Relato: El Saciador Insaciable





Relato: El Saciador Insaciable

El Saciador Insaciable





Por C�sar du Saint-Simon






I






�El que acabe primero se queda con la p�gina del medio!
Dijo aquel ni�o de unos catorce a�os de edad a sus otros tres compa�eros
mientras caminaban por las piedras de un riachuelo que exploraban.


�No! �El que lance el chorro m�s lejos gana! Opin� el
larguirucho.


�Vamos a hacer punter�a! Quien le pegue un lechazo en la
cara a la mujer de la portada, se queda con toda la revista. Respondi� el
m�s grandote de todos.


Mejor es que el que acabe de �ltimo sea el ganador. A las
mujeres les gusta que uno se tarde en botarles la leche adentro. Remat�,
como reflexionando, Puki-Puki como le dec�an a Carmelo, el m�s bien parecido
entre los cuatro mozalbetes.






Los muchachos, que estaban ya de pie sobre una enorme roca
plana, se miraron entre ellos, sorprendidos y sin saber como refutar aquella
opini�n "antideportiva" que introduc�a un nuevo elemento en la competencia de
"las pajas" que ellos acostumbraban a hacer cada vez que se escapaban del
colegio para ir, procurando no ser vistos, a fumar y a gozar con las revistas
pornogr�ficas que les robaban a sus padres, entre aquella floresta que rodeaba
la quebrada que bajaba de la monta�a.



Haciendo un c�rculo alrededor de la revista, aceptando as�
t�citamente la ocurrencia de Puki-Puki, cada cual se sac� su miembro de
virilidad en ciernes, ya un tanto exaltados por la visi�n de las fotograf�as.
Empezaron a darse los respectivos manotazos, haciendo lujuriosos comentarios
acerca de la exuberante rubia de la p�gina central (Se�orita Agosto de 1973)
que, desplegada en la triple hoja sobre la roca, los miraba desde all� abajo con
devoradora pasi�n, sugestivamente acostada sobre un escritorio ejecutivo y
vestida solo con unos lentes de montura de pasta negra que le resaltaban el
intenso y felino azul de sus ojos.





�Mierda, perd�! Chill� el grandote, cayendo de rodillas
en la piedra mientras lanzaba un chorro que apart� a todos.






Los otros concursantes fueron eyaculando casi de inmediato.
El larguirucho se descarg� en el perezoso torrente del arroyo desde lo alto de
la piedra; Luego, el mayor en edad y l�der de la excursi�n porque hab�a tra�do
la revista, solt� un taco blanco que rebot� en la corteza del cedro que les
hac�a sombra; Y all� qued� Puki-Puki d�ndose salvajes bombazos, con los dientes
apretados y el sudor corri�ndole por las sienes, mientras los perdedores se
hab�an alejado un poco para encender unos cigarrillos, esper�ndole a que
terminase su faena.





�Ap�rate Puki-Puki que se hace tarde! Le urgi� el
eyaculador precoz.


S� no acabas no tienes derecho a la revista. Le advirti�
el desma�ado larguirucho mientras encend�a otro cigarrillo.


�Es verdad, por ahora estoy ganando yo! Afirm� el
l�der-due�o de las fotograf�as.


�Co�o..., c�llense... y dejen... que... me concentre!
Protest� Carmelo, d�ndoles la espalda y, cerrando los ojos, arremeti� con
m�s fiereza contra su m�ntula.




Pasaron varios minutos y los inquietos barbilampi�os
acordaron declarar ganador al l�der porque fue "el �ltimo en sacarse la leche"
e irse para sus casas, llev�ndose la revista, y dejar ah� a Puki-Puki solo con
su problema de "nunca acabar". Y no acab�.






II




Para celebrar que Carmelo estaba cumpliendo los dieciocho
a�os, sus amigos, todos algo mayores que �l, decidieron que era el mejor momento
para llevarlo al burdel de Rosa, un lupanar en las afueras de la peque�a ciudad,
con expertas y distinguidas putas caras, que ofrec�an sus servicios sin apuros
ni limite de tiempo, permitiendo al cliente disfrutar de una larga velada entre
las piernas de las mejores en su g�nero.



Rosa estaba tan buena como cualquiera de las cincuenta putas
del lugar y, siendo una excelente anfitriona, los recibi� por todo lo alto (ya
que eran ocho clientes de una sola vez), instal�ndolos en una amplia y
estrat�gica mesa que les permit�a contemplar con comodidad el abundante stock de
posibilidades que "La Casa" les ofrec�a.



A Rosa le pareci� muy sensual el apodo de "Puki-Puki" y a
Carmelo le pareci� que deb�a llevarse a Rosa para los reservados, pero ella se
excus� con �l ya que le hab�a bajado la regla y deb�a trabajar "cuidando a las
ni�as". Entonces ella le present� a "La Potranca", un formidable esp�cimen
femenino que rondaba los treinta, muy alta, de anchas caderas y voluptuosos
pechos a punto de sal�rseles del minivestido por aquel pronunciado escote que
casi le llegaba al ombligo, con una larga y negr�sima cabellera que resaltaban
sus encarnados labios y la c�ndida y t�mida mirada de puta astuta que conoce su
negocio.





Puki-Puki, te presento a "La Potranca", nuestra reci�n
llegada amiga que te va a hacer pasar momentos inolvidables. Dijo Rosa con
misteriosa sensualidad, como toda una experta vendedora de placer.


�Y "La Potranca" no se va a olvidar de Puki-Puki m�s
nunca! Dijo con su vozarr�n el grandote, que con los a�os estaba m�s
grande, mientras que mov�a la mano como masturbando el aire, haciendo
estallar una sonora carcajada en la mesa. Y todas las prostitutas que les
acompa�aban se sonre�an, sin saber de qu� o porqu�, pero sigui�ndole la
corriente a sus clientes.


�Caaa�a! �Caaa�a pa� esta mesa! Demand� con jolgorio
"Cara e� Loco", el desgre�ado rat�n de biblioteca, golpeando insistentemente
sobre la mesa el fondo de la botella del Ron A�ejo venezolano que ya hab�an
libado.


�Que siga la fiesta CARAJO! Orden� "Pecado Mortal", el
otrora ladr�n de revistas pornogr�ficas, llamando a otras dos meretrices
para que se acercasen al sarao.






Dejando atr�s aquel ambiente lascivo y chispeante, Puki-Puki
se fue para la habitaci�n con aquella exuberante mujer y, mientras caminaban por
el pasillo, ella le dijo con voz de ramera enamorada, al mismo tiempo que lo
abrazaba por la cintura, lo mucho que lo hab�a deseado desde que lo vio entrar
en el recinto, por lo buenote que estaba y los buenos modales que demostr� al
saludar a Rosa. El no le contest� y solo le agarr� el culo y se lo apret� con
fuerza y, haci�ndola trastabillar, ella solt� una risita de agrado por aquel
gesto tan macho.



"La Potranca" ten�a preparado su n�mero. Empez� por encender
unas velas y apag� la luz el�ctrica, lanz�ndole antes el respectivo beso
c�mplice y apasionado. Luego se le acerc� para empezar a desabotonarle la
camisa, pero Carmelo le dijo que se desvistiese ella r�pido, que �l lo har�a
tambi�n puesto que estaba muy excitado y quer�a cogersela de una vez, sin m�s
pre�mbulos. La hetaira obedeci� un tanto irritada por no poder concluir la
rutina de precalentamiento que siempre practica, especialmente vali�ndose de su
h�bil lengua y profunda garganta, para enardecer m�s a los hombres y acelerar
as� el finiquito de la actividad encima ella, antes de que siquiera intenten
arremeter contra su ano. Se acost� en la cama, con las piernas abiertas como una
rana, dej�ndole ver su abultado instrumento de trabajo que, desplegando los
carnosos y rojizos labios de la vulva, incitaban al asalto depravado.
Agarr�ndose las tetas y apret�ndolas una contra la otra, "La Potranca" movi� la
pelvis en excitantes c�rculos de deseo. Puki-Puki gate� con impaciencia en la
cama hasta colocarse encima de ella y apresuradamente trat� de meter su
tent�culo sin direcci�n, sin ni siquiera apuntar, con lo cual la zorrita
confirm� la inexperiencia de "�ste tipo" y, pensando que �ste cliente era ya
"pan comido", le agarr� el palo con los dedos �ndice y pulgar, d�ndole una
r�faga de "pajasos", mientras ella misma, sin urgencia alguna, se lo puso en la
entrada de su prelubricada caverna con una pomada antimicotica que se hab�a
puesto antes de salir a trabajar. El Puki empuj� y la mujer sinti� su dureza
hasta el fondo, exagerando las expresiones de deleite, junt�ndolas con el,
tantas veces practicado, quejido de haber soportado la embestida inicial con
placentero y sorpresivo dolor.





�Ay! �As�, mi amor! Dame duro pero no me hagas da�o. Dijo
con una rendida, histri�nica y melosa voz cargada de l�brico deseo
comercial.


�Co�o..., c�llate... y deja... que... me concentre...! Le
contest� entre los resoplidos y los fuertes empellones que le estaba dando a
la competente ramera.





Luego de un par de minutos de estar aguantando aquella
zurribanda, "La Potranca" consider� que era el momento oportuno para
contorsionarse simulando espasmos org�smicos que causaran la descarga del
muchacho que (cre�a ella) ya estaba llegando al cl�max, con lo cual Puki-Puki se
aferr� con ambas manos a los hombros de la puta, con sus fuertes brazos la
domin� m�s hacia s� y, aumentando la fiereza y la velocidad de las cargas, la
trabajadora sexual, por primera vez, empez� a mezclar el placer con los
negocios, mientras el sudor los empapaba.



Se dej� de puter�as, de profesionalismo a ultranza. Ahora
quer�a una buena cogida, que ese hombre acabase con ella, que la volviese
jirones, que le destrozase el vientre y rompi� el silencio que le hab�a impuesto
su cliente:





�C�geme bien cogida! �Machote!, �P�rteme la cuca! Le
exigi� como si ella ahora fuese el cliente, mientras lo abrazaba con fuerza
y levantaba m�s la pelvis para gozar de toda la inolvidable energ�a con que
Puki-Puki la vapuleaba.






Debido a todo el salvajismo del coito, sus cabezas estaban
llegando hasta el tope de la cama, y ella puso las palmas de sus mojadas manos
contra la pared para evitar que tambi�n le partiese la crisma. Esa fue su
perdici�n. Puki-Puki iba incrementar la violencia de sus empujes. Con la mujer
apoyada as� contra la pared, le meti� los brazos por debajo de los muslos y le
levant� las piernas, agarr�ndola por las pantorrillas y, arrodillado frente a
ella, le hundi� repetidas veces su bayoneta y se la retorci� dentro de su
vagina, como aniquilando al enemigo en un verdadero campo de batalla.



Con una sacudida estert�rea de la mujer, el placer lleg� al
orgasmo y un dilatado, ag�nico y selv�tico aullido retumbo en todo el
prost�bulo, alarmando a todos y confundiendo a los amigos de Carmelo. Rosa,
junto con los tres corpulentos negros que llevaban la franelita negra que dec�a:
"SEGURIDAD", seguidos por los siete compa�eros de farra con sus respectivas
putas de turno, corrieron por el estrecho pasillo de los reservados e
irrumpieron en la habitaci�n despu�s de darle una sola patada a la fr�gil puerta
y, al encender la luz, encontraron a "La Potranca" arrodillada en el suelo,
abrazada a las piernas de "su hombre" ya que Puki-Puki se masturbaba con una
mano y con la otra se masajeaba los cojones.





��Qu� pasa aqu�?! �Porqu� gritaste de esa manera?
Inquiri� Rosa con autoridad gerencial, preocupada por la reputaci�n del
negocio, al tiempo que dos de los fornidos agarraban a Carmelo por los
brazos y el tercero levantaba a "La Potranca" del suelo.


��Es que ahora una no puede disfrutar de un polvito con
un cliente!? Contest� con una ingenua pregunta que nunca debi� haber hecho.


�Est�s en horario de trabajo! Le protest� Rosa en seco,
como lo hubiese hecho cualquier buen caporal. �Y tu?, Se�al� a Puki-Puki,
�Deja de hacerte la paja, muchacho! �Aqu� el que no acaba se va sin acabar,
y la que no hace acabar al cliente, tambi�n se va! Sentenci� la Matrona,
resolviendo as� el molesto incidente que alteraba la buena marcha de la
empresa.


�Co�o, c�llense y dejen que me concentre! Protestaba el
cumplea�ero mientras SEGURIDAD 1 le tiraba la ropa para que parase de darse
tanto paj�n y se vistiese de una vez.






SEGURIDAD 2 y SEGURIDAD 3 sacaron a todos y flanquearon el
umbral de la pieza, cruzando los enormes b�ceps al lado de los voluminosos
pectorales, con cara tensa y mirada asesina, no permitiendo ver a los amigos y
otros curiosos y curiosas lo que adentro segu�a sucediendo, pero pod�an escuchar
a "La Potranca" implorar que le permitiesen terminar su trabajo. Pero Puki-Puki
se fue sin acabar.





III





Despu�s de aquel incidente en el burdel de Rosa, su fama de
fornicador insaciable se extendi� por toda la peque�a poblaci�n donde se hab�a
criado. Al principio las mujeres lo persegu�an y acosaban, luego fueron
apart�ndose de �l, bien porque no quer�an repetir "la experiencia", bien porque
en la medida en que se esparc�an los rumores acerca de que su conducta sexual
era pervertida y estragaba, f�sica y an�micamente, a cuanta hembra se acostaba
con Puki-Puki, ninguna joven "decente" y casadera se le acercaba.



El viejo m�dico pediatra que lo atendi� cuando �l tuvo el
sarampi�n y las paperas, que le vacun� contra la polio, y que siempre le recet�
unas enormes y dif�ciles de tragar pastillas polivitam�nicas rojas, le
diagnostic� una "Anorgasmia" ("pero es que yo no tengo nada en el
ano, Doctor") "que es la ausencia de placer y de orgasmo". Cerr� su
Vadem�cum con solemnidad y sac� de la gaveta de su escritorio un frasco con unas
enormes y dif�ciles de tragar pastillas rojas que, afirm� con cient�fica
certidumbre, lo ayudar�an al poco tiempo. Al salir del consultorio del anciano
facultativo, Carmelo dej� el frasco donde alg�n mendigo las pudiese hallar y as�
hizo su buena acci�n polivitam�nica del d�a.



De camino para la parada del autob�s que lo acercar�a a su
casa, su prima-segunda Josefa, la menor de las primas hermanas de su padre, una
elegante, atractiva y jovial mujer en los cuarenta y tantos, pasaba por ah� en
su auto y ella lo invit� a subir con la intenci�n de llevarlo a su pr�ximo
destino: la cama de la prima Josefa.



Mientras ella conduc�a por una ruta m�s larga de lo
necesario, Josefa le comentaba lo solitaria que hab�a sido su vida desde que su
marido, el primo Augusto, se fue para Barlovento, las tierras ardientes de la
costa central de Venezuela, productoras del mejor cacao y de las negras m�s
calientes del mundo, a celebrar las fiestas de Los Tambores de San Juan y nunca
m�s volvi� a saber de �l. "Y con esa tonter�a de la compostura que deben guardar
las mujeres decentes, ya tengo tres a�os, dos meses, cinco d�as y la media
ma�ana de hoy, que nada de nada con ning�n hombre", le solt� as� mismo, sin
anestesia, la precisi�n contable del tiempo perdido.



Tambi�n le record� que ella misma le limpi� muchas veces, con
agrado, cari�o y ternura, su desarrollada "cosa de hacer pip�", hasta no hace
poco, cuando apenas dej� de ser un beb�, para convertirse en "�ste esbelto y
buenote macho que llevo aqu� a mi lado" coment� d�ndole unas suaves palmaditas
en su muslo y, con la misma, una ansiosa caricia que lo recorri� desde la
rodilla hasta la ingle donde se detuvo por unos largos y excitantes segundos.
Puki-Puki no era tonto, y estaba entendiendo perfectamente el mensaje ("total",
pens� como dice el dicho popular: "carne de prima tambi�n se come") y, mientras
Josefa estaba metiendo el carro en el garaje de la casa donde ella viv�a sola
con "Dogui", Carmelo le met�a la mano en las entrepiernas y apretaba el pu�o con
firmeza, apret�ndole hasta los ovarios, quedando el veh�culo mal estacionado, no
permitiendo bajar completamente el port�n.



En las pel�culas gringas, la mujer siempre le pide al hombre
que se sirva un trago mientras ella "va a ponerse c�moda", en este caso, en un
relato er�tico latinoamericano, empezaron desenfrenadamente a lamerse,
manosearse y a desnudarse mutuamente dentro del coche. Los zapatos, los
pantalones y la saya quedaron regados por la cocina y el sostenedor de aquellos
tiesos y apasionados pechos cay� dentro del lavaplatos. Se quit� el b�xer en la
sala y, cuando Josefa vio la r�gida verga de Puki-Puki que, con la clara
intenci�n de un verdugo, se le acercaba a su trasero, ella dio una carrerita
hasta la habitaci�n, se lanz� en la cama y apenas tuvo tiempo de quitarse la
tanguita cuando ya el decidido primo estaba encima de ella, abri�ndole las
piernas con las suyas y le empuj� "medio palo"...





�Ay! �Cuidado primito, que estoy cerradita! Se quej� con
ternura y pasi�n, moviendo instintivamente la cadera para recibir mejor el
siguiente empuj�n.


�Co�o..., c�llate... y deja... que... me concentre...! Le
orden� a la prima mientras le revolv�a las olvidadas profundidades de su
vagina, restreg�ndole todo lo largo y grueso de su b�culo en las paredes de
la sensible gruta.





La prima Josefa hab�a sido educada, desde muy ni�a, por las
monjitas del Sant�simo Misterio de la Triple Verdad, para obedecer todo lo que
el hombre dispusiese, y satisfacer todos los apetitos carnales del marido
"�nicamente por donde la naturaleza manda", le aconsejaba Sor Rita. Mientras que
Sor Raimunda le ense�o que la mujer "decente" deb�a estar siempre con Dios
cuando "tu marido te est� fornicando y no dejarte arrastrar a los bajos
instintos que en los hombres abundan."


�Al carajo Sor Rita y Sor Raimunda! �Que fabulosa cogida me
est� dando el primo Carmelo! Pens� Josefa mientras llevaba aquella andanada
inclemente de vergajazos que la estaban elevando a un paroxismo imp�o,
deleitable y majestuoso como nunca antes hab�a sentido.



Espont�neamente empez� a mover la pelvis acompasando las
brutales sacudidas que le estaba lanzando Puki-Puki. Cuando �l se lo empujaba,
Josefa levantaba el trasero y permit�a as� que el recorrido del abrasador hierro
de su primo le llegase hasta lo m�s hondo y le ocupase totalmente la cuca y las
neuronas con el embriagante �xtasis del sexo pecaminoso que toda monjita deber�a
experimentar para dar mejores consejos en materia sexual. Y cuando �l se
retiraba para preparar la otra embestida, dejaba caer las caderas y el cl�toris
recib�a una refriega que le crispaba el vientre, le electrizaba la espalda, le
erizaba los pezones y la vista y el o�do le hac�an como a un televisor que le
fallaba la se�al.



Se hallaban totalmente mojados. Estaban aprisionados en una
licenciosa pasi�n. "Dogui", el perrito faldero de Josefa estaba nervioso y
ladraba insistentemente alrededor de la cama. Carmelo no daba tregua y Josefa
ahora se retorc�a en un prolongado orgasmo que le empez� en el cuello del �tero
y le sal�a por la boca con un sollozado espasmo de gustazo que no se ir�a nunca
m�s de su memoria.



Mientras a la prima se le descontar�an los m�sculos,
Puki-Puki no hac�a intervalo alguno, segu�a resoplando y fustigando a la acabada
mujer que ahora estaba absolutamente relajada. El cl�toris, que ya hab�a perdido
su erecci�n, le empez� a arder. La baba que manaba profusamente de la vagina, le
quemaba y los pezones le dol�an con el roce de los velludos pectorales de su
primo.






Ay Puki-Puki, dame m�s pasito que me esta doliendo. Le
rog� Josefa con el aliento que le quedaba.


�Co�o..., c�llate...! Le protest�, al mismo tiempo que
la as�a con m�s fuerza e incrementaba la ferocidad de sus cargas.


�No... no! �Para... para! �Que me vas a matar! Exclam�
con jadeos de impaciencia. Empuj�ndole d�bilmente por los hombros y
sacudiendo sin fuerza las piernas para tratar de quit�rselo de encima.


�Primero acabo! Susurr� con la respiraci�n y las
sacudidas del trasero aceleradas al m�ximo.


�AY!... �AY! �Qu�tate ya! �ME MATAS! Chill� con las
reservas de fuerza que sac� de su instinto de supervivencia.


�Primero acabo! Repiti� sin bajar la aceleraci�n.


�AY! �AUXILIO! �ME EST�S MATANDO! Grit� con dolorosa
angustia.







Un proyectil, como del tama�o de una lata de deliciosa
cerveza venezolana, parti� el vidrio de la ventana y cay� en el centro de la
espaciosa habitaci�n donde se estaba consumando aquel descarriado apareamiento
y, estallando con aturdidora violencia, silenci� para siempre a "Dogui" que no
hab�a parado de ladrar desde que su ama empez� con los primeros gimoteos
org�smicos. Casi de inmediato dos seres con armas y armaduras del pr�ximo siglo
saltaron por las ventanas ubicadas a ambos lados de la cama, atravesando los
cristales; Tres m�s de estos guerreros del futuro destrozaron el ventanal de la
sala y otros cinco comandos derribaron la puerta principal, invadiendo as� toda
la casa. Cayeron sobre el aturdido e insaciable "sospechoso", lo sometieron e
inmovilizaron all� mismo, encima de la pobre Josefa, que tambi�n estaba atontada
y en un lastimero estado de "requete-pasada de cogida". Al poco rato entraron
los param�dicos, atropellando con las ruedas de la camilla el cad�ver del finado
perrito y, aunque la mujer, con enorme verg�enza se negaba a ser transportada,
se la llevaron para el hospital, para darle los primeros auxilios y hacerle "la
experticia forense".



Los vecinos (ellos) quienes al escuchar las demandas de
socorro y los desgarradores aullidos de su estimada vecina y que llamaron al 911
denunciando lo que en clave ser�a
"un-quinientos-ocho-asalto-con-reh�n-en-proceso", estaban ahora contenidos por
un cord�n policial, haciendo escabrosas conjeturas acerca de lo que ellos
hubiesen querido hacerle que ella no quiso, y que los detectives anotaban con
esmerado profesionalismo. El grupo BAI (Brigada de Acci�n Inmediata), hab�a
respondido en dos minutos con quince segundos y al tercer minuto "la reh�n hab�a
sido rescatada y el intruso apresado", seg�n rezaba en el informe.



El inconveniente con la prima Josefa ahora si que le
catapult� su fama, ya que fue noticia durante varias semanas y, mientras la
rueda de La Justicia trataba de aplastarlo, la opini�n p�blica estaba dividida
entre calificarlo de mani�tico sexual o de h�roe-macho-vengador.





IV




Decidi� entonces meterse de cabeza en la Biblioteca
Principal, para buscar material que le ilustrase en algo la travesura que la
naturaleza le estaba jugando, ya que en las sesiones en Eyaculadores An�nimos no
hab�a podido conjeturar nada al respecto de su caso.



Ayudado por su amigo el "rat�n de biblioteca", encontraron
dos palabras clave: "Espermatenfraxis: obstrucci�n a la
eyaculaci�n del semen"
y "Espermatosquesis: supresi�n de la
secreci�n del semen".
�Iban por buen camino! Ahora necesitaban saber m�s y
buscar a alguien que les tradujese toda esa parafernalia m�dico-cient�fica que
se encontraban manejando. Contactaron a mi pariente el Doctor Andr� du
Saint-Simon quien es la m�xima autoridad mundial en el estudio de la
eyaculaci�n, ya que ha hecho importantes y esclarecedoras investigaciones en los
machos de todas las especies que hay en �ste planeta, bien sea de aire, tierra �
mar.



Estaban sumergidos en los textos editados por el Centro �nico
Latinoamericano de Estudios Eyaculatorios (CULEE), del cual Andr� es Presidente
Vitalicio, cuando el chofer del Alcalde lleg� con la invitaci�n de �ste, para
llevarlo a su residencia de campo a una entrevista en privado, y era tan
insistente en cumplir con su misi�n, que pr�cticamente lo arrastr� hasta la
limosina y lo condujo hasta las afueras de la ciudad, por un sinuoso camino de
tierra y de centenarias caobas, hasta una casita en medio de la nada. En cuanto
se ape� del veh�culo, �ste dio la vuelta y desapareci�. Al tocar la puerta, una
sensual voz femenina le invit� a pasar.



La mujer del Alcalde, una alocada menopausica que con "los
calores" de la edad se le hab�a alborotado la libido debido a un exagerado
tratamiento hormonal, conoc�a muy bien la fama de hipersexual que ten�a
Puki-Puki, y le orden� a su chofer que rastrease a Carmelo por toda la peque�a
ciudad que su marido administraba, hasta que diese con �l y lo trajese ante su
presencia. No fue dif�cil encontrarlo, lo dif�cil ser�a seducirlo.



Las gordas nunca pasan de moda ya que siempre es muy
placentero sumergirse entre sus acolchadas masas corporales. Lamer y masajear
ampulosas tetas, palpar y meterse entre voluminosas nalgas y separar enormes y
pesadas piernazas para acceder a las gruesas intimidades de sus generosos
vientres. Pero "La Alcaldesa" ten�a muchos, pero muchos kilos de sobra. Estaba
sentada en un sof� entre cojines tan gordos como ella, vestida con una ligera
blusa sin mangas de donde sobresal�an dos enormes monta�as puntiagudas y con un
say�n de lino de pliegues desplegados por la tensi�n de sus anchas caderas. Se
echaba aire con un vistoso abanico Andaluz bamboleando la fl�ccida carne de su
brazo con la intensidad de sus obscenos pensamientos, reflejados en el brillo
indecente de su mirada, ahora clavada en su "hu�sped".





�Hola Pimpollo! Pasa adelante que te tengo la sorpresa de
tu vida. Salud� la descomunal mujer mientras pasaba su mano por la papada y
la bajaba para masajearse los pin�culos de las tetas.


�Necesito un trago! Exclam� Puki-Puki, quien era de poco
beber.






La mujer, que se llamaba Leticia La Grossa, le se�alo el
mueble del bar que estaba detr�s de ella. Cuando Carmelo pas� a su lado para ir
a servirse la bebida, Leticia tom� aire ruidosamente por entre sus dientes y se
llev� la mano que no abanicaba al bulto de grasa que ten�a por "Monte de Venus"
y le dijo con empalagosa lujuria:





�Muchacho! �Est�s m�s bueno de lo que aparentas en la
televisi�n!


Gracias, se�ora. Dijo t�midamente el asustado Carmelo.


Dime Gorda. Yo soy gorda, y para ti yo soy "�Tu Gordita!"
�De acuerdo? Dijo Leticia con un entusiasmo un tanto cursi, tratando de
romper el hielo.


De acuerdo... "Mi Gordita". Y tu dime Puki-Puki.
Respondi� el joven un tanto m�s suelto mientras se preparaba otro trago de
"Cuba Libre" (Mucho hielo picado, Ron, un toque de Ginebra, CocaCola hasta
arriba, un chorrito de lim�n, una pajilla y chupe con fruici�n hasta que le
duelan los l�bulos frontales.) ("�Total!... despu�s del tercer trago todas
las mujeres est�n buenas" Pens� mientras chupaba.)


�Bien! Voy a asearme y a disponerme para ti. �Para que me
hagas el Puki-Puki! Le dijo con visible excitaci�n mientras se incorporaba
del div�n con inusitada agilidad, lanzando hacia adelante las tetas en
direcci�n a la cara de Carmelo y que le caus� una perturbadora incitaci�n a
comprobar su firmeza.


�Ya va! �Ya va! �Y cual es "la sorpresa" que me tienes?
Le increp� Carmelo ya un tanto envalentonado con el inicio del tercer trago.


�Todo esto Papucho! Dijo la enorme mujer abriendo los
brazos en cruz y, girando lentamente sobre s� misma, le dio la espalda y
levant� el grandioso trasero, d�ndose unas sonoras nalgadas. Al encararse
nuevamente con Puki-Puki lo mir� con lasciva desverg�enza, se levant� el
fald�n y con una mano se frot� las profundidades de sus entrepiernas que no
estaban cubiertas por ninguna calza, para luego olerla con una sensual
inhalaci�n. "Y esto: una hembra de verdad-verdad, que aguantar� todo lo que
me des, cuanto quieras y como quieras, y que te va a sacar toda la leche."
Agreg� con vehemente impudicia, alarg�ndole el brazo hasta su cara para que
comprobase con su propio olfato las bondades de su penetrante feminidad.


Me huele bien la idea, pero tu eres m�s fuerte que yo...


�Am�rrame si quieres! Le interrumpi� mientras juntaba sus
mu�ecas y le gui�aba un ojo.


�Anda a asearte pues...! �Y no te eches nada talco!
Condescendi� Puki-Puki gracias al relajante efecto del alcohol.





Minutos despu�s, mientras anochec�a y el clima refrescaba la
casa, reapareci� la atrevida mujerona vestida con una amplia t�nica de blanca
gasa que, con su discreta transparencia, hac�a sugestivos los grosores que
arropaba, comprobando la natural firmeza de sus voluptuosos pechos. Se sent� en
una amplia butaca frente a su compa�ero. Ahora eran una pareja. La �nica pareja
en varios kil�metros cuadrados.



Leticia lo mir� con ternura y, con reverente afinidad como la
ganada luego de muchos a�os de intimidad, le mostr� el pomo de Opium que
tra�a consigo... "�Quieres que me perfume para ti?" le pregunt� con sumisa
devoci�n.





�No Mi Gordita! Yo te voy a perfumar. Le dijo mientras
que, al tomar el frasco, sus pieles se tocaron por primera vez y algo m�s
que la chispa del sexo se les inflam� por dentro.






Cuando con el aplicador del perfume le roz� el cuello,
Leticia dio un respingo muy sensual que entusiasm� a Carmelo y ella se fue
desabotonando el camis�n para que �l le reconociese el largo camino entre las
grandiosas mamas, las cuales ella se sac� para que �l pudiese observarle los
vastos y rosados pezones que esperaban el toque er�tico del perfume. Sopl�
h�bilmente sobre aquellas aureolas para acelerar el secado de la fragancia y,
con la inmediata erecci�n de las puntas, Carmelo se las lami� con exasperante
lentitud y parsimonia, entonces algo en sus entra�as empez� a quemarla.



Una cama redonda con un colch�n de agua al centro de la
habitaci�n les invitaba a regodearse incansablemente. Leticia se quit� el
camis�n abri�ndolo sobre sus hombros, dej�ndolo caer al suelo alrededor de ella.
Abri� los brazos en cruz y lentamente gir� d�ndole la espalda a Puki-Puki, como
anteriormente lo hab�a hecho mostr�ndose y ofreci�ndosele. Avanz� hacia el lecho
y gate� hasta el centro del mismo en donde clav� los codos, apoy� la cabeza en
una almohadita y abri� lo m�s que pudo sus rodillas, desplegando las esponjosas
caderas y dejando ver as� su gruesa vulva y el orificio anal al separarse las
orondas nalgas. Con un r�tmico pero primitivo movimiento de su extensa espalda y
de sus grupas hizo ondular el colch�n, haciendo el llamado de c�pula al macho y
�ste fue hacia ella.



Frot�, palme� y sabore� aquellas posaderas y todas las
carnosidades que le afloraban, haci�ndola retorcerse de placer con las delicias
del preludio. Sinti� el sabor de la gloria cuando la enhiesta vara de Puki-Puki
se restreg� con los labios de su vulva, y encontr� la entrada a sus entra�as,
por donde la penetr� con toda solidez, sin pausa ni retroceso hasta que sinti�
un nudo en la garganta. Las manos de Carmelo no eran lo suficientemente grandes
como para agarrar, sujetar y atraer para s� con total firmeza las caderas de la
mujer mientras le hac�a el "puki-puki", pero �l aprovechaba el ondular del
colch�n para hundir su asta con m�s sa�a de lo que la gorda se esperaba. El
oleaje de la cama iba en aumento y la excitaci�n tambi�n. Leticia sent�a que la
agresividad de los ataques se incrementaban. Se llev� una mano a su pubis, busc�
el cl�toris y se frot� con fuerza, sobrevini�ndole un silencioso orgasmo que le
contrajo los m�sculos de su canal amatorio, sintiendo as� mayor a�n la
insaciable virilidad de quien desde hace mucho tiempo le estaba batiendo, desde
el trasero, todos sus meollos.



Puki-Puki se lanz� hacia atr�s interrumpiendo el coito.
Agotado, gimiendo y masturb�ndose, qued� tumbado a un lado de la resistente
mujer, quien puso su gruesa mano, con sus regordetes dedos, alrededor de la mano
que �l bat�a con enajenaci�n, acompas�ndole en el delirio y empez� a lamerle el
escroto. Poco a poco le llev� la vigorosa mano hasta su carnoso "Cerro de Venus"
para que �l le sacudiese sus entrepiernas y qued� ella sola masturb�ndole, como
abanicando su palo y, leng�eteando entre las ingles, chupaba y besaba, con los
ojos abiertos, el sobreexcitado glande esperando poder capturar el primer chorro
de leche que le soltase Carmelo. Hab�a mucho movimiento s�smico pero el volc�n
no erupcionaba.



Con un precario equilibrio sobre el ondulante y l�quido
sustrato en que se hallaban, la gorda lo mont� d�ndole la espalda e,
introduci�ndose el inapagable le�o, lo someti� a una zarandeada tal, que solo la
capacidad amortiguadora del agua evit� que aquellas poderosas caderas lo
destrozasen con el meneo. Con una mano le masajeaba las bolas mientras que con
la otra se restregaba el cl�toris y otro orgasmo le sobrevino con m�s fuerza que
el anterior, estrangulando poderosamente al insaciable instrumento de Carmelo,
pero no sinti� alg�n l�quido caliente en sus profundidades. Estaba lejos de
darse por vencida y pens� en aplicarle la t�cnica de "La Mamada Ventr�locua" de
tanto �xito hasta con su indiferente marido.



Se desencaj� la s�lida columna fornicadora y arrastr� su
enorme trasero por el pecho del recuperado Carmelo, que ya hab�a estado media
hora pasivo debajo de ella, y le puso el mejill�n en la barbilla con el evidente
deseo que se lo succionase, acto que inici� raudo y veloz con especial
canibalismo. Leticia se ech� hacia delante pasando los enormes senos a ambos
lados de la cintura de Puki-Puki y se dispuso a tragarse su virilidad hasta las
cuerdas vocales para luego hacerlas vibrar y llamar, con la resonancia que
provocar�a, a los espermatozoides del muchacho. Se zamp� la mitad de la m�ntula
en un solo envi�n, pero el glande llevaba oculto un vello p�bico que le molest�
la campanilla, oblig�ndole a retraerse provocando en ella las ganas de
carraspear. Y tosi�.



Tosi� de nuevo y a la tercera vez se le escap� una sonora
flatulencia que retumb� en la cara de Carmelo, ocasion�ndole un fuerte espasmo
con el que arque� la espalda levantando todo el peso de Leticia, y un rugido
ag�nico, de espanto, ante una sensaci�n desconocida, anunci� el salto de un
potente chorro de gruesa y ardiente esperma que le escald� la cara, la papada y
el pecho a la sorprendida mujer. Rod� a un lado verificando el reguero de semen
que hab�a dejado el desfallecido muchacho.





Otro, tirame otro. Dijo Puki-Puki cuando pudo hablar.


�Qu� te tire qu�, mi pimpollo? Le pregunt� con dulzura
mientras se esparc�a los humores de su amante por el cuerp�n.


Que me tires otro peo en la cara. Le contest� con
alegr�a, haci�ndole un gesto apremiante para que se incorporase sobre su
rostro.






La gorda complacientemente se sent� en su cara desde donde,
mientras recib�a una excitante penetraci�n lingual y ve�a como Carmelo se
masturbaba, puj� retorciendo sus intestinos hasta que una importante ventosidad
le dio justo en la nariz y al instante un proyectil de semen salt� directo a las
tetas de la gorda, cuyo impacto le provoc� una contracci�n vaginal que de haber
tenido algo all� metido lo hubiese destrozado, agarrando solo la punta de la
lengua del profuso semental.



Descubrieron as� la sonora manera de que Puki-Puki le diese
todo el semen que ella requer�a para contraer su vagina con poderosas
palpitaciones de su m�sculo amatorio. Y durante muchas y prolongadas sesiones de
gratificante concupiscencia se lanzaron gases y esperma en el cl�max de la
abundancia org�smica.





V






A�os despu�s, al d�a siguiente del funeral de Leticia La
Grossa, su amante y saciadora insaciable, quien falleci� de una sobredosis de
garbanzos con cerveza, Puki-Puki regres� al burdel de Rosa. No la encontr�. En
su lugar, regentando el lupanar, estaba "La Potranca" quien, luego de muchos
hombres y con muchos kilos encima, se encontraba semi-retirada del oficio m�s
antiguo debido a que, adem�s de una bronquitis de fumadora que no paraba de
toser, ya no era demandada como antes, y eran sus amigos a quienes ella hizo
licenciosos favores, los que ahora le hac�an el favor de alquilarla por mucho
menos de lo que se taz� en sus mejores tiempos.



Al verse de nuevo, desde aquella inconclusa noche de farra,
se excitaron irrefrenablemente y, caminando por el pasillo de los reservados, �l
le agarr� el culo y, junto con la risita, ella tosi� m�s duro y se solt� un peo
que hizo caer a Puki-Puki de rodillas.




EPILOGO




A pesar de que la vida sexual de Puki-Puki hab�a estado muy
activa desde sus primeras e inconclusas masturbaciones y de que fornic� con
muchas mujeres (y medio matado a varias), la relaci�n sexual propiamente dicha,
aquella fascinante mezcla de deseo carnal y pasi�n sustantiva, aquel sentimiento
que mueve a desear el bien de la persona con quien se compenetra, as� como su
posesi�n o identificaci�n con ella, que es una realidad humana fundamental, que
origina el deseo y se transforma en gozo. Esa clase de vida sexual Carmelo no la
hab�a vivido. Y nadie sabe c�mo, cuando y con quien ser� su real iniciaci�n.





fin






Nota: El presente articulo ha sido publicado por:




Philosofic Eyaculation Organzation (PEO).


Centro �nico Latinoamericano de Estudios Eyaculatorios (CULEE).


Centro Universal de Capacitaci�n Anat�mica (CUCA).




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Relato: El Saciador Insaciable
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