Estaba aburrido, s�, no ten�a nada que hacer. En el billar de
mi padre hab�a un huequito que daba al ba�o. Usualmente los �nicos que entraban
al ba�o eran tipos hediondos. Pero hoy hab�a venido una chica de unos quince
a�os, de un cuerpo formidable, con su enamorado, un pobre idiota. Cuando ella
entr� al ba�o, yo ya estaba en mi posici�n de vigilante.
Se baj� el pantal�n y me ense�o dos pronunciadas y redondas
nalgas morenas, perfectas, y una raja por la que en ese momento sent� verdadero
amor. �Qu� delicia! Estaba acarici�ndome la verga que estaba totalmente erecta:
era un monumento a tan soberbio culo. Me la comenc� a sobar mientras ella
orinaba. Cerr� los ojos e imagin� ese oro l�quido caer sobre mi cuerpo, mi boca,
tan fresco, mi boca pegada a esos agujeros, a esos abismos.
Se par� y se limpi�. Sali�. Yo no me hab�a venido, as� que
necesitaba un desfogue. Sab�a donde encontrarlo.
Fui al cuarto de mi hermana. Estaba tomando una siesta. Mi
padre nunca sub�a a la casa (que quedaba en el segundo piso del billar) y mi
madre no vendr�a hasta la noche.
Comenc� a acariciar su cuerpo sobre las s�banas y ella se
mov�a, tal vez creyendo que so�aba. Met� mi mano por la s�bana y le sob� con
fuerza el cl�toris. Se despert�. Me sonre�a, abriendo las piernas y quitando la
s�bana de en medio. Te estaba extra�ando, querido, me dijo.
Hoy tengo algo en mente, le dije. Acomp��ame al ba�o. Se
levant�: s�lo vest�a un short muy pegado y un polo. No ten�a ropa interior. Sus
senos se balanceaban hermosamente.
En el ba�o le dije que se quitara toda la ropa. Yo tambi�n me
la quit�. Me ech� en la ducha con su co�o sin pelos en mi cara. Orina, le dije.
Ella me mir� entre sus piernas y me sac� la lengua. �Y yo qu� hago?, pregunt�.
Levant� mis caderas y le golpe� la cara con mi verga.
A los pocos segundos, mientras sent�a como ella la engull�a
enterita y con mucha habilidad, sent� el chorro de su orina. Era fresca y
salada. Hund� mis labios y no quise perder ni una sola gota. Con uno de mis
dedos le acariciaba el ano, penetr�ndola levemente. Por momentos, ella dejaba mi
verga para gemir y luego escup�a sobre ella y la lam�a, como tantas veces.
Su orina bajaba por mi cuello, por mi cara, la beb�a con
placer. Entonces, ces� el flujo, pero segu� lamiendo su co�o, salvando cada gota
con mi lengua. Ella aceler� su trabajo y pronto me vine en su boca, le dej� todo
y ella lo retuvo y me dio un beso y compartimos mi semen.
�Satisfecho?, me pregunt�. Me qued� en silencio. Sab�a lo que
ella quer�a. Se ech� en el suelo y comenz� a masturbarse. Yo comenc� a orinar
sobre ella: en su boca, en sus pechos, en su vagina� Ella se mord�a los labios,
se apretaba el seno derecho, se pe�iscaba el pez�n, lam�a sus labios h�medos,
encog�a los dedos de sus hermosos pies, cerraba las piernas y enjaulaba su mano
ah�, en su co�o rosado y oloroso.
Cuando dej� de orinar me dijo que me acerque. Me tumb� sobre
ella y la lam�, la penetr� con fuerza. Nos besamos durante todo el coito,
esforz�ndonos en hundir nuestras lenguas m�s all� de nuestros corazones, llegar
a nuestros est�magos, recorrer todo nuestro interior.
Antes de venirme, saqu� mi verga, me arrodill� frente a ella
y le descargu� esta nueva carga de semen (aunque algo menor) en la cara,
embarr�ndosela enteramente. Nos besamos.
Prendimos la ducha y nos seguimos besando. Me arrodill�
frente a ella y le bes� los pies, chup� sus dedos, lam� sus oquedades tibias.
Ella me trataba como un esclavo, sonriendo. Me dio la espalda y me ense�� sus
nalgas infantiles, carnosas y deliciosas. Le dije: hermanita querida, �no crees
que est�s muy joven para todo esto. Le sonre�a. Sin mirarme y masturb�ndose, me
dijo: es que comenc� tan temprano. Comenzamos, le dije, comenzamos.
Hund� mi lengua entre sus nalgas. Su ano era delicioso,
caliente, salado.