<<T� no sabes lo que es ser esclavo
de un amor impetuoso y ardiente
y llevar ese af�n como un clavo,
como un clavo metido en la frente>>
...
Querido NN. :
Espero que no te incomode el que te escriba.
�Recuerdas la cantidad de cartas que te dirig�a, aun estando
buena parte del d�a juntos y lo raro por lo tanto que eligiera este modo de
comunicaci�n?. Lo que pasa es que as� siempre me he expresado mejor, pod�a
decirte todo, o casi todo, lo que quer�a decir y adem�s no me interrump�as con
tu eterno esp�ritu de contradicci�n, llevando la conversaci�n para otra parte.
Bien, ya sabes cuan arrepentido estuve y estoy de lo que pas�
y sobre todo de sus consecuencias. Pero no lo estoy porque encuentre que
acercarme a ti del modo que lo hice fuese malo en s�, sino por lo que vino
despu�s. Y no me refiero tampoco a lo que viv� yo, provoc�ndome el "accidente"
aquel, sino a lo que provoc� en ti, o entre t� y yo.
Hablando claro, no estoy arrepentido de haberme acercado a
ti, sino de que ese hecho haya puesto una barrera entre nosotros, haya generado
desconfianza de tu parte hacia m� y quiz�s hasta desprecio.
Sabes que tu amistad y compa��a me hac�an falta y yo se que
no menos falta me hac�a un poco de pasi�n entre los dos. Y lo que me causaba m�s
problemas y desilusi�n y me atormentaba la vida era saber positivamente que
nunca podr�a haber un encuentro as� entre nosotros.
El sentir hacia ti esto que experiment� es lo que me tra�a de
culo (nunca mejor dicho), porque era la causa y el origen de todo lo que pasar�a
luego entre nosotros, pero sobre todo de lo que me pas� a m�, en mi vida
interior, en mi relaci�n contigo y con los dem�s, causa y origen de mis
depresiones, de mis crisis de celos, de mis estados de �nimo y sobre todo de
des�nimo.
Te dabas cuenta que cuando estabas por m�, cuando estabas
alegre y atento, como sol�as ser siempre, a m� me elevabas al s�ptimo cielo y
creo, perd�name por ser mal pensado, que cuando estabas taciturno, hasta triste
me atrever�a a decir, en algunos momentos, o metido hacia dentro, o mal
humorado, vamos, que de mala leche, cuando te daba por encerrarte en ti mismo,
por no hablar, por convertirte en ermita�o y hura�o, me sepultabas en mis
bajoneos.
Esto �ltimo es lo que me pon�a peor, sent�a rabia contra m�
mismo y contra ti.
Me recuerdo que mi mano se estir� hacia ti y que saltaste
como izado por un resorte y tu expresi�n fue de susto, espanto, disgusto,
sorpresa y yo que se que m�s, todo al un�sono.
T� dorm�as pl�cidamente. All� en la cama de enfrente. Yo no
lograba conciliar el sue�o. Mi acercamiento a ti, mi cari�o por ti y mi pasi�n
sobre todo, estaban al tope. Sin lograr explicarme como, me deslic� de mi cama y
me acerqu� a ti. Inclin� mi cabeza a tu cara. Cuando pasaba suavemente mis dedos
por tus mejillas, por tus labios, levantabas la mano como espantando lo que
fuese que te tocara. Pero no despertaste. Por eso me atrev� a m�s y mi mano se
pase� por la l�nea de tu cuerpo, por encima de la leve s�bana que te cubr�a,
apenas vestido con tu albo calzoncillo. Entonces no respond�as. Tu cuerpo era
menos sensible que tu rostro.
Mi mano, intrusa, grifo de mi deseo en ese momento, se meti�
bajo la s�bana y se desliz� por tus muslos, muy suave y levemente. No diste
se�al de sentirme. Eso me dio la valent�a suficiente y el �nimo necesario para
pasar la palma por el bulto de tu falo en reposo. Tampoco diste muestras de
sentir mi caricia y mi anhelo. Cuando empec� a profundizar mi tacto, tu miembro
respondi� al est�mulo y empez� lentamente a crecerse. Me sent�a exaltado. Ya no
era due�o de m�. Mi pasi�n y deseo me manejaban a su antojo y la caricia se hizo
evidente y mi mano, ya sin mi voluntad, como si tuviera vida y movimientos
propios, entr� por el borde y se prendi� de ese objeto de mi deseo.
All� fue donde y entonces cuando, despertaste.
Te incorporaste. Te sentaste en la cama. Buscaste la
lamparilla. Exclamaste, �que bien lo recuerdo! : -�Ostrasss...!
De un brinco, en la obscuridad, aterric� en la m�a. Hund� mi
cabeza en la almohada y quise morirme. Intu�a todo lo que vendr�a despu�s.
T� te levantaste. Fuiste a la cocina. Bebiste algo. Entraste
al lavabo. Volviste a tu cama. Encendiste un cigarrillo con la luz de la mesilla
encendida. En absoluto silencio. Al rato apagaste la luz y yo sent�a que segu�as
despierto. Imaginaba tus pensamientos. Tu sorpresa. Tus preguntas y las
respuestas que te estar�as dando. Los interrogantes que te pon�as sobre qu�
ir�as a hacer de ahora en adelante. Y seguramente, los por qu� te ocurr�an estas
cosas a ti. El descubrimiento de que conviv�as con una persona extra�a, de
costumbres extra�as, de reacciones sorpresivas y desagradables, de ataques
arteros de los que no pod�as defenderte, porque eran a mansalva. Me imaginaba
cuanto me odiar�as en ese momento, cuanta ira y rencor estar�as sintiendo por
m�.
As� lleg� la madrugada. Estaba semi dormido cuando o� que te
levantabas, lavabas y te ibas. �Por qu� tan pronto, si aun faltaban horas para
marcharte? Y me respond�a que seguramente era porque quer�as perderte, alejarte
de mi, reflexionar solo. Y quer�a pensar que tambi�n estabas triste y me ten�as
l�stima.
Entonces fue cuando, con otro impulso, tan irreflexivo como
el de la noche, me levant�, cog� todas las p�ldoras narc�ticas que ten�a
acumuladas, Dios �si es que existe-, sabr� por qu� las ten�a, llen� una botella
de agua, dej� una nota para aquel amigo que podr�a ayudarte y ayudarnos si fuese
necesario y sal� de casa sin rumbo.
El mismo impulso irracional me llev� al metro, a la estaci�n,
a la playa.
Llorando, con una pena inmensa por m� mismo, por ti y por
todos los que de alg�n modo me amaban, me fui tragando las p�ldoras, una a una,
con abundante agua.
Al poco rato perd� la conciencia.
Recuerdo que despert� en una cama con una sed espantosa.
La monjita me explic� despu�s que llevaba algo as� como tres
d�as inconsciente. Que la polic�a me hab�a encontrado �por casualidad- tirado en
la arena, en un lugar donde no sol�a andar mucha gente. Que hab�a llamado una
ambulancia y en el hospital, con sueros y adrenalina hab�an logrado sacarme de
la inconsciencia. Ten�a deseos de orinar pero no pod�a. Recuerdo que ped� que me
pusieran una sonda. Como queriendo y no queriendo, lo hicieron y pude
descargarme y hacer correr el l�quido por mi cuerpo, lo que ayud� a
desintoxicarme m�s r�pido y mejor.
Entonces fue cuando me identifiqu�. Entre otros, tambi�n t�
llegaste a mi lado. Quisiste ir a casa y explicar a nuestros compa�eros de piso
una parte de lo ocurrido. Luego supe que tambi�n la polic�a los hab�a visitado,
pero tuviste el discreto gesto de no contar lo sucedido entre nosotros antes del
"accidente". Volviste y me dijiste que pasar�as la noche en el hospital. Y as�
fue. Nadie pudo convencerte de que no era necesario.
Hablamos muy poco. Casi todo el tiempo llor�. T� te ve�as
afectado, m�s que nada por lo m�o, y mucho m�s que por lo tuyo. Y entonces lejos
de reaccionar como ten�a que hacerlo, te am� m�s.
De la noche pasada dormitando, sentado al lado de mi cama, te
fuiste a trabajar. Volviste esa misma tarde y me trajiste el encargo,
�recuerdas?. Yo te hab�a pedido el cepillo de dientes y me trajiste la escobilla
de u�as... No ten�a �nimos de re�r, pero ese era un detalle m�s, explicativo, de
por qu� te amaba, eras y seguramente sigues siendo, distra�do, pero servicial,
atento y amoroso.
Cuando sal� del hospital me ten�as preparada una tarde
recreativa. Quer�as que sali�ramos, distraerme, quiz�s cansarme, para que mi
vida empezara a ser normal a partir de ese d�a.
Pero las cosas se complicaron. �Por qu�? Simplemente porque
tu �nimo cambi�, porque empezaron a ocurrir muchas cosas desagradables en tu
entorno familiar y yo, centrado en m� mismo, cre�a que era porque estabas
aburrido de m�, porque me rechazabas, porque me ten�as rencor, porque te
molestaba mi presencia. Nadie me habr�a convencido de lo contrario.
Llor� cuando te fuiste con los tuyos por Navidad, sin
invitarme. Aunque no habr�a aceptado. Ya ves que contradictorios son estos
estados de �nimo y te bendigo porque, no obstante, lo cabreadora que era la
situaci�n, la aguantaste a pie firme. �Te sent�as responsable de mi, como dice
EL PRINCIPITO, cap. XXI, "eres responsable de lo que has domesticado"?
Como sea, siempre estuviste pacientemente a mi lado. La
amistad que nos ten�amos hab�a sido m�s fuerte que el se�smo que la hab�a
remecido.
Pero yo estaba desequilibrado. Mi deseo por ti, de ti, hacia
ti, me destru�a al no verse realizado. Sent�a rabia, ira, cari�o, ternura,
celos, inquietud, y quiz�s cuantas sensaciones, emociones y sentimientos m�s,
todos mezclados.
Y te escrib�a esas largas cartas para expresarte, �Dios, que
pesado debo haber sido!, molestias, peticiones, rega�inas y tonter�as diversas.
Estaba perdidamente enamorado de ti. Ve�a una pareja en las
calles, o en las plazas y me pon�a a llorar pensando que jam�s podr�a vivir una
hermosa relaci�n de ese estilo. Le�a todas las poes�as rom�nticas, especialmente
las m�s tristes, las que hablaban de abandono, de ausencia, de celos, de
melancol�a, de dolor y de muerte. Escuchaba la m�sica m�s "cebolla", esa que m�s
hace llorar.
Te amaba. Aunque muchas veces me preguntaba si en realidad
era amor lo que sent�a por ti o era necesidad de ser amado. �Lo quiero, -me
preguntaba-, o en realidad lo que quiero es que me quiera? Y me imaginaba mil y
una situaciones que nos hac�an necesarios el uno para el otro y que hac�an
posible ser felices juntos. La pasi�n que sent�a era profunda, dolorosa incluso
f�sicamente.
Hasta que lleg� el momento de la separaci�n. Todos los otros
se hab�an ido del piso. T� ten�as fecha para tu boda y, esta vez s�, me lo pens�
muy bien y decid�. Me march�. Fue divertido, porque sal� casi llorando,
trag�ndome las l�grimas, nos dimos un abrazo como si partiera al fin del mundo y
para siempre, en circunstancias que la pensi�n estaba a 10 minutos. Era un
Jueves nublado y algo fr�o. En llegando, me tir� a la cama y llor� como una
Magdalena, pero en la noche me estabas llamando para ir el s�bado a la playa y
con el fin de salir temprano me invitaste a dormir en el piso... y me
recomendaste que avisara a la due�a de casa que no vendr�a esa noche a la
pensi�n.
Que bien la pasamos en esa jornada.
Ambos est�bamos contentos, casi euf�ricos. Recuerdo como si
fuera hoy, que elegiste un lugar en el que pudi�ramos estar solos y cuando me
sent� en la arena, apoyando la espalda en la roca, me hiciste inclinar hacia
delante y pusiste tu toalla para que estuviera m�s c�modo. �Que tierno detalle!,
as� eras, ya te lo dije, tanto me elevabas al cielo, como me hund�as en el
infierno, con una sola palabra, con un m�nimo gesto. Pero ese d�a yo estaba
alegre, contento. Las l�grimas, el cortar el lazo, me hab�an, en parte, liberado
y por lo que se ve, a ti tambi�n. Tal vez, y esto es suposici�n m�a, no te
turbaba ahora tener gestos amorosos conmigo, ya no hab�a por qu� temer.
Pero yo te amaba profundamente y el d�a de tu boda, a la que,
por ning�n motivo, causa, raz�n ni circunstancia quise asistir dici�ndote que s�
pero a la que no llegu�, a la hora en que pronunciabas el s�, cuando regresaba
muy triste a casa, a nuestra casa en la que quer�a estar a solas aprovechando
que me hab�as dejado tus llaves, a esa misma hora, al pasar frente a una
iglesia, me baj� del autob�s y me met� en ella a llorar sin que nadie me viera,
porque �qu� solas est�n las iglesias �ltimamente...!.
Llegu� a casa, llor� mis �ltimas l�grimas, desoladamente,
como si no existiera ya futuro en el mundo para m�. Para nuestro consuelo, tuyo
y m�o, me dorm�, y como jam�s me hab�a ocurrido ni me ha vuelto a ocurrir, no
despert� hasta las 10 del d�a siguiente. �Por qu�?, porque ya estaba todo
consumado entre nosotros y lo �nico que me quedaba era ser amigos, amigos
contigo y con tu esposa, con ambos y tal vez luego, con tus hijos.
Y as� ha sido. Han pasado 31 a�os, exactamente, porque fue
por estas fechas que ocurri� todo lo que estoy record�ndote, o mejor dicho,
record�ndome, porque esta carta se que no la leer�s jam�s, porque t� no eres de
los que entra a estas p�ginas ni "sites" y porque nunca te la enviar�, m�s bien
me la estoy escribiendo a m� mismo, o quiz�s con un sentido exhibicionista, la
estoy escribiendo para aquellos lectores que en sus e-mail me preguntan si lo
que narro es verdad, si me ocurri�, o si soy alguno de los personajes que hago
aparecer en ellas.
Te he visitado, os he visitado. Conozco a vuestros hijos y me
recib�s como a uno m�s de la familia. Cuento con un inmenso cari�o y una
profunda amistad de vuestra parte y eso me emociona y muchas veces no se como
corresponder.
Este sentimiento, pasi�n, emociones, dolores, desequilibrios,
en fin, todo eso junto, me convencieron, a lo largo del tiempo, que el amor m�s
que una realidad es una fantas�a, m�s que una abundancia es una necesidad, m�s
que una riqueza es una carencia y que colmado el deseo, el capricho, la
posesi�n, o sanada la herida que la pasi�n te deja, o convencida la raz�n de la
imposibilidad de su realizaci�n, cicatrizadas todas las heridas de ese furibundo
y encarnizado combate, (�"La raz�n: -Nunca podremos entendernos, coraz�n. El
coraz�n: -lo veremos.."-) que nos revoluciona, nos descuartiza, nos desarma
y nos desalma y hace trizas, terminada y perdida la batalla, todo cuanto hemos
vivido, pasado, sufrido se evapora, se esfuma y hasta podemos recordarlo con una
ir�nica sonrisa.
Si las personas reflexion�ramos los pasos que damos en la
vida, si calcul�ramos las consecuencias de nuestros actos, por m�nimos que sean,
cu�ntos disgustos nos evitar�amos y evitar�amos a los que de verdad queremos.
Cont�is, y -t� en especial querido amigo cuentas- con mi
gratitud y afecto eternos.
Afectuosamente, Juli�n S.
Cada uno de los detalles de este relato es total y
absolutamente real.
Vuestros comentarios y sugerencias las agradezco en mi
e-mail: POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO