AMARSE EN SECRETO Fue un s�bado de invierno lluvioso, de esos
que te dejan encerrado en tu casa al lado de la estufa, observando como el agua
salpica a trav�s de las ventanas. Habr� sido el gris del ambiente, la quietud de
las calles, el fr�o h�medo... no s�; pero me sent�a solo, con una necesidad
infinita de saber de ti y escuchar tu voz. Te llam�, afortunadamente estabas
disponible, invit�ndote esa noche a mi casa a cenar.
Ya entrada la noche, y cuando terminaba de poner la mesa
suena el timbre. En el portal de la puerta estabas tu, esquivando el agua de la
lluvia que a�n no dejaba de caer, la cual mojaba tus ropas. Estabas un poco m�s
gordo, con m�s canas en tus sienes, pero siempre con esa sonrisa: la misma
sonrisa sensual, coqueta y acogedora con que me hab�as recibido en tu casa hace
cinco a�os, despu�s de habernos conocido en un chat.
Hab�an sido 5 a�os de ir y venir, en donde cada uno hab�a
tenido que sortear un sin fin de problemas. Problemas que no hab�an sido f�ciles
de solucionar, con varios tropiezos en el camino, pero con paciencia y coraje
hab�amos logrado salir adelante. Ahora tu a los 50 a�os y yo a mis 35, est�bamos
pasando por un periodo de tranquilidad el cual se nota en nuestras rostros.
No dej� de asombrarme lo positivo y alegre que estabas, como
los viejos tiempos. �C�mo sino! Si me contabas que tus hijos ya hab�an terminado
la universidad, independiz�ndose econ�micamente de ti; el divorcio con tu esposa
hab�a finalizado sin ning�n problema, el trabajo te lo estabas tomando con m�s
calma, respetando los horarios de salida; los doctores te hab�an dado de alta de
todos tus males y ya no estabas tomando m�s remedios. Yo te escuchaba, feliz por
ti, perdi�ndome en la brillantes de tus ojos, d�ndome cuenta que eras como el
vino: entre m�s viejo mucho mejor.
As� durante un par de horas, mientras comimos una receta
croata que tanto te gustaba, nos pusimos al d�a en la vida de cada uno. Te cont�
que ya era Mag�ster en Econom�a, que donde estaba trabajando me encontraba a
gusto con alt�simas posibilidades de desarrollo profesional. Tu no perdiste la
oportunidad de re�rte de mi calvicie insipiente, la cual antes ocultaba, pero a
lo que s�lo justifique encogi�ndome de hombros.
El equipo de m�sica empez� a tocar una canci�n rom�ntica de
moda justo cuando nos quedamos en silencio. No s� que te dio que me sacaste a
bailar. Al principio me negu�, ya que nos vemos rid�culos con las 20 cm de
estatura que te llevo. Pero que m�s daba, si nadie nos estaba mirando. Est�bamos
solos. S�lo tu y yo.
Al principio estuvimos distantes por la diferencia de porte.
La iniciativa la tomaste tu (ya que yo soy muy tonto en esos menesteres)
abraz�ndome y colg�ndote de mi, apret�ndome fuerte, siguiendo el ritmo de la
m�sica. Yo inclin� mis rodillas, tu te empinaste, hasta que nuestros labios se
juntaron, d�ndonos un suave beso. � Te extra�e - te dije, poniendo mi
cabeza sobre tu hombro. Tu tomaste mi cara con una de tus manos y mir�ndome
fijamente, me dijiste: - Te quiero mucho y tambi�n te he extra�ado. Despu�s de
eso nos dimos un beso largo y apasionado, en el cual nuestras lenguas se
volvieron a juntar y nuestras manos recorrieron nuevamente nuestros cuerpos,
despertando toda la pasi�n dormida hasta ese instante.
Esa vez yo quise llevar la iniciativa, por lo que no dej� que
movieras tus manos, s�lo que te dejaras hacer. Suavemente te fui sacando la
ropa, de a poco me volv� ha encontrar con tu pecho lleno de pelos y esa pancita
que siempre me ha gustado. Te saque los pantalones, saboreando tus cortos
muslos, tambi�n colmados de vellos. Te hice cosquillas en los pies, generando
una risa tierna. S�lo te dej� con los boxer, empezando a morderte el miembro por
sobre la ropa interior tal como siempre te ha gustado. Ese siempre ha sido una
man�a tuya. Debo confesar que al principio no me gustaba, pero observando lo
feliz que te pon�a que te hiciera crecer la polla de esa forma, lo empec� a
practicar. R�pidamente estuviste durito y como siempre mojado. As� nos
entretuvimos un buen rato hasta que con los dientes te libere del �ltimo despojo
de ropa, quedando tu bello miembro al descubierto. De un tama�o normal, bien
grueso, con la punta paradita, lo que lo hac�a una excelente pieza.
No s� como me las ingeni� para impedir que tus manos
interferienran con mi labor. De haber tenido unas esposas de polic�a te hubiese
amarrado a la cama, por lo que no me qued� otra que llamarte la atenci�n varias
veces. A lo largo de ese tiempo hab�a planificado hacerte el amor de esa forma y
lo estaba logrando.
Con los dedos trate de limpiar el l�quido seminal, para luego
con mi lengua empezar a recorrer el m�stil de tu pene, hasta detenerme en la
cabeza d�ndoles peque�os leng�etazos intermitentes, esos que siempre te han
hecho saltar de placer. Una y otra vez sabore� tu miembro introduci�ndolo a mi
boca dej�ndolo cada vez m�s grueso, colorado y brillante por la saliva. Me
fascin� verte como te retorc�as, las muecas que hac�a tu rostro en especial
cuando nuestros ojos hac�an contacto y toda tu extensi�n era comida por mi
apetito voraz. Adem�s, con una de mis manos te agarraba las bolas, masaje�ndote
con los dedos en la parte donde finaliza el ano. �Eso tambi�n te gustaba! Te
gustaba la sensaci�n escalofriante que se genera al recorrer el delicado tejido
que existe entre los test�culos y el ano. Al momento te diste vuelta,
ofreci�ndome tu culo.
�Supieran todo lo que me cost� que me dejara besarle el culo!
Pero desde que lo logre, despu�s no hubo forma de escaparme de esa extra�a
labor. Y otras vez m�s, tuve para mi esas nalgas blancas (coronadas por una
cicatriz de hernia) en las que mi lengua ha aprendido a entretenerme lo bastante
bien, ha encontrar placer recorriendo caminos poco ortodoxos para un cristiano.
En cierta forma yo ya hab�a cumplido con mi prop�sito y por
otra parte ya era imposible impedir que intervinieras. Siempre te ha gustado
llevar la iniciativa y esa no fue la excepci�n. Si que de apoco te fui cediendo
el terreno. Nos pusimos de pie, tu sobre la cama para poder quedar del mismo
porte, y nos besamos. Tus besos me fascinan, llegan a lo m�s hondo se mi ser,
generando escalofr�os en mi estomago. Con tus manos recorriste mi cuerpo,
quit�ndome el resto de ropa que me quedaba, para luego concentr�ndote en mi
verga que ya estaba bien larga, dura, cabezona y rosada. Cada uno sab�a cuales
eran los lugares que hab�a que atacar para darle placer al otro. Al principio de
nuestra relaci�n ten�amos tantas trabas que s�lo el tiempo y la confianza mutua
han podido superar. Recuerdo que la primera vez que le hiciste sexo oral a un
hombre fue a mi, y esto fue como al segundo a�o que nos conocimos.
Mientas afuera en la ciudad llov�a y llov�a en una tormenta
interminable y la temperatura bajaba cada vez m�s, en nuestro cuarto la
temperatura sub�a a niveles insospechados. Nuestros cuerpos traspiraban a ra�z
de besos asfixiantes, de mordeduras de tetillas, orejas y cuellos. Como todas
las veces estabas encima m�o, yo con las piernas abiertas mientras tu miembro me
rozaba el ano, sin penetraci�n como a ambos nos gustaba. Sentir su cuerpo encima
m�o siempre ha sido uno de los placeres m�s grandes. Una sensaci�n de cosquilleo
que me inunda desde la cabeza a los pies y que me deja muy satisfecho.
As� est�bamos otra vez am�ndonos como la primera vez o como
si se fuera acabar el mundo. Ya no nos ve�amos tanto como antes, pero de vez en
cuando ambos sent�amos la necesidad del otro y nos llam�bamos. A veces era
imposible vernos y era bien frustrante, pero todo era parte del trato: AMARSE EN
SECRETO, sin complicaciones ni ataduras. Nuestra relaci�n era una mezcla de
amistad y amor, y si es que no progresaba m�s all� era debido a las limitaciones
sociales de ambos. Nos amamos, pero a nuestra forma.
Autor: Nicol�s Walas
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