Ten�a yo doce o trece a�os, la verdad no lo se con exactitud.
Lo que si recuerdo, es que una de mis principales caracter�sticas en ese
entonces, y a�n en la actualidad s�lo que a menor medida, era la curiosidad. Mis
o�dos eran como radares, siempre alertas a la posibilidad de escuchar alg�n
chisme. Mis manos tambi�n hac�an lo suyo, buscando todo el tiempo entre las
cosas de los dem�s. No hab�a un solo candado, que fuera capaz de detener mi
necesidad de enterarme de todo. No hab�a persona, que ante mis continuas y
cansadas preguntas, no abriera la boca para contarme hasta su �ltimo secreto.
Era un adolescente casi despreciable, algo muy parecido a los seudo periodistas
de espect�culos, un ladr�n, de noticias y secretos.
Pero no es eso lo que quiero contarles, sino lo que descubr�
en uno de esos cajones prohibidos, cerrados bajo llave, que acostumbraba abrir
sin permiso. Como cada domingo, y contra mi voluntad, mi padre me llev� a
visitar a mi abuela. Nunca entend� porque su empe�o en hacerlo. Cuando entraba a
su casa, mi lado grosero y malvado se despertaba. No perd�a oportunidad para
ofenderlos a ella, o a cualquier otro pariente que se encontrara en el lugar.
Eso sin contar, que en cuanto me dejaban un segundo solo, hurgaba en las cosas
privadas de cuanta gente pudiera. As� me enter� de varias historias, como por
ejemplo, el especial gusto que ten�a uno de mis t�os por los ni�os. Pero sin
duda lo mejor de todo, fue lo que "investigu�" sobre la santa y recatada
Concepci�n, como se llamaba mi abuela, que en paz descanse.
Entre sus cajones de ropa interior, los cuales esculcaba no
por fetichismo, sino porque son un lugar com�n para guardar cosas que no
queremos hacer saber a nadie m�s, encontr� una carta. El papel estaba
amarillento por los a�os. Las frases ya no eran entendibles del todo, por el
deterioro de la tinta. La fecha y el destinatario de plano hab�an desaparecido,
pero por lo que le�, y el lugar donde estaba oculta, pude adivinar que se
dirig�a a mi abuela. Esas palabras borrosas me impactaron. No pod�a creer lo que
entraba por mis ojos. La madre de mi progenitor, esa que todos dec�an era
incapaz de cometer pecado alguno, la que acud�a diariamente a misa de siete, le
hab�a sido infiel a su esposo.
Con tan jugosa informaci�n entre mis manos, no pod�a quedarme
con los brazos cruzados. Ten�a que averiguar lo que la poca claridad de las
letras, no me permit�a saber. Sin soltar la carta, camin� hasta donde estaba mi
abuela. Le ped�, o m�s bien le orden�, que fu�ramos a su cuarto porque quer�a
preguntarle algo importante. Ella charlaba con mi padre, pero ambos me conoc�an
muy bien, por lo que no se neg�. Regresamos a la habitaci�n. Cerr� la puerta y
le mostr� la carta. Se qued� muda al ver lo que hab�a en mis manos. Se sent� en
la cama. Empez� a llorar desconsoladamente.
-Mira abuelita, no tengo tiempo para tus lloriqueos. Ahora
mismo me vas a contar, todo lo que no pude leer por el estado en que se
encuentra la carta. - Le ped� con tono arrogante.
-Pero, mijito, �c�mo me pides eso? �Qu� no ves lo mal que me
pone nada m�s de acordarme? - Me pregunt� sin dejar de llorar.
-Si te pone mal, o si quieres saltar por la ventana, son
cosas que me tienen sin cuidado. Sabes lo curioso que soy. No quiero pasarme las
noches pregunt�ndome que fue lo que sucedi� con �ste hombre - Le dije se�alando
las hojas entre mis dedos -. Si quieres cortarte las venas, o colgarte de la
regadera con tus rid�culos calzones, puedes hacerlo, pero no sin antes hab�rmelo
dicho todo.
-Por favor, no me hagas esto. �Qu� m�s da que sepas o no los
detalles? Ya sabes lo importante, que le fui infiel a tu abuelo, que no soy la
persona intachable que todos creen, lo dem�s no importa. Por favor, te lo ruego,
olv�date de esto y regresemos a la sala, con tu padre. - Me suplic� la
desesperada anciana.
-�Qu� no son importantes los detalles? �C�mo puedes decir
eso? Ellos son precisamente lo mejor de las historias. Los detalles son lo que
hacen diferente un relato del otro. �Crees qu� me voy a quedar con la duda, nada
m�s porque a ti no te gusta hablar de lo que hiciste en tu pecaminoso pasado?
Est�s muy equivocada. O me cuentas todo, o les muestro a todos �sta carta. - La
amenac� sin importarme en lo m�s m�nimo su dolor, o el parentesco que nos un�a.
-Est� bien, te voy a contar lo que pas� hace ya m�s de 30
a�os. - Me dijo resignada, al mismo tiempo que yo me sentaba, listo para
escucharla y con una sonrisa de triunfo en el rostro.
"Tu abuelo y yo ten�amos m�s de quince a�os de casados,
cuando nos mudamos a �sta casa. En el pueblo donde viv�amos, las cosas no nos
pintaban bien. Partimos rumbo a la capital del estado, buscando un mejor futuro
para nuestros hijos. Que ir�nico, mis padres me hab�an obligado a casarme con �l
porque era un hombre rico y poderoso, pero en un dos por tres, perdi� todo,
dinero y posici�n. Ya no hab�a m�s raz�n para permanecer a su lado, que mis seis
hijos. Por eso lo segu� hasta Guadalajara, para no quitarles a ellos la
oportunidad de convivir con su padre. De haber sido s�lo nosotros dos, me habr�a
divorciado de �l para escaparme con Jaime, mi verdadero y �nico amor, quien a
pesar del tiempo que hab�a pasado desde que nos separaron, segu�a esperando a
que corriera a sus brazos. No sucedi� as�. Los ocho nos vinimos a vivir a la
ciudad.
Cre� que las cosas podr�an mejorar entre nosotros con el
cambio de residencia, pero me equivoqu�. Por el contrario, nuestra relaci�n se
volvi� a�n m�s fr�a y distante. Cada noche que pasaba a su lado, me sent�a m�s
miserable. No es que �l fuera un mal hombre, no. De vez en cuando llegaba hasta
las chanclas a la casa, pero fuera de eso era bueno. La que me pon�a tan mal era
yo misma, por haber aceptado esa vida, casada con un hombre al que no amaba y
nunca amar�a. Cuando hac�amos el amor no opon�a resistencia, pero era como si me
violara, porque lo �nico que me provocaba era asco. En sus brazos no conoc� lo
que era el placer. Por m�s bueno que haya sido tu abuelo, se cans� de mi rechazo
y llevaba ya varios a�os sin siquiera tocarme. Se lo agradec�, despu�s de todo
era mejor la abstinencia a soportarlo dentro de m� cada tercer d�a. Nuestros
hijos, junto con el miedo al que dir�n, se convirtieron en las �nicas razones
por la que segu�a a mi lado. Ante el mundo �ramos el matrimonio perfecto, pero
de las puertas para adentro, ni siquiera nos dirig�amos la palabra.
Los primeros d�as fueron muy aburridos. No conoc�a a una sola
persona, por lo que me la pasaba el d�a en casa, cuidando de mis hijos. La gente
en la ciudad no era como la de mi pueblo. Aqu� nadie te da la bienvenida, no te
hacen esas convivencias como all�. Gracias al cielo que exist�a la televisi�n de
sistema de paga. De no tener al menos eso, me habr�a vuelto loca de tanto
aburrimiento. Me la pasaba viendo series y pel�culas, mientras mis ni�os jugaban
dentro de la casa o en la calle, porque cosa curiosa, ellos luego que luego
hicieron amigos. Fue hasta que conoc� a Estrella, que romp� mi rutina de
galletas y televisi�n.
Como a los dos meses que llegamos a la ciudad, ella se mud� a
la casa de al lado. Estrella era una mujer m�s o menos de la misma edad que yo.
Era divorciada y sin hijos. Harta de las habladur�as de la gente, decidi�
empezar una nueva vida en un lugar alejado. Cuando lleg� se encontraba en la
misma situaci�n que yo, no hablaba con nadie, as� que nos hicimos amigas.
Sal�amos a tomar un caf�, de compras, o simplemente a caminar. En una de
nuestras pl�ticas, me coment� que su hermano vendr�a a vivir con ella. Me dio
gusto por ella, porque ya no estar�a sola, pero no le di mayor importancia. Eso
hasta que lo conoc�.
Como todas las ma�anas, termin� la limpieza muy temprano para
ir a misa de siete. Sal� de la casa y ah� estaba, tocando a la puerta de al
lado, con dos pesadas maletas. Cuando Estrella me habl� de �l, cre� que tendr�a
m�s edad, pero no, era casi un ni�o. Bueno, ya pasaba de los veinte, veinticinco
me dir�a despu�s, pero para los cerca de cuarenta que yo cargaba, me pareci� un
ni�o. Era realmente atractivo. Est�bamos en Enero, por lo que hac�a mucho fr�o y
llevaba ropa abultada encima, pero a�n as� se ve�a que ten�a un buen cuerpo. Su
rostro conservaba la inocencia de un chiquillo, nada m�s que disfrazada por una
barba. Y sus ojos, vaya que si eran bellos. Eran oscuros, grandes y expresivos,
a trav�s de ellos se ve�a lo buena persona que era. Me qued� no se cuanto tiempo
parada, vi�ndolo. No fue hasta que me habl�, que reaccion�.
Me pregunt� si conoc�a a Estrella, si sab�a a donde hab�a
ido, a que hora regresar�a. Le contest� que era muy buena amiga de ella, pero
que no ten�a la menor idea de donde pod�a estar. Se acerc� a m� y se present�
como Arturo, d�ndome la mano. Estir� la m�a para corresponder el saludo, y una
corriente el�ctrica recorri� mi cuerpo cuando la apret�. Apenas y pude decirle
mi nombre. En ese instante, mi conciencia me dec�a que me alejara de �l, que
convertirme en su amiga no era buena idea, pero no le hice caso. Aunque lo
hubiera deseado, que no era as�, ya no pod�a dar marcha atr�s, qued� prendida a
�l. Por primera vez en ya bastantes a�os, falt� a misa. Estaba sola, por lo que
lo invit� a pasar a la casa, para que esperara a su hermana.
Entramos y se sent� en la sala. Fui a la cocina para traerle
un caf�. Cuando regres�, �l ya se hab�a quitado la chamarra. Se hab�a quedado
con una playera ajustada al cuerpo, que marcaba perfectamente sus firmes
pectorales y sus fuertes brazos. Me puse muy nerviosa y por poco le derramo el
caf� sobre la ropa. �l se dio cuenta, me pregunt� si me encontraba bien. Me
limit� a sonre�rle, me sent�a como una adolescente est�pida. Me serv� una taza
de la bebida. Comenzamos a charlar de su vida, del porque hab�a decidido vivir
con su hermana, de como era su relaci�n con ella y otras cosas m�s. La verdad no
pon�a atenci�n en lo que me dec�a, estaba embobada con su galanura.
Luego de m�s de una hora de "escucharlo", tocaron a la puerta
y me devolvieron a la realidad. Era Estrella, hab�a salido a correr y quer�a
preguntarme por su hermano. Le dije que �l estaba conmigo, que lo hab�a invitado
a pasar para que no la esperara en la calle. Ambos me dieron las gracias y se
fueron a su casa. Por un lado me sent� aliviada, yo estaba casada y no era
posible que me fijara en un jovencito, menos si se trataba del hermano de mi
mejor amiga; pero por el otro, en cuanto Arturo cruz� la puerta, me deprim�. Me
la pas� todo el d�a pensando en �l, tratando de imaginar como se ver�a sin ropa.
Esos pensamientos eran como una tortura. Mi religi�n y mi educaci�n me dec�an
que estaba prohibido, pero el coraz�n no entiende de eso. Ni el coraz�n, ni las
ganas de hombre.
Ten�a la esperanza de que su imagen se me fuera de la mente,
pero pasaron los d�as y ah� segu�a, bien clavada, cada vez m�s hondo. Cada que
lo ve�a tartamudeaba y me sudaban las manos. Poco me faltaba para lanzarme a sus
brazos y pedirle que me hiciera suya. Lo peor de todo, es que �l parec�a haberse
dado cuenta. A los remordimientos de pensar en otro hombre estando casada, se
sum� el pensar que �l me cre�a una vieja rid�cula, temblando por un muchachito.
Esto �ltimo me preocupaba demasiado, incluso m�s que el estar pecando. Todas las
noches me preguntaba si podr�a gustarle. Era cierto que para mi edad me
conservaba muy bien, mi cuerpo no era desagradable ni mucho menos, pero tambi�n
era verdad que ya no era una quincea�era. Me mataba el no saber si yo tambi�n le
gustaba. Pronto lo descubrir�a.
Un d�a fui a su casa, buscando a Estrella. Ella me hab�a
prometido prestarme unas revistas de cocina con recetas deliciosas desde hace
tiempo, y no lo hab�a hecho. Era el pretexto perfecto para verlo a �l, aunque
fuera solo un momento. Toqu� a su puerta y me dej� esperando en la sala,
mientras ella encontraba las revistas. Esperaba ver a Arturo, pero no de aquella
manera. Entr� buscando a su hermana, vestido solamente con un b�xer tan
ajustado, como la playera del primer d�a. No pude evitar mirarlo de arriba a
abajo. Como imaginaba, ten�a un torso y un est�mago que delataba su afici�n por
el ejercicio, lampi�o, no como el peludo de mi esposo. Sus brazos fuertes y sus
piernas gruesas y potentes. Y debajo de su ropa interior, un bulto que se
antojaba grande y gordo. Era todo un Adonis. Ni su cabello alborotado, ni las
laga�as en sus ojos, le restaban atractivo. Sent� que mis pezones se endurec�an
con su sola presencia.
�l pareci� ni inmutarse. Me salud� muy normal. Me pregunt�
por su hermana. Le dije que hab�a subido a su cuarto, a traerme unas revistas de
cocina. Me sonri� y se acerc� a m�, diciendo "ah� est�s". Se inclin� sobre el
sill�n, dejando su cara muy pegada a la m�a. Pude sentir el calor de su
entrepierna sobre mi muslo, calor que recorri� mi cuerpo. Suspir� y �l se
levant�. Ten�a en su mano una camisa. Estaba detr�s de m�, en el respaldo del
sof�, por eso se hab�a inclinado de esa manera, pens�. La excitaci�n se me baj�
y me sent� la m�s est�pida de las mujeres. Trat� de aparentar que no me pasaba
nada. Afortunadamente, Estrella lleg� con las revistas y sal� corriendo justo
despu�s de darle las gracias.
Una vez en mi casa, me reprochaba el haber suspirado. Era
imposible que el no se hubiera dado cuenta. Si antes no pensaba que era una
idiota, de seguro empezar�a a hacerlo. Mi respiraci�n estaba acelerada y no daba
se�as de normalizarse, la imagen de su cuerpo semi desnudo no se lo permit�a.
Nada m�s de dibujar en mi mente, el contorno de su miembro aprisionado por la
tela, subi� de nuevo mi temperatura. Met� una mano bajo mi falda y mis
pantaletas estaban mojadas. Quer�a masturbarme como una loca, darme placer yo
misma por primera vez, pero no lo hice. En lugar de eso, fui a la iglesia a
confesarme. Era una pecadora por tener esos pensamientos. Me sent�a terrible.
Todas mis creencias me dec�an que era una cualquiera, pero a�n as� no pod�a
apartarlo de mi cerebro. Ten�a que calmar mis ansias, y la �nica forma de
lograrlo, era entreg�ndome a �l. Aunque me condenara a ir al infierno, ten�a que
hacerlo, ten�a que estar en los brazos de Arturo.
A la ma�ana siguiente, cuando los ni�os se hab�an ido a la
escuela y tu abuelo a trabajar, me propuse saber lo que se sent�a hacer el amor
con Arturo. Saqu� la puta que llevaba dentro y me vest� lo m�s provocativa que
pude. Me puse un vestido que ya no usaba desde que me hab�a casado. Me qued� un
poco apretado, pero era el �nico que no me tapaba las rodillas. De ropa
interior, eleg� un conjunto negro de encaje, pero despu�s pens� que lo mejor
ser�a no usar. Solt� mi pelo y pint� un poco mi cara. Si Estrella acostumbraba a
hacer lo mismo, al menos los mi�rcoles, en ese momento estar�a corriendo, y no
regresar�a hasta pasadas las ocho, justo como el d�a en que su hermano lleg�.
Era mi oportunidad de encontrarlo solo. Sal� de la casa. Dud� en tocar a su
puerta, de repente toda la seguridad que hab�a ganado desapareci�. Me volv� a
preguntar si yo le gustar�a a alguien como �l. Estuve a punto de marcharme, pero
finalmente me decid� a seguir con mis planes.
Tard� un poco en abrir, era temprano y seguramente estaba
dormido. Como la vez anterior, s�lo llevaba puesto el b�xer. Me dijo que su
hermana no estaba, pero que pasara, que pod�a esperarla adentro. La puerta no le
permiti� ver bien mi vestimenta, pero en cuanto entr�, sus ojos se clavaron
sobre m�. El saber lo que estaba a punto de hacer ya me hab�a excitado, mis
pezones, al no llevar sost�n, se notaban claramente erectos, �l lo not�. Por
primera vez se puso nervioso frente a m�. Lo interpret� como que yo tambi�n le
atra�a. Le dije que estaba ah� porque Estrella me prestar�a m�s revistas, y que
no pod�a esperarla, que si pod�a pasar a su cuarto a buscarlas. Sin hablar, me
se�al� el camino a la habitaci�n de su hermana.
Entramos y me puse a buscar en los cajones de la c�moda.
Pod�a sentir su mirada recorriendo mi cuerpo. Ya no hab�a duda, �l lo deseaba
tanto como yo. Para llegar al caj�n inferior, en lugar de sentarme sobre la
cama, me agach�. El vestido se levant� y dej� mis nalgas al aire. En cuanto vio
que no llevaba ropa interior, supo cual era la verdadera raz�n por la que hab�a
tocado a su puerta. Se acerc� a m�. Me tom� por la cintura y me apret�
fuertemente contra �l. Su verga ya no estaba dormida, se presionaba contra mis
gl�teos con toda su dureza y longitud. Instintivamente, comenc� a acariciarla
con ellos. Llev� mis manos a su trasero y casi me corro de s�lo tocarlo. Lo
apret� y le clav� las u�as, estaba firme y levantado. No tuve mucho tiempo para
seguir acarici�ndolo. Arturo me dio media vuelta y me azot� contra la pared.
Extendi� mis brazos, sujet�ndolos de las mu�ecas. Acerc� su
cara a la m�a. Me mir� a los ojos y pude ver toda la lujuria contenida en ellos.
Nos besamos apasionadamente. Sentir su lengua jugando con la m�a...fue
maravilloso, alej� todas los miedos y todas las dudas. Restreg� su erecto
miembro contra mi sexo. Hac�a movimientos de arriba a abajo, como si me
estuviera penetrando. Mi concha escurr�a con ganas. Cambi� su boca a mi cuello y
yo gem�a como loca. Solt� mis brazos y volv� a tomarlo por el culo. Lo pegu� m�s
a m�. Gracias a las delgadas telas de mi vestido y su b�xer, se distingu�a muy
bien la forma de su pene, que segu�a creciendo y poni�ndose m�s como una roca.
Llev� una mano a mi raja y la sob� por encima de la ropa. El contacto de sus
dedos, a�n cuando no era directo sobre mi piel, fue m�gico. Dejando a un lado
mis mojigater�as, le rogu� que me atravesara con su carne caliente. Se lo ped�a
a gritos. Se baj� los calzones y...
-Te cogi� ah� mismo, en el cuarto de su hermana. - La
interrump�.
-�Qu�? No, no me cogi� ah� mismo. - Me dijo un poco molesta.
Al parecer ya le hab�a agradado eso de revelarme sus secretos y le enfad� que la
interrumpiera a media historia.
-Pero, �por qu�? �Qu� pas�? Ya estaban en eso... - No me
permiti� terminar de hablar.
-Si quieres saber lo que pas�, pues c�llate ya y d�jame
continuar. Si vuelves a interrumpirme, te juro que no te cuento m�s nada. No me
importa que les muestres la carta a tus t�os. �Entendido? - Pregunt� con un tono
que nunca antes le hab�a escuchado.
-Perd�n, me emocion�, pero no lo vuelvo a hacer. - Le
promet�.
-Est� bien, entonces sigo donde me qued�. - Dijo ya m�s
calmada.
Como te estaba diciendo antes de que me cortaras la
inspiraci�n, �l se baj� los calzones. Con la punta de su falo roz� mis labios
vaginales. Me agarr� de la cadera, y cuando pretend�a atravesarme, escuchamos
que alguien entr� a la casa. Era Estrella, que hab�a llegado m�s temprano de lo
esperado. Mientras corr�a se torci� un tobillo, as� que tuvo que parar y
regresar a su casa. R�pidamente, cerramos los cajones, �l se subi� los b�xer y
salimos de su cuarto. Me ocult� en el de Arturo. Cuando su hermana se recost� a
descansar, abandon� mi escondite y me fui a mi casa, no sin antes acordar, que
terminar�amos otro d�a lo que dejamos pendiente.
Me pareci� eterno el tiempo que pas� para que llegara ese
momento. Estrella necesitaba reposo, no podr�a correr en al menos dos semanas.
Arturo estaba a cargo de su cuidado, por lo que tampoco pod�a ausentarse mucho
de la casa, no quer�amos levantar sospechas. Esperamos hasta que ella se
recuperara, para poder completar lo de aquella ma�ana. Mientras tanto, para
saciar un poco nuestra sed de sexo, charl�bamos por tel�fono. �l me dec�a las
cosas que me har�a cuando me tuviera en su cama, y yo mojaba mis bragas. Me
acostaba sumamente excitada. Decid� no masturbarme, ya no por prejuicios, sino
porque quer�a esperar a explotar con su polla taladrando mis entra�as.
El plazo se cumpli�. El tobillo de Estrella se restableci�.
Ya no hab�a que esperar m�s que una cuantas horas. En cuanto el primer rayo de
sol entrara por la ventana, correr�a a su casa y me perder�a entre sus brazos.
Me levant�, mand� a mis hijos y a mi marido a sus destinos, y me vest� como
aquella ma�ana, con el vestido corto y sin ropa interior. Ya sin los nervios de
la vez anterior, camin� a su casa, desesperada porque abriera la puerta. Me
estaba esperando, as� que no tard� ni dos segundos en dejarme entrar. Salt�
sobre �l. Rode� su cuello con mis brazos y su cintura con mis piernas. Me detuvo
por las nalgas y nos fundimos en un efusivo beso. Sin dejar de besarnos, y sin
dejar de enredarlo con mi cuerpo, subimos a su dormitorio. Me quit� la ropa, me
tir� sobre la cama, cerr� la puerta, y se acost� encima de m�.
Comenz� a lamer mi cuello y fue bajando lentamente hasta mis
senos. Los estrujaba contra su rostro. Con la punta de su lengua, dibujaba
c�rculos alrededor de mis pezones, sin siquiera tocarlos. Quer�a desesperarme, y
lo estaba consiguiendo. Le supliqu� que me los chupara, pero no me hizo caso.
Pas� a mi vientre y luego a mi mojado sexo. Paseaba su boca por arriba de �l.
Pod�a sentir su respiraci�n sobre mi pubis, pero tampoco le dio al menos un
beso. No me hab�a tocado, y yo ya estaba a mil grados. Las ganas con que lo
deseaba eran tan grandes, y la situaci�n tan excitantemente prohibida, que una
sola de sus miradas pod�a causar estragos en mi cuerpo.
Cuando vio que golpeaba el colch�n, finalmente se dign� a
darme un placer mayor. Hundi� su cara entre mis piernas, saboreando con locura
mi vulva. Me penetraba con su lengua y yo me estremec�a. Chupaba sin parar y me
sent�a cada vez m�s caliente. Estaba en la gloria, pero lo estuve a�n m�s cuando
tom� mi cl�toris con sus dientes. Lo estimulaba como nunca nadie lo hab�a hecho.
Las sensaciones que me provoc� eran tan nuevas, como intensas. Mis u�as rasgaban
las s�banas. No se si fue mi calentura, o que en verdad era un maestro del sexo
oral, pero estaba a punto de venirme. Habr�a querido que me mamara la concha
toda una vida, pero necesitaba algo m�s contundente, quer�a tenerlo dentro. �l
lo sab�a. Apart� su boca de mi raja y separ� mis piernas. Se hinc� en medio de
ellas, ya desnudo, se hab�a quitado el b�xer mientras me lam�a. Por primera vez,
vi su pija fuera de la ropa interior, en todo su esplendor. Era apenas la
segunda que ve�a, antes de mi marido no estuve con ning�n hombre, pero
compar�ndola con la de �l, me pareci� enorme. De la punta escurr�an abundantes
chorros de lubricante. Las venas se le marcaban mucho y daba peque�os saltitos.
No pude admirarla mucho tiempo. Arturo, apoy�ndose de mis muslos, la introdujo
entera en mi vagina.
Lo mojados que est�bamos ambos, facilito el trabajo. Su verga
entr� sin ning�n problema. Se desliz� hasta tocar fondo r�pidamente y sin causar
dolor. En cuanto sent� que sus test�culos chocaron contra mi culo, experiment�
un orgasmo avasallador. Me da un poco de verg�enza de decirlo, pero a mis casi
cuarenta a�os, era el primero que ten�a. Por primera vez supe lo que significaba
el m�ximo punto del placer. Un calor y un cosquilleo me recorr�an de arriba a
abajo. Las piernas me temblaban. Mi co�ito se cerraba sobre el pene de Arturo,
apret�ndolo y haci�ndome sentir delicioso. Rasgu�� su espalda para desahogar un
poco el mar de emociones que me invad�a. Me acab� la voz en gritos y gemidos.
Fue muy poco el tiempo que dur�, pero fueron los segundos m�s felices de mi
vida, al menos hasta ese momento.
Al ver que hab�a alcanzado el cl�max tan r�pido, Arturo
comenz� a follarme con furia y velocidad desde el principio, sin la preocupaci�n
que tienen algunos hombres, de no poder satisfacer a su pareja antes de la
eyaculaci�n. Sus embestidas eran brutales. Su enorme y palpitante falo entraba y
sal�a de mi cueva con fuerza, destroz�ndome, devolvi�ndome la poca excitaci�n
que hab�a perdido con el orgasmo. Cerr� mis piernas sobre su espalda, para que
no se escapara. Y no lo hizo en los pr�ximos veinte minutos. Continu�
bombe�ndome hasta hacerme estallar por segunda vez, de manera m�s intensa que la
anterior. Mis espasmos sobre su pene, fueron demasiado para el grado de
calentura que �l ten�a. Se vaci� dentro de m�, con siete chorros de abundante
semen que despu�s escurrieron por mis piernas, mezclados con mis propios jugos.
Se desplom� sobre m�. Su miembro fue perdiendo dureza paulatinamente, hasta que
se sali�. Fue entonces que se acost� a mi lado. Se ve�a hermoso con el sudor
cubriendo su pecho.
Todo result� mejor de lo que hab�a pensado, pero a�n no
estaba satisfecha. Quer�a m�s de su polla dentro de m�, m�s orgasmos y m�s leche
inundando mi gruta. Me arrodill� frente a su fl�cido falo y me lo met� en la
boca. Arturo, que estaba qued�ndose dormido, lo �nico que no me agrad� del todo,
despert� de inmediato. Me encontr� tratando de devolverle la vida a su
instrumento. Me acarici� la espalda y las nalgas mientras tanto. Poco a poco,
con los movimientos de mi lengua, su pija fue ganando tama�o y firmeza de nuevo.
Cuando estaba otra vez lista para la batalla, me pude dar cuenta de sus
verdaderas dimensiones. Me hab�a parecido enorme, pero no s�lo lo aparentaba,
sino que en verdad lo era. No pod�a meterla entera en mi boca.
Tambi�n en eso de mamar pollas era una inexperta, nunca lo
hab�a hecho, pero me esforc� por hacerlo lo mejor posible. Me imagin� que era
una paleta, y as� lo trat�. No deb� hacerlo tan mal, porque �l respiraba
aceleradamente y no dejaba de tentarme el culo. El contraste entre la dureza del
tronco y la suavidad de la punta, fue lo que m�s me gust�. En un instante me
hab�a vuelto adicta a su pene, no quer�a dejar de chuparlo, pero tampoco quer�a
que terminara en mi boca. El deseo de volverme a sentir penetrada fue m�s
fuerte. Me lo saqu� de la boca. Lo tom� de la base y apunte el glande a mi
concha. Me fui sentando lentamente sobre �l, para disfrutarlo cent�metro a
cent�metro, para gozar como abr�a mis labios y se alojaba poco a poco en mi
interior, d�ndome un enorme gozo, tan enorme como �l.
Una vez que lo tuve totalmente dentro, inici� una cabalgata
desenfrenada. Me mov�a de atr�s hacia adelante, de arriba a abajo o de forma
circular. Me llenaba, si, por completo. Entraba de golpe golpeando lo m�s hondo
de mi co�o, si, volvi�ndome loca, sac�ndome largas expresiones de satisfacci�n.
Con sus manos apretaba mis tetas o mi cl�toris, multiplicando todas las
sensaciones. Como ya hab�a eyaculado una vez, pas� m�s tiempo para que volviera
a hacerlo. Lo aprovech� muy bien. No par� de ensartarme en su gruesa y rica
pija. Me levantaba y me sentaba de nuevo, hasta que sent�a la punta clav�ndose
en mi alma. Me corr� tres veces con su polla dentro, o tal vez m�s, los orgasmos
ven�an uno tras otro. Por un momento, olvid� lo que era vivir sin tenerlos. Su
verga comenz� a hincharse dentro de m�, lo not� mejor que la primera vez que me
penetr�, hasta que expuls� sus blancos y tibios fluidos. Fue maravilloso, pero
todo tiene un fin. El de nuestro encuentro lleg� con la �ltima gota de semen.
Eran casi las ocho y Estrella estaba por llegar. Me vest�
r�pidamente y me desped� de �l con un beso, prometi�ndole volver a la ma�ana
siguiente. No dijo palabra alguna, nada m�s me sonri�. Ese d�a no pude quitar la
cara de alegr�a. Por vez primera en toda mi vida, hab�a sabido lo que era
sentirse mujer entre los brazos de un hombre. Mi primer orgasmo hab�a tardado
muchos a�os en llegar, pero por la intensidad con que lo hizo, vali� la pena
esperar. Dorm� como un beb�, so�ando con �l, feliz porque al d�a siguiente
volver�a a verlo. Estaba decidida a cambiar a mi costumbre de ir a misa de
siete, por la de hacer el amos con Arturo. Mis intenciones se quedaron en eso,
porque esa ma�ana no se repiti� jam�s.
Cuando al d�a siguiente me qued� sola y sal� corriendo a
buscarlo, nadie contest� a mi llamado. Agach� la mirada, triste y resignada a no
verlo, y me encontr� son un sobre que sobresal�a por debajo de la puerta. Lo
jal� y consegu� sacarlo, no se lo fuera a robar alguien m�s. Pens� que ser�a
para alguno de ellos, pero ten�a mi nombre. Era la carta que ahora tienes en tus
manos. Ah� me dec�a que se marchaba de Guadalajara. No pudo dec�rmelo de frente,
antes de que me marchara el d�a anterior. Me ped�a perd�n y me daba las gracias
por todo. Me dijo adi�s, prometiendo nunca olvidarse de m�. El mundo se me vino
encima.
Me encerr� en mi rec�mara a llorar mi desdicha. Hab�a vuelto
a perder al hombre que amaba. Me hab�a quedado sola otra vez. No se si cumpli�
mi promesa, y todav�a me recuerda, pero yo lo hago detalladamente. En mi mente
est�n grabados sus facciones, su cuerpo, las sensaciones que me provoc�, todo.
No podr�a olvidarlas, ya que aparte de la carta me dej� algo m�s. Lo supe un par
de meses despu�s. La noticia de que estaba embarazada, me devolvi� parte de la
felicidad que se fue con �l, pero reaccion� y me di cuenta de la gravedad de la
situaci�n. Ten�a que hacer algo.
La noche que me enter� que estaba pre�ada, volv� a tener
relaciones con tu abuelo, despu�s de mucho tiempo. Le rogu� a Dios que no
descubriera que el hijo no era suyo. A pesar de los pecados que hab�a cometido,
faltando a los principios que me hab�an inculcado mis padres, me escuch�. Tu
abuelo nunca sospecho que tu t�a Carmen era en realidad hija de Arturo, el
jovencito con el que viv� los minutos m�s felices y plenos de mi vida. Si, tu
t�a Carmen, a la que una vez abofeteaste, es el fruto de mi infidelidad. Fin de
la historia."
-Ahora que lo sabes todo, te voy a pedir, que por lo que m�s
quieras, no se lo cuentes a nadie, por favor. - Me suplic�.
-Si no soy tan malo como t� crees. Te prometo que no abrir�
la boca - sali� del cuarto sinti�ndose aliviada por mi promesa y no pudo
escuchar lo dem�s -, pero lo que no puedo asegurarte, es que no escriba tu
confesi�n, le modifiqu� unas cuantas cosas, y a�os despu�s de tu muerte, a
trav�s del internet, la comparta con cientos de lectores.