Relato: Mi mamasita





Relato: Mi mamasita

He le�do asiduamente los estupendos relatos de incesto y me
agradar�a compartir con los lectores una experiencia fascinante que he tenido y
tengo con mi madre. Vivimos en Buenos Aires, tengo 22 a�os, soltero, �nico hijo,
y mi madre, de 50, una mujer muy sexy que qued� viuda hace menos de un a�o. La
atracci�n sexual de mi madre sobre m� comenz� desde hace 3 a�os y mi excitaci�n
provocada por ella se calmaba con frecuentes, por no decir diarias,
masturbaciones. Cualquier lugar y motivo me impulsaba a pajearme, especialmente
cuando a trav�s de un vidrio esmerilado ve�a su silueta ba��ndose. Otras veces
me masturbaba inconteniblemente al verla pasear en ropa interior (especialmente
en verano) por la casa, a�n en presencia m�a, pues mi madre fue muy liberal en
ese sentido.


Supongo que mi padre cumpl�a cabalmente con sus deberes pues
a diario escuchaba desde mi habitaci�n contigua los crujidos y gemidos de sus
devaneos sexuales. Ni que decir que me masturbaba al comp�s de esos movimientos
r�tmicos y eyaculaba copiosamente cuando el s�bito silencio me indicaba que
hab�an llegado al cl�max. El hecho que motiva esta carta es que mi padre por un
fortuito accidente falleci� el �ltimo invierno. Mi madre lo sinti� much�simo,
tanto por la falta de su compa�ero como tambi�n por la interrupci�n de sus
placeres nocturnos. El luto le sentaba maravillosamente bien y entre los
pliegues de la seda negra se notaba la turgencia de sus pechos que no hab�an
perdido nada de seducci�n. El momento tr�gico caus� en m� un efecto inesperado,
como si el motivo que impidiera acercarme a mi madre hubiera ya desaparecido.
Luego del sepelio volvimos juntos en el coche, abrazados como compartiendo el
evidente dolor. Su perfume me embriagaba, pero no era momento para
exteriorizarlo. Llegando a nuestra casa, a�n llena de gente, goc� intensamente
cuando muchos me dec�an que ahora era yo el �nico sost�n de mi madre, la �nica
compa��a y que deb�a cuidarla bien.


La segunda noche posterior al deceso, mam� no quiso quedarse
sola en el dormitorio, y no le pareci� mal pasar la noche acompa�ada por quien
ser�a de ahora en adelante el hombre de la casa, por lo cual me acost� en una
cama improvisada en la misma habitaci�n. Al cabo de poco tiempo. Y cuando ya
estaba adormilado, escuch� algunos sollozos. Me acerqu� a la cama para tratar de
consolarla de la mejor manera posible, cuando en forma inesperada, ella misma,
al notar la soledad en que se encontraba, tal vez a�orando la tibieza de la cama
ocupada por el extinto marido, y pretextando que yo dorm�a en forma inc�moda,
pidi� que me acostara con ella en la cama matrimonial. Al principio pens� que
era natural que la congoja le pidiera no estar sola esa noche, y tal vez ella
pens� lo mismo. La cuesti�n fue que de pronto, vestido con un slip, sin pijama,
me encontr� al lado de mi madre dispuesto a acompa�arla en su sue�o.


La calidez de su cuerpo en esa noche destemplada prontamente
me caus� un efecto que al principio rechazaba, no solo porque esos d�as eran de
tristeza, sino porque era la primera vez que dorm�a solo en la misma cama con mi
madre, desde mi infancia, que recordaba con a�oranza. Eran noches de invierno.
Acurruc�ndonos uno junto al otro nos d�bamos mutuo calor. Yo trataba de
disimular la tremenda erecci�n que me provocaba ese cuerpo deseado y trataba de
separarme, pero ella se apretaba m�s contra m�. No dudo que sentir�a mi pene
erguido contra su vientre si est�bamos frente a frente, o contra sus nalgas si
yo estaba detr�s de ella. M�s de una vez sent� sus sollozos casi imperceptibles,
lo que provoc� en m� una oleada de ternura que no pod�a disimular. Sin duda
estaba ella recordando a pap� y en esos momentos m�s se acercaba a m�. Su
cabello perfumado me produjo una borrachera inimaginable. De pronto me encontr�
como trastornado tratando de consolarla, pero no sab�a como hacerlo. Not� que
ella no pod�a dormir y se estremec�a de tanto en tanto. En un momento dado, tal
vez porque nuestros cuerpos hab�an calentado suficientemente la cama vi que mi
madre retir� el cubre cama y trat� de quitarse el camis�n sin �xito pues se
trab� en el bot�n del cierre del corpi�o.


Ella trat� de desprenderlo, pero no pudo, de modo que con mi
mano le ayud� a hacerlo. Entonces se quit� camis�n y corpi�o, muy lentamente,
haci�ndome adivinar su cuerpo blanco en la oscuridad casi total en que nos
encontr�bamos. Solo ten�a puestas las medias negras con empu�adura a medio
muslo, que no hac�an m�s que destacarlos. Luego se acost� de espaldas a m� y me
pidi� que me acercara y as� de esa manera yo no tendr�a fr�o. A cent�metros de
m� estaba el objeto de mi mayor deseo. Apoy� mi pecho en su espalda y el pelo de
ella me inund� la cara. Puse mis brazos al costado con mis manos en la cadera de
ella, sintiendo esa piel lisa y tentadora. Me puse a temblar cuando sent� las
manos de ella que apretaban las m�as y las llevaban delante de ella para
abrazarla. Pens� que esa manera de consuelo era la m�s adecuada, pero pronto
otra oleada de deseo acab� con mi escaso juicio. Sent� la base de sus pechos
apoyadas en mis manos cerradas. Eso y abrirlas para contenerlos fue todo uno. Mi
madre no se movi� salvo para aproximarse m�s a�n a m�. Mi pene estaba tan erecto
que imposible fuera que ella no lo sintiera en sus nalgas. En menos de medio
minuto sus pezones estaban duros como piedras. Como un tonto no supe m�s que
ronronear... mmmmmmmm, y un suspiro profundo sali� del pecho de mi madre.


Naturalmente ten�a que suceder algo. No quer�a pensar en nada
m�s que en estar al lado de ella, de acariciarla, de consolarla, de darle todo
mi amor. No quer�a pensar en incesto ni en nada de eso. Era una locura tan
intensa que sobrepasaba toda moral. Era la fantas�a de toda mi vida hecha
realidad. Ella misma quit� el cubre cama y se puso de espaldas, levantando algo
la pierna que estaba m�s cerca de m�. Solo ve�a una silueta semi borrada, pues
la oscuridad era casi total. Pero bastaba para notar el contraste de la blancura
de su piel con las medias negras llenas de erotismo. De pronto se dio vuelta
hacia m� y me abraz� con todas las ansias de una mujer desesperada. La llen� de
besos en la cara, en el pelo, en el cuello... Sus pechos apretados eran dos
montes er�ticos irresistibles. No se como no me precipit� a besarlos... Est�
bien mam� le dije, tranquil�zate... Si hijito, estoy tranquila, pero ahora te
necesito, necesito que seas el hombre de la casa. No entend� al principio, pero
luego me di cuenta de todo. Dej� que ella me besara con besitos tenues y dulces
y de pronto su boca se apret� contra la m�a y as� qued� un rato largu�simo hasta
que su lengua penetr� en mi boca buscando la m�a. Mis manos comenzaron a
acariciarla y cuando llegaron a su bombacha, sin resistencia de su parte se la
saqu� y la arroj� lejos en la habitaci�n.


Entonces comenc� a besar todo su cuerpo en medio de sus
suspiros. No qued� cent�metro de piel sin besar y cuando llegu� a su concha la
sent� empapada, con ese olor t�pico de hembra en celo. Su mano asi� mi verga y
comprend� entonces que esa noche �bamos a sentir los placeres de una primera
vez. Arqueada sobre m�, la bes� e introdujo el glande en su boca comenzando a
lamerlo y succionarlo, tal vez como tantas veces lo habr�a hecho con mi padre.
Sus suspiros eran tiernos y apasionados, propios de una mujer madura insaciable.
El placer que mi madre me produc�a al chuparme la verga fue tan intenso que deb�
decirle que se detuviera, de lo contrario terminar�a en segundos. Noooo, me
dijo, no acabes todav�a, te quiero dentro de m�. Abri� algo las piernas y yo me
acost� sobre ella. Dirig� mi miembro a su concha palpitante y de un solo empuj�n
entr� toda, a pesar de los 20 buenos cent�metros que mide. Entonces comenc� a
bombearla y los grititos de ella me hac�an acordar los que o�a cuando pap� viv�a
y la montaba. A�n la cama hac�a el mismo ruido. Est�bamos abrazados con las
bocas unidas. Respir�bamos agitadamente en una lujuria de sexo.


A los pocos minutos ella comenz� a moverse m�s r�pidamente y
arqueando su cuerpo me ofreci� el m�s hermoso orgasmo que mujer alguna me
hubiera brindado. Apur� mi ritmo y se sucedieron los orgasmos, dos, tres,
cuatro, perd� la cuenta. Mi madre no ten�a l�mite, gozaba de tal manera que me
descontrol� y le dije si pod�a acabar dentro de ella. Si mi amor, me dijo,
anteayer acab� de menstruar. Dicho eso ya no pude contenerme. Dej� la pija sin
moverla dentro de su concha y ella, sabiamente, movi� el esf�nter varias veces
hasta que el semen surgi� sin forma de retenerlo. �Que se yo cuantos chorros
fueron, cuatro, cinco! Nuestras bocas permanecieron unidas hasta que ca� rendido
sobre ella. El hecho fue que despu�s de un buen rato, cuando saqu� la verga, a�n
enhiesta, un buen chorro de semen manch� las s�banas. Nos abrazamos frente a
frente un buen rato. Ella me acariciaba la cabeza, �est�s arrepentido? me
pregunt�. Yo no, le respond�, �y vos? Nooooo, yo tampoco. Te voy a confesar
algo: yo sent�a como te pajeabas en el dormitorio cuando cog�a con tu padre, y
eso me calentaba, �no te enojas? No, le dije, pero �vos te enojas si te digo que
me masturbaba pensando en vos?.. Su risa cuando se lo dije me dio a entender que
no solo me perdonaba, sino que le gustaba. Vos sabes, me dijo, las mujeres nos
enorgullecemos cuando un hombre se deleita aunque sea pensando en ellas. Luego
hizo lo que no esperaba, se puso boca abajo y alz� sus nalgas ofreci�ndome su
dulce trasero. Mi verga, que a�n no hab�a perdido ni un cent�metro de erecci�n,
prontamente se dirigi� al orificio que se ofrec�a imp�dico y despacio, muy
despacio la introduje. Al principio encontr� resistencia y sali� de ella alg�n
gritito de dolor, pero luego entr� hasta que los test�culos hicieron tope contra
sus nalgas. Comenc� a moverme con toda dulzura y notando que ella estaba apunto
de tener otro orgasmo apur� el ritmo y finalizamos juntos la faena, con otro
polvo may�sculo. Al retirarme, el semen que sal�a del orificio se mezcl� con el
que ya manchaba la s�bana, como muestra cabal del placer que mi madre me hab�a
otorgado.


En estos momentos, despu�s de varios meses de acostarme con
ella, siento que a�n en sue�os roza mi verga dura contra sus piernas para
despertarme. Otras veces lo hace con sus tetas en mi cara. No creo que so�ando
me confunda con el esposo que a�oraba pues su boca busca la m�a y comienza a
ronronear. ��Mam�!!!, le digo quedamente... �Qu�, hijo? me pregunta. �Qu�
haces?... No dice nada, me besa con m�s fuerza, y entonces noto que no lleva
corpi�o. Sus senos grandes se aprietan contra mi cara y los pezones buscan mi
boca, y entonces en la m�s dulce borrachera, los beso, los acaricio y deslizo mi
mano hacia su conchita, que esta empapada. No decimos una palabra, se pone de
espaldas y me mira en una forma m�s que elocuente. Se somete a mi penetraci�n
entre suspiros. Otras veces su cola espl�ndida se aprieta contra mi pene como
diciendo: aqu� est� lo que m�s te gusta... Hace poco, cuando nos calmamos
despu�s de varios orgasmos me dijo... al fin me diste el gusto. Yo sab�a que te
masturbabas, pero no sab�a como decirte que lo hicieras bien conmigo. Tu padre
no me satisfac�a como vos. No pod�a decirte que necesitaba sexo y no quer�a
d�rselo a cualquiera, pues sabes como es la gente, espera siempre deslices.
Record� como me mirabas... y la primer noche, bueno, ard�a de deseos de que me
penetraras, y no pod�a tomar la iniciativa. Pero creo que lo hiciste muy, pero
muy bien... Adem�s hiciste lo que nunca dej� hacer a tu padre. Fue solo para
ti... Desde entonces ella es mi hembra y la hago feliz. Todas las noches hacemos
el amor. Ella vuelve a gozar los placeres del lecho conyugal, nada m�s que ya no
es el marido quien la satisface.


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Relato: Mi mamasita
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