DOMINADA� AL FIN
Por: Andrea delCastillo
Cuando me decido a ser sensual, soy incontenible; soy una
fiera rabiosa, exigente, cruel y definitivamente dominante. No puedo remediarlo,
as� he sido siempre y cre� que as� lo ser�a toda mi vida.
Hasta que lleg� Eduardo, edd por su nickname del chat. Como
siempre en estos casos en que conoces a alguien a trav�s de esas charlas, pues
nunca tienes la seguridad de encontrar a alguien sincero o por lo menos que te
d� una buena descripci�n de su persona. Con el parec�a que ser�a otra charla sin
mayor complicaci�n y promesas para un futuro encuentro "para hacer realidad
nuestras fantas�as sexuales", como nos lo dijimos mutuamente.
Despu�s del consabido cibersexo a lo que soy un poco adicta,
le di mi e-mail solo por no dejar; creyendo que como la mayor�a de las veces ah�
quedar�a la cosa.
Es momento de declarar que soy travest�, homosexual pasivo
desde hace muchos a�os y que disfruto mi sexualidad al m�ximo, sin tapujos y
abiertamente.
D�as despu�s, al revisar mi correspondencia, me llam� la
atenci�n un mensaje que aparec�a en la bandeja de entrada con asunto:
"DOMINANTE" y como remitente: "TU AMO". La verdad, yo no recordaba a nadie con
ese remitente, pero como el mensaje no proven�a de ning�n grupo o servicio de
entregas, me decid� a abrirlo.
Me sorprendi� agradablemente ver que se trataba de "edd", el
chico del chat. Me dec�a que estaba dispuesto a cumplirme en "vivo" lo que me
hab�a propuesto en la conversaci�n, que resumi�ndola se trataba de que me
amarrar�a a la cama, me dar�a de latigazos en las nalgas, etc., y me meter�a la
verga sin lubricante hasta hacerme gritar y pedirle perd�n. Esto desde luego, me
hizo sonre�r, pues aunque con varios hombres lo hab�a propuesto, a la hora de la
verdad ninguno se hab�a animado a llegar hasta eso, ya que claudicaban en cuanto
me ve�an en plan de tigresa.
Total que acept� verlo al d�a siguiente para ver que clase de
macho era. Como estaba dispuesta a jugar con �l como con los otros, me arregl�
esplendorosamente (como siempre) y dej� a la mano las sogas, cadenas, l�tigos,
consoladores y dem�s accesorios de sadomasoquismo con la casi total seguridad
que YO los usar�a en �L. Lleg� puntualmente a la cita y despu�s de presentarnos
formalmente le invit� un trago para conversar un poco antes de la acci�n, pues
generalmente me gusta charlar un poco antes de entrar en el juego sexual. Al
agacharme en el refrigerador, que est� a un lado del sof� cama que utilizo de
arena para mis combates de sexo; siento un tremendo latigazo en mis gordas
nalgas y a continuaci�n, un jal�n de pelos que me hizo gritar. Quise defenderme
pero ya Eduardo me estaba amarrando las manos y me conduc�a al sof�. Me tumb�
sobre �l y r�pidamente me at� las manos a uno de los extremos e inmediatamente
hizo lo mismo con mis pies. Le gritaba que me soltara o se iba a arrepentir,
pero definitivamente estaba yo en una situaci�n en desventaja. Para que ya no
gritara m�s me cubri� la boca con un trozo de cinta adhesiva ancha y me tuvo a
su disposici�n. En esos momentos pensaba que me iba a robar y que me ir�a bien
si no me mataba, as� que mejor no lo provoqu� ya m�s y me qued� quietecita.
�Cu�l no ser�a mi sorpresa cuando sent� sus manos recorriendo
mis piernas!. Empec� a temblar ya no de miedo, si no de excitaci�n. Cuando sus
manos llegaron a mis nalgas, arranc� violentamente mis pantaletas y me dio tres
buenas nalgadas. Sent� un ardor tremendo que me estimul� la circulaci�n y me
orill� al primer orgasmo. Tom� otra vez el l�tigo y me dio de azotes hasta que
sent� que estaba sangrando. �l se ve�a tambi�n muy excitado y desabrochando su
pantal�n dej� descubierta una rica verga de sus buenos 20 cent�metros y de un
considerable grosor. Mi culo, a pesar de lo lastimado que estaba, ya deseaba
sentir adentro ese rico trozo de carne, por lo que afloj� el esf�nter esperando
su arremetida.
En vano esper� la metida de verga, pues Eduardo estaba
dispuesto a darme una sopa de mi propio chocolate. Acerc� su verga a mi cara y
desprendi�ndome violentamente la cinta que cubr�a mi boca, acerc� su verga y me
orden� a gritos que se la mamara. Yo estaba calient�sima y abriendo
completamente la boca, me empuj� su pene de un solo envi�n hasta el fondo. Yo
sent�a que me ahogaba, pero acomodando la garganta pude aguantarlo. Me la sac�
un poco y ya pude hacerle movimientos de succi�n y pasarle mi lengua suavemente.
-�Ah perra, que rico mamas!- me dijo, tienes una boca de puta muy experimentada.
Ensaliva bien mi verga para met�rtela en el culo hasta el tope, hasta los
huevos, puta.
Yo obedec�a todo lo que me ordenaba pues mi naturaleza
sensual me lo exig�a, deseaba que me siguiera lastimando, que me hiciera lo que
quisiera, pero que me doliera. Le dej� la verga escurriendo saliva y mont�ndose
en m� intent� penetrarme, pero como estaba en una posici�n que no lo facilitaba,
me afloj� un poco las ataduras de los pies para poder acomodar mi grupa para
facilitar la penetraci�n. En lo que yo me acomodaba, no dej� de darme de
nalgadas y pellizcarme fuertemente. �Esto dol�a! Pero yo gozaba como loca y
ten�a orgasmo tras orgasmo gimiendo de placer. Sent�a mis rotundas nalgas como
una ascua, ardientes, sangrantes, ansiosas por recibir mas castigo, hambrientas
de verga.
Eduardo entonces, acerc� su verga a mi culo pero sin
penetrarlo; sent�a su glande ardiente como lo paseaba alrededor de mi palpitante
ano. Yo le gritaba pidi�ndole que ya me la metiera, que ya no me hiciera sufrir.
Pero estaba visto que era un maestro del sadismo y se negaba a satisfacerme,
haci�ndome llorar, gritar y maldecir. �Esto si era en verdad sufrimiento! Y en
verdad lo estaba gozando pues no hay nada mejor, para m�, que mi macho me haga
padecer los m�s fuertes dolores. Mi ansioso culo ped�a la verga, que me
penetrara sin compasi�n, que se metiera de golpe y vergazo, que me lastimara,
que me destrozara, que me desgarrara. Eduardo, entendiendo que mientras m�s
padeciera m�s iba a gozar, se separ� y tomando un consolador de los m�s grandes
me lo introdujo violentamente. Di tremendo grito y casi me desmayo del dolor,
edd sin hacer caso de mi sufrimiento, lo comenz� a mover de manera descompasada,
removi�ndolo en c�rculos y adentro y afuera. Como yo ten�a las nalgas apretadas
por la forma en que me amarr�, el roce era muy fuerte y doloroso. Al mismo
tiempo me daba de latigazos en mis masacradas nalgas produci�ndome un espantoso
pero placentero dolor. Ya no me importaba que si quer�a, me matara. Los orgasmos
que estaba teniendo casi continuos, compensar�an cualquier cosa. Lleg� un
momento en que ya no sent�a dolor, ni los golpes ni la violenta penetraci�n del
consolador; todo se estaba traduciendo en placer, ese placer que solo se obtiene
del sufrimiento, del dolor, de la humillaci�n. Al fin hab�a encontrado a alguien
que comprendiera la belleza del sadomasoquismo y que sab�a proporcionar los
deliciosos tormentos que a las personas que como yo, solo gozan si antes hay
dolor.
Eduardo estaba como loco d�ndome duro con el l�tigo y con el
consolador. Me daba cuenta que �l ya estaba a punto de tener su orgasmo, pues
aument� la velocidad del movimiento del consolador y hab�a dejado de azotarme.
Ces� el movimiento y sac� el consolador de mi culo, metiendo de inmediato y sin
compasi�n su dur�sima verga. La sent� hasta el fondo y palpitante, caliente y
tersa, sus venas expandidas al m�ximo y su cabeza hinchada. �Que diferencia de
sensaciones!, definitivamente no hay nada que se compare a una verga real, de
carne y sangre. Mi apretado culo estaba con hambre de semen, de ese exquisito
licor espeso, viscoso, tibio y relajante.
Pero me di cuenta que Eduardo era un verdadero experto en las
artes sexuales, pues recost�ndose en mi espalda, me abraz� y acarici� mis senos.
Al principio suavemente, como caricias de ala de mariposa, cosquilleantes,
delicadas; pero fue aumentando su fuerza y comenz� a pellizcar mis pezones hasta
volver a provocarme dolor. Su verga estaba en mi interior est�tica, yo la
oprim�a con mi esf�nter un poco mas de lo que ya estaba por la posici�n en que
estabamos. Sent� su boca en mi cuello que me besaba y lam�a, pero de esto pas� a
morderme. El dolor y por ende el placer que sent�a era intenso. Sentir casi todo
su cuerpo pegado al m�o, al tiempo que me proporcionaba sus dolorosas y dulces
caricias era lo m�ximo.
Sus vellos p�bicos cosquilleaban mis nalgas y sent�a sus
test�culos entre mis muslos. Empez� a mover su verga y yo me sent� desfallecer
de placer. Levant�ndose de su postura, ahora ya estaba d�ndome lindamente por el
culo y me ven�an oleadas de placer. Cre� que no era posible sentir m�s placer,
hasta que sus manos se colocaron en mi cuello y empez� a apretar. �Me estaba
tratando de ahorcar!. Se me cort� la respiraci�n y me sent�a morir, pero al
mismo tiempo estaba llegando a la c�spide del placer. Mis orgasmos ya eran
incontables, enlazando uno tras otro, era un orgasmo continuo. Su verga no
dejaba ya de moverse, penetrando completamente y haciendo que sintiera que me
iba a perforar el intestino. Ya no me importaba lo que pasara, estaba dispuesta
a morir, morir de placer y de dolor, morir a manos del primer hombre que hab�a
comprendido mis necesidades de ser dominada, humillada, violada.
Ya estaba abandon�ndome en brazos de la parca, cuando sent�
que su verga se hinchaba aun m�s, que palpitaba y sus venas aumentaban de
tama�o, y entonces lleg� la magia: torrentes de semen inundaron mi lastimado
culo, desbord�ndose y escurriendo entre mis obscenas nalgas, calmando mis
ardores f�sicos y sexuales, llev�ndome al paroxismo del placer, a la c�spide de
la sensualidad. Afloj� sus manos de mi cuello y bes� tiernamente las huellas de
sus dedos que me hab�a dejado. Se qued� recostado otra vez en mi espalda pero su
verga continuaba en mi interior. Apret� mi culo para que no se saliera, pero fue
in�til ya que la cantidad de semen con que me hab�a anegado, actu� como
lubricante y se sali� con un sensual sonido de plop.
Despu�s de un rato, se acost� junto a m� y abraz�ndome me
pregunt�: -�Gozaste amor m�o?, �Te gust� lo que te hice?. Yo solo le pude
sonre�r y presentar mi boca para que me la besara, lo que �l hizo de manera
apasionada. Una vez que descans� procedi� a dasatarme y tomando unos pa�uelos me
resta�� las heridas que ten�a en mis laceradas nalgas. Yo lo dej� hacer pues lo
hac�a con verdadero deleite. No cab�a duda que era un maestro del sadismo. Ya
que me sent� confortada por sus cuidados, me incorpor� y abraz�ndolo le dije:
-Amor m�o, amo m�o, quiero ser tu perra para siempre, quiero que me trates
siempre as�, sentirme tu mujer, sentirte mi hombre, mi macho, mi amo. Ser� tu
esclava por siempre. Me acarici� suavemente y solo dijo una palabra: Sea.
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