HUIDA Y DESTIERRO
Por m�s que trat� de no pensarlo, la palabra brincaba
insistente en mi mente: desterrado.
Uno jam�s se imagina que algo as� puede suceder. Solemos
creer que depende de nosotros mismos decidir donde vivir. Pero no siempre es
as�. De buenas a primeras me vi en la forzosa necesidad de abandonar mi tierra,
el lugar en d�nde nac�, sin tener la posibilidad de volver, al menos por un buen
tiempo.
Recuerdo perfectamente la hora y el lugar, el momento justo
cuando mi hermano mayor, Rodrigo, vino corriendo asustado a advertirme que
nuestro padre hab�a sido detenido. Mi primera reacci�n puramente instintiva, fue
la de volverme invisible y hacer como que yo no era yo. Algo dif�cil de
conseguir cuando el padre de uno tiene una merecida fama de maldito, corrupto,
ladr�n y hasta asesino. No, no era f�cil ser hijo de Juli�n De la Sierra, y
menos aun si Don Juli�n acababa de caer preso despu�s de haberse ganado los
odios y rencores del pueblo entero y sus alrededores. Mi hermano ten�a raz�n,
hab�a llegado el momento de huir.
Mi hermano no era muy listo, dicho sea de paso, y aunque ya
lo sab�a me doli� comprobarlo en aquellos momentos de tanto apuro. Sin
pens�rmelo, lo segu� ciegamente a trav�s del campo, con la certeza de que �l
sabr�a cuidar de m�, y no fue sino tres horas despu�s de correr entre el monte,
completamente ara�ados y sucios, muertos de hambre y de cansancio que se me
ocurri� preguntarle hacia d�nde nos dirig�amos.
No lo s� � contest� con aquellos ojos negros y serios �
lejos, supongo.
Lejos? � pregunt� incr�dulo, neg�ndome a creer que en eso
consistiera su plan de escape.
Si � dijo confiado, la frente perlada de sudor y mugre �
donde no nos encuentren.
Sent� deseos de matarlo. De patearlo y de escupirlo, de
azotarle la cabeza contra una piedra, para ver si dentro hab�a algo parecido a
un cerebro, o si de verdad estaba tan hueca como me tem�a.
Me quieres decir que salimos corriendo sin dinero, ropa o
alg�n contacto que pueda ayudarnos? � pregunt� con la in�til certeza de la
respuesta que obtendr�a.
Asinti� simplemente. Un hombre de 19 a�os, de un portentoso
metro ochenta de estatura, musculatura perfecta y rostro varonilmente apuesto, y
que ahora pateaba la tierra como un chiquillo que est� a punto de echarse a
llorar al saber que ha cometido un error imperdonable.
Te das cuenta, Rodrigo, del l�o en que estamos metidos? �
le reproch� amargamente.
Y que quer�as? � contest� envalentonado � quedarte en el
pueblo para que la chusma nos apresara como a nuestro padre y se vengara con
nosotros?
No, idiota, claro que no � le contest� escupiendo con
rabia las palabras � pero al menos hubi�ramos tomado algo de dinero antes de
escapar.
La l�gica nunca ha sido su fuerte. Hizo un moh�n de ni�o
malcriado y ech� a andar entre la espesura. La tarde hab�a dado paso a una noche
clara iluminada de luna y no tuve mas remedio que seguir las anchas espaldas de
mi hermano hacia un destino no tan claro como la noche pero igual de insondable.
Llegamos finalmente al r�o, que es la frontera imaginaria de
nuestro pueblo y el poblado vecino. Nuestro padre tambi�n era detestado all�,
as� que no albergaba esperanzas de encontrar ayuda all� tampoco. Decidimos parar
y lavarnos la mugre y el cansancio en las templadas aguas.
Con todo y el serio apuro en que nos encontr�bamos,
sumergirnos en las frescas y cristalinas aguas, fue un simple y llano placer. El
cansancio, la suciedad y hasta el miedo parecieron disolverse en el agua, y me
atrev� a sonre�r, y casi hasta llegu� a perdonarle a mi est�pido hermano su
existencia. Despu�s de todo era mi sangre, y comenzamos a jugar de pronto, tal
vez para olvidar definitivamente tanta mala suerte acumulada durante el d�a.
Rodrigo es mas alto y m�s fuerte que yo, y pronto me tuvo acogollado y sometido
con la facilidad que se somete a un ni�o. No tuve mas remedio que cogerle por
los huevos y apret�rselos hasta que consegu� soltarme.
Eso es de maricas! � grit� entre molesto y divertido,
lanz�ndose a perseguirme.
Bucee bajo el agua algunos metros y s�lo sal� hasta que vi
las oscuras sombras de unos matorrales en la orilla. Mi hermano aun me buscaba
cuando unos hombres, desde la orilla contraria, le encontraron a �l primero.
Pero si es el hijo mayor de Don Juli�n De la Sierra �
dijo uno de ellos inmediatamente.
Rodrigo se qued� petrificado al escuchar el nombre de nuestro
padre. Desnudo, con el agua a la cintura, se dio cuenta que huir era imposible,
y m�s al ver que los hombres estaban armados.
Sal del agua, muchacho � dijo uno de ellos, de enormes
bigotes y tez oscura.
Mi hermano obedeci�, saliendo del agua tratando de taparse
sus partes �ntimas con las manos. La luz de la luna refulgi� sobre su cuerpo
mojado, emergiendo como un antiguo dios pagano, y solo sus ojos llenos de miedo
daban al traste con aquella similitud.
Que andas haciendo tan lejos de tu casa? � pregunt� el
mismo hombre mientras se acercaba a mi hermano.
Nada � contest� �ste � ba��ndome.
Volv� a maravillarme de la brillantez de mi hermano. Los
tipos debieron pensar lo mismo, porque estallaron en carcajadas.
Yo no s� que ser� peor para tu padre � replic� el hombre
todav�a sonriendo � si la larga condena que le espera o tener un hijo tan
pendejo como t�.
Empuj� a Rodrigo sin mayores contemplaciones y as� desnudo le
amarr� las manos y los pies, empuj�ndolo junto a unos arbustos. Los dem�s
comenzaron a preparar una fogata disponi�ndose a pasar la noche. Me mantuve
escondido, tan desnudo como mi hermano pero con mucha mejor suerte que �l. Por
un momento pens� en escapar para pedir ayuda, pero r�pido comprend� que aquello
no era muy buena idea. Si alguien iba a ayudar a mi hermano tendr�a que ser yo.
Tras cenar y beber, los hombres fueron cayendo uno a uno, y
me mantuve despierto sabiendo que aquella ser�a mi �nica oportunidad. Rodrigo
dormitaba a ratitos. Hab�a terminado por olvidarse de su desnudez, y boca abajo,
sus blancas y bien formadas nalgas parec�an reflejar la claridad de la noche.
Finalmente los ronquidos de los hombres fueron el �nico sonido de la noche. A
punto estuve de lanzarme a liberar a mi hermano cuando me di cuenta que el
bigot�n se incorporaba. Contuve el aliento, temeroso de haber sido descubierto,
pero el hombre mas bien revisaba que todos sus compa�eros durmieran, y cuando se
cercior� de que todos roncaban se desliz� silenciosamente hasta mi hermano.
Acomp��ame � le susurr� poniendo una navaja en su cuello.
Los ojos de Rodrigo se abrieron como platos, pero obedeci� al instante. El
hombre le desat� los pies, pero no las manos, y comenz� a jalarlo hacia la
espesura.
Los segu� silenciosamente y a prudente distancia. Cuando se
detuvieron, busqu� donde esconderme.
Te lo voy a decir una sola vez - dijo el hombre de los
bigotes pegando su fiero rostro al de mi hermano � ando caliente, quiero
coger y lo �nico disponible son tus nalguitas.
Rodrigo iba a replicar pero la navaja se clav� en su
garganta.
No quiero escuchar ni una palabra � le advirti� � ni el
menor de los susurros, ni el mas leve quejido, porque te matar� m�s r�pido
que a un cerdo, cr�eme. No me importa nada tu vida, y nadie me reclamar�
nada si digo que intentaste escapar y asesinarnos mientras dorm�amos, y por
tanto tuve que matarte.
Mi hermano asinti� con ojos aterrorizados.
Est� todo claro? � susurraron los bigotes junto al o�do.
Mi hermano no contest�, pero era claro que hab�a escuchado
perfectamente.
El hombre se abri� entonces la bragueta y se sac� la verga,
oscura y fl�cida. Empuj� a Rodrigo hacia abajo, se�al�ndole con la navaja su
gorda pero dormida herramienta.
Abre la boca y empieza a chupar � le orden�.
Me qued� tan estupefacto como Rodrigo. No sab�a si sent�a
temor, verg�enza, frustraci�n o qu� cosa, pero no pod�a apartar los ojos de mi
hermano y cada uno de sus movimientos. Lo vi vacilar y el brillo de la hoja lo
puso en movimiento. Agarr� la verga del hombre y se la meti� en la boca. El
hombre le tom� la cabeza y lo empuj� sobre su pelvis, haciendo que se la tragara
toda. Rodrigo comenz� a chupar entonces, guiado por las enormes y fuertes manos,
subiendo y bajando la cabeza en absoluto silencio.
Minutos despu�s, el trasto hab�a crecido tanto que ya no le
cab�a en la boca. Venas gruesas cruzaban el tronco, coronado por una bulbosa
cabeza que Rodrigo lam�a sabiendo que de eso depend�a su vida. El tipo empuj�
entonces a Rodrigo sobre la tierra, oblig�ndole a ponerse en cuatro patas, como
un animal, con la cola alzada y lista para recibirle. Le separ� las nalgas y le
escupi� el ano, embarrando con uno de sus dedos la saliva en el agujero. Le
meti� entonces un dedo, probando la elasticidad de su hoyito y mi hermano gimi�
quedamente.
Ni un quejido � le record� con la navaja sobre la nuca.
Rodrigo se mordi� los labios, al sentir que el dedo dejaba de
hurgarle las entra�as y algo m�s grande se acercaba. Me di cuenta que ver todo
aquello me excitaba. Tan silencioso como mi hermano, comenc� a acariciarme la
verga, olvid�ndome por un momento del peligro que corr�a Rodrigo. El hombre le
puso la punta de la verga en su culito y empuj� las caderas para met�rsela.
Por incre�ble que pareciera, Rodrigo aguant� como los machos.
Ni un solo quejido, y el enorme vergajo empez� a desaparecer dentro de su
cuerpo, hasta que lo tuvo completamente dentro. Comenz� a cog�rselo entonces,
primero con lentos y prolongados empujones, que mas tarde se volvieron r�pidos y
violentos. Los minutos pasaron y comprend� que el cl�max estaba cerca y que si
iba a hacer algo, era justo el momento de hacerlo. Con la piedra m�s grande que
encontr�, me acerque despacio y se la sorraj� en la nuca, rezando por dejarlo al
menos inconsciente. El hombre cay� pesadamente sobre Rodrigo, que despatarrado
sobre la tierra a�n ten�a la verga del tipo metida en el culo. Se lo quit� de
encima, empuj�ndolo hacia un lado, y no pude evitar mirar las blancas nalgas de
mi hermano y la enorme verga abandonando por fin su sonrosado culito.
V�monos � le dije � p�late cabr�n antes de que se
despierte.
Rodrigo estaba como en trance. Respiraba agitadamente
mientras me miraba con ojos perdidos. Me di cuenta que �l tambi�n ten�a la verga
parada, lo mismo que yo, pero no hab�a tiempo para explicarnos esas cosas. Le
tom� la mano y me lanc� a correr en direcci�n contraria a donde dorm�a el resto
del grupo, y no nos detuvimos hasta que los pulmones parec�an querer estallar
por el esfuerzo.
Todav�a era de madrugada cuando finalmente nos detuvimos en
las cercan�as del poblado, donde encontramos unas casuchas abandonadas para
escondernos. Hab�a un pozo cercano, y en �l nos lavamos el sudor y la tierra.
Rodrigo aun estaba taciturno y tuve que empujarlo dentro de la caba�a. Hab�a
refrescado, y lo abrac� porque temblaba. El calor de su cuerpo revivi� los
recuerdos tan recientes, y aunque trat� de evitarlo tuve una potente erecci�n
imposible de ocultar, puesto que ambos segu�amos desnudos.
Te doli� mucho? � le pregunt� sin dejar de abrazarlo.
Me mir� pretendiendo no entender, pero sab�a a qu� me
refer�a.
Algo � contest� finalmente.
Pero tambi�n te gust� � le dije sin pensar.
No chingues! � replic� enojado, zaf�ndose de mi abrazo.
Se dio cuenta de que yo ten�a la verga parada, aunque trat� de disimularlo.
Me dio la espalda, y sus nalgas, tan redonditas y bien
formadas no hicieron sino excitarme a�n m�s. Se las acarici� casi sin darme
cuenta.
Qu� te pasa, Ra�l? � me pregunt� con alarma, alej�ndose
de mi caricia.
Pinche Rodrigo, qu� tiene de malo? � le pregunt� � ya te
desgraci� ese cabr�n, qu� m�s te da que tu hermano menor disfrute tambi�n un
poco?.
Las razones se le atrancaron en la boca. Casi pod�a leer en
sus ojos el hilo de sus pensamientos, tan hechos bola que no atinaba a decirme
ni uno de ellos.
Pues no, guey � dijo finalmente � no est� bien �
tartamude� � no tiene porque importar lo que ese desgraciado me hizo.
Yo estaba cada vez m�s caliente, con un solo objetivo en mi
cabeza.
Pero somos hermanos � le dije abraz�ndolo nuevamente,
venciendo su resistencia, habl�ndole bajito mientras le acariciaba la
espalda y los hombros.
Pues por eso � dijo, aunque esta vez sin alejarse de m�.
�chame la mano � trat� de convencerlo � mira c�mo me
tienes? � le se�al� acerc�ndole mi verga erecta a su pierna.
No me jodas, Ra�l � dijo alej�ndose nuevamente, aunque
esta vez con menos determinaci�n.
Le di unos minutos de tregua. Sab�a que me miraba y que
est�bamos desnudos. Sab�a que estaba viendo mi verga parada y la suya estaba
tambi�n reaccionando. Comenc� a acariciarme la reata, sabiendo que me ve�a y
fingiendo que no lo notaba.
Ya te la metieron, compadre � ataqu� de nuevo � y nada de
lo que hagamos va a cambiar eso. Una verga mas no har� ninguna diferencia.
Rodrigo no contest�, pero casi pude escuchar las ruedecillas
de su cerebro tratando de desarticular mi l�gica, lo cual por supuesto era una
tarea complicada para �l. Decid� pasar a la acci�n y lo empuj� hacia el piso, lo
que lo tom� por sorpresa.
Ya deja de hacerte el pinche virgencito conmigo � le dije
mientras aprovechaba su desconcierto y comenzaba a acariciarle sus
apetecibles nalgas � que t� y yo sabemos el trozote de carne que te
zambutieron en el culo.
Rodrigo gimi�, no s� si por mis palabras o por mis acciones.
Con un dedo le estaba acariciando el culo, que pese a todo era un anillito
cerrado y tenso que con dificultad dejaba entrar la punta de mi inquisidor y
travieso dedo. Lo m�s importante era que mi hermano estaba quieto, y seg�n not�
por su verga, la cosa tambi�n le excitaba. Me gustaba tanto ese culito suyo que
no dud� en enterrar mi cara entre los tersos cachetes de su trasero y comenc� a
lamerle el ojete a conciencia. Mi hermano gimi� y abri� los muslos, aceptando
as� t�citamente el placer que mi lengua mamadora le estaba proporcionando. Su
agujero se fue calentando y abriendo poco a poco, aceptando mis besos, mi lengua
y mis dedos, y si ya aceptaba todo eso, aceptar�a tambi�n mi verga, razon�.
Enfil� hacia sus angostas caderas, recordando la forma en que
el bigot�n lo hab�a arponeado. Mi hermano estir� la espalda, arqueando el
cuerpo, prepar�ndose para recibirme.
Ya la quieres dentro, verdad putito? � le dije como una
forma m�s de excitarme, sin af�n de ofenderlo, y me arrepent� de hab�rselo
dicho, pero Rodrigo asinti� con un gemido.
Lo que t� digas, Ra�l � dijo con una vocecita chiquita y
tensa.
Ya quieres esta vergota metida en tu culito, verdad? �
continu� implacable en mi fantas�a.
S�, toda adentro � acept� mansamente.
Y se la met�. Toda, hasta el fondo, gozando mucho m�s de lo
que hab�a imaginado. Las angostas paredes de su ano me envolv�an como una funda
de seda tibia, rozando mi glande y el tronco de una forma enloquecedora. Me
recargu� sobre su espalda, bes�ndole la nuca y los hombros.
Dime cu�nto te gusta? � le pregunt� al o�do, meti�ndole
la lengua en sus lindas orejas.
Mucho, mucho � acept� con un ronco gemido.
Me lo cog� r�pido y apenas logr� aguantar unos minutos antes
de regarle las entra�as con mi chorro de leche. Rodrig� se acarici� entonces la
verga y con tres jalones se vino tambi�n abundantemente.
Me hubiera gustado aguantar toda la noche � le dije
acarici�ndole el pelo � pero me ten�as tan caliente que nom�s no pude.
Mi hermano no dijo nada, y se acurruc� junto a m� para
dormirse.
Al d�a siguiente buscamos algo de ropa que ponernos, y la
�nica soluci�n fue robar a una mujer que lavaba ropa en el r�o y que en un
descuido despojamos de algunas prendas. El pantal�n de Rodrigo le quedaba
estrecho, y aunque no fuera su intenci�n, aquello no hizo sino provocarme m�s
todav�a. Las nalgas de mi hermano, enfundadas en aquellos pantalones apretados,
bajo los cuales yo sab�a que no llevaba nada debajo, me ten�an con la verga
tiesa todo el tiempo.
Comenc� a volverme exigente. Hac�a un alto en el camino y le
obligaba a mamarme la verga, buscando algo de alivio a mi cada vez m�s creciente
excitaci�n. Rodrigo comenz� a obedecerme, como un d�cil corderito. Ya no era el
hermano mayor que antes conociera. Ahora me hac�a caso en todo lo que le dijera,
sobre todo en las cuestiones que tuvieran que ver con saciar mi cada vez mayor
apetito sexual.
Si nos encontr�bamos solos, como era la mayor parte del
tiempo, le agarraba las nalgas, excit�ndome al sentir aquellos perfectos globos
de carne danzar con el movimiento de su cuerpo. A veces le bajaba los pantalones
hasta las rodillas y le obligaba a caminar delante de m�, con el �nico objetivo
de ver su impresionante culo desnudo, tan cerca y al alcance de mis manos.
Segu�amos andando por caminos solitarios, evitando en lo posible cualquier
contacto humano, pero inevitablemente nos top�bamos con alguien de vez en
cuando. Uno de ellos fue un campesino que sembraba ma�z en una parcela. Hab�a
hecho un alto en la jornada y lo saludamos al pasar, para no despertar
sospechas.
Andan perdidos? � pregunt� tras contestarnos el saludo �
porque ustedes no son de por ac�, verdad?
No � acept� � venimos a visitar a unos parientes, pero no
dimos con ellos.
Y ya comieron? � pregunt� al ver nuestro pat�tico estado.
A decir verdad, no � acept�.
Pues algo de ayuda no me vendr�a mal � concluy�.
Prometi� darnos comida y alojamiento por una noche a cambio
de ayudarle con la siembra de ese d�a. Acept� por los dos y nos pusimos a
trabajar, arriando la mula entre los surcos y desyerbando lo que estorbaba. El
campesino habl� poco, lo cual me pareci� perfecto. Las preguntas me pon�an
nervioso, y fue un alivio cuando finalmente levantamos los b�rtulos y enfilamos
hacia su casa. Para mi sorpresa, no hab�a esposa ni hijos en la peque�a pero
limpia casa del campesino. Nos indic� una pila de agua para asearnos y al ver
nuestras ropas sucias nos prest� unos calzones de manta que ponernos mientras
lav�bamos nuestra ropa y �l preparaba la cena. El olor de la comida me record�
que hac�a mucho que no prob�bamos bocado. Nos sentamos los tres alrededor de la
peque�a mesa, sin hablar, mir�ndonos las caras.
Y vive usted aqu� solo? � le pregunt� s�lo por romper el
silencio.
S� � contest� lac�nicamente.
Parece arregl�rselas bastante bien � le dije como
cumplido.
No te creas � dijo � la comida y la ropa son cosas
sencillas, pero para otras cosas, me hace mucha falta una mujer.
Lo dijo suavemente, pero con intencionada entonaci�n y se
encendi� una d�bil pero sutil alarma en mis sentidos. Sus ojos negros me miraron
brevemente, para saltar entonces hacia mi callado y cabizbajo hermano. Sent� una
alarmante corriente de excitaci�n corriendo desde mi espina dorsal directamente
hasta los huevos. La frase qued� flotando en el aire, anid�ndose en el pesado
silencio.
Pero debe haber formas para aliviar sus problemas � dije
rompiendo el espeso momento.
Pues s� � dijo el campesino ech�ndose hacia atr�s en la
silla, las piernas abiertas con una clara insinuaci�n de su abultada
entrepierna � pero t� sabes que la mano jam�s ser� lo mismo que un agujero
suave y caliente � concluy�.
Le re� la frase, con ese estilo macho que es tan com�n entre
hombres. Mi hermano continuaba callado, aunque atento a todo lo que se dec�a.
Ustedes sabr�n perfectamente de lo que hablo � dijo el
campesino, esta vez apoyando una de sus grandes manos muy cerca del bulto
entre sus piernas � viajando solitos por esos caminos, sin m�s compa��a que
la de ustedes mismos.
Pues s� � acept� � lo entiendo perfectamente, aunque debo
confesar que nos las arreglamos bastante bien � dije poniendo la mano sobre
el muslo de Rodrigo, que s�lo entonces levant� los ojos para mirarme, aunque
no me retir� la mano de su pierna.
El ambiente se torn� casi el�ctrico. Ve�a a aquel hombret�n
rudo y zafio, tal vez sin educaci�n, pero atractivamente masculino en su rudeza,
haciendo insinuaciones a un par de muchachos y me sent� excitado a m�s no poder.
Y c�mo se las arreglan? � pregunt� tras unos minutos de
silencio cargados de tensi�n.
Mi hermano Rodrigo suele echarme una mano con eso � dije
descaradamente.
El campesino sonri� por primera vez en la noche. Se acarici�
el ment�n mal rasurado y se sob� la verga antes de preguntar.
Y ser� que pueda echarme una mano a m� tambi�n?
Rodrig� se puso tenso en su silla. Esperaba mi respuesta, lo
mismo que el campesino. Los mir� a ambos, tard�ndome en contestar lo m�s
posible.
No veo porqu� no � dije finalmente � usted nos ha ayudado
bastante.
El campesino se puso de pie y sin quitarnos los ojos de
encima se desaboton� la camisa, dejando ver unos impresionantes pectorales
cubiertos de oscuro vello. El cintur�n de cuero y los pantalones siguieron
despu�s y finalmente los blancos calzoncillos. La tranca deb�a medirle
f�cilmente 18 cent�metros, y con ella por delante se acerc� a mi hermano, que no
se movi� de su sitio.
Rodrigo � le dije � hazme el favor de mamarle la verga al
se�or.
Mi hermano cay� de rodillas, sin importarle lo rid�culo que
hab�a sonado la frase. Lo vi acercarse a la enorme verga del campesino y
tom�ndola con su mano se la llev� a la boca. Ten�a los ojos cerrados, y el
enmara�ado pubis de abundantes pelos negros le tapaba casi la nariz. El hombre
suspir� de placer. La escena era incre�blemente cachonda. Me baj� los calzones y
comenc� a masturbarme lentamente. Despu�s le baj� los calzones a mi hermano,
descubriendo sus preciosas nalgas blancas y me hinqu� tras ellas para comenzar a
comerle el culo.
D�jame a m� � pidi� el campesino despu�s de un rato.
Rodrigo permaneci� en la misma posici�n, mientras yo me hac�a
a un lado para que el hombret�n aquel pudiera meter la cara entre las nalgas de
mi hermano. Ten�a el culo ya h�medo con mis lamidas, y el hombre se esmer� en
moj�rselo a�n m�s. Excitado, el campesino acerc� la s�lida y impresionante
tranca al solicitado agujero de mi hermano.
Si la aguanta, verdad? � pregunt� el hombre al ver la
enorme desproporci�n entre la gorda cabeza de su miembro y el apretado
esf�nter de mi hermano.
Seguro � le contest� � ret�casela hasta el fondo � le
alent�. Y lo hizo.
La escena me excitaba demasiado. Busqu� la boca de Rodrigo y
le met� la verga hasta la garganta, sin perder detalle de c�mo el hombre le
empujaba su grueso e hinchado cacharro hasta la base y mi hermano apa�aba con
aquella cosota entre sus nalgas. Los dos suspiramos de placer al conseguir
nuestro objetivo. Minutos despu�s ambos descarg�bamos nuestro semen en los
respectivos agujeros de mi hermano y satisfechos nos echamos a dormir, el
campesino en su cama y nosotros en un jerg�n dispuesto en el piso.
Despert� en medio de la noche y me di cuenta de que Rodrigo
no estaba a mi lado. Estaba en la cama del campesino, con las piernas muy
abiertas y sobre los hombros del campesino, que le estaba dando verga
vigorosamente. No dije nada y esper� pacientemente hasta que termin� de
cog�rselo. Mi hermano regres� al jerg�n, s�lo para encontrarse con que su
hermanito menor ten�a la verga bien dura y sin queja alguna se acost� boca abajo
dej�ndome que lo montara, sin que me importara encontrar su resbaladizo agujero
lleno de caliente semen y le vaciara el m�o tambi�n en su interior.
Pasamos tres d�as con el campesino, trabajando en su parcela
durante el d�a y cogi�ndonos a Rodrigo por la noche. El buen y cogel�n campesino
nos invit� a quedarnos indefinidamente, pero a pesar de lo bien que la pas�bamos
con �l me preocupaba ser descubiertos y atrapados, y prefer� poner m�s distancia
de por medio. Termin� confes�ndole nuestra situaci�n al campesino y seguramente
aun subyugado por las complacientes nalgas de mi hermano se ofreci� a ayudarnos,
prest�ndonos una mula para viajar m�s r�pido al pr�ximo pueblo, indic�ndonos la
direcci�n de su compadre, acaudalado ranchero del lugar, para devolver la mula y
tal vez conseguir tambi�n con �l algo de ayuda.
Esa �ltima noche antes de nuestra partida, Rodrigo tuvo que
aguantar al menos tres soberbias cogidas del campesino. Mi hermano simplemente
se acomodaba boca abajo, o de lado, o con las piernas abiertas y mamaba y se
dejaba coger el tiempo que el campesino aguantara, que no era poco. Todav�a me
sorprend�a el cambio experimentado por mi hermano en esos pocos d�as. Parec�a
estar resignado a su suerte, como si fuera cosa inevitable del destino tener una
verga dura horadando su culo, aunque definitivamente le gustaba, aunque no lo
expresara, porque m�s de una vez me percat� de que lograba venirse, aun sin
tocarse la verga y sus gemidos, que cualquiera tomar�a de dolor, se parec�an
sospechosamente a expresiones de placer.
A la ma�ana siguiente nos encaminamos hacia el poblado, y
logramos llegar al caer la tarde. El rancho del compadre mentado era grande y
basto. No estaba cuando llegamos y tuvimos que esperar en la cocina, bajo la
desconfiada mirada de las cocineras. Ya casi de noche, fuimos finalmente
recibidos por el compadre, que todos con respeto llamaban Don Sim�n. Tendr�a
unos 50 a�os, de fuerte complexi�n y pesados mostachos, los cuales atuzaba
mientras escuchaba nuestra historia y nos estudiaba con parsimoniosa calma.
Y se pasaron tres d�as con mi compadre � dijo cuando ya
terminaba de contarle todo.
Si, se�or � le confirm�, extra�ado de que fuera
precisamente ese detalle el que le llamara la atenci�n.
Y a cu�l de los dos se cogi� mi caliente compadre? �
pregunt� a bocajarro � o a los dos? � remat� sonriendo ampliamente.
Me sent� enrojecer, por no hablar de mi hermano, y no atin� a
encontrar una respuesta r�pida.
No se hagan pendejos � dijo Don Sim�n sin perder la calma
� si estuvieron en casa de mi compadre tres d�as, seguramente fue porque se
los estaba cogiendo � razon� simplemente � si lo conocer� yo!.
A mi hermano � acept� finalmente y trat� de no mirar a
Rodrigo para no ver la cara que pondr�a.
Lo sab�a � dijo Don Sim�n acerc�ndose para levantar el
rostro de Rodrigo � se le ve a leguas que le encanta la verga.
Ni mi hermano ni yo rebatimos su observaci�n. No ten�a caso y
adem�s se acercaba bastante a la verdad.
Y aqu� hay una buena � complet� Don Sim�n agarr�ndose
descaradamente el paquete y por si quedara alguna duda, tom� la mano de mi
hermano y la acomod� sobre el bulto de su entrepierna.
Rodrigo dej� la mano sobre el grueso bulto, y al sentirla
latir comenz� a sobarla. Apenas un minuto despu�s, Don Sim�n se abri� la
cremallera y sin mayor apuro se sac� la verga, tiesa y cabezona. Para tener 50
a�os, el maduro ranchero estaba en excelentes condiciones. Rodrigo acerc� el
rostro a la suculenta herramienta y comenz� a mam�rsela sin necesidad de que se
lo ordenaran. El muy puto ya sab�a lo que hab�a que hacer y aunque yo hab�a
visto ya esa escena con el campesino varias veces, la imagen de su boca,
prendida a aquella gruesa verga continuaba excit�ndome a mas no poder.
Desn�date � pidi� Don Sim�n retirando la verga, empapada
de saliva, con ese tono de quien est� acostumbrado a mandar y no acepta
excusas ni negativas.
Rodrigo comenz� a quitarse la ropa.
Ay�dale t� � orden� Don Sim�n, y me acerqu� a mi hermano
para desabrocharle los pantalones mientras �l hac�a lo propio con la camisa.
Don Sim�n nos miraba atentamente, acarici�ndose el grueso
vergajo.
L�mele el culo al puto de tu hermano � dijo mientras se
bajaba los pantalones hasta las rodillas, revelando sus gruesos y velludos
muslos.
Empin� a Rodrigo sobre el sill�n, acarici�ndole las soberbia
nalgas. Comenc� a bes�rselas, excit�ndolo, provocando aun m�s sus ansias por
tener sexo y ser montado. Don Sim�n nos dej� un buen rato as�. Se ve�a que
disfrutaba con la escena, aunque finalmente la gan� la calentura y haci�ndome a
un lado le encasquet� la reata a mi hermano, que con todo y la preparaci�n
emiti� un sordo quejido al sentirse arponeado de manera tan intempestiva.
Comenc� a masturbarme, deseando ser yo quien estuviera dentro
de ese angosto y c�lido agujero. Rodrigo gem�a, con los ojos cerrados y ese
rictus de concentrado placer que casi parec�a mueca de dolor. Me hubiera venido,
sino es porque Don Sim�n se detuvo, perlado de sudor, y quiso cambiar de
posici�n. Se ech� en el piso, con la verga bien parada y le indic� a Rodrigo que
se sentara en ella y lo cabalgara. Mi hermano obedeci�, pero la verga no atinaba
el camino correcto y el recio ranchero me orden� que le ayudara. Me met� entre
sus piernas y le agarr� la verga. Se sent�a caliente y dura, y la puse en el
�ngulo correcto, indic�ndole a Rodrigo que bajara las nalgas y ayudando un poco
a dilatar con mis dedos su ano, consegu� que la reata le entrara finalmente. Fue
una maravilla ver c�mo el grueso miembro empezaba a entrar en el enrojecido
ojete de mi hermano. Sin pensarlo, comenc� a acariciar los peludos huevos de Don
Sim�n, que era pr�cticamente lo �nico que quedaba de fuera, y acariciando las
suaves y calientes bolas me vine copiosamente, y poco despu�s lo hizo el viejo,
regando las entra�as de mi hermano con abundantes y espesos chorros de semen.
Desde hoy consid�rense mis invitados � dijo Don Sim�n
abroch�ndose los pantalones � dar� instrucciones para que les preparen un
cuarto.
Nos advirti� ser discretos con la familia y le asegur� que no
se ten�a de qu� preocuparse. A la noche siguiente, Don Sim�n nos visit� en el
cuarto. Rodrigo termin� sirvi�ndole igual que como lo hab�a hecho con su
compadre, y aunque a m� me excitaba ver al recio ranchero cogi�ndose a mi
hermano, termin� deseando tambi�n algo de acci�n. Rodrigo me mamaba la verga un
par de veces en el d�a, pero aun as� segu�a caliente, y se lo dije a Don Sim�n.
Faltaba m�s, muchacho! � exclam� � tengo un chingo de
hijos y ahijados, no faltara alguno que te agrade la pupila � dijo
sonriendo.
Efectivamente, la familia era numerosa, seg�n pudimos darnos
cuenta en las horas de comida, donde llegaban una multitud de parientes, entre
hijos, primos y entenados.
Pero el que me gusta dudo mucho que se preste a estas
cosas, Don Sim�n � le advert�.
Ah, ching� � dijo muy ufano � pues de qui�n chingados
estamos hablando?
De su hijo Jos� � le dije, refiri�ndome a uno de sus
hijos, de los mayores, que con su poblado bigote negro y enjutas cejas me
hab�a llamado la atenci�n.
Don Sim�n solt� la carcajada.
Pues se ver� muy machito y tendr� una prole como de seis
hijos � me aclar� � pero ninguno de mis hijos se ha salvado de pasar por las
armas � dijo Don Sim�n agarr�ndose la verga � y aunque ha pasado ya mucho
tiempo desde la �ltima vez, seguro se acordar� � prometi�.
Usted cree? � le piqu� el orgullo � porque yo pienso que
no.
Me corto un huevo! � apost� el viejo � t� prep�rate para
la noche y ya veremos.
Ni qu� decir que me pas� el d�a entero con la verga parada.
Jos� no viv�a en la casa, pues estaba casado y ten�a su propia familia, pero
pasaba gran parte del d�a en el rancho, con variadas actividades. Le vi un par
de veces ese d�a, y me excitaba pensar que tal vez pronto ver�a aquel par de
suculentas nalgas sin la cubierta de los gastados pantalones de mezclilla. Tuve
que utilizar la boca de Rodrigo un par de veces, para mantener a raya la
calentura, y apenas se hizo de noche esper� ansioso en la habitaci�n la llegada
de Don Sim�n.
A media noche, cuando ya cre�a que no vendr�a, apareci�
finalmente. Le acompa�aba Jos�, con una expresi�n seria mezclada con indudable
curiosidad.
Estos � dijo se�al�ndonos a Rodrigo y a m� � son mis
invitados, como ya muy bien sabes.
Jos� asinti�, con la mirada baja, acostumbrado a escuchar y
callar cuando su padre hablaba.
Y como mis invitados � continu� el viejo relami�ndose los
bigotes � es mi deber complacerlos y tratar de que lo pasen bien aqu�.
El hijo volvi� a asentir, tal vez pregunt�ndose a d�nde
quer�a llegar su padre con toda esa perorata.
Y para no hacerte tanto pedo � dijo Don Sim�n finalmente
� que ya me cans� tanta pinche explicaci�n, te me vas encuerando porque
estos j�venes te quieren ver en pelotas.
Jos� pel� los ojos tomado totalmente por sorpresa.
Seguramente hab�a imaginado muchas cosas, excepto esa.
Pero pap� � comenz� a replicar � c�mo me pide usted eso?
� dijo en tono incr�dulo y lastimero
Mira, mira � y de cuando a ac� se discute una orden m�a �
dijo el viejo con fuerte voz de autoridad.
No es eso, pap� � baj� la voz Jos� � nom�s que no
entiendo para que me pide eso � tartamude� � y delante de sus invitados �
dijo a manera de excusa, enrojeciendo.
Pues ya te dije � contest� el viejo � y a mi nadie me
desobedece.
Y como si las palabras no fueran suficientes, Don Sim�n se
acerc� a su hijo y comenz� a desabrocharle la camisa. Jos�, con los brazos
inermes no opuso resistencia. El bronceado torso velludo y fuertes brazos eran
una promesa para lo que seguir�a. Don Sim�n abri� el grueso cintur�n vaquero de
plateada hebilla y desaboton� diestramente los pantalones. De un tir�n se los
baj� hasta las rodillas y para mi sorpresa, el puritano y apuesto Jos� no
llevaba calzones. La verga morena y gruesa descansando sobre un par de gordos y
peludos huevos hicieron que mi hermano emitiera un sonoro resoplido de placer.
Este es mi hijo! � dijo Don Sim�n orgulloso, agarrando el
soberbio paquete de Jos�, acarici�ndolo suavemente. El hijo se mantuvo
tieso, tal vez algo inc�modo, pero no hizo nada por evitar que su padre lo
toqueteara � vergudo como su padre! � ri� el hombre satisfecho.
Y de culo? � pregunt�, hablando por primera vez.
Jos� mi mir� extra�ado, tal vez sorprendido que me atreviera
a hacerle indicaciones a su padre.
Mejor a�n! � contest� Don Sim�n complacido, d�ndole la
vuelta a Jos� para que yo admirara su retaguardia.
Me qued� sin aliento. Bajo la fina y perfectamente dibujada
espalda, las regordetas nalgas, menos morenas que el resto de su cuerpo eran
punto menos que deliciosas. Cubiertas de vello oscuro, casi desde donde
terminaba la espalda, no tuve otro pensamiento que abr�rselas para atisbar en su
interior. Don Sim�n, viejo perverso me adivin� el pensamiento, y tomando cada
nalga con sus manos las separ�, para abatimiento del buen Jos� y para mi
delirante goce. No me hab�a equivocado, en medio de las nalgas, un oscuro y
peludo ojo negro me miraba. Parec�a retarme, parec�a llamarme, y con la
invitadora mirada del padre me acerqu� para caer de rodillas ante semejante
maravilla.
C�mele el culito � me pidi� Don Sim�n � y no tuve el
menor empacho en complacerlo.
Jos� tens� las nalgas al contacto de mi lengua, pero se fue
relajando poco a poco. Le hice una se�a a mi hermano para que se acercara, y
obediente tom� su puesto por delante, meti�ndose la hermosa verga de Jos� en la
boca, para el total benepl�cito de Don Sim�n, que tranquilamente dio un paso
atr�s para disfrutar del espect�culo. No pas� mucho antes de que Jos� gimiera
completamente excitado, tanto que Don Sim�n se uni� a la diversi�n, bes�ndole a
Jos� las peludas tetas, apret�ndoselas rudamente, lo cual pareci� encantarle.
Toma, hijo � dijo Don Sim�n con la gorda verga en la mano
� para que te acuerdes de tus �pocas adolescentes.
Jos� se inclin� para mamar la enorme verga de su padre, lo
que me permiti� poder meterle la lengua m�s adentro. Su culito ya estaba
empapado y totalmente relajado y me excit� ver aquel velludo agujero
completamente mojado con mis lamidas y chupetones. Ya no aguant� mas y me
acomod� para cog�rmelo. Jos� tuvo un leve respingo al sentir mi verga empujando
desde atr�s, pero estaba tan entretenido con la verga de su pap� que ni tiempo
le di de protestar, si es que pensaba hacerlo. Lo penetr� despacio, saboreando
la rica sensaci�n de introducirme en su peludo agujero, el primero que probaba
despu�s del de mi hermano. Tras met�rsela, empec� a moverme en su interior, tan
apretado y caliente, y ya despu�s no pude contenerme, y arremet� con fuerza en
aquel peque�o y acogedor recept�culo, gimiendo como semental sediento y sin
importarme nada en absoluto, salvo el inconcebible goce que el masculino
ranchero me proporcionaba.
Termin� vaci�ndome a chorros, sin saber de d�nde ven�a tanto
semen, pues mi hermano se hab�a encargado de orde�arme un par de veces aquel
d�a. Don Sim�n segu�a todav�a duro, pero bastante cerca del orgasmo.
Ven ac� � le indic� a Jos�, jal�ndolo hacia el sill�n.
El viejo se sent�, con los pantalones a�n en las rodillas.
Jos� termin� de quitarse los suyos y obediente a las indicaciones de su padre se
sent� sobre aquella gruesa estaca de carne. Rodrigo y yo miramos extasiados c�mo
la gruesa cachiporra iba desapareciendo en el dilatado ano de Jos�, que con
concentrados movimientos descend�a lentamente sobre el ariete inflamado,
dej�ndole entrar poco a poco, pero sin cejar en su cometido hasta que los pelos
de uno se mezclaron con los del otro. Jos� suspir� al concluir la tarea, pero al
viejo ya le urg�a que se moviera, y con las manos en las soberbias nalgas le
hizo cabalgar sobre su verga, haci�ndole rebotar una y otra vez, hasta que
explot� con fuertes quejidos de placer.
Rodrigo se acerc� entonces. Jos� aun ten�a la verga bien
metida en el culo y recibi� con agrado la complaciente boquita de mi hermano,
que en apenas un minuto le hizo acabar.
De esa forma pasamos la �ltima noche en el rancho de Don
Sim�n. Le dejamos la mula de su compadre y a cambio nos proporcion� un caballo
que no tendr�amos que devolver, a menos que quisi�ramos volver alg�n d�a, aclar�
el viejo con un destello p�caro en su mirada. Le asegur� que lo har�amos, no
bien se aclarara la situaci�n de nuestra familia.
Desde entonces han pasado ya algunos a�os. Finalmente pudimos
volver a nuestro pueblo y eventualmente reencontramos a nuestro padre, pero esa
es otra caliente historia que por el momento prefiero no contar. Claro, a menos
que me lo pidan.
Si te gust�, h�zmelo saber.
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