Una vez solucionado el problema de la llegada de mi primo
Kosuke las cosas volvieron a la situaci�n previa a su llegada. Ahora los cuatro
llev�bamos en casa una vida promiscua de sexo a granel que nos satisfac�a a
todos, sobre todo a mi y que llego a una c�spide cuando Kosuke consigui� sus
pechos y se convirti� totalmente en un transexual. Pero la vida es un continuo
cambio y pronto tuvimos cambios en la familia, los cuales consistieron en que
nos mudamos de casa.
La nueva casa era un autentico palacio. Alberto hab�a
encargado a su empresa que la construyese un par de meses antes de que se casase
con mi madre y en tan breve plazo de tiempo hab�an hecho un trabajo excepcional,
al fin y al cabo mi padrastro es el due�o de la empresa. La casa tiene dos
plantas con quince habitaciones con ba�o, tres salones (uno de ellos para
grandes celebraciones), una sauna, pista de tenis, piscina cubierta, un s�tano
inmenso, una buhardilla tambi�n grand�sima, calefacci�n y aire acondicionado
centralizado y un gran jard�n con arboles alrededor, todo ello circundado por
una alta verja con numerosos sistemas de seguridad. Nuestra nueva morada era
impresionante y realmente demasiado grande para el peque�o numero de gente que
la ocup�bamos, mas aun por el hecho de que pas�bamos la mayor parte del tiempo
en la buhardilla. Esta hab�a sido decorada de igual modo que el despacho de mi
difunto padre en nuestra otra casa, solo que ahora ten�amos mas espacio para las
pel�culas y los artefactos de sexo y por otro lado hab�amos llenado las paredes
de grandes cuadros con escenas de sexo salvaje. Ademas hab�a unas cuantas
habitaciones decoradas para ambientar mejor algunas fantas�as sexuales, as�
ten�amos un aula de un colegio de monjas, una celda y tambi�n una camara de
tortura medieval, ademas de una biblioteca provista de una incre�ble colecci�n
de novela er�ticas y de revistas pornogr�ficas y una sala solo para ver las
pel�culas porno. De modo que evidentemente era all� donde est�bamos mas a menudo
pues all� pod�amos disfrutar a nuestras anchas sin molestarnos por tener que
recoger nuestros juguetes por si ven�an visitas.
Mi madre fue la �nica que puso pegas a la nueva casa pues
ella no pod�a ocuparse de llevar tan inmensa casa y ademas conservar su reci�n
adquirido trabajo. Ella quer�a que contrast�semos a alguien que la ayudase en
esas labores, pero los dem�s eramos renuentes porque pod�a suponer tener que
dejar nuestro particular estilo de vida y ella se daba cuenta de ello. De todos
modos entre los cuatro trat�bamos de encontrar la soluci�n a este problema. Fue
Akiko, que era como llam�bamos a Kosuke ahora, quien nos ofreci� una posible
soluci�n. Hab�a conocido a un chico ucraniano que hacia poco que hab�a llegado a
Espa�a con su hermana, de manera irregular. Los dos eran hu�rfanos y sin familia
en su pa�s natal y tampoco ten�an amigos en nuestra ciudad, tan solo algunos
conocidos. Ademas seg�n Akiko el chico estaba buscando un nuevo trabajo y su
hermana estaba en el paro, sin olvidar que mi ahora prima dec�a que tanto el
chico como su hermana eran muy atractivos.
Alberto decidi� entrevistarse con ellos para ver si eran
quienes necesit�bamos para el trabajo. La entrevista fue totalmente
satisfactoria para mi padre, quien arregl� los documentos precisos para
regularizar su situaci�n en el pa�s y para contratarlos. No les dijimos nada en
particular acerca de nuestra especial relaci�n aunque nos aseguramos de que
fuesen conscientes de que deb�an ser absolutamente reservados acerca de lo que
ocurriese en la casa y as� espec�ficamente en el contrato se�alo mi padrastro
que la menor indiscreci�n supondr�a perder el empleo. Por otra parte el hecho de
que no tuviesen ni familia ni amigos aseguraba dicha discreci�n, por no olvidar
el hecho de que ellos vivir�an tambi�n en la casa. Por nuestra parte el plan
consist�a en incitarles a que se uniesen a nosotros sin forzarles en ning�n
caso, as� evitar�amos cualquier tipo de problema legal.
Una vez arreglado todo el papeleo y conscientes de la
situaci�n, Stephan y su hermana Ludmilla se mudaron a nuestra casa. La sorpresa
en aquel d�a fue mutua. Por parte de mi madre y m�a porque Stephan y Ludmilla
eran realmente hermosos. Stephan es rubio con los ojos de un color azul intenso,
al igual que su hermana. Los dos tienen unas bellas facciones enmarcadas por
sendas melenas, mas largas en el caso de Ludmilla. Stephan esta muy bien
proporcionado con el cuerpo de una estatua de un atleta de las olimpiadas
antiguas, aunque con mejor pene, mientras que Ludmilla tambi�n tiene una figura
espectacular que se ajusta al patr�n cl�sico de 90-60-90.
La chica me atrajo al instante, y era la primera vez que me
sent�a as� con una mujer, pues aunque, hab�a follado con mujeres esta era la
primera vez que una mujer me despertaba una rotunda necesidad de follar con
ella. Sus rasgos faciales, una mezcla explosiva de candidez y picard�a, y su
graciosa naricilla respingona me cautivaron al instante. No pod�a apartar la
mirada de aquella Venus de dieciocho a�os.
Por parte de los dos hermanos la sorpresa fue que les
recibimos desnudas. Los dos estaban at�nitos cuando mi padre tras presentarnos
tom� la palabra:
- Esta es la raz�n por la que pedimos total secreto en cuanto
a la vida aqu�. Nos gusta practicar el nudismo y no queremos que por ah� se
enteren de lo que hacemos en casa - dijo mi padre - Vosotros sois libres de ir
vestidos o no en casa, y por otro lado si cre�is que esta situaci�n es demasiado
violenta como para trabajar aqu�, pod�is marcharos si quer�is. Os dar� un mes de
sueldo a cambio de que se�is discretos.
Los dos hermanos se miraron unos instantes esperando que
fuese el otro quien tomase una decisi�n, al final fue Stephan quien habl�:
- Nos quedamos. Este es un buen trabajo y no es problema que
ustedes quieran estar desnudos en su casa si no es obligatorio para nosotros
estar tambi�n desnudos.
Los d�as siguientes empezaron con su labor, Stephan se
ocupaba del mantenimiento del jard�n y la piscina ademas de ayudar en otras
labores de la casa mientras que su hermana se ocupaba de la cocina y la
limpieza. Los dos hermanos trataban de no delatar la excitaci�n que les produc�a
aquello. Stephan no pod�a evitar mirarme con deseo cada vez que pasaba desnuda
cerca de �l y bajo su pantal�n se vislumbraba un pene considerable. Al fin y al
cabo yo tampoco estoy nada mal, pues mido 1,73 metros, tengo el pelo negro y los
ojos verdes y mis medidas son 87-55-89. Aunque tambi�n miraba con ojos
lujuriosos a mi madre e incluso a Akiko, aunque al principio le sorprendi�
descubrir que quien el pensaba que era una chica tenia un pene entre las
piernas. Ludmilla por su parte era mas vergonzosa y trataba de no fijarse en mi
padre ni en nosotras.
Por nuestra parte seguimos con nuestra vida como antes solo
que si est�bamos follando y aparec�an ellos disimul�bamos como si no hici�semos
nada. La idea era ir provocandoles pero sin que pudiesen acusarnos de montar un
espect�culo obsceno contra su voluntad. Aun as� los dos se mostraban algo
recatados y no se atrev�an a dar el paso adelante quiz�s temiendo por su
situaci�n laboral. Estando as� las cosas tendr�amos nosotros que traerlos a
nuestro terreno, aunque habr�a que andar con pies de plomo para evitar
problemas.
Yo fui la primera en actuar, pues no pod�a quitarme de la
cabeza la idea de disfrutar del cuerpo de mi bella criada. Aprovechando que
estaba sola en casa con ella, pues mis padres estaban de viaje y Stephan hab�a
acompa�ado a Akiko a los grandes almacenes, inicie mi movimiento.
Mientras me daba un ba�o la llam� para que viniese al cuarto
de ba�o, cosa que hizo al momento pues Ludmilla es una chica muy diligente.
- �Que desea la se�orita? - me pregunt� Ludmilla con un
perfecto castellano en cuanto entr� en el cuarto de ba�o.
- No encuentro la esponja con mango para frotarme la espalda
- ment� yo que la hab�a escondido a este efecto - Frotame la espalda con esta
otra esponja, por favor.
Ludmilla se acerc� a la ba�era mientras se agachaba. Justo
cuando estuvo a mi lado deje caer el bote de gel que sosten�a con la otra mano.
Como el bote era grande salpic� mucho y gran parte del agua fue a caer sobre la
ucraniana, que acab� con toda la ropa empapada. Ludmilla estaba sorprendida por
lo ocurrido y yo fing� estarlo tambi�n.
- Lo siento, Ludmilla - dije yo con falso azoramiento -
Perdona este desastre.
- No importa, se�orita - replic� ella con una preciosa
sonrisa - Perdone pero tendr� que cambiarme de ropa.
- Mujer, espera un momento - dije mientras le agarraba la
mano para que no se fuese - Frotame la espalda. Ahora que ya estas mojada no
tienes que preocuparte por volverte a mojar.
- Es que no me gusta estar con ropa mojada encima - repuso
ella.
- Pues desnudate y me frotas entonces la espalda - dije yo
resueltamente.
Ludmilla se quedo callada unos instantes.
- No me dir�s que te da verg�enza - continu� yo - No has
aprendido de nosotros que el desnudo no es nada de que avergonzarse, sobre todo
siendo tan hermosa como tu.
- No exagere, se�orita - dijo ella mientras se ruborizaba -
Usted si que es hermosa.
- Bueno no discutamos y venga haz lo que te he dicho - le
respond�.
Sin apenas mas vacilaciones Ludmilla se desnud�, dejando al
descubierto su precioso cuerpo. Sin prisas y sin ning�n recato repase de arriba
a bajo a la chica y simplemente puede ser descrita como una autentica beldad.
Ludmilla se dio cuenta de mi mirada inquisidora pero no dijo nada, tan solo se
agach� y empez� a frotarme la espalda con sus peque�as y suaves manos. Sentir el
contacto de su piel con mi piel me produc�a una sensaci�n muy placentera, pero
muy pronto termin� la labor que le hab�a encomendado y trat� de marcharse.
- No te vayas Ludmilla, aun necesito tu ayuda - le dije.
La chica se quedo en pie frente a la ba�era mientras yo me
enjuagaba el cuerpo y luego me tendi� la toalla para secarme. Una vez fuera de
la ba�era y seca me pregunto Ludmilla:
-�Que mas tengo que hacer?.
Yo cog� del armario del ba�o unas tijeras, una maquinilla de
afeitar desechable y espuma de afeitar. Me sent� en un taburete tras quitarme la
toalla y separe bien mis piernas, dejando mi co�o al descubierto.
- Tengo el vello del co�o muy descuidado, quiero que tu me lo
afeites - dije yo con seguridad.
Ludmilla me mir� extra�ada porque ella tenia el vello p�bico
como yo, salvo que de color rubio, pero acat� mi orden y se arrodill� entre mis
piernas. Le di las tijeras para que rebajase la cantidad de vello antes de que
usase la cuchilla, porque realmente hacia mucho que no me depilaba, hasta el
punto que la noche anterior Alberto me hab�a castigado con su fusta por tener el
vello tan largo. Con mucho cuidado ella me cort� el vello dejando caer al suelo
los peque�os mechones que iba cortando. La suavidad de su actuaci�n me estaba
poniendo a mil por hora y comenzaba a humedecerse mi co�o, lo cual Ludmilla
advert�a. Despu�s me unt� la espuma de afeitar y con mucha delicadeza fue
pasando la cuchilla sobre el corto pelo que aun quedaba hasta que mi co�o qued�
como el de una ni�a. Una vez termin� pase mi mano sobre mi pubis para sentir la
suavidad de la reci�n depilada piel.
- Lo has hecho muy bien - le dije a Ludmilla con una sonrisa.
- �En serio? Es la primera vez que lo hago - replic� ella con
mirada picara.
- Si, toca y veras lo suave y bien que me has dejado el pubis
- invit� yo a la chica.
Ludmilla se dej� llevar y sin dudar pas� su mano sobre mi
co�o y no solo sobre mi monte de Venus, pues sus dedos tambi�n pasaron sobre mis
labios vaginales. Este contacto me produjo un escalofr�o de placer que Ludmilla
not�, e hizo que se sonrojase. La ucraniana se levant� con intenci�n de
marcharse pero yo la agarre por la mano y lo evite.
- �Te gustar�a que yo te depilase a ti? - le pregunt� sin
rodeos a Ludmilla.
- Si, por favor - respondi� entrecortadamente la chica.
Ahora repetimos el ritual siendo yo la que la depilaba.
Cuando termin�, ella se paso la mano sobre el h�medo y virgen co�o disfrutando
de esta nueva situaci�n. Sin esperar a que ella me dijese nada yo pase con mucha
suavidad mi mano sobre su vulva y luego la lam�. Ludmilla no dijo nada solo me
mir� con ojos de deseo y entonces yo la bes� en los labios. Ella respondi� a mi
beso abriendo la boca permitiendo que con mi lengua explorase el calido interior
de su boca. Comenzamos a juguetear con nuestras lenguas enroscandose entre si
sin parar. La situaci�n se desarroll� r�pidamente y Ludmilla con manos
dubitativas comenz� a acariciarme. Yo por mi parte comenc� a acariciar sus senos
sopesandolos cuidadosamente, para luego acariciar su pezones terminando por
pellizcarlos. En ese momento Ludmilla gimi� de placer. Esto me dio una idea y
volv� a pellizcarle los pezones pero mas fuerte, y su respuesta fue un gemido
mayor. Esto me pareci� un indicativo de que podr�a gustarle probar la sumisi�n,
lo que result� ser exacto. Tras sus pechos pas� a ocuparme de su co�ito,
acariciando sus labios y su cl�toris, para luego pellizcarlos y tirar de ellos
entre los gemidos de placer de la ucraniana.
La situaci�n estaba ya al rojo vivo cuando yo interrump� a
Ludmilla.
- �Te gusta esto? - le pregunt� a Ludmilla.
- Si, mucho - respondi� entre jadeos.
- �Serias capaz de hacer lo que yo te diga?, pero sin
vacilar, obedeciendome en todo.
- Claro - respondi� Ludmilla - Pero sigamos.
- A partir de ahora yo soy la que mando aqu�, entendido
Ludmilla - le dije con voz autoritaria - Tu har�s todo lo que yo te ordene y
solo te dirigir�s a mi como ama.
- Si, se�orita.
Le di un cachete en la mejilla y con mirada severa le
pregunt�: - �Que te he dicho?.
- Si, ama - volvi� a responder.
Fuimos a mi habitaci�n y all� cog� de mi armario una serie de
prendas para vestir a mi criada y ahora esclava. Le puse unos shorts de cuero
con una abertura en la entrepierna cerrada con una cremallera, un sujetador
tambi�n de cuero que tan solo servia para remarcar su pecho y alzarlo, unas
medias de rejilla, unos zapatos de tac�n de aguja negros, un collar de perro con
tachuelas met�licas y una mascara de cuero a la que pod�a cerrar las aberturas
de los ojos y la boca. Por mi parte yo me puse unas medias con liguero negras y
un corpi�o de cuero rojo junto con unas botas con tac�n de aguja a juego con el
corpi�o que llegaban hasta mis rodillas.
Ludmilla trat� de dar unos pasos con su nuevo calzado pero no
estaba acostumbrada a este tipo de zapatos y perdi� el equilibrio cayendo sobre
la cama y casi haciendome caer a mi.
- Vaya si no sabes caminar tendr�s que ir a cuatro patas - le
dije con voz severa.
Trato de ponerse de nuevo en pie pero entonces la azote con
una fusta en las nalgas y le pregunt�: - �Acaso no has o�do lo que he dicho?.
Ludmilla se quedo dubitativa, pero un nuevo fustazo en el
culo propinado con mas fuerza la llev� a obedecer. Una vez de rodillas acarici�
sus pechos con el extremo de la fusta mientras que con la puntera de la bota
sobaba su co�ito por encima de los shorts. A Ludmilla aquello le estaba gustando
lo cual me plac�a, pero era mas lo que yo tenia planeado. Cog� una correa y la
un� al collar de la sirvienta y luego le cerr� las aperturas de los ojos para
que no viese donde ibamos.
- Vamos, adelante perrita - jaleaba a Ludmilla mientras
tiraba de la correa.
La chica avanzaba despacio sin poder ver nada y yo comenc� a
azotar su trasero mientras le exig�a que avanzase mas deprisa. La llev� hasta
las escaleras que conducen a la buhardilla e hice que las subiese. Una vez
dentro la llev� hasta la mazmorra donde me sent� en una butaca muy parecida a un
trono con ella a tumbada a mis pies, siendo en ese momento cuando le abr� de
nuevo las aperturas de la capucha. Ludmilla mir� a su alrededor sin reconocer
donde la hab�a llevado y sus ojos mostraban ansiedad por esa circunstancia.
Antes de que pudiese reaccionar de modo inesperado le dije:
- No te preocupes, tu �nica misi�n ahora es complacerme en
todo lo que te diga, �de acuerdo?.
- Si, se�orita - respondi� ella aunque al ver que iba a
golpearla con la fusta rectific� diciendo: - Si ama, si ama.
De poco le sirvi� porque aun as� le azot� los pechos con
fuerza mientras que le dec�a que si o�a alg�n quejido tendr�a mas castigos.
Ludmilla no se quejo en cambio se puso mas caliente pues aumentaron sus jadeos
de placer y se estremec�a por las sensaciones er�genas que recorr�an su cuerpo.
Levant� una de mis piernas y le dije que me lamiese la bota.
La ucraniana aprend�a r�pido y se aplic� a lamer el cuero rojo de la bota con
fruici�n hasta que toda ella estuvo reluciente. Hice que chupase los tacones
como si mamase una delgada polla y aunque nunca hab�a hecho una felaci�n gracias
a mi indicaciones r�pidamente lo hizo a las mil maravillas. Todo este
tratamiento lo repiti� con la otra bota, hasta que me aburr�. Entonces hice que
me descalzase y me lamiese los pies. Cada unos de los dedos fue lamido con total
devoci�n pues en cuanto me disgustaba m�nimamente la actuaci�n de Ludmilla
golpeaba su espalda con mi fusta, siguiendo as� hasta que hubo lamido por
completo mis pies y tuvo la espalda totalmente cruzada por las se�ales de mis
fustazos. Ludmilla en todo aquel rato no se quej� en absoluto muy al contrario
disfruto mucho pues apenas pod�a contener sus gemidos y sus muslos brillaban
gracias a los fluidos que se deslizaban por ella procedentes de su sexo y que
brotaban aun cuando vest�a los shorts de cuero. Entonces le dije que siguiese
lamiendome pero ahora las piernas. Lentamente fue subiendo por ellas, pues hice
que me las lamiese a fondo. Me encantaba sentir el contacto h�medo de su calida
lengua recorriendo mis piernas arriba y abajo o haciendo c�rculos sobre ellas.
Luego le di permiso para que siguiese subiendo y le ordene que me lamiese el
co�o. En ese momento se volvi� a detener debido a las dudas, pero una nueva
serie de golpes de fusta, esta vez en sus gloriosos pechos la llevaron a
obedecer. Torpemente me lam�a los labios vaginales y el cl�toris recorriendolos
en toda su extensi�n. Yo le agarr� la cabeza dirigiendola para que me lamiese el
cl�toris o el interior de mi vagina con mas intensidad, y pronto Ludmilla no
necesito de mis indicaciones para satisfacerme plenamente. La verdad es que
Ludmilla estaba resultando una esclava muy f�cil de domar y muy lista.
Estuvimos as� al menos media hora durante la cual mi esclava
me proporciono como media docena de orgasmos gracias a su infatigable labor
bucal. Ahora que Ludmilla hab�a degustado mis flujos vaginales me pareci� el
momento adecuado para continuar con su adiestramiento y hacer que probase otro
de mis fluidos. Hice que Ludmilla se pusiese de rodillas con la cabeza levantada
y la boca abierta mientras que yo me pon�a de pie dejando mi co�o a la altura de
su boca.
- No te muevas y no cierres la boca - ordene a la ucraniana
que no se imaginaba lo que pensaba hacer.
Deje fluir un chorro de calida y amarilla orina y la reacci�n
de la chica fue apartarse y cerrar la boca. Como ya hab�a temido esta reacci�n
cort� de inmediato mi meada y con la fusta azot� a mi esclava en los pechos con
fuerza para que gritase de dolor.
- Te permito que bebas mi meada y tu haces esto - le
recrimin� a Ludmilla - Voy a tener que castigarte mas duramente para que
aprendas a obedecer.
Este era el momento cr�tico pues si Ludmilla se somet�a en
ese trance ya estar�a segura de que obedecer�a todo lo que yo quisiese aunque
tuviese que castigarla un poco para que acatase mis ordenes, en cambio si se
rebelaba no habr�a nada que hacer y perder�a mi oportunidad. Ludmilla no se
rebel� y cuando le dije que me mostrase las manos las tendi� hacia mi d�cilmente
esperando que yo la castigase por su desobediencia. Le coloque sendas mu�equeras
acolchadas las cuales llevaban cada una gruesa argolla met�lica. Coloque en las
argollas los extremos de dos cadenas que pend�an del techo y las asegur� con
candados. Una vez as� comenc� a tirar de las cadenas alzando los brazos de la
ucraniana cada vez mas hasta que en primer lugar se tuvo que poner de puntillas
y despu�s qued� suspendida en el aire, colgando de los brazos. Ludmilla se
balanceaba mientras se quejaba de dolor, para evitar que siguiese moviendose sin
control le asegure las piernas de igual modo que hab�a hecho con sus brazos,
permitiendo as� que su bamboleo fuese menor.
Entonces tom� de un estante un mont�n de pinzas de cocodrilo
met�licas, con unos buenos dientes y muy apretadas. Distribu� por el cuerpo de
la chica las pinzas, colocando una en cada uno de sus pezones y en el cl�toris
mientras que en los labios vaginales y en los pechos propiamente dichos coloqu�
varias. Ludmilla gritaba de dolor cada vez que situaba una de las pinzas pero
pronto volv�a a emitir sonidos guturales de placer pues realmente le gustaba lo
que le estaba haciendo. Como esta tortura termin� muy pronto pas� a un nuevo
tormento. Del mismo estante cog� una serie de pesas, todas ellas de refulgente
metal y de medio kilo de peso, especiales para colgarlas de las pinzas. Fui
colocando en cada una de las pinzas una pesa y tan gran peso estir� los pezones
y el co�o de la ucraniana como si fuesen de goma. La chica gem�a de dolor y
placer mientras brotaban de sus ojos grandes lagrimas y murmuraba algo en
ucraniano.
- Habla en espa�ol, zorra - le dije a la vez que le daba un
bofet�n en la cara.
Entonces ella dijo en su casi perfecto castellano: - Mas ama,
cast�gueme mas.
Parec�a que esta chica no tenia limites y eso me gustaba as�
que decid� seguir con mis castigo sin ninguna contemplaci�n. Cog� una paleta de
madera y comenc� a golpearle el culo a Ludmilla. Daba golpes secos y precisos en
su precioso trasero que le arrancaban alaridos, no se si de dolor o placer. Le
azotaba el culo de manera met�dica y precisa, sin precipitarme para que pudiese
apreciar el dolor de cada azote en su justa intensidad. Cuando el culo de la
ucraniana estuvo al rojo vivo, par� y decid� centrarme en mortificar otra zona
de su anatom�a. Dej� la paleta y tom� un l�tigo de varias puntas con extremos
met�licos. Estos tan solo eran peque�as bolas de acero de tan solo 5 mil�metros
de di�metro, pensadas para no hacer heridas pero si causar dolor. Azot� con mi
l�tigo a mi esclava a placer, incidiendo unas veces sobre su espalda, otras
sobre sus pechos, a menudo sobre su vulva. Como le hab�a vendado los ojos no
sabia ni cuando ni de donde le vendr�a el latigazo y eso hacia que a cada golpe
ella se debatiese debido a la sorpresa de dolor lo cual hacia que las pesas se
balanceasen estirando aun mas su flexibles pezones, cl�toris y labios vaginales.
Despu�s de casi veinte minutos de tratamiento casi todo el
cuerpo de Ludmilla estaba muy rojo , mientras que sus piernas eran un r�o de
flujos vaginales y entonces decid� parar. La descolgu� y la liber� de sus
ataduras a lo que Ludmilla respondi� con sonidos desaprobadores aunque no os�
discutir lo que hacia pues no sab�a cual ser�a mi reacci�n.
- Ahora vuelve a abrir la boca y ponte de rodillas con la
cabeza erguida - orden� a Ludmilla mientras le volv�a a dar un latigazo en los
pechos.
Ella lo hizo as� sin tardar un segundo y yo volv� a mear en
su boca. Ahora Ludmilla no se retir� de hecho se lo bebi� todo hasta la ultima
gota y luego me limpio el co�o con la boca. Como ahora hab�a actuado conforme a
mis ordenes le acaricie la cara suavemente y el pecho mientras con mirada
aprobadora le dec�a: - Ves puta, si acatas mis ordenes todo es mucho mas f�cil.
- Ten�is raz�n ama - respondi� ella.
- �Eres virgen? - le pregunt� aunque era capaz de adivinar su
respuesta afirmativa.
- �Como? - pregunt� ella con gesto de no entender que le
estaba preguntando.
-� Que si te han follado alguna vez, o sea si has hecho el
amor? - aclar� yo.
- No ama, nunca - fue la respuesta de Ludmilla.
Era estupendo pues por fin podr�a desvirgar a una chica que
era una cosa que so�aba desde hacia meses. Por otro lado sabia que esta primicia
la querr�a mi padrastro para �l y seguro que me recompensar�a si yo le entregaba
a mi esclava sin abrir. La decisi�n era dif�cil y al final opt� por desvirgarle
solo el co�o, seguro que Alberto disfrutar�a el desvirgarle el culo lo
suficiente como para recompensarme, pues de hecho es un adorador del sexo anal.
Tir� fuertemente del collar de Ludmilla y la llev� hasta el
potro. All� la at� dej�ndole el culo en pompa. Le at� las piernas muy abiertas,
todo ello sin quitarle las pinzas ni las pesas. Una vez puesta en posici�n
busqu� un consolador con arn�s que fuese digno de esta ocasi�n. No me cost�
demasiado decidirme y cog� un vibrador doble con arn�s de color negro, cuyas dos
pollas median 28 cm de largo y 9 de grosor. Era realmente un monstruo pero era
lo indicado para la ocasi�n. Me introduje mi extremo con rapidez hasta que me
llen� totalmente por dentro y luego asegur� las correas. Entonces me coloqu�
detr�s de mi esclava, escup� en su co�o y luego en la punta del vibrador y
comenc� la penetraci�n. Me costaba alojar aquel gigante en el virgen co�o de
Ludmilla quien gritaba de dolor, gem�a y dec�a entrecortadamente en ucraniano y
en espa�ol que se la metiese mas y le hiciese da�o. Mi empujones adem�s de
clavar el consolador en el co�o de Ludmilla tambi�n me abr�an mas a mi pues mi
extremo entraba cada vez mas aunque me parec�a algo imposible. Me estaba
costando abrir a la ucraniana pero poco a poco le fui metiendo el consolador
hasta que estuvimos en contacto, mi pelvis contra su culo. Entonces comenc� a
bombear mientras que pon�a en marcha la vibraci�n del consolador. Una vez
abierta del todo y gracias al torrente de flujos que generaba y no en poca
medida gracias a la hemorragia que mi salvaje desvirgaci�n le hab�a causado fue
mas f�cil mover el juguete en su interior. Ludmilla se agitaba con mis embates,
balanceando las pesas que pend�an de sus partes intimas, pero el dolor que le
causaban las pesas era ahogado por el mar de sensaciones placenteras que mi
penetraci�n le estaba deparando. Pronto Ludmilla comenz� a dar alaridos de
placer llevada por las sensaciones que se acumulaban a lo largo de todo su
cuerpo. Impresionantes chorros de fluidos vaginales surgieron del co�o de
Ludmilla justo cuando alcanz� el mas potente de sus orgasmos. Yo tambi�n llegu�
en ese momento al cl�max lanzando salvas de flujos vaginales a mansalva. Tras
este shock sexual est�bamos agotadas y nos quedamos quietas para recuperar
fuerzas.
No hab�an transcurrido ni diez minutos desde nuestra bestial
corrida cuando la puerta de la mazmorra se abri� y entraron Stephan y Akiko.
Stephan iba gateando con los ojos vendados siendo paseado por Akiko y ademas
llevaba insertado en el culo un vibrador.
Akiko me explic� que hab�a seducido al chico en los grandes
almacenes donde le hab�a pillado haciendose una paja en un probador desde donde
la espiaba mientras se probaba ropa. Llevado por la lujuria se hab�a dejado
hacer y Akiko lo hab�a domado a gran velocidad, de manera que ahora estaba de
rodillas y con el culo abierto. Akiko hizo que su esclavo se pusiese en pie
mientras que yo acerqu� a Ludmilla a su hermano. Akiko coloc� un cond�n a
Stephan en su enhiesto pene al que hab�a cortado la punta y yo hice que Ludmilla
lamiese la polla de su hermano pensando que se trataba de un consolador y as� lo
crey� gracias al l�tex del preservativo. Los dos hermanos estaban disfrutando
mucho sin saber lo que estaban haciendo mutuamente. En el momento en que Stephan
se corri� les devolvimos la vista ambos hermanos de manera que se encontraron
una con que hab�a estado chupando la polla de su hermano y el otro con que hab�a
llenado la cara de su hermana de semen. Tras un momento de sorpresa soltamos a
los dos y Stephan le clav� su verga a su hermana con la anuencia de esta. Akiko
cogi� un consolador largo de dos extremos y tras metermela por el culo introdujo
el dildo en su culo y en mi co�o. Las dos parejas follamos una junto a la otra
disfrutando mutuamente del placer de los cuatro hasta que lleg� el momento de la
corrida la cual me correspondi� a mi pues Ludmilla ya hab�a tenido su raci�n de
semen. Una vez me ofrendaron su lefa Akiko y Stephan se retiraron mientras yo
relam�a el semen de mi cara y Ludmilla lamia el que hab�a ca�do en mis pechos.
Desde aquel d�a los dos hermanos pasaron a ir desnudos por
casa y a participar del sexo en grupo con todos nosotros, aunque mis padres no
pudieron disfrutar de los hermanos hasta tres d�as despu�s cuando volvieron de
su viaje. Para ellos fue una gran y grata sorpresa llegar a casa y encontrar que
tanto Stephan como Ludmilla andaban por ella desnudos, m�xime cuando les dije
que ya eran parte de nuestro grupo y les habl� de su docilidad.
Mi padrastro no pudo esperar mas y dej� las maletas en la
entrada, mientras reclamaba la presencia de Ludmilla. Esta apareci� radiente en
su desnudez y con mirada expectante pues deseaba saber que era lo que ir�a a
pasar.
- Ludmilla tu eres la sierva de mi hijastra Sabrina - le dijo
mi padre - Pero puesto que ella es a su vez mi esclava tu tambi�n estas a mi
completo servicio.
- Claro, amo Alberto - dijo sin dudar Ludmilla quien se puso
de rodillas ante mi padre en se�al de sumisi�n.
En aquel momento apareci� en escena Stephan a quien mi madre
y mi padrastro lanzaron una mirada de deseo, que fue correspondida por el chico,
quien estaba totalmente erecto. El tambi�n se coloc� de rodillas ante mis padres
mientras declaraba ser su total y humilde sirviente.
Mi padre se abri� la bragueta y plant� su enhiesto falo ante
los dos hermanos los cuales se lanzaron a lamerlo con voracidad. Disputaban cada
mil�metro del caliente m�sculo con sus lenguas cubriendolo completamente de
saliva y proporcionando de paso gran placer a Alberto. Mi madre se desnud� y
pas� a catar el suave co�o de Ludmilla. Se dedic� a lamerlo con maestr�a e
intensidad haciendo que Ludmilla profiriese gritos de placer y dejase el campo
libre a su hermano. Stephan cogi� el pene de mi padrastro y lo engull� como si
toda su vida se hubiese dedicado a chupar pollas. Lo chupaba de arriba a abajo
tragandose totalmente y sin dificultad ninguna aquella verga hasta llegar hasta
los cojones. Luego lentamente la extra�a de su boca para terminar jugando con la
uretra y el prepucio de mi padre y luego volv�a a empezar. As� estuvo mucho
tiempo mientras su hermana disfrutaba de la lamida de mi madre quien ahora se
dedicaba a explorar el orificio anal de la joven ucraniana. Lo lam�a alrededor y
luego pasaba a ocuparse de nuevo del cl�toris de Ludmilla para despu�s pasar a
lamer de nuevo el ano y de cuando en cuando chupaba con dedicaci�n el sensible
espacio existente entre ano y co�o.
Yo por mi parte cog� entre mis labios el pene de Stephan y me
dedique a proporcionarle un trabajo similar al que �l le estaba haciendo a mi
padrastro, pero el ucraniano no ten�a tanta experiencia como mi padre y pronto
se corri� en mi boca. Yo me tragu� su semen dulce sin ning�n reparo hasta que
dej� su polla reluciente y segu� chupando. Minutos despu�s not� como el chico se
tensaba de nuevo pero esta vez no recompens� mi mamada con una raci�n de semen,
sino que fue su orina la que fue a parar a mi boca. El torrente dorado y salobre
del chico sigui� el mismo camino que su corrida y me beb� la gran mayor�a de su
lluvia amarilla, mientras que mantuve una parte en mi boca y el resto deje que
fluyese sobre mis pechos. Abandon� mi posici�n y me acerqu� a Ludmilla para
besarla en la boca y darle parte de la meada de su hermano, lo que ella recibi�
con gran gusto pues lanz� una nueva avenida de flujos vaginales en la boca de mi
madre. En este momento ademas mi padre le quit� a Stephan su caramelo y se lo
dio a Ludmilla quien sin apenas tiempo para reaccionar recibi� la corrida de mi
padrastro en su boca. La invasi�n de su boca por la verga de mi padre le produjo
tos a la ucraniana y la mayor parte de la corrida paterna acab� sobre los pechos
de la chica. Mi madre y Stephan se lanzaron a lamerla dejando a la pobre
Ludmilla solo con la escasa cantidad de lefa que no se hab�a ca�do de su boca.
Mi padre levant� a Ludmilla del suelo como si fuese una ni�a
y la puso a cuatro patas sobre un sof�. Como le hab�a dicho que Ludmilla solo
ten�a virgen el culo escupi� en el ojete de la chica, en la punta de su carajo y
apunt� su pene hacia el estrecho agujero negro de Ludmilla. Esta ya sabia lo que
le iba a pasar y se abri� bien las nalgas con las manos mientras trataba de
relajar el recto, pero no fue suficiente. La primera acometida de Alberto
arranc� un sonoro grito a Ludmilla a la par que bastante lagrimas, sin embargo
la chica no se amilan� y le dijo a Alberto que apretase mas. Este cuya intenci�n
era romper el culo a Ludmilla tanto si quer�a como si no recibi� esas palabras
como si fuesen un regalo del cielo y de un brutal empuj�n le meti� toda la polla
a Ludmilla en el culo. Esta gimi� de dolor y placer y sin apenas tiempo para
aclimatarse al nabo que horadaba su recto comenz� a moverse. Alberto acompa��
los movimientos de Ludmilla con los suyos y pronto estaba follando el ojete de
Ludmilla con total libertad aunque esta todav�a lloraba por el dolor que le
causaba aquel poll�n que le hab�a desgarrado el recto y que estaba cubierto por
restos de la hemorragia de ese desgarr�n.
A la vez que mi padre desvirgaba a Ludmilla mi madre cog�a la
polla de Stephan, nuevamente erecta y se la met�a en el co�o. Mi madre recibi�
con gemidos aprobadores las medidas de la polla del chico. Stephan comenz� a
follar a mi madre de modo met�dico y pausado para evitar correrse en poco tiempo
lo cual aumentaba el disfrute de mi madre. Ademas de sus empellones mi madre
pod�a sentir como el joven apretaba sus pechos con fuerza, estirandolos como si
fuesen gelatina y eso pon�a a mi madre aun mas cachonda. Yo me un� a mi madre y
a Stephan tras haber subido a mi habitaci�n y haber cogido un consolador doble
con arn�s. De vuelta con ellos le introduje a Stephan el extremo libre. Este
gru�� de placer al sentir como me abr�a camino en su interior y al terminar de
meterle el juguete apret� el ritmo con que follaba el co�o de mi madre. Este
aumento de ritmo supuso el incremento de los gemidos de mi madre que pronto se
corri� lanzando chorros de flujos que empaparon el suelo de la habitaci�n.
Tambi�n yo me corr� gracias a mi consolador, sincronizando mi orgasmo con el de
Stephan quien reg� el co�o de mi madre con su semen. Una vez alcanzado el
orgasmo nos detuvimos para ver como le iba a Ludmilla y Alberto. Este aguant�
varios minutos mas su follada de aquel virginal ano hasta que un instante antes
de eyacular sac� su falo manchado de la sangre de Ludmilla del culo de esta y lo
acerc� a la boca de la chica. La ucraniana se trag� la polla hasta los huevos y
as� se trag� la corrida de mi padre de modo integro, sin desperdiciar ni una
gota.
As� termin� la primera experiencia de los seis juntos, pues
aunque Akiko no hab�a participado activamente con nosotros, hab�a estado
observando toda la escena mientras se masturbaba pajeandose y metiendose un
vibrador en el culo. Desde entonces los seis hemos follado a tope juntos,
compartiendo muchas experiencias y tambi�n nuevos compa�eros y compa�eras de
aventuras, lo que os contare mas adelante.
CONTINUARA.....
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experiencias o historias mi correo es
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