Viaje un fin de semana a Madrid. Apenas me instal� en el
hotel, me duch� y sal� a la calle. Eran las tres de la tarde y hac�a mucho
calor, as� que pens� que lo mejor ser�a meterme en una sala de cine para estar
fresco �en los cines de Madrid el aire acondicionado suele estar a tope-, pero
al ir caminando hacia el cine, pas� por la puerta de una sauna. Pens� que podr�a
entrar y , si no hac�a mucho calor, pasar un rato.
Entr� y despu�s de pagar la entrada, me dieron unas chanclas
y la llave de una taquilla. Me desvest� y con una toalla enrollada por el
abdomen me fui hacia la sala de estar. No hab�a mucha gente: apenas unos cuantos
chavales sentados en bancos o sillas dispersos por pasillos oscuros.
Mientras paseaba iba mirando. Los jovencitos, en actitudes
provocativas estaban sentados con las piernas abiertas y con la toalla tapando,
apenas, sus miembros. Algunos, con m�s descaro, pretend�an masturbarse y
mostraban su traca morcillona.
Uno de ellos me segu�a. Era un portugu�s o brasileiro, porque
cuando sub�a una escalera que conduc�a a una sala oscura, se acerc� y me ofreci�
sus favores.
-Mira �me dijo. Y me mostr� una verga descomunal. �l mismo
era enorme, de espaldas anchas, brazos musculados y piel blanca, casi lampi�o.
Para hablarme se acercaba a mi o�do y me dec�a: "Si vienes lo vamos a pasar en
grande. Mira lo que tengo". Y me arrimaba el trozo de carne, roz�ndome para
ponerme cachondo.
-D�jame dar un par de vueltas. A lo mejor luego vamos a pasar
un rato juntos.
Lo que hab�a pasado es que mientras hablaba con �l, un
moreno, guap�simo, con unos labios gruesos y muy sonriente me hab�a gui�ado un
ojo. Yo quer�a tantearlo.
Me lo encontr� sentado en un rinc�n. Ten�a una pierna
flexionada y apoyada sobre el asiento, de tal forma que se le ve�a toda la
huevada debajo de la toalla.
Pas� muy cerca de �l y me cogi� la mano con su mano. Me
detuve. "Soy muy cari�oso" �dijo. Yo no pod�a dudarlo. La polla era la ejemplar
de un negro. Larga como una manguera, formando una curva , con el glande
cubierto.
Alargu� la mano y le hice una caricia.
-Es para ti �me dijo.
No pod�a resistir m�s. Estaba tan caliente que s�lo ten�a
ganas de abrazarle. Pillamos una cabina y en el min�sculo espacio no encontramos
los dos cuerpos frente a frente. Era tan hermoso, su piel era de cobre intenso
con brillo de juventud en cada poro. Era alto, me sobrepasaba la cabeza �yo no
soy peque�o �y sus brazos me rodeaban como dos grandes remos. Me abrac� a �l y
estuve un rato quieto, luego le com� la nuez, le bes� los hombros, el pecho, le
mordisque� lo pezones de su torso de bronce, y poco a poco me deslic� por su
vientre hasta encontrar su pubis afeitado y el gran premio: una verga de
innumerables cent�metros. Le pas� la mano suavemente para que se empinara.
Pronto obedeci�. Aquel falo descomunal no me cab�a en la boca, as� que comenc� a
lamerlo como si fuera un helado.
Le chup� los huevos y �l, muy cari�oso, me dec�a: "as�, mi
cielo".
Le hice colocar a cuatro patas y yo desde detr�s le fui
chupando el ojete, se lo ensaliv� cuanto pude. A �l, a pesar de ser un chapero,
parec�a gustarle. Me pregunt� si quer�a que me diera por el culo. Le mir� con
respeto. No pod�a figurarme aquel instrumento en mi culo. Le dije que primero lo
har�a yo.
Me coloc� un cond�n y met� me pija dentro. Lo hice con
cuidado, poco a poco. Pero �l me ayud�. Arrimaba el culo contra mi polla y yo
notaba su calor. Bombe� despacio, quer�a que durara. Pero �l ten�a tal maestr�a
que dominaba absolutamente la situaci�n. Yo me empe�aba en llegar cada vez m�s
lejos por sus adentros. Mientras foll�bamos me tom� las manos y me puso su pene
entre las manos. "C�scamela" � dijo. Y yo le fui masturbando al mismo ritmo que
le atizaba con mi polla dentro de su culo. Me corr�.
Luego, me tumb� en la colchoneta, se arrodill� sobre m�
quedando su polla a la altura de mi pecho y se masturb� hasta que la gran
corrida cay� sobre m� como una cascada. Yo frot� su miel por mi cuerpo, y era
tan abundante que lo extend� por el pecho, por el abdomen y por los huevos. Me
excitaba tanto aquello que le ped� que me la metiera. Pronto, aquel le�n, hizo
que la verga se le empinara y con los dedos me fue acondicionando el orto, como
dicen los argentinos, y �ste se fue adaptando: primero un dedo, luego dos, tres
hicieron falta. Y luego� toda la inmensa carne de del mundo por mi mismo
agujero. Yo sufr�a, me mord�a los labios y al mismo tiempo me derret�a. Cuando
empez� el mete saca el gusto me llegaba hasta la garganta. Y no pod�a impedir
que la baba se me cayera. Cuando despu�s de un largo rato, yo casi exhausto y a
la vez enaltecido por aquel m�stil en el cuerpo, nos corrimos los dos. Las
sacudidas fueron cal�mbricas, espasmos, felicidad a bochazos.
Finalmente se acost� a mi lado.
Le pagu� el doble. Se lo mereci�.
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