Relato: Blanca y radiante





Relato: Blanca y radiante

- ... yo os declaro, marido y mujer
- y con una benévola sonrisa en la boca, el sacerdote se dirigió
al novio - Puedes besar a la novia.



La iglesia se llenó de un
rumor de voces y risas. La boda había terminado y todo había
sido precioso. digno de un cuento de hadas. La novia estaba radiante. Su
vestido blanco llenaba cualquier habitación por la que pasaba. Su
maravilloso cabello rubio, recogido en un gracioso topo y coronado con
un pequeño adorno de flores blancas hacía juego con el resto
de su vestuario. La falda, a pesar de llegar hasta los pies e ir barriendo
allá por donde pasaba, dejaba entrever al caminar sus tobillos,
cubiertos por unas medias blancas, y rematados con unas exageradamente
incómodos pero hermosos zapatos blancos de tacón. Mientras
los novios se besaban, los padrinos aplaudían sin hacer demasiado
ruido, al igual que gran parte de los invitados a la ceremonia. La madrina,
hermana de la novia, llevaba un ceñido traje rojo que insinuaba
gran parte de su exuberante cuerpo, llenando de envidia a las mujeres y
de deseo a todos los hombres allí presentes.



Tardaron alrededor de una hora en
acabar con todas las obligaciones siguientes. Las fotos con la familia
y amigos, la procesión de felicitaciones, tanto sinceras como de
compromiso, las bromas de los amigos, más fotos, más felicitaciones,
y así hasta que por fin llegaron al salón del hotel donde
iban a celebrar la cena para festejar el magno acontecimiento.



La celebración transcurría
por los caminos acostumbrados. Los camareros iban y venían, trayendo
y retirando platos y bebidas al ritmo que marcaba la gula de los invitados.
Llegó el momento de la tarta y los novios usaron para cortarla una
espada de estilo oriental que los amigos les habían regalado. Fue
también ese el momento que las amigas de la novia eligieron para
quitarle la liga de las medias, haciendo un corrillo para que nadie viera
más de lo que su imaginación le permitiera, y la cortaron
en trocitos, al igual que la corbata del novio, que sufrió el mismo
destino, y que después colocaron en una bandeja y fueron vendiendo
entre los invitados, recogiendo al final unas cien mil pesetas, cantidad
más que considerable, y cuyo destino era, naturalmente, conseguir
que el viaje de los novios fuera disfrutado más aún por estos,
si eso era posible.



Acabada la procesión de comida,
comenzó el baile y la fiesta. Los diligentes camareros apartaron
todas las mesas del centro del salón, y en la improvisada pista
de baile los novios comenzaron a moverse al ritmo del vals. Poco a poco
fueron sumándose parejas hasta que la mayoría de los invitados
se encontraron bailando un poco de todos los ritmos de bailes de salón
conocidos y por conocer. Desde el pasodoble hasta el twist, pasando por
la lambada y el merengue.



La noche era joven. Los amigos de
los novios no pensaban dejarlos dormir y tenían la firme intención
de alargar la fiesta hasta el amanecer. Incluso algunas de las personas
de más edad de la fiesta daban ánimos y lecciones de baile
a los más jóvenes, sacando fuerzas de donde nadie podía
imaginarse en personas de esa edad.



Después de una implorante
mirada de la novia a su hermana, las dos salieron del salón en dirección
a la habitación donde se suponía que los novios debían
de pasar la noche. Una vez allí, y después de haber pasado
ambas por los lavabos de la habitación, por riguroso turno, eso
sí, se tumbaron sobre la cama y se quitaron los zapatos que llevaban
ya varias horas martirizando a sus sufridos pies.



- ¡Dios mío, Luisa!
Esto es aún más agotador de lo que me había imaginado.
No sé si voy a tener fuerzas para volver a levantarme. El vestido
de novia me asfixia, el liguero me aprieta, los zapatos me están
matando, y esos locos de nuestros amigos siguen queriendo fiesta hasta
el amanecer. He bailado hasta con hombres que no había visto en
mi vida, y algunos de ellos incluso me han metido mano. Mi recién
estrenado marido está como ausente, tengo veinticuatro años
y apenas puedo mantenerme en pié... y se supone que este tiene que
ser el día más feliz de mi vida.



- No te preocupes hermanita. Todo
eso es normal. Yo tengo dos años menos que tú y tampoco puedo
seguir ya. Entre los nervios y el cansancio, estoy para meterme en cama
y no levantarme en una semana.



Realizando un enorme esfuerzo, Luisa
se incorporó y ayudó a hacer lo mismo a su hermana Eva. Se
colocó detrás e ella, arrodillada en la cama, y comenzó
a realizarle un reconfortante masaje en los hombros.



- ¡Hummmm! Que agradable.
Gracias, Luisa. Me estaba haciendo falta algo así.



- Relájate y deja que los
nervios y el cansancio desaparezcan de tu cabeza. Vamos a estar aquí
unos minutos descansando.



- Pero abajo nos están esperando...



- No te preocupes. Nadie nos echará
de menos al menos durante otra media hora. Cierra los ojos y relájate.



Eva siguió las instrucciones
de su hermana. Intentó olvidarse del mundo, de la fiesta, de su
novio, ya marido, del cansancio...



- Eso es. Relájate y descansa.
Concéntrate solo en el sonido de mi voz, y verás como todos
los nervios desaparecen por completo. Relaja los músculos, la cabeza...
no pienses en nada y relájate...



Eva notaba como todo desaparecía
de su mente excepto la voz de su Laura. Era una sensación maravillosa.
Probablemente nunca hubiera podido relajarse tanto si fuera otra persona
la que estuviera con ella, pero confiaba en su hermana más que en
cualquier otra persona del mundo. Se abandonó completamente a ella.



- Relájate sin miedo... no
pienses más que en mi voz... nada es más importante que mi
voz...



No, nada era más importante
que su voz. La mente de Eva se iba fijando más y más en la
voz de Laura. Su relajación era casi absoluta. El cansancio de todo
el día la había agotado hasta el punto de hacerla extremadamente
sensible a las sugestiones.



- ... relajada... te sientes como
flotando entre nubes... tranquila... relajada... muy relajada...



Sí, relajada, muy relajada.
Así se sentía Eva.



- ... tan relajada que te está
entrando sueño... mucho sueño...



Dormir. Solo sentía ganas
de dormir. Sabía que no debía de dormirse porque abajo la
estaba esperando mucha gente, pero tenía unas enormes ganas de dormir.
Su hermana le decía que se durmiera, y no podía evitar sentir
sueño...



- ... mucho sueño... muy
relajada...



La oscuridad se apoderaba de su
mente. Se sentía completamente abandonada a su hermana. Pensar era
demasiado fatigoso, y solo quería dormir.



- ... dormir...



- ... y ¡Tres!



Eva abrió los ojos de repente.
Durante unos segundos no supo donde estaba, hasta que vio la sonriente
cara de su hermana. Estaban en la habitación del hotel y habían
subido allí para descansar un rato.



- ¿Me he dormido?



- Solo un rato. ¿Como te
encuentras?



Antes de contestar movió
sus hombros para comprobar si el cansancio seguía allí. Nada.
No había dolor, ni cansancio. Nada de nada.



- Me siento estupendamente. Tu masaje
me ha sentado de maravilla. Ya no me duelen los hombros, ni tengo los músculos
agarrotados. Y además apenas me siento cansada. ¿Como lo
has hecho?



- ¿Recuerdas aquellos cursos
de psicología a los que me apunté el año pasado? En
uno de ellos me enseñaron a hipnotizar. Creo que soy una buena alumna.



- ¿Me has hipnotizado? -
había un cierto tono de incredulidad y de burla en su voz - Venga
hermanita, seamos serias.



- ¿No te lo crees?



Laura no parecía molesta
con la incredulidad de su hermana. Más bien estaba divertida.



- No se puede hipnotizar a la gente
en tan poco tiempo. Lo leí en un libro una vez. Necesitas varias
horas para conseguir que alguien sea hipnotizado.



- En efecto, pero eso es cuando
la persona conserva todas sus facultades. Tu estabas muy cansada esta noche,
y tan solo querías dormir. Inconscientemente, tu mente quería
descansar, relajarse después del agotador día que has pasado,
y así ha sido más fácil. En tan solo unos minutos
he conseguido ponerte en trance, cuando normalmente se necesitan horas
para hacerlo.



- Creo que has bebido demasiado
esta noche. Y además, ya va siendo hora de que volvamos a la fiesta.



Cogió uno de sus zapatos
y comenzó a colocárselo en el pié.



- ¡Duérmete, Eva!



Su cabeza cayó hacia adelante
como si de una marioneta se tratara, mientras el zapato apenas hizo ruido
al caer al enmoquetado suelo de la habitación.



- Estás dormida hermanita.
Completamente dormida y relajada. Ya no sientes el cansancio. Tu cuerpo
está completamente relajado y tranquilo. Tu mente no piensa en nada...
en nada que yo no quiera que piense. Sigue poniéndote los zapatos,
pero póntelos al revés.



Con los ojos cerrados, tanteando,
Eva siguió las instrucciones de su hermana.



- Ahora, cuando cuente tres, abrirás
los ojos. Uno, dos, ¡tres!



Con la ya familiar sensación
de abandono de antes, los ojos de Eva miraron durante un instante a su
hermana.



- ¿Me he vuelto a dormir?



- Mas o menos.



- No es posible. ¿Que me
has hecho?



- Ya te lo he dicho antes. Te he
hipnotizado.



- ¡Venga ya! Deja de decir
tonterías.



- Muy bien, como quieras. ¿Nos
vamos?



Eva se levantó de la cama
y se dirigió hacia la puerta, pero cuando apenas había dado
dos pasos una expresión de dolor inundó su rostro.



- ¡Ouch! Como me duelen los
zapatos.



- ¿Has probado en ponértelos
en el pié que corresponde a cada uno?



- ¿en el pie...? ¡Pero
que tonta soy! Me los he puesto al revés.



Volvió hacia la cama y se
sentó en ella. Se quitó rápidamente los zapatos y
se los colocó de nuevo, pero esta vez correctamente. Se levantó
y se dirigió hacia la puerta. Laura bajó de la cama. Seguía
descalza. Sus pies apenas estaban cubiertos por el negro velo de las medias
que llevaba, pero no sintió frío, puesto que toda la habitación
estaba cubierta por una mullida moqueta. Con una perversa sonrisa en los
labios, miró como su hermana cogía el pomo de la puerta para
abrirla.



- ¡Duérmete, Eva!



Aún con la mano sobre la
puerta, la cabeza de Eva volvió a caer hacia delante. Increíblemente,
mantuvo el equilibrio aún cuando su mano se deslizó sin fuerzas
hacia su costado.



- Cuando te diga, abrirás
los ojos, pero seguirás dormida. Vendrás hacia la cama y
volverás a sentarte en ella. Te quitarás los zapatos, y entonces
volverás a cerrar los ojos y a esperar mis instrucciones. ¡Ahora!



Tal y como su hermana le había
ordenado, abrió los ojos. Tenía una inexpresiva mirada mientras
se dirigía hacia la cama. Se sentó y se quitó los
zapatos. Una vez finalizado el trabajo, cerró los ojos y su cabeza
cayó de nuevo sobre su pecho.



Laura se acercó a ella y
comenzó a hablarle mientras con las manos le quitaba el precioso
tocado con flores que había sobre su pelo.



- Eres mía, Eva. Mientras
estés dormida harás todo lo que yo te diga y ni siquiera
sabrás que lo estás haciendo. Pero cuando despiertes también
seguirás en mi poder. Cuando te diga que despiertes, lo harás,
pero no podrás salir de esta habitación sin mi permiso. Harás
todo cuanto yo te diga, sin dudar, sin rechistar, sin pensar. No pondrás
pegas a ninguna de mis ordenes. Seguirás siendo tú misma,
pero sin voluntad para incumplir mis mandatos. Ahora, háblame. ¿Has
entendido mis órdenes?



Lacónicamente, la respuesta
de Eva casi resbaló de sus labios.



- Sí.



- ¿Que es lo que harás
cuando despiertes?



- Todo cuanto me digas.



- ¿Hay algo que no harías
por mí si yo te lo pidiera?



- No



- Muy bien, Eva. Abre tus ojos,
¡ahora!



De nuevo la sensación de
abandono. De nuevo la inquisitiva mirada sobre su hermana, aunque en esta
ocasión, una breve sombra de enfado cruzó por sus ojos.



- ¿Que me estas haciendo?



- ¿Todavía no crees
que te haya hipnotizado?



Inquieta, miró a su alrededor.
Miró la puerta intentando recordar. Miró hacia el suelo,
hacia sus zapatos, inertes sobre la moqueta, lejos de sus pies donde recordaba
perfectamente haberlos colocado. Levantó los ojos hacia su hermana.



- Sí. Creo que me has hecho
algo. Pero si es una broma, ya está bien. Es suficiente. Ahora vayamos
abajo. Hay gente esperándonos.



Se levantó de la cama y comenzó
a caminar. Nerviosa, ni siquiera se acordó de los zapatos. Sintió
la mullida moqueta a través de la suavidad de las medias blancas
que cubrían sus pies.



- ¡Siéntate!



Sin poder evitar hacerlo, volvió
sobre sus pasos y se sentó de nuevo en la cama. Una vez allí,
miró de nuevo a los ojos de su hermana, implorando.



-¿Porqué me haces
esto?



- Lo hago por tu bien. Hay alguien
a quien quiero presentarte. Alguien a quien tú ya conoces, pero
que probablemente habrás olvidado. Alguien a quien hiciste daño
una vez, y ahora quiere felicitarte por tu boda.



Sin poder creer lo que estaba oyendo,
dirigió su mirada hacia donde señalaba su hermana, hacia
la puerta del cuarto de baño. Un hombre la estaba observando desde
allí. Un hombre al que ella conocía.



- ¡¿Nacho!? ¿Que
estás haciendo aquí?



Nacho había sido novio suyo
hacia un par de años. Habían pasado buenos ratos juntos,
pero ella decidió dejarle por otro, precisamente el hombre con el
que acababa de casarse. Nacho había intentado hablar con ella en
algunas ocasiones, pero tan solo en una pudo hacerlo, y ella no le dijo
cosas agradables. Rompieron del todo sin posibilidad de reconciliación,
y no quedaron como buenos amigos precisamente.



Eva comenzaba a sospechar que estaba
teniendo un mal sueño. Mas bien una pesadilla. Aquello no tenía
mucho sentido. Su hermana decía haberla hipnotizado, y a pesar de
que no acababa de creérselo, la verdad es que había estado
haciendo algunas tonterías durante los últimos minutos. Y
ahora, Nacho aparecía en su habitación saliendo del cuarto
de baño. Ella había entrado allí apenas unos minutos
antes y no había nadie. ¿Por donde había entrado?
¿Y cuando?



Intentando conseguir alguna respuesta
a sus no formuladas preguntas, volvió la mirada hacia Eva, solo
para ver con total incredulidad como su hermana estaba en el suelo, descalza,
arrodillada, con la cabeza y los brazos en el suelo, en posición
de total humillación, casi de adoración, hacia Nacho.



- He hecho todo lo que me habías
dicho, amo. La he traído aquí, y la he hipnotizado para ti.
¿Estas contento, amo? ¿Lo he hecho bien?



Por primera vez, Nacho dejó
oír su voz.



- Lo has hecho muy bien, Laura.
Tu amo está contento. Te has ganado una recompensa. Levántate.



Agilmente, Laura se levantó
del suelo y se acercó a su "amo". Nacho la cogió
por la cintura y la besó apasionadamente, aunque ni siquiera con
la mitad de pasión con la que ella le devolvió el beso. Mientras
se fundían en aquel inesperado abrazo, la mano de Nacho bajó
hasta el trasero de Laura y comenzó a sobárselo sin el menor
pudor. Ella dirigió sus manos hacia su falda y repentinamente se
levantó el vestido, dejando a la vista sus bragas negras de encaje,
su excitante liguero, también negro, y, allá donde sus bragas
no llegaban a cubrir, sus hermosas y prietas nalgas, y casi acariciando
la mano de Nacho, la dirigió hacia ellas guiándole y ayudándole
a manosearlas.



Eva mantenía los ojos fijos
en su hermana. Jamás la había visto actuar así. Parecía
adorar a Nacho. Disfrutaba de sus caricias más que él mismo.
Había verdadera pasión en sus ojos y en sus actos. Le ofrecía
su cuerpo como si fuera una mujerzuela y parecía gustarle que ella
estuviera delante, mirándolos.



Sin dejar de asombrarse por el comportamiento
de su hermana, sintió la fría mirada de Nacho sobre ella.



- Hola Eva. Hacía mucho tiempo
que no nos veíamos.



Su cínica sonrisa parecía
más una mueca que una demostración de alegría. Sus
ojos la perforaban con la mirada.



Durante todo el tiempo que estuvieron
juntos, ella jamás le dejó que la tocara. La verdad es que
no fue más que un juguete en sus manos. Salió con él
para pasar el rato, para reírse a sus espaldas con sus amigas. Nunca
se lo tomó en serio. Cuando descubrió que su relación
sí que era importante para él, pensó en dejarlo, pero
le agradaba la idea de tener a un hombre a sus pies como un perrito faldero.
Pero cuando él mostró su lado más posesivo, decidió
acabar con el juego y abandonarle.



- ¡Saluda al amo, zorra!



La voz de su hermana la sacó
de sus pensamientos. No tenía nada que decir, y desde luego, no
pensaba saludar a Nacho, pero por algún motivo, lo hizo.



- Hola Nacho.



- Estás muy guapa con ese
vestido. Yo soñaba que algún día lo llevarías
para mi.



- Lo nuestro fue un error desde
el principio. No había amor en nuestra relación. Nunca debimos...



- ¿Amor? ¿Dices que
no hubo amor? - la voz de Nacho sonaba enfurecida - Eres la única
mujer a la que he amado de verdad en toda mi vida. Cuando me dejaste pensé
que no podría seguir viviendo. Nada tenía sentido para mí.
Me volví violento, hosco y pendenciero. Perdí a mis amigos,
mi trabajo y mi dignidad. ¿Y dices que no hubo amor?



- ¡Yo no te amaba!



Eva comenzó a sollozar.



- ¿Y porqué me lo
hiciste creer? Si me lo hubieras dicho desde el principio yo lo hubiera
comprendido. Pero me hiciste pasar los días más felices de
mi vida para después abandonarme. ¿Porqué?



No podía contestar. Sus palabras
estaban llenas de razón, además de odio. Su silencio fue
largo y expresivo, tan solo roto por la voz de Laura.



- ¡Responde al amo cuando
te hable!



Cada vez que escuchaba la voz de
su hermana, una extraña fuerza la impelía a obedecerla.



- ¡Para reírme de ti!



Las lágrimas corrían
ahora libremente por sus mejillas, mojando su vestido blanco.



- Todas aquellas semanas soñando
con tu amor, adorándote, amándote, deseándote,...
y tu solo querías reírte de mí.



El brillo del odio en sus ojos pareció
disminuir. La razón intentaba volver a su voz.



- Tardé mucho tiempo en olvidarte.
Después de perderlo todo, tuve suerte. Intenté controlar
mi vida. Encontré trabajo, y comencé a recibir clases nocturnas.
Desde entonces, he soñado con el día en que pudiéramos
volver a encontrarnos.



Dejó de sobar el cuerpo de
Laura y se aproximó a la cama. Acercó la mano a su cara,
repleta de lágrimas y la acarició suavemente. Después,
con los dedos mojados, acarició su hermoso cabello.



- Deja de llorar. Esa no es forma
de enfrentarse a los problemas.



No había fuerza que pudiera
hacer que dejara de llorar. Estaba asustada, humillada, perdida, y en sus
ojos no dejaba de llover.



- ¡Obedece al amo!



Una vez más, el efecto fue
inmediato. Retenidas por una fuerza desconocida, las lágrimas dejaron
de brotar.



La voz de su hermana la obligaba
a obedecer, pero la de Nacho la llenaba de temor cada vez que la escuchaba.



- Se le ha corrido el rímel.
Ayúdala a secarse, Laura.



Sin decir palabra, Laura sacó
de su escote un pañuelo de papel y secó las últimas
lágrimas. Después intentó remediar el desastre causado
en el maquillaje por el llanto de su hermana.



- ¿Porque le ayudas, Laura?
Eres mi hermana. Mi propia hermana.



A pesar de no poder llorar, la súplica
de Eva fue acompañada por un breve sollozo.



- Porque es mi amo. Su palabra es
ley. Mi cuerpo y mi alma le pertenecen. Soy su esclava... como también
tú lo serás dentro de poco.



Los ojos de Eva se abrieron con
estupor. A pesar de que sus oídos habían escuchado perfectamente
las palabras, su cerebro no podía asimilarlo. Miró a Nacho
esperando encontrar respuesta a su inexistente pregunta.



- ¿Recuerdas que Laura te
ha contado que aprendió a hipnotizar en unas clases de psicología?



Intentando aclarar el inmenso caos
existente en su mente durante los últimos minutos, encontró
el recuerdo que Nacho mencionaba, aunque sin conseguir conectarlo con lo
que le estaba diciendo.



- Adivina quién fue su profesor.



Tardó unos segundos en comprender
por donde iba la conversación, pero al final lo consiguió.
¡Nacho había hipnotizado a Laura!



- Te dije que encontré trabajo
después de que me abandonaras. Fue como ayudante de un hipnotizador
de tres al cuarto. No era muy bueno, pero me enseñó algunos
trucos interesantes. Resultó que con las enseñanzas adecuadas,
yo era mejor que él. Cuando me matriculé en la escuela nocturna
no esperaba encontrarme allí con tu hermana. Ella no guardaba demasiado
buen recuerdo de mí y al principio me evitaba y me despreciaba,
pero realizando un trabajo sobre la hipnosis, conseguí que nos asignaran
al mismo grupo. Al ser el más experto en la materia, todos y cada
uno de los estudiantes fueron cayendo bajo mi influencia, incluyéndola
a ella.



Mientras Nacho hablaba, Laura estaba
detrás de él, pegada a su espalda, restregando su pierna
semidesnuda por su cuerpo, y acariciando su torso con ambas manos, intentando
guardar el equilibrio. Su rostro no demostraba más emoción
que el inmenso deseo de agradarle.



- Al principio fue la que más
se resistió, pero con la ayuda del resto del grupo, ya bajo mi influencia,
conseguimos convencerla. Resultó ser un sujeto excelente para la
hipnosis. En tan solo un par de sesiones se convirtió en mi juguete
favorito. La antaño altanera y orgullosa Laura es ahora mi más
sumisa esclava. ¿No es así, querida?



- Si amo. Completamente.



La sumisión y devoción
existente en la voz de Laura no dejaba lugar a dudas.



- Cuando me comunicó la noticia
de tu boda, decidí hacerte una pequeña visita, y con su ayuda,
hemos llegado a esta situación. Yo la controlo a ella, y ella te
controla a ti, así que el resultado de nuestro pequeño juego
solo puede tener un ganador, ¿no opinas lo mismo?



Eva no contestó. Estaba atemorizada,
y al mismo tiempo enfadada. A pesar de haber sido hipnotizada seguía
teniendo su orgullo, y ser humillada de aquella forma le producía
extraños sentimientos de rabia, temor e indefensión. Tan
solo tenía ganas de llorar, pero ni siquiera eso podía hacer,
porque su hermana se lo había prohibido.



- Laura, quítate el vestido.



Sin dudar un solo instante, cogió
el borde inferior del vestido con ambas manos y lo arrastró por
encima de su cabeza. Al hacerlo, sus pechos, cubiertos por un excitante
e insinuante sujetador negro, a juego con el resto de su lencería,
bailaron durante unos segundos al ritmo de sus movimientos.



- Tu hermana ha desarrollado un
enorme interés por la lencería sexy - comentó dirigiéndose
a Eva - Ya nunca usa ropa interior cómoda y hortera. Desde que nos
conocimos, siempre utiliza los más excitante y provocativos conjuntos
de lencería. Es una suerte que le pidieras que te acompañara
a comprar la ropa para tu boda.



Horrorizada, Eva recordó
que al comprar toda la lencería para la boda, ella quería
llevar pantys blancos, porque eran muy cómodos, pero Laura la convenció
de que llevara medias y liguero. Decía que así excitaría
más a su futuro marido.



No era a su marido a quien Laura
pretendía excitar.



Esperando las órdenes de
Nacho, Laura usaba sus manos para acariciarse por encima del sujetador
y las bragas. No se le había permitido aún masturbarse directamente,
o quitarse el resto de su ropa, así que jugaba con su cuerpo de
la forma más excitante que podía, sin dejar de mirar a los
ojos de su "amo", para comprobar así que todos sus movimientos
cumplían su único objetivo de excitarle a él.



La habitación era extremadamente
espaciosa. Era una "suite nupcial" y tenia de todo. Nacho se
acercó hasta un sillón que había cerca de la cama.
Lo arrastró hasta el centro de la habitación, a unos dos
metros de la cama, y se sentó cómodamente, preparándose
para el espectáculo.



Miró a Laura. Seguía
acariciándose por encima de su ropa interior, esperando ansiosa
sus órdenes. Después miró a Eva. Estaba sentada sobre
la cama, completamente cubierta por el blanco vestido del que se suponía
que iba a ser el día más feliz de su vida. La única
parte de su cuerpo que podía apreciarse bajo aquella montaña
de tela eran sus pies descalzos, cubiertos únicamente por las medias
blancas.



- Quítate las bragas - ordenó.



Eva no se movió.



- ¡Obedece al amo, hermanita!
- sentenció su hermana.



No podía evitar cumplir la
orden de su hermana, pero amparándose en la enormidad de la falda
de su vestido, lo hizo de forma que no pudieran ver como lo hacía.
Con la íntima prenda en su mano, miró directamente a los
ojos de Nacho. Era más que miedo lo que sentía en aquel momento.
Era puro odio.



- Tráemelas, Laura.



Con gran celeridad, esperando siempre
agradar a su amo, Laura se dirigió hacia su hermana, cogió
las bragas de su mano y se las entregó a Nacho. Eran blancas, a
juego con el resto del vestido, y suaves, muy suaves. Debían de
haber costado un dineral. Las mujeres no suelen escatimar gastos para el
día de la boda, pensó Nacho. Era una lástima que una
vez casadas no siguieran haciendo lo mismo y siempre se decantaran por
las grandes y antiestimulantes bragas de algodón en aras de la comodidad.



- Laura. Tu hermanita está
muy seria. Creo que tiene hambre. ¿No crees que deberíamos
darle algo de comer?



Eva no comprendió la ironía
al principio, pero no ocurrió lo mismo con Laura. El tiempo que
había pasado bajo la influencia de Nacho la había convertido
en una excelente esclava, capaz de entender las más sutiles insinuaciones
y los más profundos deseos de su amo.



- Supongo que tenías pensado
que la noche de tu boda ibas a tener ocasión de prácticas
nuevas experiencias, hermanita. Ahora vas a poder realizarlas, pero no
con la persona que tú creías. ¡Arrodíllate ante
el amo!



Sin posibilidad de dudar o de resistirse,
pero sin mostrar el más mínimo entusiasmo, Eva siguió
las instrucciones al pie de la letra. Se levantó de la cama y se
arrodilló ante Nacho. La gran cortina de tela de su falda se expandió
a su alrededor formando una mullida alfombra brillante. Comenzaba a comprender
lo que se esperaba de ella. Miró a su hermana. Pensó que
tal vez la posibilidad de que otra mujer también tocara el cuerpo
de "su amo" podría causarle un sentimiento de celos que
podría utilizar para liberarla del control de Nacho. Pero se equivocó.
Al contrario de lo que esperaba, Laura no mostraba indicios de celos o
de envidia, sino una enorme excitación. Eva seguía sin comprender
que su hermana solo existía para el placer de Nacho. Que su propia
hermana hiciera el amor con su dueño solo la llenaba de goce y orgullo
por haber servido bien a su señor.



- ¿Acaso tengo que decirte
lo que tienes que hacer, hermanita?



El sarcasmo en la voz de Laura era
evidente. Pero Eva no estaba dispuesta a darles el placer de obedecer.
Solo bajo el irresistible influjo hipnótico sería capaz de
realizar lo que se le pedía. Muy en su interior, esperaba realmente
poder resistir la necesidad de obedecer.



Como si estuviera tocando un objeto
de incalculable valor, Laura desabrochó los pantalones de Nacho,
dejando al descubierto su enhiesto pene, tremendamente excitado por la
situación actual, mientras daba instrucciones a su hermana.



- ¡Escúchame, hermana!
Durante todo el tiempo que saliste con Nacho, jamás le dejaste tocar
tu cuerpo, ni te dignaste a tocar el suyo. Ahora vamos a remediar aquel
pequeño descuido. Vas a practicarle la mejor mamada que jamás
hayas podido imaginar. Utilizarás tu boca, tus labios, tu lengua
y tu garganta como jamás creíste que fueras capaz de hacer,
sin preocuparte en lo más mínimo de tus propios sentimientos
ni de tu placer personal. Y cuando consigas hacer salir el jugo de nuestro
amo, lo tragarás todo, sin dejar una sola gota caer al suelo ni
ensuciar tu virginal vestido de novia. ¿Has entendido?



A pesar de la repugnancia que le
causaba la idea de tragar el semen de Nacho, Eva no tuvo más remedio
que responder.



- Sí



Y sin poder resistir, tal vez sin
intentarlo siquiera, cogió el pene de Nacho con la mano y comenzó
a masturbarle. Después de un par de movimientos introdujo el pene
en su boca y acarició el glande con la lengua, al tiempo que movía
su cabeza arriba y abajo masturbándolo con los labios.



Nacho cerró los ojos. A pesar
de estar apenas en el principio de la masturbación, el placer era
inmenso. Había estado con Laura docenas de veces desde que la hipnotizó
por primera vez. Había hecho el amor con ella de montones de formas
distintas. Había disfrutado de su cuerpo como ninguna mujer deja
jamás que un hombre disfrute de ella. Pero a pesar de todo, seguía
excitándolo. Su presencia en aquella habitación, semidesnuda,
no podía dejar de mantenerle continuamente excitado. Pero tanto
o más que la visión del cuerpo de Laura, lo excitaba la subyugación
de su hermana. No la tenía directamente bajo su poder, pero controlaba
a la persona que la controlaba a ella. El amor que sintió por Eva
se había convertido en odio al principio de su abandono, pero después,
desde el momento en que hipnotizó a su hermana, el odio fue dejando
paso al deseo de venganza. Y la satisfacción de estar cumpliendo
su sueño se convirtió en una fuerte excitación sexual.



Por no mencionar la visión
de una mujer, en el día de su boda con otro hombre y vestida para
la ocasión, arrodillada a sus pies y chupándole el pene,
que aquello también era algo capaz de excitar a un muerto.



A pesar de que Eva no era ninguna
experta, el trabajo que estaba realizando era magnífico. Las órdenes
de Laura habían sido utilizar todas las partes de su boca, incluyendo
su garganta, para acrecentar el placer de Nacho, y así lo estaba
haciendo. Al principio sintió un presagio de arcadas, pero poco
a poco se fue acostumbrando a mover libremente el órgano masculino
por el interior de toda su boca y las arcadas fueron sustituidas por frenéticos
movimientos con la lengua.



Mirando el rostro de Nacho, Laura
era la mujer más feliz del mundo. La enorme mueca de placer y satisfacción
que su amo estaba sintiendo repercutía en su cuerpo como si fuera
ella misma la que recibía el placer. Sin poder evitarlo y a pesar
de que Nacho no le había dado permiso para hacerlo, paso sus dedos
por el interior de sus pequeñas y transparentes bragas negras y
los introdujo en su vagina, comenzando una masturbación basada exclusivamente
en la visión del placer de su amo. Mientras tanto, con la otra mano
acariciaba y pellizcaba sus pezones sin dejar de mirar tanto el rostro
de Nacho como su pene, que desaparecía por momentos en el interior
de la boca de Eva. Faltaba muy poco para que su amo se corriera, y decidió
hacerlo al mismo tiempo que él.



- ¡Basta!



La brusca orden de Nacho la sacó
de sus pensamientos y de la proximidad de su orgasmo. Sin pensarlo dos
veces, cogió la larga cabellera rubia de su hermana y tiró
de ella hacia atrás, provocando un pequeño grito de dolor
en Eva. Con una enorme preocupación en su voz, se dirigió
a Nacho.



- ¿Que ocurre, amo? ¿Acaso
esta zorra ha hecho algo que no te ha gustado? ¿Acaso te ha hecho
daño?



Nacho sonrió complacido por
el sincero tono de preocupación en la voz de su esclava.



- No. No es nada de eso. Solo que
no quiero correrme todavía. La noche es larga y quiero disfrutar
de ella.



Ya más tranquilizada, Laura
respiró con deseo hacia su dueño.



- ¿Que quieres que hagamos
ahora, amo?



- Pienso que un poco de amor lésbico
no quedaría mal en la habitación, y de paso tu participarás
un poco en el juego. ¿Te apetece?



El brillo en los ojos de Laura alcanzó
unos límites insospechados.



- ¡Gracias amo! ¡Gracias!



Y volviéndose hacia su hermana,
le ordenó que se tumbara de nuevo sobre la cama.



- ¡Abre las piernas, hermanita!
Voy a hacerte gozar como nadie lo ha hecho hasta ahora.



Eva no pudo evitar hacerlo, mientras
notaba como Laura levantaba la falda del vestido, dejando toda la parte
inferior de su cuerpo al descubierto. Sintió la mirada de Nacho
sobre su sexo, no menos ávida que la de su hermana. Durante unos
segundos tomó consciencia de los sentimientos que despertaba en
ambos. Tumbada sobre la cama, vestida con un traje de novia, descalza,
la falda levantada, con medias blancas y liguero a juego, sin bragas y
con las piernas completamente abiertas, mostrando sin pudor, aunque no
por su propia voluntad, su mayor intimidad para que un hombre y una mujer,
su propia hermana, lo miraran e hicieran con ella lo que quisieran. Si
hubiera podido sonreír, de estar en otra situación, lo hubiera
hecho, puesto que no podía dejar de pensar que ella misma hubiera
podido sentirse excitada de esa visión.



Todavía estaba inmersa en
sus pensamientos cuando notó el húmedo calor de una lengua
sobre su sexo. Los primeros movimientos le parecieron de tanteo, como si
intentaran encontrar un camino entre la no demasiado abundante mata de
pelo rubio que cubría su sexo. Dos días antes de la boda
se había entretenido depilando todas las partes de su cuerpo, poniendo
especial interés en las zonas más íntimas, esperando
que su futuro marido se diera cuenta del buen trabajo que había
realizado pensando en él. Ahora era su hermana la que disfrutaba
de su previsión. Encontrado ya el camino hacia el interior de su
sexo, ayudada por las dos manos a mantener abierto el corredor entre la
mata de pelo, la lengua de Laura comenzó su gratificante trabajo.
A pesar de odiar a muerte a Nacho y a su hermana por obligarla a hacer
aquello, las continuas caricias sobre su clítoris y sobre las paredes
de su vagina comenzaban a excitarla realmente. Intentaba ignorar el placer
que le causaban los sabios y expertos movimientos de su hermana, pero no
podía evitarlos. Sabía que no era la hipnosis la que causaba
aquel reconfortante calorcillo que comenzaba a ascender por todo su cuerpo
desde su clítoris. Y eso era precisamente lo que más la molestaba.
A pesar de haber sido obligada, hipnotizada, medio raptada y casi violada,
sentía placer por todo aquello. Sintió asco hacia sí
misma, pero lo ignoró cuando notó la proximidad del orgasmo.



Laura sabía que su hermana
estaba disfrutando. Podía oírlo en sus gemidos, notarlo en
los movimientos de su cuerpo e intuirlo en sus ojos cerrados como solo
una mujer puede hacer. Sabía que Nacho las estaba mirando y que
disfrutaría del placer que le estaba provocando a su hermana. Disfrutaría
cuando ella se corriera, cuando gimiera de placer y se descompusiera sabiendo
que el orgasmo no había sido causa de la hipnosis. Y disfrutaría
aún más por el hecho de que Eva se odiaría a sí
misma por hacer disfrutado en aquella situación. Incrementó
la fuerza y la velocidad de los movimientos de su lengua sobre el clítoris
de su hermana para forzarla a alcanzar el clímax.



Nacho disfrutaba, en efecto, de
aquel espectáculo. Había una mujer sobre la cama, vestida
de novia y desnuda de cintura para abajo que estaba a punto de llegar al
orgasmo, y había otra mujer, vestida con excitante lencería
negra que era la que estaba causando su placer. Desde donde él estaba
sentado apenas apreciaba más que el hermoso trasero de Laura moviéndose
insinuante ante sus ojos. A pesar de tener puestos los cinco sentidos en
dar placer a su hermana, Laura todavía conservaba la imaginación
suficiente como para mover su culo excitantemente ante Nacho, sabiendo
que como su propio cuerpo le impedía la clara visión del
sexo de su hermana debía de poder disfrutar de algo mientras escuchaba
los gemidos de Eva.



Y así era, efectivamente.
Disfrutando de todo aquel espectáculo, Nacho utilizaba una de sus
manos para masturbarse lentamente mientras escuchaba los gemidos de Eva
y contemplaba sus piernas cubiertas por las medias blancas, el trasero
casi desnudo de Laura y sus hermosas piernas, también cubiertas
por la suave oscuridad de las medias.



La explosión del placer de
Eva no les llegó de sorpresa a ninguno. Mientras su cuerpo se estremecía
una y otra vez, la lengua de Laura no dejaba de entrometerse en aquel orgasmo,
intentando prolongarlo lo más posible. La velocidad con que Nacho
se estaba masturbando aumentó el ritmo mientras los gemidos de Eva
resonaban por la habitación, y esta, intentando reprimirlos, no
podía dejar de odiarse a sí misma por estar disfrutando del
mejor orgasmo de toda su vida.



Con el rostro orgulloso de su hazaña
y cubierto por el orgasmo de su hermana, Laura miró a Nacho, cuyos
movimientos sobre su pene habían vuelto a la monotonía del
que quiere darse placer aunque sin querer alcanzar todavía el clímax.
A pesar de notar pequeñas gotas del orgasmo de su hermana corriendo
por su cara, no se los limpió, sabiendo que su visión acrecentaría
el placer de su amo.



- ¿Puedo desnudarla ya, amo?



- Si. Quiero verla sin ese vestido
de novia.



Dirigió una mirada de triunfó
hacia su hermana. Eva no podía llorar porque Laura se lo había
prohibido. Sabía lo que iba a hacer a continuación, y a pesar
de no querer hacerlo, comenzó a desabrochar los pequeños
enganches que mantenían el vestido sujeto. Ni siquiera esperó
la orden de su hermana. Ya no tenía miedo de ellos. Ya apenas les
odiaba. Seguía sintiendo temor, pero en esta ocasión era
hacia sus propios sentimientos. Quería más. ¡Dios!
Había sentido el mejor orgasmo de su vida y quería más.
Sabía que si seguía todas las órdenes podría
sentir más, y a pesar del momentáneo asco que sintió
hacia sí misma, decidió acallar su conciencia y colaborar
en lo posible. De cualquier forma ellos iban a lograr lo que querían.
Tal vez, y solo tal vez, si ella colaboraba lograría disfrutar un
poco más.



Una vez acabó con los enganches,
se levantó. Con la ayuda de Laura, deslizó el vestido por
encima de su cabeza y lo tiró al suelo. Todo su cuerpo quedó
al descubierto. Su sujetador blanco era semitransparente y muy excitante,
a juego con las bragas que ahora reposaban en el regazo de Nacho.



- Colocaros las dos juntas, una
al lado de la otra. Quiero comparar vuestros cuerpos.



Complaciendo a su amo, Laura se
colocó rápidamente frente a Nacho y junto a Eva. Esta hizo
lo mismo, aunque con menos celeridad que su hermana.



- Laura, dame tus bragas.



Sin dejar de mirar el rostro de
Nacho, haciendo de cada uno de sus movimientos una clara insinuación,
Laura deslizó sus manos sobre sus bragas y las empujó hacia
abajo disfrutando de cada segundo. Levantó una pierna y la sacó
del agujero de las bragas. Después levantó la otra pierna
y repitió la operación. No tuvo prisa en hacerlo en ninguna
de las dos ocasiones. Sabía que a Nacho le gustaba ver desvestirse
a una mujer y quería convertir cualquier simple acto en un íntimo
strip-tease para su placer. Una vez tuvo las bragas en su mano, se las
dio a Nacho. Sin mirarlas, éste las estrujó con su mano un
par de veces antes de dejarlas sobre su regazo, junto a las de Eva.



Ahora las dos mujeres estaban igual.
Las dos llevaban tan solo el sujetador, las medias y el liguero. El contraste
era verdaderamente excitante. Laura era morena, muy morena. Su ropa interior
era completamente negra, al igual que el pelo de su pubis. Por contra,
Eva era rubia, aunque sin ser una explosiva rubia platino. Su sujetador
era blanco, como el liguero y las medias. Las dos tenían mas o menos
la misma estatura, pero Laura tenía los pechos sensiblemente más
grandes que Eva. Las piernas eran hermosas en los dos casos, largas y sensuales.
Ambas se habían depilado el pubis. Eva para la boda, y Laura lo
cuidaba intensamente desde que cayó bajo la influencia de Nacho.



Nacho no dejaba de masturbarse,
pero notó un cierto dolor en su órgano con la visión
de aquellas dos hermosas mujeres ante él. Dos cuerpos para el pecado
dispuestos a cumplir todos sus deseos, todas sus órdenes, todos
sus caprichos.



- ¡El sujetador!



Ninguna de las dos dudó en
esta ocasión. Ambas movieron rápidamente sus manos hacia
sus espaldas para abrir los cierres. Eva fue más rápida.
No pretendía excitar a Nacho, sino simplemente seguir su orden.
Laura alargó más el momento, cubriendo incluso durante un
instante sus pechos con los brazos, mientras se quitaba la prenda. Toda
la operación la realizó mirando fijamente los ojos de Nacho,
intentando apreciar si sus movimientos le gustaban.



Finalmente Nacho pudo apreciar la
sensible diferencia entre los abundantes pechos de Laura y los mas pequeños
aunque respingones de Eva. La verdad es que los pechos de Eva no podían
considerarse realmente pequeños. Vista ella sola, o comparada con
muchas otras mujeres, sus pechos tenían un tamaño normal,
incluso un poco grandes, pero comparados con la enorme masa de carne de
su hermana quedaban empequeñecidos.



Mientras ambas mujeres se disputaban
las miradas de Nacho, este se levantó y comenzó a quitarse
la ropa. Comenzó con la camisa, dejando al descubierto su torso,
que fue inundado de inmediato por el deseo en la mirada de Laura. Siguió
con los pantalones, que ya tenía desabrochados. Finalmente quedó
completamente desnudo. Miró primero a Laura, que le devolvió
la mirada ofreciéndole al mismo tiempo su alma. Después miró
a Eva. Por primera vez en toda la noche, Eva también le devolvió
la mirada, pero en esta ocasión no había temor en ella. Ni
siquiera odio. Era una mirada desafiante. El deseo la había introducido
en el juego, y quería demostrar que no era menos que Laura, y que
ella también era capaz de ofrecer placer.



La firme convicción de su
mirada la permitió ganar aquel asalto.



- Eva, sobre la cama, a cuatro patas.



Sin dudar, sin rechistar, sin planteárselo
dos veces, Eva dio media vuelta y se colocó en la posición
exigida. Laura se tumbó a su lado, con el rostro cerca de su sexo,
dispuesta a disfrutar del espectáculo.



Nacho subió encima de la
cama y se colocó de rodillas. La visión del excitante trasero
de Eva estuvo a punto de producirle un orgasmo, que con todas sus fuerzas
se obligó a reprimir.



- Laura, ponte a su lado



La orden fue inmediatamente cumplida
por su apasionada esclava. Disputándose un pequeño hueco
en la cama junto a su hermana, dispuso su cuerpo junto al suyo, también
a cuatro patas, aunque cuando estuvo colocada, bajó al máximo
sus brazos y su cabeza, adoptando una posición de mayor sumisión
aún si cabía. Aquello casi fue demasiado para Nacho. Además
del hermoso cuerpo de Eva tenía a su disposición a su más
sumisa esclava. Laura, que consciente de la enorme excitación que
su cuerpo era capaz de ofrecer en aquella postura, intentaba elevar al
máximo posible su trasero. También era consciente de que
su sexo quedaba totalmente a merced de su amo, puesto que la mayor altitud
alcanzada por la parte trasera de su cuerpo otorgaba una excelente visión
tanto de su culo como de su pubis. Dispuesta a ganar la batalla por los
favores de Nacho, aplicaba a sus movimientos una indecencia que tal vez
no conocieran ni las más profesionales entre las prostitutas del
mundo.



La mayor experiencia de Laura en
el arte de la seducción de su amo hizo que Nacho decidiera cambiar
su primera intención de penetrar a Eva en detrimento de su hermana.



Cogiéndola por las caderas,
introdujo su excitado órgano en el interior del cuerpo de Laura,
que demostró un claro estremecimiento de placer al sentir en sus
entrañas el preciado órgano de su amo. Casi al instante,
Laura alcanzó su primer orgasmo de la noche. Desde que Nacho la
convirtiera en su esclava, Laura era capaz de alcanzar multitud de orgasmos
en pocos minutos. A pesar de estar disfrutando del placer máximo
que una mujer es capaz de alcanzar, su cuerpo no dejaba de moverse al ritmo
de los movimientos de Nacho, intentando procurarle placer, en detrimento
del suyo propio. Una de las manos de Nacho se deslizó desde su cadera
hasta sus pechos, amasándolos y apretujándolos con muy poco
interés en que ella disfrutara. Pero el efecto que Laura recibía
no era más que placer y más placer. Cualquier contacto de
Nacho con sus partes más sensibles la llevaba una y otra vez al
clímax. Todavía con los residuos del primer orgasmo en su
cerebro, el poco delicado masaje de sus pechos la condujo inevitablemente
al segundo. Nacho lo sabía, porque así la había programado
durante las interminables sesiones de hipnosis. Sabía que cualquier
cosa que él hiciera tendría como resultado el placer de ella,
y que dicho placer no hacía más que excitarla cada vez más.



Pero también sabía
que su propia potencia sexual era limitada. Casi al borde del orgasmo,
extrajo su órgano del cuerpo de Laura sin aviso, produciéndole
a su vez el tercer orgasmo y haciendo que se desplomara sobre la cama para
disfrutar de él, ya sin la necesidad de reprimir su placer para
facilitar el de su amo.



Nacho quería correrse dentro
del cuerpo de Eva, y por ello se deslizó sobre la cama para introducir
cómodamente su pene por el agujero que su otra esclava también
dejaba al descubierto. El interior de la vagina de Eva era más estrecho
que el de su hermana, produciéndole un enorme placer tanto a él
como a ella, que comenzaba a mover su cuerpo sin demasiadas inhibiciones.



- Muévete, hermanita. Muévete
y haz disfrutar a nuestro amo



Si quedaba algún resto de
decencia o de dudas en la mente de Eva, las incitantes palabras de su hermana
habían acabado con ellos. En respuesta a las órdenes de Laura,
su cuerpo comenzó a estremecerse aún con más fuerza
mientras sentía los rítmicos embates de Nacho sobre ella.
Inducida por la hipnótica influencia de la voz de Laura, su principal
deseo era el de hacer disfrutar a Nacho del encuentro amoroso, pero a pesar
de ello, y siempre sin dejar de mover su cuerpo para producir placer más
que para recibirlo, sus ansias de recibir más y más placer
se estaban cumpliendo sin restricciones. Jamás hubiera podido creer
que hacer el amor con Nacho fuera una experiencia tan maravillosa. Se sentía
liberada de todas las ataduras terrestres, de su pasado, de su futuro,
e incluso de su propio y recién estrenado marido. Tal vez si hubiera
llegado a hacer el amor con Nacho cuando eran novios jamás le hubiera
dejado, y jamás hubieran llegado a este momento.



Pero de repente todos sus pensamientos
dejaron de tener sentido. Un estremecedor fogonazo de placer inundó
su mente justo en el instante en que sintió el fruto del orgasmo
de Nacho invadir sus entrañas. Con cada uno de los últimos
estertores del clímax de Nacho, su propio cuerpo se vio invadido
por un extremo placer no alcanzado jamás anteriormente, ni siguiera
por el causado por su hermana pocos minutos antes. Su conocimiento del
mundo del sexo y del placer había sido muy limitado hasta esos momentos.
Breves escarceos amorosos con diversos hombres, y algunas pocas ocasiones
con su actual marido antes de la boda no la habían preparado para
el mundo que Nacho y su hermana le habían hecho descubrir. Se desplomó
sin fuerzas sobre la cama, notando como el pene de Nacho resbalaba fuera
de su vagina. Con los ojos entreabiertos, comprobó como aquel mágico
músculo se encogía por momentos y alcanzaba una flacidez
imposible de adivinar pocos segundos antes. Sin tiempo a que el órgano
acabara de volver a su posición habitual, Laura se abalanzó
sobre él, y con un enorme cariño solo comparable con el que
las madres proporcionan a sus hijos, lo introdujo en su boca para limpiar
con su lengua los restos delatores del placer del que pocos segundos antes
había sido testigo.



Desnuda, indefensa sobre la cama,
Eva comprobó como Laura y Nacho se fundían en un abrazo que
poco tenía que ver con el amor convencional. No pudo entender las
palabras que él susurró al oído de su hermana. Al
cabo de un momento, sintió la fría mirada de Laura sobre
sus ojos, y comprobó como sus labios se abrían y cerraban
diciendo algo que no llegó a entender, porque la oscuridad invadió
su mente y el sueño la venció sin condiciones.



Sus ojos se abrieron lentamente
sin comprender del todo lo que ocurría ni donde se encontraba. Su
hermana Laura estaba junto a ella, en lo que al parecer era la habitación
del hotel. Su recién estrenado esposo también se encontraba
allí, y sus padres y algunos de los invitados.



- ¿Ya te encuentras mejor,
querida?



La preocupación latente en
las palabras de su marido la desconcertaron durante un instante.



- Menos mal que no ha sido nada
- esta vez era Laura la que hablaba - Cuando la he visto desplomarse al
suelo desmayada creía que me moría del susto.



Aquello era cada vez más
confuso.



- ¿Que me ha ocurrido? -
pudo decir al fin



- Te has desmayado, querida. Habías
venido a la habitación con Laura y por lo visto el cansancio de
todo el día ha podido contigo y te has desmayado. Laura ha venido
corriendo a buscar ayuda, pero no ha sido nada grave. Gracias a Dios ya
te has recuperado.



Confusa, Eva se miró a sí
misma. Estaba completamente vestida, a excepción de los zapatos,
y tumbada sobre la cama. No recordaba nada desde el momento en que había
entrado en la habitación. Sentía un inmenso vació
negro en su mente y un penetrante dolor de cabeza cuando intentaba recordar
lo ocurrido durante esos momentos. Tenían razón. Probablemente
el vacío en su memoria había sido debido a un desmayo. El
cansancio de todo el día la había dejado agotada.



- Estoy bien. Dejad de preocuparos
y volvamos a la fiesta. Mañana me encontraré perfectamente,
cuando haya descansado un poco.



- Tiene razón. Dejadla descansar
y que corra un poco el aire por la habitación. Dejad de agobiarla
y volved a la fiesta. Ahora mismo bajaremos nosotras.



Laura comenzó a echar a gente
de la habitación.



- Me quedaré contigo - dijo
con preocupación el amante esposo



- Ni hablar. Eva estará bien
dentro de quince o veinte minutos, así que vete abajo con tus invitados,
y nosotras bajaremos dentro de un rato. Haz caso a tu cuñada y verás
como toda va bien.



Refunfuñando, todos se fueron
de la habitación dejando solas a las dos hermanas.



- Creo que he tenido una pesadilla
durante mi desmayo. Me encuentro increíblemente agotada y estoy
toda sudada. Y este maldito liguero...



Sus ojos se abrieron como platos
mientras intentaba colocarse el liguero en el sitio.



- ¡Laura! ¡Mis bragas!



Miró a su hermana con una
pregunta en sus ojos.



- ¡No llevo las bragas!



- Un pequeño descuido que
deberemos de solucionar cuando vuelvas a despertar, hermanita.



Eva la miraba desconcertada mientras
la veía meter su mano bajo la cama y sacar sus hermosas bragas blancas.



- ¿Como...?



- No te preocupes por nada, hermanita.
Solo cierra los ojos y descansa un rato.



- Pero...



- Duerme, hermanita... duerme...



** FIN **


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Relato: Blanca y radiante
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