Los siguientes días fueron
los mejores en toda la vida de David. Las cintas subliminales se convirtieron
en algo imprescindible. Poco a poco, comenzó la re-educación
de su mujer.
Primero fue la actitud ante su trabajo.
Comenzó a verlo como un empleo maravilloso. Era lo que su marido
siempre había querido, por tanto era lo mejor para él. No
solo no volvió a criticarlo, sino que lo apoyaba ante cualquiera
que se metiera con él.
El siguiente paso fue la forma de
vestir. Cuando llegaba a casa, Sonia seguía quitándose la
ropa que vestía para trabajar, pero tan solo para sustituirla por
excitante lencería, apenas tapada por elegantes quimonos y saltos
de cama que había comprado por "su propia" voluntad. Se
duchaba varias veces al día, para estar siempre limpia y a punto
para su esposo.
En cuestión de sexo, David
convirtió a su mujer en toda una tigresa en la cama. Audaz, impulsiva,
apasionada... no había juego erótico que le propusiera su
marido que no quisiera probar. Pero no solo eso, sino que comenzó
a leer libros y relatos eróticos, y a alquilar películas
pornográficas para aprender más y mejores formas de disfrutar
del amor.
Pero ante todo, el mayor cambio
en Sonia había sido la sumisión. Adoraba a su esposo. Sus
deseos eran más que órdenes para ella. Haría cualquier
cosa por él. Su único deseo en la vida era complacerle. Vivía
por y para él. Seguía trabajando, pero solo porque el dinero
que ella ganaba les venía muy bien a los dos.
Por lo demás, su vida seguía
siendo como siempre. Ante el resto del mundo ella no había cambiado,
excepto tal vez en la mirada de amor y devoción que aparecía
en sus ojos al mencionar a su esposo. Nadie notó nada extraño
a parte de esto.
Pero no fue solamente Sonia la que
escuchó los mensajes subliminales de David. El rector de la universidad
disfrutó mucho escuchando la cinta de música que su investigador
le había regalado. Era de su cantante favorito. Muy difícil
de encontrar. Le gustó tanto el regalo que, inexplicablemente para
muchos, al día siguiente le dobló el sueldo y aumentó
el presupuesto de la sección de investigación que él
dirigía.
También los ayudantes que
trabajaban junto a él en el laboratorio dejaron de ser tan fríos
como al principio. Confiaban en él, le contaban sus secretos, incluso
los relacionados con su vida sexual, y valoraban enormemente sus consejos
y opiniones. Le respetaban. Y las mujeres incluso más que eso. Sabían
que no era amor, pero no podían evitar sentir una gran atracción
por su jefe. Incluso esa horrible música que solía hacerles
escuchar insistentemente durante los últimos días, comenzó
a agradarles sin medida. Estaban deseando entrar en el laboratorio cada
mañana para volver a escucharla.
Con la conciencia tranquila por
no necesitar mostrar resultados contundentes a sus jefes para que no lo
despidieran, David comenzó a dejar de pasar tantas horas metido
en el laboratorio. El rector estuvo encantado de reducirle su horario laboral,
sin tocar su sueldo, eso sí, e incluso le ofreció unas vacaciones
que David rechazó con enorme profesionalidad, aunque no sin antes
aclararle al rector que prefería elegir él mismo la fecha
de esas vacaciones, y que cuando las tomara, sería la universidad
la que correría con todos los gastos. Era una oferta tan razonable
que el rector no pudo rechazarla.
Era curioso estar en medio del solemne
despacho del rector y escuchar la música de la cinta que le había
regalado sonando sin parar en un equipo de música que el rector
había comprado recientemente. Una vez más, David no pudo
ocultar una gratificante sonrisa.