Relato: Aurora y sus charros





Relato: Aurora y sus charros

LOS PERSONAJES


(Fantas�a del autor)


Hola amigos, por medio de los links pertinentes podr�n llegar
a mi: este relato es, en realidad, un anuncio. Quienes se sientan capaces de
llenarme la pupila y llegarme al precio, despu�s de haber le�do mi historia,
pueden intentarlo.


Me llamo Aurora y quiero contarles de qu� manera dej� de ser
virgen y me fugu� de casa, para convertirme en la reina de la noche, en la puta
que har� realidad tus sue�os, en la cortesana de otras �pocas que te har� gozar
y sufrir... si te atreves.


Desde mi temprana adolescencia me obsesion� con el sexo, y
aunque tuve tres novios, nunca pas� de besos y alg�n fajes�n. Con el �ltimo
novio romp� el d�a anterior a mi cumplea�os 16 y desde entonces mi obsesi�n
sexual no ten�a m�s salida que las que yo pudiera darle. Si consideramos que de
los 16 a los 18 son 730 d�as exactos, he de haberme provocado unos 3000 orgasmos
�nicamente acarici�ndome el cuerpo, fantaseando, leyendo novelas er�ticas y,
b�sicamente, paje�ndome el cl�toris.


Aprend�, pues, mil formas de tratar a mi cl�toris (y otras
tantas de c�mo no hacerlo), pero mi vagina segu�a intacta: apenas hab�a
acariciado los labios por encimita, con las yemas de los dedos, con la punta de
la u�a, y nada ajeno a ella la hab�a penetrado nunca, pues yo lo ten�a claro: lo
primero en ingresar deb�a ser un miembro viril. Total, que entre eso y mis
lecturas, al cumplir los 18 estaba como el caballero D�Artagnan al salir de
Tarbes, es decir, a falta de pr�ctica ten�a una profunda teor�a, y unas ganas
enormes de salir al mundo.


Me hab�a propuesto hacerlo el fin de semana siguiente de mi
fiesta de 18 y, siguiendo mis lecturas, yo ten�a dos opciones: el sexo con amor
o el sexo con sexo. Mis fantas�as me inclinaban al segundo, mis fantas�as y mi
rebeld�a, dicho sea de paso, porque yo quer�a ser lo contrario de lo que eran
mis hermanas, de lo que querr�a mi madre: la muchacha t�pica de Serrat... y
apenas la de las primeras estrofas.


Porque me cri� en la t�pica familia bien del pa�s, a base de
club h�pico y zumos de frutas, misa y comuni�n todos los domingos, escuela de
monjas y fiestas de guardar. De los 13 a los 15 trat� de rebelarme, pero s�lo
consegu�a continuos castigos y algunos azotes de mi padre, que era de los que ya
no se hacen, de la vieja escuela. Alg�n beso furtivo con un novio secreto, la
lectura de "Las edades de Lul�", "Lolita", "En brazos de la mujer madura" y
otros libros sumamente instructivos, Led Zeppelin y Pink Floyd, vodka y
cigarrillos, eran mi raz�n de ser, de vivir.


Pero los castigos y los azotes eran cada vez m�s frecuentes.
Mi padre me quit� mis discos y mis libros y mi madre no me sacaba el ojo de
encima. As� llegaron las vacaciones de verano en v�speras de mi 16� cumplea�os
castigada y sin libros, naturalmente, porque mi madre cre�a (y no se equivocaba)
que eran los libros los que me met�an "esas malas ideas" en la cabeza.


En esas vacaciones reflexion�, pues, y decid� esperar dos
a�os, convertida en la t�pica mosquita muerta, y luego soltar amarras, dejar a
los tir�nicos y pacatos viejos con un palmo de narices... y en verg�enza frente
a todas sus amistades, pues tem�an m�s al "que dir�n" que al diablo, al que
tem�an como buenos cat�licos ultramontanos.


Tard� casi seis meses en "recuperar la confianza" de mis
padres y regresar al club h�pico, al ingl�s y a mis libros, aunque s�lo le�a
cl�sicos (y fue una maravilla: despu�s de mis novelas er�ticas, policiacas y de
aventuras, recalar en Cervantes y Stendhal). Era la ni�a buena de pap� y mam�:
de mis anteriores notas, siempre al filo de la navaja, pas� a ser de diez; no di
motivos para queja alguna, aunque, como ya dije, me masturbaba hasta el
cansancio... y preparaba mi fuga.


Y lo m�s pijo, lo que redonde� el modelito que representaba:
en 6� a�o, a mis 17, fui electa "Reina" del Colegio. Era una reina fr�a y
distante, virginal pero deseada, due�a de las pajas de medio colegio, de sus
sue�os, de sus ansias.


Hacia fines de a�o hice todos los tr�mites para ingresar a la
cl�sica carrera MMC (Mientras Me Caso) en el Tec de Monterrey campus mi ciudad,
mientras secretamente, y gracias a un apartado postal, los hice tambi�n para
hacer el examen de admisi�n a la UNAM en las vacaciones del verano posteriores a
mi 18� cumplea�os.


Termin� la prepa con honores y dos semanas despu�s celebr� mi
cumplea�os. Me quedaba una semana en mi ciudad, en los que di los �ltimos toques
a mis planes. Iba a alzar el vuelo con el dinero de la inscripci�n al Tec y la
primera colegiatura, m�s el bimestre del h�pico y una mensualidad del ingl�s. No
mucho, pero suficiente.


Me ir�a tambi�n con una camper y sin el virgo. El virgo lo
iba a cambiar por la camper, una ford 250 casi nueva, con una caseta amplia y un
aparato de sonido espectacular.


Cuando la camper de marras acababa de salir de la agencia,
dos a�os antes, yo hab�a tenido en ella mis escarceos m�s serios (estuve a punto
de d�rselas, pero afortunadamente no lo hice, porque esperar dos a�os y meses
fue mejor para mi placer y mi futuro, como ver�n) con Marcos, el �ltimo de mis
"novios", copropietario de la camper. Yo ten�a 15 y el 21, lo conoc� en el
h�pico, donde �l s�lo estuvo unos meses para aprender ciertas t�cnicas
ecuestres.


Marcos proven�a de una familia de hacendados ganaderos cuyos
varones, todos, ten�an a orgullo ser charros y, como no era buen jinete, se
meti� al club para pulirse, suponiendo con raz�n que luego de montar con
albard�n dominar�a sin problemas la silla charra.


La camper la hab�an comprado Marcos y mateo, su hermano
mayor. Eran muy parecidos: fornidos por el trabajo de campo y la buena
alimentaci�n, de baja estatura (un poco m�s bajos que yo), tostados por el sol,
de ojos verdes, grandes manos y bastante brutos. Cuando pas� esta historia
Marcos ten�a 24 y Mateo 26.


Que aceptaran mi virginidad (y algo m�s) a cambio de su
adorada troca, s�lo se entiende en el contexto puritano de mi medio y mi ciudad,
aunque tambi�n algo se debi� a mi belleza y mi "reinado". Al cumplir 18 era un
cromo... aunque ahora estoy mucho mejor, pero esa es otra historia. A los 18 era
alta, bella, de medidas casi perfectas y con la carga sensual, el sumum que da
el peso del deseo de los hombres. Es cierto que durante alg�n tiempo desconfi�
de mi belleza, no me la cre�a, me encerraba en mi misma, pero ya llevaba algunos
meses de saberme bella y deseada.


Me reun� con mis charros en un caf�, el jueves que sigui� a
mi cumplea�os, y aunque Marcos acept� desde el principio, Mateo vacil� hasta que
les ofrec� el suplemento:


-Pueden sacar todas las fotos que quieran y ense��rselas a
quien quieran, siempre que me prometan s�lo ense�arlas y nunca publicarlas, que
me den su palabra de charros, en la que conf�o.


Yo sab�a que eso los har�a ceder y as� fue. Pero a�n faltaba
por arreglar un asunto: s�lo uno de los dos podr�a gozar mi virginidad. Luego de
debatirlo mucho, acordaron jugarlo a tres suertes del charro completo, que no
les contar�, porque no es este un relato costumbrista. S�lo hay que decir que el
mano a mano fue el s�bado y que gan� Marco, muy apretadamente. Mateo se
reservar�a, dijo, mi virginidad anal.


Tambi�n es pertinente mencionar que el album de fotograf�as
donde guardo la constancia gr�fica de mi holocausto, ese primer album privado
que s�lo muestro a los m�s selectos de mis clientes, inicia con 17 fotos que les
tom� durante el mini torneo en que disputaron mi virginidad: vest�an como en la
canci�n de Cortazar y Esper�n en voz de Jorge Negrete: "con mi sombrero
bordado/y mi traje alamarado/mi botonadura de oro/mis espuelas de Amoz�c/mi
carrillera plateada/mi pistola niquelada...": eran dos perfectos ejemplares
masculinos a pesar de su corta estatura, m�xime, al ejecutar sus suertes
ecuestres y pie a tierra, sudorosos, con el ce�o fruncido, el bigote erizado y
los m�sculos en tensi�n.


El domingo me port� como todos los domingos, misa y comuni�n
incluidas, y en la noche, silenciosamente, empaqu� mis cosas. Y el lunes en la
ma�ana, tan pronto sali� mi madre a un t� de caridad (sic), Marcos y Mateo, que
espiaban en la esquina, entraron con la camper y me ayudaron a subir dos maletas
con mi ropa, mis 127 discos y otros 43 que le baj� a mis jefes, cuatro pilas de
libros, mi lap-top y alguna otra cosa ("mi patria y mi guitarra", dir�a Serrat).
Dej� una nota hip�crita que terminaba con un falaz "los amo" seguido de un
aut�ntico "no me busquen", y sub� al lado de mis charros.


Por petici�n m�a, iban vestidos con trajes charros de faena y
me sent� entre ambos, le di un beso a cada uno y enfilamos rumbo a su casa, que
estar�a sola todo el d�a.





MARCO



Hay muchas formas de contar lo que sigue pero, para no
confiar en la memoria, lo har� siguiendo la secuencia fotogr�fica, empezando por
las fotos tomadas por Mateo, de mi desvirgamiento a manos de Marco.


Hay muchas formas de contarlo pero esta es egoc�ntrica: me
estoy vendiendo, as� que no llamen la atenci�n sobre lo que digo de mi. Adem�s,
es cierto como los evangelios. Es historia gr�fica, ahora tan de moda en
c�rculos acad�micos.


Va pues la simple descripci�n de las fotos y, entre
par�ntesis, s�lo de cuando en cuando, muy de cuando en cuando, un aparte entre
par�ntesis.


1. Yo estoy sentada a la mesa, dos ligas formaban otras
tantas coletas de rubio cabello a los lados de mis orejas. Se ve mi blusita azul
cielo, de corte casi infantil (mi madre compraba mi ropa), mientras Marco,
detr�s de mi, vestido con su traje charro de faena (sin sombrero), mete la mano
en el escote.


2. En similar posici�n, pero inclinando la cara a la
izquierda y con media sonrisa, los ojos bajos, recibo el roce de los labios de
Marco en mi mejilla. Me ha levantado la blusa y se ven mis pechos, erguidos y
juntos por el bra, sobre los cuales posa apenas su mano derecha.


(Yo sab�a lo que ven�a y estaba asustada, asustada y
excitada. Esos primeros roces bastaron para sensibilizar toda mi piel, para
ponerme la carne de gallina. Hay que poner atenci�n a la sonrisa).


3. La tercera foto es un close up. La mano de Marco ya no se
posa sobre mis pechos sino que, dentro del bra, oprime suavemente mi seno
izquierdo, todav�a atr�s de mi. La sonrisa es casi la misma, un poco m�s
enigm�tica quiz�. Entre la mesa y mi bra se advierte mi estrecho torax, mi joven
piel.


4. Sigo con los ojos bajos. Ya no sonr�o: mi boca est�
entreabierta y asoman apenas mis blancos dientes. Mi pecho izquierdo, m�s
peque�o de lo que parec�a en la foto anterior, se muestra desafiante ante la
c�mara, en el centro luminoso de la foto. Se notan claramente las marcas del
bikini en mi piel, el cambio de tonos, del dorado de mis brazos y mis hombros al
blanco de mi pecho y el morado de mi pez�n. Su mano izquierda acaricia mi
hombro, su mano derecha empieza a bajar el otro tirante del bra.


5. Me he vuelto. Con los ojos entrecerrados lo beso en la
mejilla. Rodeo su cuello con mi brazo derecho mientras �l sigue acariciando mis
pechos. He perdido el vestido y el bra sigue cubriendo mi seno derecho.


6. Marco, sin camisa, inclinado sobre mi, me abraza. Su brazo
izquierdo rodea mi espalda, su mano derecha toma mi cintura, que sobresale sobre
la mesa. Mi torso desnudo es hermoso, como el suyo: ha perdido la camisa y
muestra sus poderosos hombros. Yo no lo veo mi espalda est� arqueada y mis ojos,
entrecerrados, miran hacia el techo. Como me he dado vuelta para recibir a
Marco, la footo muestra mi perfil, mi plano est�mago, mi peque�o y erguido
pecho. Me he soltado las ligas del pelo y mi cabello cae sobre mi espalda como
cascada de oro.


7. Mateo se ha movido de posici�n y me fotograf�a de frente.
Es ahora Marca, agachado sobre m�, quien est� de perfil. Mis dos pechos se ven
perfectamente ahora y, como la mesa no estorba, se tiene un primer atisbo de mis
caderas, enfundadas en los cl�sicos bluejeans. Tengo las piernas p�dicamente
juntas, aunque mi mano derecha acaricia la espalda de Marco, quien tiene su mano
en mi est�mago, muy cerca del cierre del pantal�n.


8. Es evidente que Marco me ha subido a la mesa. Mis
pantorrillas cuelgan, fuera de la foto. Estamos uno frente al otro y yo
desabrocho la gruesa hebilla del cintur�n mientras �l me acaricia, me besa.


9. Seguimos en la misma posici�n. Se ve mi espalda desnuda.
Una de sus manos acaricia mi cara y la otra explora mis nalgas bajo el pantal�n,
desabrochado. �l est� en trusa (ha desaparecido el pantal�n) y yo busco con las
manos el tesoro oculto. Se ven claramente la bella y herc�lea l�nea de sus
piernas y su torax poderoso, de animal en reposo.


10. Close up: mi mano acaricia su verga enhiesta, casi negra,
de tama�o regular pero erecci�n firme. S�lo se ven mis antebrazos, cubiertos de
dorada pelusilla, su miembro, su est�mago.


11. Me flexiono sobre mi misma, a�n sentada en la mesa, y
llevo la verga de Marco a mi boca. No se ve claramente lo que estoy haciendo,
aunque es evidente. Mi mano izquierda, en primer plano, ase firmemente su
miembro por la base. El resto desaparece de la imagen, oculto por mis cabellos.
Est� totalmente desnudo, bello como el prototipo del charro. Lo mejor de la foto
es su cara: los ojos cerrados, la boca entreabierta, la expresi�n de sorpresa y
placer...


(Aqu� es donde empec� a aplicar la teor�a, a saborear la sal
de mi primera verga, a seguir sus indicaciones).


12, 13 y 14. Close up: se ve mi cara de perfil, mis pesta�as
cubriendo el ojo derecho, mi barbilla apuntando hacia su est�mago, mis ojos
hacia el suelo, mi nariz, mis pequillas, perfectamente visibles. Mi mano
izquierda sigue asiendo por la base la verga de Marco. Succiono con aplicaci�n
su morado glande: alcanza a verse el frenillo y un buen pedazo de miembro entre
mi mano y mis labios. Hay algunas diferencias entre foto y foto que muestran el
movimiento de mi boca, de mi mano...


15. Marco ha subido mi pierna derecha a la mesa. A�n cubierta
por los jeans aparece su elegante l�nea. Aparece tambi�n una zapatilla blanca de
tennis. Mi desnudo torso est� semirecostado en la mesa y �l, desnudo y bello, se
muestra casi de espaldas. Sus firmes nalgas aparecen desafiantes ante la c�mara.


16. Me ha bajado el pantal�n. Mis braguitas, del mismo blanco
algod�n del bra, cubren mi sexo y muestran mis blancas caderas. Sus manos est�n
ocupadas quit�ndome la ropa. Yo estoy recargada en mis dos codos, con las
piernas obre la mesa... esper�ndolo.


17. Es una foto de miedo. �l est� a la izquierda, agachado
sobre la mesa. Su verga erecta toca su est�mago formando una l�nea paralela. Sus
manos acarician mis pantorrillas, una cada mano. Ya no hay nada que ocultar,
ambos estamos completamente desnudos, Mis piernas, flexionadas y abiertas,
muestran la roja herida de mi sexo, cubierta de rubia pelusilla, sobre el �ngulo
que forman su velludo antebrazo y su poderoso brazo. En cambio, nuestras caras
no se ven: mi cabeza est� echada hacia atr�s, mostrando mis pechos como dos
montes que apuntan al cielo; la suya est� vuelta hacia m�, por lo que es su nuca
la que aparece en la foto, su corto cabello casta�o.


18. Casi igual que la anterior, s�lo que �l y la c�mara m�s
cerca de mi sexo. Desde arriba, los dedos �ndice y pulgar de su mano izquierda
abren mis rojos labios mayores.


19. A�n m�s cerca. Mis nalgas y mis muslos cubren casi toda
la foto. Arriba, bajo su nariz, sus ojos vigilantes, sus dedos siguen abriendo
mis labios mayores, mostrando mi intimidad, mi cl�toris, peque�o pero hinchado,
mis rojos y brillantes labios menores, la peque�a entrada de mi vagina y, m�s
abajo, el negro agujero del culo, la suave l�nea que divide mis blancas
posaderas.


20, 21, 22 y 23. Igual... casi, porque su lengua, roja y
audaz, se ha posado sobre mi cl�toris, juega sobre �l, baja a la entrada de mi
vagina, chupa y se adue�a...


(Y yo, que ya estaba muy calientita, siento estallar mi sexo,
siento que todo mi ser se concentra ah�a abajo).


24. Estoy sentada en la mesa. Por primera vez veo
directamente hacia la c�mara, mostrando mis grandes ojos verdes. No me gustan mi
mirada ni mi expresi�n. Estoy echa un ovillo. Mi cabeza descansa en su hombro.
Mi pierna izquierda, doblada, deja ver, bajo el bien torneado muslo, la herida
en carne viva de mi sexo. �l me abraza.


25. Marco me carga, me lleva en sus brazos. Yo lo abrazo y el
centro de la foto lo forman mis cabellos. Bajo mi cuerpo destaca su verga y el
nacimiento de sus muslos, s�lidos como columnas.


26. Desnudos los dos y en la camita. Yo, tendida boca abajo,
el culo levantado, las piernas flexionadas. En primer plano la elegante curva de
mi pantorrilla y la parte posterior de mi muslo. Mi breve cintura y, volteando
hacia atr�s sobre mi hombro, observo lo que est� pas�ndome con una cara que es,
evidentemente, miedo. �l est� hincado. Sus fuertes muslos inclinados hacia
delante, con sus brazos como troncos se apoya en mi cintura. Se ven sus hermosas
nalgas y su firme est�mago, pero no sus hombros ni su cara. Y lo m�s importante,
su verga, firme como un m�stil, se apoya en la entrada de mi vagina.


(La cara de la foto es de miedo, sin duda, pero en mi
recuerdo ese miedo est� mezclado con deseo, con ansiosa prisa. sentir la suave
piel de su glande apoyada en mis sensibles terminales nerviosas me incitaba a
pedir m�s... y lo ped�, si no mal recuerdo).


27. La foto es casi igual, pero el grado de inclinaci�n de
sus muslos, de todo su cuerpo, es mayor. Est� volcado sobre m�. Sus brazos se
apoyan con fuerza en mi cintura y sus m�sculos pectorales resaltan, lucen
hermosos y brillantes. La verga ha empezado a entrar: se ve claramente, ya
inserta la punta aunque casi toda sigue fuera, muy visible. Es evidente mi
grito: la c�mara capta mi expresi�n de dolor, mi boca abierta, mi ce�o fruncido,
mis ojos fuertemente cerrados.


28. Ha entrado ya completa... no puede saberse porque su
perfil oculta nuestros sexos, pero por la distancia entre nuestros cuerpos, es
evidente que ha entrado entera. Ya no grito: mi boca se cierra, mis m�sculos
maxilares resaltan apretados, el ce�o sigue fruncido, los ojos bien cerrados.


(�Ya no soy virgen!)


29. Mateo cambia el encuadre: es ahora mi cara la que est�
fuera del angular y es la de Marco, gozosa, delirante, la que se ve.


30. Seguramente Mateo se ha recostado junto a la cabecera
(as� fue, lo recuerdo bien), y en el momento en que abro los ojos dispara,
enfrente de mi, muy cerca. S�lo se ven mi cara y mis hombros. Los ojos abiertos
ven la c�mara con sorpresa; las cejas ligeramente fruncidas y un rictus de
dolor, de placer y dolor, abre mis gruesos labios, dejando ver mis dientes. Un
delgado mech�n de dorado cabello baja por la nariz, dividiendo mi cara en dos
partes. Soy, no cabe dura, muy bonita.


(Le dije, lo recuerdo: "Largo de aqu�, que me
desconcentras").


31, 32, 33 y 34. Variaciones de la 27 y 28. Mateo regres� a
fotografiar ese encuadre, desde esa posici�n. En la 32 y la 34 se ve buena parte
de su pene, como en la 27, pero no se ve mi rostro: he hundido la cara en la
cama. En la 31 y la 33, me la ha insertado entera. Si se siguen las diferencias
entre las fotos puede verse c�mo empiezo a moverme a su ritmo y c�mo, en la
�ltima, extiendo los brazos al frente y me estiro voluptuosamente.


35. Se ha dejado caer sobre m�, con todo su peso. Mira hacia
la c�mara con pl�cida expresi�n


36. Abrazados...


(Pero Mateo no nos da tiempo de acariciarnos: me obliga a
ponerme un par de prendas y me llava con �l, ansioso y colorado, a su
habitaci�n).




MATEO.



37. Sentada en cuclillas, en otra habitaci�n, le mamo la
verga a Mateo. Estoy vestida con mis braguitas y una m�nima camiseta blanca de
tirantes, que dejan mis hombros y mi cuello al descubierto. Mis senos apenas
apuntan y me veo menor de lo que soy. Mi cara, de perfil, refleja placidez, con
los ojos cerrados, la gr�cil l�nea de las cejas y las dilatadas ventanas de la
nariz. Los labios, bien abiertos, acogen el miembro de Mateo, m�s grande y
grueso que el de Marco. Mi mano izquierda ase con cuidado la base de su r�gido
miembro mientras la derecha se posa en mi sexo, sobre las bragas. De �l, adem�s
de la verga, s�lo se ven sus pantalones bajados hasta la cadera y su camisa
levantada.


38. M�s cerca. Ya no estoy exactamente de perfil, sino de
tres cuartos. Hay varios cent�metros entre mi cara y su est�mago, a pesar de que
he engullido un buen trozo, a juzgar por el bulto que se forma en mi cachete.
Sigo con la misma pl�cida expresi�n, los ojos cerrados. Se ve perfectamente el
prieto cuerpo de su verga, sus venas azules, que casi laten en la imagen, los
escasos vellos rubios que cubren la encogida bolsa de sus huevos. Su potente
erecci�n.


(Y vuelve a antoj�rseme, amigos, como se me antojo aquel
d�a).


39. M�s lejos, de tal modo que su cara y la m�a sean
perfectamente reconocibles.


40. Desde arriba. Marco, claramente, se ha puesto al lado de
Mateo. Esta vez poso: dirijo mi vista a Mateo y la c�mara capta el tama�o, el
color, la expresi�n de mis ventanas. Sonr�o divertida, mostrando mis dientes
superiores. Sonr�o con toda la cara. Mi lengua asoma por abajo y acaricia, seg�n
se adivina, la parte anterior de su glande. Se ve su verga, completa y poderosa,
la cabeza posada en mi lengua, su rosado glande, su moreno tronco.


41. Casi la misma posici�n que la 38, solo que ahora no tengo
su miembro dentro, sino que mi lengua se posa apenas en su glande.


42. Mateo se derrama


(Entonces, Mateo pidi� una segunda serie. Me hizo vestirme y
pidi� a Marco que tomara las siguientes fotos desde el mismo lugar, una posici�n
fija de su rec�mara. Quer�a follarme, s�, pero tambi�n quer�a dejar constancia
gr�fica de la "seducci�n de la reina").


43. Estoy vestida con la camisetita blanca, jeans,
calcetines. De mis orejas cuelgan unas grandes arracadas y tengo el pelo peinado
hacia atr�s, recogido en una cola de caballo. Hincada en una cama con colcha
azul, abrazo a mi charro Mateo y lo beso. La foto permite que se vean bien
nuestras caras y el beso apasionado, su mano en mi cintura, la m�a en su
espalda. �l, para do a mi lado, estrechando su cuerpo junto al m�o, viste
tennis, jeans y camisa vaquera.


44. Misma posici�n, o casi, porque en lugar de buscar hincada
la cercan�a de su cuerpo, me inclino hacia atr�s, con mis manos en la hebilla
del cintur�n piteado. Sus dos manos amasan mis pechos. Ambos estamos sin camisa
y luce mi esbelta cintura, mi plano abdomen y los m�sculos de sus brazos y su
t�rax. El me ve a la cara, con expresi�n anhelante. Yo, atiendo la maniobra de
mis manos.


45. Yo sigo hincada pero me he girado para ver la c�mara de
frente y la foto me muestra casi entera. Los jeans a las rodillas, las bragas a
medio camino, Mateo besando la orilla de mi cadera y con sus manos deslizando
mis bragas. Aparezco en todo mi esplendor.


46. Mateo se ha quitado de encima. En la orillita de la foto
aparece apenas su perfil. Me muestro a la c�mara. Mis manos se entrelazan detr�s
de mi nuca. Mis ojos est�n pudorosamente cerrados. La cara se inclina
ligeramente hacia la izquierda, aumentando la expresi�n so�adora. Los firmes
pero delgados m�sculos de mis brazos est�n en tensi�n, mostr�ndose blancos y
suaves, uno a uno, y eso jala hacia arriba mis peque�os senos, lechosos y
delicados. Los morados pezones, en desafiante punta, se�alan hacia fuera,
ligeramente, y los senos bajan en suave curva hacia el recto abdomen, las
costillas que resaltan. �Qu� mas quieren que les platique?, la curva de mi
cintura, el ensanche de mis caderas, la rubia mata sobre la roja herida... no,
algo debo dejarles a la imaginaci�n.


47. Se ha perdido la secuencia porque mi cadera se recarga en
la orilla de la cama y �l est� entre mis piernas, ya ensart�ndome. De hecho, ya
estoy completamente ensartada. Yo estoy a la derecha de la foto, recargada en la
cama con el codo izquierdo y tomando su nuca con la mano derecha. Mateo muerde
mi pez�n derecho y me agarra firmemente de las caderas. Si se observa con
atenci�n, se ver� que la verga de Mateo no entra en mi co�o, sino en mi ano.


(No fue f�cil su ingreso hasta que segu� sus instrucciones y
afloj� correctamente el esfinter).


48. Tengo una expresi�n extra�a mientras �l, a�n de pie, me
penetra. No se ve claramente la acci�n porque la oculta mi pierna izquierda
mientras la derecha sube a su hombro.


49 a 53. Mateo me penetra de pie, con mis piernas en sus
hombros. Entra y sale su verga de mi ano



FUERA DE ORDEN


(Entonces dejaron de tomar secuencias. Recuerdo que nos
ba�amos, comimos algo y volvimos a empezar. Tomaron dos �ltimas fotos y luego
seguimos follando).


54. Mateo est� tendido boca arriba en la cama y se ve el
flanco izquierdo de su torax, aunque sus dos deliciosos muslos aparecen
completos, ligeramente abiertos. Yo estoy hincada, a horcajadas sobre �l, y se
ve su dura y firme verga debajo de mi sexo, entrando en mi sexo. Mis nalgas
apuntan hacia atr�s y mi espalda forma una curva hasta donde mis brazos
sostienen mi cuerpo. Tengo mi cabeza levantada y me aplico con la boca a la
verga de Marco, semierecta. Marco, de pie sobre la cama, con las piernas
abiertas, me acaricia la cara.


55. Mateo est� igual que en la foto anterior. Puede
apreciarse la base de su verga, el resto de la cual est� completita dentro de
mi. Yo lo abrazo, acostada sobre �l, con mis piernas abiertas y flexionadas al
lado de sus caderas. Se ven muy bien mi redonda nalga derecha, brillante,
apuntando hacia la c�mara, y el bien torneado muslo, la firme pantorrilla. Unos
hoyuelos cuya existencia yo desconoc�a coronan ambas nalgas, de proporciones
�ureas, y mi estrecha cintura, mi esbelta espalda, mi rubia cabellera se ven en
la foto muy bien lograda. En el extremo izquierdo de la foto, en pie al lado de
la cama, Mateo apunto la cabeza de su firme verga hacia mi prieto ano, que est�
a penas a unos cent�metros: estoy, pues, a punto de ser empalada contra natura,
ahora por Marco.


(Y ah� acab� el album, pero no el d�a).


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Relato: Aurora y sus charros
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