Relato: Mis hermanos estuvieron entre mis piernas.



Relato: Mis hermanos estuvieron entre mis piernas.

Mi nombre es Marcela, y mi apellido, seg�n los mojigatos y
santurrones del pueblo, es Puta. Vivo en una peque�a poblaci�n del centro de
M�xico, que bien podr�a ser cualquier otra peque�a poblaci�n, en cualquier otro
pa�s de latino Am�rica. En este rinc�n tan apartado de la verdadera
civilizaci�n, no hay mucho que hacer. Las mujeres casadas, las decentes para los
ojos de los dem�s, se dedican a cuidar de sus hijos y esposo. Las que no lo son,
se preparan para cuando por fin lo sean. Yo soy una de esas mujeres en pleno
entrenamiento marital. Todos los d�as, sin excepci�n, mi madre me recuerda que
alg�n d�a encontrar� a un buen hombre que me llevara al altar, me vestir� de
blanco, y todo el pueblo acudir� a mi fiesta de bodas. Mi pobre madre, no se si
es extremadamente ingenua, o de plano est�pida. Si supiera que en �ste pueblucho
no hay hombres buenos y a la vez libres, no como ella los define, de esos que
respetan a las mujeres, de los que no se roban el tesoro antes de tiempo. Si
supiera que la mayor�a de los machos aceptables han pasado por entre mis
piernas, unos por gusto propio, otros por chantajes y otros m�s por necesidad,
que ninguno de ellos se casar�a conmigo porque ya han obtenido lo que m�s les
pod�a interesar. S�, la manera en que me llaman todos los habitantes de �ste
muladar, Puta, no es de a gratis. Me merezco ese apodo, vaya que me lo merezco.



Mi padre es el hombre m�s rico del lugar, es due�o de la
mitad del territorio, de sus pocos negocios y tambi�n de su gente. Vivimos en
una enorme hacienda a las orillas del municipio, que vienen siendo lo mismo que
el centro, como les dije no es muy grande. Mis dos hermanos y yo, estamos
acostumbrados a convivir con los animales, con vacas, caballos y becerros. Ya
que no tenemos muchas opciones de diversi�n, nos pasamos horas cabalgando u
orde�ando a las vacas. Un d�a ya de hace bastantes a�os, ellos no salieron a
montar conmigo, que era la final del campeonato nacional de f�tbol. La verdad no
lo entiendo, �c�mo es posible que los hombres, se vuelvan locos de ver a otros
hombres corriendo detr�s de una pelota? Y luego dicen que nunca tienen
pensamientos homosexuales, pero bueno, dicen muchas cosas. No estaba dispuesta a
quedarme mirando la televisi�n, me sub� en "Trueno", mi caballo favorito, y
part� con rumbo a las monta�as.



Despu�s de un par de horas de intensa cabalgata, est�bamos
exhaustos los dos, as� que decid� par�ramos un momento para descansar. Me met� a
un peque�o lago al que sol�amos acudir en tiempos de calor, dej� a Trueno libre,
estaba tan acostumbrado a nosotros, que nunca se escapar�a, pens�, pero cuando
sal� del agua ya no lo ve�a. Lo busqu� entre los �rboles, monta�a arriba, al
otro lado del lago y nada. De repente, escuch� su relinchar y el de un caballo
m�s. Mi potro se acercaba al lugar donde yo me encontraba, ven�a acompa�ado de
una yegua preciosa. Luego de un rato de lo que parec�an jugueteos entre los dos,
el m�s veloz de nuestros caballos se coloc� detr�s de la yegua y su pene comenz�
a crecer de una manera impresionante. Yo ten�a apenas quince a�os, y viviendo
dentro de una educaci�n ultra conservadora, era obvio que no sab�a mucho de
sexo, pero aquella imagen me impact�. En ese entonces, no sab�a lo que la
palabra excitaci�n significa, pero si me di cuenta de que mis pantaletas estaban
mojadas. Me escond� entre los matorrales para que no se espantaran. No quer�a
que pararan de hacer lo que hab�an comenzado. La cosota de mi cuaco, como la
llam� entonces, se fue perdiendo entre las carnes de la yegua. No se cuanto
estuvieron movi�ndose, pero el tiempo que lo hicieron yo estuve muy atenta. Los
dos relincharon como si la vida se les escapara. Trueno se sali� de la yegua y
su cosota se fue haciendo m�s peque�a, hasta quedar guardada por completo dentro
de la bolsa que colgaba entre sus piernas; luego se escap� junto con su pareja.
Yo no hice nada por evitarlo, y no hubiera podido hacer mucho de todos modos. Me
regres� para la hacienda a pie. Todos me preguntaron el paradero del caballo,
pero no les hice ni caso. Toda la tarde y toda la noche pens� en lo que hab�a
visto. Surgieron en mi varias dudas que estaba dispuesta a responder a como
diera lugar.



La idea que m�s rondaba mi cabeza, era la de saber si los
hombres pod�an hacer lo mismo que Trueno. Quer�a saber si a ellos tambi�n les
pod�a crecer su cosa, si tambi�n la pod�an meter en alguna parte de nosotras las
mujeres. Pens� en pregunt�rselo a pap� o a mam�, pero de seguro habr�a recibido
una golpiza por respuesta, as� que conclu�, ser�a mejor hablar con mi hermano
mayor. Pablo es tres a�os m�s grande que yo, en ese entonces acababa de cumplir
los 18. Desde ni�o hab�a trabajado al lado de mi padre, cuidando al ganado,
sembrando la semilla, arando la tierra, recogiendo la cosecha, etc., por lo que
su cuerpo hab�a adquirido una musculatura que no pasaba desapercibida para las
chicas del pueblo, eso sin mencionar su cara de ni�o bonito, con esos ojazos
verdes que le quitar�an el sue�o a cualquiera. Seg�n lo que hab�a escuchado, a
todos los hombres que cumpl�an la mayor�a de edad y segu�an v�rgenes, los
llevaban con las mujeres de la mala vida, para iniciarse. No sab�a exactamente a
lo que se refer�an con mujeres de la mala vida o iniciarse, pero era lo
suficientemente inteligente para deducir que se trataba de algo relacionado con
lo que el d�a anterior hab�a presenciado. De ser as�, mi hermano tendr�a que
haberse iniciado ya, y podr�a contestar a todas mis preguntas. Cuando termin� de
hacer sus labores en la hacienda, le ped� que fu�ramos a montar los dos solos,
que no quer�a que nos acompa�ara el enano. El acept�, la verdad no la llev�bamos
muy bien y no encontr� extra�a mi petici�n. Tomamos un par de caballos, y
salimos con rumbo a la monta�a.



Cuando est�bamos ya bastante alejados de nuestro hogar, donde
comenzaba el lago, le ped� que nos detuvi�ramos a descansar. El se acost� en el
pasto y yo me fui a dar un chapuz�n. Entre hermanos nunca hubo morbo, sab�a que
ni siquiera lo notar�a, por lo que me desnud� sin pena antes de echarme al agua.
Nad� alrededor de quince minutos sin parar y sal� empapada. Me sequ� y s�lo me
puse la ropa interior. Camin� hacia donde estaba Pablo y me acost� junto a �l.
Cuando sinti� mi presencia, se despert� y me regal� una de sus bonitas sonrisas,
de las que me hac�an sentir bien cuando estaba triste. Que lindo es mi hermano,
con su cabello rubio, sus pesta�as largas, su nariz respingada, en fin, todo un
cuero. Estuvimos un rato sin hablar, nada m�s acostados uno junto al otro,
mirando para el cielo, viendo las nubes pasar. La verdad ten�a un poco de miedo,
no sab�a si reaccionar�a bien o mal al preguntarle sobre mis dudas, pero no
pod�a quedarme callada, ten�a que saber todo lo que quer�a saber. Tragu� saliva,
y me decid� a hablar.



-Hermanito, �puedo contarte algo?, le pregunt� con voz
temblorosa.



-Claro chiquita preciosa, �qu� es lo que me quieres contar?,
me respondi� de manera dulce.



Pablo siempre me hab�a tratado bien, me dec�a cosas bonitas
todo el tiempo, pero el que esa vez me dijera chiquita preciosa me hizo sentir
aliviada, me dio el empuj�n que necesitaba para contarle sobre mis dudas. No le
di muchas vueltas al asunto, lo mejor, pens�, era ir al grano. Le cont� que me
hab�a ido sola a montar, que Trueno se me hab�a perdido, que cuando lo encontr�
estaba con una yegua, todo lo que hicieron, lo de mis pantaletas mojadas y los
cuestionamientos que surgieron despu�s de ese d�a. Mi hermano me miraba
fijamente a los ojos, sin quitar esa sonrisa que entonces me pareci� como una
burla.



-No te r�as de m�, pens� que pod�a preguntarte a ti, que no
reaccionar�as como lo habr�an hecho pap� o mam�, pero ya veo que me equivoque,
le grit� con un claro enojo en mi voz.



-No te enojes hermosa, no me estoy riendo de ti, es s�lo que
me parece muy tierna tu situaci�n, tu inocencia, nada m�s, me dijo con ese tono
seductor al que no puedes contestar con nada que no sea la misma dulzura.



-No quer�a gritarte, pero en verdad me da mucha pena hablar
de estas cosas, ya ves cuando le pregunt� a mis padres como nac�an los ni�os, me
dijeron que no anduviera con esas cosas, que era de gente mala.



-Nuestros padres son muy anticuados, m�s cuando se trata de
mujeres, por eso te respondieron as�, pero conmigo no tienes porque sentir pena,
es m�s, voy a resolver todas tus dudas.



-�De veras Pablo? �En verdad me vas a responder todo lo que
te pregunte?



-Por supuesto que si, para eso soy tu hermano mayor, para
guiarte cuando lo necesites.



Las palabras de Pablo me hicieron muy feliz, yo sab�a que �l
no pod�a fallarme, sab�a que era el indicado para hablar de esos temas. Lo
abrac� pegando mi cara a su pecho. �l correspondi� al abrazo y me dijo que
iniciar�amos con mis clases de sexo. Me apart�, y se desaboton� la camisa. Ya
hab�a visto su torso desnudo antes, en variadas ocasiones, pero aquella
situaci�n lo hizo parecer m�s bello de lo normal. Sus pectorales fuertes y
firmes, sus pezones rozados, su est�mago plano y con los cuadritos marcados, la
mata de vello debajo de su ombligo, y algunas gotas de sudor resbalando hasta
perderse en sus pantalones, todo era precioso. Sus manos se dirigieron a su
cintur�n, comenz� a desabrocharlo, al igual que sus vaqueros. Levant� la mirada
y me encontr� de nuevo con su bella sonrisa y sus ojos verdes. Cuando baj� otra
vez la cabeza, mi hermano hab�a quedado en calzoncillos, tra�a puestos unos
boxers holgados, por lo que no se apreciaba bien lo que hab�a debajo. Cre� que
se los quitar�a tambi�n, pero en lugar de eso se me acerc�, y me pidi� que lo
ayudara con eso. Mis manos temblaban un poco, sab�a que hab�a algo extra�o en
todo aquello, pero mi curiosidad era m�s grande que mi sentido de la moralidad,
tan bien arraigado en mi cabeza por las m�ltiples pl�ticas religiosas en el
templo del pueblo. Tom� sus calzoncillos por el el�stico, y los baj� lentamente,
hasta llegar a sus tobillos. Pablo levant� un pie y luego el otro para
facilitarme el quitarle la ropa interior por completo. Cuando me incorpor�,
qued� ante mis ojos la que ahora me gusta llamar verga, tampoco era la primera
vez que la ve�a, pero si la primera que me caus� admiraci�n. No se como le hizo
mi hermano para no empalmarse aquella vez, a�n me lo pregunto, pero as� fue, su
cosa estaba en total reposo, ni muestras de querer despertar. No sab�a de
tama�os ni grosores, s�lo hab�a visto la suya y la de mi hermano, pero entonces
me pareci� enorme, y a�n me lo parece, no he encontrado a alguien m�s vergudo
que mi querido Pablo. La ten�a oculta bajo el prepucio, reposando sobre sus
peludas bolas, con un fino y rubio pelaje alrededor. Estaba embobada, no sab�a
que hacer ni decir, fue hasta que mi hermano habl� que reaccion�. Dijo algo que
no pude entender muy bien.



-Perd�n, �qu� dijiste?, no te escuch� muy bien.



-Te preguntaba si quieres saber si a los hombres tambi�n les
crece su cosa, como t� la llamas.



-Claro que quiero saber, por eso te lo pregunt�.



-Est� bien, entonces ay�dame a que crezca.



-Y, �c�mo le hago?



-S�lo pr�stame tu manita linda, yo hago lo dem�s.



Pablo tom� mi mano con la suya, yo estaba cada vez m�s
nerviosa y �l, despu�s de su naturalidad, not� que tambi�n lo estaba. La fue
acercando poco a poco a su miembro, hasta que top� con �l. Permanecimos
inm�viles por unos segundos, pod�a sentir la suavidad de su pene rozando mi
mano, se sent�a muy bien, tibio. Cuando ya me hab�a acostumbrado a esa posici�n,
y estaba lista para algo m�s, Pablo comenz� a frot�rsela con mi mano. Lo hac�a
despacio, mis dedos recorr�an la longitud de su a�n dormido amigo, con
delicadeza, memorizando su forma, su textura. Cuando menos lo esperaba, sent�
que lo que mis dedos tocaban, lat�a como si fuera un coraz�n para luego empezar
a crecer. Todos los colores subieron a mi rostro, que se ruboriz� como nunca
antes. El calor del ambiente se concentr� en mi entrepierna, que de inmediato
reaccion� al igual que el �rgano de mi hermano, mojando mis pantaletas como
aquella tarde en que presenci� como "Trueno" poseer a una yegua. Su verga crec�a
y crec�a, no ve�a cuando terminar�a de hacerlo, y a cada cent�metro que ganaba,
se pon�a m�s dura. Luego de un rato, lleg� a su m�ximo punto, apuntaba hacia el
cielo y sobrepasaba f�cilmente el ombligo de Pablo. No era m�s grande que la de
un caballo, obviamente, pero si era enorme, descomunal, ya no necesitaba apoyar
su mano sobre la m�a para que siguiera acarici�ndosela, lo hac�a por m� misma,
por instinto, por ganas, ganas de tenerla dentro como aquella yegua.



Bajaba y sub�a mi mano por todo su tronco, desde la base
hasta llegar a la punta, en donde me entreten�a apretando suavemente ese su
rojizo y mojado capullo, sac�ndole suspiros de satisfacci�n a mi querido
hermanito. Por momentos me aventuraba a hacer lo mismo con sus test�culos. Se
sent�an diferentes al tacto, m�s rugosos y blandos, pero no por eso menos
deliciosos, me estaba encantando aquella situaci�n, prueba de ello eran los
jugos que empezaban a escurrir fuera de mis bragas. Pablo s�lo se limitaba a
decir que si, a suspirar y respirar r�pidamente. Yo aumentaba la velocidad de
mis movimientos cada vez m�s, y apretaba su caliente m�stil con m�s fuerza. No
sab�a que as� le llamaban, pero estaba haci�ndole a mi hermano la mejor de las
pajas. Al igual que yo, �l tambi�n sacaba grandes cantidades de l�quido, que
bajaban por su polla mojando mi mano. Quer�a y necesitaba algo m�s, pero pens�
que si me deten�a Pablo se podr�a molestar, por lo que segu� haciendo lo mismo
por unos minutos m�s. Su cuerpo se estaba poniendo colorado. Su falo se sent�a
cada vez m�s duro, y contrario a lo que yo cre�a, crec�a un poco m�s. Los
suspiros de mi hermano eran m�s parecidos a gemidos. Luego de decir algo que
entonces no comprend�, "me vengo", de su miembro salieron disparados chorros de
algo que parec�a leche. Saltaban en todas direcciones, llegaron a mi pecho y
est�mago, al pasto y a mi mano. Fueron ocho o nueve veces las que descarg�, en
medio de alaridos. Cuando ya no sal�a nada m�s del ojo de su glande, retir� mi
mano y la llev� a mi boca. Prob� aquel espeso l�quido, y su sabor nuevo y
extra�o, provoc� un desesperante cosquilleo en mi sexo. Mi hermano recobr� la
calma, su piel volv�a a verse de color bronceado, y su verga regresaba poco a
poco a su tama�o original. Me dio las gracias por lo que dijo, hab�a sido uno de
los mejores momentos de su vida, yo estaba tan feliz de haberlo hecho sentir tan
bien, que casi lloro de la emoci�n.



Me olvid� por un momento de mi necesidad de ser penetrada,
pero el me lo record�. Se acerc� hasta pegar su cuerpo con el m�o, y me susurr�
al o�do: "respondiendo a otra de tus preguntas, t� tambi�n tienes por donde
meterte mi cosota". Luego de esas palabras, que aumentaron mis cosquilleos,
Pablo baj� su mano y la pos� sobre mis pantaletas. Las piernas me temblaban.
Cre� que de un momento a otro podr�a desmayarme. Mi hermano frotaba por encima
de la tela, luego levant� un poco el resorte, e introdujo uno de sus dedos para
tocar mi concha h�meda y caliente. Una descarga el�ctrica recorri� mi cuerpo,
haci�ndome flaquear, �l me detuvo con sus fuertes brazos, y como siempre, me
tranquiliz� con una de sus bellas sonrisas.



-Perd�name, no quer�a caerme, pero esto es demasiado para m�.



-No te preocupes preciosa, se que es la primera vez que haces
algo parecido, es normal que est�s un poco asustada, si quieres aqu� dejamos
todo, podemos continuar otro d�a.



-No, por favor no, le dije con tono desesperado. No hab�a
llegado hasta ese punto para detenerme. Quer�a saber lo que se sent�a ser
penetrada como aquella yegua, y no me detendr�a por un tonto temblor en las
piernas.



-Est� bien, si t� quieres podemos continuar. No tengas miedo
ni te pongas nerviosa, est�s conmigo, tu hermano el que siempre te ha cuidado,
no voy a dejarlo de hacer �sta vez. Te prometo que te voy a tratar con cari�o,
voy a hacer que goces esto tanto como yo, t� nada m�s rel�jate y d�jate querer.



-Si, muchas gracias Pablo, te quiero.



-Yo tambi�n te quiero Marcelita, mucho.



El que me dijera que me quer�a signific� mucho para m�. Mis
principios y mis miedos, estaban todav�a luchando contra mis ganas y mis
instintos, necesitaba un arma para vencerlos, y que m�s que la ternura de mi
hermano, siempre haci�ndome sentir bien. Por �nica vez en aquel encuentro, tom�
la iniciativa, lo bes� en la boca. Me di cuenta de que se sorprendi� un poco,
pero luego correspondi� a mi beso. Mojaba mis labios con los suyos, los recorr�a
con su lengua, con amor, yo estaba en el cielo, no pod�a creer que todo fuera
tan bien. Pablo intent� abrirse paso dentro de mi boca con su lengua, yo le
permit� la entrada. Nuestras lenguas se entrelazaban como si hubieran estado
esper�ndose por muchos a�os, como si estuvieran hechas para estar juntas. Nunca
hab�a besado a nadie, a mi padre no le gustaba que tuviera amigos hombres y
nunca lo desobedec�. Ese primer beso fue m�gico, a�n lo recuerdo y siento que me
mojo.



Pablo not� que estaba mucho m�s calmada, por lo cual decidi�
seguir respondiendo a mis dudas. Puso sus manos sobre mis hombros, con los dedos
debajo de los tirantes de mi sost�n. Los bajo un poco al igual que su boca. Me
daba peque�os besos en el cuello, estremeci�ndome con cada uno de ellos.
Continu� bajando. Hundi� su cara en mis senos, que debo mencionar, estaban ya
muy bien desarrollados, eran redondos y levantados. Lam�a la parte que quedaba
libre de la tela. Sus manos se dirigieron a mi espalda y me liberaron de la
prenda. Mi hermano se apart� un poco, para admirar mejor mis pechos, su vista
estaba fija en ellos. Me di cuenta de que su pene estaba volviendo a crecer. Sus
dedos exploraban el contorno de mis tetas, una y otra vez las recorr�an sin
tocar alguno de los pezones. Yo estaba que rogaba por tenerlo dentro y calmar
ese cosquilleo que no me dejaba tranquila. Volvi� a acercarse a m�, y apenas con
la punta de su lengua roz� mi pez�n derecho. Yo me arque�. Sigui� chup�ndolo,
mam�ndolo como una cr�a, por momentos lo reten�a entre sus dientes y lo mord�a
suavemente. Yo no pod�a m�s, me urg�a se ocupara de otro parte de mi anatom�a.



Como si leyera mis pensamientos, Pablo se detuvo y me recost�
en el pasto. Fue bajando hasta llegar a mis pantaletas, las que moj� a�n m�s con
su lengua. Yo ten�a los ojos cerrados, respiraba como si estuviera enferma de
asma y gem�a como lo que ser�a en un futuro, una puta. En lugar de bajarme las
bragas como cualquier persona lo hubiera hecho, estir� su mano y sac� del
bolsillo de sus pantalones una navaja, cort� la prenda por los costados y la
lanz� lejos. Con el mango del instrumento de corte, acarici� mi raja cubierta de
pelos que apenas brotan. La recorr�a una y otra vez, tortur�ndome, como si
quisiera que le rogara porque utilizara algo m�s que un pedazo de pl�stico y
aluminio. Afortunadamente no tuve que hacerlo, cuando se cans� de su juego, tir�
la navaja y se perdi� en medio de mis piernas. Dej� atr�s las delicadezas y
comenz� a chuparme como un loco. Separaba mis labios vaginales con sus dedos.
Met�a toda su lengua, para luego volverla a sacar y meterla de nuevo. El pasto a
mi alrededor estaba siendo arrancado por mis manos, que no pod�an permanecer
quietas con tanto placer. Pablo se tom� su tiempo, no dej� de lamer en un buen
lapso, me estaba matando. Cuando cre� que no podr�a darme m�s placer con esa su
boca, tom� mi erecto cl�toris con sus dientes, estruj�ndolo, estimul�ndolo hasta
conseguir que tuviera mi primer orgasmo, como sabr�a despu�s que se le llama a
ese instante de placer extremo e inigualable. Me corr� por primera vez en mi
vida. Sent� como todo mi cuerpo se tensaba, como el calor viajaba por �l para
concentrarse en mi sexo, bombarde�ndome con una ola de sensaciones
indescriptibles que trataba in�tilmente de desahogar por medio de gritos y
pu�etazos. La cara de Pablo qued� empapada. Su sonrisa no se fue por un s�lo
segundo.



A�n no me recuperaba del enorme placer que acababa de
experimentar, cuando mi hermano separ� mis piernas y se hinc� entre ellas,
apuntando directo a mi raja con su enorme pene. Me levant� de las caderas y me
llev� hacia �l. La punta de su verga qued� exactamente a la entrada de mi cueva,
se mov�a mezclando nuestros jugos. El cosquilleo, que se hab�a calmado con el
orgasmo, hab�a vuelto. Mi hermano lo sab�a, y me martirizaba otra vez haci�ndome
esperar. No hac�a m�s que frotar su glande contra mi concha, aumentando mis
ganas de tenerlo de una vez por todas dentro. Cuando estaba a punto de rogarle
que lo hiciera, me ensart� sin avisar y de un s�lo intento. A pesar de que s�lo
meti� la cabeza, y de que estaba muy bien lubricada, me doli� hasta el alma. No
pude evitar gritar.



-Me duele mucho Pablo, no aguanto.



-Es normal que te duela, es tu primera vez, eso sin contar
que mi polla es bastante grande, pero ya ver�s que en un rato se te pasa y el
placer comienza preciosa.



Esa vez no escuch� decirle que si as� lo deseaba yo, pod�amos
parar. Entend� que mi hermano estaba en un punto del que no pod�a regresar. No
me qued� m�s que aguantarme el dolor, esperando que pasara pronto. Pablo no
intent� seguir avanzando por un rato, me permiti� acostumbrarme al tama�o de su
glande. Cuando ya no me quejaba, continu� con su camino hacia el fondo de mi
cuerpo. No me penetr� con violencia ni con prisa, pero tampoco se detuvo, s�lo
lo hizo cuando sus huevos chocaron con mi culo. El dolor era insoportable, cada
cent�metro m�s de su espada dentro de m�, lo hac�a m�s intenso. Aunque no quer�a
hacerlo para que �l no se fuera a molestar, de mis ojos sal�an algunas l�grimas.
Cuando su miembro estuvo alojado por completo en m�, Pablo me levant� y qued�
sentada sobre �l. Me abraz� y bes� mi cuello, tratando de calmar mi sufrimiento.
Apretaba mis pezones y se mov�a lentamente, apenas sacaba unos mil�metros de su
falo. Yo empezaba a sentirme mejor, me sent�a orgullosa de haber aguantado aquel
monstruo.



-Ya no me duele tanto, siento rico como te mueves dentro de
m�.



-Yo tambi�n siento rico, est�s tan apretadita y deliciosa mi
querida hermanita.



-Ahora quiero que me hagas lo mismo que Trueno le hizo a la
yegua.



-No te preocupes, voy a hac�rtelo mejor que ellos.



Pablo me tom� de las nalgas y se levant�, alz�ndome junto con
�l. Lo rode� con mis piernas y brazos para no caerme. Empezamos a caminar. Con
cada paso sent�a su miembro salir y entrar de mi concha, devolviendo la
excitaci�n perdida por el dolor de minutos atr�s, excitaci�n que aumentaba al
sentir los dedos de mi hermano hurgando entre mis nalgas, acariciando mi ano.
Conforme nos alej�bamos del lugar donde las cosas hab�an iniciado, me levantaba
un poco y me dejaba caer, haciendo que la punta de su herramienta chocara contra
mi �tero. Llegamos a lo que adivin� era un �rbol, y nos detuvimos. Pablo apoy�
sus manos en el tronco y empez� a follarme.



Toda su virilidad palpitaba dentro de m�, sal�a y volv�a a
entrar de una manera lenta que termin� por alejar cualquier rastro de dolor.
S�lo sacaba unos cuantos cent�metros de polla, y lo hac�a despacio, con cari�o.
Con el pasar del tiempo, sacaba una longitud mayor y su rapidez de entrada era
tambi�n m�s alta. La suavidad, dureza y grosor de su verga contra mis tejidos
vaginales, era una sensaci�n m�s placentera de lo que hab�a imaginado, me
llenaba por completo. Lleg� el momento en que toda la enormidad de Pablo quedaba
fuera de mi cuerpo por un instante, dej�ndome vac�a y rogando por volverla a
tener, luego volv�a a hundirse hasta el tope, arrebat�ndome quejidos que eran de
puro placer.



-S�, sigue as� hermanito, m�tela m�s duro, con todas tus
fuerzas.



-�Verdad que te gusta chiquita? �Verdad que te encanta tener
mi camotote dentro de tu conchita?



-S�, me fascina, me est� volviendo loca, no pares por favor,
d�melo todo, as�, s�.



-A mi tambi�n me enloquece la forma en que lo aprietas, lo
calientita que est�s, como me pides m�s. �ndale, s�gueme rogando para que no te
lo saque.



-No me lo saques, por favor hermanito, lo necesito, me siento
vac�a sin �l, me llenas por completo.



-�Lo necesitas?



-S�, lo necesito.



-�Y te lleno por completo?



-S�, me llenas por completo.



-�Quieres que te ensarte todos los d�as y a toda hora?
�Quieres ser mi yegua para siempre? �Quieres que te folle sin descanso ni
piedad, como una puta?



-S�, quiero que me folles todo el d�a, nac� para tener tu
cosota dentro, sigue, si, as�, as�.



Para ese entonces ya me hab�a transformado, no sab�a muy bien
lo que dec�a, pero si lo que sent�a y quer�a, deseaba tener la verga de mi
hermano dentro m�, taladr�ndome, llen�ndome, haci�ndome sentir el mayor de los
placeres. Pablo se hab�a olvidado de ser cari�oso y tierno, tanto en sus
palabras como en sus actos. Mord�a mi cuello y mis labios, apretaba mis senos,
me penetraba de una manera ruda, no pod�a resistirlo m�s. Sab�a que todo lo que
est�bamos haciendo estaba prohibido para las personas que no estaban casadas, y
a�n m�s si estas eran hermanos. El hecho de que mi hermano me estuviera cogiendo
sin compasi�n, como a una puta, representara un pecado, me satisfac�a m�s.
Estaba cerca el momento del cl�max. Me abrac� a �l recargando mi cabeza en su
hombro. Pablo no paraba de follarme, de repente tuve el segundo orgasmo de mi
vida, m�s intenso que el primero. Mi cavidad apretaba la virilidad de mi hermano
con cada espasmo de mi corrida, y mis jugos facilitaban a�n m�s la penetraci�n.
Yo gritaba como loca y �l no dejaba de moverse dentro de m�. No ten�a la m�s
m�nima idea de cuanto tiempo es el normal antes de que un hombre eyacule, pero
imaginaba que Pablo lo hab�a dejado atr�s hace ya un buen rato. Lo que antes
eran ruegos por m�s, ahora eran suplicas porque se detuviera, me estaba matando.



-Por favor ya no, me est�s volviendo loca, ya no resisto todo
lo que estoy sintiendo.



-�Quer�as m�s no?, pues ahora tendr�s m�s perrita.



Y as� lo hizo, continu� meti�ndome la polla como un loco. Por
un instante sent� que me desmayaba, todo me daba vueltas y mi conciencia se
hab�a perdido entre mis piernas, con tanto placer. La respiraci�n de Pablo se
aceler� y sent� como su miembro empezaba a hincharse dentro de m�. Una de sus
manos baj� a mi sexo y con dos de sus dedos daba peque�os jaloncitos a mi
botoncito. No pod�a creerlo, pero mi cuerpo resisti� otro orgasmo m�s,
despert�ndome de mi confusi�n. Mi cueva se cerraba sin control, presionando el
pene de mi hermano, que finalmente explot� inund�ndome con su leche. Los
disparos chocando contra las paredes de mi �tero y los gritos de Pablo
aumentaron la intensidad de mi cl�max. Mis u�as se clavaron en su espalda y la
m�a ni siquiera not� las astillas en ella. Ambos jade�bamos, intentando
recuperar el aliento. Nos desplomamos sobre el pasto, abrazados y con su falo
a�n en mi interior. �ste fue perdiendo su dureza y haci�ndose m�s peque�o, hasta
que se sali� de mi concha. Lo que empez� como una "inocente" pregunta, hab�a
terminado en la mejor de mis experiencias hasta el momento.



No me hab�a percatado de la sangre que sal�a de mi rajita, ni
de que el pene de Pablo estaba manchado con ella. Cuando lo hice me asust�
mucho, pens� que morir�a por lo que acab�bamos de hacer, que ser�a mi castigo
por haber cometido tan grave pecado. En ese entonces, aunque parezca dif�cil de
creer, ni siquiera hab�a tenido mi primera menstruaci�n, por lo que el miedo fue
mayor. Empec� a llorar y a dar de gritos, asustando tambi�n a mi hermano.



Con la dulzura que perdi� a la hora de penetrarme, de vuelta,
Pablo me explic� que era normal que sangrara siendo la primera vez que ten�a
relaciones. Me dijo que no me morir�a, que Dios no me estaba castigando por ser
una pecadora. Siempre son su bella sonrisa en los labios, y sus ojos verdes
mirando a los m�os, Pablo me tranquiliz�, y aclar� todas mis dudas. Nos metimos
a nadar, para limpiar nuestros cuerpos de la cesi�n de sexo apenas terminada.
Dentro del lago, con el agua acariciando su piel y la m�a, volvimos a hacer el
amor, ya sin dolor, mi cuerpo se hab�a amoldado perfectamente a la grandeza de
su miembro. Salimos del agua, muertos de cansancio, nos vestimos y regresamos a
la hacienda. En el camino Pablo me pidi� que no comentara nada de lo sucedido a
nuestros padres, me dijo que ellos no lo entender�an. No hac�a falta que me lo
advirtiera, sab�a muy bien lo que desencadenar�a el que se enteraran de lo que
hab�an hecho sus hijos. Cabalgamos sin apuro, llegamos a la casa de noche, justo
a la hora de la cena. Al terminar nos fuimos a acostar, �l satisfecho de haber
sido el primero, y yo feliz de que el primero hubiera sido �l.



A partir de ese d�a, me fui ganado a pulso el apodo que ahora
todos dicen a mis espaldas. Mi hermano s�lo fue el primero de muchos hombres
bajo mis faldas. Y aunque nuestros encuentros no terminaron, busqu� nuevos
amantes. Uno a uno, me fui acostando con todos los que me atra�an al menos un
poco. No me importaba ni que fueran casados. Cuando se pon�an un poco rejegos,
les ofrec�a dinero o los amenazaba con quitarles su trabajo, en caso de que mi
padre fuera su jefe. Fui penetrada por todo tipo de pollas, grandes y chicas,
gruesas y delgadas, prietas y blancas, cabezonas, de todo. Las mujeres escond�an
a sus hijos y a sus maridos cuando me ve�an cerca de sus casas. Los hombres me
buscaban cuando quer�an saciar su sed de carne joven y caliente. Todos me
conoc�an como Marcela la Puta, pero no me importaba, no ten�a la m�s m�nima
intenci�n de abandonar mi placentera vida por simples chismes. Por ning�n
motivo, permitir�a que se me negara el derecho de satisfacer mis instintos
sexuales de la misma manera que los hombres. Pablo me ayud� con eso, con tal de
que mis padres nunca se enteraran, amenaz� de muerte a m�s de uno. Yo no lo supe
hasta hace poco, y por supuesto, lo recompens� con una buena noche de pasi�n
desenfrenada. A los 21 a�os, pod�a presumir que era una experta en las artes del
sexo, y que ning�n hombre apetecible del pueblo se me hab�a escapado, bueno,
ninguno a excepci�n de mi padre y mi hermano peque�o, el enano. Con el primero
no pod�a hacer mucho, el traicionar a mi madrecita hubiera sido demasiado bajo,
a�n para alguien como yo. Pero al segundo, estaba dispuesta a conseguirlo a
cualquier precio.



Sab�a que no resultar�a nada dif�cil tirarme a mi hermanito
menor. En esa �poca ten�a 16, la edad en que s�lo piensan en tener alg�n hoyo
donde descargar su lujuria, no podr�a resistirse a mis encantos. Ya lo hab�a
pillado varias veces comi�ndome con la mirada, rompiendo mi ropa con sus ojos,
penetr�ndome con sus pensamientos. Si no hab�a actuado antes, era porque el ni�o
no hab�a crecido lo suficiente como para que tuviera una buena verga colgando
entre sus piernas, pero calcul� por su edad, y su corpulencia, que ya era hora.
Le coment� a Pablo sobre mis planes y el me prometi� llevarse a mis padres a un
paseo, para dejarme libre el camino con H�ctor, como se llama el menor de mis
hermanos. As� lo hizo, los tres salieron rumbo al poblado vecino, a comprar
algunas cosas que hac�an falta para una caba�a que estaban construyendo en las
monta�as. Antes de marcharse, me advirti� que no tard�ramos tanto, el pueblo
vecino no estaba muy lejos y s�lo les tomar�a un par de horas regresar. H�ctor y
yo nos quedamos solos, no saldr�a vivo de esa tarde.



No ten�a ni tiempo ni ganas para sutilezas, ten�a que ir
directo al punto, por lo que en cuanto cerraron la puerta comenc� a atacar. Sub�
a mi cuarto y me quit� la blusa y la falda, qued�ndome en ropa interior. Le
grit� a H�ctor que subiera. Me escond� detr�s de la puerta y cuando entr� a la
rec�mara la cerr� con llave, no quer�a que se me escapara en caso de que
opusiera resistencia. Mi hermano menor se qued� mudo ante lo que observaba.
Delante de �l, estaba su hermana, la que consideraba inclusive sagrada, vestida
nada m�s que con un conjunto negro de encaje transparente. El pobre chico no
pod�a quitarme la vista de encima, por m�s que su cerebro le dec�a que no era
correcto. Sin decir una sola palabra, comenc� a bailar de manera sensual. Mov�a
mis caderas de un lado a otro. Con mis manos acariciaba todo mi cuerpo,
deteni�ndome en mis pechos y en mi entrepierna. Not� que mi er�tica danza estaba
dando resultado, el pantal�n de H�ctor se empezaba a levantar de la parte
delantera. Me di media vuelta y me quit� lo poco que llevaba encima. Me mantuve
un rato en esa posici�n, d�ndole la espalda, mostr�ndole mi culo blanco y
redondito. Esperaba que eso lo animara a dar el siguiente paso, pero no sucedi�
as�. Volv� a mirarlo de frente y la saliva casi se le ca�a de la boca. El bulto
bajo sus jeans era m�s grande. Mis tetas al aire, balance�ndose al ritmo de mi
baile, y mi conchita rasurada y ya con muestras de excitaci�n, casi hacen que le
de un infarto, lo sab�a por la mirada que ten�a, perdida totalmente en mi
cuerpo. Como ve�a que no se atrev�a a hacer algo, tuve que ser yo la que
actuara.



Me le acerqu� y empec� a desvestirlo. �l segu�a paralizado,
el �nico sonido que le escuchaba, era el de su respiraci�n entre cortada. Pronto
lo ten�a nada m�s en ropa interior. A pesar de su juventud, su cuerpo ya era el
de un hombre. De no ser por su carita de �ngel, cualquiera dir�a que sobrepasaba
los 20. Mi lengua inici� un h�medo recorrido por su pecho, pon�a especial
atenci�n en sus pezoncitos, duros y peque�os. Mis manos apretaban sus nalgas,
suavecitas y abultadas como no hab�a tocado otras. Que trasero se cargaba mi
hermanito, por poco perd�a el control y me le lanzaba como una fiera, pero deb�a
permanecer como la que ten�a las riendas de la situaci�n, como la que ten�a el
papel de seductora. Una de mis manos abandono con tristeza sus gl�teos, para
meterse debajo de sus boxers, y tomar su caliente y duro falo. �l nada m�s
segu�a jadeando, incr�dulo a lo que le estaba pasando.



-�Qu� no te gusto H�ctor?



-Cla...claro que me gustas.



-Entonces, �por qu� no me tocas o me dices algo?



-Porque, porque eres mi hermana, y esto est� mal.



-�Qui�n te dijo que esto estaba mal? No hay nada m�s normal
que un hombre, como t�, y una mujer, como yo, se demuestren lo mucho que se
quieren, y m�s cuando ese amor es tan puro como el de dos hermanos.



-�Lo dices en serio?



-Por supuesto que lo digo en serio, es m�s, Pablo y yo ya lo
hemos hecho, y ya ves, nos llevamos mucho mejor que antes y no nos ha pasado
nada malo.



-�En verdad Pablo y t� ya lo han hecho?



-S�, en verdad. Fue hace muchos a�os, �l me inici� como ahora
yo lo voy a hacer con tigo. Dime, �ya te la han mamado?



-No, mi novia y yo s�lo nos hemos dado besos de piquito, yo
la respeto.



-Pues que desperdiciada es tu novia, con este pedazo de polla
que tienes, yo ya lo hubiera hecho desde la primera cita.



-Pe...pero ella, ella es muy recatada y no le gusta si quiera
que le diga cosas "sucias".



-No te preocupes, si ella no quiere hacerlo aqu� estoy yo.
�Quieres que te la mame hermanito?



-Bue...bueno.



Quer�a que fuera m�o, pero no quer�a obligarlo a hacer algo
que no quisiera, pero cuando tuve su permiso ya no estaba dispuesta a parar
hasta que sintiera su verga explotar en mi interior. Le quit� los calzoncillos y
su miembro salt� como un resorte enfrente de mis ojos. Era muy diferente al de
Pablo, muy blanco, con el glande rosita, las venas no se le marcaban tanto como
a �l, era un poco m�s grueso, pero tambi�n m�s peque�a, unos cuantos
cent�metros, de cualquier manera era una de los penes m�s hermosos y apetecibles
que hab�a visto, y era todo para m�. Baj� mi cabeza hasta que mi boca quedara a
su nivel, y empec� mi trabajito. Pas� mi lengua por toda su superficie, notando
los escalofr�os y el temblor de H�ctor, que aument� cuando toqu� la punta de su
glande y recog� las gotas de lubricante que de �ste ya sal�an. Abr� mi boca y me
fui metiendo m�s y m�s su cosota, sin cerrar mis labios sobre ella. Cuando mir�
que mi nariz chocaba contra sus vellos, la cerr�, aprisionando el falo de mi
hermanito dentro de ella. Sent�a la cabeza rozando mi garganta, as� estuve por
un momento, moviendo nada m�s mi lengua. Luego apret� fuertemente los labios y
fui subiendo de manera lenta. Antes de que quedara fuera por completo, la vara
de H�ctor me escupi� seis veces, retac�ndome de leche de macho. Estaba tan
caliente porque al fin ten�a lo que tanto hab�a deseado, que ni cuenta me di que
mi hermano se correr�a. El placer era tan grande, el ser la primera vez que se
lo hac�an, el que fuera su hermana, el factor prohibido, todo hizo que H�ctor no
aguantara mucho y se vaciara contra mi paladar. Me com� hasta la �ltima gota y
limpi� lo que quedaba en su miembro.



Segu� comi�ndole la polla por un rato, como una ni�a que se
niega a soltar su caramelo, a�n cuando �ste ya ha soltado su relleno. La mamaba
con gusto y locura, de arriba a abajo, hasta que llegara a mi garganta y me
quitara el aire. Me sorprend�a que a pesar de haber eyaculado, no se le bajaba
su hinchaz�n. Mi concentraci�n era tanta, que no me di cuenta de que mi hermano
se quejaba de tanto placer. Me empuj�. Su pene sali� de mi boca y �l me
reclamaba por golosa. Para compensar las molestias que le hab�a provocado, le
propuse que hiciera lo mismo conmigo. Ni tardo ni perezoso, me lanz� a la cama y
se subi� encima de m�. Me besaba de pies a cabeza, se le notaba que nunca lo
hab�a hecho, quer�a comerme de un bocado. Cualquier otra mujer no habr�a
encontrado placer en aquella desesperada muestra de cari�o, en verdad era hasta
un poco torpe, pero yo estaba en las nubes. As� H�ctor hubiera sido el peor de
los amantes, yo habr�a disfrutado igual, porque lo que me calentaba era el que
el hombre arriba de m� fuera mi hermano menor. Cuando vio mi conchita frente a
su cara, volvi� a paralizarse, con su simple respiraci�n me daba placer, pero la
paciencia no era una de mis virtudes en esos momentos. Con mis dos manos lo
empuj� hacia ella, le grit� que me la chupara. �l obedeci�, de la misma manera
en que comenz� a besarme el cuerpo, mov�a su lengua sobre mis labios y mi
cl�toris. La falta de experiencia la cubr�a con su entusiasmo, me estaba
haciendo gozar como nunca. No se cansaba de chupar. A su inagotable lengua se le
unieron un par de dedos, los met�a sin cuidado, casi lastim�ndome. Su violencia
era exquisita, explot� en un fuerte orgasmo que manch� toda su cara.



H�ctor se com�a mis jugos. No par� de chuparme hasta que se
lo ped�. Entonces subi� buscando mi boca, me bes� y nuestra saliva se mezclaba
con el sabor de mi venida. Tom� mi lengua entre sus labios y la mamaba como si
fuera un pene diminuto. Mi excitaci�n no bajaba ni un grado, �l no lo estaba
permitiendo. Sus dedos hurgaban en mi vagina, la abr�an para que estuviera lista
para recibir su rico m�stil. Todav�a en medio de ese h�medo beso, me penetr� sin
contemplaciones. Grit� de la enorme satisfacci�n que significaba el tenerlo
dentro. A mi hermanito se le pusieron los ojos en blanco, ten�a la boca abierta
y jadeaba como un animal. El sentir su verga cubierta por el calor de mi cuerpo,
fue algo nuevo y delicioso para �l. En cuanto la punta de su polla toc� fondo,
se corri� por segunda ocasi�n. Cada chorro de esperma que me daba, aumentaba mi
temperatura. Con el �ltimo de ellos tambi�n me vine. Los m�sculos de mi vagina
se contra�an d�ndole un mayor placer a mi hermano, quien ten�a sus dientes
clavados en mi cuello. Fue maravilloso el que terminara en mi interior, pero me
decepcion� un poco, deseaba que hubiera pasado m�s tiempo antes de.



La juventud es maravillosa. H�ctor no par� de moverse despu�s
de que eyacul�, ni tampoco se perdi� la dureza de su miembro. Por el contrario,
lo sent�a m�s grande y tieso que nunca, foll�ndome con gran fuerza y maestr�a.
Como recompensa a su gran esfuerzo, mov�a mis caderas de mil y un formas,
tratando de que la pasara mejor. Me fue llevando al borde del colch�n. Cuando
llegamos a �l, se puso de pie, con el cuidado de que su falo no se saliera. Tom�
mis piernas, las levant� al nivel de su cintura y las jal� hacia atr�s,
clav�ndome su estaca hasta el coraz�n. Lo �nico que se mov�a de su cuerpo eran
sus brazos, lo dem�s qued� quieto. Con ellos jalaba una y otra vez mis piernas.
Esa posici�n permit�a una penetraci�n m�s profunda. Cada que sent�a su capullo
topar con mi �tero, era como si me estuvieran enterrando un pu�al. El dolor era
grande, pero el sentirme desgarrada me ten�a como bestia en celo, le ped�a m�s y
m�s a mi querido hermano. Su carita de ni�o estaba completamente cambiada,
desdibujada por la sublime sensaci�n que le proporcionaba el estarse cogiendo a
su hermana mayor, la que tantas veces mir� de reojo para disfrutar sus curvas.
Ya ni siquiera me miraba, sus brazos se mov�an como por inercia, uni�ndome a su
cuerpo cada vez con m�s rudeza.



Levant� un poco la cabeza, y observ� que de mi raja, adem�s
de la gruesa herramienta de H�ctor, sal�a un hilillo de sangre. La forma en que
me estaba atravesando mi hermano, en efecto me estaba da�ando. No me importaba
el que pudiera partirme en dos, el verme sangrando result� un aliciente m�s para
correrme por tercera vez. Mis u�as rasgaban mi est�mago, mi boca escup�a los
sonidos y las palabras m�s obscenas, y de mi concha, emanaban r�os de agua
femenina. Mi hermano despert� de su trance con mis aullidos y me sac� su verga.
Se la jal� dos o tres veces y se vaci� en mi cuerpo. No parec�a que lo hubiera
hecho ya en dos ocasiones, porque su leche lleg� hasta mi rostro y no paraba de
salir. Cuando brot� la �ltima gota, se hinc� con sus piernas a mis costados.
Recogi� los restos de semen en mi cara, utilizando su polla como si fuera
cuchara. La llev� a mi boca y la limpi� de arriba a abajo, dej�ndola brillante.
Se acost� a mi lado y se qued� dormido.



Estaba feliz, acababa de cumplir uno de mis sue�os, tener
sexo con mi hermano menor. No me puse a pensar que mis padres podr�an regresar
en cualquier momento. Me qued� dormida yo tambi�n. Los gritos de mi madre
avisando que ya estaban en casa nos despertaron a ambos. Nos vestimos a toda
prisa, y bajamos a la sala como si nada hubiera pasado en mi rec�mara. Mi padre
le pregunt� a H�ctor, qu� hab�amos hecho durante el tiempo que ellos hab�an
estado fuera. �l s�lo le dijo: "Nada importante, Marcela me dio algunas
lecciones". Volte� a verme, y los dos sonre�mos.



Hoy tengo 23, y el otro de mis sue�os, acostarme con el
hombre que me dio la vida, se podr�a cumplir muy pronto. Mi madre est� enferma,
los doctores dicen que no le queda mucho tiempo. No es que le dese� la muerte,
pero sin ella en �ste mundo, ya no habr� nada que se interponga entre la verga
de mi padre y yo.




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Relato: Mis hermanos estuvieron entre mis piernas.
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