Relato: Secuelas (05: El Viaje)





Relato: Secuelas (05: El Viaje)

Secuelas 05: El Viaje Desagradable


Emanuel cerr� la boca al notar que miraba como idiota la
escena que ten�a enfrente de sus ojos, sin decir nada gir� r�pidamente y sali�
corriendo del lugar, tal como si fuera alguien a quien le han roto el coraz�n.
De reojo observ� como Alejandro se levantaba de arriba del cuerpo de Germ�n y le
segu�a grit�ndole su nombre, seguido por un: "Detente", mientras que el otro se
guardaba su verga de nuevo en el jeans.


Es que realmente no pod�a creer que su amante lo estaba
enga�ando con otra persona. Que la persona en que se hab�a entregado... y hasta
besado... estuviera en la cama con alguien m�s. �Un momento! �Qu� es lo que
estaba pasando? �Se estaba enfureciendo con Ale porque estaba con otra persona?
�Acaso... se estaba enamorando como para que llegase a tener esa est�pida escena
de celos? �Se estaba enamorando de Alejandro?


No pens� en eso y sigui� corriendo sin detenerse, siquiera,
cuando pas� en frente de su casa. Supo, reci�n hacia donde se dirig�a cuando la
casa de su ex novia Luciana, estaba en frente de sus ojos. A�n no comprend�a la
raz�n por la cual sus pies lo haya llevado hasta all�, pero ya que estaba, no
pod�a dar marcha atr�s.


Y as� fue como toc� el timbre y al poco tiempo ella misma lo
fue a atender.


- �Qu� haces aqu�? - pregunt� en se�al de saludo. - �Qu�
quieres?


- Vine a hablar contigo. - repuso Emanuel. - �Podemos?


- Supongo... no tengo nada mejor que hacer. - explic� Luciana
y le hizo una se�al para que entre.


De all� fueron directamente a la alcoba de la chica, como era
una casa de una sola planta, se encontraba en el fondo. La habitaci�n estaba
totalmente diferente a la �ltima vez que entr�. En toda su ventana, antes
adornadas con dulces cortinas rosas, ahora hab�a calcoman�as que declaraban las
siglas: "Xijan". Era extra�o, pero despu�s averiguar�a de qu� trataba eso. Ahora
s�lo importaba aclarar las cosas, que era m�s importante que saber que
significaba unas est�pidas calcoman�as. Luciana se sent� en una silla, mientras
que su ex se acomodaba en la cama, dispuesto a decirle lo que sent�a:


- Mira... es verdad. Te enga��. Estuve acost�ndome con otras
personas en el tiempo en que sal� contigo. - explic�, y se dio cuenta de que
estaba tan nervioso que su voz temblaba al pronunciar las palabras, al igual que
sus manos. Luciana lo miraba sin ninguna expresi�n en su rostro, como piedra. -
No quise tener sexo contigo, porque s� que para t� es mucho m�s que una noche, y
tengo dudas sobre nosotros. - Hizo una pausa leve, al ver que ella no continuaba
muda, prosigui�: - Es por eso que no lo hice.


Luciana sigui� con la misma expresi�n. Luego de unos segundos
lo mir�, pero no mostraba ni el m�s leve cambio en su mirada.


- No tienes que preocuparte por esto. - dijo ella. - Ya
debut� con alguien m�s.


Emanuel sinti� como el mundo se le ca�a al piso. Era como si
el m�s duro de los golpes se habr�a insertado en su est�mago.


- �Qu�? - pregunt� �l. - No es cierto.


- S�, s� lo es. - respondi� la chica y se levant� de su
silla, abriendo la puerta de la habitaci�n. - Ahora... si no tienes nada m�s que
decirme, por favor... vete. - y su mano derecha se�al� la salida de la alcoba. -
Tengo que partir a la casa de una amiga. Si quieres verme o volver a hablar,
espera hasta el Lunes. Chau.


Emanuel no contest� nada. Se levant� y se fue.


Estaba realmente destruido. Primero estaba el hecho de que su
amante lo enga�aba, �qui�n sabe con cuantos m�s se habr� acostado? Y ahora...
Luciana. Lo hab�a mandado a la mierda. Estaba tan confundido entre dos amores y
de los dos hab�a surgido una traici�n. Algo tan inimaginable e ins�lito como
eso. Por lo menos para �l. Y... la vida daba vueltas. A tantas personas hab�a
enga�ado, que por primera vez le ten�a que tocar a �l. �Pero por qu� elevado al
cuadrado? �No bastaba con que s�lo uno de los dos lo habr�a hecho? Como dice el
dicho: se qued� sin el pan y sin la torta.


La noche estaba tan nublada y oscura como el d�a. Una
llovizna ligera se intern� en el lugar, haciendo que entre un fr�o inmenso que
le congelaba las c�lulas de su cuerpo. La calle estaba desierta, a pesar de ser
reci�n las ocho y media y esto daba a entender que era un viernes triste, malo y
por lo visto aburrido.


De pronto sinti� un ruido a sus espaldas. Al principio no le
dio importancia. Sin embargo, al o�rlo por segunda vez gir� la cabeza como
impulsado por saber a que se debi�. Y all� se encontr� con un personaje extra�o.
Estaba totalmente vestido de un traje negro, inclusive guantes, zapatos y medias
y en lugar de cara ten�a una horripilante m�scara en forma de monstruo roja,
como un diablo. En su mano derecha agitaba un cuchillo vistoso. Como el t�pico
asesino de una pel�cula de terror. Ser�a perfecto en Scream, nada m�s que
cambiando la m�scara roja por una blanca, del grito. Tard� en darse cuenta que
se le estaba acercando r�pidamente, y hasta que consigui� reaccionar ya estaba a
menos de dos metros de �l.


Retrocedi� unos pasos hacia atr�s y sin dudar un instante
sali� corriendo en la direcci�n contraria, en medio de la calle oscura, desierta
y ahora con truenos y rayos que anunciaron la hermosa lluvia que se larg�.


Emanuel estaba asustado. No quiso girar para ver si el sujeto
enmascarado lo persegu�a o hab�a ido en otra direcci�n. S�lo corr�a tratando de
no resbalar entre las baldosas h�medas.


El silencio fue cortado por un trueno horroroso que le hizo
poner la piel de gallina. Su respiraci�n se entrecort� por haber corrido tan de
pronto. Miraba para todos lados, menos para atr�s, tratando de divisar alg�n
alma que lo pudiese socorrer. Nada.


Tom� una calle hacia la derecha ya que era la m�s cercana
porque iba en la misma vereda, aunque pronto descubri� que era mala idea. Se
encontraba en la entrada de una plaza llena de �rboles y sin ninguna pizca de
luz. Ninguno de los faroles pintados de blanco y verde estaba encendido. La
lluvia ca�a torrencialmente y ya se encontraba totalmente empapado. Pero no le
import�. Sab�a que del otro lado de la plaza se hallaba la casa de Anthony. Lo
�nico que ten�a que hacer era atravesarla y estar�a a salvo. Si es que lograba
atravesarla.


Mir� para atr�s r�pidamente. No hab�a se�ales de nadie. La
vereda estaba vac�a, oscura y mojada. Y, por alg�n motivo, eso le daba mala
espina.


Ni lerdo ni perezoso, sigui� en la direcci�n que iba y se
intern� entre los �rboles robustos de aquella plaza que ten�a enfrente. Nunca la
hab�a recorrido de noche, y pocas veces hab�a transitado por all� de d�a. �No
pod�a ser que estuviera tan abandonada! �rboles ca�dos, ramas entrecruzadas y
ning�n sendero visible. Emanuel corr�a tanto que parec�a que los pies se le iban
a escapar. Cada tanto resbalaba por alguna ramita introvertida, o por el barro
que se hab�a hecho por causa de las gotas alucinantes.


Lo que sigui� a continuaci�n no lo entendi� muy bien. Lo supo
reci�n cuando se encontraba en el suelo. Algo apareci� de la nada y lo derrib�,
empuj�ndolo. Cuando su vista se aclar�, mir� lo que hab�a sido. Tuvo que ahogar
un susto de muerte. El sujeto enmascarado estaba encima de �l, inspeccion�ndolo,
con ojos enternecidos, ocultados a trav�s de la m�scara. Con la mano derecha
levant� el cuchillo y le apuntaba directamente a sus ojos. Emanuel miraba con
ganas de llorar, la terrible escena que pronunciaba su muerte segura.


Pero no pod�a morir as�. Con mucha fuerza consigui�
levantarse y empujar al sujeto, que no comprendi� por lo instant�neo que fue ese
golpe. Sin mirar hacia abajo, Emanuel se levant� y volvi� a correr con todas sus
fuerzas hacia la direcci�n que se dirig�a. El coraz�n le lat�a ferozmente, que
parec�a querer salir de su pecho. Sin embargo ten�a que llegar. Ten�a que correr
hacia la casa de Anthony. Ten�a que encontrarlo. �Ten�a que salvar su vida!


Segundos m�s tarde lleg� al final de la plaza. Atraves� la
calle y fue a parar a la puerta de la casa de su amigo. Golpe� el objeto de
madera con sus dos pu�os, gritando como un hist�rico:


- �breme la puerta, Anthony. - gritaba desesperado.


Escuch� la voz de su amigo que proven�a desde adentro:


- Ya voy, c�lmate, viejo. - dijo. - �Qu� sucede?


Emanuel mir� para atr�s. La lluvia hab�a levantado una
inmensa capa de niebla gris que apenas pod�a divisar al otro lado de la calle.
Pero buscando... lo encontr�. Y ven�a hacia �l! El cuchillo lo apuntaba
desafiantemente, y caminaba con lentitud, como si sab�a que no se iba a salvar
de todos modos.


- Anthony, por favor, apres�rate. - grit� Emanuel, al borde
de un ataque.


- Ya s� que te est�s mojando, idiota. - le dijo su amigo,
enojado. - Pero no encuentro la llave. Y ba�arte de vez en cuando no te viene
mal.


- No es un chiste, idiota. - le grit� Emanuel. - Por favor,
abre la maldita puerta. - suplicaba.


Volvi� a girar la cabeza, y fue un horror descubrir que ya
estaba pasando la calle y se aproximaba cada vez m�s. A cada segundo parec�a
acercarse veinte metros, mientras que no cesaba de golpear la puerta y pedirle a
Anthony que se apresurara. Ahora Emanuel lloraba. Sus l�grimas de miedo no se
distingu�an a causa de la lluvia que mojaban toda su cara hermosa.


El sujeto enmascarado estaba llegando a su vereda, a menos de
cinco metro de distancia. Apuntando ferozmente el cuchillo que estaba por ser
incrustado en su cuerpo en cualquier momento.


Medio segundo despu�s la puerta se abri�. Emanuel entr�
corriendo y la cerr� con llave, suspirando y dando gracias al Cielo de que se
encontraba vivo.


*


- �Me podr�as explicar que demonios pasa? - pregunt� Anthony,
diez minutos despu�s de que Emanuel le aconsej� a que le ayude a cerrar puertas
y ventanas de esa casa. - �Qu� ha pasado?


- Alguien intent� atacarme. - contest� Emanuel, prendiendo un
cigarrillo y sent�ndose en una silla. - Estaba todo vestido de negro, ten�a una
m�scara y un cuchillo.


Anthony escuch� atentamente el relato de lo que sucedi� en
los �ltimos segundos y luego agreg�:


- Es una suerte haberme encontrado aqu�. Porque a esta hora
estoy trabajando, com�nmente.


- Es cierto. - exclam� Emanuel. - �Qu� haces aqu� a esta
hora?


- Olvid� unos documentos que necesitaba, as� que tuve que
venir a buscarlos.


- �Crees que hay una conexi�n con lo que me sucedi� con lo
que te pas� a ti, esa noche que casi te violaron? - pregunt� Emanuel.


- Es muy probable. - dedujo Anthony, muy pensativo. - Lo
�nico que tengo para inicio de una investigaci�n un nombre.


- Un nombre?


- S�, pude divisarlo en la ropa de los hombres cuando, sin
querer, se me corri� el pa�uelo mientras me vest�an.


- C�mo era? Lo recuerdas?


- No era un nombre de persona. M�s bien creo que era un
nombre inventado. - dijo Anthony. - Era Xijan.


De pronto, Anthony vio como su amigo abr�a los ojos y se
pon�a blanco. Como si lo que acabase de pronunciar era un conjuro para que
muriera.


- Qu� sucede?


- Esa palabra... - dijo, d�bilmente Emanuel. - Esa palabra
adornaba todo el cuarto de Luciana!


La habitaci�n fue iluminada por un rayo repentino.


...


Los dos amigos no dijeron nada cuando se subieron a la
camioneta de Anthony, en donde �ste llevar�a a Emanuel hacia su casa y luego
marchar�a nuevamente a la empresa. El hallazgo que hicieron fue algo incre�ble.
En medio del silencio, su amigo, que se encontraba consternado por la noticia,
divagaba con frases como: "No puede ser. Ella no." Daba la sensaci�n de que
haberse enterado de esto lo hab�a traumatizado, y le regalaba sus frases al
aire, al viento, porque ninguna era dirigida a Anthony.


- Qu�date tranquilo. - lo calm�, el due�o de la camioneta. -
Posiblemente no sea lo que pensamos.


- Piensa s�lo en esto, amigo. - dijo Emanuel. - Todo
concuerda: te atacaron, me atacaron, todo su cuarto adornado con esas putas
calcoman�as. Fuimos nosotros. Se quer�a vengar de m�, por medio de ti.


- Y piensas que hay una persona que se podr�a haber librado
de esto? - le pregunt� Anthony.


- Te refieres...


- S�, que Alejandro podr�a encontrarse en grave peligro.


...


La lluvia no hab�a disminuido ni un poco, y las calles se
encontraban igualmente oscuras y vac�as. Nada alentador para un viernes.
Aumentaron la velocidad sin importarles nada, hasta que terminaron disminuyendo
del todo reci�n cuando divisaron su casa. El reloj marcaban casi las diez de la
noche. Por afuera, todo parec�a normal. No hab�a rastros de que se haya hallado
all� ning�n ataque o algo similar. Todo tan calmo y h�medo como el resto de la
ciudad.


Bajaron del auto y golpearon la puerta con brusquedad.


- Abre la puerta, Alejandro. - grit� Anthony. - Abre.


Diez segundos despu�s Alejandro atendi�, en su cara mostraba
una infinita preocupaci�n, aunque repentinamente cambi� a susto cuando vio que
tambi�n estaba all� Emanuel.


- �Est�s solo? - pregunt� Emanuel, a las espaldas de Anthony.


- S�. - respondi� Ale. - Pasen. - y se corri� para que ambos
pudieran ingresar. - �Qu� sucede?


- Me han atacado. - contest� Emanuel, sent�ndose en uno de
los sillones.


- �Qu�? - pregunt� ret�ricamente Alejandro, cerrando la
puerta. - �Est�s bien? �Te hirieron? �Qui�n fue? �C�mo?


- Estoy bien, no me hirieron. - respondi� el chico,
prendiendo unos cigarrillo.- No vi quien era, la persona estaba disfrazada.


- �Dis... disfrazada? - pregunt� Ale, con la voz
entrecortada. - Dime que el disfraz no era todo negro, con una m�scara roja en
forma de diablo y que en mano ten�a un cuchillo.


Los tres quedaron en silencio. Emanuel abri� los ojos
sorprendido. Anthony miraba ambas caras igualmente aterrorizadas.


- As� era. - dijo Emanuel. - �C�mo... c�mo puedes saberlo?


- Dios, no! - exclam� Ale, y casi se larga a llorar. - Hoy,
por la ma�ana... en la biblioteca. Un sujeto apareci� con esas caracter�sticas.
Pensamos que se trataba de una broma, porque mat� a Armando. Cielo, pens�bamos
que ten�a bolsas de pintura roja en su est�mago, esa sangre... �Pero que tiene
que ver Armando en esto? �Qu� relaci�n tiene �l contigo? �Qui�n anda detr�s de
todo?


- No lo s�. - contest� Emanuel. - Ni siquiera lo conozco.


- Espera. - objet� Anthony. - Armando ten�a algo tuyo?


- S�, ten�a mi su�ter blanco. - respondi� Ale. - �Por qu�?


- Entonces no quer�an matar a Armando. - dedujo Anthony. -
Quer�an matarte a ti.


...


Anthony prefiri� no irse a trabajar por esa noche, as� que
pidi� el tel�fono prestado a Alejandro, ya que olvid� recargar la bater�a de su
celular y no estaba funcionando. Llam� a su secretaria dici�ndole que no se
har�a presente para terminar la noche, pero que tendr�a los papeles ma�ana a
primera hora.


- Disculpe. - dijo la secreta, una vez aclaro todo. - Pero ha
recibido un llamado de su hermano Agust�n, y como no lo localizaba en su
celular, me ha pedido que le informe de que no podr� asistir este fin de semana
a visitar esta ciudad como lo ten�a previsto. Dijo que despu�s le mandar�a un
email comunic�ndole las razones.


- Muy bien. - contest� Anthony. - Luego hablar� con �l.
Muchas gracias. Adi�s.


Justo cuando acababa de cortar la comunicaci�n y hab�a
colgado el tubo, suena una campana anunciando que estaba recibiendo un llamado.
Ya que estaba tan pr�ximo al tel�fono, atendi�:


- �Hola?


- Hola. - salud� una voz femenina, muy d�bil, como si
estuviera llorando. - �Se encuentra Alejandro?


- S�, s�. - respondi� r�pidamente Anthony. - Alejandro. - lo
llam�. - Para ti.


Alejandro se apresur� y fue corriendo hacia la mesita en
donde se encontraba el tel�fono. Se sec� unas l�grimas traviesas que hab�a
acumulado en la peque�a conversaci�n, y agarr� el tubo del tel�fono.


- �Hola?... �Qu�?... No, no puede ser... Bueno, esc�chame con
atenci�n. No salgas de tu casa por nada del mundo. Ir� a buscarte dentro de una
hora... No le abras la puerta a nadie... Yo te explicar� por qu�... Mejor haz
esto... Llama a Germ�n, dile que te pase a buscar y vengan para ac�...
�Entendido?... Muy bien... Nos veremos. - y colg�, estaba alterado. Nuevas
l�grimas le recorr�an por sus ojos. Los dos chicos que estaban con �l se
encontraban r�gidos acerc�ndose instant�neamente. Nadie lleg� a preguntar nada
cuando Ale volvi� a hablar: - Armando... fue asesinado.


...


La noticia era de esperar y a�n as� sorprendi� a todos. Media
hora despu�s Anthony, Germ�n, Emanuel y Celeste se encontraban en la casa de
Alejandro. Cada uno estaba igual de consternado por lo sucedido, y cada cual
ten�a preguntas inexplicables en su cabeza, indispuestos a comunic�rselas a los
dem�s. Incluso los dos amigos de Ale, que no ten�an nada que ver con ese chico y
ni siquiera lo conoc�an. La �nica mujer que hab�a en esa sala oscura, lloraba
como una hist�rica. Germ�n tomaba un wisky, aunque no estaba bien en claro si
era por los nervios, o porque le gustaba el trago. El anfitri�n, abrazaba a su
amiga y tambi�n lloraba, d�bilmente, tratando de no mostrar su lado sentimental.
Emanuel lo �nico que hac�a era prender un cigarrillo tras otro, y en poco tiempo
ya no le quedaba ni uno, de los veinte que hab�a comprado antes de ir a la casa
de Anthony. �ste, sin embargo, meditaba todas las conexiones: cada pista que
lograban encontrar las conduc�a a una sola persona, y ya lo hab�an deducido:
Luciana.


- �Pero... por qu�? - pregunt� Celeste, una vez que termin�
de llorar. - �Por qu� a Armando?


- No lo quisieron matar a Armando. - le explic� Alejandro. -
Quer�an matarme a m�.


- �Qu�? - preguntaron, al un�sono, Germ�n y Celeste.


- Claro, Armando ten�a mi su�ter blanco y la persona
enmascarada s�lo le atac�.


- Eso significa que era un asesinato por encargo. - dedujo
Anthony. - Como nos atacaron a m� y a �l. - continu�, se�alando a Emanuel.


- Eso muestra que es s�lo contra ustedes tres. - le dijo
Germ�n, pas�ndose unos dedos por su barbilla.


- Exacto.


Los cinco continuaron en silencio, por varios minutos. Cada
cual estaba perdido en su propio pensamiento, y no hab�a escapatoria de all�.
Meditaban, pero s�lo dos de los que se encontraban, sab�an la verdad. Pasado un
tiempo, Anthony agarr� solo a Emanuel:


- Mira... lo mejor ser� es que agarres a Luciana antes de que
haya otro ataque.


- Luciana partir� esta noche a la casa de una amiga. Volver�
reci�n el lunes. No s� donde se fue. - explic� Emanuel.


- Mierda. - repuso Anthony, casi en un susurro. Volvi� a
hablar en voz clara hacia todos los presentes: - Miren, es mejor que estemos muy
seguros, por lo menos hasta el Lunes, en donde creo que se terminar� toda esta
pesadilla.


- �C�mo puedes pensar que justamente el Lunes ser�? -
pregunt� Alejandro.


- Conf�en en m�. - aclar� Emanuel. - Yo tengo la soluci�n.


Y de all�, Emanuel y Anthony se despidieron. Eran cerca de
las once, y cuando salieron observaron que entraban los padres de Ale, en el
garaje de su casa. Los saludaron amablemente y se marcharon en la camioneta.


*


Ya eran entrada la medianoche, cuando la lluvia segu�a
cayendo torrencialmente. Germ�n se hab�a despedido de Celeste, su nueva
compa�era de curso, dej�ndola en su casa, mientras le aconsejaba que se cuide.
De all� march� al lugar en el que estaba antes de que reciba el llamado de
Celeste: la casa de Andrea, la supuesta novia de Alejandro.


La noche, por lo menos para �l, se hab�a vuelto tremendamente
larga, en apenas 4 horas. Y, a�n no sab�a, lo que le esperaba al llegar a la
casa de su amiga.


Todo hab�a empezado a las ocho, en donde estaba a punto de
tener relaciones con Alejandro. S�lo que fueron interrumpidos por el puto de
Emanuel. Sospechaba que entre Ale y �l, todav�a pasaba algo y que hab�a
perdurado m�s que una simple noche de lujuria. Y que lo que vio en la ventana
hacia casi m�s de un mes, no hab�a quedado en la nada.


Luego de eso, tuvo que marcharse, por petici�n de Ale, sin
llegar a hacerlo. �Que bronca! Ni siquiera se la chup�. Aunque extra�amente se
sent�a conforme con sus besos. Con la lengua de ambos uniendo sus salivas, como
una pareja com�n y corriente. Pensando en ello se dirigi� a la casa de Andrea,
en donde cenaron comprando comida y se divirtieron hablando de cosas sin
sentidos, y de como hab�a empezado el a�o, cada uno, en diferentes colegio.


Justo cuando estaban en la charla, recibi� el llamado de
Celeste, dici�ndole que ten�an que ir a la casa de Ale. As� que Germ�n se
despidi� de Andrea, dici�ndole que cerca de la medianoche volver�a a visitarla,
si se desocupaba. Pero, por ning�n motivo del mundo, le explic� hacia que lugar
se dirig�a, ignorando las insistencias de la chica.


Ahora, nuevamente, estaba en frente de su casa.


- Mi madre quer�a que le haga unas compras. - explic� Germ�n,
sent�ndose en el sill�n. - Un poco tarde, no crees?


- Bueno... as� son los padres. - razon� Andrea, cayendo en la
mentira.


Y se pusieron a ver televisi�n. No estaba pasando nada
interesante, as� que se encarnaron en una pel�cula c�mica, que tampoco le
encontraba sentido. Germ�n se sent�a preocupado, con mil cosas en la cabeza,
pero feliz. Feliz de tener una gran amiga como ella, que siempre estaba presente
con su buen humor para despreocuparlo. Definitivamente, si Ale decid�a quedarse
con Emanuel si alguna vez ten�a que elegir, no sabr�a de lo que se perder�a si
dejaba a Andrea.


Cerca de las una de la madrugada, sienten que golpean la
puerta. Germ�n, recordando de todo lo que hablaron en la casa de Ale, tuvo miedo
y el coraz�n se le subi� hasta la mand�bula. Estuvo a punto de decirle a su
amiga que no la abra, pero reaccion� demasiado tarde. Del otro lado, con una
mism�sima cara de odio, estaba Maximiliano.


- �S�? �Qu� deseas? - le pregunt� Andrea, al que para ella
era un desconocido.


- Busco a mi novio: Germ�n. - contest� con voz seca,
Maximiliano. - O mejor dicho... al novio de Alejandro Fox.


Se hizo un silencio tan tentador que nadie supo que decir.
Andrea miraba a Germ�n con los ojos llenos de asombro e incomprensi�n. �ste, a
su vez, miraba a Maximiliano con un tremendo odio, que era capaz de levantarse y
reventarlo a trompadas. Y el reci�n llegado, miraba al chico que estaba sentado
en una silla con una sonrisa p�cara y llena de venganza. El plan, no muy
ingenioso, le hab�a resultado bien.


- �Me podr�as explicar que significa esto? - le dijo Andrea.
- �Qu� demonios pasa?


- No lo s�. - exclam� Germ�n, habl�ndole a Andrea. Ten�a que
improvisar, no iba a quedar como un est�pido. - Maxi es mi primo... - luego lo
mir� a �l. - Mira, primito, no estamos para tus bromas hoy. �C�mo te atreves a
interrumpir en la casa de una persona que ni siquiera conoces?


- Sabes que no soy tu primo... soy tu novio. - le dijo
Maximiliano. - Te amo, Germ�n. No me dejes. No me dejes por Alejandro Fox.


- �Termina con esto, Maximiliano! - le grit� Germ�n, enojado.
- Se lo contar� a tu madre y se te pasar�n las ganas de hacer chistes...


- Un momento.- los calm� Andrea, gritando. - Chicos... ya s�
que se trata de una broma. - luego mir� a Maximiliano. - Oye... pasa. Te est�s
mojando. - el chico ingres� en la sala. Se encontraba algo empapado por la
lluvia. - Traer� algo que tomar. - confes� Andrea y sali� del lugar.


- �En que mierda est�s pensando, puto malparido? - le grit�
Germ�n enojado, al mismo tiempo en que su ex novio se asomaba a la puerta,
nuevamente.


- Yo nunca pierdo, mi vida. - confes� Maxi, y abri� la
puerta, de nuevo. Como si s�lo hubiera aceptado el papel que le ofreci� Germ�n
en el �ltimo momento, y ahora demostraba las inmensas ganas que ten�a de no
permanecer all�. - Te aconsejo que cuides a Alejandro.


- �Qu� quieres decir, hijo de puta? - grit� Germ�n,
levant�ndose del sof� y corriendo hacia la puerta abierta.


Pero Maxi ya se encontraba perdido entre la inmensa lluvia,
march�ndose sin escucharlo. Dos segundos despu�s, regres� Andrea, con una
cerveza en la mano:


- �Y tu primo? - le pregunt�, dejando la botella en la mesa.


- Se march�. - respondi�. - S�lo pasaba por aqu�... vio mi
auto y decidi� pasar a molestarme.


- �Por qu� nunca me hablaste de �l?


- Porque no es de aqu�. - contest� Germ�n, cerrando la puerta
y volvi�ndose a sentar. - Cambiemos de tema. No quiero hablar de ese pelotudo.


Y as� se pas� la noche. Germ�n pens� que ma�ana a primera
hora, le dir�a a Alejandro sobre lo que pas� con Maxi. Por otro lado, reci�n lo
ver�a en el velorio de Armando.


*


En ning�n momento hab�a dejado de pensar en lo que le hab�a
dicho Micaela. No entend�a que significaba o mejor dicho, no quer�a entender lo
que significaba, porque el mensaje no podr�a ser m�s claro. A�n as�, todo era
est�pido e incoherente. Conoc�a a Bart, Miguel y Gustavo desde toda la vida. Por
m�s que cada uno fuera a distinto colegio, siempre era amigos de barrio y cada
fin de semana se reun�an para compartir largas e interminables noches.


El Sol apenas asomaba sus pocos rayos en el horizonte, y
Marcelo contemplaba la hermosa escena al lado de su hermana, Florencia, que se
hab�a levantado un s�bado muy temprano s�lo para despedirlo, aunque en realidad
no sab�a si reci�n se estaba levantando o ven�a del club en donde pas� toda la
noche. La lluvia del d�a anterior se hab�a esfumado, dejando una secuela de
veredas mojadas y un poco de barro, en donde antes abundaba tierra seca.


Marcelo Snukia esperaba ansioso al auto que dentro de cinco
minutos vendr�a a recogerlo, junto a sus tres amigos de toda la vida, para poder
marcharse al fin, a una casa en la playa, conseguida por Miguel, gracias a sus
contactos, y estar�an dos d�as completos all�, viniendo reci�n el domingo por la
tarde. �Ser�an los dos mejores d�as de su vida! O por lo menos... eso pensaba.


Miguel, un chico alto, musculoso e intelectual, ten�a una
gran variedad de contactos. Pertenec�a una muy distinguida y rica familia de la
ciudad y, a pesar de sus incontrolables cambios de humor, era una suerte tenerlo
como amigo, ya que eso le daba la oportunidad de hacer estos viajes y obtener
otros beneficios.


Bart, en cambio, era un chico de estatura bajita, algo
simp�tico y se las tra�a de buen mozo, aunque no se equivocaba. Siempre ten�a a
una chica a sus pies, y a veces, eso a Marcelo le causaba envidia.


Gustavo, por otro lado, era el mejor amigo de �l, de ellos
tres. Desde peque�os que se juntaban y es el mejor archivador de todos sus
secretos que pueden existir en la tierra. Lo quer�a much�simo.


Tres minutos despu�s el auto doblaba la esquina, haciendo que
se le ponga la piel de gallina por la emoci�n que le causaba el hecho de que
estar�a muy pronto en otro lugar. En el interior se ve�an los rostros
so�olientos de sus tres amigos y la m�sica ya se escuchaba desde all�. Marcelo
se puso de pie, busc� las maletas que estaban dentro, despidi� a sus padres que
terminaban el desayuno y bes� a su hermana en la mejilla, cosa que ella le dese�
mucha suerte.


- Son muy puntuales. - le dijo a Miguel, el due�o del auto,
mientras colocaban las cosas en el ba�l, posterior a eso se ubic� en la parte
trasera, junto a Bart.


- �Preparado para pasar un buen fin de semana? - le pregunt�
�ste, sonriendo medio dormido.


Marcelo s�lo asinti�, y apoyando la cabeza junto a la
cabecera de la parte de atr�s, se durmi�.


...


- Hey, dormil�n, despi�rtate.


Marcelo no entend�a muy bien lo que suced�a, s�lo sent�a unos
leves golpes en su rostro. Cuando al fin cay� en la situaci�n, descubri� que se
encontraba en un lugar totalmente extra�o. Ten�a en frente de sus ojos a una
casa realmente hermosa, y... es que era la �nica casa que hab�a en la zona. Ya
que lo otro estaba cubierto por lo que parec�a un campo y detr�s de la casa, se
ve�a el r�o y arena.


- �D�nde estamos? - pregunt� el chico, saliendo del auto y
empujando amigablemente a Gustavo por haberle pegado.


- Es aqu�. - contest� Miguel. - La ciudad se encuentra a dos
kil�metros por si necesitamos algo y la playa empieza desde aqu�. - explicaba,
se�alando una parte de atr�s de la casa. - Es un lugar muy tranquilo, ya que no
viene nada de gente. Ahora si queremos civilizaci�n podr�amos ingresar a la
playa desde la ciudad.


- Muy bien. - dijo Gustavo palmeando las manos, en signos de
atenci�n.- �Empecemos a divertirnos!


Los cuatros ingresaron en la casa. A pesar de estar desierta,
parec�a muy bien cuidada. Todo estaba dise�ado con lujos de detalles. En sus
propios pensamientos, Marcelo pens� que era incre�ble que una familia le haya
confiado algo as� a Miguel, pero en fin. Cada uno tom� una habitaci�n, alist�
sus cosas y bajaron a prepararse el desayuno. Ninguno de los cuatros hab�a
llevado nada para comer o tomar, pero eso no era necesario porque la heladera
estaba llena de toda clase de comidas y bebidas, de todo tipo inimaginable:
desde pescados hasta verduras.


- Los due�os me dijeron que podr�amos comer y tomar todo lo
que quisi�ramos. - explic� Miguel. - Inclusive las bebidas alcoh�licas. Y all�
se encuentra el tel�fono - se�al� hacia una mesa respaldada por la pared - por
si alguien tiene que llamar a casa.


- S�... yo!- exclam� Marcelo, apresur�ndose a agarrar el
tel�fono y culp�ndose por no haberse acordado antes. Marc� su n�mero y del otro
lado le atendi� la voz de su hermana Florencia.


- Hola? - salud� su voz. Al parecer la chica estaba llorando.


- Hola, Flor. - respondi� Marcelo, preocupado. - �Est�s
llorando? �Qu� pasa?


- Oh! S�, pas� algo. - explic� Flor. - Pero quiero que pases
el mejor fin de semana all�, te enterar�s cuando vengas.


- No, dime. - exigi� Marcelo. - �Qu� pasa? - Ahora sus tres
amigos lo miraban, asustados. - �Qu� pasa?


- Te enterar�s cuando regreses. - confirm� la chica. - Ahora,
espero que la pases bien. Supongo que llamas para avisar que llegaron bien, no?


- S�. - respondi�.


- Bien, entonces. Ma�ana a la noche esperamos que vuelvas.
Adi�s.


- Adi�s.


Y colgaron. Sus amigos, intrigados, preguntaron que sucedi�.
El chico les explic� del tono de voz de su hermana, de que hab�a dicho que all�
pasaba algo, y que eso lo ten�a preocupado. Los tres restantes saltaron con
ideas de que esas "eran cosas de mujeres", que no se preocupara, que m�s que
seguro era una tonter�a y que estaban all� para disfrutar los cuatro, como en
viejos tiempos. A�n as�, Marcelo no se calm�.


Despu�s de desayunar fue a ver la playa. La arena estaban tan
cuidada, sin ning�n vidrio intrometido, ni ninguna clase de cosa. S�lo arena y
m�s arena en todo el lugar. Ahora era tiempo de seguir el consejo de sus amigos
y disfrutar que estaban los cuatro juntos de nuevo. Ya habr�a tiempo de caer en
la realidad una vez que lleguen a la ciudad, y as� poderse preocupar.


...


El d�a entero fue fabuloso. Despu�s de desayunar fueron hasta
la ciudad a recorrer el lugar, junto con el clima super caluroso que los
acompa�aba. Almorzaron en un restaurante y despu�s de esperar que pasara la hora
pico, se metieron en la playa. Llegaron algo tostados, ya entrada la noche, y
quedaron que cerca de la medianoche, volver�an a meterse despu�s, pero esta vez
en la playa que estaba tras la casa, que en todo caso vendr�a a ser la misma en
la que estuvieron hoy, pero media privada.


Marcelo se encontraba acomodando su cama, para que esa noche,
despu�s de venir de la playa pudiera tirarse a descansar y ya est� todo
preparado. Ya que, pens�ndolo bien, no le agradaba el hecho de tener que venir
muerto de cansancio y ocuparse de tender su cama para dormir tranquilo. Los
otros tres no hicieron lo mismo, es m�s, ni siquiera hab�an llevado colchas o
cosas as� para ponerse a dormir, ya que, seg�n ellos, no dormir�an.


En eso estaba acomodando su almohada cuando escucha las voces
de Bart y Gustavo:


- �Quieres que lo agarremos cuando est� dormido? - le
pregunt� el primero.


- No. - contest� Gustavo. - Cuando vengamos a dormir ser�n ya
las cuatro o cinco de la ma�ana, y a esa hora todos vamos a estar muertos del
cansancio... He estado hablando con Miguel, y opina que lo mejor ser�a hacerlo
ya.


Marcelo se arrim� a la puerta, para poder o�r con m�s
atenci�n de lo que hablaban. Ambos chicos se encontraban en la habitaci�n de
enfrente, y por lo que hab�a escuchado pensaban atacar a alguien. Como Miguel
estaba enterado del tema, s�lo quedaba una persona: Marcelo!!!


No escuch� que dijeran nada m�s, as� que lo mejor ser�a hacer
como si no hab�a o�do nada y dedicarse a seguir tendiendo su cama. En el peor de
los casos, llamar�a a su madre o saldr�a de aquella casa hasta llegar a la
ciudad. De pronto le resonaron en el cerebro las palabras de Micaela: "No
debutar�s con una Mujer".


�Un momento! Todo esto era rid�culo. Ellos son sus amigos de
toda la vida, no pod�an pensar en que le har�an algo malo. �Qu� iban a hacer?
�Violarlo? Ja! Imposible. Supuso que posiblemente quer�an hacerle una broma,
como amarrarlo entre todos y tirarlo al agua, cuando reci�n terminaba de
ba�arse. S�, eso era todo, estaban planeando hacerle algo inofensivo. Nada m�s.


Sin embargo, no pudo evitar que le entrara un terrible miedo
y varios escalofr�os, que se le cruzaron por la espalda, cuando la puerta
repentinamente se abri� e ingresaron all� sus tres amigos.


- �Qu� pasa? - pregunt� Marcelo, tratando de aparentar
normalidad.


- Pasa que, como sabr�s, nosotros somos hombres. - le dijo
Gustavo, acerc�ndose a Marcelo, misteriosamente, con una sonrisa vaga en el
rostro. - Como no conseguimos conquistar a ninguna mujer para esta noche...
necesitamos sacarnos la calentura que tenemos. - y sin decir nada se tir� sobre
el cuerpo del chico, cayendo los dos arriba de la cama.


- Oye... �qu� haces? - le grit� Marcelo.


Entonces vio como los otros dos se le ven�an encima. Se dio
cuenta de que ten�an un par de sogas, con la cual le ataron las manos y con la
otra los pies, dej�ndolo inm�vil, tendido boca arriba en la cama. Gustavo, con
una fuerza brutal, lo puso de pie qued�ndose a sus espaldas. Tir� de �l hasta
que su trasero qued� justo en su bulto, en donde le refreg� por los cortos
pantalones su pene erecto, protegido por una d�bil tela, excit�ndose.


- Si te callas y te portas bien... - le dijo Gustavo. -
Podr�s gozar como nosotros.


Marcelo estaba inmovilizado. Sent�a en su trasero el bulto de
su amigo, refreg�ndolo en intentar hacer la parodia de que lo penetraba de
parado. Todo aquello hab�a dejado de ser una simple broma, como se lo imagin�
Marcelo, al principio. Ahora se daba cuenta de que esos chicos quer�an sacarse
las ganas de una noche... �con �l! Tal cual lo hab�a pronosticado Micaela.


El chico, aterrorizado, ped�a auxilio con la mirada, y se
dirig�a a Bart y a Miguel, que s�lo lo miraban sonriendo, mientras se
desnudaban, quedando al aire sus inmensas vergas erectas.


- Ahora, silencio. - orden� el m�s grande de todos.


Marcelo segu�a sin entender nada de lo que suced�a, pero para
evitar sufrir, y al ver que no ten�a salida, lo �nico que le quedaba por hacer
era seguirles el juego. Creyendo, por incredulidad, que no pasar�a de ah�. Sin
embargo, se equivocaba.


Lo comprob� cuando Gustavo se baj� los pantalones (cosa que
vio de reojo), y de un tir�n le baj� los pantalones cortos a Marcelo. Paso
siguiente, puso la punta de su verga en el agujerito del chico, pero no entr�.


- Tiene que ensalivarla, primero. - declar� Bart, acerc�ndose
hacia la cama, totalmente desnudo, y sent�ndose en ella. - Quiero que empiece
por la m�a.


No, esto no pod�a estarle sucediendo. Ten�a miedo, p�nico,
ganas de matarse. Hasta enfrentar solo a las fuerzas de Xidon era m�s tentador
que aquella verga gorda que ten�a enfrente de sus ojos.


- Arrod�llate. - le orden� Gustavo.


Obedeci�, a�n sin creer lo que estaba pasando, haciendo un
gran esfuerzo por no perder el equilibrio, ya que las ataduras de las manos y
los pies, le imped�a acceder con facilidad a las peticiones de sus supuestos
amigos.


- Ch�pamela. - indic� Bart, agarrando el cabello de Marcelo y
llevando su cabeza hacia la verga de este. Abri� la boca y empez� a chup�rsela,
metiendo primeramente la punta. Realmente era lo m�s asqueroso que podr�a haber
probado. Nada m�s que no estaba en condiciones de protestar. Sigui� con su
mamada, suavemente al principio, ya que Bart manejaba sus movimientos
sosteni�ndolo del cabello, pero luego fuerte y bruscamente.


- Ummm... - gem�a Bart, tirando del cabello de Marcelo como
si fuera una peluca. - S� que te gusta, putita. S� que te gusta.


- Oye, ya te la ha chupado bastante. - declar� Miguel. -
Pen�tralo as� tiene la boca libre para alguno de nosotros.


- Tienes raz�n. - dijo Bart, sacando la boca de Marcelo de su
h�meda verga. - Ahora prep�rate para que te duela el culo.


Marcelo tembl�. Se encontraba en una perfecta posici�n al
estilo perrito, y ni siquiera ten�a el pantal�n puesto, porque ya se le fue
sacado. Bart se fue hasta la parte de atr�s del chico, mientras que Miguel
ocupaba el lugar de �ste, para que su verga sea chupada.


Marcelo continu� con lo que estaba haciendo, nada m�s que en
la verga de Miguel, decidiendo a disfrutar lo que ten�a en mente, convenci�ndose
a s� mismo de que lo disfrute para no pasarlo tan mal.


Bart escarb� con un dedo el agujero del orto de Marcelo. Fue
penetrando uno primero, luego dos y hasta tres. Una vez que estuvo seguro de que
ya se hab�a abierto, coloc� la punta de la verga y de un solo tir�n la meti�
entera. Marcelo trat� de gritar desesperadamente, escupiendo la verga de Miguel,
sac�ndola fuera de su boca. Al parecer, esto lo enoj�, porque lo agarr� del
cabello, como lo hizo el chico anterior y le oblig� a que la vuelva a chupar. El
dolor que produc�a sentir a esos cent�metros de maza masculina entrando y
saliendo de su hoyo, era incre�blemente grande. Lloraba de tanto dolor que le
causaba esa sensaci�n, y por m�s que quiso que se convierta en placer, no lo
logr�.


Lleg� el momento de dejar actuar a Gustavo, as� que Miguel
dej� libre su lugar, para ocupar la parte de atr�s, mientras que Bart se iba
hasta la cama a pajearse un poco.


- Este puto se tragar� toda nuestra leche. - declar� mientras
se masturbaba.


Prosiguieron con la misma rutina, y una vez acabada la misi�n
de Gustavo, Bart, volvi� a ese lugar para que la chupara. Al poco tiempo acab�
en la boca de Marcelo, y �ste se vio obligado a tragar un poco de ese l�quido
esponjo y terriblemente asqueroso. Cuando se asegur� de que no se desperdicie ni
una gotita de semen, Bart se coloc� los pantalones y sali� de la habitaci�n.


Ya se estaba acostumbrando a sentir como lo penetraban por
detr�s, porque poco a poco se fue olvidando del dolor, y se concentraba m�s en
tragar el semen de Miguel, que ahora se lo daba. Tambi�n hizo lo mismo que Bart
y se fue de la habitaci�n, dejando solos a Gustavo que lo estaba follando con
toda la fuerza del universo.


- Toma, puta, dime que te gusta. - le dec�a Gustavo.


- S�... s�... dame m�s. - le rogaba Marcelo.


Minutos despu�s el mayor, sac� su pene humedecido y, apenas
logr� llegar a la cara de Marcelo cuando acab�. Varias gotas de semen quedaron
cubriendo en rostro del m�s joven, que con la ayuda de su ex amigo, se liber� de
las sogas y pudo limpiarse el rostro. Gustavo se subi� los pantalones cortos y
sali� de la habitaci�n, dejando al chico llorando desconsoladamente.


...


Esa noche no durmi� casi nada. Estaba totalmente destrozado
(aparte de su culo) por lo que sus amigos le hab�an hecho. �En que clases de
personas hab�a confiado tanto? Sent�a que no conoc�a a esos amigos de toda la
vida, que ahora se rebelaban como seres completamente desconocidos. No sab�a por
qu� motivo se sent�a m�s consternado. Si por el hecho de haber pasado una noche,
que supuestamente iba a ser fabulosa, como una puta barata, o el hecho de que
todo lo que pas� le haya gustado.


Pens� en llamar a su madre y contarle todo lo que pas�. Pens�
en fugarse de all�, mat�ndose por la playa. Pero hubo una idea que fue la que
m�s le atrajo: salir con el auto, dej�ndolos a ellos all� sin posibilidad de
volver con �l.


...


Pasaron cuatro horas desde que Marcelo se encontraba en la
ruta, andando a mucha velocidad hacia su ciudad y todav�a le ard�a un poco el
trasero al querer acomodarse en el asiento del auto. Hab�a resultado todo
realmente f�cil, ya que las llaves se encontraban en la mesa de la cocina y
ten�a un peque�o mapa en donde le indicaba la ruta del camino de regreso. Cuando
sali� de su habitaci�n, a�n llorando, comprob� que sus tres amigos se hab�an
marchado a la playa, dej�ndole una nota diciendo que si quer�a, que los
acompa�e. Y no pudo presentarse otra oportunidad mejor.


Silenciosamente guard� sus cosas y se march� con el auto,
dej�ndoles una nota en donde dec�a que si quer�an el auto, que pasen por su casa
a recogerlo. En estos momentos ya deber�an de estar pute�ndolo, o pensando como
regresar�an a casa, si no ten�an el suficiente dinero para volver en colectivo.
Ya que Marcelo se aviv� de tambi�n traer todo el dinero juntado en el auto,
consigo.


Al principio tuvo miedo de llevar a cabo el plan, pero a cada
instante se convenc�a m�s y m�s de que esa era la opci�n correcta, y por m�s que
quisiera reanudar las cosas, faltaban pocos kil�metros para llegar a casa. As�
que por m�s que quisiera, ser�a est�pido volver.


Regres� a su casa, con un mont�n de cosas en la cabeza. Pero
lo que ni siquiera se imaginaba por la mente fue lo que se enter� despu�s de
dejar el auto en la casa de Miguel, dici�ndole a los padres que los chicos se
comunicar�an con ellos para saber como volver�an. No recordaba a�n que clase de
historia le hab�a inventado, para que los chicos, por cualquier versi�n que
tengan de los hechos, siempre lleven las de perder.


Sin embargo, la risa maliciosa de la venganza perfecta se
hab�a esfumado cuando regres� a su casa. Realmente se asust� tanto al ver a su
hermana llorando, que s�lo se limit� a saludarlo con esta bienvenida:


- Hoy... enterraron a Armando. - explic� ella, sedada por el
llanto. - Lo asesinaron el viernes.


*


NO TE PIERDAS EL SORPRENDENTE FINAL DE "SECUELAS"


- No sobrevivir�s a esta noche. Ni t�, ni ninguno de tus
amigos.


...


- Lleg� el momento de despedirme. Gracias por haber confiado
en m�.


- Nos volveremos a ver?


- No.


...


- Yakelin... quieres ser mi esposa?


...


- Ya no tienes escapatoria, puto de mierda. No te dejar� con
vida.


...


- No... no te mueras.


...


- �Por qu� no intentamos... no s�... tener una relaci�n m�s
duradera?


- �Te refieres... a ser novios?


- S�, a eso.


- Me encantar�a.


...


*


CONTINUAR�...


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Relato: Secuelas (05: El Viaje)
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