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Relato: DINERO



Relato: DINERO

DINERO


Apenas ten�a quince cuando me cas� con Atilio, fue con el consentimiento de mis viejos porque hac�a tiempo que lo conoc�an y hab�a calado hondo en la familia y lo quer�an como a un hijo.
Dem�s est� decir que fue mi primer hombre, el me llevaba seis a�os y nos hab�amos conocido por un amigo en com�n.
El trabajaba en una importante empresa que daba servicios de limpieza a otras empresas, como ser por ejemplo industrias, hoteles, dependencias gubernamentales. El b�sicamente participaba en las cuadrillas que limpian vidrios desde afuera de los edificios, esos que uno ve t�picamente en las pel�culas y que inspiraron tantas escenas de comicidad � disparatadas tomas de acci�n.
Todo iba bien entre nosotros, �ramos el matrimonio perfecto, cuando llegaba a mis veinte a�os est�bamos planificando tener nuestros primer hijo, sencillamente dejamos de cuidarnos, y una macabra pirueta del destino cambiar�a para siempre nuestras vidas.

Cuando esa ma�ana tocaron a mi puerta, jam�s imagin� escuchar lo que escuchar�a, al otro lado, un par de compa�eros de trabajo me pondr�an al tanto que mi esposo hab�a tenido un severo accidente, los sistemas de seguridad hab�an fallado, hab�a ca�do de una altura considerable golpeando con varios objetos a su paso�
Lo siguiente que recuerdo es que volv�a en m� luego del desmayo, �l estaba vivo, pero demasiado golpeado por los impactos, era un milagro que no hubiera muerto.
Atilio no sali� muy bien parado de ese accidente, entre varios percances hab�a golpeado su pene de tal forma que de milagro no se lo amputaron, qued� totalmente impotente, sin sensibilidad, una pierna con severas secuelas, al punto de llevarla casi a la rastra y tener que valerse de un bast�n para poder movilizarse. Imaginen el tiempo que le llev� reponerse de varias fracturas, hematomas y contusiones, tuvieron que intervenirlo quir�rgicamente unas seis veces en distintas partes del cuerpo.

Cuando todo hab�a pasado, conclu� que estar�a atada de por vida a una sombra de hombre, con profundos trastornos psicol�gicos y asistencia casi permanente, era com�n que despertara gritando por las noches, sudado, angustiado, llorando, el era muy fuerte y soportaba con hombr�a los dolores permanentes de su maltratado cuerpo.
Nos fuimos arreglando con el tiempo, Atilio era muy h�bil con la lengua, con los dedos, incluso usando juguetes, pero me faltaba algo, no pod�a evitarlo, ambos lo sab�amos y para �l el hecho de ser tan joven y tener su vida sexual terminada era sencillamente devastador.
Los a�os fueron da�ando nuestra relaci�n, como mujer no pod�a dejar de a�orar una buena verga en mi interior, y las cosas se fueron complicando d�a a d�a, el amor que sent�a por �l se fue mezclando con l�stima, al punto de no saber bien donde estaba parada.

A todo esto nuestra situaci�n econ�mica era de lo peor, Atilio se hab�a jubilado por su discapacidad permanente, la paga era miserable y yo pasaba demasiado tiempo en su cuidado, hac�a algo de reposter�a para ganarme unos pesos, pero era poco y nada.
Don Enrique, era el due�o de la empresa donde mi esposo se hab�a accidentado, y tal vez por un tema de remordimiento y compasi�n nos visitaba cada tanto, para dejarle algunos trabajos administrativos que Atilio pod�a hacer desde casa y a cambio nos dejaba algunos pesos.
Este se�or, ten�a m�s de sesenta a�os, luego de tantas visitas hab�a una afinidad entre ambos y se quedaban unas horas hablando de todo un poco. A m� me pon�a bastante nerviosa, porque a pesar de ser bastante rellenita tengo una cola un tanto llamativa, y siempre sent�a los ojos del viejo clavados en mi cuerpo, con mirada lasciva.

Una tarde, cuando la confianza era m�s que suficiente, est�bamos en la cocina, sentados los tres, y palabras van palabras vienen se dio el siguiente di�logo:

- Es as� mi amigo Atilio, todas las mujeres son prostitutas, todas tienen su precio
- No don Enrique, no todas, no coincido
- Todas, Atilio, todas� pesos m�s, pesos menos, todas corren tras el dinero
- No, no, mi esposa por ejemplo, ella jam�s lo har�a�

Lo mir� a Atilio con un dejo de protesta, por qu� diablos ten�a que meterme en la conversaci�n, los ojos del viejo se clavaron en m�, no le gustaban los desaf�os, sac� su billetera y poniendo unos billetes sobre la mesa pregunt�:

- Mar�a, este dinero ser� tuyo si me pegas una buena mamada
- Por qui�n me toma? Yo no soy as�

Meti� la mano en la billetera y tir� unos billetes m�s sobre la mesa

- Y ahora?
- No! dije que no! puede poner todos los billetes que quiera�

El viejo insisti�, un par de veces, Atilio y yo nos mir�bamos ya con dudas, realmente era demasiado, cuanta falta nos hac�a, pero no quer�a dar el brazo a torcer. Al fin don Enrique pareci� cansarse y dijo al tiempo que tomaba el dinero

- Bueno, parece que ustedes ganan�

Pero Atilio apur� apoyando la base del bast�n antes que el viejo pudiera recogerlo

- Est� bien, usted gana�

Nos miramos con complicidad, sabiendo porque lo hac�amos, conduje al anciano al dormitorio mientras Atilio encend�a el televisor para aislarse de la situaci�n

Desabroch� los pantalones, baj� el cierre y palp� su bulto, realmente estaba desesperada por chupar una buena verga, y don Enrique s� que ten�a una buena verga�
Se sent� sobre la cama y yo me arrodill� en el piso, entre sus piernas, su pija fina pero larga, extremadamente blanca, la llev� a mi boca, se la lam�, una y otra vez, que bien se sent�a! No me importaba que fuera un anciano, hac�a tiempo que hab�a olvidado lo que era un hombre.
Sent� su sabor, la acarici�, la admir�, apreci� sus largos y ca�dos test�culos, hab�a pasado media hora, la pija del viejo no terminaba de ponerse dura, es m�s, ni siguiera amagaba con hacerlo y comenc� a cansarme, evidentemente hab�a perdido la gracia del principio y solo buscaba que esto se terminara.
Don Enrique percibiendo la situaci�n me apart� con cari�o y me dijo:

- Listo querida, ves? Sos tan puta como cualquiera, solo quer�a probarlo�

Esa jornada fue la puerta para que las cosas cambiaran, al tiempo recib�a de parte del viejo una propuesta de trabajo, como secretaria.
Comenc� a trabajar, y la relaci�n fue seria, jam�s hablamos de ese d�a, pero poco a poco la relaci�n con mi esposo se iba enfriando, conoc� a Jos� Luis, hijo de Enrique, un cuarent�n entrecano, me fui enamorando de esa vida, hab�a dinero, hab�a poder, hab�a lujos, poco a poco cree mi castillo de cristal, me permit�a so�ar nuevamente, lleg� el momento que volver a casa era un fastidio, el casi inv�lido era cada vez mas demandante, sus celos crec�an y se pon�a caprichoso.
Jos� Luis se hab�a transformado en mi objetivo, estaba decidida, cueste lo que cueste.

Una tarde el viejo me llam� a su despacho, padre e hijo estaba sentados frente a frente, escritorio por medio, me par� frente a �l, pegada a Jos� Luis, el viejo inquiri� record�ndome esa tarde�

- Mar�a� mi hijo quiere saber cu�nto cuesta tu cola, si es que est� en venta, claro�

A todo esto, la mano de de Jos� Luis apretaba con fuerza mi nalga izquierda, la saqu� presurosa sinti�ndome ofendida, ambos rieron a carcajadas�
El dinero comenz� a caer sobre el escritorio, nuevamente, otra vez la misma jugada, no me averg�enzo, acept� nuevamente�
Don Enrique se retir� cerrando la puerta tras sus pasos, el cuarent�n estaba a solas conmigo, sab�a que era mi oportunidad, deb�a ser muy complaciente, costara lo que costara�
Jos� Luis se movi� sobre las ruedas de su silla, yo me qued� parada apoyada contra el escritorio, lo sent� ponerse a mis espaldas, saqu� culo, sab�a d�nde iba, sus manos tomaron con firmeza mis gl�teos, lo dej� levantar mi falda, lo dej� bajar mis madias de nylon, lo dej� bajar mi bombacha, lo dej� jugar con mi trasero desnudo, lo dej� para su lengua por mi concha, por mi esf�nter, solo miraba el dinero que estaba sobre el escritorio.

Me entregu� a �l, quien se par� a mis espaldas, aprision�ndome contra el borde del mueble, bes� mi nuca, mi oreja, gir� un tanto mi cabeza para que mis labios alcanzaran los suyos, pas� una mano hacia atr�s para acariciarle la verga que estaba dura y amenazante, a su vez, sus manos se hab�an colado bajo mi blusa, bajo mi sost�n, para apretar con fuerza mis pechos, mordi� con rudeza mis hombros, me sent�a excitada, caliente, tanto tiempo sin tener una verga dura en mi interior, en lo profundo, encima me dar�an buen dinero�
La punta de su pene se apoy� en mi esf�nter, ejerciendo la presi�n suficiente como para derribar mis defensas, me fui relajando, empuj� yo tambi�n hacia atr�s, que delicia!. Suspir� aliviada cuando se enterr� en mi profundidad, a moverse en mi interior, entrando, saliendo, trataba de contraer mi m�sculo para disfrutarlo al m�ximo, ahogaba mis gemidos que pod�an delatar la situaci�n fuera de las paredes del lugar.

Me tom� de sorpresa cambiando de agujero, pas� a mi concha que se derret�a como un trozo de hielo al sol, pas� mi mano bajo la tanga para acariciar con ritmo mi cl�toris, ya no recordaba lo que era tener una buena pija en el interior, dura, caliente, mi concha regalaba interminables orgasmos provocados por ese sable que calaba muy profundo, no pude evitar gritar cuando mi cl�toris estall� en pedazos, tirando mi torso abatido sobre el escritorio, estaba transpirada, desalineada, mi trasero qued� a su disposici�n, Jos� Luis advirtiendo que yo hab�a disfrutado lo suficiente tom� la iniciativa otra vez, volvi� a mi culo, enterr�ndomela de un envi�n, hasta el fondo, la sac� y repiti� lo mismo, solo que en mi argolla, y volvi� al culo, y a la argolla, una metida y cambiaba de agujeros, se excitaba, me encantaba, a un lado y a otro, una y otra vez, me romp�a ambos orificios�

Luego volvi� a su silla y me oblig� a ir entre sus piernas, me acomod� como tiempo atr�s me hab�a acomodado a los pies de su padre, me hizo chuparla, esta si estaba bien dura, me gust� lamerla, el me tom� de los cabellos y jug� r�tmicamente en mi boca, solo la sent�a entrar y salir, su sabor a hombre, su firmeza, me dijo que me quedara tranquila, que �l me avisar�a, fue un error, de repente un tsunami de esperma inund� mi garganta, el sabor horrible de su semen me provoc� un rechazo inmediato dejando su miembro al tiempo que con arcadas dejaba caer su leche al piso.
Jos� Luis a todo esto no tuvo mejor idea que tirar sus �ltimos chorros sobre mi cara, mis ojos, mi nariz�
El se re�a macabramente mientras yo me limpiaba como pod�a y reacomodaba mis prendas�

Los siguientes cinco a�os significar�an un vuelco en mi vida, me olvid� de Atilio, abandon�ndolo a su suerte, me fui a vivir con Jos� Luis, me emborrach� con la fama, con el dinero, con el poder, fui su esposa, viv� una nueva vida, tuve el hijo que tanto hab�a deseado, me di los gustos que siempre me hab�a privado, cre� encarrilar mi vida, hasta esa ma�ana�

Fui temprano a la oficina de mi esposo, al abrir la puerta lo sorprendo junto a Pen�lope, una de nuestras secretarias, ella ahora ocupaba mi lugar, arrodillada a sus pies y comi�ndole la pija, el trat� de frenarme en mi hu�da, pero sus pantalones bajos impidieron que pudiera alcanzarme, corr� por el despacho llorando como una chiquilla, me sent� sola, arrinconada, para ahogar mis penas.

De repente, una mano tierna se apoya en mi cabeza, al levantar la mirada lo encuentro al viejo, a don Enrique quien ya estaba demasiado viejo y apenas pod�a con su cuerpo, pasando sus �speros dedos por las l�grimas de mi mejilla me dijo:

- Te lo dije hace tiempo, no aprendiste la lecci�n? todas las mujeres son putas, todas tienen su precio�



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