Relato: Blanca Rosa, la matrona voluptuosa (01)





Relato: Blanca Rosa, la matrona voluptuosa (01)

Blanca Rosa, la matrona voluptuosa 01



A sus sesenta y dos a�os, Blanca Rosa, es una mujer
sorprendente. Indudablemente bella, son pocos los signos que pueden delatar su
edad. Sus cabellos blancos que combinan muy bien con la lisura de su piel rosada
y sin arrugas, un cierto porte se�orial y cierta abundancia de sus carnes que
enfatizan la opulencia de sus formas. Sus senos, impresionantes desde que era
una jovencita, ahora son inmensos y macizos, lo que hace que sus concesiones a
la gravedad sean casi imperceptibles. Y la derechura de su espalda los proyecta
hacia el frente como si de un acorazado se tratara. La abundancia de sus carnes
se extiende a sus s�lidas caderas, nalgas y muslos. Un cierto sobrepeso, propio
de la edad, que en su caso aumenta la impresi�n de exhuberancia de su fenomenal
presencia. Blanca Rosa mide algo m�s de un metro setenta y dos, lo que aumenta
la imponencia del conjunto. Su impacto deja con la boca abierta a m�s de un
macho joven, o una hembra.


Pero Blanca Rosa es una mujer casada, con un matrimonio que
ya pas� los treinta y cinco a�os. Y si bien ella no ha sido enteramente fiel a
su esposo, tampoco es amiga de los esc�ndalos. Toda su conducta est� regida por
patrones de urbanidad muy estrictos. Al punto que ella no ha permitido a ning�n
hombre el tuteo. Ni siquiera a su marido.


-Blanca Rosa, �me permitir�a tomarme la licencia de profanar
sus soberbias carnes?


-Podr�a ser, Alberto, podr�a ser� �Cu�l es su apetencia,
espec�ficamente?


-Sus pechazos. �Podr�a sacarlos afuera del traje sastre?


-Con mucho gusto. Ah� tiene, puede usted manosearlos a su
gusto.


-Gracias, Blanca Rosa- espero que usted tambi�n lo disfrute.


Y Alberto manoseaba con entusiasmo los inmensos tetones
coronados por dos soberbios pezones. Sus manos no alcanzan a abarcarlos, y eso
erotiza al hombre a un nivel muy cercano a la desesperaci�n. Su respiraci�n se
agita y su rostro se congestiona y sus manos aprietan, amasan, soban con frenes�
lo que tienen a su alcance.


-�Muy� bien� Al� ber�to� ! �Es� t� logran� do� exci�
tar�me�!


-�Pue� do� chu-chu� p�r� se� los�?- La ansiedad en la voz del
hombre expresaba exactamente el grado de su calentura.


-Si a us� ted le ape�tece, pro� ceda- Tambi�n el rostro de
Blanca Rosa ha subido sus colores, y su respiraci�n va creciendo en ritmo y
volumen. Cuando el Sr. Alberto comienza a chupar sus pezones, la se�ora Blanca
Rosa gime de placer. Sabe el final inevitable, y eso aumenta su excitaci�n y su
sentimiento de poder. El hombre toma con ambas manos uno de sus tetones y copa
con su boca el grueso pez�n, que se ha vuelto m�s rojo y m�s duro. Y su lengua
despliega toda la variedad de formas que el deseo le impone. El hombre jadea
entre gemidos. Y Blanca Rosa lo acompa�a con los suyos propios. Su cuerpo se
ondula en las inmediaciones del orgasmo, y con sus manos acaricia la cabeza de
su apasionado mamador. Pronto alcanza el orgasmo, y tambi�n el hombre se corre,
pero en sus pantalones. Blanca Rosa le da un tierno beso a su marido y acomoda
su tetamen bajo el traje sastre, recuperando su compostura de matrona dominante.


-P�rtese bien fuera de casa, Alberto, p�rtese bien�-


Pero ella sabe que se portar� bien, Alberto es un hombre
grande, y la sesi�n matinal de sexo era m�s que suficiente para tenerlo calmado
y sin apetitos sexuales por el resto del d�a. Adem�s ella sabe que no hay
mujeres en el camino de su marido que puedan compar�rsele, ni en la belleza algo
perversa de su rostro, ni en el volumen de sus pechos y culo. Y ella sabe que su
marido, despu�s de casi cuarenta a�os, sigue perdidamente enamorado de ella. Y
ella se ocupa de renovar cada ma�ana el apasionamiento del hombre con sus modos
de madame dominante.



Sali� del departamento dejando a su marido que presuroso
estaba cambiando sus pantalones. Blanca Rosa sonri�, al pensar en ello.



En el hall del edificio, encontr� a don Ram�n, el portero.
"Don Ram�n, �adonde podr�amos ir para que usted me sobe las nalgas?" El hombre
la condujo a la terraza, vac�a por aquellas horas, y la gui� hasta uno de los
lavaderos. "Con permiso�" y comenz� a sobarle los gl�teos, que Blanca Rosa
resaltaba arqueando la cintura. "Suyo." Y se qued� bien quieta, sacando culo,
mientras el hombre se daba el gusto con ambas manos. R�pidamente el nabo del
encargado se hizo cargo de la situaci�n. "Permisooo�" dijo el hombre
respetuosamente, levant�ndole la amplia falta y dej�ndole el enorme culazo al
aire. Blanca Rosa no llevaba nunca bragas, para ahorrar tiempo, y estar bien
aireada. Y con el nabo en ristre, don Ram�n comenz� a hund�rselo entre los
grandes gl�teos. "Suyo, don Ramon."


El hombre era un poco m�s bajo que ella, pero su nabo no
dejaba nada que desear. En menos de un minuto la tuvo completamente enculada, lo
que ella acus� con un hermoso suspiro de satisfacci�n. Y Blanca Rosa, comenz� a
mover suavemente el enorme culo, como para saborear bien la tranca que lo estaba
gozando. Y el hombre, ayudado por sus lubricaciones pre-cum, le dio al serrucho
con un ritmo bastante fren�tico, mientras con sus manos se aferraba a las
soberbias caderas de la respetable se�ora. "�C�mo se encuentran sus nietitos,
don Ram�n?" El hombre acentu� sus empellones, haci�ndola sentir cosas
deliciosas. "Muy bien, se�ora, aunque el menorcito de mi hija amaneci� con
fiebre". "�Pobrecillo! Pero ser� cosa de nada�" dijo ella aplastando su orto
contra el pubis de �l para sentirlo hasta el fondo.


Y as�, con su educada conversaci�n, prosiguieron
empe�osamente en sus afanes, hasta que don Ram�n se descarg� abundantemente,
llen�ndole el culo de leche.


"Muchas gracias, don Ram�n" dijo ella, acomod�ndose la falda.


"Para eso estamos, siempre a sus �rdenes" contest� el hombre
guardando su tranca en los pantalones.




A decir verdad, Blanca Rosa no le fue muy fiel a su marido,
ni tampoco en la actualidad lo hace. Pero siempre dentro de una actitud decorosa
y de buena educaci�n.


Acompa�emos a Blanca Rosa a lo largo de un d�a t�pico.


Por la ma�ana, antes de despachar a su marido hacia su
trabajo, Blanca tiene una sesi�n matutina infaltable. A veces le ofrece su
enorme y siempre tentador culo, otras le mama su nabo siempre bien motivado, o
sencillamente le hace una paja. Es cierto que a su esposo, algo mayor que ella,
a esta edad echarse un polvo cotidiano lo deja medio destruido para todo el d�a,
pero es incapaz de resistirse a las iniciativas de su bella y madura c�nyuge. Y
para Blanca Rosa este h�bito matinal tiene dos ventajas: una es que sabe que su
marido no estar� en condiciones de serle infiel con nadie, y la otra es que ella
queda bastante motivada para seguir con su d�a.


Luego se viste con las ropas apropiadas para una se�ora
mayor, de sobrias l�neas, con falda larga y amplia, en color gris, haciendo
juego con el color de sus cabellos y sale de paseo. Si no encuentra al encargado
del edificio en la entrada, lo busca hasta encontrarlo. "Buenos d�as, don Ram�n"
"Buenos d�as, se�ora Blanca, �en qu� puedo servirla hoy?" "Buena pregunta, don
Ram�n, �qu� le parecer�a homenajearme el culo? Si no est� muy ocupado, desde
luego�" "No, que va, cuente usted con mi m�s fina voluntad se�ora Blanca. �Le
parece bien que pasemos al s�tano o prefiere invitarme a su hogar?" "Vamos a mi
casa, don Ram�n, porque en el s�tano a veces se me manchan las ropas" "Como
usted disponga, se�ora Blanca"


Ya en el departamento, Blanquita se levanta la pollera
dejando sus sabrosas y enormes nalgas a la vista del hombre que ya ha sacado su
nabo en ristre del pantal�n. "�Desea hund�rmela aqu� mismo, o prefiere que me
ponga en cuatro patas en el sof�?" dice ofreci�ndole su soberbio culo sin
bombacha. "Aqu� est� bien, se�ora, no quiero esperar m�s" "Comprendo su
ansiedad, don Ram�n" dice la voluptuosa matrona mientras siente como el nabo
encendido del portero le busca el ojete. "�C�mo est� su se�ora?" pregunta
educadamente, con media tranca adentro del culo. "Muy bien, gracias por
preguntar" dice el hombre serruchando. "�Y� sus� hi� jos�?" "Muy� bien� aunque�
menor� cito� anda� un poco flojo� en la escue� la" "Ese� es� Ja� vier� el� de�
nue� ve� �no?" "Efec� ti� va� men� te�, que� bue� na� me� mo� ria�" corrobora el
hombre dando cada vez m�s �nfasis al mete y saca en ese mullido culo. "Y el�
mayor� ci� to, �C�mo� se lla� ma� ba?" "Us� ted� se� refie� re� Mar� ce� lo,..
el� de veinti� cin� co�" dice el hombre jadeando. "Ahh, no� recor� daba� el...
nom... bre� �Ahh! �Aahhh� aaahhhhhh�!" dice Blanca Rosa entre jadeos. "�Y� s-su�
ma� ri� do�?" dice el hombre mientras le descarga su leche en el orto. "B-bien�
le va� muy� bi� en� en� el� tra� �aaahhhh� aaaaahhhhh� aaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh!
Dice ella acabando a su vez, mientras le estruja la tranca para sacarle hasta la
�ltima gota.


Cuando finalmente el hombre saca su aparato, la se�ora se
recompone le ropa hasta recuperar su aire se�orial de sobriedad. "Le agradezco
su gentileza, don Ram�n" "Ni lo mencione, �para que estamos, sino, los
encargados de edificio?"


Y luego la muy abundante Blanca, sale a la calle con su paso
majestuoso de se�ora mayor y serena.



Su paseo la lleva hasta una plaza donde otras se�oras de su
edad est�n dando de comer a las palomas. Blanca Rosa se sienta en un banco
ocupado por un joven de unos veintid�s a�os, que lee un libro.


"Con permiso, joven, �puedo�?" Al decir esto la dama adelanta
su pechamen de modo que el joven pueda notarlo. "S-s�, por-por sup-supuesto�"
contesta el joven algo nervioso. Luego intenta retomar su lectura, aunque sin
conseguirlo. "Disculpe que le pregunte, joven, �qu� est� leyendo?" "U-un libro
para la facultad. Ma�ana tengo examen." "Ah, que bien, �y su novia no lo ayuda a
estudiar?" "N-no, quiero decir que no tengo novia�" "Ah, que pena un muchacho
tan lindo�" "Y, si puedo preguntarle, �c�mo satisface sus necesidades�
varoniles?" "Bu-bueno" responde el chico algo azorado por lo ins�lito de la
pregunta. "antes me satisfac�a teniendo relaciones con mi novia, pero hace
cuatro meses que terminamos." "��Cuatro meses!! ��Debe usted llevar una carga
enorme!!" dijo Blanca humedeciendo sus labios.


"Disc�lpeme la pregunta, joven, pero es por su bien: �usted
se masturba?" "�Co-como?" "Bien, si no quiere contestar no conteste, est� en su
derecho. Yo se lo preguntaba por si usted necesita un servicio solidario."
"�So-solidario�?" "S�, piense que yo podr�a ser su madre, y no tenga verg�enza.
�Le gustar�a que yo le hiciera una buena paja?" "Y-yo�" "Est� bien, d�jeme a m�,
ponga este diario abierto, para tapar la zona, as�." "Ahora perm�tame que le
desabroche la bragueta" "�Vaya, qu� tenemos aqu�! �Un hermoso nabo y ya erecto!"
"Ahora vamos a meterle mano" Y comenz� a acariciarle el miembro al muchacho, que
no pod�a creer lo que le estaba pasando al mediod�a y con una se�ora mayor, pero
�qu� bien se la estaba tocando!


La abundante dama prosigui� la caricia con sus suaves manos.
No era todav�a una paja, sino los preparativos conducentes, porque no quer�a que
el chico se le viniera demasiado r�pido. Eso s�, le corri� el prepucio,
dej�ndole el glande casi morado al aire. Y sigui� con sus tocamientos. El pene,
los huevos, recorriendo de arriba abajo las partes pudendas del joven. Algunos
apretones sensuales por aqu�, alguna caricia insinuante por all� Pero fue
demasiado para el pobre muchacho, y de su glande comenzaron a salir tremendos
chorros de semen que impactaron en el diario, dejando enormes manchas. Pero
Blanca no se dio por satisfecha, le hab�a propuesto hacerle una paja, y una paja
le har�a. As� que sigui� amas�ndole el pene, que recuper� r�pidamente su
compostura. "Gra-gracias, p-pero �Qu� hace usted?" "Le ofrec� una buena paja y
lo de reci�n ni lleg� a paja. Usted acab� antes de que casi yo empezara, porque
ten�a una gran carga de leche.


Ahora s�, voy a hacerle una magn�fica paja, para descargar el
resto, y ver� que bien se siente" Y poniendo manos a la obra, despu�s de
reanudar la tierna caricia, aferr� el duro miembro enhiesto del joven, y comenz�
a correrle la piel arriba y abajo, d�ndole sensuales apretones para mantener el
inter�s del joven, procurando hacerlo durar. Tan sabio fue su proceder que logro
mantener la situaci�n por veinte minutos sin que el chico se corriera. Cuando
advirti� que la cosa ya se ven�a, inclin� su cabeza, escondida de la vista de la
gente por el diario, y engull� el enervado miembro con su boca, y lamiendo y
succionando provoc� la ansiada descarga, que tambi�n fue muy copiosa. Luego se
enderez�, relami�ndose los labios golosamente. Y le dio una tierna mirada al
muchacho que estaba derrengado en el banco, con el nabo afuera, cubierto por el
diario. "Espero, muchacho, haberle aliviado de la terrible presi�n de su carga.
Qu� tenga usted un buen d�a." El muchacho, semidesvanecido, intent� farbullar
alguna respuesta, pero la se�ora de sobrias y ampulosas formas ya se alejaba con
su paso altivo, sabiendo que hab�a hecho una nueva obra de bien.



Despu�s fue a visitar al gerente de la empresa en que
trabajaba su marido, un joven de 41 a�os que siempre le hab�a resultado
atractivo.


Entr� directamente al despacho, sin que la secretaria la
detuviera, ya que era conocida por all�. La oficina del gerente general estaba
lejos de la de su marido.


El hombre se levant� instant�neamente, con alegr�a de verla.
"�Se�ora Blanca! �Qu� gusto verla nuevamente! �Desde la semana pasada que no
ten�a el gusto�!" Blanquita sonri� silenciosamente, recordaba muy bien lo vivido
la semana pasada. "�Tiene un minutito, Sr. Gonz�lez?" "�Para usted siempre,
se�ora!"


"Es que no quisiera interrumpir su trabajo�" mientras esto
dec�a, Blanca Rosa se acomod� en el sof� con sus gruesos muslos abiertos,
mostr�ndole al hombre la soberbia vista de su concha. "�Lo suyo nunca es una
interrupci�n, estimada se�ora�! Presumo por su postura que usted desea algo de
acci�n en su hermosa concha." "Si es usted gustoso�" "�chupada? �cogida?, lo que
usted desee�" "Comience usted por la chupada, apreciado amigo, despu�s veremos�"
En un instante la boca del hombre comenz� a ocuparse de la opulenta concha de la
se�ora Blanca, quien dio un gran suspiro de placer. "�Amigo, que bien la chupa
usted!" El se�or Gonz�lez estaba demasiado ocupado para responder. Y lam�a con
la pasi�n acumulada durante toda la semana. "Esa lengua vale oro, Gonz�lez. �Su
se�ora sabe que usted la usa fuera de casa?" Y con sus manos tom� la cabeza
apret�ndola m�s contra su abierta concha. El hombre, hundido en su concha,
murmur� algo ininteligible, en medio de un gemido. No pod�a ver a esa mujer sin
sentir sumisi�n ante su actitud desenfadada y dominante. "Me encanta como se
pone usted de sumiso conmigo" y le mov�a la cabeza a uno y otro lado de su
concha. Los gemidos y suspiros aumentaron de tono, mientras el hombre le mamaba
la concha con adoraci�n. "�Le gusta a usted el aroma de mis jugos? �Ser�a usted
tan amable de beb�rselos?" El gerente general comenz� a tragar, a cada lamida un
traguito.


Sabedora del amplio dominio que llevaba sobre el hombre,
Blanca Rosa decidi� maliciosamente permitirse un buen orgasmo, "�se ofender�a
usted si yo tuviera un soberbio orgasmo en su cara, se�or Gonzalez?" Y por all�
abajo se escuch� el murmullo tembloroso del hombre, ansioso por recibir el
jugoso regalo, cosa que ella hizo aplastando con su concha bien abierta la cara
devota del jefe de su marido. La sumisi�n a esa enorme matrona volv�a loco al
hombre, que no pudo evitar correrse en los pantalones. Pero Blanca Rosa apenas
comenzaba. Con ambas manos mantuvo la cara de Gonzalez aplastada contra su
concha. "Espero que sepa usted comprenderme, Sr. Gonzalez, pero quiero que me
siga lamiendo la concha." Dijo, mientras le daba peque�os restregones en la
cara, segura de su dominio sobre el pobre gerente. "Cu�nteme, �c�mo anda mi
marido en su cargo?" Pero no lo dej� hablar, mientras le empujaba la nuca con
ambas manos, las fricciones de su caliente concha abierta sobre el rostro
apasionado del hombre, se hicieron m�s y m�s intensas. Fas-tras, fas-tras.


En cierto momento levant� la cara del pobre hombre,
aferr�ndola por las mejillas con ambas manos, y la examin� con inter�s. Gonzalez
ten�a la mirada extraviada, los ojos vidriosos y la cara pringosa y cubierta de
pendejos. Le volvi� a hundir el rostro en la concha, y continu� d�ndose el gusto
con sus fricciones, mientras hablaba como al descuido de la posici�n de su
esposo en la oficina. Cuando se ech� el segundo gran polvo con la cara de
Gonzalez, fue tal la intensidad que el pobre hombre sucumbi�, cayendo contra su
concha que le transmiti� cada uno de sus estremecimientos, pulsaci�n tras
pulsaci�n, hasta que solt�ndolo, dej� que su rostro se deslizara hasta el suelo.


"�Oh, qu� tarde se me ha hecho! Debo irme se�or Gonzalez,
espero que no lo tome a mal. Volver� a verlo la semana que viene." El hombre
farbull� algunos sonidos incoherentes que hicieron sonreir a nuestra dama. "Oh,
est� bien, le mear� como me pide". Y acomodando su concha contra el rostro
yaciente de su esclavo, de modo que su boca encajara contra su concha, comenz� a
mearlo procurando que nada cayera fuera. Ten�a mucha experiencia en eso, as� que
chorro tras chorro fueron a parar al interior del hombre, salvo los cuatro o
cinco �ltimos, que derram� sobre su cara y camisa. Una �ltima mirada al irse, le
permiti� ver la tremenda erecci�n que hab�a provocado bajo el pringoso pantal�n
del sumiso jefe de su marido.


Desde un tel�fono p�blico llam� a su conyuge en la oficina. Y
le pregunt� a qu� hora llegar�a para cenar. Tardar�a unas tres horas y media. Le
har�a ravioles. Y en el tiempo que le estaba sobrando se meti� en un cine porno.
Se sent� al lado de un joven treinta�ero, y como quien no quiere la cosa, trep�
su gran muslo sobre el de �l, era una jugada que siempre le daba resultado. Al
minuto y medio lo ten�a al palo y jadeando. Y tomando la mano del hombre se hizo
frotar la conchaza mientras le com�a la boca con un gran beso de lengua. El
muchacho no pudo resistir demasiado tiempo semejante tratamiento, y se derriti�
en medio del beso, abrumado por su poderosa boca. Pero todav�a quedaban dos
horas de tiempo. Y Blanca Rosa sab�a como aprovecharlas muy bien, para saciar
sus macisas carnes a expensas de las energ�as del muchacho.


Lo dej� despachurrado en su asiento, le tom� su tel�fono y se
fue a cumplir con sus deberes de buena esposa.


"Hola querido, �qu� tal tu d�a en la oficina?"


"Bien, mi amor, �y el tuyo?"


Blanca Rosa se sac� la amplia falda, quedando con su gran
culo al aire. "Estupendo, mi cielo, estupendo"


Y sent�ndole el culo en la cara a su esposo, se dispuso a
disfrutar de su lengua en el ojete, mientras muy lentamente iba sirviendo el
resto de la comida.



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