Relato: Desvirgada a los 11 por el padre de mi mejor amiga



Relato: Desvirgada a los 11 por el padre de mi mejor amiga

Todas las tardes, a eso de las tres y media, esperaba a quedarme solo en casa, cuando mi madre se iba a limpiar casas ajenas. Entonces comenzaba verdaderamente el d�a para m�. Iba hasta un peque�o galp�n en el fondo del patio y sacaba de debajo de unas maderas, un peque�o bolso que conten�a mi felicidad. All� estaba la ropa de ni�a que me hab�a regalado Carolina, una compa�era de escuela a quien le hab�a contado mis amarguras de encontrarme con un cuerpo y vida de var�n que detestaba. Y as� comenz� todo como un juego, prest�ndome sus ropas y arreglando mi cabello y pint�ndome las u�as como ella misma hab�a aprendido. Maquillaba levemente mi rostro y hasta recuerdo que me perfumaba con una fragancia suave para mujercitas.
As� pasaba toda la tarde, con su ropa y vestida como una ni�a bastante hermosa. Mi rostro se transformaba totalmente y mi nuevo �nimo me daban una est�tica provocativa que odiaba tener que dejarla cuando se terminaba la tarde. Carolina entonces me dio sus ropas para que las tuviera todo el tiempo que quisiera y para que me pudiera vestir a cualquier hora del d�a sin depender de que ella estuviera disponible.
Mi madre jam�s sospech� durante mis once a�os lo que yo hac�a o sent�a. Llegaba agotada por las noches y apenas me preguntaba si hab�a hecho mis tareas escolares. Era lo �nico que le preocupaba, que yo estudiara y no terminara como ella o mi padre que ni sab�a por d�nde andaba.
En esas tardes solitarias en mi casa, caminaba como una ni�a y hablaba y cantaba con la voz que realmente yo quer�a tener. Me sentaba con mis piernas cruzadas frente a un espejo y me miraba un y mil veces el rostro tratando de mejorarlo con un �ltimo toque de maquillaje. Me levantaba el corto vestid de Carolina para ver mis piernas y mi culo blanquito con la peque�a bombacha rosa metida en mis nalgas. ¡Qu� feliz que me sent�a entonces! Parec�a que la vida comenzaba a tener sentido verdadero para m�. Hab�a encontrado lo que buscaba.
Un d�a me anim� y sal� a la calle por la tarde vestida de ni�a para ir a lo de Carolina. Al entrar as� a su casa se asust� de que alguien me viera en su casa con sus ropas y vestida de tal manera. Subimos r�pidamente a su cuarto y nos tiramos en la cama a re�rnos a carcajadas por mi locura.
Pero ella ten�a raz�n en su temor, su padre me hab�a visto y se hab�a dado cuenta de lo que vio. Y all� comenzar�a una especie de vida que encerr� para m� m�s contradicciones de las que tra�a hasta ese momento. El padre de Carolina se apareci� una tarde en mi casa golpeando la puerta de entrada mientras yo estaba vestida de nena. Intent� simular una ausencia total en la casa, pero �l insisti� dici�ndome que sab�a perfectamente que yo estaba all�.
Abr� la puerta con un profundo temor de encontrar a alguien encolerizado, pero me encontr� una situaci�n sorpresiva. El padre de Carolina tra�a un hermoso ramo de flores que ni bien me vio lo extendi� hacia m� con una seductora sonrisa. Tom� las flores y lo hice pasar. �?l se sent� en un sof� que hab�a en la sala ni bien se entraba a mi casa y no paraba de sonre�rme. Me hizo una se�a para que me sentara cerca de �l y as� lo hice. Ni bien me sent� a su lado comenz� a acariciarme el rostro y a decirme lo hermosa que era, que estaba m�s bonita que una ni�a de verdad y que el vestido de Carolina me quedaba mejor que a ella.
Ahora al tiempo recuerdo todo la situaci�n con una sonrisa, pero en ese momento confieso que en cierto modo me encontraba entre asustada y excitada por lo que suced�a, me gustaron sus caricias y sus palabras y esa primera actitud de traerme flores. Me pregunt� c�mo quer�a que me llamara y yo le dije que por favor me llamara Anal�a, que ese era el nombre de mis sue�os. Luego tom� mi rostro con sus dos manos y me bes� profundamente, lo hizo de una manera muy caballerosa y sensual. �Sab�a c�mo hacerlo! Sus manos se metieron debajo de mi falda y comenz� a bajarme la peque�a bombacha que su propia hija me hab�a regalado. Sac� su lengua de mi boca y me introdujo un dedo indic�ndome que lo chupara. As� lo hice medio temerosa y medio excitada. Anal�a estaba con un hombre en definitiva. �Por qu� no aprovecharlo despu�s de todo? Entonces con su dedo lubricado por mi saliva me lo introdujo en mi ano totalmente virgen. Comenz� a meterlo de a poco y haci�ndolo circularmente. Yo daba peque�os grititos que me di cuenta enseguida que lo excitaban terriblemente. Transform� mi peque�o dolor por un placer que comenzaba a descubrir. A los pocos instantes ten�a todo su dedo medio metido en mi culito de ni�a. Sab�a lo que ven�a y comenc� a tener un poco de miedo.
El padre de Carolina sac� su enorme miembro y lo puso frente a mi cara, pas�ndolo excitado por todo mi rostro hasta que me orden� que lo metiera en mi boca. Esa, mi primera vez que me met� un miembro en mi boca, fue inolvidable para m�. Sent� que me pose�a totalmente y me ten�a a su merced. Pero que un poco tambi�n �l era m�o, porque pod�a darle placer con mi lengua y dominarlo a mi modo. Luego, cuando su miembro estuvo erecto en su totalidad, me dio vuelta y levant�ndome la falda comenz� a introducir su miembro en mi culo. Un dolor profundo invadi� todo mi cuerpo y de repente sent� que ya lo ten�a adentro m�o. Llor� de verdad pidi�ndole alocadmente que me la sacara para pasar a decirle de repente que me la metiera y que lo amaba y que era un hijo de puta por lo que me hac�a. Tom�ndome de los cabellos me la sac� y la puso una vez m�s frente a mi rostro. Sac� de su miembro un preservativo que no hab�a visto pon�rselo y de repente me meti� nuevamente la verga en mi boca y me la llen� de semen, no dej�ndome que se me escapara ni una sola gota, grit�ndome que me la tragara, mientras me dec�a putita y yegua de mierda.
Fue mi primer tragada se semen y una de las m�s excitantes, por cierto. El padre de Carolina se tir� exhausto sobre un costado, agitado y satisfecho por su eyaculaci�n. De pronto, a los pocos segundos volvi� a meter su mano debajo de mi vestido y comenz� a manosear mis test�culos y mi peque�o miembro. Yo segu�a llorando entre emocionada y dolorida, cuando de repente se arrodill� frente a m� y se meti� todo en su boca mientras volv�a a meterme sus dedos en mi culo. Yo lo tom� de los pelos y lo apretaba contra mis piernas. Comenz� a tener otra erecci�n a la vez que se masturbaba sin sacar de la boca mis huevos y mi verga de travesti peque�a de once a�os. Estuvo chup�ndome y metiendo sus dedos durante un largo rato hasta que le ped� por favor casi a los gritos que no me hiciera m�s da�o en mi culo. Se puso de pie y nuevamente meti� su miembro en mi boca, estallando a los pocos segundos e inund�ndome nuevamente de semen casi hirviendo.
Despu�s de eso me puso de pie tom�ndome por la cintura y me llev� hasta el ba�o donde lav� mi boca y mi culo dolorido. Me pidi� perd�n por el dolor provocado mientras me sonre�a de una manera dulc�sima. Volv� a maquillarme con lo que su hija me hab�a regalado y otra vez fui una Anal�a sonriente y un poco provocativa.
Una larga charla sigui� a aquella primera relaci�n. Yo cont� mis sentimientos y necesidades y �l cont� sus fantas�as con travestis de poca edad. Su beso de despedida fue uno de las m�s largos y profundos que recib� en mi vida. La relaci�n que mantuvimos dur� casi tres a�os, durante los cuales termin� mi escuela primaria para no pisar m�s un establecimiento educativo. Al a�o siguiente de lo que acabo de contar, le confes� todo a mi madre, quien no sali�, todav�a hoy, diez a�os despu�s, de su asombro. Pero su falta de car�cter o su resignaci�n lograron que yo impusiera mi voluntad de transformarme en una travesti de trece a�os, feliz con mi nueva vida.
El padre de Carolina dej� de ser mi amante cuando un d�a casi me mata a golpes al encontrarme con tres j�venes del barrio penetrada y con el rostro lleno semen, luego de una b�squeda desesperada por toda la ciudad sabiendo que ya no le estaba siendo fiel. Ahora lo comprendo aunque no le perdono el da�o que me hizo. Carolina se pel� conmigo espantada por lo que ella misma hab�a contribuido a hacer.
Hoy llevo su nombre un poco en su homenaje, un poco por recordarla y por cierta envidia sana de su hermosura. Aunque no puedo ni debo quejarme, he alcanzado una belleza que jam�s pens� se pod�a alcanzar desde un cuerpo de var�n. Mis atributos son sorprendentes y mi femineidad es absoluta. Y para quien llegue a conocerme podr� darse cuenta que todav�a sigo tragando el semen de mi pareja como aquella tarde inolvidable en el sof� de mi casa a mis once a�os.



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