Las tetas peligrosas (4)
Capitulo 4
Claudia me llevo fuera de la ciudad, la verdad es que no se
muy bien cuan fuera de la ciudad. pues tan solo entr� en su coche, sufr� como un
extra�o sopor que me transport� a los brazos de Morfeo, del que ignoro si es
macho o hembra pues nunca he conseguido verle la cara.
Despierta Alberto, ya hemos llegado.
Si � dije medio sobresaltado - �D�nde estamos?
En lugar seguro.
Pues eso me tranquiliza Claudia.
Vamos s�gueme.
Y eso hice, tal y como hab�a hecho desde el momento en que
la vi. por primera vez. Estaba muy confuso sobre todo aquel asunto, lo �nico
que estaba claro es que me hab�a fugado y ahora toda la polic�a del pa�s
estar�a sobre mi pista.
- Deber�as cambiar de aspecto � me dijo ella como si fuera
la cosa mas natural del mundo.
- �Eso ser� muy caro? � quise saber.
- No me seas taca�o cari�o, que tu eres un t�o de posibles.
- Menos de lo que tu y la gente cree.
- Bueno, eso ya lo arreglaremos mas tarde, ahora ponte
c�modo, quiero que te sientas como en tu casa.
Le hice caso y me sent� en un sill�n que a simple vista
parec�a c�modo, pero que no lo era cuando pude comprobarlo.
�Qu� te apetece beber?
Algo que sea fuerte.
�Lej�a?
Eso no se bebe.
En mi argot es vodka con ginebra y tequila.
Pues algo no tan fuerte g�isqui por ejemplo
Vale.
Lo dijo casi con desprecio aquello no le hab�a gustado
nada, pero se fue hacia la cocina o la despensa.
Me qued� solo durante unos instantes y aprovech� para
levantarme del sill�n tortura. Me puse frente a la televisi�n y la encend�,
all� estaba mi rostro en primer plano. Me estaban poniendo a parir. Seg�n el
periodista no solo me hab�a cargado al pobre Abelardo, si no que bajo mi
aspecto de honesto detective se encontraba una mente criminal, fr�a y
calculadora, que llevaba varios cad�veres a sus espaldas.
Estaba aterrado.
No les hagas caso, yo se que no es verdad.
Si, �C�mo lo sabes?
Por que lo se.
Se me acerc� melosa, me ofreci� g�isqui de un vaso largo
que sorb� con cuidado, intentando no derramar ni una gota, mas que nada para
evitar manchar la alfombra persa que ten�amos bajos nuestros pies.
Est�s muy bueno Alberto.
�T� crees?
No solo lo creo si no que te lo voy a demostrar.
Claudia era como un volc�n, con manos seguras y expertas me
dejo en pelotas de cintura para abajo, en menos de lo que canta un gallo. Ella
hizo lo propio y mi hermanito peque�o empez� a crecer hasta que por fin llego
a la mayor�a de edad.
Esto si que es una polla � me dijo mientras se la met�a
en la boca como si quisiera com�rsela toda, y la verdad es que lo consigui�
con alguna dificultad, ya que mi hermano peque�o a veces parece mi hermano
grande. Sus manos empezaron a masajear mis huevos con suavidad, estaba
sopesando nuevamente la cantidad de leche que conten�an.
Aun tengo bastante lechecita � le dije mientras me estaba
poniendo bizco del placer que ella me estaba dando.
No te voy a dejar ni gota.
Y yo no pude mas ante aquella impresionante mamada.
- �Me corrooo!
- Correte cari�o, dame toda la lechecita, que soy una
mamona a la que le encanta sacar la leche mamando pollas � me dijo mientras
interrumpi� por un momento la mamada.
- Pues ah� va � le dije mientras me retorc�a de placer y le
lanzaba chorros de leche reci�n orde�ada por Claudia, que no dejaba de
apretarme los huevos para sacar hasta la �ltima gota.
Descansamos un poco.
Esto solo ha sido el aperitivo � me dijo mientras se
levantaba. En aquel momento son� un disparo y Claudia cay� al suelo.
Fui corriendo hacia ella. Estaba muerta, le hab�an metido
una bala entre ceja y ceja. Me puse los pantalones lo mas r�pidamente que pude
y empec� a buscar al asesino por toda la casa.
Nada, quien fuera hab�a desaparecido de la misma forma que
hab�a aparecido.
Vacile un instante y mi pie izquierdo tropez� con un objeto
met�lico, me agach� y pude ver que se trataba de una pistola, pero no de una
pistola cualquiera, era mi pistola. La cogi, acababa de ser disparada sin
ninguna duda.
En ese momento son� la sirena de un coche de polic�a.
�Abran la puerta, polic�a!
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