Relato: Mis amigos sirvieron a mi mujer





Relato: Mis amigos sirvieron a mi mujer

Como este, muchos de mis relatos son testimoniales y la protagonista en este caso es mi mujer de la que he cambiado el nombre pero no los de mis amigos y del m�o he conservado la inicial. Tal vez no tenga la crudeza de los inventados pero s� la contundencia de lo real.


LUCAS&OSVALDO&DANIEL&MARINA

Los a�os de matrimonio, hab�an llevado a que las relaciones entre la pareja ya no contuvieran el apasionado amor de los principios y en los �ltimos tiempos eran una especie de justa f�sica en la que se agotaban en satisfactorios acoples donde la perversidad iba ocupando el lugar del afecto.
La que m�s se tomaba a broma esas expansiones era Marina quien, casi con un esp�ritu deportivo, comentaba a posteriori la profundidad del goce que alcanzara y en ocasiones que sal�a a la conversaci�n, sol�a manifestar una desmedida y entusiasta intriga por averiguar si las mentas sobre lo dotado de algunos hombres de su c�rculo ser�an ciertas, disimul�ndolo bajo una p�tina de p�cara iron�a, como pretendiendo restarle importancia a su inter�s.
Aquello hab�a instalado en Lucas la sospecha de que, si la ocasi�n se daba, su mujer no dudar�a en dar rienda suelta a esa curiosidad, evaluando que, si ella se comportaba con la desinhibici�n y lujuria que demostraba en la cama con �l, esa c�pula tendr�a car�cter de �pica.
Lucas hab�a ido escalando a nuevas posiciones ejecutivas y merced al reconocimiento de sus m�ritos, fue ascendido a director de la empresa. Al cumplirse un aniversario de la revista Gente, lo invitaron a la tradicional fiesta y �l arregl� para que en su mesa coincidieran dos amigos y compa�eros suyos a quienes conoc�a su mujer e inclu�a dentro de la lista de quienes la intrigaban. El sal�n de Sheraton luc�a colmado de gente y, casi escondidos en un rinc�n, lo convirtieron en una fiesta dentro de la fiesta.
Habiendo distribuido una generosa propina antes de la cena, los mozos se encargaron de que en la mesa no faltaran bebidas y, acompa��ndolas con la riqueza de los platos, transcurri� la velada en medio de una alegr�a festiva que no disimulaba un cierto grado de embriaguez. En esos a�os y a causa de esa fraternidad sexual que une a los ejecutivos en sus largos viajes al interior y noches de alcoh�licas confidencias alab�ndose a s� mismo, hab�a fanfarroneado con algunas de las m�s virtuosas aficiones sexuales de su mujer y aunque no ten�a expectativas ciertas pero sabiendo que Osvaldo no desagradaba a Marina, esperaba que, con un poco de descontrol �organizado�, Marina cometiera un desliz
Sentado junto a de su mujer cuya derecha ocupaba Osvaldo y, conocedor del efecto que las bebidas hac�an en ella, mientras se ocupaba que su copa no estuviera vac�a, no pudo dejar de advertir ciertos chisporroteos en las miradas y juguetones toques de sus manos que lo pusieron en alerta.

Ech�ndose disimuladamente hacia atr�s, descubri� como una mano de su mujer se deslizaba subrepticiamente por la entrepierna de Osvaldo y, por esa sonrisa de beat�fica indiferencia que le daba el alcohol, aparentaba experimentar agrado por lo que sus insinuantes caricias comprobaban. Simulando desinter�s, volvi� la atenci�n hacia el show, mientras su cerebro lucubraba perversas situaciones y maquinaba como lograr que se llevaran a cabo.
Anticip�ndose a esas especulaciones y aunque estaba bastante achispada por el champ�n, luego de los postres y tras pasar un largo rato en el toilette, Marina volvi� recompuesta pero tambaleante para proponer por qu� no sal�an todos juntos a tomar unas copas finales. Verdaderamente, ellos no estaban borrachos pero s� lo suficientemente alegres como para apoyar la moci�n con entusiasmo y, subieron todos a su auto.
Volcando hacia adelante la butaca que permit�a el acceso al asiento trasero de la cup�, Marina se recost� mareada contra el respaldo mientras Osvaldo la acompa�aba. Con Daniel en el asiento delantero, Lucas baj� lentamente por la explanada curva del hotel para dar la vuelta a la Plaza de los Ingleses. A esa hora de la madrugada, el clima caracter�stico de Buenos Aires hab�a colocado sobre el pavimento una brillante p�tina de humedad que se manifestaba en los jirones de una espesa niebla, oblig�ndolo a manejar con prudencia el poderoso Torino y cuando tom� por Libertador en direcci�n hacia el Norte, se dio cuenta del s�bito silencio que hab�a reemplazado a la algarab�a anterior.
Al mirar a trav�s del espejo retrovisor, contempl� como Marina, aun con los ojos cerrados y una deliciosa sonrisa en sus labios, aceptaba mansamente el silencioso asedio de Osvaldo quien, sin apenas moverse, conduc�a su laxa mano para que confirmara la consistencia de su verga a trav�s del pantal�n. Entornando los ojos y aun con la mirada turbia perdida en el techo del auto, ella desliz� en toques exploratorios los dedos sobre el miembro y su reciedumbre debi� entusiasmarla, ya que, tras recorrerlo a lo largo, se ci�eron contra la tela para iniciar un manoseo muy parecido a una masturbaci�n. El se hab�a acercado para pasar cari�osamente un brazo sobre sus hombros e inclin�ndose hacia ella, picoteaba apenas en la boca entreabierta con m�nimos besos h�medos.
Conociendo como reaccionaba su mujer ante esos est�mulos, Lucas se dijo que la noche iba a terminar de una manera inesperada y sonriendo maliciosamente, ralent� aun m�s la marcha del autom�vil, llev�ndola casi al del paso de un hombre. Marina hab�a correspondido a los silenciosos embates de su amigo con indecisos leng�etazos a la par que la mano buscaba ciegamente desabrochar la bragueta. Profundizando el calor de los besos, Osvaldo abri� la corta chaqueta Chanel y con presteza, desabroch� los peque�os botones de la blusa. La costumbre hab�a hecho que Lucas no se diera cuenta de su carencia de corpi�o, sorprendi�ndose cuando las manos separaron la seda y sus senos surgieron desafiantes a la vista de todos.
Ronroneando mimosamente, ella hab�a recostado regalona la cabeza sobre su hombro y, en tanto que se aferraba a su nuca para incrementar la fuerza de los chupones, encog�a una pierna de lado para que la mano que dejara al descubierto los pechos, descendiera por sobre las nalgas y excitara su sexo casi expuesto. A pesar de la lentitud de la marcha, ya hab�an llegado a las cercan�as de la Facultad de Derecho y, tomando un desv�o junto al Centro de Exposiciones, Lucas condujo el coche hasta dejarlo estacionado en la calle posterior, lejos de cualquier lugar transitado.
Acomod�ndose contra la ventanilla para poder observar sin dificultad, acept� el cigarrillo que le ofrec�a Daniel mientras contemplaba como Osvaldo alzaba la falda de su mujer para acceder al sexo apartando la bombacha.
Detenido el motor, un silencio sepulcral acompa�aba la expansi�n sexual que s�lo fue quebrado imperceptiblemente cuando Marina, quien hab�a abierto sus piernas para facilitarle la tarea, expres� su conformidad con la susurrada satisfacci�n de hondos suspiros al hacer que su mano liberara del encierro la verga del hombre.

Aparentemente subyugada por el tama�o que aparentaba tener el miembro aun dentro del pantal�n, introdujo la mano para sobarlo entre los dedos y, en tanto la boca del hombre chupeteaba los senos, termin� de sacar la verga del interior para manosearla con cierta premura masturbatoria para luego, bajando la cabeza, introducirla casi totalmente en la boca.
Ya obnubilada por hacerle la felaci�n, se acomod� arrodillada sobre el asiento y asiendo el falo con toda la mano, encerr� al glande entre los labios para iniciar un vaiv�n coordinado con el que abarcaba todo el miembro como un tubo carnoso. Cuando estuvo lo suficientemente r�gido, fue introduci�ndolo hasta que sus labios tomaron contacto con el vello inguinal y luego se retir� lentamente sacudiendo la cabeza de lado a lado.
Ese trabajo artesanal de la mujer que tan bien conoc�a Lucas, excit� de tal manera a Osvaldo quien, apoyado en el respaldo y de costado a ella, termin� de alzar la pollera hasta la cintura para bajar la bombacha y sus dedos buscaron nuevamente la vulva. Mientras ella estrujaba la verga para exacerbar la intensidad de las succiones, los dedos de �l dejaron de estimular a lo largo del sexo para introducirse acariciantes en la vagina, encontrando la resistencia de los m�sculos que Marina manejaba a su antojo para obtener mayor placer en las penetraciones.
A pesar del alcohol ingerido o tal vez acicateada por ese �xtasis, era consciente que su marido y Daniel contemplaban como contentaba los angustiosos reclamos de sus entra�as y esa misma circunstancia parec�a convertirla en la estrella de un espect�culo por el cual satisfac�a las vilezas m�s repugnantes de su ego.
A favor de la decisi�n con que la mujer chupaba y manoseaba su miembro, Osvaldo form� una tenaza; con el pulgar sometiendo al ano, �ndice y mayor se encargaron de estimular fuertemente el canal vaginal estreg�ndose a trav�s de la tripa, obteniendo de Marina un fervoroso asentimiento en tanto meneaba entusiasmada las caderas.
Pregunt�ndole prudentemente a Lucas si pod�a sumarse, Daniel se quit� los pantalones y el calzoncillo y desliz�ndose por la separaci�n entre las butacas, se ubic� detr�s de su mujer, haciendo tremolar la lengua vibrante sobre el ano para luego realizar un periplo repetido que la llev� hasta el mismo cl�toris. Alternando eso con la introducci�n de tres dedos en la vagina, fue haci�ndole separar las piernas y cuando toda esa zona estuvo lo suficientemente dilatada, se acomod� detr�s de ella para introducir lentamente la verga en el sexo.

El miembro de su amigo no era una cosa de locos pero aun as� consigui� arrancar de Marina un ronco gemido que acompa�� con su repetido asentimiento. Tal vez en consideraci�n a Lucas, �l trat� de no maltratarla ni forzarla y por eso, movi� su cuerpo con suaves impulsos que, no obstante su delicadeza, hac�an que la cabeza escarbara el cuello uterino de la mujer quien, ante eso y sin dejar de chupar fervientemente el falo de Osvaldo, inaugur� un perezoso hamacar que contribuy� a la profundidad del coito.
Involuntariamente y por costumbre, los m�sculos vaginales de Marina ejercieron sobre el falo aquellos movimientos de s�stole-di�stole que hab�a desarrollado con los a�os y, sorprendido ante eso, �l abandon� todo cuidado para sacar la verga totalmente mientras contemplaba el rosado interior de la vagina que pulsaba como una boca siniestra para despu�s volver a introducirlo con toda violencia.
Daniel ignoraba el grado de concupiscencia que la mujer alcanzaba con los efectos del alcohol potenciando su bipolaridad y por eso no previ� que ella iba a dejar de chupar a Osvaldo para, revolvi�ndose en el asiento, abalanzarse sobre ese falo colmado de mucosas vaginales e introducirlo golosamente en su boca. Empuj�ndolo contra el lateral y tras dos o tres hondas chupadas a la verga, mientras la manten�a erecta con envolventes roces de la mano al glande, aloj� su boca en los test�culos para lamer y sorber los olorosos jugos masculinos.
Los amigos de Lucas comprobaban que sus referencias a la desbocada sexualidad de su mujer no hab�an sido un alarde y en tanto que Daniel, acariciando su cabello, alababa sus condiciones prostibularias con el lenguaje m�s grosero, incit�ndola aun a mayores perversidades, Osvaldo se hab�a instalado sobre su grupa y despu�s de estimular el ano con un dedo empapado en los jugos que rezumaba la vagina, apoy� la punta ovalada del miembro sobre los esf�nteres y presion�.
Deslumbrada por la promesa de aquella sodom�a, ella dej� de traquetear por un momento sobre el falo y genitales de Daniel para expresarle con los dientes apretados todo el goce que esa penetraci�n le provocaba y aguant� a pie firme, con tan s�lo un bramido gozoso, cuando el falo curvado de Osvaldo se introdujo en el recto hasta que su ingle choc� con las conmovidas nalgas.
La mano parec�a un mecanismo autom�tico en la velocidad de la masturbaci�n mientras ella liberaba la boca para alzar la cabeza y expresar en gorgoteantes gemidos todo el placer que la sodom�a le daba en tanto su cuerpo acompa�aba el vaiv�n del hombre.
Olvidada de todo lo que no fuera satisfacerse en aquel sexo extraviado, colabor� para que Daniel quedara totalmente acostado y, dejando de lado a Osvaldo, se acaball� de espaldas a �l sobre su ingle para conducir la verga con la mano y penetrarse hondamente. Dej�ndose caer sobre el pecho del hombre y en tanto los conmovidos senos eran estrujados desde atr�s por Daniel, sus caderas ejecutaron una lasciva danza que, como si se movieran independientemente del resto del cuerpo, sub�an y bajaban, altern�ndose en un ajetreo de adelante hacia atr�s y con ocasionales rotaciones que hac�a a la verga moverse aleatoria y rudamente en la vagina.
Expresando de viva voz su contento por aquel sexo tan inesperado como placentero, se detuvo por un momento para llevar sus dos manos a las nalgas ayudando a la dilataci�n con los dedos y, sacando la verga del sexo la gui� con su mano para introducirla en el ano, mientras alentaba a Osvaldo para que la penetrara por el sexo. Cuando se acuclill� sobre ella para hacerla recostar sobre el pecho de Daniel y penetr� con infinito cuidado la vagina, mordi�ndose los labios de dolor, Marina resoll� afanosamente por los dilatados hollares nasales.
Pidi�ndoles que lo hicieran al un�sono, los exhort� a penetrarla tan hondamente como pudieran y el restregar de los dos falos apenas separados por los membranosos tejidos vaginales e intestinales, fueron elevando su sensibilidad a una dimensi�n escasamente conocida por ella.
Movi�ndose un�nimemente en la c�pula monstruosa, se debatieron por un rato hasta que ella sinti� como aquellas inaguantables ganas de orinar que prologaban algunos de sus mejores orgasmos la invad�a y as�, en medio de gritos y susurros de complacencia, los sonoros chasquidos de las vergas entrando y saliendo dieron fe de su violento orgasmo.
Ella era consciente de que Osvaldo ni Daniel hab�an acabado y, arrodill�ndose sobre la alfombra, les pidi� que se acercaran para que pudiera masturbarlos y chuparlos. Con voz enronquecida por el agotamiento, y en tanto acariciaba en ascendentes y descendentes presiones de los dedos que resbalaban sobre los jugos que lubricaban las vergas, proclamaba cuanto placer hab�a obtenido de ellos, especialmente porque eran tan buenos amigos de su marido.
Obsesionada por las fuertes fragancias, fue suplantando alternativamente los dedos por la boca en acuciantes chupadas que le hac�an hundir las mejillas. Uniendo las dos vergas, convirti� las hondas succiones a las cabezas en cortos chupeteos alternativos que no iban m�s all� del surco pero acompa�aban la exacerbaci�n de los hombres que, anunci�ndole la inminencia de sus eyaculaciones, tomaron en sus manos los falos para masturbarse y de pronto, los espasm�dicos chorros lechosos cayeron sobre su cara y boca que ella recog�a con la lengua �vidamente extendida, para deglutirlos como si fueran un n�ctar.
Mim�ndola como si fuera una chiquilina, los hombres la recostaron en el asiento y con el concurso de sus pa�uelos fueron limpi�ndola del pringue de saliva, sudor, jugos corporales y esperma. Esperando que los estremecimientos de la excitaci�n se calmaran para devolverle parte de su serenidad habitual, le ayudaron a vestirse. Ella los dej� hacer con mimosa complacencia mientras se recuperaba del esfuerzo y, m�s tarde, cuando despu�s de dejarlos en sus casas emprendieron el regreso a la suya, durmi� placidamente recostada en el mullido asiento trasero.










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