Relato: Escuchando en la noche





Relato: Escuchando en la noche

Primero de nada me gustar�a dar las gracias a todos aquellos
que me han escrito, ha sido realmente todo un detalle. Y en segundo lugar antes
de iniciar este relato, me gustar�a aclarar que tampoco es mio. Esta vez es uno
de los relatos favoritos de una buena amiga m�a. Bueno, espero que lo
disfruteis.



Todav�a medio dormida, abro los ojos. Las calles rezuman el
silencio propio de la medianoche. �Qu� puede haberme despertado? Me estiro en la
cama, y advierto que mi cuerpo est� caliente, mi rostro enrojecido. He debido de
tener un sue�o er�tico.


Me vuelvo hacia Dario. Me acurruco contra su ancha espalda e
intento adoptar la postura para dormir que nos gusta llamar "la cuchara". S� que
Mario no se despertar�. En los dos a�os que llevamos viviendo juntos nunca hemos
despertado a la vez en medio de la noche.


Recuerdo la noche en que Dario y yo nos conocimos, una noche
fr�a y estrellada, al principio de nuestro segundo a�o en la universidad. Desde
entonces han pasado muchas cosas, Dario y yo hemos vivido junto en 2
apartamentos diferentes: primero, con tres de sus compa�eros, y, ahora, con la
mujer que fue fue mi mejor amiga durante la facultad, Eva. "Parec�is una pareja
de variedades", sol�a bromear yo, acerca de ambos. La gente me dec�a que no
deber�amos vivir juntos los tres. Todos tem�an que hubiera problemas y salieran
a la luz malos sentimientos: quiz� Eva tuviera celos de Dario y de m�, quiz�
Dario se sintiera atraido por Eva, o ella hacia �l; quiz� quiz�. Pero nadie
sab�a lo complicada que pod�a llegar a ser la relaci�n.


Me acerco m�s a Dario, y abro la boca para respirar su dulce
aliento. Hace a�os, sol�a imaginar la lujuria de hacer el amor durante toda la
noche. Cre� que ser�a un fest�n interminable, desliz�ndonos de una ruta a otra,
en una cama enorme preparada con s�banas estampadas de lino y gruesas mantas
c�lidas. Pero, para Dario y para m�, las ma�anas y las trades parecen ser los
momentos m�s sensuales. Raramente hemos compartido la uni�n m�gica de la
medianoche. Intentamos hacer el amor s�lo cuando Eva no est� en casa.


Con la mente ausente, me acaricio el muslo y las nalgas
mientras pienso en Eva. Ella est� haciendo su especializaci�n en arte dram�tico
y es muy hermosa; su cuerpo se mueve de esa manera elegante, natural, que dan
los a�os de experiencia. Cuando Eva obtuvo el papel de protagonista en la
producci�n invernal de la universidad "Un tranv�a llamado deseo", los tres, Eva,
Dario y yo, fuimos a tomar unas copas a la imitaci�n m�s pasable de un club de
jazz en un pueblo cercano. Compartimos muchas cervezas y, cuando empez� la
m�sica, bailamos. Daria se cans� tras unas cuantas canciones r�pidad, pero Eva y
yo quer�amos m�s. Seguimos girando juntas, como ni�as peque�as, moviendo las
caderas y los culos de maneras que sab�amos resultaban sensuales. Cuando lleg�
un baile lento, nos quedamos all�, con los pies separados, mir�ndonos la una a
la otra. Eva jadeaba como resultado de los bailes anteriores, y yo tambi�n. Por
fin, en la semioscuridad de la pista, nos acercamos la una a la otra. No s� cu�l
de las dos se movi� primero. Tampoco importaba. Abrimos los brazos la una para
la otra, nos abrazamos con fuerza y empezamos a movernos al son de la m�sica.
Era como bailar con un hombre, pero mejor. Deseaba desesperadamente que Eva
abriera la boca y me besara en profundidad, pero �se era un movimiento que no me
atrev�a a iniciar.


En el viaje de vuelta a casa aquella noche, la cabeza me daba
vueltas a causa de la cerveza, y segu�a excitada. Escuch� a Eve charlar
alegremente mientras el asiento del viejo coche de Dario vibraba bajo mi
entrepierna h�meda. Me pareci� un viaje muy, muy largo, y cada vez que hab�a un
bache en la carretera, sent�a un zumbido profundo en las ingles. Peque�os
orgasmos, pens� para mis adentros. Cuando llegamos a casa aquella noche, los
tres compartimos algo de marihuana antes de irnos a la cama, y Dario y yo no
pudimos dernudarnos el uno al otro suficientemente deprisa. �l sab�a lo
caliente, lo h�meda, lo ansiosa que estaba por recibirle, y cuando estall�
dentro de m�, me sent� extra�amente tranquila y agradecida. Hab�a estado
deseando algo toda la noche, y Dario me hab�a saciado.


Mientras lo recuerdo, oigo su voz. Eva susurra algo a
alguien, y son las dos de la madrugada.


Me aparto de Dario para escuchar mejor. Los dos dormitorios
del apartamento est�n separados tan s�lo por una delgada pared, y es muy f�cil
escuchar. Eva est� hablando con un hombre. �Se trata de Fran, el atractivo
moreno que representa el papel principal en su producci�n? Eva ha hablado mucho
de �l ultimamente. Y, aunque no le he conocido, estoy segura de que he dado en
el clavo: La voz masculina que responde a la de Eva tiene el tono y el color que
suele dar el escenario.


-No s�- est� diciendo la voz suave de Eva-. Intenta un poco
m�s arriba.


Contengo el aliento, aguardando las siguientes palabras. Es
�l quien habla.


-�Tu piel es tan suave...! Es deliciosa.


Eva se r�e. Luego la risa cesa, y Eva empieza a jadear. �Es
su entrenamiento como actriz lo que hace cada jadeo tan sonoro? Me parece muy
molesto. Casi me parece verlo todo: Fran inclinado sobre los suaves muslos de
Eva, lami�ndole el sexo con esos leves sonidos de succi�n que resuenan en mi
oscuro dormitorio. Y ah� est� Eva, la hermosa Eva, tumbada de espaldas, con las
piernas abiertas, el pecho subiendo y bajando en grandes suspiros mientras su
cuerpo se estremece. Hac�a musho tiempo que Eva hizo el amor por �ltima vez, y
sus sonidos me atraviesan directamente.


Cuando los jadeos de Eva crecen en intensidad, mi cuerpo
reacciona como su fuerse yo quien estuviese siendo comida. Ahora Eva casi canta.


-�Oh, Dios! �Oh, Dios!- exclama con esa voz aguda y dulce.


Mis muslos y pelvis est�n calientes, como mis mejillas, y el
coraz�n me late tan fuertemente que creo que podr�a despertar a Dario. Me alejo
un poco m�s hacia mi lado de la cama y sigo escuchando.


Un poco m�s tarde, la cantinela cambia.


-S�, oh, s� s�.


Eva estira las eses hasta que me palpitan en la cabeza y,
casi sin pensarlo, me llevo la mano a los genitales. Empiezo a frotarme.


Las palabras de Eva se transforman en gemidos.


-Mmmmmmmm, Mmmmmmmmm.


Y el tono se hace a�n m�s profundo. Luego Fran se une a ella,
gimiendo a su vez.


Me meto un dedo mi tesoro, maravillada ante mi propia
humedad. Me llevo el dedo a la cara para poder olerlo; as� debe de ser tambi�n
el olor de Eva ahora, pienso...y vuelvo a met�rmelo dentro.


De repente, Eva empieza a gru�ir. La cama cruje, y s� lo que
est� sucediendo: Fran ha montado sobre el cuerpo esbelto de Eva.


Me rindo a mis sensaciones c�lidad. Me frto el monte de Venus
con la mano, y, siento como mis propias pulsaciones se aceleran mientras los
gru�idos de Eva contin�an. Suavemente, me toco el cl�toris a trav�s de la piel.
Cierro los ojos e imagino a Eve con un desconocido sin rostro, sensual,
cabalgando sobre ella. Imagino la extensi�n del vientre de mi amiga, el vello
rizado de la parte inferior. Mi mano empieza a frotar m�as de prisa, m�s y m�s
de prisa, trazando r�pidos c�rculos lujuriosos acompa�ados de sonidos h�medos.
La palpitaci�n de mi entrepierna es ahora constante, profunda, ya no hay vuelta
atr�s. El bienvenido calor del orgasmo se extiende de mi sexo a mis muslos. El
movimiento de mi mano pierde velocidad, y el orgasmo se disuelve lentamente. El
pecho me brilla de sudor. Me toco los pezones con la otra mano, y trazo c�rculos
y m�s c�rculos. Tengo otro orgasmo, m�s suave esta vez, y pienso en los pezones
de Eva, m�s oscuros que los m�os, sobre sus pechos firmes.


De repente, es el turno de Fran. Me sorprende o�rle gru�ir
tan gutural y lujuriosamente como hiciera Eva. Sus gemidos profundos me llegan
directamente a la cabeza. Yo cre�a que s�lo las mujeres emit�an sonidos as� al
llegar.


Me meto un dedo en el culo y lo siento latir, latir,
latir...r�pidamente, y luego, cuando las habitaciones quedan en silencio, m�s y
m�s despacio todav�a. Ahora, todo es silencio. Fran ha gozado, Eva ha gozado, yo
he gozado. Vuelvo a abrazarme a Dario y me dejo llevar por el sue�o.


Y entonces estoy despierta una vez m�s. Ahora es Fran el que
me ha despertado. Veulve a murmurar algo, susurrando r�pidamente al o�do de Eva,
y ella deja escapar una de sus carcajadas cristalinas. Luego, vuelven a hacer el
amor. Me pregunto cu�nto tiempo habra pasado. �C�mo puede Fran estar duro otra
vez tan pronto?


Esta sesi�n es m�s tormentosa que la primera. Creo que han
olvidado que hay gente durmiendo en la habitaci�n contigua. Los susurros ya no
lo son, sino sonidos guturales ansiando proyectarse sin controlar el volumen.


-Esta vez quiero estar arriba- oigo decir a Eva.


La cama cruje un poco, e imagino la escena: Eva erguida, con
las piernas dobladas, sentada de manera que Fran puede acariciarle los pechos
hermosos, firmes. Veo a Eva arquear la espalda, obligando a Fran a bajar las
manos por su vientre desnudo, siguiendo la mano de �l con la suya, acariciando
su propia piel con un toque seguro y tierno a la vez.


Los gemidos de Eva son m�s profundos, m�s ansiosos, no
vienens de su garganta ni de su pecho, sino de su misma alma. Pero los gemidos
de Fran son los que me resultan casi insoportables. �C�mo ser�? Le imagino con
una barba negra, una mata de pelo negro, pelo riz�ndose en la parte baja de su
abdomen plano y alrededor de su verga erecta. Le veo con sus ojos cerrados, la
boca abierta, la lengua h�meda.


Ninguno de los dos emite palabras, s�lo sonidos animales:
agudos los de ella, graves los de �l.


Ahora mi propio cuerpo me traiciona. Vuelve a fundirse,
deseando estar en la cama de Eva, con ella y con Fran. Esta vez no necesito las
manos. Me limito a yacer en mi propio sudor, sintiendo c�mo el culo y la vagina
se unen en un movimiento pulsante de placer.


"No- pienso para mis adentros-. No me quedar� aqu� y volver�
a masturbarme. Y no me quedar� aqu� envidiando a Eva."


Pero es demasiado tarde. Las olas llegan por su cuenta. He
vuelto a beber en el banquete servido por Eva y Fran.


Cuando mi cuerpo se enfr�a, me siento terriblemente sola. De
cuando en cuando, oigo susurrar a Eva: aut�nticos susurros esta vez, no los
tonos guturales de hace media hora.


Intento despertar a Dario. Le acaricio la espalda ancha, le
cojo el culo con las manos, froto mi co�o contra el peque�o punto duro donde se
re�nen su espalda y sus nalgas. Luego le rodeo las caderas y le acaricio el
pene. Casi est� duro..., �un sue�o suyo? Le beso los hombros.


Dario se vuelve hacia a m�, con los ojos todav�a cerrados.


- Est�n ruidoso esta noche, �eh?


Le beso en la boca.


-Me siento como si me hubiera pasado la noche en vela- digo
-. �Puedes abrazarme un poco?


Dario me abraza y me estrecha. Sus piernas y las m�as se
entrelazan, su pene se abre camino hacia mi co�o. Cojo la verga y me acaricio el
cl�toris con la punta. En realidad, no le deseo dentro de m�, pero quiero
ponerle duro. Muevo el rostro hacia el pene de Dario, y marco la ruta lentamente
con las yemas de los dedos, metiendome su herramienta en la boca. �ste es el
sabor que amo. Mientras chupo, se le va poniendo m�s duro. Dario me acaricia el
pelo. Chupo y chupo, y me descubro pensando: el pene de Fran es as�, pero m�s
grande. El pene de Fran es m�s grande...


Suspiro. El dolor que emana de mi suspiro me sorprende.


-�Oh, nena!- dice cari�osamente Dario.


Me levanta por los hombros, me pone contra su pecho y me
abraza.


-�Te molesta o�rles follar?- pregunto.


-Olv�dalo, nena- dice-, Olv�dalo.


Abrazo a Dario y me aparto de su pecho. Ahora, acurrucada
sobre m� misma, con los brazos protectoramente enroscados en torno a mi propio
vientre, vuelvo a dormirme en seguida.


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