Relato: Serena, mi sobrina (1)





Relato: Serena, mi sobrina (1)

Autor: Salvador


Director: POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO


Serena, mi sobrina ( 1 )


Deseo a mi sobrina. �Ah, c�mo la deseo!. Su hermosa figura
estilizada, de senos generosos sin ser abultados, sus delgadas piernas de muslos
so�ados, su largo pelo casta�o ba�ando sus hombros, pasa junto a m� inund�ndome
con el exquisito aroma del perfume que emana. Me quedo boquiabierto ante tanta
belleza. Despu�s de un beso en la mejilla que se impregn� en mi como si sus
labios fueran brazas de fuego, se dirigi� al living y se sent� con la seguridad
propia de quien se sabe hermosa, cruzando sus piernas y con su bella sonrisa
bailando en sus carnosos e insinuantes labios, me mir� con sus grandes ojos
so�adores, invit�ndome a hacerle compa��a.



�C�mo puedo desearla tanto sin que ella se d� cuenta? Act�a
con tanta naturalidad que una punzada de culpabilidad me atraves� el pecho,
haci�ndome sentir despreciable por el morbo y la excitaci�n que despierta Serena
en m�. A los latidos angustiados que me provoca su cercan�a ella opone una
confianza que me desarma. Al calor que despierta en mi su cuerpo, sus piernas,
sus senos, sus labios, toda ella, mi sobrina, con su sonrisa amplia y su mirar
confiado que logran convertir ese fuego en calor, libr�ndome de cometer una
locura con ella y provocar una tragedia familiar. Cuando me mira y sonr�e como
lo hace ahora, imagino a mi sobrina huyendo de mi ataque sexual y acudir
llorando a los brazos de sus padres, desatando con ello una pesadilla que me
hiela la sangre. Solamente su mirar, su sonrisa, en que se trasunta la inocencia
y confianza de Serene por estar en presencia de su t�o, a quien tanto ama y en
quien tanto conf�a, logran detener mis impulsos salvajes de tomarla en mis
brazos y estrujar sus labios con los m�os, mientras mis manos intentan
recorrerla para sentir en las yemas de mis dedos esas regiones que deseo con
todas mis ansias.



Entre los dos siempre ha habido una corriente de simpat�a y
confianza, sin que ella se diera cuenta, a medida que pasaba de la pubertad a la
adultez, que mi inclinaci�n por ella hab�a dejado de ser filial, llen�ndose de
una carga sexual que siempre trat� de esconder con �xito. Y creo que lo hice
bien, pues su trato para conmigo nunca cambi� y siempre acudi� a mi por consejo,
fueran estos en el campo familiar como sentimental. Y siempre encontr� en su t�o
Salvador la respuesta adecuada y oportuna que le permitiera tomar buenas
decisiones. �Si ella hubiera sabido que con el paso de los a�os los abrazos que
ella le prodigaba y sus besos en la mejilla se hab�an convertido para m� en un
suplicio!, como en esa oportunidad en que se despidi� presurosa de m� para
encontrarse con sus amigos y, sin querer, sus labios rozaron los m�os, sin que
ella le diera importancia, en tanto la suavidad de su beso me acompa�� esa noche
al punto de terminar masturb�ndome pensando en esos carnosos y rojos labios de
mi sobrina. Y as� se inici� toda una etapa de deseo escondido, tratando de
disimular frente a ella mis miradas a sus piernas, a su bello rostro y a sus
senos. Y cuando se sentaba cerca de m� viv�a la odisea de captar sus intimidades
en alg�n descuido, pero aparentando que no ve�a, aunque todos mis sentidos
estaban pendientes de cada rinc�n suyo. Y cuando estaba solo pensaba en todo lo
que hab�a espiado de mi sobrina y en la soledad de mi casa me satisfac�a a
solas. Las piernas de mi sobrina y lo que escond�an sus muslos se convirti� en
una obsesi�n de la que viv�a pendiente. Si tan solo pudiera expresarle mis
sentimientos, si ella pudiera captar mi deseo por su cuerpo y compartiera
conmigo el morbo de estar juntos, t�o y sobrina, era la fantas�a recurrente en
m�, pero cuando la realidad se hac�a presente y volv�a a verla, mis deseos se
estrellaban con su inocencia para con su t�o, su degenerado t�o que bien sab�a
que nunca podr�a poseerla y que deb�a conformarse con imaginarla en sus sue�os
sexuales.



Iniciamos una conversaci�n familiar, sentados uno frente al
otro. Yo preguntando por la familia y ella respondiendo educadamente pero con un
ligero dejo de ausencia. No sab�a la raz�n de su visita, extra�a para m� pues
era la primera vez que iba a mi casa sola. Siempre lo hizo acompa�ando a sus
padres y nunca hubo oportunidad de tener una conversaci�n a solas, lo que me
hubiera permitido vislumbrar si hab�a alguna oportunidad para mis secretos
deseos para con esa hermosa chiquilla que, junto al despertar a la madurez hab�a
desarrollado su cuerpo de manera tal que ahora luc�a formas incre�blemente
deseables. Un par de piernas que imaginaba a mi alrededor mientras la penetraba
y unos senos grandes, voluptuosos, que invitaban a ser besados, chupados. Y sus
muslos, que escond�an el tesoro que tanto anhelaba, eran una masa de carne
fresca, dura y palpitante, que muchas noches so�� tener entre mis manos.



Noto que su aire ausente preludia una crisis nerviosa y
presuroso me dirijo a la cocina por un refresco, que le ofrezco y ella recibe
con manos temblorosas. Me siento a su lado, ella me regala una semi sonrisa,
apretando la mano que sostiene el vaso, en tanto unas l�grimas inundan sus
hermosos ojos y descienden por ese rostro que tantas fantas�as despierta en m�.
Sin decir palabras, dejo mi vaso a un lado y llevo mi brazo a su hombro,
esperando la confidencia que siempre acompa�a al llanto de una mujer. Y mi
sobrina da inicio a la primera etapa, bajando su lindo rostro y rompe a llorar,
mientras apoya su cabeza en mi pecho.





Alex, t�o.





Alex es su novio, o como se le llame ahora a la persona con
la que los j�venes actuales salen continuamente. En mis tiempos les dec�amos
novio a quien hab�amos decidido llevar al altar para iniciar un camino juntos,
hasta que la muerte nos separe. Pero ahora, me parece que el t�rmino cay� en
desuso, como la misma instituci�n matrimonial. Y novio, en la actualidad,
implica algo as� como un cierto grado de compromiso, pero nada m�s. Mi sobrina
me explica entre sollozos que terminaron pues ella lo sorprendi� enga��ndola con
una mujer mayor, casada. Cinco a�os de relaci�n, se hab�an ido por el tacho de
la basura.



Sin saber qu� decir en una situaci�n nueva para m�, ya que
nunca antes hab�a servido de pa�o de l�grimas en confidencias de amor, y menos
de alguien con quien no solo me separaban tantos a�os sino que adem�s era mi
sobrina, y, para peor, una sobrina a la que deseaba como pocas veces he deseado
a una mujer. Es que en ella se conjugaba el ideal de mujer que deseaba poseer
con la frescura de su inocencia que alimentaba m�s a�n mi excitaci�n. Inocencia
y pecado, dos elementos que har�an arder cualquier le�o. Por eso intent� estar a
la altura del momento, por lo que respir� hondo y con la seriedad que requer�a
la gravedad del momento, le espet� lo m�s profundo que mi intelecto y
experiencia me inspir� en ese momento:





�Te enga��?





Me sent� est�pido por lo que hab�a dicho y cerr� los ojos
avergonzado por mis torpes palabras, pero ellas tuvieron un efecto inesperado
en mi sobrina, que, levantando su rostro y sin verg�enza por las lagrimas que
rodaban por su mejilla, me cont� los pormenores de la ruptura, que era el
repetido gui�n del t�rmino de una relaci�n cuando a �l se le presentaba una
mejor oportunidad, conquistar un nuevo "amor" pues el anterior, en este caso
mi sobrina, ya no ten�a nada novedoso que ofrecer. Los hombres somos animales
de conquista, a los que su hambre de sexo nunca se sacia. Y Alex hab�a
encontrado nuevos territorios, por lo que no dud� en dejar atr�s la rutina del
sexo con su "novia" de cinco a�os. El arrepentimiento vendr�a, indudablemente,
cuando la nueva aventura fracasara, pero para entonces Serena ya habr�a
iniciado una nueva aventura y Alex formar�a parte de un pasado diluido por las
nuevas experiencias. Ser�a un recuerdo que no le producir�a mayor emoci�n,
inmersa como estar�a en las novedades que a su edad la vida le depara d�a a
d�a. La sufriente Serena de hoy ser�a, muy probablemente, la indiferente
Serena de algunos meses m�s, cuando Alex vuelva arrepentido. �Qu� hombre no ha
vivido la misma experiencia y la vuelve a repetir? Pareciera que est�
condenado a repetir sus errores una y otra vez, sin aprender la lecci�n. Los
tangos est�n plagados de esos errores varoniles.



No sab�a el grado de avance de la relaci�n de mi sobrina
con Alex, pero no es dif�cil adivinar que el sexo era un componente de ella, y
no un componente menor. Aunque la experiencia me ha mostrado que en la mujer
la relaci�n sentimientos-sexo es inversamente proporcional a la del hombre,
acostumbrado a obedecer a su instinto antes que a su coraz�n. Pero para llegar
a esta conclusi�n, que la mujer sabe desde que despierta a la pubertad, el
hombre necesita la madurez de los a�os y de muchos golpes y errores.



Las palabras de mi sobrina, que a medida que abr�a su
coraz�n a su t�o se iba calmando, me parecieron cada vez m�s lejanas, mientras
con mi mano aun en su hombre y la otra entre las suyas, miraba sus piernas,
que se mostraban generosas debido a que ella, en su desesperaci�n, no se hab�a
preocupado de la falda que se le subi� cuando entrecruz� sus piernas. La piel
blanca, algo tostada por el sol de esos d�as veraniegos, mostraban dos
columnas que si bien cuando estaba de pie parec�an delgadas, ahora que estaba
sentada se mostraban mas generosas. Y, lo m�s hermoso de esa visi�n, sus
muslos se mostraban generosamente, haci�ndome olvidar el sentido de las
palabras de Serena, que segu�an saliendo atropelladamente de sus hermosos
labios, m�s insinuantes ahora que estaban ba�ados de l�grimas. En un momento
mi sobrina solt� mi mano y llev� la suya a su blusa, a la altura de sus senos,
y de ah� extrajo un pa�uelo que llev� a la nariz, en tanto yo dejaba mi mano
suavemente en su rodilla. Y no fue con mala intenci�n, ya que no hab�a otro
lugar donde posarla, considerando la posici�n en que est�bamos (aunque, a
decir verdad, no la hubiera puesto en otro lado por nada del mundo). Y a mis
caricias fraternales a su hombro se unieron las caricias en su rodilla, en
tanto ella segu�a con su historia, que era una repetici�n de sus primeras
palabras, profundizando en nuevos detalles cada vez.



Y mis caricias en su rodilla, que aumentaban mi deseo por
Serena, se hab�an hecho pesadas, lentas, insinuantes. Cada cierto rato
apretaba su rodilla en mi mano y al cabo de un momento volv�a con las
caricias, sin atreverme a nada mas, mientras mi mano en su hombro dej� de
acariciarlo y lo apret� con suavidad. Mi brazo en su espalda me transmit�a la
suavidad de su piel, la que hab�a dejado de moverse al comp�s del llanto y
empezaba a adquirir un ritmo m�s normal, como si el caudal de dolor se
estuviera agotando, dando paso a la serenidad. La serenidad de Serena, que
hab�a terminado sus l�grimas y su historia y las hab�a reemplazado por unos
hipos que anunciaban el pronto t�rmino de la confidencia. Apoyando su cabeza
en mi pecho, empez� a calmarse hasta que los latidos de su pecho tomaron su
ritmo normal. Pero mi brazo en su hombro y mi mano en su rodilla siguieron
ah�.





�Qu� piensas hacer?





Fue otra de mis est�pidas salidas. Pero ella, sin levantar
su cabeza de mi pecho, la movi� en gesto de negaci�n, con un "no s�" que
indicaba su desesperanza y desorientaci�n actuales. Apret� mi brazo en su
hombre y mi mano en su rodilla, y nos quedamos un momento en silencio. Al cabo
de unos instantes, mi mano reinici� las caricias, lentamente, con suavidad, en
un c�rculo que poco a poco iba ampli�ndose, mientras mi vista estaba clavada
en su pecho, ahora sereno, que insinuaba las redondeles que se escond�an bajo
la blanca blusa.



Quiz�s todo eso hubiera terminado ah�, dejando en mi
interior guardado el secreto de mi deseo por mi sobrina, sin que ella se
hubiera enterado de lo que hab�a despertado en su t�o, pero su cuerpo apoyado
en mi cambi� las cosas radicalmente, convirtiendo nuestra relaci�n en una
vor�gine sexual, ya que la respiraci�n tranquila que transmit�a y que era
captada por mi pecho al cabo de unos momentos cambi� por un respirar mas
agitado, que me indicaban que la situaci�n en que nos encontr�bamos, nuestra
cercan�a, mi brazo en su hombro y mis caricias en su rodilla estaban logrando
efecto, un efecto que no imagin� mientras escuchaba sus confidencias.





�Qu� piensas hacer?





Por primera vez desde que le hablara, ahora mis palabras
adquir�an sentido. En este caso un doble sentido: repet�a mi pregunta anterior
pero, al mismo tiempo, exploraba las intenciones de mi sobrina. Una pregunta
con doble intenci�n, que ella capt� inmediatamente. Serena me respondi�
poniendo su mano sobre la m�a y bajando la pierna, para terminar retir�ndola y
ponerla en mi propia rodilla.





Yo nada, �Y tu?





Por primera vez me tuteaba. Y en una clara invitaci�n a
seguir adelante.





Ni imaginas.



Parece que puedo imaginarlo




�C�mo podr�as adivinarlo? Pregunt� mientras mi mano
reiniciaba las caricias en su rodilla. Quer�a comprobar si est�bamos
hablando el mismo idioma y su reacci�n a mis caricias ser�a la respuesta. Si
se molestaba, todo terminar�a ah� y no pasar�a de un disgusto para ella.
Pero.




Por tu mano.



�Y qu� dices al respecto?



Que soy tu sobrina.



Y yo tu t�o.






Y continu� mis caricias, aumentando el c�rculo de las mismas,
en tanto ella empez� a abrir lentamente sus piernas, como una clara invitaci�n a
continuar, ahora por regiones m�s �ntimas.



.



- �Qu� quieres, t�o? Pregunt� con voz insinuante,
mientras su mano en mi rodilla empezaba a subir en direcci�n a mi entrepierna,
apretando mis carnes y transmiti�ndome el calor que ella estaba sintiendo.



- Creo que lo mismo que tu, le respond� iniciando el
ascenso por la parte interior de sus piernas, con suavidad pero firmemente.




Mi sobrina, levant� su cabeza y me mir� de frente, con sus
juveniles 21 a�os, en que sus ojos caf� oscuro completamente abiertos, al igual
que su boca, eran una invitaci�n a besarlos. Devolv� su mirada con intensidad y
acerqu� mi rostro al suyo. Ella segu�a con sus labios abiertos, esos hermosos
labios que tanto deseaba, y los acerc� a los m�os, ofreci�ndolos. Me prend� a
ellos y con desesperaci�n los bes�, en tanto un "�Al fin!" sal�a de lo
m�s profundo de m�. Ella separ� su rostro y me mir� con cara de interrogante,
esperando una explicaci�n.





- Te deseo desde hace tiempo, Serena.





Sonri� y su mano subi� por mi pierna hasta llegar a mi
entrepierna, donde qued� posada sobre el bulto que formaba mi sexo. Apret� con
fuerza mi miembro, que estaba completamente parado.






Calma, cari�o. No tan fuerte.





Acerqu� nuevamente mi rostro al suyo, en busca de sus labios,
en tanto mi mano en su sexo me indicaba que la humedad de su tanga era claro
signo de su excitaci�n. Con suavidad empec� a acariciar los labios de su sexo,
en tanto uno de mis dedos pasaba por entre ellos, a lo largo, buscando llevarla
a su primer orgasmo. Abri� completamente sus piernas, para facilitar mi
exploraci�n. Con la cabeza echada hacia atr�s, solt� mi herramienta y con los
ojos cerrados, se dej� hacer por mi mano y mi dedo, que segu�an explorando por
encima de su tanga. Sent�a en la palma c�mo me picaban los pelos de su zona
p�bica, que se mov�a con intensidad ahora que mi mano y mi dedo aumentaban la
presi�n sobre los carnosos labios que guardaban la entrada a su t�nel de amor.






Eres exquisita, cari�o. Le dije al o�do mientras
acariciaba su sexo.



Qu� rico, qu� rico. Mmmmmmmmmm





- �Sigo, amor?



- No pares, por favor. Sigueeeee, siiiiiiiiii.




Sus movimientos pelvianos se hicieron incre�blemente
intensos, en tanto me tomaba la cabeza y aferrada a mi cabello, repet�a:






Siiiiiii, as�iiiiiiii. Yaaaaaaaaaaaa






Y mientras su tanga era inundada por los primero jugos
vaginales que su t�o con sus caricias le proporcionaba, su cuerpo en
convulsiones se mov�a arriba y abajo y sus manos me tiraban del cabello.



No pens� que mi sobrina ser�a tan sensible a mis caricias,
pero lo atribu� al especial estado en que se encontraba en esa oportunidad, que
la fortuna me hizo vivir y aprovechar. El t�rmino de la relaci�n con su novio,
la soledad que nos rodeaba en el living de mi casa, sabedores que nadie hab�a
cerca, la desesperaci�n por el t�rmino de una etapa en su vida juvenil y su
entrada a una nueva era, la cercan�a de su t�o, sus caricias, todo contribuy�
para que tuviera esa explosi�n sexual. Pero despu�s del �xtasis del orgasmo se
impondr�a la realidad del cuasi incesto t�o-sobrina y con ello la muy probable
explosi�n de culpas y recriminaciones. Bueno, era lo que cre�a. Pero no estaba
preparado para su reacci�n.






Serena, yo . . .



Salvador, te pasaste. Nunca hab�a gozado tanto sin tener
sexo
.





Era evidente que su novio hab�a obtenido de ella lo que quiso
y por ella se explicaba tanta desolaci�n de su parte. Lo hab�a entregado todo y
la hab�an desechado, dej�ndola de lado para ir en busca de otro cuerpo para
poseer.






Es la experiencia del hombre adulto, cari�o.



Es cierto. Tienes toda la raz�n.



Es que uno aprende a hacer gozar primero a su pareja.



Tienes raz�n, es como debe ser.



Y lo mismo sucede en la cama.






Call� y qued� pensativa. Hab�a dejado lanzado el desaf�o y
ella deb�a decidir ahora si lleg�bamos al final del camino. Un camino de morbo
que hab�amos empezado tan exquisitamente, haci�ndonos probar los primeros frutos
de esta relaci�n incestuosa.



Levant� nuevamente el rostro y me mir� con intensidad. La
suerte estaba echada.


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