Se trata del Copro Club, un antro donde la elite de los
pervertidos se encuentra en su salsa. Est� dedicado por entero a los excrementos
y dem�s poluciones del ser humano, es decir, que sus socios son copr�fagos,
ur�filos y amantes de enemas y pedorretas.

- �Bienvenidos una noche m�s a su local favorito, el siempre original Copro
Club! -

El gerente, como un presentador circense, acompa�a toda la
velada a los asistentes, inform�ndolos sobre los diferentes n�meros.

Alg�n despistado todav�a pregunta: �D�nde est� el ba�o? No se ha enterado a�n de
que en este club todo el mundo mea y defeca en presencia de los dem�s, en una
tarima preparada al efecto. Incluso hay peleas para ver quien caga primero,
aunque casi siempre los caballeros ceden este privilegio a las damas. �Son tan
delicadas sus deposiciones, que m�s de uno se queda hipnotizado al aspirar su
aroma!

Seg�n van entrando, los socios se desnudan por completo para facilitar las
deposiciones. Algunos, no obstante, prefieren quedarse con algo de ropa encima.
Son los m�s sibaritas, pues lo hacen as� para mancharse con su propia caca y
orina, para hacerse sus necesidades encima.

Luego est� el buffet libre: jarras inagotables de agua y otros l�quidos que
favorezcan la mingitaci�n; y alimentos diur�ticos, principalmente apetitosas
fabadas. Los pedos y la diarrea son especialmente valorados en este extra�o
club. De postre, supositorios de mil colores y lavativas. Incluso hay un museo
permanente de peras, cat�teres y bolsas para enemas.

Cuando todo el mundo ya ha entrado en calor y un tufillo casi
palpable invade las fosas nasales, el gerente anuncia el primer espect�culo:

En medio del escenario aparecen dos alfe�iques de metro y medio de alto,
delgados como lubinas. Saludan al respetable, agradeciendo las gases, fruto del
meteorismo o la aerofagia, que sueltan los m�s atrevidos. Llevan unos pantalones
muy curiosos: sin bragueta ni parte posterior, por lo que quedan expuestos
completamente el pene y el ano. Ni un s�lo pelo cubre sus cuerpos, ni siquiera
en las cejas. S�lo Uiskov, el menor de los hermanos, luce un fino bigote.

Estos hermanos son verdaderos artistas. Primero, tras unos
minutos de beber vodka aguado sin parar ni para respirar, hacen fuerza para
orinar cuanto antes. Cuando ambos est�n preparados, mean al mismo tiempo en dos
copas puestas en el suelo y luego brindan con ellas. Uno se bebe lo del otro,
sin dejar ni una gota en los recipientes.

Despu�s de hacer unas g�rgaras con el �ltimo sorbo, siempre
escupen un poco, sobre ellos mismos o sobre el p�blico, que agradece el detalle
con grandes aplausos. Todos abren la boca para ser rociados con la lluvia dorada
mezclada con la saliva de los bizarros hermanos.

Cuando consigue poner un poco de orden entre la excitada masa
de espectadores, el gerente da paso a la siguiente actuaci�n.

- Y ahora, con todos ustedes, nuestra perrita, conocida por todos...: �Mara! �

Mara es una chica completamente normal, sin perversiones. Por eso da m�s morbo
verla actuar. Est� inmovilizada por una correa y un sugerente top de cuero
ajustad�simo que aplaca los instintos fetichistas de buena parte del local, al
igual que unas altas botas del mismo color y material.

A duras penas traga toda la bebida que le obligan a beber.
Luego le hacen comer un kilo entero de una pasta repugnante destinada a saturar
y conmover sus intestinos. Luego la pasean por el escenario, para facilitar la
digesti�n. No deja de llorar y gemir. El p�blico se mofa de ella y la escupe.
Piden a gritos que le apliquen una lavativa. Pero no es necesario...

El pur� laxante que le han dado tarda un tiempo en hacer
efecto, pero al primer retortijon el p�blico comprende que merece la pena la
espera. Mara se convulsiona intentando aguantar la descomposici�n y suplica
piedad. Los rugidos de su est�mago se hacen audibles. Entonces el gerente le
mete un supositorio de glicerina y.... �plaff!

Mara no puede m�s y lo suelta todo. Por su agujero negro sale
un riachuelo denso y viscoso de color marr�n oscuro, acompa�ado de una traca de
ventosidades l�quidas. Una fiambrera detr�s recorre el apestoso mejunje,
mientras que por delante comienza la mayor parte de las veces a chorrear pis. Si
esto no ocurre, el gerente moja los labios vaginales de la chica con agua fr�a,
m�todo infalible y cruel que la obliga a miccionar delante de la gente. Mara se
muere de vereguenza. Los gorilas del local intentan detener a los y las salidas
que desean ser ba�ados por la lluvia dorada de Mara. Pocas veces evitan que uno
o dos espont�neos se salgan con la suya y se tumben ante la t�mida chica para
recibir su n�ctar.

- Y ahora el concurso de pedos.- clama el gerente para atraer la atenci�n de los
socios mientras un encargado arrastra a la humillada muchacha a su habitaci�n.

Un mont�n de culos malolientes y rugidores rodea a un
valiente concursante que, con los ojos vendados, debe reconocer la persona a la
que pertenece cada pedo. Si adem�s acierta que ha comido, recibe un suculento
trozo de la mierda de Mara, manjar preciad�simo entre los asistentes, tanto que
se le llama caviar.

En cambio, si no acierta nada, el castigo es hacer un beso
negro suc�simo a cada culo que falle. Hay gente que, despu�s de errar un par de
veces se desmaya por las arcadas o por el extasis.

Con �sta y otras tantas actuaciones de espont�neos, que organizan frecuentes
guerras de mierda y ponen las paredes como salpicaderos de lentejas, cierra una
vez m�s sus puertas el Copro Club. Un lugar donde el glamour es de color caqui y
no rosa.