Relato: Mis vecinos (1)





Relato: Mis vecinos (1)

Mis vecinos I


Era �poca de primavera en Santiago y las brisas propias de la
estaci�n ya invitaban a que los jovencitos se dedicaran a elevar volantines, una
actividad en la cual participan miles de chilenos cada temporada.


Ese d�a era particularmente templado y, aunque no hac�a
calor, se sent�a una temperatura agradable que invitaba a vestir poca ropa.


Eran cerca de las dos de la tarde y el sol entraba de lleno
en mi dormitorio, por lo que abr� las ventanas de par en par y dej� que
ingresara un soplo de aire fresco mientras me tend�a con mi soutien (hilo
dental) sobre la cama a recibir los rayos del astro rey.


Hace poco hab�a almorzado y una siestecita al calor del sol
primaveral no me vendr�a nada de mal. La semana hab�a sido agitada debido a que
hab�a tomado m�s cursos que en el semestre anterior y mi cuerpo me ped�a reposo.
Esta semana de descanso en fiestas patrias me ven�a muy bien. Relaj� mi cuerpo y
me dispuse a dormir. Ya estaba empezando a caer en el sopor propio del sue�o,
cuando una inusual algarab�a me sobresalto y atrajo de inmediato la atenci�n.


Las inconfundibles voces juveniles de un grupo de chicos se
escuchaban al otro lado del muro que divid�a mi casa de la de mis vecinos. Era
una muralla de ladrillos sin estucar, de unos dos metros de altura, que permit�a
cierta privacidad pero que no imped�a escuchar algo de lo que suced�a al otro
lado.


En ese sector del patio hab�a construido con mis propias
manos un sencillo jard�n, plantando arbustos, dos �rboles nativos y tres tipos
de enredaderas que tapaban el tosco muro colindante. De esta manera, cuando
abr�a las cortinas, ten�a una agradable visi�n que me hac�a sentir rodeado de
naturaleza. Por supuesto todo el suelo estaba cubierto de una gruesa capa de
prado tambi�n plantado por m�.


Al otro lado del muro la agradable bulla prosegu�a,
advirti�ndose que los chicos (supuse) estaban preparando algo. En efecto, pronto
vi elevarse un volant�n desde el patio de mis vecinos, mientras las entusiastas
voces se mezclaban animando a quien lo hac�a. Pronto el cometa se hab�a elevado
lo suficiente para encontrarse con otros, con los cuales inici� una lucha para
ver quien "echaba cortado" al contrincante. El juego consiste en "curar el hilo"
de la veleta con vidrio molido, lo cual act�a como una sierra sobre el hilo del
enemigo. El primer volant�n al cual se le secciona el hilo "se va cortado" y es
el juego m�s popular en la �poca de primavera en Chile.


Pronto las voces de mis vecinos se transformaron en gritos de
triunfo, ya que la cometa hab�a derrotado a otra algo m�s grande y ahora se
dispon�an a enfrentar a uno m�s.


Atento como estaba a lo que acontec�a al otro lado del muro,
mi l�bido se comenz� a acelerar, imaginando a un grupo de mozalbetes en
desarrollo que disfrutaban de la libertad de sus vacaciones de fiestas patrias.


Absorto en mis pensamientos y deseoso de observar quienes
compon�an el grupo, pronto advert� que uno de los chicos asomaba su cabeza por
encima del muro, para obtener una mejor visi�n de lo que acontec�a en el cielo
con su juguete volador. Le vi de lado, sin que el se diera cuenta. Era un mocoso
de unos catorce a�os, de pelo oscuro corto, que ni siquiera advirti� mi
presencia. El se encontraba concentrado en seguir las alternativas de la lucha
que se desarrollaba en lo alto entre los dos volantines. Imagino que estaba
parado encima de algo, ya que pronto se asom� hasta dejar media espalda a la
vista, apoyando ambos brazos en la parte superior de la pared. Era un chico
delgado, de piel trigue�a, que vest�a una camiseta de manga corta, la cual
dejaba ver sus delgados brazos.


R�pido como son los adolescentes, emergi� una segunda cabeza.
Era otro ni�o de una edad similar a su amigo, pero de piel algo m�s clara.
Ninguno prestaba atenci�n a mi presencia. Todos sus sentidos se encontraban
concentrados en seguir las alternativas de la lucha de los cometas. Pero la
alegr�a anterior les dur� poco, ya que el volant�n que elevaban fue derrotado y
el viento le arrastr� r�pidamente con la fuerza propia del dios Eolo.


Enseguida las cabezas desaparecieron y me vi sorprendido con
una erecci�n espont�nea que me imaginaba en medio de los chicuelos, mientras
ellos observaban mi cuerpo. Pero la enso�aci�n dur� poco. En el patio vecino se
empezaron a escuchar las voces de los chicos organiz�ndose. Entre gritos y
exclamaciones alcanc� a distinguir que estaban acomodando objetos para observar
mejor la lucha de los volantines.


En unos pocos minutos aparecieron cuatro cabezas en el
contorno del muro, pertenecientes a sendos chiquillos, quienes entre risa y
risa, apostaban por tal o cual volant�n.


A esas alturas mi soutien era incapaz de disimular el estado
de excitaci�n en que me encontraba, por lo que estim� prudente trasladarme a un
cuarto contiguo, mi estudio, para observar mejor a los ni�os sin temor de
asustarlos o de ser descubierto. All� me desnud� por completo, total viv�a solo.


Efectivamente los mozalbetes eran unos adolescentes muy
atractivos, sin ser hermosos. De rostros sencillos, tendr�an entre doce y
catorce a�os, con cabellos cortos y apariencia ordenada.


Entrar en contacto con ellos implicaba un riesgo bastante
grande: eran mis vecinos. Yo ya ten�a 41 a�os y la diferencia de edad era
significativa. Pero no estaba dispuesto a dejar pasar un momento agradable.
Entre mi tendencia exhibicionista y mi homosexualidad, la tentaci�n era muy
grande, por lo que dise�� una estrategia y la puse enseguida en pr�ctica, ya que
al pasar los minutos, la templada temperatura primaveral del mediod�a dar�a
pronto paso a la brisa helada del atardecer, lo que me impedir�a mostrar a mis
j�venes vecinos una sesi�n de exhibicionismo con mi propio cuerpo.


Aparentemente sin prestar atenci�n a la presencia de los
chicos, entr� a mi dormitorio haciendo un poco de ruido, el suficiente como para
atraer la atenci�n de uno de los ni�os, el que con cara asombrada observ� mi
cuerpo desnudo y r�pidamente advirti� a los otros, los cuales abandonaron de
inmediato su puesto de observaci�n y desaparecieron de mi vista.


Algo frustrado por la reacci�n, estim� que la t�ctica hab�a
fallado y que ser�a mejor que me vistiera. Pero la curiosidad adolescente fue
mayor, ya que mientras comenzaba a buscar alguna prenda para ponerme encima, una
cabeza se asom� muy discretamente por un extremo del muro, entre unos arbustos
colindantes que all� hab�a y empez� a seguir mis movimientos con suma atenci�n.


Por el rabillo del ojo observ� como lentamente fueron
apareciendo los oscuros ojos de cinco muchachitos, que no perd�an detalle de lo
que hac�a y que se dec�an unos a otros que no hicieran ruido. Mi pene permanec�a
orgullosamente erecto, llamando poderosamente la atenci�n de mis vecinos seg�n
alcanzaba a escuchar en sus murmullos. Mi o�do es mi sentido m�s sensible, por
lo que no es de extra�ar que algo alcanzara a percibir de las baj�simas
conversaciones de los ni�os.


Desaparec� de su vista unos instantes, fingiendo estar
ordenando el cuarto, y me dirig� a mi estudio, desde donde pude observar que los
pilluelos conversaban entre ellos y se re�an de lo que estaban viendo. Esper�
pacientemente hasta que los chicos parecieron aburrirse por mi desaparici�n.
Cuando la �ltima cabeza se perdi� tras la pared, esper� unos segundos y regres�
al dormitorio, desde donde alcanc� a escuchar el murmullo de los jovencitos al
otro lado del muro. A�n estaban all�. Ahora discut�an entre ellos acerca de si
compraban o no otro volant�n.


Pero nuevamente la curiosidad adolescente pudo m�s, ya que de
pronto unos curiosos ojos adolescentes se asomaron otra vez por encima del muro
y, con alegr�a, descubrieron que yo estaba ah� otra vez, pero en esta ocasi�n
acostado en mi cama, masturb�ndome como con desgano.


La reaparici�n de los cinco pares de ojos tard� s�lo unos
instantes. En pocos segundos me sent�a observado y recorrido en cada cent�metro
de mi cuerpo. No me atrev�a a hacer contacto visual, ya que eso pod�a provocar
la inmediata huida de mis vecinos, ya que cada vez que volteaba el rostro en su
direcci�n, las cabezas desaparec�an velozmente, para regresar a los pocos
segundos, siempre con extrema precauci�n y discreci�n por parte de ellos.


La abierta ventana del dormitorio estaba acomodada
estrat�gicamente, ya que en una de sus hojas se reflejaba perfectamente la
imagen de los chiquillos, brind�ndome una fant�stica panor�mica de sus
sorprendidas reacciones a mis lascivos movimientos. Sus asombrados rostros, sus
contenidas risas, sus extremadamente abiertos ojos y su maravillosa expresi�n de
curiosa alegr�a, me estimulaban a brindarles el mejor espect�culo que pudiera.


Mis dedos manten�an firmemente apretado mi duro pene,
mientras que desde su extremo flu�an copiosamente las gotas que preceden al
orgasmo. Dada la distancia de no m�s de cuatro metros que nos separaban, los
menores pod�an observar perfectamente cada uno de mis movimientos.


El sentir que yo ignoraba su presencia, hab�a hecho que los
chicos ganaran algo de confianza, ya que tres de ellos ten�an medio cuerpo por
encima del muro y se advert�a claramente que sus manos se encontraban activas
dentro de sus pantalones.


Entre esas observaciones que me permit�a el reflejo de sus
cuerpos en el vidrio de la ventana, en varias ocasiones algunos de ellos hab�an
comparado su masculinidad, lo que mostraba a las claras que la paja que les
estaba ofreciendo era un espect�culo que no solo no les dejaba indiferentes,
sino que les hab�a provocado una natural excitaci�n, objeto de mis maniobras.


Ahora mis piernas estaban levemente separadas y mi mano
derecha se hab�a alojado entre mis piernas, buscando con ans�as el otro centro
de placer. Los muchachitos observaron incr�dulos como mi mano se perd�a detr�s
de mis test�culos y acariciaba con energ�a la entrada de mi ano.


Uno de los ni�os no pudo evitar lanzar una exclamaci�n de
sorpresa, perfectamente audible tanto para ellos como para m�:




�Se est� metiendo el dedo en el hoyo!




Mi cara se volte� enseguida en direcci�n a la exclamaci�n,
demorando el tiempo justo como para que los pilluelos tuvieran la oportunidad de
esconderse sin que yo alcanzara a divisarles ...aparentemente.




�Qu� soi gue�n! �Pa� que gritaste?


�Nos habr� visto? Putas que la cagaste con hablar.


Oye, medio pico del viejo.


�Y le viste la cara que pone? Est� s�per caliente...


Miren chiquillos, yo tambi�n la tengo parada


Ya, si todos lo tenimos parado


A ver, quien la tiene m�s grande.


Muestra pos. Mauri, tu la tenis m�s grande que todos.


A ver, a ver.


Oye, el viejo se sigue haciendo la paja, vengan,
vengan...


Ya, pero no griten eso si.


Si po, qu�dense callados.


Miren, se sigue pajeando....




Efectivamente, siempre prestando atenci�n a la cercana
conversaci�n de mis vecinitos, luego de unos instantes que me parecieron
eternos, los juveniles cuerpos comenzaron t�midamente a reaparecer por sobre el
muro.


Esta vez separ� las piernas todo lo que pude, alc� un poco mi
grupa y les brind� una visi�n semi frontal de mi peludo culo. All�, ya casi sin
poderme contener, inici� una lenta penetraci�n con mi dedo medio, mientras mi
otra mano se esforzaba en retardar la cercana eyaculaci�n.


Esforz�ndome al m�ximo para dilatar tan placentero
espect�culo, uno de los peque�os se comenz� a masturbar detr�s del muro. Tanto
los evidentes movimientos de su brazo, como las furtivas miradas de sus amigos
que comenzaron a seguirnos con ansiedad a ambos, me transportaron a sensaciones
que pocas veces he sentido en circunstancias parecidas.


Muy pronto otro chico sigui� a su amigo y, mientras no
perd�an detalle de mis maniobras, se masturbaban en�rgicamente para el goce de
sus tiernos amigos.


Durante unos instantes los cinco chicos desaparecieron de mi
vista, pero las exclamaciones que se escucharon a la distancia, junto con
mantener mi excitaci�n al l�mite, me avisaron que los pajeros hab�an alcanzado
el orgasmo. Lament� no haber presenciado el evento, pero como la paciencia tiene
su recompensa, pocos instantes despu�s cuatro cabezas volv�an a asomarse para
continuar siguiendo mis movimientos.


El quinto chico, uno de los dos pajeros, se despidi� de sus
amigos, mientras el resto quer�a seguir disfrutando de mi adulto cuerpo.


Ya al l�mite de mis fuerzas y acumulando semen como para una
eyaculaci�n memorable, modifiqu� mi postura, sent�ndome con las piernas a
horcajadas e iniciando una paja en�rgica pero pausada, sin prisas, para que mis
j�venes vecinos quedaran con la suficiente curiosidad para regresar en los d�as
sucesivos.


Mi cuerpo no es maravilloso. No tengo marcados los pectorales
ni los abdominales ni los b�ceps ni los tr�ceps. Tampoco tengo pelo en el pecho
ni ausencia de cicatrices. Jam�s he practicado deporte alguno (a lo m�s algo de
nataci�n en alg�n verano lejano) y he visitado los gimnasios s�lo para recrear
la vista. Pero la energ�a que mostraba en mis movimientos masturbatorios eran
m�s que suficientes para mantener la excitada atenci�n de mis hermosos
vecinitos, aun cuando no sea ning�n modelo de escultura griega.


Cuando el orgasmo se hizo evidente, hice el suficiente ruido
como anunciar a los chicos que la culminaci�n estaba por llegar. Poniendo
atenci�n extrema en mi pene, pero observando discretamente por el rabillo del
ojo las expresiones de los menores, los movimientos sobre mi brillante y mojada
arma se aceleraron en extremo.


Como siempre acostumbro, hund� mi est�mago, ech� la cabeza
hacia atr�s y regres� r�pidamente a la posici�n original. Tendido a todo lo
largo, entrecruc� mis piernas, tens� todo mi cuerpo y despu�s de unos �ltimos
movimientos que llevaron mi prepucio al l�mite de la tensi�n, comenc� a soltar
la tradicional descarga de leche sobre mi cuerpo.


Los chorros se sucedieron unos tras otro, provoc�ndome
involuntarios estremecimientos. El sentirme observado por los cuatro chicuelos
mientras mi orgasmo alcanzaba la culminaci�n, aumentaba el placer del fant�stico
momento.


El primer chorro me lleg� al ombligo, el siguiente, m�s
potente, me alcanz� la cara a la altura de la nariz. Tratando de controlarme lo
m�s posible, el tercer chorro fue a dar a la pared, atr�s de mi cama, Los
siguientes seis o siete, no recuerdo, me mojaron el ment�n, el pecho y el
abdomen.


Fue una sensaci�n maravillosa. Los chicos permanec�an
inm�viles observando el acontecimiento. Estaban absortos observando los
estertores de mi eyaculaci�n. Y m�s sorprendidos quedaron cuando cogiendo parte
de mi esperma, me la llev� a la boca y la sabore� con lascivia.


Todos mis movimientos fueron calculados para causar a mis
curiosos vecinos el m�ximo placer que les pudiera brindar.


Sus alegres rostros, sus evidentes movimientos masturbatorios
y sus comentarios jocosos cuando abandonaron su puesto de observaci�n, fueron
suficiente recompensa para mi ese maravilloso d�a de primavera en el glorioso
mes de septiembre.


Pasaron varios d�as antes que pudiera reencontrarme con los
lolitos mirones. Cada tarde, cuando regresaba del Instituto en el cual hac�a
clases, me dirig�a raudo al dormitorio, tratando de hacer alg�n ruido para
atraer la atenci�n de alg�n eventual peque�o que estuviera en el patio vecino,
pero nada suced�a.


Por cierto que las pajas no se hicieron esperar, ya que el
s�lo recuerdo de los lolitos observ�ndome, me excitaba sobremanera vi�ndome
obligado a descargar tanta calentura de la manera m�s "a la mano".


Pero la paciencia tiene su recompensa y tras unas dos
semanas, m�s precisamente un templado fin de semana de inicios de octubre,
mientras miraba un entretenido programa cultural acerca de la importancia de
Juan Nadie en la narrativa del siglo 17, escuch� las inconfundibles voces de los
chiquillos en el patio trasero.


Reconozco que mi coraz�n dio un vuelco y mi pene tambi�n. En
ese momento no estaba atento a ning�n sonido en especial dada la importancia y
trascendencia del programa televisivo, pero enseguida mis hormonas se aceleraron
y �a la cresta con la cultura! me dirig� con sigilo al cuarto contiguo a mi
dormitorio para espiar el panorama.


Efectivamente eran los chicuelos. Dos se hallaban sentados en
el muro y tres asomaban medios cuerpos por sobre el borde. Esta vez no estaban
observando el cielo en busca de volantines. Buscaban algo m�s mundano: me
buscaban a mi, dado el tenor de la conversaci�n.




�Estar� el viejo? No escucho nada


Esperemos un poco a ver si aparece.


Yo voy a hacer ruido a ver qu� pasa.




Dicho lo anterior, el de la idea hizo cimbrar los alambres en
que colgaba la ropa a secar y con el ruido todos ellos se asustaron, ya que los
extremos se encontraban afirmados en la reja de protecci�n de la ventana, por lo
que el ruido se hizo m�s que notorio. Enseguida todos abandonaron sus puestos de
observaci�n y se recriminaron mutuamente por tan tonta idea. Pero yo la hab�a
encontrado genial, ya que enseguida se me ocurri� que tambi�n la pod�a utilizar
en el futuro para atraer la atenci�n de los peque�os.


Aprovechando la oportunidad y excusa que me hab�an dado los
ni�os, esper� que uno se asomara por el muro, para ingresar despreocupadamente
al dormitorio. Templado como estaba, esa tarde vest�a s�lo mi sugestivo hilo
dental o soutien, el que dejaba muy poco a la imaginaci�n, pero especial para
excitar a mis j�venes mirones.


Mi cuerpo no era ni es envidia de nadie insisto. Ya para ese
entonces m�s de un rollito de m�s asomaba en mi cintura y, aunque nunca he
tenido sobrepeso, encuentro que los chicos me observaban m�s por lo morbosa de
la situaci�n que por mi supuesta hermosura. De hecho soy muy flojo a la hora de
hacer ejercicios. Para m�s, uso lentes �pticos que, en ese entonces eran m�s
bien feos y me daban un aire de viejo pesado casi inevitable. En todo caso
tampoco soy un monstruo ni defectuoso, y suplo mi f�sico normal con una simpat�a
muy natural con los menores.


Entonces la estrategia para atraer a mis vecinos deb�a ser
muy cautelosa y sensual ...supuse, por lo que sin pensarlo m�s, aparec� como
atra�do por el ruido que hab�an hecho, pero tomando la precauci�n de no dirigir
la vista hac�a donde estaba el chico, aunque igualmente, en el primer momento,
desapareci� de mi vista en cuanto me vio.


En fin, al aparecer con tan diminuta prenda a la vista del
mocoso que observaba, enseguida llam� a sus amigos, los cuales con menor
precauci�n que en la ocasi�n anterior, asomaron sus excitantes rostros por
encima de la pandereta.


Deben haber sido alrededor de las tres de la tarde y ya el
calor se hac�a sentir, por lo que andar semidesnudo no implicaba ninguna
extra�eza. Camin� despreocupadamente por el peque�o espacio que me permit�a mi
min�sculo dormitorio, pero sin bajarme el traje de ba�o y desaparec� de su
vista, para pasar a observar el resultado de mi paseo en el cuarto contiguo.


Los chicos se ve�an encantados. Con sus rostros sonrientes y
p�caros, estaban aparentemente fascinados de lo poco que hab�an visto. No les
alcanzaba a escuchar, pero uno de ellos, de unos 13 a�os, el m�s p�caro
aparentemente, nuevamente hizo vibrar los alambres de colgar la ropa. La
invitaci�n estaba m�s que clara, pero tampoco me quer�a arriesgar a hacer una
aparici�n inmediata que pod�a poner en riesgo una amistad m�s duradera.


Esper� largos minutos, hasta que los chicuelos parecieron
aburrirse, por lo que abandonaron el puesto de observaci�n. Aguard� unos pocos
minutos m�s y regres� al dormitorio con una revista er�tica de mujeres. Hice un
peque�o ruido en la ventana y luego me tend� en la cama aparentemente leyendo el
material. Mi pene se encontraba completamente erguido en su diminuta prisi�n,
pero mi espera pronto obtuvo sus frutos cuando unos de los mocosos se asom�
cercano del arbusto para no ser visto y se encontr� con la visi�n de mi cuerpo
tendido en la cama y con la mano derecha acariciando lentamente mi entrepierna.


Pronto cinco pares de ojos miraban divertidos las maniobras
de mi diestra, sin mostrar signos de verg�enza o miedo por lo que estaban
haciendo. Al advertir que los ni�os quer�an jugar, decid� llevar la diversi�n un
pasito m�s adelante igual que en la ocasi�n anterior, con la diferencia que en
esta oportunidad los volantines no eran ninguna excusa, se trataba de un juego
sexual.


Pensado lo anterior decid� que era tiempo de hacer contacto
visual. La presencia de los chicos en el muro no era una casualidad, estaban ah�
para pasarlo bien y yo no pensaba en defraudarlos. Di vuelta la hoja de la
revista y sorpresivamente volte� mi rostro en direcci�n de los peque�os cuando
ellos parec�an atentos a lo que miraba.


Lo hice de tal manera que pareciera que no les hab�a visto,
pero dej�ndoles en la duda de que a lo mejor s� lo hab�a hecho. Por cierto los
lolitos se ocultaron enseguida y yo hice como que hab�a sido casual. ya que no
mir� a ninguno en particular. Luego continu� hojeando la revista, pero mirando
en el reflejo de la ventana como, a escasos minutos, reaparec�a un mocoso con
cara p�cara por encima del muro. Aparentemente no le prest� atenci�n, pero todos
mis sentidos estaban atentos a fin de no da�ar la morbosa situaci�n.


Pronto otra vez cinco pares de ojos observaban atentamente lo
que hac�a sobre mi cama. Ya la luz del sol entraba completamente a la habitaci�n
y me ba�aba por entero. Dej� la revista a un lado, despreocupadamente y me puse
de espaldas como para tomar un ba�o de sol.


En el frontal de la soutien se advert�a claramente mi
erecci�n al mismo tiempo que una evidente humedad traspasaba la delgada tela.
Los chicos aparec�an excitad�simos y a�n cuando no les pod�a ver con detalle,
eran de rostros muy agradables y simp�ticos.


Cuando cre� que estaban lo suficientemente concentrados en lo
que iba a hacer, me levant� con suavidad y me dirig� al closet que ten�a a los
pies de la cama. Los chicos se sobresaltaron y volvieron a ocultarse, pero s�lo
por escasos instantes, ya que al momento de regresar con una botella de aceite
emulsionado para aplicar a mi piel, los chicos estaban otra vez en sus puestos
de observaci�n, dos de ellos con el pecho descubierto, imagino por el calor de
la tarde.


Durante unos cuantos minutos me dediqu� a humedecer mi piel
con el aceite, maniobras a las que los chicos estaban m�s que atentos, sobretodo
cuando pasaba mis dedos por entre los muslos cercanos a mis nalgas. Mi erecci�n
a�n se manten�a magistral y las copiosas gotas de excitaci�n se apreciaban
claramente en mi levantada carpa.


Volv� a tenderme cuan largo era sobre la cama, flexionando
levemente mis piernas y llevando mi mano derecha al interior de mi soutien donde
comenc� a masajear mi pene con lascivia. Los chicos abrieron sus ojos y pusieron
caras de excitaci�n que no pod�an ocultar.


Pronto acerqu� mi mano izquierda a mi cintura y comenc� a
bajar mi diminuta prenda, liberando al cautivo que hac�a mucho rato quer�a hacer
su aparici�n en p�blico. Mis vecinos se sonrieron y miraron entre ellos.
Nuevamente ten�an a la vista mi preciosa pichula y ve�an como me la masajeaba
con evidente placer. Uno de ellos, flaqu�simo, baj� su cabeza y les hizo una
se�a a los dem�s para que le miraran. Supuse que les estaba exhibiendo su
miembro dadas las caras de picard�a de sus amigos.


Durante unos minutos los chiquillos observaron atentamente lo
que su amigo hac�a que, dados los movimientos que alcanzaba a advertir por su
medio cuerpo visible, se masturbaba delante de ellos. Pero pronto el chico
regres� para seguir observando, ocasi�n que aprovech� para humedecer mi dedo
medio con aceite e iniciar una er�tica exploraci�n de mi orificio posterior, sin
dejar de masturbarme por cierto.


Los chicos estaban atentos a a todos mis movimientos. Tres de
ellos hac�an evidentes ejercicios de masturbaci�n y ocasionalmente bajaban su
vista mirando a sus amigos.




�Viste que era verdad lo que te contamos del viejo!


Medio pico que tiene.


Mira se lo hace suavecito.


�La cara que pone! �Eso le duele? Cuando se echa el
cuerito para atr�s, as�, as� como lo est� haciendo ahora.


Miren, yo tambi�n lo echo para atr�s, pero me duele un
poco.


�Oh si, que se siente rico! ... �Qu� es eso que le sale
al viejo en la punta? Es como agua.


No se, pero se corre la paja igual que nosotros.


Oye hablen m�s bajo pa� que no nos cache.


Miren, se est� tocando el hoyo.


�Oh! parece que se va a meter el dedo.


Si, si, se est� metiendo el dedo. Est� s�per caliente.


Oye Andr�s �te sale moquillo como el que le sali� al
viejo el otro d�a?


Si pero poquito. Miren ahora se est� metiendo el dedo.


�Habl�mosle pa� que nos ense�e la revista?




La verdad es que las palabras de los chicuelos me ten�an
tremendamente excitado. Sentirme observado y pensando que en alg�n momento
estar�a comiendo cada una de esas tiernas tulas, me ten�a al borde el orgasmo,
el que s�lo retardaba con el �nico objeto de crear un lazo que no se rompiera
f�cilmente.


Ahora todos los chicos se hab�an sacado sus camisetas y
resultaba claramente visible que, mientras segu�an mis libidinosos movimientos
con absoluta atenci�n, estaban haci�ndose sendas pajas cada uno de ellos.


A trav�s del reflejo de sus cuerpos en la ventana que ten�a
frente a mi, observaba los acompasados movimientos de sus brazos, adem�s que de
tanto en tanto los chicos se sujetaban con una de sus manos al borde del muro,
alejaban sus cuerpos y, bajando la vista imprim�an mayor velocidad a su evidente
masturbaci�n.


Yo segu�a acariciando con lentitud cada cent�metro de mi
adulto cuerpo. Mi dedo hab�a abandonado hac�a rato el estrecho agujero y s�lo me
dedicaba a pajearme con lentitud, aunque todos mis sentidos me presionaban para
que acabara de una vez.


Mi cuerpo se encontraba h�medo de sudor tanto por el nivel de
excitaci�n en que me encontraba como por el sol que me calentaba por completo.
Ya los chicos hab�an dejado de masturbarse, al parecer porque hab�an acabado o
porque se hab�an aburrido y prefer�an seguir observando el er�tico espect�culo
de su viejo vecino.


Ahora hab�a cambiado de posici�n. Me puse a horcajadas encima
de la cama con la revista abierta enfrente de mi. Me sent� con las piernas muy
separadas de lado a mis atentos espectadores, pero atento al reflejo de la
ventana donde, al parecer uno de los inteligentes chicos, parec�a advertir que
yo les observaba, dado que de cuando en cuando dirig�a su mirada al vidrio e
intu�a algo, pero sin estar seguro.


La verdad es que el juego me gustaba sobremanera. Ya lo hab�a
practicado alguna vez en la ventana del dormitorio cuando viv�a con mis padres.
Ahora ya hace a�os viv�a solo y era la primera ocasi�n que volv�a a sentirme
observado de esta manera.


Los chicos continuaban atentos a cada uno de mis movimientos.
Sus caras reflejaban que estaban realmente gozando de lo que ve�an aunque yo era
de su mismo sexo y mi cuerpo no era extraordinario. Saber que los chicos estaban
excitados conmigo me llevaba a querer dilatar lo m�s posible la situaci�n.


Mi mano continuaba masajeando con paciencia cada espacio de
mi falo, a la vez que la otra acariciaba con suavidad los huevos, el perineo,
los alrededores de mi orificio y el interior de los muslos. Varias veces sent�
que me desvanec�a. En m�s de una ocasi�n reaccion� cuando mi cabeza ca�a
bruscamente y me regresaba a la realidad. En otras perd�a completamente la
noci�n de donde me encontraba y, en una especie de trance, mi cuerpo ca�a hacia
alguno de los lados de la cama y eso me regresaba otra vez a la realidad.


Mi mente se hallaba completamente embriagada. Mi cuerpo
adormecido y plagado de maravillosas sensaciones. En las condiciones en que me
encontraba no hubiera escuchado pasar un avi�n jet al lado m�o. Lo �nico que me
manten�a a�n levemente consciente era saber que cinco chicos adolescentes
estaban observando cada uno de los movimientos de mi mano y esperando para ver
salir, otra vez, la descarga de semen del viejo vecino.


Ya era inminente que la descarga estaba por llegar. Cada vez
que sent�a el cosquilleo en la base de mi miembro, disminu�a el ritmo del
masaje, pero aunque mi mente deseaba prolongar m�s tiempo la lasciva situaci�n,
mi cuerpo ya empezaba a dar muestras claras que no deb�a dilatar m�s el anhelado
orgasmo.


Calculo que estuve alrededor de una hora y media con el
excitante jueguito y durante ese tiempo logr� mantener casi siempre la atenci�n
de los chiquillos, los que dada su edad, en m�s de una ocasi�n dejaron de mirar
pero regresaban una y otra vez para no perderse mi eyaculaci�n.


A fin que no se desperdiciara el momento supremo y debido a
que mis desvanecimientos se estaban tornando m�s frecuentes, decid� que era el
momento de dejar salir el torrente que se acumulaba en mis ves�culas seminales.


Intensifiqu� la intensidad de mis movimientos aunque no la
velocidad. Hace rato que con mi otra mano acariciaba la entrada de mi orificio
para prodigarme m�s placer. Mis test�culos me dol�an levemente y me comenzaba a
sentir cansado. La verga estaba completamente ba�ada en lubricante y s�lo
esperaba mi orden para dejar salir el semen.


Aunque me sab�a observado y eso me excitaba mucho, durante
los momentos previos al orgasmo olvid� donde estaba y s�lo me dediqu� a darme
placer puro. Mi cuerpo empez� a convulsionar involuntariamente cuando sent� que
el tibio l�quido comenzaba su camino ya sin retorno. Dej� caer la cabeza hacia
atr�s y, sin quererlo o haberlo planificado, de mi boca salieron involuntarios
quejidos que los chicos deben haber encontrado fant�sticos.


En un momento dado el calor de mi cuerpo se hizo similar a la
fiebre y sent� que las fuerzas me faltaban. Al tiempo que mi cuerpo se sacud�a
sent� un glorioso cosquilleo mientras el l�quido seminal asomaba t�midamente en
el extremo de mi verga. En ese momento me abandon�, dej� de masajearme y un
chorro de esperma salt� a metros de mi cuerpo, seguido de otro y otro m�s.


Cada sacudida me produc�a involuntarios gemidos y no pude
evitar re�r de felicidad. Mi pene brincaba ante cada latigazo de esperma,
mientras mis manos, que hab�an adquirido vida propia, me acariciaban el vientre,
los cocos y las entre piernas.


Desconozco cu�ntos chorros arroj�, s�lo recuerdo que el
cubrecama que olvid� cubrir qued� salpicado de semen y muchas gotas fueron a dar
al piso del dormitorio, donde la cama ya terminaba.


Me dej� caer hacia atr�s y luego de alcanzar a divisar
fugazmente los sonrientes rostros de mis vecinos en el reflejo de la ventana, me
qued� profundamente dormido.


Cuando despert�, rato despu�s, el sol segu�a alumbrando, pero
ya no ba�aba mi dormitorio y mis espectadores me hab�an dejado solo.




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Relato: Mis vecinos (1)
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