Antes de comenzar con la historia completa de mi
transformaci�n me veo obligada a aclarar algunos detalles previos que servir�n
para entender las circunstancias en que este relato ha sido escrito.
Estas l�neas no han sido escritas directamente por m�, ya que
desde hace unos cuatro a�os no se me permite acceder a ning�n tipo de cultura.
Se me oblig� a abandonar mis estudios de Derecho, con la carrera casi acabada,
esgrimiendo el argumento de que de nada servir�a a una asquerosa ramera barata
tener cultura o conocimientos de ning�n tipo, salvo aquellos que mis Due�os me
fueran inculcando a golpes, y que sirvieran a sus prop�sitos. Desde entonces no
se me ha permitido leer o escribir nada, excepto, ahora, unas notas,
desordenadas, torpes y repletas de faltas de ortograf�a en las que he intentado
reflejar sobre todo las sensaciones y sentimientos experimentados durante todo
el proceso de mi emputecimiento extremo. De la descripci�n de las
circunstancias, personajes, usos, castigos, vejaciones y humillaciones sufridas
por m� se encarga concretamente mi Amo "T" asumiendo as� la autor�a del relato.
En un principio estimaron mis Amos la posibilidad de grabar
en un magnet�fono el relato contado directamente por m�, pero descartaron la
idea inmediatamente tras comprobar mi dificultad para expresarme. Casi no se me
entiende palabra alguna, pronunciada desde una boca poca acostumbrada a hablar,
m�s que para suplicar, gemir o babear alg�n "s�, mi Amo", "gracias, mi Amo".
Totalmente falta de dentadura, y con las enc�as cada vez m�s retraidas y los
labios hundidos, solo alcanzo a pronunciar sonidos guturales lejanamente
parecidos a palabras, junto con una copiosa baba que me cae involuntariamente
cada vez que intento hablar. Mis Amos, cansados de mis fallidos intentos por
expresarme y sentenciando con un "esta puta boca no sirve m�s que para tragar y
babear", cejaron en el intento. Me encerraron en mi celda, clausuraron mis
agujeros con sendos tapones como hace mi cuiador cada noche, dejaron papel y
l�piz en el suelo, y me ordenaron escribir todo lo que me viniese a la memoria
sobre c�mo hab�a llegado hasta mi situaci�n actual. Tras varios d�as
escribiendo, con mucha dificultad por mi falta de pr�ctica, mi Amo "T" recogi�
los papeles, me dio una soberana paliza para aturdirme y que pronto olvidara mi
"afici�n de escritora", y se dispuso a "traducir" y estructurar el relato de la
historia en base a las notas torpemente manuscritas de esta basura tragarrabos.
Y, ahora s�, esta es mi historia:
Yo era una chica normal. A mis veinte a�os disfrutaba de la
vida como cualquier otra chica de mi edad. Sal�a con chicos, estudiaba Derecho
en la facultad de mi ciudad, en el sur de Espa�a, y sobre todo me divert�a
cuanto pod�a los fines de semana con mis amigas. Nunca tuve demasiada libertad a
pesar de ser ya toda una mujer, debido a que tuve una educaci�n muy
conservadora, y mis padres controlaban bastante mis idas y venidas. Pero eso no
me preocupaba demasiado. Siempre fui una buena chica y nunca hice locuras de
juventud.
Sin ser una modelo, creo que gustaba a los chicos. 1,60 m de
estatura, cabello claro, ojos verdes. Mis tetas, de tama�o medio, eran firmes y
erguidas por aquel entonces. Un culo ligeramente resping�n, caderas no muy
anchas. El co�o bastante ancho en el pubis, aunque con la raja estrecha y los
labios recogidos, piernas bien moldeadas, y una distribuci�n de carnes no escasa
sin llegar a tener problemas de peso, completaban mi anatom�a.
Ese era mi aspecto exterior en aquel entonces, bastante
diferente al de ahora como podr�n imaginarse. Mi personalidad, extrovertida
entre mis amigas, era sin embargo reservada en algunos aspectos, sobre todo el
relacionado con mi sexualidad. Y es que a veces, masturb�ndome, o mientras
manten�a alg�n escarceo con alguno de los chicos con los que sal�a, ven�an a mi
mente im�genes que no comprend�a demasiado. En ellas me ve�a violada por varios
hombres rudos y sucios, que adem�s de penetrarme, se mofaban de m�,
insult�ndome, peg�ndome con sa�a, o humill�ndome de las m�s variadas formas. No
estoy segura de si estas fantas�as ten�an algo que ver con mi educaci�n
conservadora, si arrastro alg�n tipo de trauma infantil o si simplemente era ya
una viciosa pervertida de nacimiento. Ya nada de eso me importa. De todas
formas, ahora ya no podr�a volver atr�s, aunque quisiera. Ya no se tomar
decisiones y por supuesto no se me permite hacerlo. Y mi mente est� demasiado
afectada por todo esto para recuperar una vida normal con mi esposo (el
cornudo). No tengo ya amistades de nig�n tipo, ni relaci�n con mi familia. Mi
�nica relaci�n con personas es siempre de sumisi�n, absoluta sumisi�n. Estoy
obligada en todo momento a mostrarme y ofrecerme como mercanc�a de uso y
castigo. Solo se me valora en funci�n del uso que se me pueda dar. Cuando sirvo
de retrete no tienen m�s que consultar tarifas en cualquier establecimiento del
ramo para comprobar mi valor. Si soy usada de cenicero, mi valor corresponder�
al que marque un art�culo an�logo en una estanter�a de supermercado. Cuando soy
castigada se me valora seg�n el peso de mi carne, en b�scula, al mismo precio
que la carne de cerdo en el matadero. En uso puramente sexual, el precio ir�
acorde con el de las cerdas de apareo. Si soy cruzada con perros (ya sean
humanos o caninos) mi valor se reduce a 0, ya que es el semental el que tiene
valor, y ser�an las cr�as en todo caso las que podr�an considerarse como
mercanc�a de valor. Aunque como saben, ya nunca podr� quedar pre�ada, por lo que
solo me cruzan para desfogar a los machos y, c�mo no, para disfrutar
humill�ndome.
Pero me temo que esta zorra est�pida se ha desviado de la
narraci�n. Continuo.
Mi vida por aquel entonces era tranquila y segura. So�aba con
encontrar un hombre con quien compartir los a�os venideros, tener un par de
cr�os, y poder desarrollar mi futura profesi�n, que tantas horas de estudio me
estaba costando. Y ese hombre lleg�. Le conoc� un d�a de lluvia en una tienda de
antig�edades. Me llam� la atenci�n su buen gusto respecto a muebles antiguos.
Entablamos una conversaci�n sobre arcas y alacenas y terminamos charlando en una
cafeter�a sobre nuestras vidas. �l trabajaba en una Inmobiliaria. Hac�a estudios
de mercado sobre promociones, y cosas as�. Me gust� desde el principio por su
trato afable, y su car�cter serio. Pero sobre todo por sus ojos, que siempre
parec�an esconder algo. Me inspiraban misterio, a la vez que confianza y
calidez. Parec�a seguro de s� mismo, y bastante orgulloso. Nada que ver con lo
que, por voluntad propia es ahora. Un sumiso "cornudo chupaleches", como le
llaman mis Amos, obligado a presenciar y colaborar en la degradaci�n y
emputecimiento extremo de su esposa, que tiene que suplicar para poder cubrirme
alguna vez, y cuando le permiten hacerlo es solo desp�es de que otros hayan
descargado sus fluidos sobre esta ramera. Siempre el �ltimo, y siempre debe
limpiar a la puta con su lengua. A veces, el cornudo traga m�s cuajo que yo
misma. Despu�s le vuelven a poner el cepo en su churrita, y le obligan a
mantener su castidad, a veces durante meses.
Pero en aquella �poca me pareci� maravilloso, y me enamor� de
�l. Comenzamos a mantener relaciones sexuales poco despu�s de conocernos. Yo me
dejaba llevar por �l siempre. Me gustaba hacerlo. Me excitaba que me manejara
como quisiera. Me entregaba cada vez m�s y �l aunque al principio se mostraba
cari�oso y me trataba con tacto y suavidad, comenz� a cambiar su actitud,
manej�ndome cada vez con m�s rudeza. A veces cog�a mi cabeza agarr�ndola a la
altura de las sienes y me penetraba por la boca, como si estuviera foll�ndome el
co�o. Yo me dejaba hacer, y rara vez protestaba. Me daba �rdenes sobre c�mo
ten�a que ponerme en cada momento. Las posturas a adoptar, las cosas que deb�a
hacerle, c�mo deb�a chup�rsela, c�mo deb�a ofrecerle mi raja para penetrarme. Al
principio no me sent�a demasiado c�moda, pero aquello se convirti� en habitual.
Llegu� a la conclusi�n de que me trataba como a una puta, y as� se lo dije un
d�a. -�Es que te sientes como una puta?- contest�. No me sent� demasiado bien
cuando me dijo aquello. -A veces s�-, le dije. Le confes� mis fantas�as con
tipos duros que me violaban. -La t�pica fantas�a de las reprimidas, la
violaci�n.- me dijo. Me molest� que me llamara reprimida, y le increp� - �me he
negado alguna vez a chup�rtela como una vulgar zorra, guapo?. �por qu� me llamas
reprimida?, solo digo que a veces he tenido fantas�as de violaci�n.- No es nada
malo, creo. -No se trata de que sea malo o bueno- dijo, -Se trata de si en
realidad quieres ser tratada como una puta-. -Ya ves que s�- respond� sumisa y
avergonzada. -Algunas veces he entrado en los servicios de caballeros y he
lamido las tazas de los retretes- le solt� de golpe. Ni yo misma cre�a lo que
estaba diciendo. Es cierto que, a veces, en mi calentura de sumisi�n, hab�a
hecho eso. Quer�a sentirme sucia y humillada. Era mi fantas�a, y ahora la estaba
declarando sin reservas. Aquella situaci�n me desconcert�. Confesar aquello me
daba una sensaci�n de liberaci�n a la vez que de excitaci�n que me llev� incluso
a inventar algunas cosas que jam�s hab�a hecho o sufrido. -Una vez me dej�
acariciar por un viejo en un cine-, le dije. -Ten�a solo trece a�os, y aquel
hombre, bastante desagradable de aspecto, me cogi� del pelo y estuve lamiendo su
arrugado aparato durante toda la pel�cula. Se corri� en mi cara y limpi� su
leche en mi pelo-, le dije.
Mi novio no sal�a de su asombro. Pero le ve�a excitado.
Simul� estar enfadado por mi falta de sinceridad con �l hasta entonces, pero no
me reprendi� en absoluto por tener esas fantas�as. Al contrario, se interes� por
ellas, y me confes� a su vez que las suyas andaban por parecidos derroteros. Le
excitaba mucho, me dijo, la dominaci�n ejercida por los hombres sobre las
mujeres, aunque �l a su vez se declar� potencialmente sumiso. Eso me sorprendi�
mucho, porque no parec�a en absoluto un hombre sumiso (ahora estoy convencida de
todo lo contrario). -Se me pone dura solo de pensar en t�, chuleada por otro
hombre.- confes�. Me dijo adem�s que se sent�a un poco acomplejado por el tama�o
de su pene. A mi no me parec�a peque�o en absoluto, nada que ver con los
aparatos de mis Amos, por supuesto, pero es verdad que cuando me penetraba, a
veces llegaba un momento en que no lo notaba dentro, como si tuviera poco
grosor. Se lo dije as�, y eso, lejos de enfadarlo o acomplejarlo m�s, le puso a
cien. -Creo que debemos arreglar eso- me dijo. -Me gustar�a que probaras otras
pollas, creo que no puedo darte todo el placer que tu calenturienta mente
necesita.- Estabamos entrando en una espiral de fantas�a que me asustaba un poco
pero, como siempre, me dej� llevar. Le ve�a tan excitado con la idea de que otro
hombre me probara, que dej� a un lado mis prejuicios, y resolv� aprovechar la
oportunidad de llevar a la pr�ctica cada una de las fantas�as que hab�a tenido
hasta entonces.
Ese d�a fue el primero de la historia de mi conversi�n a la
cerda salida que soy ahora. Mi novio result� ser un aut�ntico pervertido que fue
inculc�ndome poco a poco las obligaciones de mi nueva condici�n de puta. El
servicio y la sumisi�n absoluta al macho fue la base de mi nueva educaci�n. No
solo deb�a ser puta, sino que deb�a ser sobre todo esclava. Y el primero que se
benefici� de mi doble condici�n fue precisamente mi novio. Las muestras de
cari�o que al principio ten�a conmigo fueron desapareciendo paulatinamente, y
empez� a sacarle partido a la nueva guarra que empec� a ser. Dej� de llamarme
por mi nombre. Me llamaba puta, incluso a veces en p�blico. Yo asent�a con la
cabeza agachada y siempre respond�a "s� amo", a todo. El sexo entre nosotros se
convirti� en una sucesi�n de violaciones. Aprend� a disfrutar de ellas como la
m�s servicial de las fulanas.
Pronto comenzaron los verdaderos abusos. Mi novio estaba
desconocido. Empez� a insultarme habitualmente, pero de una forma que, lejos de
ofenderme no hac�a m�s que excitar mi l�bido y mi calentura. Me llamaba
degenerada y fulana enfermiza, continuamente me reprend�a de forma desp�tica.
Nada lo hac�a bien, era una est�pida. Me llamaba tonta delante de la gente, me
ridiculizaba cada vez que hablaba. Me llevaba de la mano a todas partes, a veces
me agarraba del brazo y casi me arrastraba tras �l, como si fuera una perrita.
Cuando �bamos por la calle caminando sol�a a veces tomarme del pelo por la nuca,
simulando abrazarme y me mord�a el labio, o escup�a en mi boca fingiendo
besarme. Yo deb�a relamerme y tragar. A veces me pegaba como a una ni�a peque�a,
incluso en p�blico, d�ndome palmadas en las nalgas mientras me reprend�a por
cualquier causa. Otras simplemente me abofeteaba, lo cual me humillaba
tremendamente. Fui perdiendo paulatinamente la seguridad en mi misma. Comprend�
que mi novio pretend�a con ese trato socavar mi autoestima para potenciar mi
sumisi�n y dependencia a �l. Y aquello me excitaba tremendamente. Me volv�
insegura. Casi no era capaz de ir a ning�n sitio sola ni hacer nada sin su
ayuda. El tomaba todas las decisiones. El decid�a qu� ropa deb�a llevar. Si
alguna vez me pon�a algo que no le gustaba simplemente me ridiculizaba y hac�a
comparaciones degradantes: -con esa falda pareces un payaso de circo. Ese
vestido te hace paracer m�s gorda de lo que ya eres. Me averg�enzo de ir
contigo, vestida con ese trapo al que llamas vestido-, y cosas as�. Consegu�a
hacerme llorar a veces con su despotismo, pero jam�s me quej� por el trato a que
me somet�a, porque estaba consiguiendo hacerme sentir aquello que en mi fuero
interno siempre hab�a buscado: Humillaci�n absoluta, y dependencia del macho.
En los restaurantes, �l decid�a qu� deb�a comer y qu� deb�a
beber. Si el camarero me preguntaba, me quedaba bloqueada y no alcanzaba a decir
palabra, o mascullaba alguna tonter�a, esperando a que mi novio tomara el mando
y decidiera por m�, excus�ndome ante el camarero con un �d�jela, la pobre es un
poco tontita, y no sabe lo que quiere-, lo que me hac�a sentirme como una
est�pida. Luego bromeaba con el camarero �no le traiga sopa, porque siempre se
la derrama encima, y lo pondr� todo perdido- Durante la cena, a veces me
derramaba el vaso de agua, y hac�a ver que hab�a sido yo quien lo habia tirado.
Entonces se disculpaba con el camarero y volv�a a ridiculizarme con sus
comentarios: -�ve usted?, por eso solo la dejo beber agua. Al menos as� no
mancha nada. Y es tan tonta que se lo tira ella misma encima en vez de hacerlo a
un lado. P�dele perd�n al se�or camarero, tontita- Y yo, sumisamente -perd�n,
se�or, soy muy torpe-. El camarero deb�a pensar "vaya como trata este cabr�n a
la pobre chica", pero claro, no dec�a nada. Solo pon�a cara de circunstancias.
Fueron pasando los meses y el control que ejerc�a mi novio
sobre m� se fue haciendo completo y absoluto. Me hac�a vestir a su capricho. Ni
que decir tiene que casi siempre iba vestida como una fulana. Ropas muy
ajustadas, faldas muy cortas, casi siempre sin bragas, o con tanga. Si me pon�a
pantalones, deb�an ser claros o blancos, de tela muy fina, y deb�a ponerme
tangas negros o de colores oscuros, o bragas provocativas. Me hac�a ponerme
pantalones muy ajustados, y �l mismo se encargaba de apret�rmelos bien para
marcar la raja del co�o. Tops ajustados y con mucho escote. Sujetadores muy
bajos, que no llegaban a cubrir las areolas de mis pezones. A veces sal�a sin
sujetador, y otras �l mismo se encargaba de cortarle la zona de los pezones para
que los mostrara bien bajo la ropa. Si llevaba falda las bragas iban fuera, o
tambi�n las cortaba dejando mis agujeros al aire. Me permit�a ponerme panties,
pero claro, tambi�n cortados para dejar los agujeros de follar bien accesibles
al p�blico, como �l sol�a decir.
Continuar� ...
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