Relato: Una historia rural





Relato: Una historia rural

1958, la dictadura del General Franco duraba ya casi 20 a�os.
El aislamiento pol�tico y econ�mico de Espa�a estaba en su fase m�s cr�tica, los
hombres de las zonas rurales m�s deprimidas emigraban, unos por razones
pol�ticas y otros por razones econ�micas. Los pueblos de Extremadura se
desertizaban, s�lo iban quedando los trabajadores de grandes latifundios que se
dejaban la piel por sus se�ores, que adem�s de ser propietarios de la tierra,
controlaban el destino de los pueblos y de sus gentes.


Yo contaba por aquel entonces 18 a�os, hija �nica, mi padre
estaba enfermo en cama desde hacia 3 a�os, mi madre, por suerte, era la
costurera de la familia de Don Mart�n, uno de estos ricos se�ores, y yo, a parte
de ayudar de vez en cuando a mi madre, ayudaba a la recolecci�n de cerezas en
temporada. No era mucho pero suficiente para mantenernos.


Ya hac�a 1 a�o que hab�a terminado la escuela y viendo la
situaci�n de nuestra comarca, so�aba con emigrar alg�n d�a a la ciudad. Ten�a
mucho tiempo para leer, algo que mi madre no entend�a en una chica, y pasaba las
horas imaginando una vida confortable al lado de un chico guapo y rico que me
cuidara y me quisiera, pero desde luego no en el pueblo.


Los pocos chicos que iban quedando trabajaban en las tierras
de los se�ores y no se les ve�a a menudo, pero alguna vez me rondaban buscando
chica para casarse. De todos hab�a uno que me gustaba, Pedro, pero ni loca me
casar�a con �l, mi meta no era ser la esposa de un pobre jornalero en el pueblo.
�l estaba entusiasmado conmigo, creo que estaba enamorado, y sobre todo porque
era el �nico chico al que dejaba tener escarceos amorosos conmigo. No fue el
primer chico con el que estuve, pero si el �nico con el que de vez en cuando me
escapaba al r�o a ba�arnos desnudos y a hacer el amor.


Una tarde de agosto estaba ayudando a mi madre con una
manteler�a de la esposa de D. Mart�n, el d�a estaba siendo muy caluroso, cuando
hace ese calor es mejor no salir de casa hasta que se pone el sol. Est�bamos en
la cocina y escuch� unos golpes en la ventana de la cocina. Era Pedro.




Mira Carmencita, es Pedro. Pero no puedes dejarrme sola,
tenemos que acabar el mantel.


Mam�, d�jame ver que quiere, por favor.




Sal� corriendo por la puerta y ah� estaba, con sus pantalones
de faena y sin camisa, luciendo su moreno y curtido cuerpo por el sol, y por
supuesto con su gorra gris que no se quitaba casi ni para ba�arse.




Hola, Carmencita, hoy nos han dejado la tarde libre, pues
el tejado de las caballerizas del cortijo de D. Mart�n se ha venido abajo y lo
est�n arreglando, �nos vamos al r�o a ba�ar?


No puedo, tengo que ayudar a mi madre, pero��. espera, lo
voy a intentar.




Entr� veloz y con una sonrisa engatus� a mi madre, me puse
melosa y muy mimosa y despu�s de casi 10 minutos la convenc� a cambio de que
terminara mi trabajo por la noche, aunque me quedara sin dormir.


Despu�s de caminar los 2 juntos durante 20 minutos llegamos
al r�o. Borde�ndolo, tuvimos que seguir unos 15 minutos m�s para llegar a
nuestra poza preferida, era uno de los lugares con m�s vegetaci�n de la cuenca
del r�o. Al llegar, y casi sin darme cuenta, Pedro se hab�a quitado los
pantalones y ya estaba dentro del agua. Desde el r�o, me salpicaba y me insist�a
para que me metiera cuanto antes. As� que r�pidamente me quit� el blus�n y la
falda, y me qued� en combinaci�n. Me tir� al agua y Pedro empez� a jugar, a
hacerme aguadillas. Me cog�a por las piernas, me levantaba y me dejaba caer en
el agua. A decir verdad se estaba estupendamente en el agua, no se notaban casi
los 40 �C que quemaban el atardecer.


Como siempre, Pedro cada vez me tocaba m�s, se restregaba, me
tocaba los pechos y los muslos, pero disimuladamente, como jugando. Depend�a de
mi hacer o no el amor. Si me apetec�a lo hac�amos, si no, no. Pero �l siempre lo
intentaba, aunque si yo no le dejaba, no insist�a, eso era algo que admiraba en
Pedro, me respetaba como mujer y como persona.


Tras un rato de juegos y toqueteos, Pedro estaba
completamente excitado, se abalanz� sobre mi restregando sus fuertes manos en
mis pechos, tan fuerte se abalanz� que me hizo da�o, me ten�a sujetas las
mu�ecas, pero en ese momento me dio miedo y le grit� que me soltara.


Pedro, sorprendido por mi reacci�n se qued� inm�vil, se
separ� unos cent�metros y se qued� mir�ndome a los ojos.




Me has hecho da�o, bruto. No te puedes descontrolar as�.
�D�jame!


Pero Carmencita,��..si yo�..perdona. No quer�a hacerte
da�o.


Su�ltame, bruto, m�s que bruto.




Me di media vuelta y me dirig� a la orilla, donde estaba
nuestra ropa. Al salir del agua me di cuenta que se me transparentaba toda la
combinaci�n mojada, todo mi cuerpo se contemplaba esplendoroso, lozano, a pesar
de mi enfado. Pedro permanec�a inm�vil, contempl�ndome y de pronto, al acercarme
a la ropa, vi unos matorrales moverse. Me asust� y grit� si hab�a alguien pero
no respondi� nadie. Me qued� mirando para intentar ver algo y de repente o� unos
matorrales moverse m�s lejos, consegu� apreciar la silueta de una persona que
sal�a corriendo.




�Pedro! Sal del agua, nos estaban espiando.


Carmencita, yo no he visto a nadie.


De verdad, he visto a una persona salir corriendo. Cr�eme.


Pues yo no he visto a nadie.


Te lo juro, hab�a alguien. Venga, v�monos, me quiero ir a
casa.




Nos vestimos y empezamos a caminar, el sol empezaba a
ponerse. No hab�an pasado 5 minutos cuando escuchamos el trote de un caballo a
nuestra izquierda. Los dos nos quedamos parados, entre asustados y expectantes,
tras unos matorrales y unas encinas apareci� el caballo, montado por Juli�n, el
hijo mayor de D. Mart�n. Nos tranquilizamos al verle.




Hola Carmencita, hola Pedro, a ti te estaba buscando. Ha
surgido un problema con el tejado de las caballerizas, necesito que vayas al
cortijo para ayudar a los dem�s a arreglarlo, ya ma�ana buscaremos una
soluci�n, pero ahora tenemos que salir del paso.


Pero �, iba a acompa�ar a Carmencita a su casa.


No te preocupes, yo la acompa�ar�, siempre y cuando a ella
no le importe.




Jul�n no pudo evitar soltar una sonrisa, no me quitaba ojo de
encima, todav�a se transparentaba ni cuerpo por el vestido h�medo. Yo mirando a
Pedro, asent� con la cabeza. No me entusiasmaba la idea, pues Juli�n, con sus 28
a�os, ten�a fama de juerguista y de visitar a menudo los prost�bulos de la
comarca. Pero bueno, mejor eso que volver a casa anocheciendo y sola.


Pedro se despidi� y sali� r�pidamente en direcci�n al cortijo
que deb�a estar a unos 20 minutos andando. Mientras, Juli�n se baj� del caballo,
lo tom� de las riendas y se coloc� a mi lado. Comenzamos a andar, yo no le
miraba y �l no apartaba sus ojos de mi. Me comentaba sobre el cortijo y yo s�lo
asent�a. Al poco empez� a hablarme de mi, de que deb�a salir del pueblo, de que
llegar�a lejos si emigraba, de lo guapa que era, de que encontrar�a un hombre
que me quisiera. Comenzaba a ponerme un poco nerviosa, no me estaba gustando el
tono de la conversaci�n. La tarde se convert�a poco a poco en noche y al llegar
a un campo de cerezos le entraron ganas de orinar. At� el caballo a unas ramas y
sin apartarse casi de mi se abri� la bragueta y empez� a orinar. Me di la
vuelta, no quer�a mirar, le ten�a a tan solo un par de metros. Escuchaba
nerviosa el ruido de la orina en la tierra. Me llam� y me volte�, y ah� estaba,
agitando su pene para soltar las �ltimas gotas. Se lo volvi� a enfundar, se
subi� la cremallera y se acerc� a m�, sin apartar su mirada de mis pechos que se
pegaban a mi blus�n me dio un beso en los labios.




Carmencita, siempre me has gustado. Eres la chica m�s guapa
del pueblo. Adem�s tienes un cuerpo que cualquier hombre pagar�a una fortuna
por poseerlo.




Yo estaba petrificada, asustada, ya le miraba a los ojos,
pero para no perderle de vista, no me fiaba.




D. Juli�n, me halagan sus cumplidos, pero tengo que
regresar a casa.


�No me vas a devolver el beso?


D�jeme, por favor. Tengo que regresar.




Sin darme casi cuenta por el miedo, me agarr� fuertemente de
las mu�ecas y acerc� sus labios otra vez, pero yo quit� la cara, �l me solt� las
manos y me agarr� con los dos brazos por la cintura. Mis pechos se estrujaban
contra su cuerpo. Intentaba colocar su pierna entre las m�as y yo cerraba mis
muslos, pero era in�til. Me ten�a completamente sujeta, con las manos le
golpeaba en la espalda, pero no se inmutaba. Ahora ten�a su cara en mi cuello,
me lo lam�a, me lo chupaba, me lo mord�a. Mis l�grimas inundaban mi rostro,
estaba desesperada, no pod�a con �l



�Por favor!, D. Juli�n, d�jeme. Se lo suplico.


Que pasa, �no te gusto?. Si s� que te encanta. Venga, no te
resistas.



Mientras me sujetaba por la cintura consigui� bajar las manos
hasta mi culo, tal era mi histeria que le agarr� del pelo tirando tan fuerte que
solt� un grito de dolor, y sin mediar palabra me solt� una bofetada en la cara
que me tir� al suelo golpe�ndome en el costado con unas piedras que hab�a en el
suelo. Me qued� sin moverme, dolorida, estaba aterrorizada. Lloraba a l�grima
viva, le suplicaba, pero era in�til.


Yo segu�a en el suelo y sin dejar de mirarme, con unos ojos
lascivos que se me clavaban, casi babeando se acerc� a m� y de pie se coloc� con
una pierna a cada lado de mi cuerpo. Se arrodill� sujetando mi cuerpo con sus
muslos, parec�a que estaba m�s calmado, pero tambi�n m�s excitado. Coloc� sus
manos en mis mejillas y suavemente me separ� el pelo de la cara llegando con sus
manos hasta mi cuello, ya no dec�amos nada ninguno, s�lo me miraba y yo manten�a
mis ojos casi cerrados. Desliz� sus manos desde mi cuello hasta el comienzo de
mis pechos, pero esta vez suavemente, comenz� a masajear mis pechos por encima
del blus�n, continuaba sujetando mis brazos contra mi cuerpo con sus piernas,
entre el miedo y la fuerza con la que apretaba no pod�a moverme. Segu�a
intentando revolverme, pero no se inmutaba, decid� desistir pues me dol�a mucho
la cara y el costado, estaba humillada, ultrajada, sent� dentro de mi que �l
hab�a vencido. Mi indiferencia, aunque entre l�grimas, le calm� y dej� de
hacerme da�o, pero segu�a sujet�ndome con sus piernas arrodilladas. Ahora me
besaba en el cuello mientras segu�a recre�ndose en mis pechos, ya estaba a su
merced, mi cabeza se volte� hacia un lado, ignor�ndole. �l estaba absorto y yo
con la cabeza en otro mundo, hab�a conseguido evadirme. Me abri� el blus�n y me
baj� como pudo la combinaci�n, mis pechos salieron libres y mis pezones
apunt�ndole a la cara, como desafiantes. Su cambio de actitud hizo que mi cuerpo
se excitara, aunque no mi cabeza, pero decid� no moverme, me daba mucho miedo.
Se incorpor�, se sac� su cintur�n y me at� las manos, muy fuerte. Entonces se
movi� hacia atr�s y se sent� en mis tobillos, me subi� la falda hasta el vientre
y me baj� las bragas hasta los pies, ahora luc�a humeda mi rajita, yo no
comprend�a porqu�, meti� sus manos entre mis muslos y comenz� a acariciarme,
pasaba los dedos por los labios, una y otra vez, mi humedad le estaba excitando
m�s todav�a, yo notaba su pene erecto en mis piernas, y de pronto volvi� a posar
sus manos en mis pechos y casi sin darme cuenta me penetr� con fuerza, me hizo
da�o, y aunque estaba mojada me doli�. Empez� a bombear, en c�rculos, hacia
arriba, hacia abajo, ya no me dol�a, mi sexo tambi�n se hab�a entregado. Su
excitaci�n era tal que en segundos se corri�, descans� unos instantes sobre mi
cuerpo y se qued� mir�ndome fijamente. Yo no le miraba, segu�a con la cabeza
volteada, apoyada en la tierra, yo estaba a punto del orgasmo pero se sali� de
m�, segu�a mir�ndome, al verme tan desnuda, tan sumisa se volvi� a excitar y
not� otra vez su pene como se estiraba, est� vez parec�a que iba a estallar. Le
supliqu� otra vez que me dejara, pero por el momento no ten�a intenci�n.




Me encantas as�, desnuda y complaciente. Veo que te has
mojado, as� que tambi�n te ha gustado. Ahora lo vamos a hacer de verdad. No te
vuelvas a resistir que ser� peor. Adem�s como cuentes algo a alguien har� que
despidan a tu madre. Pero veo que no ser� necesario. Dame un beso.




Volte� la cabeza para mirarle pero sin decirle nada,
mientras, �l puso las manos en mi cara y fue bajando poco a poco, se par� en los
pezones, los pellizcaba con dureza, al l�mite del dolor, otra vez se
endurecieron y estiraron. Sigui� bajando y meti� dos dedos en mi rajita, los
mov�a suavemente esta vez, me estaba excitando de verdad, se me escap� un
gemido. Para �l fue como una aprobaci�n, con lo que abri� un poco sus piernas y
me solt� los brazos, me agarr� por las mu�ecas y me los coloc� por encima de mi
cabeza; ahora mi cuerpo esta total mente estirado. Mi excitaci�n aumentaba, mi
cuerpo se empezaba a retorcer. Esto le excit� m�s si cab�a y otra vez,
sujet�ndome los brazos me volvi� a penetrar. Esta vez mucho m�s despacio, pero
creo que fue por mi excitaci�n, mi humedad ayud� a llegar hasta el fondo.
Comenz� a moverse r�tmicamente, pero con mucha m�s suavidad. Ahora mi excitaci�n
era tal que no controlaba mis gemidos, �l segu�a movi�ndose, me solt� las manos
y volvi� a cogerme los pechos y sus movimientos se hac�an m�s r�pidos, m�s
violentos. No resist�a m�s y un orgasmo me invadi�, �l continuaba, su orgasmo
tardaba m�s en llegar, continuaba, segu�a movi�ndose y a la vez nos corrimos.
Este segundo orgasmo me dej� totalmente exhausta y a �l tambi�n.


Se levant�, se subi� los pantalones y se qued� unos instantes
mir�ndome. Por el momento yo no me mov�a y mis l�grimas volvieron a brotar.




Has visto como no era para tanto. Ha sido estupendo. Tu
tambi�n has disfrutado, lo s�. Te recuerdo que no se lo cuentes a nadie, ser�
nuestro secreto. Volveremos a vernos pronto.




Y sin preocuparse de mi estado se volvi�, solt� las riendas
del caballo, se mont� y se fue al trote.


Me levant� como pude, entre el dolor de la cara y el de mi
sexo me tuve que sentar. Estaba totalmente humillada, no pod�a llegar as� a
casa. As� que saque fuerzas de flaqueza y volv� r�o, llevaba la ropa en la mano,
caminaba desnuda y me met� en el agua. Quer�a morirme, la cabeza me daba
vueltas. El ba�o me repuso, me vest� y me fui a casa, menos mal que no ten�a la
marca del bofet�n, no hubiera sabido que decir.


Los d�as pasaron y no sal�a de casa. A Pedro no hac�a m�s que
ponerle excusas para no ir con �l y a mi madre le cont� que estaba un poco
enferma, as� tampoco me har�a trabajar mucho, estaba hundida.


El siguiente domingo no acompa�� a mi madre a misa, aunque lo
hac�a habitualmente, ese d�a me excus� con mi supuesta enfermedad, no quer�a ver
a nadie y menos a D. Juli�n, que tambi�n iba todos los domingos con su familia.
Al final, aunque con reproches, mi madre acept�.


Estuve limpiando la casa, haciendo la comida y dem�s tareas
dom�sticas, pues mi madre no volver�a hasta la tarde, ten�a que trabajar en el
cortijo de D. Mart�n.


Ya era mediod�a y despu�s de hacer la colada sal� a tender la
ropa. El sol volv�a a apretar y el calor era insoportable.


A lo lejos vi la silueta de un hombre a caballo que se
acercaba a la casa. Permanec� inm�vil intentando averiguar de quien se trataba.
Cuando el hombre ya estaba lo suficientemente cerca le reconoc�, era D. Juli�n.,
que ya se hab�a bajado del caballo y se acercaba caminando.




Buenos d�as, Carmencita. Que guapa est�s hoy.




Le miraba y le escuchaba, pero no le contestaba, permanec�a
impasible.




�Que te pasa, no te alegras de verme? No te asustes que
s�lo he venido a hablar contigo, adem�s tengo un poco de prisa. He venido a
decirte que he estado pensando en lo del otro d�a y he decidido que quiero
hacer un trato contigo.




Mi gesto se torci�, no daba cr�dito a lo que estaba
escuchando, no me lo pod�a creer. Pero hice de tripas coraz�n y consegu� una
actitud firme, que no pareciera sumisa. No quer�a que se sintiera dominante,
aunque realmente lo era.




Y de que se trata?


Pues que me gust� tanto lo del otro d�a que quiero que seas
m�a siempre que yo quiera.


Pero����.�qu� est� diciendo?


Mira, se que tambi�n disfrutaste, adem�s, si quieres que tu
madre mantenga el trabajo, debes acepta., Aparte recibir�s una cantidad de
dinero cada mes, te vendr� bien. Nadie se enterar� nunca y con lo que recibas
podr�s ahorrar para poder salir del pueblo alg�n d�a.. Quiero que sepas que
estoy comprometido para casarme con Celia, la hija del del alcalde, la boda
ser� el verano que viene, as� que nuestro trato durar� un a�o, hasta el d�a
que me case, y despu�s podr�s irte y no te volver� a molestar jam�s, te lo
prometo. Y por supuesto, no hace falta que te lo vuelva a repetir, este ser�
nuestro secreto.




Me hab�a quedado p�lida, no daba cr�dito a sus palabras, me
estaba obligando a ser su puta particular. No me lo pod�a creer. El mundo se me
vino encima, mi actitud firme ces�, volv�a a estar humillada delante de �l.
Respir� profundo y tragu� saliva, casi no pod�a contestar, aunque creo que
Juli�n no esperaba que contestara, era un trato ya pactado por �l solo.
Permanec� callada, pensativa. Juli�n se acerc� m�s y me sujet� suavemente la
barbilla, me bes� en los labios, yo no respond� pero tampoco me resist�. Baj� su
mano hasta mi sexo y me presion�. Yo no entend�a bien porque pero me excit� y
cerr� levemente los ojos, pero yo permanec�a inm�vil.




Ya ver�s como acabas deseando el momento de estar conmigo.
Ahora me tengo que ir. Tomar� tu silencio como una respuesta afirmativa.




Saqu� fuerzas olvid�ndome de mi orgullo y le contest�.




Vale, de acuerdo, pero quiero dejar unos puntos claros. Lo
primero, nada de violencia y por otro lado, �cu�nto me vas a dar cada mes?
Quiero saberlo.


Te dar� 300 pesetas al mes, m�s de lo que gana tu madre en
6 meses. Y no te preocupes, no te har� da�o nunca m�s. Te lo prometo. Pero
estar�s a mi disposici�n.


De acuerdo, pero fuera de los encuentros que tengamos podr�
hacer la vida que quiera. Esto es fundamental para que nadie sospeche.




Me dio otro beso en los labios y se dio media vuelta. Mont�
al caballo y se alej� bajo el sol.


Termin� de tender la colada y entr� para llevar el almuerzo a
mi padre. La sensaci�n que ten�a ahora no era como la del d�a de la violaci�n,
no me sent�a tan humillada, pero no me reconoc�a, nunca hab�a pensado en vender
mi cuerpo. Lo �nico que me daba fuerzas era el dinero, quiz�s fuera la
oportunidad que estaba esperando. Ya empezaba a tener ansiedad, no quer�a que el
primer d�a llagase, deseaba que cuanto m�s tarde mejor.


Pasaron los d�as y todav�a no hab�a tenido noticias de
Juli�n. Manten�a la rutina de mi vida, pero deprimida todo el d�a. A Pedro le
hab�an asignado m�s tareas en el cortijo, con lo que tampoco sab�a nada de �l.
Mi madre estuvo toda la semana trabajando en los vestidos de la esposa de D.
Mart�n y de su hija para la fiesta de "pedida de mano" de Juli�n a Celia, que
ser�a el domingo por la tarde.


Supuse que con todo el foll�n de la fiesta Juli�n estar�a muy
atareado, por supuesto deseaba que nunca me lo volviera a cruzar, pero sab�a que
volver�a.


Lleg� el domingo y acompa�� a mi madre a misa. All� estaba
todo el pueblo, pobres y ricos, jornaleros y se�ores. Vi de lejos a Juli�n con
su prometida, pero separados por sus dos madres, la moral de la �poca no
permit�a m�s roces. A la salida me fui r�pidamente a casa, no quer�a encontrarme
con Juli�n, adem�s mi madre iba a pasar el d�a en el cortijo ayudando al
servicio para la fiesta y deb�a ayudar a vestirse a las mujeres de la casa.


Llegu� enseguida y prepar� la comida a mi padre que esa
semana hab�a tenido una reca�da, estuvo casi toda la semana dormido.


Aprovechando que mi madre no estaba pas� toda la tarde
leyendo. Cuando baj� el sol un poco aprovech� para limpiar un poco un cobertizo
que hac�a las veces de granero. Cuando estaba limpi�ndolo de pronto se cerr� de
golpe la puerta, muy asustada me di la vuelta y ah� estaba Juli�n, con traje y
corbata, vestido para la fiesta, muy elegante y apuesto.




Hola Carmencita, �que tal est�s?. No aguantaba m�s d�as,
necesitaba verte.


Pero,� y la fiesta? �ha pasado algo?


No, ah� siguen todos los invitados. Pero yo, gracias a un
amigo m�o, les he dicho que hab�a surgido un problema nuestros campos de
cerezos y que deb�a ir enseguida. La excusa perfecta, trabajo.




Sin mediar palabra se acerc�, me gir� sobre mi misma, se
coloc� tras de m� y me rode� mi cintura con sus brazos. Su pene oprim�a mis
nalgas, lo notaba completamente erecto, como queriendo salir de los pantalones.
Baj� sus manos hasta la parte delantera de mis muslos y empez� a acariciarme
hacia arriba y hacia abajo, frot�ndolos, fuertemente pero despacio. Yo empezaba
a excitarme, pero segu�a parada, sin moverme, dej�ndole hacer. Notaba su boca en
mi cuello, en mis orejas, su lengua recorr�a toda la parte de atr�s de mi
cabeza, de mi cuello. Subi� las manos hasta mis pechos, mis pezones ya se
notaban muy duros, ahora si que me estaba excitando, aunque un sentimiento de
culpabilidad no me dejaba reaccionar. Juli�n estaba cada vez m�s excitado y aun
a mi pesar, yo tambi�n. Un suspiro sali� de mi boca y viendo que me estaba
excitando de verdad reaccion�, para combatir mi sentimiento de culpabilidad
decid� actuar. Juli�n estaba ya casi jadeando, desabroch� mi falda por el
lateral y esta cay� al suelo, baj� mis bragas y se arrodill� detr�s de m�.
Empez� a chuparme el culo, a apretarlo con sus manos, lo masajeaba fuertemente.
Me rode� con sus brazos dejando sus manos a la altura de mi rajita, comenz� a
acariciarme por delante, mientras segu�a bes�ndome el culo. Ahora si que estaba
realmente excitada, no lo pod�a resistir, estaba llegando al orgasmo. Desde
detr�s introdujo dos dedos en mi sexo y empez� a moverlos, yo ya no pod�a m�s,
me iba a correr, mis piernas flaqueaban, hasta que no lo resist� y me lleg� un
orgasmo tan grande que hizo que mis piernas se doblaran y cayera al suelo casi
desvanecida. Juli�n me coloc� tumbada boca arriba y el se levant�, mi sexo se le
ofrec�a completamente mojado, desnudo. Se baj� los pantalones y se quit� la
camisa, su torso apareci� deslumbrante, fuerte y moreno. Su pene parec�a que iba
a estallar, tan duro estaba que apuntaba hacia el techo. Se volvi� a arrodillar,
esta vez delante de m�, me separ� las piernas con una delicadeza no imaginada en
�l, puso sus manos en mis pies y empez� a acariciarme los tobillos, muy suave,
sigui� hacia arriba, por las pantorrillas, hasta llegar a mis muslos. Yo volv�a
a excitarme, empezaba a jadear de placer. Lleg� a las ingles y me acariciaba el
interior de mis muslos, mi rajita, mis labios, pero muy despacio. Yo estaba
disfrutando como nunca imagin� que lo har�a con �l, iba a tener otro orgasmo,
as� que agarr� sus manos y las coloque en mi sexo, presion�ndolo. Esto s� que le
excito, mi reacci�n le sorprendi�. As� que se desliz� por mi cuerpo hasta tener
su cara pegada a la m�a y su pene luchando por entrar en mi. Me penetr� muy
suave y yo solt� un grito, no pod�a m�s, empez� a moverse, en c�rculos,
presionando hasta que no cab�a m�s, empec� a acompa�ar sus movimiento, nos
mov�amos r�tmicamente los dos, yo ya no respond�a de m� as� que incorpor� como
pude, me abrac� a �l y clav� mis manos en su espalda, hasta que llegamos a un
orgasmo interminable los dos. Nos quedamos exhaustos en el sucio suelo del
cobertizo, sin movernos. Pasados unos segundos se levant�.




Tengo que volver a casa, los invitados y mi prometida me
esperan. Ha sido maravilloso y para ti tambi�n, no me lo puedes negar. Pronto
volveremos a vernos querida.




Yo no contestaba, aunque hab�a disfrutado no pod�a rebajarme
a dec�rselo expl�citamente. Sali� del cobertizo y escuch� el trote del caballo
alejarse.


Me recog� el pelo y me vest�. Fui a ver a mi padre para
asegurarme que no hab�a escuchado nada.


Los d�as pasaron como siempre hasta el domingo siguiente. A
primera hora de la ma�ana, yendo a por la leche, Juli�n me abord� en el camino,
me estaba esperando. Nos salimos del camino y nos escondimos tras unas zarzas.
Hicimos el amor como la pasada semana en el cobertizo, al principio yo me dejaba
hacer y al final acab�bamos entregados el uno al otro.


Pasaron los d�as y los encuentros se repet�an una vez por
semana, pero siempre de improviso, en los momentos m�s inesperados, y por
supuesto, siempre bien elegidos para que nadie lo supiera.


A Pedro casi no le ve�a, estaba todo el d�a trabajando,
llegu� a pensar que eso hab�a sido una artima�a de Juli�n para que no nos
vi�ramos, pero no lo pod�a asegurar.


Hab�an pasado 2 meses, el oto�o hab�a te�ido de ocres los
campos y yo me encontraba con un estado de �nimo completamente distinto, la
verdad es que disfrutaba con las sorpresas que me daba Juli�n y ya ten�a 600
pesetas ahorradas. La incertidumbre de no saber cuando aparecer�a me excitaba.
Cada vez estaba m�s entregada a �l. Estaba empezando a necesitarle, un encuentro
a la semana me empezaba a parecer poco.


La verdad es que Juli�n disfrutaba sorprendi�ndome y a mi me
excitaba.


Un d�a que estaba tendiendo la ropa apareci� Pedro.




�Hola Pedro! Como est�s. Que sorpresa verte.


Hola Carmencita, te veo guap�sima, como siempre. Tengo
libre la tarde de hoy y ma�ana completo. Pod�amos ir a dar un paseo por la
alameda �qu� dices?


No s�, tengo que ayudar a mi madre.


Por favor, hace mucho que no estamos juntos. �Qu� pasa, ya
no quieres estar conmigo?


No es eso, de veras. Es que���.�vale, de acuerdo! Daremos
un paseo.




No me apetec�a mucho, me sent�a inc�moda por mi relaci�n con
Juli�n, pero le apreciaba mucho y no quer�a que sospechase nada. Me quit� el
delantal y entr� a dec�rselo a mi madre.


Mientras camin�bamos me contaba como era la situaci�n de los
jornaleros, hab�a empeorado mucho, les pagaban menos y trabajaban m�s, los
se�ores se aprovechaban de la falta de trabajo, as� que la gente del pueblo no
ten�a opci�n. Me cont� que estaba surgiendo una peque�a asociaci�n para intentar
reivindicar alg�n derecho, pues no ten�an ninguno ante sus se�ores, pero la
formaban muy pocos, la Guardia Civil apresaba a cualquiera que levantara la voz
en contra de los se�ores o del r�gimen. Segu�amos caminando y Pedro me tomo la
mano, la sent� c�lida y amable, me sent�a bien, la verdad es que era un chico
estupendo. Paseamos durante casi dos horas y ya anocheciendo me acompa�� casa.


Por la noche, en mi habitaci�n, pensaba en Pedro, en mi vida,
volv�a atener remordimientos, me sent�a culpable por mi relaci�n con Juli�n. El
muy cerdo hab�a conseguido que me vendiera, pero la excitaci�n que me produc�an
los encuentros y el dinero pod�an con mi conciencia.


El d�a de difuntos amaneci� lluvioso, era una buena se�al
para la cosecha del a�o siguiente, cuando llueve en Noviembre el invierno es m�s
templado y seg�n la tradici�n, se augura buena cosecha.


Ese d�a ten�a que acompa�ar a mi madre al cortijo, ten�a que
bordar unas manteler�as y necesitaba que estuvieran terminadas en dos d�as. Yo
estaba un poco nerviosa, no quer�a encontrarme a Juli�n.


Despu�s de varias horas trabajando en la cocina del cortijo,
sal� al cobertizo a buscar un cubo grande, un mantel se hab�a manchado y
deb�amos lavarlo. Al cruzar el jard�n de la entrada vi a Juli�n y a su prometida
Celia por la ventana, estaban en el despacho, mir� alrededor para ver si hab�a
alguien, no vi a nadie, segu�a lloviendo y estaba anocheciendo. La curiosidad me
pudo, la ventana estaba a ras del suelo y me acerqu�. Me coloqu� al lado de la
ventana, sin que se viera mi cuerpo y asom� la cabeza, con mucho sigilo. Ah�
estaban, sentados uno enfrente del otro, Juli�n ten�a cogidas las manos de
Celia, la verdad es que era realmente bella, llevaba un vestido azul celeste
precioso, con un escote sugerente pero no descarado, y sus pechos, aunque
peque�os, luc�an su delgada cintura. Juli�n se acerc� a ella y la bes� y ella
respondi�, se dieron un largo y tierno beso, ella parec�a enamorada. Juli�n
solt� sus manos y acarici� su mejilla sin dejar de mirarla. Muy poco a poco
desliz� su mano hasta el comienzo de sus preciosos pechos, ella cerr� los ojos y
abri� su boca levemente, disfrutando del momento. Me estaba excitando, estaba
deseando que continuara, pero de pronto un sentimiento de rabia me invadi�, no
pod�a ser cierto, ten�a celos de Celia. Comprend� que Juli�n s�lo quer�a mi
cuerpo, comprend� que de verdad se iban a casar, y es que alguna vez viendo como
disfrutaba Juli�n conmigo lo hab�a dudado. Celia estaba de espaldas a la
ventana, sentada, y Juli�n que estaba tambi�n sentado se arrodill� en el suelo,
le abri� un poco las piernas cubiertas por el vestido y se acerc� m�s. Al
acercarse, el vestido se desliz� hacia dentro, dejando al descubierto sus
piernas, eran perfectas. Las manos de Juli�n recorr�an ahora sus muslos
cubiertos por unas elegantes medias sujetas con ligueros. Celia dej� caer un
poco la cabeza hacia atr�s, estaba disfrutando. Yo estaba inm�vil, estaba
enfadada y excitada a la vez, por un lado no quer�a que continuara pero por otro
deseaba que siguiera, quer�a ver m�s del cuerpo de Celia. Nunca una mujer me
hab�a excitado de esta forma. Empezaba a tener cosquilleos y sin pens�rmelo me
sub� la falda y me acarici� mi sexo, primero despacio, contemplando como Juli�n
desabrochaba los enganches del vestido y despu�s m�s fuerte, no me pod�a
controlar, me introduje un dedo en mi rajita y lo mov� con firmeza, cada vez m�s
fuerte, m�s profundo. Estaba apunto del orgasmo, mi vista se nubl� y mi humedad
se convirti� en l�quido, ahora sacaba y met�a el dedo con fuerza, hasta que me
corr� y qued� exhausta al lado de la ventana, sentada. De pronto o� un grito
desde dentro. Creo que Juli�n me hab�a visto. Me recompuse y me levant� rauda,
corr� hacia el cobertizo, sin mirar atr�s, no sab�a si me segu�an. Entr� y me
dirig� al fondo, donde estaban todas las herramientas, detr�s de unos sacos de
trigo me agach� y me escond�.


Una silueta apareci� por la puerta, era Juli�n, as� que me
acurruqu� para que no me viera. Se plant� en la entrada y mir� hacia todos los
lados. Estaba aterrorizada, no me mov�a. Pasaron unos segundos y se fue. Sal�
detr�s, vigil�ndole, cuando entr� otra vez en la casa corr� hacia la cocina.


Al d�a siguiente volvimos al cortijo, deb�amos terminar el
trabajo. Ya no llov�a y la temperatura era ideal para esos d�as. Despu�s de dos
horas de trabajo mi madre me mand� a por una aguja dentro de la casa. Al entrar
vi a Juli�n, de lejos me hizo una se�a y se acerc�.




Hola Carmencita, est�s tan guapa como siempre.


Hola Juli�n.


Quiero que ma�ana est�s a las 7 de la tarde en la fuente
del camino a la alameda, vamos a ir a un sitio.


Pero a donde?


Es un a sorpresa, ma�ana lo ver�s.




Se dio media vuelta y se fue. Ped� la aguja a una de las
sirvientas y volv� donde estaba mi madre. Terminamos el trabajo y volvimos a
casa. No pude dormir hasta casi la madrugada, estaba ansiosa por saber donde
�bamos a ir, volv�a a estar excitada.


Al d�a siguiente le dije a mi madre que por la tarde iba a
pasear con Pedro, as� no me har�a preguntas.


Lleg� la tarde, estaba nerviosa, aunque segu�a estando un
poco celosa de Celia sab�a que con quien disfrutaba de verdad era conmigo. Me
vest� con una falda floreada y una blusa, cog� un chal, pues aunque en oto�o
hace buena temperatura, las noches son un poco frescas.


Me dirig� a la alameda, el sol empezaba a caer, al llegar a
la fuente Juli�n me estaba esperando apoyado en el cap� de su coche. La gente
que ten�a coche en el pueblo se pod�an contar con los dedos de una mano.





�Hola Carmencita!, Est�s guap�sima


Gracias




Juli�n se incorpor�, pos� una mano en mi culo y me dio un
beso profundo al que respond� t�midamente. Se apresur� a la puerta y muy educado
me abri� la puerta, me sent� reconfortada por su actitud, aunque me sorprendi�
un poco, nunca era tan atento conmigo. Nos montamos en el coche y emprendimos la
marcha.




�D�nde me llevas?


A la ciudad.


Y eso?�. a que se debe esta sorpresa. �y tu prometida?


No vuelvas a preguntarme por C�lia, �est� claro?. El
acuerdo lo tenemos tu y yo, nadie m�s.




Juli�n se enoj� por la pregunta. El galanteo del principio se
hab�a tornado en un mal gesto. Me sorprendi� su actitud, as� que me recost� en
el asiento y me dediqu� a contemplar el paisaje. Despu�s de una hora de viaje,
llegamos a las inmediaciones de la ciudad. A medida que avanz�bamos se ve�a m�s
gente, m�s coches y carros tirados por animales. Recorrimos unas calles llenas
de comercios que ya estaban cerrando, la tarde ca�a. Despu�s de callejear unos
minutos nos adentramos en una calle que estaba llena de prostitutas, regateando
con los viandantes o exponi�ndose casi desnudas a la busca de dinero.




Por favor Juli�n, dime donde me llevas, me est�s asustando
un poco.


Rel�jate, es una sorpresa. No seas impaciente.




Toda la calle estaba llena de tugurios, osadas y pensiones,
las prostitutas se met�an en los portales acompa�adas y sal�an solas. La verdad
es que hab�a mucho movimiento.


Al final de la calle giramos a la derecha y continuamos hasta
el final , la calle estaba mucho m�s vac�a que la anterior, al final apareci�
ante nosotros un edificio precioso, con la fachada limpia, al contrario de lo
que hab�amos visto en la anterior calle. Hab�a un cartel que titulaba el
edificio, "Hotel Matilde", hab�a hasta un hombre en la puerta que deb�a trabajar
ah�, deb�a ser el portero o algo parecido.




Ya hemos llagado. Venga, Carmencita, tu sorpresa espera.


Es precioso�����qu� vamos a hacer aqu�?




Aparcamos el coche y nos dirigimos a la puerta, al llegar el
hombre salud� a Juli�n como si le conociera, y este le devolvi� el saludo.
Entramos y me percat� que el hombre no me quitaba ojo de encima, apareci� ante
nosotros un recibidor espectacular, muy elegante, con unas escaleras muy anchas
que sub�an en forma de espiral. Nos detuvimos ante una chica guap�sima, aunque
un poco ligera de ropa. Muy cort�smente nos recibi� y nos hizo pasar a un sal�n
que ten�a aspecto de restaurante.




Acomp��enme, por favor. Ya le esperan en su mesa.


Juli�n, �qui�n nos espera?.


Vamos a cenar con unos amigos m�os, Juan y Vicente. No te
preocupes.




La chica nos acompa�� hasta la mesa, donde hab�a 2 hombres,
aproximadamente de la edad de Juli�n, muy elegantemente vestidos. Se les notaba
a leguas su clase social, chicos ricos.


Nada m�s llegar, se levantaron muy educados y me besaron la
mano, llen�ndome de cumplidos por mi belleza. Uno me retir� la silla y me
acomod�, despu�s de saludarse entre ellos se sentaron los tres.


Yo estaba encantada, no me pod�a creer que me estuviera
pasando esto a mi, nunca hab�a cenado en un restaurante y menos tan elegante y
caro. Ya no pensaba ni en la chica que nos recibi�, ni en el hombre de la
puerta, ni en nada, estaba como hipnotizada.


Pidieron 2 botellas de vino y cuando la camarera trajo el
primer plato ya nos hab�amos bebido una, era muy intrigante, todo el personal
era femenino, pero no le di mayor importancia. Yo estaba ya un poco borracha,
nunca beb�a alcohol, pero esta ocasi�n no la pod�a desperdiciar, estaba
dispuesta a divertirme de verdad. Ya en el primer plato, Juli�n, que estaba
sentado a mi izquierda, apoy� una mano en mi muslo, y me levant� la falda, me
electriz�. Mir� disimuladamente a sus dos amigos, por si acaso, pero como Juli�n
disimulaba muy bien, ellos segu�an hablando y ri�ndose y sin parar de halagarme.
El efecto del vino me nubl� un poco y sensualmente y sin que se notara, cog� la
mano de Juli�n y me la restregu� por encima de mis bragas, estaba realmente
caliente. Me di cuenta que Juli�n tuvo que tragar saliva, pero entre el vino y
las risas no se le not�. La verdad es que sus dos amigos no dejaban de mirarme,
sobre todo el escote, que aunque no dejaba ver mucho se apreciaban mis redondos
y juveniles pechos. Continuamos riendo y terminamos el primer plato y por
supuesto, la otra botella de vino. Los colores de los cuatro por el vino ya no
se pod�an disimular. Juan, que estaba a mi derecha me cog�a mi mano y la
acariciaba mientras me hablaba, as� que solt� la de Juli�n para que no nos
vieran. Esperando al segundo plato, Juan no se resisti� y me bes� la mano. Yo me
qued� un poco sorprendida, mir� a Juli�n y segu�a hablando con Vicente como si
no fuera con ellos. De pronto, disimuladamente y sin mediar palabra, Juan me
puso su mano en mi muslo derecho y empez� a acariciarlo. Me qued� paralizada,
pero entre el vino, las risas no reaccion�, es m�s, me volvi� a excitar. La
falda ya la ten�a muy subida de antes, as� que no le cost� llegar por mi muslo
desnudo hasta mis bragas. Me mir� y me dedic� una sonrisa c�mplice, debi� ser al
darse cuenta de que estaban mojadas. Juan me miraba y re�a y con la otra mano no
dejaba que mi copa se vaciara. Entre la excitaci�n y el vino estaba casi ida,
estaba perdiendo la consciencia. Juan, viendo que nadie se percataba meti� sus
dedos entre el el�stico de las bragas y me acarici� suavemente el cl�toris. Mi
rajita estaba empapada. No me daba cuenta de lo que estaba pasando, estaba muy
borracha. Juan me segu�a acariciando los labios, hasta que introdujo dos dedos
de golpe, sali� un suspiro de mi boca que m�s bien pareci� un gemido, Juli�n y
Vicente me miraban, deb�an de haberse dado cuenta de mis juegos. Pero como si no
fuera con �l, Juli�n me sonre�a y volv�a a llenarme la copa. Lleg� la camarera
para retirar los platos y pedir los postres, con lo que Juan sac� sus dedos
r�pidamente, le mir� con un gesto de desaprobaci�n, hubiera querido que
continuara. No me explicaba mi actitud, pero la borrachera que llevaba encima me
hacia ser como nunca hubiera imaginado. Antes de los postres se acerc� una mujer
impecablemente vestida, de unos 50 a�os, todav�a muy atractiva.




Buenas noches, D. Juli�n, �est�n cenando ustedes bien?


Buenas noches, Matilde. Muy bien, estaba exquisita, como
siempre.


Ya les tengo preparada la habitaci�n, como usted deseaba.


Muchas gracias, Matilde.




Deb�a ser la due�a o la regenta del lugar y deb�a conocer a
Juli�n. Yo estaba euf�rica, el vino me estaba emborrachando tanto que no paraba
de re�rme. Le cog�a la mano a Juan y la colocaba en mi entrepierna, la mujer me
miraba de reojo, pero parec�a no hacerme caso, mientras Juan me sonre�a pero la
quitaba, se notaba que no quer�an dar el espect�culo. Casi ni vocalizaba, hasta
babeaba un poco, estaba irreconocible, nunca hab�a bebido tanto. S�lo me
manten�a en pie la abundante comida que hab�a empapado el alcohol. La mujer se
alej�, continuando por otras mesas.




Juan, �qu� te pasa, no quieres jugar?. Pues nada, lo
intentar� con Juli�n. O con Vicente, que le veo ojos lujuriosos ja,ja..




Le cog� la mano a Juli�n y la coloqu� en uno de mis pechos.
La restregu� con fuerza, quer�a sexo, estaba completamente pose�da. Agarr� con
la otra mano la de Juan y la coloqu� otra vez en mi entrepierna, esta vez no la
quit�. Creo que toda la sala estaba mirando a nuestra mesa, mis gritos y mis
risas estaban subidas de tono.




Carmencita, �comp�rtate!. Por favor, todo el sal�n est�
mirando. Espera un poco y ya ver�s como nos divertimos.




Juli�n se enoj�, no entend� bien porque, los que hab�an
empezado eran ellos, adem�s me hab�an emborrachado a conciencia. Solt� sus manos
y qued� callada. El enfado de Juli�n me asust�, as� que me recost� en respaldo y
descans�. La cabeza me daba vueltas, ve�a doble, no enfocaba bien con los ojos,
todo estaba borroso.


Trajeron los postres y una botella de champ�n, Juli�n llen�
las copas y nos las ofreci�. Yo permanec�a sin moverme, estaba realmente
mareada. Brindamos, no con pocos esfuerzos y los tres las bebieron de un trago.
Yo, en el momento de beber, tuve un instante de lucidez y decid� no hacerlo, me
di cuenta que no me controlaba. Pero ellos al un�sono me insistieron, me
animaron. As� que la beb�. Maldita la hora en que la beb�, fue instant�neo, en
el momento que el champ�n corri� por mi garganta el mareo fue tan intenso que me
derrumb� de la silla. Corriendo, Juan y Juli�n me cogieron por los hombros, uno
por cada lado y me incorporaron. Ya casi no ve�a, estaba todo borroso. A
rega�adientes me subieron por las escaleras de la entrada, fuera del sal�n
comedor. Casi arrastraba las piernas, pero conseguimos llegar al primer piso. Me
estaban llevando casi en volandas, yo segu�a sin reaccionar, escuchaba mi voz y
creo que no se entend�a nada. Nos metimos en una habitaci�n bastante grande, era
toda de color rosa, las cortinas con faldones y volantes, una cama enorme
cubierta por una colcha igual que las cortinas, un sof� y una mesa camilla con
un par de sillas, y toda enmoquetada. Aunque no acertaba a distinguir bien lo
que hab�a. Me tumbaron en la cama y Juli�n que ese hab�a despojado de su
chaqueta se sent� a l lado. Con dificultad me quitaba el vestido, las medias,
todo, hasta quedar desnuda. O�a que hablaban, pero no consegu�a entenderles. Lo
�nico que s� es que re�an. Me volvieron a coger entre Juli�n y Juan, uno por
cada brazo y me ayudaron a llegar al ba�o, la ba�era estaba preparada. Me
acercaron a la ba�era, pero me precipit� sobre la taza del water y vomit�.
Juli�n me limpi� a rega�adientes y con la ayuda de Juan me metieron en la
ba�era. Una vez en el agua y sujeta por los dos me hundieron la cabeza, me
revolv�, pues el agua se me meti� hasta por la nariz y, como si me hubieran
inyectado quinina, con un espasmo me despej� s�bitamente y me incorpor�. Fue
como volver a la realidad, me dol�a mucho la cabeza, pero reaccionaba, por lo
menos volv�a a ser responsable de mis actos.




�D�nde estamos?. �Qu� hac�is?


C�lmate peque�a. No te preocupes. Has cogido una borrachera
de esc�ndalo.


Pero��� por favor, dejarme, necesito irme a casa


Ja, ja, ja. Todav�a no ha llegado la hora de que te vayas a
casa. Debes pagar tus irresponsabilidades


Pero Juli�n, �qu� dices?


Te pill� espi�ndonos a Celia y a mi, no s� donde te
escondiste, pero s� que fuiste tu. Y quiero que pagues tu desfachatez.




Sin mediar m�s palabras me volvieron a coger por las axilas y
me sacaron del agua. Me revolv�, pero ni mis pocas fuerzas ni el dolor de cabeza
me permitieron soltarme. Empec� a patalear , Juan me tuvo que coger por las
piernas y Juli�n por la espalda y como si fuera un saco me llevaron a la cama.
Me tumbaron y segu�an sujet�ndome. Juli�n se arrodill� encima de mi, me sujetaba
los brazos. Vicente que estaba sentado fum�ndose un cigarro se incorpor� y se
quit� su cintur�n. Tambi�n le sac� el cintur�n a Juli�n, me at� las manos a los
barrotes de la cama por encima de mi cabeza, con los brazos extendidos.
R�pidamente sac� una s�bana del armario y me at� los pies a las patas de la
cama. No me pod�a mover, me revolv�a, pero era imposible. Qued� desnuda a merced
de los tres, con las piernas abiertas. Ahora si me daba cuenta de lo que pasaba,
me iban a violar. Grit� y esto les sobresalt�, as� que r�pidamente me metieron
un pa�uelo en la boca y con otro me la taparon, mis gritos se ahogaron, la
histeria dificultaba mi respiraci�n, el dolor de cabeza era ahora insoportable.
Juli�n segu�a encima y los otros dos se sentaron en las butacas.


Juli�n empez� a acariciarme los pechos, pellizcaba mis
pezones, a�n con el miedo y mis intentos de soltarme sent� un cosquilleo. Pero
volv� a intentar revolverme, lo que enfad� Juli�n y me solt� un bofet�n que me
dej� con la cara vuelta, apoyada en la cama. Ya no intentar�a nada m�s,
comprend� que era peor.


Sin quitar sus manos de mis pechos, fue recorriendo con su
lengua mi est�mago, mi vientre, hasta llegar al principio de mi sexo, donde nace
el vello. Como no llegaba con las manos, las baj� hasta mi cintura, y entonces
si que lleg� con la lengua hasta mi rajita. Se deleit� unos instantes con mis
labios, mi excitaci�n iba en aumento, pero mi humillaci�n tambi�n, estaba
atrapada. Abri� con dos dedos de cada mano mi cl�toris e introdujo su lengua
hasta donde le cupo. Mis gemidos se confund�an con ruidos debajo del pa�uelo y
mis l�grimas ya inundaban todo mi rostro. Creo que tuve un orgasmo, pero no lo
pod�a asegurar, el dolor y la impotencia eran tales que confund�an mis sentidos.
Se incorpor�, y en un instante y con mucha fuerza me penetro, empez� a moverse
violentamente, con mucha fuerza, me estaba haciendo mucho da�o, pero decid� no
moverme y acompasar un poco para que el dolor no fuera tan intenso. Estuvo
bombeando unos cinco minutos que me parecieron horas, hasta que se corri� y dej�
su cuerpo apoyado en el m�o. Se levant� y se fue al ba�o, en ese momento se
levant� Juan y se acerc� a la cama, se baj� los pantalones y los calzones y casi
de un salto se coloc� encima, ya con su pene tieso, apuntando al techo, lo cogi�
con una mano y con la otra me abri� mi rajita y me penetr�. Esta vez me hizo
menos da�o pues estaba completamente mojada. Sub�a y bajaba con mucha fuerza, me
hac�a da�o, pues golpeaba con fuerza el final de mi cl�toris con su pene. Pero
yo ya ni me mov�a, le dejaba hacer. Juan estaba llegando al orgasmo muy r�pido,
deseaba que terminara, y justo antes de llegar me agarr� con fuerza los pechos
como pose�do, me los estrujo tanto que con las u�as me hizo sangre. Al correrse
tambi�n dej� su cuerpo sobre el m�o, me dificultaba la respiraci�n. Se levant� y
se fue al ba�o.


Yo sab�a que aquello no hab�a terminado todav�a, faltaba
Vicente.


Tras unos instantes de reposo, de calma tensa, me percat� de
que estaban hablando entre ellos, ri�ndose. Yo ya esperaba al tercero, pero se
estaba retrasando. Tampoco alcanzaba a escuchar lo que dec�an.


Me qued� perpleja cuando vi que Juli�n y Juan se vest�an
mientras Vicente me soltaba una mano para coger el cintur�n de Juli�n. Estir�
los dedos de la mano hinchada por lo fuertemente atada que estaba la correa. Una
vez vestidos, cogieron sus chaquetas y se fueron. Me qued� sola con Vicente, el
m�s fuerte y fornido.


Permanec�a contempl�ndome, de pi� en la puerta, se acerc� a
la cama y desat� el pa�uelo de mi cabeza y me sac� el de la boca, pero yo ya no
pod�a ni hablar.




Bueno, peque�a, nos hemos quedado solos. Ahora vamos a
disfrutar de verdd tu y yo.


�Por favor, no me hagas da�o!, no puedo m�s.


No peque�a, todav�a no te puedes ir, no hemos terminado.
Ahora vas a hacer lo que yo te diga, ya has jugado suficiente con mis amigos.


Te lo ruego, d�jame marchar.




Me miraba con una sonrisa lasciva, casi babeando de lujuria.
Cogi� una butaca y la coloc� delante de la cama, se quit� el traje quedando en
calzones, sac� una navaja, se sent� y acomod�, quedando toda mi desnudez a su
merced. Pasaba la navaja por sus labios, sin dejar de mirarme. Ahora si que
estaba aterrorizada, hasta tem� por mi vida.




Ahora quiero que te acaricies con la mano, todo tu cuerpo.
Si te portas bien te dejar� la otra mano libre y no te volver� a tapar la
boca. Quiero escuchar como disfrutas.




Me qued� inm�vil, no reaccionaba. No pod�a ni mirarle a los
ojos. Vicente, viendo que no reaccionaba, se levant� lentamente y se acerc� a
mi. Se sent� en la cama y me sujet� la mano libre.




No quiero hacerte da�o, pero como no colabores no tendr�
m�s remedio. �Obed�ceme!




Not� que se estaba enfadando. Y sin mediar palabra me acerc�
la cuchilla a mi mejilla, not� el fr�o del acero. Recorri� con la hoja toda mi
cara y la baj� hasta mis pechos ara�ados. Yo estaba aterrorizada, de verdad que
tem�a por mi vida.




Tu preciosa cara se puede desfigurar como no me obedezcas


�Por favor, no me hagas da�o!. Har� lo que me pidas, pero
no me hagas da�o.


As� est� mejor, eres una chica muy buena. Ahora acar�ciate
todo el cuerpo.




Comprend� que era mejor colaborar, no ten�a escapatoria. Se
levant� de la cama y se volvi� a sentar en la butaca que hab�a colocado enfrente
de la cama. Con la mano libre comenc� a acariciarme los pechos, tal era terror
que ni los pezones se estiraban, no sent�a nada m�s que miedo. Me estaba
acariciando sin pasi�n, como si fuera una m�quina. Esto enfureci� a Vicente que
enrojecido por la c�lera se levant�, salt� a la cama y sin pens�rselo me tap� la
boca para que no gritara y con la navaja me hizo un corte superficial en la
mejilla. Un poco de sangre brot� y me recorri� la cara hasta llegar a la cama.
Era un s�dico. Sin decir nada se volvi� a sentar, yo mientras tanto entr� en un
estado de ansiedad tal que ni los lamentos sal�an de mi boca. Pasaron unos
segundos y me calm�, pas� mi mano suelta por el corte, manchando de sangre las
yemas de los dedos, los mir� y vi la sangre. El p�nico a la muerte me hizo
reaccionar y no pude m�s que intentar complacerle.


As� que comenc� a acariciarme otra vez, pero ahora mucho m�s
lento, mucho m�s sensual, cerraba los ojos, intent� olvidar la situaci�n y
concentrarme, ten�a que conseguir vencer el miedo. Me deleit� con los pezones,
estuve un buen rato para provocar que se estiraran, entreabr� mi boca, me mojaba
los labios con la lengua, incluso soltaba alg�n peque�o gemido, pero no eran de
verdad, no eran sentidos. Una vez con los pezones erectos agarraba mis pechos,
primero uno y despu�s el otro, los apretaba. Vicente estaba como hipnotizado
mir�ndome, se estaba acariciando el pene, los test�culos, pero por encima del
pantal�n. Se acerc� otra vez a mi pero esta vez con otras intenciones, se sent�
en el borde de la cama mientras yo segu�a acarici�ndome. Me agarr� mi mano
suelta y me dio un profundo beso en los labios, al que yo respond� por si acaso.
Me miraba fijamente, con una sonrisa de placer, y sin decir nada me solt� el
otro brazo. Respir� profundo pues me sent� aliviada, el se retir�, dej� la
navaja y su cintur�n en la mesa. Esto me tranquiliz�, pero me indic� que
continuara, que lo estaba haciendo muy bien.


Continu�, esta vez con las dos manos, me sent�a mejor, aunque
mis tobillos segu�an atados con la s�bana. Continu� masajeando mis pechos, mis
pezones. Me estiraba, arqueaba el cuerpo. Segu� acarici�ndome mi est�mago, mi
vientre, ahora ten�a los ojos cerrados, y poco a poco iba consiguiendo
excitarme, llegu� a mis muslos, todo el interior estaba sudoroso, acariciaba mi
sexo. Vicente estaba parec�a que iba a estallar.




Por favor, su�ltame ��. y disfrutaremos juntos. Ahora si
que necesito un hombre, un hombre como tu, guapo y fuerte. No har� nada que te
disguste, de verdad. S�lo quiero complacerte




No s� ni como pude hablarle en un tono tan sensual, pero
saqu� fuerzas de mi coraz�n y se lo ped�. Yo segu�a acarici�ndome para que no se
enfadara. Necesitaba que confiara en mi. Volvi� a acercarse a la cama y sin
dejar de mirarme fue pasando sus manos por mis piernas, desde los muslos hasta
los tobillos, muy despacio.


Su excitaci�n era tan grande que mis palabras y mi actitud le
convencieron, al verme tan dispuesta y excitada no se pudo resistir. Se agach� a
los pies de la cama y solt� las s�banas que ataban mis tobillos, se incorpor� y
se subi� encima de m�, me abri� las piernas m�s si cab�a, me sujet� las mu�ecas
y me las puso encima de mi cabeza. Parec�a que esta vez estaba m�s calmado,
menos violento. Me penetr� s�bitamente y comenz� a moverse despacio, como
intentando llegar al fondo de mi sexo, yo acompasaba sus movimientos y �l segu�a
sujet�ndome las mu�ecas. Sus movimientos eran cada vez m�s bruscos, cada vez m�s
violentos, se mov�a con fuerza. Yo continuaba movi�ndome, ayud�ndole, as� no me
har�a da�o. �l estaba llegando al orgasmo, sus movimientos eran ya fren�ticos,
prefer�a eso que los bofetones o la navaja, creo que era la �nica forma de
mantener mi integridad. El cl�max le hizo soltar mis manos, ahora tambi�n estaba
excitada, le sent�a muy fuerte dentro de mi,. Me incorpor� y le abrac�, me
colgu� de su cuello, �l no pod�a m�s, se iba a correr. Yo tambi�n estaba a punto
y sin darme cuenta le clavaba las u�as, �l me estrujaba por la cintura, cada vez
m�s fuerte, tanto que me estaba costando respirar, hasta que nos corrimos y dej�
caer su cuerpo ech�ndome otra vez en la cama. As� que decid� tomar la
iniciativa, le levante un poco y consegu� salir de debajo. Se qued� tumbado boca
abajo y yo me sent� encima de su culo, me tumbe encima, con mis pechos en su
espalda y mi sexo completamente mojado en su culo. Me mov�a y me restregaba para
que me sintiera, para volverle a excitar, aunque �l estaba todav�a exhausto. Me
incorpor� otra vez y empec� a masajearle el culo, le pasaba los dedos por el
ano, bajaba la mano hasta sus test�culo, le introduje un dedo muy despacio, para
no hacerle da�o. Pero inmediatamente se incorpor� con tal �mpetu que casi me
tira de la cama, se enfad� much�simo. Me gritaba que �l no era marica, que no
volviera a hacer algo as�. Al echarme hacia atr�s me ca� al suelo y �l,
enfurecido me dio dos patadas, hab�a entrado en c�loera. Le suplicaba, le ped�a
perd�n, pero se hab�a vuelto loco. Me levant� del suelo y me dio un pu�etazo que
me dej� casi inconsciente. Tem�a por mi vida, Vicente hab�a enloquecido y yo
estaba a su merced. Pero en un momento que se despist� me incorpor� como pude y
consegu� llegar a la mesa saltando desde la cama, cog� la navaja con las dos
manos y retroced� hasta que mi espalda choc� con la pared.




�No te acerques m�s, d�jame!, Voy a gritar. �Sal de la
habitaci�n! No me vas a volver a tocar, cabr�n.


Suelta eso, peque�a, d�mela o ser� peor, ya has visto que
te puedo matar a golpes.


�Te repito que no te acerques, cabr�n!




Yo estaba aterrorizada, fuera de mi, creo que mi cuerpo no
respond�a a mi cabeza. �l no se mov�a pero tampoco dejaba de mirarme fijamente
para controlar mis movimientos. Viendo que no retroced�a solt� un grito que se
debi� oir en todo el edificio. Se debi� asustar y se abalanz� sobre m�. Yo, sin
pensarlo, levant� los dos brazos por encima de mi cabeza, sin soltar la navaja,
cuando me tuvo cogida se la clav� varias veces en la espalda, �l no me soltaba y
continu� metiendo y sacando la hoja en su cuerpo, mis manos se enrojecieron por
su sangre. No s� cuantas pu�aladas le d�, pero de repente cay� redondo en el
suelo. Entr� en un estado de ansiedad tan grande que ni pod�a llorar. No me
llegaba el aire a los pulmones y me desvanec� al lado suyo, encima de un charco
de sangre.


Me despert� y sent� que hab�a estado so�ando, que hab�a sido
una pesadilla. Estaba tumbada en la cama, con las s�banas tapando mi desnudez
ensangrentada, 4 guardias civiles me rodeaban, dos sentados y dos de pie. El
cuerpo de Vicente yac�a en el suelo, donde hab�a ca�do antes, tras unos segundos
de ordenar mis pensamientos comprend� que no hab�a sido un sue�o, le hab�a
matado.


Pas� un mes en el penal de mujeres de la comarca, hasta que
lleg� el juicio. Nunca pude demostrar que me violaron y torturaron, el abogado
asignado no hizo nada por ayudarme, deb�a estar comprado por las familia de los
tres, adem�s hubiera sido in�til ya que Juan y Juli�n declararon en contra m�a y
la gente del hotel corrobor� sus declaraciones, una chica humilde nunca hubiera
podido enviar a la c�rcel a tres chicos ricos e influyentes. La sociedad se
tapaba los ojos ante los maltratos y las violaciones a mujeres, adem�s fui
considerada como una puta. Me condenaron a 10 a�os y mi madre fue despedida de
la casa de D. Mart�n. Al a�o siguiente de entrar en prisi�n mi padre falleci� y
mi madre cay� enferma por la pena y el dolor. Falleci� al a�o siguiente. Nunca
m�s supe de Pedro, ni de nadie del pueblo, me hab�an convertido en una
delincuente, todos mis sue�os se convirtieron en la peor pesadilla por la que se
puede pasar.



(Nota a los lectores: Todo la historia es producto de mi
imaginaci�n. Me disculpo por si he herido la sensibilidad de alguien y quiero
que quede claro mi postura ante los malos tratos y las violaciones. Nadie tiene
derecho a forzar a nadie, cuando una mujer dice "no" es que "no". En cualquier
situaci�n el derecho de las mujeres a negarse a tener relaciones es inviolable,
por mucho que un hombre se haya sentido excitado o provocado.)


Duna Suave


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Relato: Una historia rural
Leida: 1656veces
Tiempo de lectura: 36minuto/s





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