesto le lanz� a Alejandro una mirada que fund�a al mismo
tiempo alegr�a, rencor y deseo... �l tom� la iniciativa e inici� la conversaci�n
posterior a los saludos.
Me qued� esperando tu llamada... Cre� que no te hab�a
gustado estar conmigo...
Perd�n! respondi� Alejandro; Perd� tu n�mero. No
supe d�nde lo dej�... (una gran mentira porque Alejandro lo ten�a muy
bien guardado en su casa).
Pues me debes esa llamada... Oye! Qu� bonitas sandalias!
dijo Ernesto mirando los pies de Alejandro.
Gracias, gracias... las compr� la �ltima vez que fui a
Houston. Son diferentes, por eso me gustan. Cambiando radicalmente la
conversaci�n, le dijo a Ernesto: Oye! No sab�a que te gustaba cantar! Eso
es algo que tenemos en com�n!
Ah, s�? T� tambi�n cantas? le pregunt� Ernesto a
Alejandro con una mezcla de incredulidad, burla y adhesi�n Vamos a
platicar all� afuera mejor, no?
Est� bien, vamos... Con tu permiso, Chino!
Alejandro observ� a Ernesto de espaldas. Ten�a unas nalgas
muy ricas, redondas y paradas, tapadas por la sabanilla que Ernesto llevaba
anudada. Sin embargo, hab�a un camino de vellos que recorr�an la espalda de
Ernesto que culminaban en sus gl�teos. Al llegar a las regaderas, Alejandro se
coloc� debajo de una y se relaj� bajo el chorro de agua fr�a mientras escuchaba
a Ernesto decirle:
Traigo jab�n. No quieres que te enjabone la espalda?
Perfecto! Quer�a que El Chino me diera un masajito, pero
creo que ya no lo alcanc�. Mira a los que estaban esperando... Te lo acepto!
Ernesto trajo el jab�n y masaje� deliciosamente la cansada
espalda de Alejandro. �l, agitado por los "ejercicios" realizados, lo recibi�
gustoso y le cay� de maravilla.
Ya una vez que Alejandro se hubo enjabonado y enjuagado el
resto del cuerpo, Ernesto le pidi� a Alejandro el mismo servicio pero ahora a la
inversa. Ahora fue Alejandro quien masaje� a Ernesto mientras le despojaba de su
sabanilla y restregaba mientras enjabonaba, con la mayor discresi�n posible, su
verga hinchada de nueva cuenta contra esas nalgas que tanto le gustaba. Ernesto,
para manifestar su aprobaci�n empez� a entonar "Quiero abrazarte tanto".
Alejandro se anim� y empez� a cantarla a d�o con Ernesto. Pronto la sala de
vapor se vi� alegrada con las dos voces.
Robando un poco de shampoo de una botella que alg�n
descuidado hab�a dejado cerca de las regaderas (pues no ven�a al caso ir a
buscar el propio a su cuarto), Alejandro lav� su cabeza y lav� la de Ernesto con
cari�o y sensualidad, acariciando sus sienes y su nuca.
Ernesto le dice:
Te invito a tomar algo.
Est� bien, vamos a tu cuarto y pedimos unas cervezas,
responde Alejandro.
No, al cuarto no... le dice Ernesto. Vamos a mi
casa. Compramos unas cervezas en el camino y all� platicamos m�s
relajados... Qu� te parece?
Perfecto!
Bueno, vamos a vestirnos y nos vemos a la salida de los
ba�os pata que me sigas con tu carro.
Algo raro hab�a pasado. No era la primera vez que Alejandro
recib�a esa clase de invitaciones, pero siempre las rechazaba, por sus temores
de siempre... pero en esta ocasi�n qui�n sabe qu� pas�. A lo mejor Ernesto le
inspir� confianza o a lo mejor simplemente se inspir� al pensar qu� encuentro
piel a piel podr�a pasar en casa de Ernesto.
Alejandro pensaba en esto mientras se vest�a y sonre�a. Lo
que pasar�a ser�a de un alto significado para �l. Esa noche iba a ser
especial...