Relato: NATSUKI



Relato: NATSUKI

NATSUKI

Nunca form� una familia, por el simple hecho de considerarme un hombre muy sexual, no me gusta encasillarme con r�tulos, solo soy un tipo que piensa probar de todo antes de dejar este mundo. Por eso, soltero nac�, soltero morir�.
As� pas� por innumerables experiencias, por las locuras m�s impensadas, perversiones sexuales, lo que imaginen, y lo que no imaginen tambi�n, es normal para mi vida despertarme desnudo, en cualquier lugar, con mujeres, con hombres, borracho, sin recordar que pas�, que hab�a hecho.

Una noche de setiembre, hab�a pagado a dos prostitutas de las cuales era cliente, fuimos a casa, mientras tomaba una cerveza me regalaron un fuerte show l�sbico, bien sucio, sin l�mites, como me gusta, luego fornicamos los tres por varias horas, sin l�mites, nada estuvo prohibido.
Luego del sexo, una de las chicas sali� al balc�n a fumar un cigarrillo, la otra qued� dialogando conmigo frente a frente en la mesa del comedor, mientras tom�bamos un trago, es que me gusta ser cort�s con las mujeres, para m� son seres incre�bles y no concibo eso de �usarlas y tirarlas�.
La chica en cuesti�n me conoc�a demasiado y sab�a de mi extrema perversi�n y mis altas exigencias, tom� su bolso de mano y comenz� a hurguetear dentro y despu�s de unos minutos se frustr� y volc� todo sobre la mesa, me re� porque nunca entend� como las mujeres pueden guardar tantas cosas en un bolso, pinturas de labios, maquillajes, toallas femeninas, tampones, preservativos, biromes, pa�uelos descartables, desodorantes, papeles, m�s papeles, unas bolas chinas, dinero, monedas, una navaja, una tanga y m�s objetos que no recuerdo�
Entre todas las cosas tom� un tarjetero, busc� una y me la alcanz� diciendo:

- Tom� An�bal, ella es realmente especial, cara, pero sin dudas la mejor�

Mir� la tarjeta, una tal �Natsuki�, que ofrec�a servicios �nicos. Se lo agradec� y la dej� sobre una repisa al costado sin preguntar demasiado.

Dos meses despu�s, haciendo limpieza en casa, encontr� la tarjeta donde la hab�a dejado, ya ni me acordaba, as� que se me ocurri� mandarle un correo electr�nico a la direcci�n de mail que figuraba.
Me respondi� casi en forma inmediata, me pregunt� como la hab�a contactado, evidentemente desconfiaba de m�, y me pareci� correcto que as� fuera, por lo que la llam� por tel�fono y dialogamos por varios minutos, me pareci� sumamente interesante.
Tiempo despu�s me devolvi� el llamado, se hab�a contactado con Abigail, la prostituta de esa noche, quien me hab�a dado la tarjeta y quien le hab�a confirmado que era de confiar, fue entonces que ella me dio su p�gina de internet y un c�digo de acceso, solo para que me meta en el mundo de �Natsuki, el tsunami japon�s�, el nombre era c�mico, pero al ver las fotos y videos comprend� lo fuerte del �tsunami�.
Todo se dio naturalmente, al poco tiempo hac�a mi primera visita y solo hab�a pedido que me sorprendiera, que hiciera lo que quisiera conmigo.

Llegu� a su casa, en realidad no era su casa, era el lugar que ella usaba para sus encuentros, nos saludamos con un beso en la mejilla, me recibi� cort�smente y me coment� que en su lengua natal Natsuki significaba algo as� como �luna de verano�, un nombre mucho m�s amigable que el tsunami japon�s.
Coordinamos los �ltimos detalles, mientras ella contaba tranquilamente los billetes que hab�amos pactado y terminaba de darle me dediqu� a radiografiarla visualmente, no pod�a distinguir bien su edad puesto que los orientales se me hacen demasiados parecidos entre s�, tal vez treinta, pero parec�a una ni�a inocente, calculo que no llegaba al metro cincuenta, delgada, muy delgada, su menudo cuerpo no presentaba curvas t�picas de pechos, ni gl�teos, ni piernas, adem�s, su amplia camisa y sus pantalones rectos no dejaban imaginar mucho m�s.
Ten�a esa cara t�pica, redonda y chata, como golpeada contra la pared, con unos llamativos ojos apaisados, alargados, su cabello era lacio, con raya al costado cayendo suavemente hasta los hombros, no usaba maquillaje, solo daba la sensaci�n de ser una inocente ni�a.

Cuando Natsuki termin� con sus tareas vino a m� encuentro, notando que estaba un tanto nervioso por la incertidumbre, ri� y me dijo:

- Tranquilo� voy a compensar cada centavo que me diste�

La nipona me pidi� que bajara mis pantalones hasta la cintura, entonces trajo algo entre sus manos, se arrodill� a mis pies, entre mis piernas, tom� mi pene a�n fl�cido y lo introdujo en algo que parec�a ser una jaulita de bronce, acomod� mis test�culos a los lados y lo trab� colocando un candado para que no pudiera sacarlo

- Y eso? � pregunt� confundido
- Es un cinto de castidad para caballeros, si te portas bien te dar� la lleve, si te portas mal ser� m�o�

Nunca hab�a visto algo as�, prob� de sacarlo con mis manos pero ten�a raz�n, a menos que me diera la lleve mi pene estaba enjaulado�
La vi desaparecer, volvi� r�pido y me aplic� una tibia enema con la que limpi� mis intestinos, no entend�a demasiado, pero su sonrisa diab�lica me hac�a sospechar.
Volvi� a la carga, esta vez con un enorme dildo, un cono que se agrandaba y en la base una peque�a disminuci�n y un tope, mientras lo lubricaba me miraba fijo a los ojos, sent� mi sangre latir, calcul� que tend�a no menos de cinco o seis cent�metros de di�metro, maldita perra. Me hizo poner en cuatro, me pidi� que me relajara y lo sent� venir, la punta fue f�cil pero pronto pareci� atorarse ante la resistencia de mi esf�nter, ah� empec� a sudar, porque ella segu�a empujando, con paciencia, pero sin detenerse, d�ndome segundos para que mi anillo marr�n se acostumbrara, y luego avanzara otro paso, y otro, me dol�a terriblemente, pero era un dulce dolor, sent�a mi verga querer levantarse pero estaba prisionera, la situaci�n me enloquec�a�

Al fin sent� que se introduc�a y mi esf�nter apenes pod�a cerrarse un poco, lo sent�a demasiado dilatado, en mi interior hab�a quedado el cono del juguete, afuera la base, haciendo que mi ano quedara prisionero.
Me dio una fuerte nalgada y me dijo:

- Bien, lev�ntate los pantalones que tenemos que salir�
- Salir? como que salir?
- Shhh! Sin discusiones, no tengo todo el d�a�

Me sub� el calzoncillo y luego el jean ajustando mi cinto, mi verga prisionera, mi esf�nter invadido, era por dem�s de inc�modo, pero excitante al mismo tiempo.

Salimos a la calle, llegamos a la esquina y esperamos el transporte urbano, subimos al �mnibus, no sab�a d�nde �bamos, me hizo sentar a medio transporte, ella a mi lado.
La gente a nuestro alrededor ignoraba todo, era gente normal, com�n y corriente, pero los movimientos de ese coche con escasa suspensi�n copiando las imperfecciones del pavimento hac�an sentir mi esf�nter destroz�ndose, a mi rostro le costaba mantener la compostura y mostrarse normal, estaba muy excitado.
Natsuki me mir� y adivin� lo que pasaba, volte� la mirada hacia el fondo asegur�ndose que los �ltimos asientos estuvieran desocupados, entonces me oblig� a cambiar de lugar, ahora s� que estaba en problemas, la parte trasera del coche iba a los saltos magnificando cada bache que agarraba, me ten�a que morder los labios y contener la respiraci�n para no gritar, ella ten�a pintada una sonrisa�

Al fin hab�amos llegado, todo era misterio para m�, pero ella ya hab�a confirmado previamente por celular que alguien nos estar�a esperando.
Era un departamento peque�o, me pidi� que me desnudara, le hice caso, me hizo recostar sobre una camilla que parec�a una cama de parto, tom� mis manos y las espos� a los lados, segu�a sin entender. La peque�a nipona extrajo el dildo de mi trasero, lo sent�a adormilado de tanto trabajo, le ped� que liberara mi pene, solo respondi� con una sonrisa.

Fue entonces cuando fue al otro cuarto, apenas unos segundos, volvi� de la mano con un tipo al que ve�a de reojo, era un animal como de dos metros, estaba todo desnudo, con una m�scara tapando su rostro, un moreno, una masa de m�sculos depilados y aceitados, entre sus piernas, colgaba una larga verga, gruesa, circuncisa, �l la acariciaba lentamente en todo su largor, parec�a un samur�i afilando lentamente su espada para atacar a su enemigo.
Natsuki le hablaba entiendo que en japon�s, el solo escuchaba y parec�a acatar �rdenes, entend� que hablaban de mi puesto que me miraban casi continuamente.
Ella vino a mi lado, puso sus dedos pulgar y mayor a los lados de mis mejillas, apret� con fuerza oblig�ndome a abrir la boca y separar los molares, el individuo entonces vino a mi lado, levant� su pija y la meti� en mi boca, empuj� adentro, m�s adentro, era tan larga que pronto top� con mi garganta, comenc� a toser, las l�grimas saltaron de mis ojos, �l se retir� un poco d�ndome lugar para respirar y recuperarme, pero la mujer me tir� de los cabellos y me oblig� a someterme, el volvi� a la carga, la saliva chorreaba por mi rostro, lo sent� llegar a mi es�fago, por Dios! me estaba matando, adem�s su enorme miembro se iba endureciendo m�s y m�s�

Natsuki pareci� entender que no soportar�a mucho m�s tama�o castigo, por lo que le dio una orden que no alcanc� a comprender, el tipo como si fuera un robot, sali� de su posici�n y fue al otro lado, entend� lo que segu�a, por suerte el dildo ya me hab�a preparado, su verga se meti� en mi culo, mi esf�nter me regalaba un indescriptible placer, su sexo era como una enorme anaconda buceando en mis intestinos, comenc� a gritar de placer, mi verga prisionera parec�a querer romper el calabozo en el que se encontraba, como pude mir� a Natsuki y le implor�:

- Natsu� ki� por favor� nece�. cesito mas� mastur�barme�

Ella me mir� y con una pecaminosa sonrisa respondi� encogi�ndose de hombros:

- Qu� pena, olvide la llave en el departamento�

Que perra, quer�a arrancarme ese admin�culo de castidad, pero estaba atado y entregado�
El tipo comenz� entonces a intercambiar entre mi culo y mi boca, me llenaba de placer, por ambos lados, pero yo segu�a prisionero, no pod�a siquiera tocarme y eso me enloquec�a.
Natsuki volvi� a ordenar en japon�s, vino a mi lado y tir�ndome fuertemente los cabellos desde la nuca me oblig� a abrir la boca nuevamente, el tipo vino a mi lado y masturb� suavemente su pija junto a mi boca, implor�

- No Natsuki, no� por favor�

Pero mis ruegos no fueron escuchados, el sabor amargo de su leche comenz� a invadir mi boca, gota a gota, chorro a chorro, viscoso, agrio, meloso, el maldito no terminaba nunca, por m�s que trataba de impedirlo la gravedad hac�a que su semen fuera hacia mi garganta, ella me imped�a cerrar la boca, o escupirlo.
Cuando el dej� la �ltima gota, la nipona sell� sus labios con los m�os, d�ndome un interminable beso de lenguas, lo suficientemente largo como para asegurarse que yo no dejara nada por tragar�
Natsuki sac� entonces la llave y liber� mi sexo, la perra hab�a mentido y tuvo el control en todo el momento, el tipo como vino se fue, mientras ella me liberaba me preguntaba si me hab�a gustado la experiencia, solo le dije que pronto volver�amos a vernos.


PAMELA
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