Cap. III
Los d�as que siguieron fueron de descanso para nosotros, pues
los profesores de la escuela saldr�an a una junta a la capital y como
consecuencia no tendr�amos clases durante una larga semana. Para m� esos d�as
fueron transcurriendo con pesada lentitud, ya que mi mente, alentada con la
primera experiencia tenida con el desconocido, y m�s a�n, con las tremendas
visiones de mis hermanos cogiendo y satisfaci�ndose en lo oculto del campo, s�lo
deseaba volver a vivir alguna de aquellas experiencias tan sabrosas que tanto me
agradaban ya.
Pasado el per�odo de vacaciones fortuitas y habiendo llegado
por fin el momento de retornar a la escuela, reanudamos nuestra rutina de
estudiantes. Ese d�a, al llegar al sitio acostumbrado, como siempre mis hermanos
me pidieron nuevamente que me quedara a esperarlos en el mismo lugar. Yo me
hab�a dado cuenta claramente c�mo ellos, durante el camino de regreso,
intercambiaban ardientes e intensas miradas de deseo que yo captaba de reojo,
caus�ndome todo eso una excitaci�n que est� por dem�s decir que humedec�a mis
intimidades. Al llegar pues al lugar acostumbrado, esta vez acced� a quedarme a
esperarlos mientras ellos se iban a cortar mangos, claro est�, ya sin proferir
queja alguna. Ellos se fueron apresuradamente y yo dej� pasar algunos minutos,
ansiosa y encendida como estaba por volver a presenciar aquella lucha brutal que
tanto hac�a gozar a mis hermanitos.
Mientras esperaba impaciente el momento de irme hacia donde
ellos se encontraban, me abr� de piernas all� mismo donde me hallaba sentada, y
sin pudor alguno, comenc� a acariciarme suavemente mi pubis sin vellitos y mi
rajita sonrosada y virgen, restreg�ndome a todo lo largo mi dedo mayor,
caus�ndome todo eso indescriptibles sensaciones de gozo. Me estaba preparando
para las escenas que minutos despu�s, estaba segura habr�a de presenciar con
total inter�s, teniendo a mis dos hermanos como protagonistas principales. As�
que, escondiendo las mochilas donde siempre, me dirig� presurosa a observar mi
espect�culo favorito.
Como yo ya conoc�a el claro del bosque donde ellos realizaban
su habitual sesi�n de sexo, no se me dificult� en lo absoluto ubicarme
r�pidamente en el mismo sitio que hab�a descubierto con anterioridad. Al llegar
me acomod� detr�s de los matorrales, disponi�ndome a ver las mejores y m�s
calientes escenas en vivo que con tanto ardor me calentaban. Yo pod�a sentir,
mientras tanto, c�mo me escurr�a ya entre mis piernas un l�quido viscoso que
humedec�a con abundancia mis partes m�s �ntimas y mis braguitas de ni�a. Por
supuesto que Mar�a y Pepe se hallaban ya precisamente en el inicio de su ritual,
por lo cual comenc� a admirar c�mo ambos se desnudaban con un apresuramiento
inusual, provocado seguramente por la urgencia que sent�an de desfogarse
mutuamente, sobre todo despu�s de aquella larga semana de no haber tenido
contacto con sus cuerpos desnudos frente a frente.
Lo que vino despu�s fue algo maravilloso, pues esta vez me di
cuenta que no siempre lo hac�an de la misma forma, sino que ellos, a pesar de su
juventud, buscaban nuevas maneras de explorarse rec�procamente con la intenci�n
de descubrir los m�s ocultos horizontes del placer; de saciar sus instintos al
m�ximo y lo mejor posible, y de probar las diferentes posiciones con el fin de
incrementar el goce sexual que juntos hab�an encontrado y que tanta brama les
proporcionaba.
Para m� ver todo aquello, aparte de la calentura que
provocaba en mi carne, significaba tambi�n, sin duda alguna, una bella y hermosa
oportunidad para aprender; para poder descubrir cosas in�ditas y desconocidas, y
preparar con esas visiones incre�bles el terreno para el futuro, pues seg�n me
daba cuenta, el panorama que se me ofrec�a era bastante prometedor y excitante
en ese aspecto. Hall�ndose los dos completamente en cueros, de pronto Pepe,
temblando de pasi�n, levant� lentamente los brazos de Mar�a poni�ndose a
observar con detenimiento y con la respiraci�n agitada las intimidades axilares
de mi hermanita, la cual presentaba en esa oculta zona una suave e incipiente
pelusita oscura que desde mi lugar pod�a observar como una especie de manchas
negruzcas bajo sus brazos, producidas sin duda por los pelitos color azabache
que comenzaban a salirle a Mar�a en sus bellos y exquisitos sobacos.
Ya me pod�a imaginar el penetrante y singular olor que mi
hermano estar�a disfrutando en esos instantes, oliendo con fruici�n esa regi�n
a�n inexplorada por m�. As� que en un acto reflejo levant� yo misma mis brazos
para autoexaminarme esa zona, d�ndome cuenta que ni por asomo aparec�an vellitos
en mis axilas, lo cual hac�a que deseara ardientemente que pronto me saliera
tambi�n aquella vellosidad en lo �ntimo de mis sobacos, para entregarme al
disfrute que sin duda significar�a tenerlos. Por esa raz�n, al ver a mi hermana
con esos esplendorosos mapas negruzcos debajo de sus brazos me produjo hasta
cierto punto cierta envidia, pues como he dicho, anhelaba que los pelitos me
salieran, pues estaba segura por lo que estaba viendo ahora, que ese era un
punto importante en una relaci�n sexual, al observar que Pepe manten�a su mirada
pegada a ese sitio sin quitar la vista de all�, acercando su nariz y su boca,
oliendo y lamiendo con fruici�n aquella riqu�sima zona er�gena, mientras Mar�a
cerraba los ojos alentada por el fuego que le hac�a sentir todo aquello.
Despu�s de largos minutos de estar Pepe inhalando y
saboreando las exquisiteces escondidas debajo de los hermosos brazos de mi
hermanita hasta saciarse, y habi�ndose calentado los dos como consecuencia de
aquellas trepidantes caricias, mi hermano la puso al fin en posici�n de cuatro
patas, procediendo ella a abrir lo m�s que pudo sus piernas mientras Pepe le
acomodaba aquel pedazo de verga ardiente que tanto se me antojaba ya. Observ�
c�mo �l comenz� primero a tallar su falo por afuera de su chochito, con la
intenci�n de humedecer completamente la entrada de aquella cueva que se le
ofrec�a imp�dica y dispuesta frente a sus ojos, para despu�s irla metiendo
suavemente empujando su cuerpo arrodillado sobre la grupa levantada de Mar�a,
que ya emit�a leves gemidos pidi�ndole a mi hermano que se la metiera toda.
Los leves gemidos pronto se transformaron en gritos
altisonantes cuando Pepe por fin se dej� caer sobre ella, perdi�ndose dentro de
la apretada vulva de mi hermana. En seguida �l comenz� a balancearse de adelante
hacia atr�s, metiendo y sacando r�tmicamente su inflamada verga por entre los
pliegues lechosos de Mar�a, en tanto ella contribu�a con ansiedad hac�endo lo
propio, moviendo su culo de la misma forma de modo que el deseado acoplamiento
corporal les produjera las m�s placenteras sensaciones. Por algunos minutos Pepe
mantuvo a Mar�a en esa posici�n de perrito, empujando y jalando su pene ya con
furia, ya con lentitud, de aquella cueva de Al� Bab�, donde el �nico ladr�n era
el peque�o pito endurecido de mi hermano, mientras la agarraba por las nalgas y
por la cintura apret�ndola contra su cuerpo estremecido por el goce que
experimentaba.
Aquel espect�culo me parec�a ciertamente maravilloso, lo que
hizo que de inmediato yo me metiera los dedos con mayor fuerza y rapidez adentro
de mi bollito abierto, masturb�ndome con furia salvaje y explotando en un
tremendo orgasmo que por poco me hace gritar de la brama. La explosi�n org�smica
de mis hermanos tampoco se hizo esperar, pues v� c�mo Pepe arreci� de pronto sus
penetrantes movimientos dentro del conducto frontal de Mar�a, metiendo y sacando
ahora su verga con mayor velocidad, hasta que profiriendo los dos gritos y
obscenidades que no me atrevo a describir aqu�, se vinieron en urgentes y
estremecedores espamos que ambos disfrutaron hasta el delirio. Al terminar aquel
apasionado y primerizo encuentro del d�a, pude darme cuenta de la ardiente
fogocidad de que hc�an gala mis hermanitos, pues Pepe a�n manten�a una total
erecci�n, misma que Mar�a quer�a aprovechar al m�ximo posible, y sin perder m�s
tiempo, observ� cuando ella se recost� sobre la hojarasca jalando a mi hermano
sobre su enardecido cuerpo.
�l le levant� las piernas hacia lo alto poni�ndoselas sobre
sus hombros, para despu�s volver a acomodarle de nueva cuenta su falo bien
parado y embarrado de leche en la entradita de su ansiosa oquedad. Una vez que
los dos estuvieron a modo, �l la volvi� a penetrar otra vez con sa�a y
salvajismo hundiendo su pedazo de carne rojiza adentro de la cavidad vaginal de
mi hermana, que ya rezumaba por los lados parte de la leche que Pepe le hab�a
derramado antes, y que ahora le escurr�a hasta llegar a la entrada de su culito.
Ayudado, pues, por la viscosidad de aquel catalizador natural, la penetraci�n se
le facilit� enormemente, pues su verga se perdi� r�pidamente entre las
profundidades de aquella suave caverna de un solo golpe, iniciando ambos un
movimiento r�tmico y acompasado que los remiti� nuevamente a la locura del
para�so.
Yo tampoco estaba quieta por supuesto, pues nuevamente
aplicaba mis dedos al delicioso tocamiento de mi entradita frontal, con la vista
puesta sobre los dos cuerpos trenzados y sudorosos, hasta sentir que las ansias
me hicieron llegar a una nueva y tremenda venida que disfrut� con deleite
incomparable. Ellos, mientras tanto, segu�an enrrollados como serpientes en
aquel fren�tico y extasiante juego carnal, bes�ndose, gritando, mordi�ndose, y
apretando sus cuerpos con desbordante lujuria, hasta que por fin, sin poderse
aguantarse m�s tiempo, se volvieron a venir en tremendos orgasmos que duraron
largos minutos. Pasados esos instantes de incontenible pasi�n, escuch� cuando
Pepe le dijo a Mar�a que ya era hora de irse, pues yo podr�a desesperarme y
venir hasta el lugar donde se encontraban, cosa que desde luego ellos no
deseaban. As� que se limpiaron sus partes �ntimas con varias hojas que
recogieron del piso, situaci�n que yo aprovech� para alejarme sigilosamente por
donde hab�a venido. Cuando ellos llegaron hasta el sitio donde me encontraba, yo
ya los esperaba tranquilamente sin dar a sospechar nada. En seguida nos
retiramos de all� hacia nuestra casa.
Al d�a siguiente y deseosa de volver a ver a mis hermanos
trenzados en aquella suerte de pelea oriental sin derecho a descanso, ocurri�
algo inesperado que de alguna manera favoreci� mis m�s �ntimos deseos, y por
supuesto, mis secretos planes. De repente Mar�a se sinti� indispuesta esa
ma�ana, pues amaneci� con gripe y temperatura, as� que mam� decidi� que no ir�a
a la escuela, d�ndole un recado a Pepe para que se lo entregara al profesor. En
el fondo de mi coraz�n yo me sent�a contenta, presentiendo que tal vez podr�a
presentarse para m� la ansiada oportunidad de que Pepe me hiciera lo mismo, ya
que sinceramente y despu�s de haber visto todo lo que hac�a con mi hermanita, se
me antojaba tanto su verga que hasta estaba dispuesta a insinu�rselo, aunque de
momento no ten�a tan claro en mi mente c�mo hacerlo. Al retornar de la escuela y
llegados al sitio donde siempre nos desvi�bamos del camino, yo le dije lo
primero que se me ocurri�:
-Pepe...por qu� no vamos a cortar mangos t� y yo?
-No...Angelita, ahora, no..... -me contest�- ...se nos va a
hacer tarde.
-Pero....yo quiero ir contigo....anda ll�vame, manito....si?
-Mira Angelita....., yo te llevar�a....pero recuerda que Mary
est� enferma y quiz�s mam� nos necesite para algo, o se preocupe por nosotros.
-Pero, manito....podr�amos ir aunque sea un ratito.... si?
-Hummm....y dime, Angelita....por qu� quieres ir?
-Porque quiero conocer el lugar donde t� y Mary los
cortan....Ay, y adem�s porque se me antojaron.....la verdad es que tengo algo de
hambre....
-Est� bien....iremos....pero s�lo un ratito, eh?....
-Aj�...
Ocultando las mochilas detr�s de un �rbol, Pepe me tom� de la
mano y me fue llevando por el mismo caminillo que yo ya conoc�a, pero que
l�gicamente �l ignoraba que yo sab�a. Habiendo arribado al claro del bosque
donde �l y mi hermana se deleitaban con sus hambrientas sesiones de sexo, Pepe
se puso a observar los altos �rboles de mango que se alzaban majestuosos sobre
nuestras cabezas. Escogiendo uno de ellos, el que estaba m�s cargado, se trep�
por las ramas para comenzar a cortar la madura fruta; �l me los tiraba y yo los
cachaba, deposit�ndolos en el piso y haciendo un montoncillo sobre el musgo. Yo
no pod�a dejar de observar atentamente el atl�tico cuerpo de mi hermano, que
cada d�a se me antojaba m�s, mientras mi mente divagaba en qu� forma podr�a
incitarlo para que me hiciera lo que le hac�a a Mar�a. Un rato despu�s Pepe se
baj� del �rbol todo sudoroso y se sent� en el piso para comerse algunos. Yo hice
lo mismo, sent�ndome tambi�n precisamente frente a �l; s�lo que, habi�ndole dado
ya forma en mi calenturienta mente a una idea, de manera deliberada me abr� de
piernas lo m�s que pude para que Pepe pudiera ver a su antojo el interior de mis
muslos, donde mis calzoncitos se ofrec�an ansiosos y sin pudor alguno ante sus
ojos, deseosa como estaba de que �l tomara de una buena vez la iniciativa
conmigo.
Mientras nos deleit�bamos cada cual con un sabroso mango de
manila, yo mov�a incesantemente mis piernitas de un lado para otro aparentando
distracci�n y como si no me diera cuenta de ello, tratando de abrirme lo m�s que
pod�a frente a su vista con la clara intenci�n de que la tela de mis braguitas
se corriera hacia los costados de mis ingles y de alguna manera Pepe pudiera
observar al menos una parte de mi imberbe chochito. Y en efecto, �l no tard� por
fin en fijar sus ojos all� donde yo quer�a, en tanto yo me manten�a atenta a sus
reacciones tratando de descubrir aquel brillo que hab�a visto en sus ojos cuando
desvest�a a Mar�a en la soledad del campo.
Ahora �l, sentado frente a m�, no dejaba de mirar con ojos
ansiosos hacia el interior de mis piernas abiertas, mientras yo continuaba
regocij�ndome con aquel incomparable momento abriendo y cerrando las puntas de
mis rodillas, d�ndome cuenta que en la mirada de Pepe aparec�a de pronto aquella
chispa singular que tan ardientemente yo deseaba contemplar. Supongo que mi
caliente hermanito, recordando seguramente las bellas nalgas de Mar�a y las
salvajes cogidas que le pon�a, se reflejaba en aquellos momentos en el
espect�culo sin par que gratuitamente yo le ofrec�a, con mis calzones ya
humedecidos ligeramente de aquel l�quido que me escurr�a sin parar desde lo m�s
profundo de mis entra�as, pues me miraba cada vez con mayor atenci�n, con los
ojos completamente abiertos por la calentura, y sobre todo, pod�a ver c�mo el
bultito caracter�stico en la parte frontal de su pantal�n comenzaba a levantarse
poco a poco debido la brutal erecci�n que estaba experimentando.
Al ver que mi plan daba resultados satisfactorios, yo
continuaba fascinada y con mayor �nimo con mi caliente jueguito abriendo y
cerrando mis piernitas una y otra vez, como esperando una pronta reacci�n a
favor por parte de mi hermano, lo que hac�a que mi coraz�n latiera fuertemente
dentro de mi anhelante pecho sintiendo que la sangre corr�a como caudaloso r�o
dentro de mis venas por la contenida pasi�n del momento. Y en realidad no tuve
que esperar mucho tiempo para que mi hermano se decidiera a dar los primeros
pasos, pues acerc�ndose a m�, pero quedando a�n los dos frente a frente, me dijo
con voz temblorosa:
-Ay, Angelita....que linda te est�s poniendo.....yo no me
hab�a dado cuenta de eso, manita......
-Si?....por qu� lo dices, Pepito....?
-Pues....porque lo estoy viendo....est�s preciosa....
-Ay....no me digas.....ji, ji, ji.....
-Oye...Angelita....te puedo decir algo?
-Si, Pepe....dime....
-Bueno...es que no s�....quiz�s te enojes por esto que te
quiero decir....
-No me enojar�.....te lo prometo....
-De verdad?....no te enojar�s, sea lo que sea?
-Sea lo que sea.... �le contest�- con una emoci�n tal que de
seguro �l lo not� en mi cara, pues sent�a mis mejillas arreboladas.
-Es que....no s� si t� quieras....
-Pues.....s�lo tienes que decirme qu� es, manito.... �le
alent�-
-Lo que pasa....es que no estoy seguro....
-De qu�...?
-De que t� quieras hacer lo que te pida.....
-Hummm....bueno....y t� c�mo lo sabes? �le dije temblando ya
de calentura- Si no me lo dices..... pues nunca lo sabr�s....
-Ohhhh....... est� bien....mira...lo que pasa es que....
-Anda, Pepe...d�melo ya... �le urg�-
Yo continuaba abriendo y cerrando mis piernitas sin parar
frente a sus desorbitados ojos, que segu�an clavados en el centro de mi
entrepierna, sintiendo c�mo mi calzoncito, a fuerza de los constantes
movimientos, por fin se hab�a corrido hacia los lados, dej�ndole ver a mi
hermano una parte de los labios superiores de mi sonrosada oquedad ya
humedecida, lo que hac�a que a �l se le secara la boca y se remojara
continuamente los labios con la punta de su lengua.
-Lo que pasa es que....me da temor...., me da miedo que lo
vayas a decir... �me dijo �l con voz entrecortada, s�ntoma de la calentura que
estaba sintiendo-
-Decir...?.... a quien?
-Pues por ejemplo.....a mam�....
-C�mo crees...? T� sabes que yo nunca le he dicho nada a
ella,.... ni siquiera le he contado nada de que nos quedamos aqu� a la salida de
la escuela.....no es cierto?
-Si...., lo s�, Angelita...., pero....
-Entonces...tenme confianza....por qu� no me lo dices de una
vez?
-Bueno.....pero tampoco debes dec�rselo a Mar�a....ni a nadie
m�s.
-Ni a Mar�a, ni a nadie....te lo prometo....pero anda.... ya
dime qu� es....
-Mira, Angelita....hagamos una cosa...si?
-Pues dime qu�....
-Yo te dir� lo que quiero....pero con una condici�n.....
-Cual...?
-Que si t� no deseas hacer lo que te pida....pues olvidamos
todo....y como si no te hubiera dicho nada....si?
-Si.....de acuerdo....
-De verdad, manita....?
-Si, Pepe....de verdad....pero anda....ya d�melo....
�contest� ansiosa de la brama-
-Bueno....es que yo....ahora que te veo as� como est�s
sentada....pues...
-Qu�...?
-Me gustaste mucho....me gusta mucho verte all� en
medio....ver eso que tienes entre las piernas.....yo quisiera....
-Ahhh....es eso....? �le dije haci�ndome la desentendida-
-Si.....Angelita....es eso....y la verdad es que.....pues yo
quisiera verte de cerca tus calzoncitos.... �me dijo por fin, temblando como si
fuera un novato-
-Ohhh, Pepe.........te gustar�a hacer eso? �le dije con
fingida sonrisa-
-No te enojas por lo que te estoy diciendo, Angelita....?
....recuerda lo que prometiste....
-No....., claro que no....pero, dime....c�mo me los quieres
ver....?
-Pues....quiero verlos m�s de cerca....mirar como tienes all�
abajo....
-Ohh....bueno...est� bien...., pero s�lo un poquitito, si
Pepe?
-Sssi, manita.....dime....ya te salieron pelitos all�,
Angelita....?
-No....creo que a�n no....pero ya quisiera que me
salieran....ya quisiera tener....., como Mar�a.
-La has visto a ella....? �me pregunt� con inter�s-
-Si....la he visto cuando nos ba�amos juntas....y ella ya
tiene bastantes....en cambio yo....
-Ohhhh....me dejas ver si t� tienes alg�n vellito all�.....?
-Mmmmm....bueno, pues,.... ac�rcate y f�jate bien.... �le
contest� conteniendo una emoci�n que jam�s hab�a sentido antes-
-Pero......no se lo dir�s a nadie, Angelita?....prom�temelo
de nuevo.... anda....
-Ya te dije que no se lo dir� a nadie.......ven,
pues.....ac�rcate......m�ramelos........y si quieres...tambi�n t�came all�....
-Si, claro.....mira, manita, no tengas miedo....aqu� nadie
nos podr� ver....estamos solitos....-me respondi�-, mientras se acercaba hasta
quedar pr�cticamente con nuestras piernas pegadas frente a frente.
Cuando mi hermano se puso juntito de m�, pude oir con
claridad su ansiosa y agitada respiraci�n, lo cual me confirm� la irresistible
pasi�n que se hab�a despertado en su sangre. Yo por mi parte no estaba menos
caliente que �l, pues hac�a tremendos esfuerzos para no abrazarlo y besarlo,
desnud�ndome todita para que me cogiera y me hiciera todo lo que �l quisiera
all� mismo. Pero en realidad deseaba que fuera �l quien llevara la iniciativa,
as� que me contuve lo m�s que pude. Pepe, embramado de placer, me levant�
primero mi faldita hasta la cintura, comenzando a tocarme con suavidad el
peque�o centro escondido entre mis piernas, las cuales yo manten�a totalmente
abiertas y puestas a su merced, de manera que �l pudiera verme y hacerme lo que
desde hac�a tantas semanas deseaba con intensidad. Mi hermano me dijo de pronto:
-Ohhhh....Angelita....qu� bueno que hoy no vino Mar�a....
�jadeaba, mientras me tocaba-
-Siii.... �le respond� agitada, sintiendo sus manos sobre las
intimidades de mi piel- As� podemos estar solitos, no?
-Si....linda....ohhhhhh....eres una ricura.....
-Ohhhh....Pepeeee....ji, ji, ji, ji.....
-Mmmm, manita...f�jate que a�n no te salen los pelitos....
-Verdad que no....?
-Aj�....pero sin vellitos se te ve muy linda tu cosita....me
gusta tanto acarici�rtela....mmmm....esto es delicioso, Angelita....
Los tocamientos de mi hermano sobre los bordes de la tela
arremangada de mi braguita continuaron sin cesar por largo rato, prodig�ndome
esas caricias previas que presagiaban lo que habr�a de venir, posando sus manos
precisamente a lo largo de mi rajita, tall�ndome sus dedos con suavidad, como
queriendo descubrir con su tacto el tama�o del chochito que se escond�a tras la
breve prenda de algod�n que ocultaba a medias mi calz�n, lo cual me produc�a
delirantes sensaciones de placer que recorr�an todo mi cuerpo enardecido,
enchin�ndome la carne. Despu�s de regocijarse de ese modo y con generosidad por
varios minutos, explorando con sus manos por los lados y por encima de la tela
que ya no cubr�a tanto mis partes �ntimas, mi hermano por fin hizo lo que yo
tanto deseaba, pues levant� al fin los borditos de mi pantaleta, metiendo sus
reptantes dedos por debajo de mi braga, para proceder despu�s a tocarme ya sin
impedimento alguno la piel interna y prohibida que ten�a entre mis ingles
abiertas, lo que me hizo proferir varios gemidos que �l capt� e interpret� de
inmediato.
Alentado por mi reacci�n y sin inhibici�n alguna, comenz�
introducirme con lentitud su dedo central en mi hendidura, movi�ndolo poquito a
poco entre los pliegues de mis labios vulvares, que para entonces ya se hallaban
plenamente humedecidos de savia vital, lo que facilitaba las maniobras
exploratorias de sus manos. Aquellos excitantes escarceos hicieron que yo, de
plano, echara mi cuerpo hacia atr�s recost�ndome sobre la hierba fresca, con las
piernas totalmente abiertas en forma de tijera, en tanto mi hermano, con su mano
metida entre el escondido nicho de mis intimidades, hurgaba con delicia las
reconditeces virginales que tan anhelantes se le ofrec�an, buscando y tratando
de palpar en mi montecito de venus una vellosidad que a�n no exist�a. Al verme
en ese aletargado estado tendida sobre el c�sped, �l ya no dud� m�s, y llevando
sus dos manos hacia la parte superior de mi pantaleta, se dio a la lenta y
preciosa tarea de bajarme cuidadosamente los calzones, cogi�ndolos por el
el�stico hasta despojarme completamente de ellos. �l me contempl� con los ojos
abiertos, extasiado por la belleza del tri�ngulo casi infantil que ten�a ante su
enfebrecida vista, admirando con ojos escrutadores la pepita que nac�a entre lo
oculto de mis verijas, mientras me segu�a tallando suavemente sus dedos sobre la
piel prohibida, dici�ndome:
-Mmmmm...manita..., no tienes nada de vellitos....a�n no te
han salido.....
-Si.....lo s�.... ya lo dijiste antes....
-Aj�.....pero sabes qu�.....creo que muy pronto te comenzar�n
a salir.....
-Lo crees, manito....?
-Si....claro que s�....Mmmmmmm....te alcanzo a ver una leve
pelusita, muy suave, encima de tu lindo chochito....ohhhhhhhh.....
Teni�ndome acostada y ya sin el obst�culo de mis bragas de
por medio, con la falda subida hasta la cintura, Pepe se fue recorriendo poco a
poco hacia abajo con la inocultable intenci�n de mamarme mi bollito, mientras
iba abriendo mis piernas con sus manos para desp�es separar meticulosamente las
suaves puertas de delicada y sonrosada carne caliente, hasta dejar al
descubierto aquel conducto inviolado y sin pelos que ya manaba lechita,
seguramente con la firme determinaci�n de beberse todo el delicioso el�xir que
flu�a como un manantial desde lo m�s rec�ndito de mi reci�n descubierto tesoro.
Depositando con avidez sus labios sobre mi vulva abierta, inici� el consabido
lengueteo de una manera suave y delicada, lo que me produjo las m�s hermosas
sensaciones jam�s sentidas.
Pepe met�a lentamente su lengua adentro de mi rajita,
intentando introducirse lo m�s que pod�a hacia el interior de mi conducto
frontal, disfrutando hasta lo indecible de aquel bello animalito limpio de
vellosidad que con toda seguridad le atra�a hasta el delirio, lo que pod�a
deducir por los intermitentes jadeos y gemidos que exhalaba por su ansiosa boca.
Entre leguetazo y lenguetazo, primero me met�a un poco la puntita para sacarla
despu�s, y volver nuevamente a la carga hasta que yo, sin poder contenerme m�s,
comenc� a experimentar una serie de contracciones espasm�dicas que atraparon sin
remedio la punta de su lengua dentro de mi rajita, apret�ndosela con fuerza,
mientras �l mov�a y remov�a aquel pedazo de carne caliente que cada vez sent�a
m�s alargada adentro de mi cavidad vulvar. Sin poderme contener m�s, me vine a
chorros en su boca, como jam�s me hab�a venido antes, en intensos y delirantes
orgasmos plenos de humedad, que Pepe sabore� hasta la saciedad, como si fuera un
animal en celo.
A pesar de haber experimentado tan tremendos orgasmos yo no
estaba llena a�n, pues lo que en realidad m�s deseaba era sentir aquel pedacito
de verga dura y colorada penetr�ndome hasta las rec�nditas profundidades de mis
entra�as. Para mi fortuna, Pepe lo comprendi� inmediatamente, y poni�ndose de
pie, como para no dejar pasar aquellos instantes de incomparable delicia, se
quit� con rapidez los pantalones y su ropa interior tir�ndolos en el suelo,
dejando por fin al descubierto y frente a mis ojos su peque�o pero hermoso falo
erguido en plenitud, que yo ya me saboreaba y me com�a con los ojos. Despu�s de
quitarse la camisa hasta quedar completamente desnudo, procedi� a hacer lo mismo
conmigo, sac�ndome la blusita, el corpi�o y la faldita con la finalidad de que
nada impidiera el contacto carnal de nuestros anhelantes cuerpos, deseosos de
aparearse ya entre el escondido verdor de la espesura del bosque.
Abriendo mis piernas al m�ximo posible y teni�ndome recostada
sobre el suelo totalmente preparada para �l, mi hermano se me acomod� en medio
de mis extremidades con su briosa verga parada y dispuesta, proyectando primero
la puntita enrojecida de su glande en la entradita de mi babeante resquicio, y
dej�ndose caer suavemente sobre m� cuerpo, empez� a empujar lentamente su falo
endurecido, que ya se abr�a paso ansiosamente y con dificultad por entre los
sonrosados pliegues de mi virginal papayita.
Yo sent�a c�mo aquella verga no tan larga ni tan gruesa como
la del hombre desconocido me iba penetrando poco a poco, abriendo y explorando
por vez primera mis pliegues y mis carnes m�s �ntimas, rompiendo todo lo que
hallaba a su paso, hasta que por fin, habiendo llegado al delgado telar que
separa la virginidad de una ni�a del placer de una mujer en plenitud, traspas�
de un golpe con su espada de hierro mi delicado himen perfor�ndome, creo yo,
hasta lo m�s hondo de mi cueva prohibida. De momento sent� algo de dolor, pero
era m�s fuerte, debo confesarlo, la intensidad del ardor incontenible de ser
penetrada por mi hermano, lo cual hizo que me mordiera yo los labios y apretara
fuertemente mis mand�bulas para no gritar, no tanto de dolor como del placer que
estaba experimentando por primera vez.
Para entonces Pepe, que a todas luces no pod�a soportar por
m�s tiempo la inminente eyaculaci�n producto del apretamiento que le provocaba
mi peque�a y apretada hendidura a su inflamada verga, se derram� dentro de m�
llen�ndome con chorros interminables de semen que golpeaban con fuerza las
paredes m�s rec�nditas de mi chochito. Al sentir fluir aquel caliente l�quido
hacia adentro de mis entra�as y encontr�ndome totalmente abrazada a la espalda
de mi hermano, yo me volv� a venir en sucesivos e interminables orgasmos que
duraron una eternidad, gritando, gimiendo, llorando y mordi�ndome los labios
hasta sangrar, mientras sent�a c�mo aquel pedazo de nerviosa carne me rellenaba
totalmente de leche el interior de mi cavidad primeriza, en medio de los
violentos movimientos que mi hermano continuaba efectuando sobre m�, montado
salvajemente encima de mi cuerpo. As� nos mantuvimos pegados uno encima del otro
mientras los espamos no cesaban; yo con las piernas entrelazadas sobre la
cintura de Pepe fuertemente entrelazada a su cuerpo, y �l teni�ndome
completamente rodeada con sus brazos por mi espalda, atraves�ndome con su
enhiesta verga que se hallaba perdida dentro de mi reci�n desflorada rajita.
Cuando hubimos acabado de gozar tan intensamente de aquellas
delicias incestuosas, Pepe, m�s controlado que yo, me dijo:
-Ahora, Angelita....te voy a limpiar all�.
-Si, manito.... �le contest�, con una sonrisa de satisfacci�n
en los labios-
Pepe procedi� a recoger algunas hojas y comenz� a limpiarme
mis partes pudendas, totalmente enrojecidas por la feroz lucha que acababa de
concluir, haciendo �l despu�s lo mismo. Posteriormente nos vestimos y caminamos
de regreso hasta el lugar donde estaban nuestras valijas. Pepe entonces me dijo:
-Oye, Angelita....recuerdas tu promesa?
-Si...claro.... -le contest�-
-No se lo digas a nadie....ni siquiera a Mar�a...
-No lo dir�...descuida....pero oye....
-Qu�...?
-De veras crees que pronto me saldr�n pelitos.... como a
Mar�a....?
-Si, claro, ni�a.....y te pondr�s bien linda....ya
ver�s....m�s linda que ella....
-Y....me lo seguir�s haciendo....?
-Claro que s�....manita...t� que crees....?
M�s yo, recordando la relaci�n que �l manten�a con mi hermana
Mar�a, y con el fin de no perderme de otra oportunidad para tener sexo con �l,
le dije:
-Oye Pepe.......antes.....prom�teme t� una cosa....
-Lo que t� quieras, Angelita.
-Que me seguir�s haciendo esto cada vez que podamos....
-Ya te dije que s�, ni�a.....mira.....me ha gustado tanto,
que ya no podr�a dejar de hac�rtelo....sobre todo ahora que ya no hay
impedimento...., pero dime ....a ti....te gust�?
-Ay Pepe....a mi me ha encantado...
-Qu� bueno....Oye, Angelita...ahora, tengo algo qu�
decirte...
-Pues d�melo...
-Cuando lleguemos a casa, sin que nadie te vea, v� al ba�o y
ponte algo de papel higi�nico all� en tus partecitas....en tu rajita....
-Para qu�....?
-Para que no se te vaya a manchar de sangre la
pantaletita....no quiero que mam� se de cuenta de lo que hicimos....
-Ohhh....de verdad me saldr� sangre? �le respond�
sorprendida-
-Si..., debes saber que como fue tu primera vez, sale algo de
eso....pero no temas, no durar� mucho.
-Ahhh....no lo sab�a....pero lo har�.
-Est� bien....ahora v�monos que ya se nos hizo tarde.
�
Cap IV.
Al llegar a casa, mam� nos recibi� con una noticia que casi
me hace saltar de j�bilo.
-Hoy vino el doctor a ver a Mary....y tiene principios de
varicela....tendr� que estar en cuarentena y no podr� ir a la escuela durante
dos semanas.
-Ay....pobrecita �dije yo compungida, fingiendo un dolor que
estaba lejos de sentir-
-As� que Pepe y t� tendr�n que ir solos todo ese tiempo.
�dijo mam�-
-Si mam� �respondi� Pepe con una sonrisa de satisfacci�n,
casi imperceptible-
-Ma�ana le llevar�s el certificado m�dico a su maestro, para
justificar sus faltas. �le dijo a Pepe-
-Si mam�.
Esa noche cenamos como de costumbre y nos fuimos a dormir,
sinti�ndome contenta estremecida a�n por las vivencias de aquel d�a. Pero antes,
siguiendo el prudente consejo de mi hermano, me met� al ba�o y me puse un poco
de papel higi�nico bien doblado entre mis bragas y mi chochito, esperando con
ansias a que llegara el d�a siguiente.
Al otro d�a, sin embargo, sucedi� algo que yo no esperaba,
pues a Pepe lo hab�an escogido para que tocara el tambor en la banda de guerra
de la escuela, y tendr�a que quedarse ensayando con el grupo como tres o cuatro
horas. Ese indeseado contratiempo me molest� tanto que hasta ten�a ganas de
llorar de la rabia, pero Pepe me consol�, dici�ndome con palabras cari�osas:
-Mira, manita....hoy no podremos ir all�....tengo que
quedarme a ensayar....y lo peor es que eso ser� cada tercer d�a....as� que hoy
nadam�s te encaminar� a la salida y quiero que te vayas r�pido a casa. Le dices
a mam� que llegar� un poco tarde.
-Si....est� bien....pero y ma�ana....?
-Si, Angelita....ma�ana iremos otra vez....est� bien?
-Bueno....est� bien.
-Te vas derechito a casa...eh, Angelita?....no te vayas a
deterner por all�....
-Si, manito....descuida....no lo har�.
Presuroso porque ya lo estaba llamando el profesor para que
se incorporara a la pr�ctica, Pepe me encamin� precisamente hasta la salida del
pueblo, dej�ndome donde empezaba la vereda que conduc�a a nuestro rancho. Yo,
con mi mochila a mis espaldas, me fui caminando lentamente invadida de tristeza
por no poder estar esta vez a solas con mi hermano, a pesar de que las
circunstancias nos favorec�an por la enfermedad de Mar�a. Despu�s de recorrer
algunos kil�metros, arrib� al lugar donde los dos caminitos se encontraban, y
donde ten�amos por costumbre desviarnos con mis hermanos.
Me detuve un momento mirando con nostalgia hacia el sendero
que conduc�a hasta los inmensos y ocultos mangales que me serv�an de espera
mientras mis hermanos se ocultaban para hacer sus cosas. All� parada me puse a
recordar todos los lindos momentos que hab�a pasado con mi hermano el d�a
anterior, a�orando ardientemente que �l estuviera junto a m�.
De recuerdo en recuerdo, vino a mi memoria de pronto la
figura del hombre desconocido que me hab�a dado los cinco pesos, de los que ya
pr�cticamente no me quedaba nada. Un pensamiento cruz� como un rayo por mi
mente, calculando que tal vez, si iba a aquel lugar, pudiera encontrarme tal vez
con �l, y por qu� no, quiz�s hasta pudi�ramos repetir la experiencia tan
excitante que hab�amos vivido d�as antes. Estos calientes pensamientos
despertaron en seguida mi morbidez y mi ardiente deseo, sintiendo de inmediato
la t�pica sabrosura del excitante picor que ya se manifestaba urgente entre mis
piernas. Sin pensarlo m�s me desvi� del camino principal y me dirig� hacia lo
intrincado del bosque. Cuando hube llegado al sitio de costumbre, me quit� la
mochila y me sent� en el suelo, sudorosa y cansada por el calor tan intenso que
se sent�a en el ambiente, mientras disfrutaba de la suave brisa del viento
debajo de la sombra de los arboles.
All� permanec� descansando un poco con los ojos cerrados,
mientras las escenas imborrables del falo enorme y grueso del desconocido
llenaban mi mente deseosa y hambrienta. Me daba cuenta de que, a�n a mi corta
edad, la calentura se estaba metiendo en mi sangre como por arte de magia, en
forma silenciosa e inesperada, manifest�ndose de mil maneras diferentes: ya
provoc�ndome el abundante fluido vaginal; ya agitando mi pecho con ansias locas
y suspiros incontrolables; o bien produciendo en mis sentidos los intensos
deseos de tocarme la pepita, sintiendo la tremenda necesidad de llevar mis manos
hasta all� y revolcarme de lujuria sobre el oculto pasto del bosque. Pensaba
tambi�n en Pepe, en su hermosa y colorada verga, en lo deliciosa que la sent�
cuando me la meti� por primera vez, y en un pensamiento comparativo que no pude
evitar, evoqu� c�mo sentir�a yo dentro de m� la palanca del desconocido, que era
muchisimo m�s grande, larga y gruesa que la de mi hermano. Este s�lo pensamiento
me hizo sentir un tremendo escalofr�o que provoc� que se me frunciera el culito
y el chochito por el placer sin igual que aquellas visiones me produc�an.
Ensimismada como me encontraba pensando en todo eso, no
percib� la presencia del desconocido, que apareciendo de pronto junto a mi, me
dijo en voz baja:
-Hola, Angelita....qu� milagro...
-Ohhhhh �sacud� la cabeza asustada, abiendo los ojos
sorprendida-
-Te asust�, peque�a....?
-Si....pero no importa.....no hay cuidado... �le dije,
content�sima de verlo nuevamente-
-Oh, perd�name, linda....es s�lo que no pens� encontrarte hoy
aqu�....
-No se preocupe....
-He venido otras veces....pero no te he visto por ac�....
-Pues no, -ment�-, lo que pasa es que no hab�amos vuelto a
venir en estos d�as.
-Hummmm......y viniste hoy con tus hermanos....?
-Si �le ment� otra vez-
-Ah, bien....y se fueron otra vez al monte....?
-Si....a cortar mangos....como siempre hacen...
-Y....hace mucho que llegaron ....?
-No....apenas hace algunos minutos....por qu�?
-No, por nada....s�lo quer�a saber si tardar�n en
regresar.....
-Seguro que demorar�n un buen rato �fing�, con la clara
intenci�n de que �l que se quedara conmigo-
-Oye, Angelita....y como has estado...?....qu� te pareci� lo
que hicimos el otro d�a...?
-Ohh....muy bien.... �le respond� sonriente-
-Dime, linda,....te gust� todo lo que hicimos....?
-Si......Mucho.
-Oye....y no te gustar�a ganarte otros cinco pesos....? �Me
dijo mostrando una sonrisa de confianza-
-Si....si me gustar�a....-le asegur� r�pidamente-
-Bueno...mira...entonces por qu� no aprovechamos el tiempo
antes de que tus hermanos regresen?
-Ssi....-le dije-.....est� bien. �mientras sent�a que una
especie de babilla me corr�a ya por en medio de mis piernitas-
-Bueno, Angelita....s�lo que ahora, nos meteremos un poco m�s
hacia dentro del bosque....
-Si?....por qu�?
-Porque no quiero que si tus hermanos regresan, nos vayan a
ver....
-Oh no....ellos no.... �yo interrump� r�pidamente mi
coloquio, d�ndome cuenta que estaba apunto de cometer un error-
-C�mo dices, peque�a....?
-No...nada....creo que es mejor como usted dice.... �correg�
presurosa-
-Bueno....est� bien....anda..ven, v�mos para all�... �dijo el
hombre, se�alando un espeso matorral que se encontraba como a unos cincuenta
metros de all�-
Yo le segu� hasta el sitio que �l hab�a elegido. Una vez
metidos entre el intenso follaje, el hombre se sent� en el piso y me dijo que me
acercara a �l, d�ndome en seguida la moneda de cinco pesos. Yo, poniendo el
dinero sobre el suelo, y sintiendo como que me ahogaba por el placer tan intenso
del momento, me acerqu� r�pidamente a �l. Aquel hombre, sudoroso como estaba,
comenz� a meter sus manos debajo de mi blanca faldita corta, yendo directamente
hasta el centro de mi pubis, el cual comenz� a acariciar suavemente y con toda
confianza, sabedor de que todo eso me gustaba y de que ahora s� contaba con mi
total y absoluta cooperaci�n. Y efectivamente, presa de la m�s ardiente lujuria,
yo me dejaba trastear por las manazas del desconocido, que ya hab�a metido su
mano debajo de mi calzoncito, hurgando aquel rinc�n de terciopelo, tallando
lentamente su dedo m�s grueso sobre mi rajadita, que rezumaba intensos flujos
que contribu�an ampliamente a su manipulaci�n.
�l se regodeaba con aquellas caricias sintiendo c�mo el
apretado resquicio de mi anhelante hendidura se estremec�a hasta el delirio
entre sus dedos, mientras se daba prisa en bajarme las pantaletas hasta
quit�rmelas totalmente. Una vez que me tuvo al descubierto, con mi pubis desnudo
frente a sus ojos, procedi� a quitarme el vestidito y el corpi�ito, hasta
dejarme completamente sin ropa. Suspirando con agitaci�n, �l se puso de pie y
empez� a desnudarse con ansias febriles, viendo c�mo surg�a retador aquel
tremendo pedazo de carne dura y roja que tanto me hac�a so�ar, tan inmensamente
grande, largo y grueso, que ten�a una cabeza del tama�o del coraz�n de un
caballo. Al volver a ver aquel espect�culo sin par de inmediato se despert� en
m� una lujuria incontrolable, que apenas pod�a yo contener. D�ndose cuenta de mi
brutal excitaci�n, el hombre no esper� m�s, y sent�ndose en el piso, me jal� de
las manitas hasta ponerme toda abierta de mis piernas encima de su descomunal
falo parado, para despu�s comenzar a bajarme con sus manos poco a poco hacia
aquella daga de la muerte, que por instantes y por su enorme tama�o me causaba
terror.
Pero siendo m�s fuerte el deseo irrefrenable que sent�a en
aquellos momentos, pronto olvid� todo temor y miedo, recordando que Pepe ya me
hab�a desflorado el d�a anterior, y que seguramente ya no ser�a tan doloroso
para m� que aquel hombre me la metiera. �l por su parte estaba tambi�n
completamente enardecido por la fiebre que le causaba mi desnuda presencia. Yo
para mis adentros pensaba que aquel desconocido, acostumbrado con toda seguridad
al desfloramiento de ni�as como yo, peque�as de mi edad, a quienes de seguro
convenc�a con dinero, al menos tendr�a la delicadeza de manejar el asunto con
toda lentitud y calma, de modo que olvidando por completo mis
temores me entregu� a la desbocada pasi�n del momento. Advirtiendo que para
entonces ya nada podr�a detener la embestida definitiva, me abr� totalmente de
piernas para facilitar la maniobra del desconocido, quien prestamente ya hab�a
colocado la babeante y roja cabeza de coraz�n en la mera entrada de mi bollito
ya no tan imberbe, y sintiendo la gruesa y descomunal punta de aquel animal
indomable y furioso queri�ndose entremeter en mi tierna caverna vulvar, me dej�
caer suave y lentamente sobre �l, mientras el hombre presionaba mis hombros
hacia abajo, persiguiendo ambos el mismo fin. Cuando sent� que la cabeza
colorada se abri� paso adentro de mi rajadita perdi�ndose con gran dificultad
entre mis ansiosos labios humedecidos de leche, sin poder evitarlo emit� un
fuerte quejido de dolor que debi� escucharse hasta la bifurcaci�n del camino. El
hombre me puso r�pidamente una de sus manos sobre mi boca con la finalidad de
que no se escucharan mis gritos, que segu�an intentando de salir con fuerza de
mi garganta, ahog�ndose entre las manos del libidinoso individuo.
Hasta ese momento y contra todos mis pron�sticos, �l hab�a
empujado mi cuerpo con fuerza hacia abajo, sobre su propio cuerpo, lo que
provoc� que de un solo jal�n me entrara m�s de la mitad de aquella verga
salvaje, de animal, produci�ndome un dolor insoportable que ni con mucho se
pod�a comparar al dolor que hab�a sentido cuando la verga de Pepe me hab�a
penetrado totalmente, desflorando supuestamente mi virgen conducto frontal. Yo
sinceramente no esperaba aquel trato tan duro y tan doloroso, por lo cual sent�a
c�mo mis l�grimas sal�an abundantemente recorriendo mis mejillas, mientras
lloraba abiertamente del tremendo dolor que sent�a, en tanto aquel brutal falo
encendido a m�s no poder me segu�a partiendo en dos, entrando por fin totalmente
hasta lo m�s rec�ndito de mis anhelantes entra�as.
Manteniendo mi boca tapada con su mano, mientras me empujaba
con mayor potencia la tremenda tranca adentro de mi chochito, yo sent�a que me
iba a desmayar del dolor tan grande que atravesaba mis caderas. Pero �l no
cejaba; no se deten�a ni siquiera un instante, pues continuaba empuj�ndomela y
sac�ndomela para volver a met�rmela y sac�rmela nuevamente con furia y sin
piedad, efectuando bruscos y salvajes movimientos hacia arriba y hacia abajo y
tambi�n hacia los lados, mientras me manteten�a montada y abierta de piernas
sobre su tit�nico pene. Perd� la cuenta de los minutos que pasaron entre el
momento en que me acomod� la cabeza y cuando me atraves� completamente con su
incre�ble verga, pues el dolor era tan fuerte que me hizo perder moment�neamente
el sentido y la noci�n del tiempo. No s� cuantos minutos pasar�a en eseado, pero
a pesar de ello, �l continuaba movi�ndose con avidez, y al recobrar yo la
conciencia comenc� a notar que de repente mis pliegues internos, ahora s�
totalmente rotos para siempre, se acoplaban por fin y poco a poco al tama�o de
aquel verg�n ejemplar, tal vez a fuerza de sentir tanto dolor y seguramente
tambi�n como consecuencia de la salvaje llenura de que era yo objeto.
As� que, a�n con los ojos inundados de l�grimas pero ya sin
tantos deseos gritar, yo misma empec� a moverme de un lado para otro, empalada
como estaba por aquel falo enorme, tratando de encontrarle el ritmo a aquella
preciosa verga que tantos estragos me estaba causando.
Aquel hombre, mientras tanto, continuaba con sus fenomenales
embestidas de toro enfurecido dentro de m�, entrando y saliendo una y otra vez,
ya sin impedimientos, de modo que mi chochito acab� de adaptarse completamente
al tama�o de aquella vara sin igual, empezando a producir en m� un placer y una
brama indecibles.
Tan calientes y fren�ticos nos encontr�bamos los dos que, sin
poder contenernos m�s, nos derramamos al un�sono en potentes orgasmos que
parec�an nunca acabar; �l regando las profundidades de mis entra�as de rico y
delicioso semen, en tanto mi bollito se contra�a entre r�os de sangre mezclados
con leche en venidas incre�bles, estrujantes y dolorosas, por primera vez
sentidas con tal intensidad por m�. Despu�s de eso permanecimos por largo rato
con nuestros cuerpos enrollados, estremecidos por los salvajes espasmos de
placer, mientras el desconocido me acariciaba, ahora s�, cari�osamente la
cabeza, como d�ndome las gracias por haberle proporcionado tan incomparable
tesoro. Yo, atravesada por aquel delicioso palo, ya no tan duro en esos
instantes, me manten�a con mi cuerpecito descansando montada sobre �l,
disfrutando de aquel salvaje momento. Como volviendo a la cordura, el hombre me
susurr� al o�do algunas palabras:
-Angelita.....ya b�jate, no vayan a venir tus hermanos....
-Hmmmmmmm.
-Anda nena.....no quiero que ellos se vayan a dar cuenta....
-Si.....est� bien....
Como pude me levant� para tratar de sacarme aquella bayoneta
de largo ca��n de mi rajadita ensangrentada. Cuando me v� mis partes todas
embarradas de sangre sent� miedo y me puse a llorar nuevamente. �l, d�ndose
cuenta de mi estado, comenz� a consolarme con palabras dulces, dici�ndome:
-No te preocupes, Angelita....mira, todo eso es muy
normal....
-Uhhh...?
-Te dir� algo que no sabes....cuando a una chica se la meten
por primera all�, siempre sale sangre....pero eso se pasa en seguida....no
demora tanto como crees....
-Es que....me duele mucho....y tambi�n me est� saliendo mucha
sangre....
-S�, pero es por eso que te digo....pero pronto pasar�....
-Y ahora...qu� har�....?
-Por qu�, ni�a....?
-No quiero que mam� se de cuenta.....
-No, no..... ella no debe saberlo....tienes que guardarte de
decirlo....recuerdas?
-Si....
-Pues entonces, no pienses m�s en eso.
-Pero...y ahora...c�mo me limpio...?
-Oh...es eso....no te apures....yo lo har�...
Y sacando de su morral una tela y un botell�n de agua,
comenz� a humedecer el trapo aquel procediendo despu�s a limpiarme completamente
la abundante sangre que me hab�a empapado mis partes �ntimas. Al terminar, el
desconocido sac� un rollo de papel higi�nico y me puso un poco entre mis
piernas, dici�ndome que me pusiera mi calz�n. Al verme completamente limpia y
protegida de mi intimidad, me tranquilic� y hasta me sent� mejor. Entonces el
hombre me dijo.
-Ahora, mant�n el papel all� todo el d�a, y por la noche, sin
que nadie te vea, te lo quitas y te pones m�s....entiendes, linda?
-Si...
-Ya ver�s c�mo ma�ana no te doler� ni te saldr�
sangre...Angelita.
-De verdad....?
-Si...te lo aseguro.
-Ay, qu� bueno...
-Bien....ya veo que est�s m�s tranquila....ahora me ir� para
que tus hermanos no nos vean juntos.
-Est� bien....pero...cuando volveremos a vernos...? �le
pregunt� interesada-
-Oh...mi ni�a...pronto nos volveremos a ver...si tu quieres,
claro...
-Pues si....si quiero....
-Bien....te buscar� por aqu�....ya ver�s que yo te
hallar�....como hoy...
-Bueno....
-Ya nos veremos otro d�a, Angelita....y recuerda...ni una
palabra a nadie, eh?
-Si, claro...
�l se despidi� de m� d�ndome un beso en la mejilla,
alej�ndose por el bosque mientras yo terminaba de vestirme, y recogiendo la
moneda me dirig� hacia donde estaba mi mochila, para irme luego a casa.
CONTINUARA.......
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