Relato: Ella decid�an (II)





Relato: Ella decid�an (II)

Al día siguiente, en la empresa,
Celia vino a mi despacho y levantándose la falda, bajo la cual no había
bragas, me mostró un amoratado coño y me dijo escuetamente: -
Creo que en unos días no podré follar, pero si tu dispones lo
contrario dímelo. Y se fue dejándome con la boca abierta.


No volvimos a hablar en dos semanas, pero al cabo de ellas volvió a mi
despacho y me dijo: Amo, ya puedes disponer otra vez del uso de mi cuerpo como
gustes. ¿mañana?


- Vale. ... Y otra vez boquiabierto.


Llegó a casa, me sirvió una copa y me hizo sentar en el sofá,
se desnudó lentamente de espaldas y se volvió de repente. Nueva
sorpresa. Aunque ya no me tomaba de improviso nada procedente de ella.


La devota esposa, madre amantísima de tres hijos y estricta cumplidora
de los deberes religiosos se había hecho perforar los jugosos pezones,
los prominentes labios mayores del coño y el abultado clítoris
con unos gruesos anillos de hierro. Además lucía un vistoso tatuaje
a lo ancho de su ligeramente curvado vientre secuela de sus embarazos que decía
" ESCLAVA DE A."


- Amo, decidí no hacerme tatuar nada en las nalgas porque he pensado
que sería mejor que tu diseñases el distintivo de esclava que
me quieras poner a hierro incandescente. Supongo que, con el tiempo, querrás
tener una cuadra de esclavas todas marcadas por igual. Mira mis hierros, son
de acero inoxidable de la mejor calidad. Me dijo el hombre que me los puso que
son lo suficientemente gruesos para que me puedas colgar pesos que me infrinjan
dolor o cadenas para sujetarme o conducirme, sin miedo a que se me rasguen los
tejidos. No se pueden quitar más que cortándolos con una cizalla
o serrándolos. Mira también el collar y las manillas de plata,
igualmente permanentes, con unos herrones articulados para que me puedas sujetar
a tu gusto y que se camuflan dentro sin que la gente piense que no son sino
joyas.


Me levanté y de improviso le asesté un fuerte bofetón.


¿ A ti quién te ha dicho que tomes decisiones por tu cuenta ?



Sin decir más le arrojé un abrigo.
¡Póntelo!. La tomé de la mano y la arrastré hasta
el coche. En todo el camino no dije nada y ella tampoco habló. La conduje
hasta el gabinete de Palmira. Pregunté por ella, que se presentó
al poco vestida de faena.


- Te traigo esta puta que toma decisiones por su cuenta para que la domes. Ha
decidido ser mi esclava por su cuenta. Mira lo que se ha mandado hacer sin ningún
permiso. Y la quité el abrigo para que Palmira viera sus adornos, desnuda
como estaba debajo. - Como comprenderás no puedo tener una esclava que
decide cosas. Eso es incompatible con el concepto de esclava.


- No te preocupes. Déjamela una semana y te la devolveré debidamente
educada.


Seguidamente pulsó un timbre y al poco rato se presentó una mujer
negra tan grandona y fuerte como ella.


- Lucrecia, ayúdame a empaquetar a esta zorra.


La subieron sobre una mesa y le anudaron los tobillos a los muslos. Después
los brazos a lo largo de los muslos. Le pusieron una barra separadora entre
ellos y así quedó, sin posibilidad de moverse, con todo su gran
y prominente coño expuesto para efectuar sobre él cualquier maniobra
cómodamente.


Después le pusieron un enema y le taponaron el culo con un globo que
inflaron mediante un tubito terminado en una pera elástica. Un artilugio
similar pero mucho más grande quedó inflado dentro de su vagina.
Como era de esperar, sus pezones, clítoris y labios vaginales se merecieron
unas pinzas de presión graduable fuertemente apretadas. El último
acto fue hacerle ingerir gran cantidad de agua y ponerle una mordaza de bola
perforada. A estas alturas, Celia ya soltaba ríos de lágrimas.


- Lucrecia, llévatela a una jaula hasta mañana, que empezaremos
las sesiones de doma.


Lucrecia la cogió en brazos como una pluma y desapareció con ella.


- La semana que viene ven a buscarla. Los servicios te costarán 2000
euros, pero tienes garantía. Si no se comporta a tu gusto puedes volver
a traerla para otro curso educativo o pedir la devolución del dinero.
Como tu elijas.


Cumplido el plazo regresé a buscarla
y me la entregaron desnuda y cubierta por una capa, con una cara tan lamentable
que creí que la habían estropeado.


- No te preocupes por el aspecto físico, en unos días tendrás
ese cuerpo dispuesto para ser usado como te plazca.


Tranquilizado la metí en el coche y la llevé hasta el portal de
su casa donde la dejé sin que ninguno de los dos hubiera pronunciado
una palabra.


No apareció por la oficina hasta el tercer día. Había llamado
diciendo que se encontraba con gripe. Cuando la vi nuevamente quedé ya
aliviado. Estaba totalmente recuperada y más guapa. Su cara desprendía
algo que causaba sensación de dulzura y sosiego.


En un momento de la mañana, vino a mi despacho y, tras besar a Lucía
y delante de ella me dijo con aplomo y mirando al suelo:


- Amo, ya estoy dispuesta para el uso como y cuando dispongas.


- Mañana ven por mi casa a las siete de la tarde.


Al día siguiente estaba puntual a la puerta de mi casa vestida con la
misma capa con la que me la había entregado Palmira, miraba únicamente
al suelo. En silencio la hice pasar y pude comprobar que se encontraba totalmente
desnuda bajo la capa. Le colgué de los anillos de los pezones y del clítoris
unas pesas y volviendo a ponerle la capa me la llevé al coche.


Conduje hasta la casa de campo de Alfredo, un amigo de hace tiempo. Allí
teníamos prevista una orgía con matrimonios maduros viejos amigos
que organizábamos cada cierto tiempo. Yo, como soy soltero siempre pongo
a alguna mujer distinta, por lo que mi presencia es muy solicitada por la variedad
que introduzco en el grupo.


Nos abrió Alfredo y nos introdujo en el gran salón donde ya estaba
reunido el grupo. De improviso, Celia se adelantó, dejó caer la
capa y se presentó sin el más mínimo recato:


- Me llamo Celia, pero podéis llamarme esclava zorra, porque estoy casada,
tengo tres hijos y soy la esclava de Alberto.


Me vino a las mientes a Palmira devolviéndome los 2000 euros que me había
costado su adiestramiento.


Los asistentes quedaron boquiabiertos por la escena, pero inmediatamente comenzaron
a aplaudir.


Allí estaban Alfredo y su mujer, Blanca, de 62 y 54 años respectivamente,
ella morenita, muy guapa, de tetas regulares y culito respingón. Como
era muy miope no se desprendía nunca de las gafas. Ni para follar. También
estaban Julio y su esposa Lucía, mi secretaria, de quien ya he hablado
y que se había follado doblemente con los puños a Celia. También
se encontraban Juan y Teresa, a quien más me interesaba ver, porque Teresa
estaba preñada de ocho meses y me las prometía muy felices metiendo
mi polla en el culo de una barriguda madura. Tenía 44 años y yo
quería saber como le había sucedido aquél accidente a su
edad. Estaba también Rogelio, algo más joven que yo y, para mi
sorpresa, no estaba acompañado de su mujer, sino de su suegra Esther,
de 65 años y un tremendo cuerpazo, casi tanto como el de Palmira. Me
dijo que su mujer estaba harta de follar con el mismo grupo y se había
ido a otra orgía que habían organizado sus amigas con unos negros.
Por último estaba Aurora, la mulatita deliciosa, exuberante, redondeada
y mollar criada de Alfredo y Blanca, la única desparejada y que también
me interesaba mucho porque sabía que sus grandes, mullidas y jugosas
tetas tenían leche. Producto de un reciente descuido de Alfredo que le
había conducido a tener un bebé en su casa a su edad.


Mientras Esther la abuelita del grupo se hacía cargo de Celia y examinaba
con deleite y minuciosidad su adornado cuerpo, yo me senté al lado de
Teresa para iniciar la satisfacción de mi ansia de preñada.


- ¿ Y cómo es que te ves así ? ¿ Sabes de quién
es ?.


- Chico, no se cómo pudo ocurrir pero lo sospecho. Es de mi hijo Pablo,
al cabrón de él le gusta hacerme fisting porque dice que le pone
cachondo el abrir por fuera la puerta que abrió por dentro al nacer.
También le encanta abrirme el culo lo más posible y quedarse después
mirando como se va cerrando poco a poco. Debió excederse un día
en los manejos y desajustarme el dispositivo anticonceptivo. Así me ves.
Llevando en la tripa un hijo-hermano suyo. Del cabreo le he prohibido follarme
por lo menos en un año. Es el mejor castigo, porque sé que le
produce mucho morbo follar a una preñada. De hecho le pidió a
Alfredo que le dejase follar a su criada Aurora cuando estaba en los últimos
meses del embarazo. Alfredo le autorizó y le costó echarlo de
la casa después del parto, porque entonces quería la leche de
sus tetas.


- A mi sí que me ha puesto cachondo la historia. Mira como la tengo.


- Pues empecemos a remediarlo. Y, ni corta ni perezosa me desabrochó
la bragueta y comenzó a mamarla.


- Oye, por cierto. ¿Tienes ya leche en esas tetorras tan jugosas?.


Paró la mamada un momento para contestarme.


- Hasta ahora no, pero dado lo avanzada que estoy, si me las excitas lo suficiente
y chupas a fondo, a lo mejor me sacas ya los calostros.


Y siguió mamando mi polla mientras yo la desnudaba y palpaba su enorme
vientre.


Dejó mi polla un momento para gritar: Juan, cornudito mío, mira
como alguien me va a follar, para que luego digas que estoy gorda y desagradable


Echando una ojeada pude ver que Esther se había apropiado de mi esclava
y la tenía chupando con avidez sus grandes pezones de descomunales areolas
que coronaban sus enormes tetonas que ella misma se oprimía con fuerza.


Rogelio y Juan se habían apropiado cada uno de una ubre de Aurora y chupaban
como posesos dejando escapar hilillos de leche por las comisuras de sus labios.
Esta escena me inquietó pues temía que me la dejasen seca. En
cualquier caso mi objetivo inmediato era la zorra preñada.


Lucía tenía puesto un cinturón con un consolador de asolador
tamaño insertado en el culo de la dulce Blanca mientras su coño
albergaba la polla de Julio. Alfredo intentaba meter su polla en el ano de Lucía
pero el vaivén de ésta se lo dificultaba, así que la sujetó
un rato, haciendo caso omiso a las protestas de Blanca, hasta que consiguió
su objetivo.


Me hice con las tetas de la preñada iniciando el prometido tratamiento
para excitar la subida de la leche, hecho que, pese a mi diligencia no pude
lograr. En vista de ello abordé su depiladito coño con mi lengua
hasta proporcionarle dos orgasmos. A continuación usé su ano para
albergar mi polla, donde me corrí abundantemente. Ella llamaba a su marido
para que viese la enculada pero Juan estaba a su lactancia. Pese a las protestas
de la barriguda que quería que le llenase el coño, la abandoné
para ir corriendo a quitar a Rogelio de la teta de Aurora ante mi miedo a que
quedase seca sin nada para mi.


- Mira gordita, aquí te traigo una polla sin vaciar que llenará
mejor tu coño que la mía, que ya ha vaciado sus depósitos.
Yo voy a retomar fuerzas con un poquito de lechecita tibia. Si tu me la hubieses
dado seguiría comiendo tu lindísimo y suave coñito mientras
te acariciaba esa pancita que me pone tan cachondo. De todas formas volveré
a por tu agujero delantero, tus jugos saben a gloria.


Volví a la teta de Aurora y comencé a mamar la rica leche, poco
a poco, como los lobeznos, me deshice de Juan, quien frustrado por mis impertinentes
empellones se acercó a Esther y mi esclava quien, por cierto estaba siendo
empleada a fondo. Esther le había enganchado una cadena al anillo del
clítoris y mientras la obligaba a comerle el coño, tironeaba de
ella estirándole espantosamente su abultado botoncito. Me fijé
mejor en Esther, a la que no había hecho mucho caso. Era un monumento
de mujer pese a su edad. Opulenta pero sin rastro de celulitis, de cara se notaba
que había sido una beldad, su piel era dorada, muslos como obuses, se
notaba que hacía ejercicio, el culo aún era prominente y las tetazas
mostraban unos hermosos escorzos, sobre todo cuando botaban. Tenía anillos
en los gruesos pezones y un tatuaje en la teta izquierda. También tenía
el pubis depilado completamente. Entonces caí en la cuenta de que todas
las mujeres estaban depiladas completamente, lo que me alegró. Con la
intención de probar seguidamente a Esther, me concentré en aquel
dulcísimo y jugoso saco de carne que ahora me estaba dando leche.


- Siga usted señorito, le gusta mi lechita tanto como a mi señorito
y a mi señora. Pero no le voy a poder dar mucho más porque tengo
que ir dentro de un momento a dar de mamar a mi bebé, no puedo dejarle
en ayunas. Si me sobra algo se lo daré a usted, se lo prometo. Ante ello
me levante y le pedí que me pajease con las tetas, tarea en la que demostró
una enorme habilidad. Como este tipo de actividad le permitía hablar
aprovechó a para pedirme una recomendación.


- Señorito, mi señorito me ha dicho que usted es accionista de
una empresa productora de películas porno. Verá, tengo una hija
de 17 años que dejé en mi país. Recién me escribió
que mi esposo, su papá, la colocó para puta en un burdel y que
le gusta mucho el oficio. Me envió en la carta unas fotos de su book
de promoción en el burdel y se las enseñé a mi señorito
y mi señora para que vieran que monumento de hija tengo allá.
Los señores me han dicho que, con su cuerpo y su carita, acá podría
hacer una gran carrera en el cine porno y que usted podría hacer algo
para introducirla en la profesión. Por lo menos follársela usted
una temporada a prueba y ya decidiría. Se lo escribí a ella y
responde que le encanta la idea. Además dice que tiene entendido que
las actrices porno jóvenes, y con cuerpo de lujo como el de ella, que
lo hacen con animales se hacen millonarias en poco tiempo. Dice que tiene un
cliente habitual que la contrata para que la folle su perro mientras él
mira y se masturba, y que le gusta mucho la follada de los perros, tanto en
el coño como en el culo. Otra vez, una señora la alquiló
para domicilio y follaron las dos con un mono que le gustó también
mucho.


- Bueno Aurora, antes de irme me enseñas las fotos y veré, pero
desde luego, hasta que no cumpla los 18 años acreditados con su pasaporte
no hay nada que hacer.


Paró su meneo de tetas y bajé la vista para indagar la causa que
privaba a mi polla de tan gran placer, viendo su cara compungida.


- Verá señorito, es que realmente tiene 17 años, pero mis
papás, mis tías abuelas y mi esposo no pueden esperar. Se van
a morir de hambre allá. En su burdel pagan mal.


- No sé, habrá otra solución mientras tanto. Por ejemplo,
ya que tus señoritos son ricos, la pueden emplear con buen sueldo de
putita privada para uso personal y de sus amigos como yo y de paso se va entrenando
para actriz.


- ¡Ay! señorito, que buena idea, convenza a mis señores.
A lo mejor piensan que tienen bastante con lo que me pagan por mis servicios
adicionales.


- Creo que les parecerá buena idea follarse a una madre y su hija al
mismo tiempo.


- Quizá si. Bueno señorito, discúlpeme, voy a amamantar
al niño de mi señorito y después vuelvo a darle lo que
sobre.


A la vista del abandono sufrido me acerqué a mi esclava y Esther. En
ese momento mi esclava Celia tenía el brazo metido hasta el codo en el
culo de aquella magnífica jaca que, a cuatro patas, le decía:
Cuando retires el brazo hacia atrás abre la mano todo lo que puedas,
y cuando la metas cierra el puño, y hazlo así cada vez más
rápido, sacando fuera casi todo el brazo pero sin que salga la mano.
Como lo hagas mal te lo voy a hacer yo a ti igual de mal. Le agarré sus
pendulonas tetazas que casi llegaban al suelo y le dije: Buenas noches señora,
creo que no nos han presentado. Me permitirá echarle un polvo?.


- Si hijo mío, pero tendrás que utilizar mi boca o entre mis tetas,
los otros dos agujeros están ya tan dilatados que no encontrarás
mucho placer. Aunque no tengo inconveniente que me los uses.


- Seguro que exagera usted. Déjeme ver. Palpé su coño y
mi mano entró igual que en el bolsillo de mi pantalón.


- Ves, te lo dije. Pero sigue con la mano dentro y muévela hasta que
tu y tu esclava me hagáis correr. Se corrió en poco tiempo y sacando
mi mano me puse bajo ella con mi boca buscando su coño para saborear
sus flujos. Menuda sorpresa. Aquello era una deliciosa catarata, creo que bebí
más de su coño que de los pezones de Aurora. Mientras tanto, como
Celia seguía pistoneando su culo tuvo otro violento orgasmo que me bañó
toda la cara.


- Mis tetas, dijo, por favor muérdeme fuertemente los pezones.


La mordí como pedía un pezón y pellizque y tironeé
vigorosamente del otro.


- Inútil, cabrón, más fuerte. ¿es que eres mariquita?


- Mordí hasta el extremo que temí quedarme la carne entre los
dientes y tironeé del otro con todas mis fuerzas.


Alcanzó la vieja tal orgasmo que comenzó a tener espasmos sobre
el suelo saliéndose la mano de mi esclava de su culo.


- ¡ Ya , ya, ya llego ! ¡Ah, mi clímax especial!. Asombroso,
todavía le faltaba algo.


Se levantó del suelo, agarró por los pelos a mi esclava y comenzó
a orinar sobre ella mientras seguía con los espasmos y gritos. La meada
salía copiosamente en todas direcciones ya que no controlaba. Todos los
presentes pararon su faena para ver el espectáculo. Al parecer su orgasmo
máximo llegaba orinando tras alguna actividad sexual, los orgasmos previos
solamente eran un aperitivo.


Ya apaciguada se tendió en el suelo y pinzando suavemente el anillo del
clítoris de Celia la atrajo hacia ella y le dijo: Anda puta, sigue comiendo
mi coño. Y tú, dirigiéndose a mi, hazme un favor y trabaja
otro rato mis tetas hasta que me prepare para mi trance.


Desconcertados empezamos amo y esclava a trabajar los campos asignados, curioso
yo por saber qué demonios sería el trance. En aquél momento
mi polla estaba a punto de explotar pero mi curiosidad era mayor. Mientras laboraba
en sus tetas me puse a examinar y explorar más detenidamente el cuerpo
de la vieja y tuve que reconocer que era una hembra excepcional para aquella
edad. Probablemente resultaría apetitosa hasta los noventa si no moría
de un infarto en un clímax de los suyos.


También eché una ojeada al resto del grupo.


Alfredo y Julio estaban ahora haciendo un sandwich a Teresa que les recriminaba
su falta de delicadeza con su barriga: Qué queréis, ¿sacarme
el niño a presión? Si me lo queréis sacar que sea porque
me lleguéis con la polla al útero y lo perforéis, pero
eso no lo conseguís maricones. Tu Julio, mi culo necesita algo más
gordo que tu polla, así que mete al mismo tiempo algunos dedos. ¡Qué
desastre!


Blanca, que no había perdido sus gafas en ningún momento del cuarteto
anterior, era ahora la que tenía el cinturón con el consolador
enorme y dilataba la entrada del coño de Lucía, mientras Aurora,
que ya había vuelto de dar de mamar al niño, estaba sentada sobre
la boca de su señora que le comía el coño. Agarrándose
los pechos los estrujó hacia mi soltando unos chorros para indicarme
que aún le sobraba leche y la tenía reservada conforme a lo prometido.


Repentinamente la vieja dijo: ya ya ya ya ya estoy lista, y se levantó,
fue a por un gran tapaculos de plástico que había dejado en un
estante y se lo endosó en su orificio, se enganchó la cadena de
mi esclava a los anillos de sus pezones y nos dijo:


Esclava, cuando me coloque en posición me metes la mano en el coño
y bombeas rápido hasta donde no puedas seguir. Muy rápido. Tú
- por mi- tomas la cadena y me das fuertes tirones hasta que mis pezones no
estiren más. También muy rápidos. Y se colocó sobre
el respaldo del sofá con el culo en pompa. Celia obedeció metiendo
su mano en aquel enorme coño y comenzando a bombear y yo cumplí
mi cometido observando bien por si le rasgaba los pezones. Me adapté
al ritmo de Celia de tal manera que yo estiraba cuando ella hundía su
mano y aflojaba cuando la retiraba. Así estuvimos diez minutos en los
que veía cómo la abuela sudaba a mares y se le iba desencajando
la cara. Repentinamente soltó un aullido, el tapaculos salió disparado
que casi le salta un ojo a mi esclava y la muy puta de Esther comenzó
a cagarse entre estertores y nuevo clímax de los suyos. Se derrumbó
sobre el sofá entre sus heces y estuvo cinco minutos de orgasmo seguido,
después cada diez minutos, en un estado casi cataléptico, mostraba
orgasmos de dos minutos. Bestial. Como mis testículos estaban a punto
de estallar busqué alguna hembra que tuviera un agujero vacío.
No importaba cual salvo mi esclava, a la que quería seguir manteniendo
sus agujeros en ayunas de mi polla.


Teresa, que era una de mis preferidas por su barriga, seguía con los
dos agujeros fundamentales tapados por Alfredo y Julio, esta vez al revés
en la posición.


Rogelio follaba lentamente a Aurora por el coño, como si quisiera disfrutar
a fondo de las exóticas, aromáticas, sensuales y exuberantes redondeces
de sus carnes. Parecía una follada de enamorados. No me extrañaba,
porque aquella mujer era la culminación de la atracción sexual:
Un cuerpo diseñado magistralmente para satisfacer al sexo opuesto o al
propio indistintamente, perfeccionado por la madurez y con una mente dispuesta
para el uso de esas dotes, pero con la ingenuidad que concede el no ser consciente
de su posesión. Quedaba libre la dulce Blanca que seguía aparejada
con Lucía. Lucía no me atraía en esta situación
ni yo a ella, ya que, siendo mi secretaria, la follaba sin tasa cuando quería
y, además, muchos fines de semana nos juntábamos en su casa con
su marido y mi asistenta para montar un pequeño grupito de sexo.


- Lucía, déjame con Blanca asolas y vete a ayudar a Rogelio con
Aurora porque temo que la criada es demasiado para él. No la chupes los
pechos porque la leche que le queda está reservada para mi.


- Blanquita mía, mi amor, mi dulzura, ya sabes que si alguna vez he sentido
amor ha sido por ti solamente. Tengo los huevos estallando y quiero descargarlos
en tu acogedora vagina mientras beso tu inolvidable boca.


- Déjame en paz, desgraciado, prefiero que me viole cualquier indigente
deforme de la calle antes de que me toques.


- Pero bueno ¿Qué te ocurre?


- Lo sabes muy bien. Olvídame.


- Quiero que me lo digas.


- Te odio, cuando me puse a tus pies pidiéndote ser tu esclava porque
te amaba más que a nada en la vida me rechazaste y me presentaste a Alfredo.
Con el tiempo he visto que me manipulaste a tu gusto. Realmente, mientras que
yo pensaba que me colocabas con Alfredo para esclavizarme y que él fuese
el cornudo pagador de mi cuerpo, te desembarazaste de mi en mala forma. Y ahora
veo que tienes una esclava, ¿ No te servía yo ?.


- No Blanca, porque a ti te amo. Te endosé con Alfredo para que no sufrieses
viéndome con otras mujeres.


- Hubiera soportado perfectamente verte con miles de mujeres mientras me dejases
estar a tu lado aunque fuera como esclava.


- Precisamente porque te amo no quería que fueses mi esclava. Una esclava
debe ser usada sin contemplaciones y contigo no hubiera podido hacerlo. Además,
en aquel entonces me parecías demasiado mayor para mi. Yo tenía
18 años y tú 42. A esa edad mía de entonces se es muy inseguro.
Créeme que me costó mucho, y lo hice por tu bien, acercarte a
mi tío Alfredo.


- Bueno, vale de discusión, el caso es que no quiero que me folles. Y
se acercó a beber la lenta pero constante catarata de flujo que salía
de la vagina de Esther murmurando " esta vieja nos va a salir cara en la
limpieza del sofá, más vale que limpie yo previamente".


Visto lo cual, hube de practicar las reglas de economía y, ya que tenía
un cuerpo gratuito, me acerqué a Celia y le solté el contenido
de mis cojones en la garganta. Después vacié en su boca mi vejiga
y me la llevé al baño para que me frotase en la ducha ya que daba
por terminada la orgía.


Estaba cabreado ya que mis relaciones con Blanca siempre habían sido
perfectas. Era, pese a su matrimonio con mi tío, mi madre, mi esposa
, mi amante y mi puta. La conocía desde que nací, ya que había
sido siempre la vecina de la casa de al lado de la de mi familia. El contacto
diario me hizo tomarle casi más cariño que a mi madre, ya que
ésta siempre estaba fuera y quien me atendía de niño era
Blanca. Quedó viuda a los 40 años con un montón de deudas
que mis padres le ayudaron a sobrellevar. Yo tenía 16 y la libido ya
me levantaba demasiado a menudo la pilila. Mi desesperación por no poder
follar me condujo a fijarme en ella y, día a día de verla y apreciar
su cariño, me hizo concebirla como el sumum de mi atracción por
el sexo opuesto.


Cada minuto que pasaba me encandilaba más de ella. Dejé de fijarme
en las chicas de mi edad y acabé totalmente enamorado. En mi perversa
e inexperta mente se introdujo la idea de que la única forma de poseer
a aquel tesoro era chantajearla en base a las deudas que mis padres le ayudaban
a pagar. Cuando intenté la artera maniobra, ella, con su encantadora
calma y agradable voz me dijo que si mi problema era follar ella me aliviaría,
pero que no pensase que era por ninguna presión, ya que siendo viuda
y sin hijos no admitiría jamás ningún chantaje. Que si
se lo hubiera pedido directamente ella se hubiera prestado por el cariño
que me tenía.


Ella me enseñó todos los entresijos del sexo, incluso se prestó
a todas las experiencias que ella no había tenido con su marido pero
de las que yo le hablaba. Así se prestó a entregarme su culo virgen,
a prácticas sado, a exploraciones y todo tipo de manipulaciones en su
acogedor cuerpo. Varias veces ejerció de puta callejera para conseguirme
el exceso de dinero que yo gastaba y mis padres me restringían. A los
17 años comencé a tener éxito con las jovencitas y, como
no podía follarlas en mi casa, las llevaba a la suya incluso estando
ella. Muchas veces la hacía participar en tríos o más componentes
y ella jamás se opuso. Los problemas comenzaron cuando empecé
a excederme y organizar orgías haciéndola protagonista a ella
de las ocurrencias perversas, ya que nunca se me oponía. La hice follar
por todo el que pasaba por la casa y un mal día que me llevé a
una señora de 50 años, su hija de 28 y el perro de ambas, que
no tenían dónde dejarlo, se me ocurrió, después
de someterla a toda clase de las sevicias demandadas por la señora, hacerla
follar por el perro delante de las dos. Ahí terminó su paciencia,
eso si, una vez follada por el perro, y me expulsó de su casa.


En mi desesperación por mantener de alguna manera el contacto con ella
le presenté al crápula de mi tío Alfredo, con el cual congenió
y, ella por necesidad económica y él por apagar su fama de solterón
putero que ya se extendía entre sus jefes en el trabajo, se casaron.
Pasado un tiempo ella me perdonó y me permitió visitarla en su
actual casa y follarla y hacerle mis confidencias, volviendo a ser mi mujer
amada. Eso lo hacía con permiso de mi tío, preocupado más
por sus conquistas. Algunos días en que mi tío no se calzaba a
ninguna putona veíamos los tres hogareñamente alguna película
porno, yo con, mi ahora tía, resguardando mi estimada mi polla amorosamente
en uno u otro agujero y él masturbándose ante el morbo de la situación.
En el transcurso de los doce años pasados así, mi tía Blanca
se fue acostumbrando y gustando de las perversiones y entró abiertamente
en la participación de nuestros festivales de sexo. Sin embargo, siempre
nos reservamos un rato entre los dos solos para hacer el amor dulcemente con
entrega personal de ambos y no practicar simplemente el sexo.


La seguía amando y me mortificaba su actitud de rechazo. Como la causa
había sido mi esclava, descargué mis iras en ella. Nada más
ducharnos juntos quité la alcachofa de la ducha y estiré el canutillo
de plástico del agua sacándolo del flexo, lo puse muy caliente
e inserté el conducto en el culo de Celia invadiendo sus intestinos con
su caudal, cuando consideré que era bastante tomé un frasco de
colonia de un estante y se lo metí en el ano para taponarlo. Ella, mansamente
me dijo: Amo, todavía me cabe más agua. No le hice caso y le metí
el tubo del agua en la vagina taponándola después de llenada con
un bote de spray. Con una toalla y cinturones de albornoz le aseguré
los improvisados tapones de sus orificios y le junté y até las
piernas a sus muslos. A continuación le trabé las muñecas
a los anillos de los pezones y le metí el tubo del agua por la garganta
hasta alcanzar el esófago. Observé como su barriga se hinchaba
como si estuviese preñada y se lo saqué. Así dejé
a mi esclava en el baño y regresé al salón.


Allí había una bronca fenomenal. Teresa protestaba: En estas mierdas
de orgías pasa siempre lo mismo, siempre hay más número
de mujeres que de hombres. Sabéis de sobra que las mujeres necesitamos
más marcha y que hace falta por lo menos el doble de hombres para saciarnos.
Esther, que parecía recuperada de su catarsis la jaleaba. Blanca y Lucía
asentían más comedidas. Aurora, callada en su condición
de criada, se dedicaba a intentar limpiar las meadas y cagadas que Esther había
dejado.


Los hombres ya con las pollas fláccidas estaban sentados abochornados.
Alfredo dijo tímidamente: Hay consoladores de sobra para que podáis
seguir entre vosotras hasta que nos repongamos.


- Una mierda, le respondió Teresa. Yo necesito semen en cantidad saliendo
de un calentito pedazo de carne. Tengo furor uterino. Voy a llamar a mi hijo
Raúl a ver si está disponible con algún amigo. Por lo menos
no me ha defraudado nunca y se que tres corridas ya me echa.


- Teresa, dijo Juan, le castigaste a no dejarle follarte por haberte preñado.


- Pues le levanto el castigo. Y le llamó por el móvil. - En un
hora dice que está aquí.


- Buena idea, intervino Esther. Yo voy a llamar a alguno de los de mi grupo
de BDSM a ver si alguien está libre.


Durante la espera todos fueron a ducharse y, al llegar al baño Julio
me recordó que había dejado a Celia empaquetada. La solté
y la iba a sentar en la taza para que se vaciase cuando me lo impidió
Esther, que la metió en la bañera y se puso bajo ella para que
se vaciase encima, orden que mi esclava cumplió con gran alivio para
ella, aunque seguía teniendo la barriga un tanto hinchada.


Al tiempo prometido se presentó Raúl, que venía acompañado
de otra mujer y provocó las iras de todas las hembras presentes. ¡
Otra más ! Pero es que estos hombres son idiotas.


No protestaron demasiado porque la recién llegada nos llamó a
todos la atención. Tenía un cuerpazo escultural pero con unas
curvas aún muy inmaduras, como de adolescente. De la cara no se podía
decir nada, puesto que tenía la cabeza cubierta totalmente con una capucha
de látex y los ojos vendados. Pero donde todas las miradas se posaron
fue en el espectacular y extravagante aspecto de sus senos y pubis. Tenía
los pezones enormes y nada acordes con la delicadeza del resto del cuerpo. Los
llevaba atravesados por un pasador muy grueso, sería de 1 cm, y éste
iba apoyado en una especie de soporte metálico con base en un aro que
rodeaba la areola, de tal forma que el artilugio estiraba desmedidamente los
pezones hacia afuera.


Lo del pubis era casi indescriptible. Tenía unos labios mayores insultante
y obscenamente abultados y prominentes. Enrojecidos hasta tonos carmesíes.
No parecía tener capuchón en el clítoris y éste,
también de proporciones desmesuradas aparecía adornado con una
gruesa argolla metálica, no un anillo. El grosor de la misma era igual
que el del pasador de los pezones y su diámetro de unos 10 cm. Era obvio
que no tenía función decorativa y que se había aplicado
para tirar de ella con una cadena, cadena que, para ilustración de quien
careciese de imaginación, colgaba de la argolla y terminaba en las manos
de Raúl. Aquellos lúbricos labios estaban traspasados por tres
candados que impedían el acceso al dulce agujero.


La esclava tenía las manos sujetas a un cinturón de acero parecido
al de Celia. Esther y Teresa se acercaron a ella muy interesadas en examinarla
y Celia, tras pedirme permiso, también estuvo curioseando aquellos órganos
tan maltratados.


- Callaos zorronas, dijo Raúl, que esta no va a follar, la tengo en fase
de adiestramiento y tiene los dos agujeros tapados, el de delante con candados
como podéis ver y el de atrás con una pelota inflable desde fuera
. La traigo porque me ha dicho mi madre que hay otra esclava y quiero que vea
como debe comportarse. Mamá, es cierto que me vas a dejar metertela.


- Si, pero solo porque me ha entrado un furor uterino que estos mierdas no me
pueden calmar. No creas que te perdono el haberme hecho esta barriga.


- Estás más hermosa y apetecible así. Ojalá no parieses
nunca. Te voy a soltar tal cantidad de leche que te voy a apagar ese fuego del
coño.


- Si hijo si, inúndame el culo. Dime lo que me vas a hacer. Dime como
me vas a follar por todas partes. Enséñale a papá como
se me debe joder para tenerme contenta.


- Por sus marcas y anillos veo que esa puta de ahí es la otra esclava.
Mírala perra, le dijo a la suya quitándole la venda de los ojos.
Y aprende de su comportamiento.


Cuando miró a su alrededor aquel escultural cuerpo tan lasciva y despiadadamente
tratado se tambaleó un poco y, tirando levemente de su manga, se acercó
a murmurar algo a su oído. Cuando acabó de escucharla, Raúl
empezó a reír con un gesto malsano.


- Creo que después tendremos alguna sorpresa emocionante y morbosa.


Despertada la curiosidad de todos, amarró la cadena de su esclava a una
lámpara de techo dejandola incómodamente tirante y de pie y se
acercó a su madre y la sentó sobre el sofá mientras le
estrujaba las tetas y le sobaba la barriga. - Lástima de leche, comentó.


Fué después a por Aurora y la llevó a sentar en el respaldo
del sofá con las piernas a los lados de la cabeza de Teresa para que
ésta le comiese el coño a la criada. Después tomó
a mi esclava Celia de los anillos de los pezones y tirando de ellos fuertemente
la llevó hasta el grupito y le dijo: Tu me chuparás el agujero
del culo y me meterás un par de dedos mientras follo a la zorra de mi
madre. Por último tomó a Esther también por sus anillos
y la acercó diciéndole: Estruja bien las tetas a esta puta para
que suelte la leche que tengo ansias por recordar como sabía.


- El resto de las señoras tendrán que componerse solas de momento,
anunció mientras se untaba vaselina en la mano. Llevó la mano
al ano de su madre y comenzó a lubricárselo metiendo y sacando
primero un dedo, después dos, hasta que introdujo los cuatro paralelos
y metió el pulgar en la vagina. Así agarrada comenzó a
tirar de ella levantándola y dejándola caer alternativamente sobre
el sofá con un ritmo endiablado y violento, como una batidora.


A Teresa, con ese tratamiento de sus bajos y el amasado de sus tetas se le subió
la libido hasta límites insospechados y ya comenzó tener orgasmos
al poco rato.


- ¡ Así bastardo ! ¡ Así se trata a una madre! Fuerte,
más fuerte, AAAAHHHHH, me corro. Mátame. Destroza mis agujeros,
son tuyos. Tira más fuerte. AAAHHHHH, si si si hijo mío, así
asíiiiiiii, assssssí, mi clítoris se te olvida, machácalo.


Oyendo aquello, Esther apartó una mano de sus tetas y aferró el
clítoris de Teresa entre el pulgar y el índice tirando de él
con todas sus fuerzas, mientras que Aurora, que no conseguía de Teresa
la debida atención a su coño, se dedicó a la teta liberada
tironeando también con fuerza del pezón. Mi esclava cumplía
su cometido de lameculos con toda devoción. La agitación a que
estaba sometida la puta preñada le impedía a Esther tironear el
clítoris porque se le escapaba, así que optó por aprisionarlo
entre sus uñas y acompañar el ritmo.


Raúl preguntaba a voces a su madre que le contestaba igualmente en voz
alta:


-¿Te importa que tu marido que es mi papa nos vea follando?-.....-noooooooo
hijooooo, nooooooo-. -¿te importa que tus amigos y amigas vean como te
la mete tu hijo por el culo mama?-......-noooooooo metemela ahoraaaaa corazon.....-¿
te importa que sepan que te gusta la verga de tu querido hijo?-..-quiero la
verga de mi hijo dentro de mi culo a perpetuidad, y si no en mi boca, o en mi
coño hijo, donde tu quieras-... ¿Te importa mamá que todos
sepan que tu panza te la he hecho yo? - No, cariño no, que lo sepan todos.
Que tu me has preñado. ¿ Te importa mamá que todos sepan
que te follo desde mis 17años?.... - No no me importa, amor. Quiero que
todos sepan que a tus 17 años me bebí por primera vez tu leche.
¿Te importa mamá que todos sepan que te hemos follado al mismo
tiempo tu marido y yo ?. Noooo, no me importa, me gusta que los padres de mis
hijos me compartan. Quiero que mis amigos sepan que soy una furcia hijo. Pero
por diossss métemela ya en el culo. Y ponme en buena posición
para que lo vea tu padre. ¿Te importaría mamita que nos hiciesen
fotos de mi polla en tu culo para que todos lo recuerden?.....Nooo qué
me va a importar, que salgan las fotos en los periódicos, que todo el
universo sepa que me gusta que mi hijo me rompa el culo y el coño.


La vista del espectáculo nos la fue levantando al resto de los varones
y yo se la hinqué en el culo a Lucía, ya que Blanca no me lo permitía.
Al poco Juan se ocupó de su coño y se llevo un bonito sandwich.
Otro se lo hicieron Julio y Rogelio a Blanca. Alfredo prefirió no perder
el espectáculo de la preñada y se pajeó mientras atendía
con su otra mano el extenso culo de Esther, puesto a una altura idónea
para el observador.


Raúl terminó de agitar a su madre y le metió su respetable
verga por el ano trabajándoselo durante diez minutos. Después
estuvo otros diez alternando entre los dos orificios mientras sobaba la enorme
barriga o atizaba fuertes nalgadas a Esther, quien le animaba a hacerlo más
fuerte. Teresa ya prestaba atención con su lengua y labios al jugoso
coño de la criada, labor que abandonaba esporádicamente para expresar
estridentemente los frecuentes y violentos orgasmos que experimentaba.


Alfredo se animó por fin a utilizar el ano de Esther con su polla y allí
todo el mundo estaba feliz otra vez. Casi todos los hombres nos corrimos al
mismo tiempo soltando nuestra lefa por los cuerpos de nuestras respectivas putas
y el olor a semen impregnó el ambiente. Raúl soltó su carga
en la boca de su madre que se lo tragó sin dudar, ante la frustración
de Esther que esperaba una corrida en el coño o el culo de la zorra mamá
para poder sorber el semen cuando se levantase ye le resbalase por el muslamen.


Después de ducharnos nuevamente, Raúl pidió atención
para desvelar su sorpresa. Aproximó hacia sí a su esclava que
se resistió débilmente y le quitó la capucha de látex.


¡ LAURA ! Se oyó exclamar por dos voces.


Continuará.


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Relato: Ella decid�an (II)
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